Los activos gestionados por las Afores podrían alcanzar un nivel de hasta 40% del PIB mexicano en la próxima década, desde el previo actual de 21%, expresó Paula Espinosa, Directora General de Operaciones Financieras de la Unidad de Crédito Público y Asuntos Internacionales de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP).
Paula Espinosa detalló los avances que han consolidado la solidez y seguridad del sistema financiero mexicano en los años recientes, entre ellos el ahorro para el retiro administrado por las Afores, que hoy representan el equivalente a 21% del PIB con alrededor de 6,2 billones de pesos (310.000 millones de dólares) y que según las estimaciones de la funcionaria hacendaria podrían alcanzar un equivalente de 40% del PIB del pais en la siguiente década, es decir alrededor del año 2035.
Durante el IV seminario de excelencia Larrainvial, los participantes expresaron, entre otras cosas, su opinión sobre las Afores, los mayores gestores de recursos financieros en el mercado mexicano, y la relevancia que han cobrado como factor de estabilidad para el mercado mexicano.
«La reforma de las Afores del año 2020 es probablemente el marco regulatorio más sólido del mundo», expresó Carlo Lombardo, Country Head en México de LarrainVial.
Las estimaciones de la secretaría de hacienda llaman la atención ya que según analistas y el propio representante del gremio de las Afores, Guillermo Zamarripa, el sistema de ahorro para el retiro del país ya ha iniciado su proceso de desacumulación aunque todavía es marginal y la salida de recursos están lejos de superar los ingresos.
El factor que explica esto es en efecto la reforma al sistema de pensiones de 2020 que incrementa a partir de 2021 de manera paulatina hasta el año 2030 las aportaciones de los trabajadores hasta alcanzar una tasa de 15% del salario, desde un nivel de 6,5% vigente cuando se aprobó la reforma.
El sistema de las Afores cumple este año, de hecho el próximo 1 de julio, 28 años de vigencia. Cuando inició los activos gestionados no llegaban ni siquiera al 3% del PIB mexicano, y de hecho se mantuvo en esos niveles cuando menos los primeros tres años mientras se terminó el traspaso de cuentas del viejo sistema al de las Afores.
La SHCP también destacó algunas de las medidas implementadas en los años y meses recientes para consolidar la solvencia y calidad del sistema financiero, que es en realidad el sistema alterno que respalda la gestión de los 310.000 millones de dólares en manos de las Afores, entre otros.
Medidas como la creación de una nueva Cámara de Compensación de Deuda Interna, la modificación a la ley del mercado de valores para la nueva figura conocida como Emisor Simplificado, así como la evaluación constante de formadores de mercado y la posición fiscal relativamente solida, han consolidado la seguridad y solvencia del mercado financiero mexicano.
Las inversiones alternativas viven un gran momento de popularidad entre los inversores. Ahora bien, ¿quiénes son las principales firmas que dan acceso a este tipo de inversiones? En el ámbito del private equity la respuesta es Blackstone, KKR y Thoma Bravo, según el informe elaborado por Gain.pro. Su análisis está basado en el valor empresarial total estimado gestionado de las empresas en cartera con sede en EE.UU.
Su principal conclusión es que Blackstone ha emergido como el mayor inversor en capital privado en EE.UU., gestionando un valor empresarial total estimado de 156.000 millones de dólares. Sin embargo, destacan otros cinco inversores entre los primeros puestos: KKR (100.000 millones), Thoma Bravo (81.000 millones), Apollo (77.000 millones) y Hellman & Friedman (65.000 millones).
En conjunto, los 100 principales inversores en EE.UU. gestionan un valor empresarial de 2,2 billones de dólares, distribuidos en 3.207 activos. Además, en promedio, estos inversores tienen una cartera con un EBITDA medio de 125 millones de dólares y gestionan 32 empresas cada uno. “En los últimos 6 años, los inversores de este ranking han invertido en 2,5 veces más nuevas empresas en cartera de las que han desinvertido. Específicamente, ha habido 2.685 nuevas inversiones y 1.085 salidas por parte de estos patrocinadores”, apunta el documento en sus conclusiones
Según deja ver el informe, el mercado está bastante concentrado en la parte alta, con los 10 principales inversores representando un tercio del valor empresarial total. A pesar de su tamaño significativo, los autores del documento señalan que el valor empresarial agregado del US 100 representa solo el 4% del mercado de renta variable pública estadounidense, valorado en más de 60 billones de dólares.
Principales tendencias
A nivel geográfico, Nueva York es el mayor centro de operaciones para los inversores del US 100, con un 33% de las sedes centrales, seguida por San Francisco (11%), Boston (9%), Chicago (7%) y Greenwich (6%). Los patrocinadores con sede en EE.UU. gestionan el 85% del valor empresarial total.
El informe destaca que los plazos de tenencia para los inversores del US 100 alcanzaron máximos históricos en 2024, con una mediana de 5,3 años, frente a 4,2 años en 2021. Cabe destacar que el 56% de los activos vendidos en 2024 habían sido mantenidos durante más de cinco años, en comparación con el 37% en 2020. Por último, los activos de los sectores TMT (Tecnología, Medios y Telecomunicaciones) y Servicios constituyen el 53% de la cartera del US 100. Geográficamente, los activos están concentrados en California (13%), Texas (12%), Nueva York (7%), Florida (6%) e Illinois (6%), siendo los 16 estados principales responsables del 80% de los activos de private equity.
Las infraestructuras privadas se han consolidado como un pilar esencial en la construcción de las carteras institucionales. Así lo creen en Arcano Partners, que destaca de esta clase de activo una “óptima” combinación de preservación del capital y crecimiento a largo plazo.
Características esenciales
A diferencia de otros activos, según explica la firma, las infraestructuras “cubren servicios esenciales que sustentan las economías modernas” y cuentan con unas características atractivas para el inversor:
1.- Protección frente a la inflación: Los activos de infraestructuras cuentan generalmente con mecanismos de indexación a la inflación, ya sea a través de marcos regulatorios o contratos de largo plazo.
