¿Por qué los inversores globales podrían reevaluar su exposición a la renta variable estadounidense?
| Por Beatriz Zúñiga | 0 Comentarios

La economía estadounidense, que ha sido considerada históricamente un refugio seguro para el capital global, se enfrenta a un entorno de creciente incertidumbre política, fiscal e institucional que podría provocar una reasignación de flujos de inversión hacia otros mercados. Así lo advierten varios gestores de fondos y analistas de firmas internacionales que ven señales preocupantes como, por ejemplo, la política económica de la Administración Trump o el debilitamiento del dólar.
Sin embargo, los mercados globales transitan un momento de aparente euforia técnica con flujos institucionales récord que empujan al S&P 500 hacia los 6,700 puntos proyectados para fin de año, impulsados por una combinación de factores: la caída del dólar —que acumula una depreciación de más del 10%, su peor primer semestre en 40 años—, la flexibilización regulatoria de la Reserva Federal de EE.UU. (Fed), que liberará hasta 13.000 millones de dólares para la gran banca, y la especulación sobre un inminente relevo en la presidencia del banco central.
En este contexto aparentemente bipolar la pregunta es qué deben hacer los inversores con su exposición a la renta variable estadounidense. En opinión de Nathan Chandler, gestor de deuda de mercados emergentes en Schroders, EE.UU. sigue teniendo muchas ventajas, como el dominio tecnológico, la independencia energética, la condición de moneda de reserva y el tamaño del mercado, pero observa una serie de factores y cambios que le hacen considerar que estamos ante un «cambio de paradigma». «Hay varios factores que anteriormente fueron impulsores clave del llamado excepcionalismo estadounidense y ahora están a punto de ralentizarse. Es probable que las políticas comerciales de confrontación (guerra comercial), la ralentización de la inmigración, la búsqueda de un dólar más débil, los déficits fiscales aún insostenibles y el deterioro de las instituciones lleven a los inversores extranjeros a reconsiderar sus asignaciones sobreponderadas a activos estadounidenses, tanto de renta variable como de renta fija», argumenta.
Las señales que ven las gestoras
En concreto, Chandler alerta sobre los «vientos en contra estructurales y cíclicos» que enfrenta EE.UU., con políticas que debilitan pilares tradicionales del atractivo inversor, como el libre comercio, la independencia institucional y el crecimiento demográfico. Considera que las nuevas políticas migratorias han frenado casi por completo la inmigración ilegal, lo que ya repercute negativamente en la productividad laboral y el crecimiento potencial. Los inmigrantes han contribuido con más del 50% al crecimiento de la fuerza laboral desde 2020, y su reducción amenaza con una desaceleración estructural a largo plazo. En lo fiscal, añade que, los recortes de impuestos propuestos por la Administración Trump, sumados a elevados gastos no financieros, han impedido avanzar en la estabilización de la deuda, que sigue en una trayectoria insostenible. La expansión del déficit requerirá mayor emisión de deuda o tolerar una inflación estructuralmente más alta, con consecuencias potencialmente negativas para el valor del dólar.
El debilitamiento de las instituciones democráticas preocupa especialmente a los mercados. En tan solo cuatro meses, la Administración ha ignorado fallos judiciales y removido figuras clave de organismos independientes. También se ha insinuado una posible candidatura de Trump a un tercer mandato, mientras que las presiones sobre la Reserva Federal para bajar tipos de interés son vistas como una amenaza directa a su independencia. «Una acción abrupta como intentar destituir al presidente de la Fed, aunque poco probable, aceleraría la pérdida de confianza en el marco institucional estadounidense», advierte Chandler. Por otro lado, algunos expertos destacan el papel estabilizador que aún juega la Fed. Charlotte Daughtrey, Equity Investment Specialist de Federated Hermes, señala que “la Fed ha dejado claro que no quieren que la economía estadounidense entre en recesión, y han hecho un trabajo increíble al respecto. Algunas personas piensan que son demasiado lentos, pero lo que no quieren es repetir lo que sucedió en la década de 1970”.
Otro foco claro es la guerra comercial. Aunque el conflicto comercial con China ha disminuido en intensidad, persisten aranceles sectoriales que afectan a las cadenas de suministro y generan incertidumbre sobre la estabilidad regulatoria. La reciente «tregua arancelaria» ha sido bien recibida por los mercados, pero no resuelve los problemas de fondo. Martin Shultz, responsable de renta variable internacional en Federated Hermes, destaca que «ambas partes necesitan una pausa», pero las fricciones persisten. EE.UU. sigue necesitando los minerales de tierras raras de China, y China, los semiconductores estadounidenses.
En paralelo, la diversificación fuera del dólar se acelera. El estatus del dólar como moneda de reserva sigue siendo fuerte, pero el congelamiento de reservas rusas en 2022 y la creciente acumulación de oro por parte de bancos centrales (como China, India o Turquía) indican un cambio de paradigma.
Qué dice el S&P500
Las cifras de inflación de junio, más bajas de lo esperado, provocaron un repunte en los mercados de renta variable y una caída en los rendimientos del Tesoro. Sin embargo, la reacción fue mixta: si bien los datos alivian las presiones sobre la Fed, no disipan los temores sobre la política fiscal y la sostenibilidad del crecimiento. Nicolas Bickel, de Edmond de Rothschild, cuestiona si el reciente rebote del S&P 500, tras una caída del 17% entre febrero y abril, refleja una recuperación sólida o un optimismo exagerado. Aunque las valoraciones siguen siendo elevadas (con un PER de 22, un 25% por encima de su media histórica), la renta variable estadounidense aún se considera atractiva, especialmente para quienes buscan exposición al sector tecnológico.
Aun así, el peso de EE.UU. en las carteras globales, cercano al 30%, y su alta dependencia de capital extranjero lo hacen vulnerable a cambios de percepción. «Incluso pequeños movimientos de diversificación pueden impactar de forma significativa en el dólar, los bonos y las acciones», advierte Bickel.
La resiliencia del mercado estadounidense no está en duda, pero su liderazgo global podría enfrentar nuevos desafíos. La combinación de tensiones institucionales, políticas fiscales expansivas sin respaldo, deterioro demográfico y creciente competencia global está llevando a los inversores a hacerse preguntas impensables hace una década: ¿sigue siendo Estados Unidos un custodio fiable del capital internacional? Las respuestas aún no son definitivas. Pero como apunta Chandler, “el mero hecho de que se planteen estas preguntas marca un punto de inflexión”.
Para Steve Auth, director de inversiones de renta variable (CIO) de Federated Hermes, el escenario sigue siendo optimista para los mercados estadounidenses en el largo plazo. El analista cree que “las acciones deberían acercarse a nuestro objetivo a largo plazo del S&P 500 de 7.500 puntos”. También apunta a otros factores para ser optimista como “los efectos positivos de la campaña de desregulación de la administración y de los recortes fiscales” junto con “los efectos secundarios de la inversión masiva en IA” y “la mejora de la confianza en toda la economía que seguramente vendrá con el fin de las guerras comerciales, las guerras reales y el Big Beautiful Bill”.
«Esta previsión no es nueva. Tampoco es ridículamente optimista. De hecho, implica en los niveles actuales del mercado una rentabilidad de las acciones de aproximadamente el 25% a dos o tres años vista. Aunque ninguna guerra es igual a otra, la rentabilidad media a tres años de las acciones tras las guerras anteriores ha sido, en todo caso, superior a este nivel. Teniendo esto en cuenta, mientras mira por la ventana la tormenta que se cierne sobre usted, intente mirar un poco más allá», concluye Auth.