Foto cedidaMariano Sandáns, CEO de FDI Gerenciadora de Patrimonios. ,,
A la recesión con la que venían, se les sumó el “mazazo económico” de la no-actividad por la cuarentena, cambios abruptos en las normas laborales y las idas/vueltas con los préstamos a tasas subsidiadas y con los programas de ATPs, los cuales no lograron ayudar a todas las empresas.
Ahora se suman restricciones cambiarias que dificultan la operación de importadores y exportadores, dejando a muchos “fuera de juego” si no cuentan con un asesoramiento especializado en este tema. Nunca fue fácil ser empresario en Argentina, pero ahora se complicó aún más y no se ve un panorama alentador.
¿Qué están haciendo los más dinámicos?
Con la pandemia, se aceleró la competencia entre países para atraer inversiones y empresas; Argentina debe hacer algo si no quiere seguir perdiendo en ambas categorías. Hoy pierde por goleada con países como Brasil, Chile, Uruguay y Paraguay, los cuales tienen un excelente clima de negocios, costos de producción mucho más bajos y en algunos de estos países, ventajas impositivas inigualables.
¿Lo mejor de todo? Los empresarios no necesitan irse a vivir a estos países para aprovechar estas ventajas. Y si le suman una correcta y prolija planificación fiscal, pueden estructurar sus patrimonios –incorporando sus nuevas empresas en el exterior- para optimizarlos fiscalmente frente a la fuerte y creciente presión tributaria actual.
Lamentablemente, los que más rápido y fácil se van son los exportadores de servicios. Les basta con trasladar parte o toda su estructura, tomando como contratistas independientes al antiguo personal que tenían en Argentina. Si los empresarios –accionistas– continúan viviendo en Argentina, como se da en la gran mayoría de los casos, la AFIP se asegurará de que la sociedad del exterior no sea de “papel” y realmente tenga lo que se denomina “sustancia”. ¿El país más usado desde donde exportar servicios? Uruguay.
Los que la tienen un poco más complicada son los exportadores de bienes, dado que deben trasladar o directamente replicar su empresa en otro país, con todo lo que ello significa: llevar procesos industriales, capacitar personal, reconfigurar proveedores, etc. Aunque a todas luces se trata de una labor titánica, el premio podría ser muy alto, especialmente para aquellos que estén focalizados en exportar y no en el mercado interno. ¿El país más utilizado para fabricar y exportar bienes? Paraguay.
Cambio de residencia fiscal
Otro tema del que mucho se habla en estos días, es que habría una oleada de argentinos queriendo radicarse fiscalmente en Uruguay, ahora acelerado porque quieren evitar el posible “impuesto solidario”. Aunque siempre se está a tiempo para mudarse de país y cambiar la residencia fiscal, primero es necesario que “te suelte” el fisco del país que estás dejando que, en el caso de Argentina, implica estar varios meses afuera y después realizar un proceso de “desacople”.
Claramente no van a llegar a tiempo los que quieran evitar este nuevo posible impuesto; para ello hay que utilizar otras herramientas, pero para lograrlo hay que actuar rápidamente.
Aunque hay muchas consultas, una gran mayoría viene con la fantasía que, teniendo la residencia fiscal de otro país, en este caso Uruguay, no pagarían más impuestos en Argentina. Una vez que se “desayunan” de todo lo que implica, terminan siendo muy pocos los que efectivamente se mudan. De estos pocos, más de la mitad terminan incumpliendo los días necesarios para estar fuera de Argentina, ante lo cual la AFIP les termina recalculando los impuestos. Y de los que sí cumplen, la gran mayoría tarde o temprano terminan teniendo problemas de algún tipo: familiares o de pareja, es el más común. Al parecer, no es tan fácil alejarse de los afectos, ni vivir en un país extranjero, por más agradable que sea Uruguay en los papeles. Por eso, nuestra recomendación no es buscar la solución más fácil en la teoría sino la más eficiente en la práctica.