2.- Flujos de caja estables y predecibles: Los ingresos se generan por la prestación de servicios esenciales cuya demanda es inelástica y están respaldados por contratos de largo plazo o situaciones monopolísticas. Incluso, en escenarios económicos adversos, estos activos suelen mantener su capacidad de generación de caja y distribución de rentas.
3.- Baja volatilidad: A diferencia de los mercados líquidos, las infraestructuras privadas han experimentado históricamente menores caídas y volatilidad, convirtiéndose en una opción óptima de cara a dotar de mayor estabilidad a la cartera.
4.- Diversificación y descorrelación: La baja correlación de las infraestructuras con la renta variable y la renta fija la hacen especialmente atractiva para los inversores. Esta demostrado que contar con activos de infraestructuras mejora su rendimiento y reduce la volatilidad. Arcano da un ejemplo: el ratio de sharpe de las inversiones en infraestructuras, que mide la rentabilidad ajustada al riesgo, se sitúa en el 1,15 entre los años 2004 y 2023, superando a la mayoría de los activos tradicionales.
5.- Rentabilidad atractiva con potencial de revalorización: La inversión en infraestructuras ofrece, al menos, retornos comparables a la renta fija, pero con la posibilidad adicional de apreciación del capital y, por lo tanto, de un mayor retorno de la inversión. Este factor, unido a la protección contra la inflación, sitúa a las inversiones en infraestructuras en una posición privilegiada dentro de la frontera eficiente de las carteras a largo plazo, especialmente en el contexto macroeconómico actual de incertidumbre.
Tendencias en infraestructuras
Según Arcano, el sector de las infraestructuras acoge tres industrias clave que actualmente consideran que tienen un papel destacado.
1.- Transición energética: Se ha convertido en un componente fundamental dentro de la cartera de cualquier inversor en infraestructuras, según la firma. Incluye la generación eólica, solar e hidráulica, pero también otros componentes como el almacenamiento eléctrico, la transmisión eléctrica, los combustibles limpios como el hidrógeno o las tecnologías para mejorar la red.
En Arcano explican que los objetivos de descarbonización y la creciente necesidad de seguridad energética están transformando el sector a escala global. También, que los inversores institucionales continúan apostando por esta clase de activo por su retorno y por sus compromisos con los objetivos de sostenibilidad.
La firma destaca que el sector ha experimentado un ajuste en sus valoraciones como consecuencia de los cambios macroeconómicos. “La subida de los tipos de interés y las presiones inflacionistas han afectado a los proyectos menos maduros y a las plataformas de desarrollo”, explican, pero también apuntan que el consenso del mercado percibe este reajuste de valoraciones como una interesante oportunidad de entrada en el sector, debido a que los fundamentales siguen siendo sólidos.
2.- Infraestructuras digitales: Han pasado de ser un nicho de mercado a un componente fundamental de la economía moderna. Incluyen los centros de datos, las redes de fibra óptica, las torres de telecomunicaciones e infraestructuras que soportan tecnologías como el 5G, el Internet de las Cosas (IoT) o la inteligencia artificial.
Durante el periodo de bajos tipos de interés, las valoraciones del sector alcanzaron niveles muy elevados, según reseña la firma, aunque a partir de 2023 el sector “se estabilizó” gracias a una mayor disciplina inversora. “A medida que los tipos comenzaron a aumentar, los inversores pusieron un mayor énfasis en los fundamentales del sector, al ser más conservadores en las perspectivas de crecimiento, a juicio de los expertos de Arcano. Con estas premisas, “los activos estabilizados y en operación con flujos de caja estables mantienen valoraciones muy atractivas mientras que los proyectos en desarrollo se valoran de forma más conservadora”.
En Arcano concluyen que el apetito inversor en infraestructuras digitales se mantiene robusto a largo plazo, al ofrecer una atractiva combinación de crecimiento, estabilidad y alineación con la transformación que está viviendo la economía global.
3.- Transporte y logística: Son piezas clave en el funcionamiento de las economías, tanto globales como regionales. Acoge activos como autopistas de peaje, puentes, aeropuertos, ferrocarriles, puertos y terminales de carga. Facilitan el comercio y la movilidad y suelen estar respaldados por concesiones a largo plazo o ingresos regulados.
Arcano apunta que en los últimos años se ha visto afectado por un entorno volátil: tras el impacto en los volúmenes de transporte derivado de los confinamientos durante la pandemia por el covid, la situación ha recuperado tracción, con una estabilización del tráfico en autopistas y una casi recuperación total de los viajes aéreos.
Pero el contexto actual plantea desafíos al sector, debido a la reestructuración industrial y el encarecimiento energético que desemboca en una relocalización de la producción y, por lo tanto, en nuevas dinámicas del comercio mundial.
Las valoraciones han resistido gracias a que los ingresos están indexados a la inflación y a la extensa vida útil de los activos. Pero la firma observa una mayor volatilidad en las valoraciones, en función del tipo de activo, su ubicación geográfica y la duración restante de los contratos.
Sin embargo, creen que las perspectivas para 2025 son “alentadoras” porque la firma espera una reactivación en el volumen de transacciones y un renovado interés por parte del sector público en colaborar con inversores privados mediante esquemas de colaboración público-privada.
Por lo tanto, “el sector de transporte y logística continúa ofreciendo a los inversores de largo plazo una combinación atractiva de rentabilidad ajustada al riesgo, cobertura frente a la inflación y exposición directa a la economía real”.
Raymond James Financial anunció la elección de Mark W. Begor, CEO de Equifax, como miembro del Consejo de Administración, que aumenta su tamaño de 12 a 13 miembros. Begor formará parte del Comité de Auditoría y del Comité de Riesgos, según un comunicado emitido por la institución financiera.
