Desaceleración global y señales mixtas: inflación a la baja, dudas en crecimiento
| Por Romina López | 0 Comentarios

Los datos macroeconómicos publicados esta semana han reforzado la narrativa de un ciclo económico global que pierde tracción. La combinación de indicadores débiles en industria y servicios, junto a una inflación más contenida, perfila un entorno donde el riesgo ya no proviene del sobrecalentamiento, sino del agotamiento de los motores de crecimiento.
En Europa, el IPC de la zona euro sorprendió a la baja por segundo mes consecutivo, pasando del 2,2% al 1,9% interanual en mayo. La cifra no solo consolida el retorno al objetivo del BCE, sino que también fortaleció el argumento para que el banco central procediera con su recorte de tipos este jueves. El mercado descuenta un recorte adicional en 2025 pero los inversores empiezan a contemplar alguno más, aunque la autoridad monetaria se resiste a confirmar un ritmo determinado, amparándose en un enfoque “reunión a reunión”.
La inflación subyacente también mostró señales alentadoras, con una moderación más amplia entre los componentes no energéticos. Esto coincide con un contexto de menor presión salarial, estabilización de los costes de producción y caída en la demanda agregada, derivada del endurecimiento acumulado de condiciones financieras.
China: golpe al sector industrial en pleno entorno de tensión comercial
En paralelo, en China, los efectos del embargo tecnológico impuesto desde Estados Unidos ya empiezan a reflejarse en la actividad. El PMI manufacturero de Caixin cayó por debajo de 50 puntos, situándose en terreno contractivo. Este deterioro en las expectativas se da a pesar del apoyo fiscal y monetario activado recientemente por Pekín.
El impacto externo también se está dejando notar. En Estados Unidos, el ISM manufacturero descendió por segundo mes consecutivo hasta los 48,5 puntos, reflejando una debilidad tanto en producción como en exportaciones. Lo más relevante fue la caída en el subíndice de nuevos pedidos internacionales, lo que apunta a una ralentización global más allá de la fricción bilateral entre Washington y Pekín. También apunta a una segunda mitad de año más débil para Europa, que en el primer trimestre disparó de manera inusual el volumen de exportaciones a Estados Unidos, desde aproximadamente 40.000 millones de euros, hasta 60.000 millones.
Sector servicios: entre estanflación y normalización
El índice ISM de servicios cayó por debajo de 50, con una lectura de 49,6, en su primer retroceso en territorio contractivo desde mayo de 2020. El dato sorprendió negativamente al consenso, que esperaba una ligera mejora. Lo más preocupante fue la caída del subíndice de nuevos pedidos (de 52,3 a 46,4), en contraste con un fuerte repunte en el componente de precios (de 65,1 a 68,7).
Esta combinación, enfriamiento de la actividad con presión inflacionaria persistente en sectores como salud, educación, transporte o restauración, plantea un dilema para la Reserva Federal: recortar podría ser prematuro si la inflación de servicios no se modera de forma clara.
Empleo: fortaleza estructural con signos de cansancio
En el frente laboral, los datos siguen reflejando una economía en fase de desaceleración, pero no aún en contracción. La tasa de participación se mantiene estable, y la creación de empleo, aunque más lenta, sigue siendo positiva. Sin embargo, el último informe ADP mostró una fuerte moderación: 37.000 nuevos empleos frente a los 120.000 esperados.
Este dato, junto a la revisión a la baja del mes anterior, alimenta el debate sobre si estamos cerca de un “punto de inflexión” en el mercado laboral. Por ahora, el ratio de vacantes sobre empleo total permanece por debajo del 4,5%, nivel que Christopher Waller ha citado como umbral clave para anticipar aumentos en la tasa de desempleo.
Soft data vs. hard data: aceleración sin convicción
La divergencia entre indicadores “soft” (encuestas de confianza, expectativas) y “hard” (ventas, producción, inversión) se mantiene. Aunque los datos del Conference Board mostraban cierta recuperación en la moral del consumidor, los indicadores duros no han seguido esa mejora, aunque se mantienen planos. El consumo se modera, la inversión empresarial se estanca y las exportaciones enfrentan un entorno global menos favorable.
En este contexto, la OCDE ha revisado a la baja sus proyecciones de crecimiento mundial: del 3,1% al 2,9% en 2025, y del 3% al 2,9% en 2026. Las razones son múltiples: persistencia de la incertidumbre política, menor impulso de China, endurecimiento de la política fiscal en algunas economías avanzadas, y prudencia por parte de hogares y empresas en sus decisiones de gasto e inversión.
Mercados financieros: sesgo ligeramente positivo, pero sensible a sorpresas
El repunte técnico de la renta variable parece haber encontrado cierta resistencia. Desde los mínimos de abril, el S&P 500 ha recuperado cerca de un 20%, impulsado por la desescalada arancelaria parcial, el alivio inflacionario y la expectativa de políticas monetarias menos restrictivas.
Sin embargo, este rebote convive con valoraciones exigentes, especialmente en sectores como tecnología y consumo discrecional. Los múltiplos precio-beneficio se sitúan por encima de sus medias históricas, lo que deja poco margen ante posibles revisiones negativas de beneficios o sorpresas macroeconómicas adversas.
El mercado parece haberse instalado en un equilibrio precario: no hay catalizadores claros para una corrección inminente, pero tampoco argumentos contundentes para una nueva fase de expansión sostenida. La volatilidad implícita permanece contenida, pero podría repuntar si los datos de inflación o empleo se desvían de las expectativas.
Implicaciones para la política monetaria: esperar y ver
Para los bancos centrales, el mensaje es mixto. La mejora en inflación da margen para considerar recortes, pero la persistencia de algunas presiones de precios -especialmente en servicios- sugiere que deben actuar con cautela.
La Reserva Federal mantiene su enfoque “data dependent”, lo que implica que cualquier cambio de rumbo dependerá de la evolución en los próximos datos de PCE, empleo y consumo. Si el enfriamiento económico se acentúa y la inflación continúa descendiendo, podríamos ver el primer recorte tan pronto como julio. Pero si la actividad resiste y los precios no ceden lo suficiente, la Fed podría optar por mantener el tipo de interés de referencia sin cambios hasta bien entrado el tercer trimestre.
Conclusión: en el umbral de un nuevo régimen económico
El primer semestre de 2025 ha estado marcado por la transición desde un régimen de inflación elevada hacia otro de crecimiento débil y riesgos estructurales emergentes. A diferencia del ciclo 2020–2022, ahora los bancos centrales enfrentan una combinación más delicada: menor crecimiento potencial, mayor incertidumbre fiscal y geopolítica, y una inflación que se resiste a caer en determinados sectores.
Para los inversores, el reto será equilibrar riesgo y oportunidad en un entorno en el que las señales tradicionales de política monetaria pueden volverse menos eficaces. Las decisiones de asignación de activos requerirán una lectura más fina del ciclo y una gestión más activa de los factores macroeconómicos y geopolíticos.