Mariano Sandáns es CEO de FDI Gerenciadora de Patrimonios
Pixabay CC0 Public Domain. Fuerte convicción en la selección de compañías mineras de oro, con Amundi
El oro se ha revalorizado en el año un 15%, lo que le convierte en el tipo de activo con mejor comportamiento, rivalizando con los bonos del Tesoro de Estados Unidos y superando con holgura a la renta variable en general. Posiblemente aún sea pronto para que los inversores consigan entender las implicaciones a largo plazo del COVID-19 en la economía global y, mientras tanto, continúan añadiendo oro a sus carteras.
El brote de coronavirus es sin duda el factor con mayor influencia en la demanda de oro. El recorte de tipos de interés por parte de la Reserva Federal (Fed) a niveles cercanos a cero, a medida que este virus mortal sacudía la economía, ha hecho que el atractivo del oro respecto a los bonos aumente. Y no sólo la Fed, a nivel mundial se han hecho grandes esfuerzos para apuntalar las economías con estímulos monetarios y fiscales, que están posicionando al oro una vez más como el activo refugio por excelencia. Como consecuencia, su cotización se ha disparado a niveles muy cercanos a sus máximos históricos.
Como alternativa a la inversión directa en oro físico, que es sobre todo costosa por su almacenaje, los fondos de inversión invierten habitualmente en oro a través de empresas mineras, que centran su actividad en la exploración, extracción y tratamiento de metales preciosos, principalmente del oro. Uno de los fondos con mejor resultado en el año es Amundi Funds CPR Global Gold Mines, que obtiene una rentabilidad del 23,91% en su clase IU en dólares.
Con un enfoque a largo plazo, invierte al menos un 67% de sus activos en compañías especializadas en la industria minera de oro de países y regiones como Australia, Norteamérica y Sudáfrica. Puede también invertir en otros metales preciosos, como el grupo de metales preciosos de la plata y el platino, siempre en una proporción inferior a un tercio de sus activos netos. Toma como referencia el índice NYSE Arca Gold Miners.
Se gestiona activamente, seleccionando los valores a incluir en su cartera a partir de un proceso de análisis fundamental que resulta en una cartera de fuerte convicción. El equipo gestión adopta un enfoque basado principalmente en una asignación dinámica por zona geográfica y una selección activa por sectores.
El fondo está gestionado por Arnaud du Plessis, gestor de Renta Variable Temática especializado en oro y recursos naturales. Arnaud du Plessis se incorporó a CPR AM en 2015, cuando se creó el equipo de Renta Variable Global. Ha gestionado la temática relacionada con minería de oro desde 2010, cuando fichó por Amundi como gestor senior de carteras especializado en minas de oro y metales preciosos. Arnaud du Plessis comenzó su carrera en Patrick Wargny como trader de opciones y posteriormente en el área de ventas de derivados, antes de incorporarse a Crédit Lyonnais Asset Management, donde fue trader de derivados y de renta variable europea. Posteriormente, llegó a ser director de Renta Variable Cíclica en Natixis Asset Management, donde fue el responsable de metales preciosos, materiales básicos y sector energético. Du Plessis es licenciado por el Institut Supérieur de Gestion y cuenta con la certificación CIIA.
El proceso de inversión se desarrolla en dos fases. Se parte de un análisis fundamental del mercado del oro, en cuanto a su entorno macroeconómico, situación geopolítica, divisas y evolución de su oferta y la demanda, con el fin de identificar los factores que favorezcan el crecimiento de la industria relacionada con el oro. En una segunda fase, se hace una selección individual bottom-up, apoyándose en el análisis de las perspectivas de producción de reservas y la solidez y rentabilidad financiera. Además de factores como las perspectivas de consolidación de la industria, se consideran también problemáticas ambientales.
La cartera final incluye entre 30 y 50 títulos, correspondiendo las mayores posiciones a acciones de Newmont Corp (9,36%), Barrick Gold Corp (9,26%), Franco-Nevada Corp (8,01%), Agnico Eagle Mines Ltd (6,17%) y Anglogold Ashanti Ltd (6,14%). Por sectores la asignación se distribuye entre senior (40%), nivel medio (32%), royalties (19%), junior (6%) y plata (3%).