“Mark cuenta con una amplia experiencia en servicios financieros en Equifax y GE Capital, supervisando negocios a gran escala e inversiones en crecimiento estratégico, y contribuirá al esfuerzo continuado de la empresa por crear una plataforma tecnológica líder en el sector”, afirmó Paul Reilly, presidente ejecutivo de Raymond James.
“Como empresa centrada en el largo plazo, nuestro Consejo se ha comprometido a fomentar la estabilidad al tiempo que crece y mantiene nuestra distintiva cultura orientada al servicio. Mark está excepcionalmente cualificado tanto por su experiencia como por su visión centrada en el cliente para ayudarnos en estos objetivos”, agregó el ejecutivo.
Mark Begor se incorporó a Equifax en 2018 como consejero delegado y es miembro de su consejo de administración. Bajo su liderazgo, Equifax se ha convertido en líder del sector en datos y análisis, está impulsando la innovación en IA y ha llevado a cabo una de las mayores iniciativas de transformación en la nube de su sector, cambiando casi todas las facetas de su infraestructura. Desde 2021, supervisó 14 adquisiciones para ampliar las capacidades de Equifax más allá de una oficina de crédito tradicional en los mercados a los que sirve en todo el mundo.
Licenciado en Finanzas y Marketing por la Universidad de Siracusa y con un MBA del Instituto Politécnico Rensselaer, con anterioridad, Begor se desempeñó en Warburg Pincus. Previamente, trabajó 35 años en General Electric, gran parte de su carrera dirigiendo grandes negocios de GE Capital, incluyendo Retail Finance y Commercial Real Estate.
Las tasas han subido, los mercados están inestables y Estados Unidos ha perdido la última calificación AAA. Pero sigue siendo el mismo país de siempre, el ancla del mundo, y ahora ofrece un mercado de bonos lleno de oportunidades.
Un gigante global con dolores de crecimiento
Estados Unidos sigue siendo la economía más grande del mundo, generando el 27% del PIB global: un 61% más que China, la segunda mayor, con un 16,9%. Este dominio económico está respaldado por un poder militar sin igual y por el papel del dólar estadounidense como la principal moneda de reserva a nivel mundial.
Una curva de rendimiento en ascenso
La curva de rendimiento del Tesoro de EE.UU. ha vuelto a una pendiente ascendente normal, lo que indica mercados financieros más saludables y ofrece mejores recompensas para los inversores a largo plazo. Este es un desarrollo positivo para quienes buscan ingresos predecibles y preservación de capital en tiempos de incertidumbre.
La deuda: el elefante en la habitación
Sin embargo, este optimismo se ve atenuado por una preocupación creciente: la deuda nacional ha superado los 36 billones de dólares (36 trillones en términos americanos). Cada estadounidense tendría que pagar más de 100.000 dólares para eliminarla. Solo los pagos de intereses consumen alrededor del 13% del presupuesto federal, y podrían elevarse al 30% de los ingresos tributarios en una década.
El gobierno de Estados Unidos ahora gasta alrededor del 13% de su presupuesto solo en pagos de intereses. Si esto fuera un hogar, sería como gastar una gran parte del sueldo solo para cubrir los intereses de la tarjeta de crédito—algo insostenible sin un aumento de ingresos. De manera similar, aunque el crecimiento económico podría ayudar a reducir la carga de la deuda, no es algo con lo que el país pueda contar con certeza.
Reducir el gasto es otra opción, pero políticamente difícil. Las partidas más grandes del presupuesto—Salud, Seguridad Social y Defensa—son difíciles de tocar. Reducir los beneficios sociales es impopular, y recortar en Defensa rara vez se considera.
Subir los impuestos o permitir que la inflación erosione el valor real de la deuda también son posibilidades, pero ninguna es ideal. Gravar a la clase media conlleva riesgos políticos, y la inflación tiene consecuencias mixtas. En resumen, no hay una solución fácil—pero cuanto antes comience la conversación, mejor.
Rebaja de Moody’s: un llamado de atención
Moody’s degradó recientemente la calificación crediticia de EE. UU. de Aaa a Aa1, citando un crecimiento de deuda insostenible. Esto sigue a degradaciones anteriores por parte de S&P (2011) y Fitch (2023). Aunque simbólica, esta medida no cambia mucho para los tenedores de bonos: los títulos del Tesoro de EE. UU. siguen siendo un refugio seguro a nivel global.
Solo Alemania, Suiza y Canadá aún mantienen una calificación AAA perfecta por parte de las tres principales agencias. Pero sus mercados de bonos son mucho más pequeños que el de EE. UU.; el de Alemania, por ejemplo, es menos de una cuarta parte de su tamaño. Estados Unidos sigue teniendo el mercado de bonos más profundo y líquido del mundo.
Una oportunidad en bonos disfrazada
A pesar del último downgrade, los bonos del Tesoro a largo plazo ahora ofrecen rendimientos cercanos al 5%—niveles no vistos desde 2007. Para los inversores enfocados en ingresos, este es un punto de entrada atractivo. Los bonos pueden proporcionar un flujo de efectivo predecible y protección de capital, especialmente en un entorno bursátil volátil.
En conclusión, la rebaja crediticia de EE.UU. es un recordatorio, no una crisis. Los fundamentos de la economía estadounidense siguen siendo sólidos, pero se necesita disciplina fiscal con urgencia. Para los inversores, este es un momento para ser selectivos, mantenerse diversificados y considerar los bonos de alta calidad como una parte clave de un portafolio resiliente.
La reacción del mercado al recorte de calificación crediticia de EE. UU. por parte de Moody’s fue sorprendentemente contenida. La agencia rebajó la nota de Aaa a Aa1 el viernes 16 de mayo tras el cierre, con perspectiva estable. Aunque es la última de las tres grandes en hacerlo —tras S&P en 2011 y Fitch a mediados de 2023—, la rebaja llega en un momento en el que la situación fiscal del país se ha deteriorado notablemente, validando el diagnóstico.
El déficit presupuestario ronda ya el 7% del PIB, en un contexto paradójico de fuerte crecimiento económico y pleno empleo. Desde 1950, y salvo episodios excepcionales como la crisis subprime o la pandemia de COVID-19, el gasto público estadounidense no había superado el 5,5% del PIB. La indiferencia del mercado contrasta con la fuerte reacción que provocó el recorte de S&P en 2011, que coincidió con tensiones en Europa, conflictos por el techo de deuda y el inicio de un mercado bajista con caídas cercanas al 20% en el S&P 500.
Hoy, el debate sobre la sostenibilidad fiscal se ha normalizado. Sin embargo, la preocupación de fondo se mantiene: tanto la administración Biden como la de Trump han mostrado una generosidad fiscal inusitada. Desde 2021, se han aprobado paquetes de estímulo por valor de varios billones de dólares, entre ellos el Plan de Rescate Estadounidense ($1,9 billones), la Ley de Infraestructura ($1,2 billones), la IRA (Reducción de Inflación) y la Ley de Chips y Ciencia.
El mercado de bonos emite señales de alerta
Tras el punto álgido de la guerra comercial el pasado 2 de abril, comienza la fase más “amable” de la agenda Trump 2.0: recortes fiscales, gasto público y desregulación. Pero el mercado de deuda ya lanza advertencias sobre los riesgos del relajamiento fiscal.
La reciente subasta de bonos a 20 años reveló tensiones claras: el tipo de adjudicación superó el 5% (máximo desde octubre de 2023), con una ratio de cobertura de 2,46, la más baja desde febrero, y 0,9 desviaciones estándar por debajo de la media anual. La rentabilidad del T-bond a 10 años, cerca del 4,6%, refleja esta preocupación por el deterioro fiscal.
Según Moody’s, el mayor problema es la incapacidad estructural del Congreso y de las sucesivas administraciones para acordar medidas que estabilicen el déficit. Con el gasto en prestaciones sociales en aumento y los ingresos estancados, los déficits estructurales seguirán agravándose en la próxima década.
De acuerdo con la Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO), el endeudamiento seguirá creciendo, lo que implica una doble amenaza: presión sobre el coste de financiación del Tesoro y deterioro en las valoraciones de activos financieros, especialmente en renta variable.
Valoraciones exigentes y prima de riesgo en mínimos
El mercado de acciones no es ajeno a estos desequilibrios. La prima de riesgo del equity estadounidense ha vuelto a mínimos de 20 años, mientras que el PER a 12 meses se sitúa por encima de 21x. Estas métricas sugieren que el mercado está descontando un escenario optimista en beneficios, tipos de interés y estabilidad fiscal.
Esta semana, como se esperaba, aunque de forma más ajustada de lo previsto, la Cámara de Representantes aprobó la ley de reconciliación presupuestaria, que ahora pasa al Senado. El objetivo es que llegue al escritorio del presidente antes del receso estival y, preferiblemente, antes del 4 de julio. Aunque se prevén ajustes al texto, la propuesta actual incrementaría el déficit en 3 billones de dólares en los próximos 10 años, según el Comité para un Presupuesto Federal Responsable.
Trump 2.0: ¿impulso para la bolsa o riesgo para el bono?
Entramos de lleno en la fase expansiva de la agenda económica republicana: menos regulación, menor carga fiscal e impulso al gasto. Pero el efecto neto sobre los mercados es incierto. Aunque los recortes de impuestos podrían favorecer los beneficios empresariales, los tipos más altos necesarios para financiar ese desequilibrio pueden ejercer presión sobre los múltiplos.
El Senado aprobará probablemente una versión diluida de la reconciliación, lo que permitirá avances en la agenda, pero sin disipar el riesgo de mayor endeudamiento y sin garantizar la aprobación, que pasa por un texto del agrado de ambas cámaras. La sostenibilidad de las finanzas públicas está nuevamente en el centro del debate político y financiero.
La Reserva Federal, último respaldo
A pesar de todo, EE. UU. sigue gozando de una posición privilegiada. Su deuda se emite en la divisa de reserva global, el dólar, y la Reserva Federal actuaría si la solvencia del país se viera comprometida. El mercado de T-bonds sigue siendo la referencia dominante: representa el 53% del índice global de deuda pública de Bloomberg, frente al 17% de los bonos soberanos europeos.
La profundidad, liquidez y escala del mercado estadounidense lo hacen, por ahora, insustituible. El dictamen del Tribunal Supremo respecto a la imposibilidad de Trump para despedir a Jerome Powell debe mitigar la preocupación de los bonistas al reforzar los principios del estado de derecho y de “controles y contrapesos”.
El mercado de bonos de EE. UU. es diez veces mayor que el mercado de deuda pública de Alemania, y ninguna alternativa ofrece el mismo grado de liquidez o seguridad percibida.
Conclusión: entre el estímulo fiscal y las dudas de sostenibilidad
Mientras que los estímulos fiscales apuntalan la narrativa de crecimiento y mercado alcista, el coste de financiar ese impulso podría volverse insostenible si no se acompaña de una consolidación creíble a medio plazo. Con una Fed que solo actuaría tras confirmar señales de desaceleración o caída de la inflación, es probable que el T-bond se mantenga en el rango del 4% – 5% hasta que el ciclo se debilite con claridad. El repunte en la TIR del bono impulsa la desescalada en materia tarifaria, incrementando la probabilidad de nuevos acuerdos comerciales con EE.UU.
El reto ahora es doble: aprovechar la oportunidad de estímulo sin poner en riesgo la credibilidad fiscal del país. El mercado observa con atención si esta vez el déficit encontrará límites reales.
Foto cedidaSimon Khalili, fundador de Fortune Financial Strategies.