Las compañías senior ofrecen menos crecimiento, pero también son menos volátiles, mientras que las de nivel medio (mid-tier) cuentan con una trayectoria más corta, aún están en desarrollo y son, a menudo, más dinámicas. Las compañías de royalties adelantan financiación a las empresas mineras y obtienen una parte de su producción futura a cambio de acuerdos de royalties. Como no operan minas, evitan la mayoría de los riesgos operativos y financieros asociados con la minería, por lo que proporcionan una forma segura de jugar la temática de las minas de oro.
La evolución por rentabilidad del fondo lo sitúa entre los mejores de su categoría, en el primer quintil, en 2018, 2019 y en el actual 2020. En cuanto a volatilidad, a tres años, registra un dato del 25,30% y del 48,34% en el último año. En este último periodo, su Sharpe es del 1,53% y su tracking error, respecto al índice de la categoría sectorial VDOS de Materias Primas, es del 20,34%. La suscripción de la clase IU en dólares del fondo requiere una aportación mínima de 500.000 dólares (aproximadamente 455.00 euros) aplicando a sus partícipes una comisión fija de hasta un 0,90%, además de un 20% de comisión sobre resultados positivos anuales del fondo respecto a su índice de referencia. El fondo cuenta también con otras clases, una de ellas, la clase AE, denominada en euros.
Durante abril se produjo un fuerte rally de los precios del oro. Después de alcanzar máximos de 1.747,3 dólares por onza el 14 de abril, el nivel más elevado desde noviembre de 2012, los precios del oro perdieron algo de terreno y finalizaron el mes en 1.687,6 dólares por onza, lo que supone un aumento de 90 dólares por onza (5,6%). El oro podría romper el récord de los 1.921 dólares alcanzado en septiembre de 2011, ya que el principal catalizador del comportamiento del oro continúa bien orientado.
Los bancos centrales, incluida la Reserva Federal de Estados Unidos, sacaron la artillería pesada para apoyar la economía y los mercados durante la crisis. Esto debería permitir que los tipos de interés reales (corregidos por la inflación) permanezcan muy bajos o incluso negativos durante muchos meses, lo que sería muy favorable para el oro.
La positiva evolución del fondo por rentabilidad, respecto a la volatilidad incurrida, en el último periodo de tres años, hacen a Amundi Funds CPR Global Gold Mines merecedor de la calificación cinco estrellas de VDOS.
Tribuna de Paula Mercado, directora de Análisis en VDOS
Pixabay CC0 Public Domain. ¿Demasiado deprisa? ¿Demasiado fuerte?
Aunque el índice CAC recuperó los 5.000 puntos tras haber rozado los 3.600 en la sesión del 16 de marzo y el Nasdaq acumula una rentabilidad del 8% desde el principio de año, la pregunta que tratamos de responder es simple: ¿es sostenible este repunte y va a contribuir a la esperada gran rotación?
Por mi parte, más o menos como con la renta fija, he terminado por rendirme al respecto. La baja productividad, la falta de reformas estructurales y, sobre todo, el doble shock de oferta y demanda provocado por la COVID-19 no permitirían pensar seriamente en que el crecimiento potencial pueda acelerarse lo suficiente para impulsar al alza a las empresas cíclicas y con descuento.
Y, sin embargo, podría decirse que la Unión Europea está dando un nuevo impulso a su construcción al aceptar la solidaridad y la coordinación para avanzar hacia un mayor federalismo. El plan propuesto por Angela Merkel y Emmanuel Macron puede dar un nuevo impulso a la “vieja Europa” en la carrera hacia la competitividad y el atractivo de la que ella misma se ha excluido desde hace casi 20 años.
Por supuesto que, del dicho al hecho, hay un gran trecho. Por tanto, habrá que estar atentos, pero es un hecho que este 2020, tan complejo, no ha dejado de sorprendernos.
El alto desempleo podría perdurar
Seguimos ante una creciente divergencia entre las previsiones optimistas del mercado y la situación actual de la economía, que depende de la reducción del paro, especialmente al otro lado del Atlántico. Lamentablemente, la recuperación del empleo podría ser mucho más lenta que la de la producción, ya que los sectores más afectados por la distancia física son los que emplean a un mayor número de personas.
En Estados Unidos, los sectores del ocio y de la hostelería suponen un 11% del empleo, por solo un 4% del crecimiento. Por su parte, el comercio minorista genera un 10% del empleo, pero solo un 5% de la producción. De ello se deduce que, si ambos sectores funcionan a la mitad de su capacidad anterior al coronavirus, la producción caerá un 4,5%, mientras que el empleo se hundirá un 10,5%.
A la inversa, los sectores poco afectados por la distancia social contribuyen poco al empleo, pero sí mucho más al crecimiento: las actividades financieras solo suponen el 6% del empleo por un 19% del crecimiento, y las tecnologías de la información significan el 2% del empleo, pero un 5% del crecimiento.
Si las economías se reabren, pese al mantenimiento de la distancia física (por decisión política o personal), el crecimiento podría repuntar con fuerza, pero no así el empleo. En ese caso, los bancos centrales no tendrían otra opción que mantener o incluso intensificar su política monetaria ya sumamente flexible. ¿Se trata de una mala noticia? En realidad, no, ya que el aumento del “dinero de los bancos centrales” ha elevado a nuevos máximos las valoraciones de los activos.
A corto plazo
Observamos claramente la aparición de ciertos riesgos bajistas de los mercados a corto plazo. Una corrección que podría deberse a las noticias de las tensiones entre China y EE. UU., la escalada de la situación en Hong Kong o un rebrote de la pandemia por la reapertura de las economías. Además, estamos atentos a los persistentes problemas y la inestabilidad política en Estados Unidos. Aun teniendo en cuenta todos estos riesgos, no es nada seguro que puedan frustrar la vuelta a la media de los activos de riesgo a medio plazo, respalda a nuestro parecer por cuatro factores:
Un contexto de posicionamiento global en la renta variable todavía débil.
Una intervención rápida y flexible de los bancos centrales ante los problemas de financiación de las empresas.
Un cambio estructural en el entorno de liquidez y tipos de interés.
Una recuperación económica esperada, alentada por la continua relajación del confinamiento.
Desde este punto de vista, la selección de activos (por sectores, estilos o regiones geográficas) será clave, más que el peso de los activos de riesgo, para la rentabilidad de los próximos meses.
La respuesta, en nuestra estrategia de inversión de este mes de junio.
Sigan teniendo cuidado.
Tribuna de Laurent Denize, director de inversiones adjunto global de ODDO BHF AM
Los minoristas que operan establecimientos físicos afrontaron obstáculos estructurales derivados de la amenaza de las plataformas de compra online. Pese a registrar una de las temporadas vacacionales más robustas de la historia en cuanto a nivel de gasto, las ventas en tiendas físicas revelaron un signo negativo en 2019 en el caso de muchos grandes almacenes.
Durante al menos el pasado lustro, muchos grandes almacenes y comercios minoristas han centrado sus esfuerzos en adoptar un modelo de negocio omnicanal, basado en la venta tanto física como digital de productos a través de sus propias plataformas de comercio electrónico o mercados online. Sin embargo, el comercio online constituye una ardua tarea, pues no se traduce directamente en sinergias cuando se combina con los comercios físicos.