La gestora española ACCI ha firmado un acuerdo con la firma suiza Fortune Financial Strategies, para distribuir su estrategia flagship de renta fija MontLake Alpha Fixed Income, fondo UCITS de Irlanda., entre su base de clientes institucionales de Iberia y Latinoamérica. Este es el quinto acuerdo de distribución que firma ACCI, uniéndose a los ya existentes con las gestoras BlueBox AM (BlueBox Technology Fund), Colville Capital Partners (Silver Autonomie Fund), Sifter (Sifter Global Fund) y Tata Asset Management (Tata India Equity).
Sobre la estrategia MontLake Alpha Fixed Income explican que “los pilares de su sólido y consistente rendimiento se basan en la identificación de oportunidades de inversión en deuda corporativa y soberana global, con una asignación de activos flexible y un enfoque benchmark agnostic«. Su cartera está compuesta por un mínimo de 50 posiciones, combinando inversiones en bonos con estrategias en derivados para optimizar la gestión de duración y spreads de crédito. MontLake Alpha Fixed Income Fund, con rating medio de grado de inversión, cuenta con un rendimiento neto medio anualizado del 7,4% en dólares desde su lanzamiento hace 6 años, batiendo consistentemente a los índices globales.
Fortune Financial Strategies, con 2.500 millones de dólares bajo gestión y con oficinas en Suiza, Israel y Brasil, fue fundada en 2007 por Simon Khalili, quien cuenta con más de 30 años de experiencia en la industria financiera, habiendo trabajado para entidades como HSBC o Republic Bank (parte del grupo Safra Bank).
La decisión de Moody’s de rebajar la nota crediticia de EE.UU. ha puesto el foco en el déficit del país y sus implicaciones. En concreto, el déficit de las administraciones públicas estadounidenses se amplió al 7,3% del PIB el año pasado, muy por encima de la media anterior a la pandemia de alrededor del 4,8% entre 2015 y 2019.
Según advierte Eiko Sievert, analista del sector público de Scope Ratings, si no se adoptan medidas fiscales correctoras de calado, la ratio de deuda pública de EE.UU. alcanzará el 133% del PIB en 2030, superando nuestras previsiones para Francia (122%) y el Reino Unido (111%). “Los pagos de intereses supondrán una media del 12% de los ingresos, al menos el doble que sus homólogos”, matiza.
Para Sievert, la persistencia de un elevado déficit fiscal, el aumento de los gastos por intereses y la limitada flexibilidad presupuestaria son los principales factores que impulsan la trayectoria ascendente de la deuda de las administraciones públicas de EE.UU. en relación con el PIB. “Esperamos que el déficit siga siendo elevado en 2025, en torno al 6,4% del PIB, y que se sitúe en torno al 7% de media en 2026-2030, impulsado por el aumento de los tipos de interés y las mayores necesidades de financiación para apoyar programas de prestaciones sociales como la Seguridad Social, Medicare y los servicios de jubilación e invalidez para militares y funcionarios. La probable prórroga de la Ley de recortes fiscales y empleo de 2017, las reducciones fiscales adicionales propuestas, así como el aumento del gasto en defensa y seguridad fronteriza, añadirán más presión a las finanzas públicas”, reconoce el analista de Scope Ratings.
Cambia el foco de atención
Algunos expertos apuntan que el mercado comienza a cambiar el foco desde cuestiones meramente comerciales o arancelarias, hacia el escenario fiscal estadounidense. “Este se torna especialmente relevante al valorar la sostenibilidad de la deuda. En efecto, el problema del déficit presupuestario se ha convertido en una preocupación estructural. Las alternativas que se manejan en caso de que no se aprueben reformas fiscales son poco alentadoras: bien subidas masivas de impuestos o bien una mayor emisión de deuda, en un momento en el que la capacidad de financiación comienza a mostrar síntomas de tensión”, señala Pedro del Pozo, director de inversiones financieras de Mutualidad.
Para este experto, es verdad que el mercado había descontado en buena parte esta rebaja de rating, pero también lo es que el problema del endeudamiento público «no es relevante hasta que lo es». Es decir, hasta que se convierte en una barrera efectiva para seguir financiando el crecimiento o simplemente para seguir refinanciando la deuda existente. “Lo que está en juego no es solo la evolución de los títulos de deuda o la reacción inmediata de los inversores institucionales. Lo que se empieza a cuestionar es algo mucho más profundo: el llamado excepcionalismo estadounidense. Durante décadas, el bono del Tesoro de EE.UU. ha sido considerado el activo refugio por excelencia, un punto de anclaje en los momentos de mayor volatilidad global. Si esta percepción empieza a cambiar, el impacto estructural podría ser considerable”, añade Del Pozo.
En opinión de Mark Dowding, CIO de BlueBay (RBC BlueBay Asset Management), la cuestión es que “la economía inspirada en la curva de Laffer está siendo recibida con creciente escepticismo por parte de los inversores del mercado de bonos, quienes están preocupados por el alarmante aumento en la trayectoria de la deuda, así como por la proporción del gasto y los ingresos fiscales de EE. UU. que ahora se destinan al pago de intereses de la deuda”.
Según el análisis propio de RBC BlueBay, la firma estima que el déficit de EE.UU. se mantendrá en torno al 7%, incluso suponiendo unos ingresos anuales por aranceles de unos 300.000 millones de dólares y una tasa de crecimiento promedio del 2%. Considera que si los ingresos por aranceles no alcanzan lo previsto, o más importante aún, si el crecimiento económico no cumple con las expectativas, entonces el riesgo es que el déficit aumente aún más.
En este sentido, Dowding observa que los responsables políticos “parecen estar cómodos” manteniendo la calma y siguiendo adelante, a pesar de que muchos dentro de la administración comprenden fundamentalmente que, en este punto del ciclo económico, el presupuesto estadounidense debería estar equilibrado, y no presentando un déficit tan evidente. “Esencialmente, Washington ha lanzado un desafío al mercado de bonos. El tiempo dirá si logra atraer suficiente capital para estabilizar los rendimientos, o si por el contrario los riesgos de una reacción adversa del mercado van en aumento”, afirma.
El mercado de bonos
Desde Allianz GI reconocen que los bonos del Tesoro de EE.UU. han vuelto a niveles similares a los de cuando se cuestionaba la independencia de la Fed, lo cual “resulta una tendencia preocupante”. “No es una buena señal, ya que ni siquiera el propio Gobierno estadounidense puede imprimir dinero indefinidamente para hacer frente a su creciente deuda. De hecho, la deuda pública de EE. UU. está empezando a convertirse en un gran desafío para la economía y podría generar nuevas tensiones en los mercados de deuda, e incluso también en la renta variable. En este sentido, solo los pagos de intereses ya suponen el 3,1% del PIB, el nivel más alto de los últimos 25 años”, afirma Hans-Jörg Naumer, Global Head of Capital Markets & Thematic Research de Allianz Global Investors.
De hecho, los rendimientos de los bonos del gobierno continuaron subiendo durante la semana pasada, impulsados principalmente por el comportamiento de los precios en el extremo largo de las curvas, debido a las preocupaciones por el aumento de la deuda pública y la tranquilidad de los responsables políticos de EE.UU. ante estas inquietudes.
“El rendimiento de los bonos del Tesoro a 30 años ha superado el 5%, introduciendo una dosis de dura realidad económica en la política fiscal de Trump. La semana pasada, Moody’s se unió a otras agencias calificadoras al rebajar la calificación soberana de EE. UU. El mercado ha estado mostrando inquietud por el perfil fiscal del país y por la repetida falta de voluntad de los partidos políticos para abordar un estado presupuestario calamitoso. Los inversores comienzan a preguntarse si seguirán prestando dinero al gobierno estadounidense, y están surgiendo otras señales de advertencia de que solo el pago de los intereses podría acelerar el deterioro fiscal”, reconoce Bloomberg en su análisis diario.
En opinión de Felipe Mendoza, analista de mercados financieros ATFX LATAM, el mercado de renta fija lanzó una señal de alerta en la última subasta de bonos del Tesoro a 20 años por 16.000 millones de dólares, “que fue calificada como débil, registrando un rendimiento del 5,047%, por encima del 5,035% esperado”.
Según el análisis de Mendoza, esta lectura marcó la segunda vez en la historia que una subasta de bonos a 20 años se sitúa por encima del 5%, y generó una “cola” de 1,2 puntos básicos, la mayor desde diciembre.
“Inmediatamente, el S&P 500 cayó 80 puntos en apenas media hora, sin que mediara una noticia puntual, sino como reacción directa al alza en los rendimientos. El bono a 20 años alcanzó un 5,12%, su mayor nivel desde octubre de 2023, mientras que los rendimientos del bono a 10 años treparon a 4,60% y los de 30 años superaron el 5%. Esta dinámica refleja una conjunción entre un déficit fiscal del 7% del PIB, expectativas de inflación más altas y la retórica persistente de la Reserva Federal (Fed) de mantener tasas elevadas por más tiempo”, explica.
Big Beautiful Bill: ¿el antídoto?
En este contexto, y también en la búsqueda de trasladar al mercado un mensaje de tranquilidad, el jueves fue aprobada por la Cámara de Representantes la «Big Beautiful Bill» -oficialmente titulada The One, Big, Beautiful Bill-, una ambiciosa propuesta legislativa impulsada por el expresidente Donald Trump que busca consolidar y ampliar las reformas fiscales de 2017, con el objetivo de estimular el crecimiento económico, aumentar los ingresos de las familias y fortalecer a las pequeñas empresas.
En opinión de Clément Inbona, gestor de fondos en La Financière de l’Échiquier (LFDE), con una deuda total próxima al 100% del PIB y un déficit estructural elevado que podría agravarse aún más, “no se puede descartar el riesgo de que ese proyecto de ley de presupuestos Big Beautiful Bill se transforme en una gran y hermosa factura que estreche un poco más el cerco sobre la deuda pública y obligue a la administración federal a una gestión más rigurosa”.
Según señala Banca March en su último informe, el propio Trump está presionando a los suyos para acelerar el proceso, consciente de que el impacto de los aranceles podría pronto empezar a afectar a la economía. “Sin embargo, persisten obstáculos importantes como el incremento en el tope de las deducciones de impuestos estatales y locales (SALT, por sus siglas en inglés) –se trata de una deducción de la base bruta federal, que actualmente tiene una limitación de 10.000 dólares–, así como las disputas acerca de la magnitud del recorte en el Medicaid y la reducción en las partidas incluidas en la Inflation Reduction Act”, matizan.
Los expertos de la entidad explican que “el desacuerdo interno en el partido republicano y una reforma fiscal encaminada a aumentar el déficit siguen ejerciendo presión sobre la deuda soberana estadounidense, dejando al rendimiento exigido al bono estadounidense a 10 años por encima del 4,5%”.
“Aunque la “Big Beautiful Bill” de Trump aún tiene un largo camino por recorrer antes de poder ser aprobado en el Congreso y el Senado, parece que los halcones fiscales han sido presionados para apoyar las propuestas preliminares, por temor a ser vistos como contrarios a los deseos de Trump y a sufrir la ira de su partido”, matiza Dowding.
Para Gilles Moëc, economista jefe de AXA Investment Managers, lo más relevante es la inclusión en el proyecto de un impuesto de retención sobre las rentas financieras de EE.UU. devengadas por no residentes podría aumentar la prima de riesgo que ya está incorporada en los rendimientos a largo plazo de la deuda estadounidense. “Esto se encuentra en la llamada sección 899. La sección 899 del proyecto impondría un impuesto incremental del 5% anual (hasta un máximo del 20%) sobre las rentas financieras generadas en EE.UU. que perciban residentes de países con sistemas fiscales considerados “injustos” para las empresas estadounidenses”, explica Moëc.
Es más, según su análisis, la sección 899 podría aumentar la presión sobre los tipos de interés a largo plazo: “Las previsiones de la CBO (Oficina Presupuestaria del Congreso) contemplan que la rentabilidad de los bonos a 10 años baje del 4,5% actual al 4,0% a final de año. Esto aún sería factible si los recortes de tipos de la Fed se transmiten eficazmente a toda la curva, algo que podría ocurrir si el mercado laboral muestra señales de debilitamiento en la segunda mitad del año. Sin embargo, una prima de riesgo persistente sobre la deuda estadounidense podría frustrar esa transmisión”.
En un entorno marcado por el aumento de las tensiones geopolíticas y económicas, además de las perturbaciones climáticas, la resiliencia de las empresas se está convirtiendo en una cuestión estratégica. En este contexto, Edmond de Rothschild AM ha anunciado el lanzamiento de EdR SICAV Global Resilience, un fondo de renta variable global diseñado para sacar partido del cambiante entorno geopolítico y aprovechar las oportunidades de crecimiento que se presentan.
Para lograrlo, el EdR SICAV Global Resilience invierte en empresas que satisfacen las necesidades vitales de la sociedad actual. Según destacan desde la gestora, gracias a sus ventajas estructurales, las empresas seleccionadas comparten una capacidad para absorber los choques, proteger sus cadenas de valor y seguir siendo indispensables, sean cuales sean las turbulencias.
Cuatro pilares estratégicos para invertir
El fondo, gestionado por Aymeric Gastaldi y Christophe Foliot, ambos gestores de renta variable en Edmond de Rothschild AM, se articula en torno a cuatro pilares estratégicos principales, que reflejan los temas identificados por el equipo como aquellos que estructuran el mañana.
El primero es la ciberseguridad y defensa. Según explican, las amenazas exógenas a las economías modernas y los sistemas sociales dependen cada vez más de una infraestructura cibernética más segura. “Este pilar incluye a los proveedores de software de ciberseguridad, que identifican las amenazas en las fases iniciales, aseguran los datos sensibles y protegen los sistemas informáticos. El fondo también invierte en defensa, un sector en auge tras 30 años de escasa inversión”, apuntan.
Su segundo pilar son las infraestructuras críticas, ya que entienden que la modernización y transformación de las infraestructuras críticas es necesaria para satisfacer los constantes cambios en la demanda en términos de necesidades vitales y reubicación de la cadena de suministro. Las empresas que desarrollen infraestructuras críticas para el acceso seguro a las necesidades básicas serán uno de los objetivos de inversión.
En tercer lugar, apuntan por la seguridad y protección. “Existe una necesidad de sistemas de protección personal y de capacidades de atención sanitaria preventiva. Este pilar se centra en las empresas que desarrollan dispositivos de seguridad cruciales para la protección personal, así como las que innovan en atención médica, como medicina preventiva y equipos sanitarios para hacer frente a posibles crisis sanitarias”, señalan desde la gestora.
Por último, su cuarto pilar son los recursos estratégicos. Este pilar se dirige a las empresas comprometidas con la independencia energética y la reducción de la dependencia de recursos extranjeros. Se busca apoyar las innovaciones en eficiencia energética y avances tecnológicos, especialmente en agricultura.
“En un momento en que la globalización está dando paso a una era de fragmentación, tensiones y rupturas sistémicas, la resiliencia se está convirtiendo en un criterio central para la creación de valor. En este nuevo ciclo, las empresas capaces de hacer que nuestras sociedades sean más seguras, más funcionales y estén mejor preparadas para los choques económicos, políticos y tecnológicos serán, en nuestra opinión, las que generen más valor a largo plazo. Esta convicción está detrás del lanzamiento del EdR SICAV Global Resilience”, ha señaldo Aymeric Gastaldi, senior manager del EdR SICAV Global Resilience.
A raíz de este lanzamiento, Jacques-Aurélien Marcireau, coresponsable de renta variable en Edmond de Rothschild AM, destaca que esta nueva estrategia completa nuestra gama de fondos de renta variable temática, el primero de los cuales se lanzó hace 40 años. ·Desde entonces, y a través de las diferentes estrategias que hemos ofrecido, hemos contribuido constantemente a responder a los retos a los que se enfrenta nuestra sociedad y a apoyar las principales tendencias que configuran la economía. Con el Global Resilience, nuestra Casa ofrece una solución alineada con estos objetivos, y que busca, a través de activos estratégicos, hacer a la sociedad más sólida y resiliente”, comenta.
Proceso de inversión
Desde la gestora explican que con cerca de cincuenta valores en cartera, el fondo se beneficia de un riguroso proceso de selección basado en cuatro filtros: solidez financiera; integración vertical; crecimiento sólido y estructural; y resistencia operativa: “De este modo, el fondo tiene como objetivo una doble alineación en términos de resiliencia: presencia en sectores críticos y características intrínsecas de la empresa”, destacan.
Con este nuevo vehículo de inversión, Edmond de Rothschild AM prosigue su misión de apoyo a largo plazo a las empresas que forjan un futuro más estable, seguro y sostenible, al servicio de la economía real. El fondo se comercializa en Austria, Bélgica, Suiza, Chipre, Grecia, Alemania, España, Francia, Reino Unido, Italia y Luxemburgo.
Con 8.900 millones de euros en activos bajo gestión, de los cuales cerca de 4.000 millones están concentrados en fondos temáticos, y más de cuarenta años de trayectoria, el equipo de inversión en renta variable de Edmond de Rothschild Asset Management está compuesto por 18 expertos en inversión con una experiencia media de veinte años.
El miedo a perder dinero y el optimismo son los dos principales desencadenantes emocionales que afectan a las decisiones de inversión de los minoristas, según datos del último Pulso del Inversor Minorista (Retail Investor Beat, RIB) de la plataforma de trading e inversión multiactivo eToro.En el estudio global, realizado a 10.000 inversores minoristas en 12 países, el 43% identificó el miedo a perder dinero como el impulsor emocional que más influye en sus decisiones de inversión, mientras que el 31% citó el optimismo como el factor principal. El 18% de los inversores minoristas seleccionó la emoción y la impaciencia respectivamente, seguidas del exceso de confianza con un 15%, la codicia con un 14%, un 12% para el pánico y el miedo a perderse algo, (FOMO, o fear of missing out) con un 12%.
En el estudio nacional, realizado a 1.000 minoristas españoles, la elección del miedo a perder dinero también se sitúa como la emoción que más impacta sobre las decisiones de inversión, aunque en un porcentaje 3 puntos superior a la del sondeo general: un 46%. Mientras el optimismo compartió la misma cuota, del 31%. Por contra, el exceso de confianza completó el pódium hispano (23%), por delante de la impaciencia (21%) y el FOMO (15%) o la emoción (14%). La codicia (11%) y el pánico (10%) cierran la lista de emociones personales que determinan las decisiones inversoras de los minoristas españoles.
Al comentar los datos, Lale Akoner, estratega de mercados globales de eToro, afirmó: “Resulta interesante que dos emociones totalmente opuestas, el miedo a perder y el optimismo, sean los principales factores que los inversores minoristas citan como los que más influyen en sus decisiones de inversión. El miedo a perder algo (FOLO, por sus siglas en inglés) supera significativamente al miedo a perder algo (FOMO, por sus siglas en inglés), contrariamente a la creencia obsoleta de que los inversores minoristas imprudentes y especulativos buscan rentabilidades irrealistas. Este comportamiento cauteloso probablemente se vea acentuado por la incertidumbre actual, que hace aún más esencial sopesar los riesgos y las oportunidades”.
Los datos también destacan las diferencias geográficas puesto que, por ejemplo, el miedo a perder dinero es especialmente fuerte en Italia con un 61%, mientras que los inversores británicos se ven particularmente influenciados por el optimismo con un 36%. España presenta la mayor proporción de inversores impulsados por el exceso de confianza (23%), los inversores australianos son más propensos a verse influenciados por la emoción (23%) y la impaciencia es la más citada en Alemania (25%). Francia lidera la proporción de inversores motivados por la codicia (41%), mientras que el promedio mundial se sitúa en apenas el 14%.
Las caídas en el valor de las inversiones traen cautela y resiliencia
El estudio también reveló que los inversores minoristas se vuelven más reflexivos cuando experimentan pérdidas en sus inversiones. El 51% afirma que ver disminuir el valor de sus inversiones los hizo más cautelosos, casi uno de cada cinco (18 %) cree que los hizo más resilientes como inversores y el 16 % piensa que tuvo poco o ningún impacto en ellos. Otro 18 % afirma que perder dinero en sus inversiones les hizo perder confianza.
Más cautelosos aún se muestran los minoristas españoles ante un clima de pérdidas, con un 55% . En especial, los millennials (59%), frente al 23% que admite sentirse menos confiado. Los jóvenes de la Generación Z (uno de cada cuatro) son los que se definen como más resilientes, un 27%, 7 puntos por encima del promedio total.
No obstante, aunque los inversores minoristas se vuelven más cautelosos cuando el valor de sus inversiones disminuye, los datos revelan que se adhieren a estrategias a largo plazo para afrontar la volatilidad del mercado. El estudio global señala que casi la mitad de los encuestados (48%) mantiene su estrategia de inversión actual durante períodos de volatilidad, mientras que el 23% opta por reequilibrar sus carteras. El 12% ve la volatilidad del mercado como una oportunidad para comprar más inversiones, y solo una pequeña fracción (9%) reacciona vendiendo sus inversiones.
Por su parte, un 42% de los minoristas españoles afirman mantener el rumbo de sus carteras (42%), y un 28% se decanta por reconfigurarlas. En el primer caso, impulsados por la Generación X (44%) y en el segundo, por los boomers (33%).
“Experimentar pérdidas suele desencadenar una respuesta psicológica natural, que impulsa a los inversores a proteger su capital restante. Sin embargo, estos contratiempos también fomentan la resiliencia, lo que genera mayor confianza y perseverancia para afrontar las fluctuaciones del mercado. Los datos históricos muestran que el S&P 500 se ha recuperado de más de 25 caídas del 10% o más desde 1928, logrando una rentabilidad anual media de alrededor del 10%. El compromiso de los inversores minoristas con las estrategias a largo plazo sugiere que reconocen que las pérdidas a corto plazo forman parte del camino hacia el logro de objetivos financieros a largo plazo”, añade Lale Akoner.
Diferencias en el reconocimiento del impacto emocional
Al preguntarles sobre el impacto de las experiencias y emociones personales en sus decisiones de inversión, el 86% de los inversores minoristas reconoce que estos factores influyen en sus decisiones, mientras que solo el 11% cree que no tienen ningún impacto. Los datos muestran una divergencia significativa al analizar a los inversores minoristas de diferentes generaciones y países. Los millennials y la generación Z son los que más reconocen esta influencia (90%), en comparación con tan solo el 81% de los baby boomers. Por países, los inversores polacos e italianos ocupan los primeros puestos, con un 92% y un 91% respectivamente, mientras que los neerlandeses (81%) y los daneses (79%) ocupan los últimos puestos.
En España, el sondeo arroja datos similares. El 90% considera que los aspectos emocionales influyen en sus decisiones de inversión, con los minoristas de la Generación Z comandando las influencias más fuertes de esta tendencia (92%) y los boomers los que admiten recibir una experiencia emocional más moderada (81%).
«Como seres humanos, nuestras decisiones, comportamientos y percepciones se ven influenciadas por experiencias pasadas y estados emocionales, a menudo de forma subconsciente. Esta influencia se extiende a todos los ámbitos de la vida, incluidas las decisiones financieras y de inversión, incluso para quienes creen que no es así. Los inversores más jóvenes son más propensos a reconocer este impacto, probablemente debido a una mayor exposición a los conceptos de finanzas conductuales y a la evolución de las actitudes sociales hacia la autoconciencia», concluye Lale Akoner.