Además, muchos comercios siguen acusando una caída de los beneficios pese al éxito del comercio electrónico, dado que los costes fijos asociados a los establecimientos físicos representan un mayor obstáculo para las cifras totales de beneficios a medida que se rota hacia lo digital. Teniendo en cuenta que estas realidades se vuelven cada vez más evidentes al tiempo que experimentamos perturbaciones en la demanda derivadas de la pandemia del coronavirus, prevemos que la tasa de cierres de establecimientos y quiebras de minoristas se disparará. No sabemos cuándo debería reabrir o reabrirá la economía. Aunque podríamos estar ante la recesión más profunda en casi un siglo, su duración sigue constituyendo un interrogante. Ahora bien, con independencia del ritmo de la recuperación económica, ¿cómo deberían plantearse los inversores su exposición a los distribuidores minoristas en las carteras de renta variable y crédito?
¿Qué quieren los consumidores?
Como casi todo lo que tiene que ver con la inversión, reviste cierta importancia volver a fijarse en los fundamentales. ¿Qué valoran los consumidores al comprar? En nuestra opinión, valoran lo siguiente:
1. Oferta variada
2. Comodidad
3. Precios reducidos
Creemos que el comercio electrónico supone una propuesta de valor superior en lo que respecta a la variedad de productos y la experiencia del cliente. Las infinitas estanterías disponibles desde la comodidad del hogar son algo difícil de superar, y más cuando la salud personal está en riesgo. No obstante, los costes representan un campo de batalla en el que los minoristas online afrontan desafíos, y vaticinamos que esto seguirá siendo así en la era posterior a la crisis.
Por consiguiente, consideramos que cobra una relevancia crucial entender la sensibilidad del consumidor a los precios reducidos en comparación con su sensibilidad al abanico de posibilidades y a la experiencia a la hora de ponderar la sostenibilidad del modelo de negocio de cada empresa. Los precios reducidos importan. No cabe duda de que el coste como propuesta de valor crecerá en importancia a lo largo de la recesión. Prevemos que los consumidores se volverán más conscientes respecto del precio, ya que otorgarán prioridad a unos ahorros preventivos a medida que la amenaza de la pandemia se va desvaneciendo.
A pesar de la recesión y el comportamiento pospandémico, por lo general hay dos formas de generar dinero en los establecimientos físicos en un mundo digital. La primera es a través del concepto de grandes superficies con inmensos «carritos de la compra» y una rápida rotación en los inventarios, como ocurre con los grandes centros comerciales y los comercios de los que hay que hacerse socio para comprar. La segunda es a través del concepto de pequeñas superficies con «carritos de la compra» de menor tamaño y una rápida rotación del inventario, como las tiendas de marcas reconocidas y similares. Nosotros somos de la opinión de que cualquier cosa en medio de estos dos formatos no funcionará.
Los comercios de descuento se ven amenazados
Sin embargo, hay segmentos en el vasto universo de la distribución minorista que no se prestarán fácilmente a la venta digital, como los comercios de descuento. Dichos comercios de descuento venden, por lo general, artículos de alta calidad a precios más bajos de lo normal. Su acceso a las mercancías varía, y pueden disponer tanto de artículos de fuera de temporada como de productos procedentes del exceso de existencias.
Un mundo sin tiendas de descuento podría implicar, a buen seguro, que los consumidores harían frente a unos precios más elevados para artículos muy solicitados. En otras palabras, la economía de los comercios de descuento se halla fuera del «punto óptimo» de Internet. En todo esto, reviste igual importancia que los fabricantes de productos de marca aprecien la propuesta de valor que brindan las tiendas de descuento.
A título de ejemplo, las marcas textiles experimentan casi siempre un exceso de inventario y precisan de un medio tanto para vender existencias con descuento sin que se degrade el valor de la marca como para poder vender artículos a su precio completo a través de sus canales primarios. Ofrecer mercancía con descuento en un sitio web constituye la manera más rápida de llevar a cabo una comparativa de precios. Así pues, a efectos de mantener sus marcas, los fabricantes textiles distribuyen el exceso de existencias en muchos outlets. Al mismo tiempo, proporcionan a los clientes una especie de experiencia de «caza del tesoro».
A nuestro parecer, el segmento de comercios de descuento presenta aún margen para crecer y ganar cuota de mercado con el tiempo; este último parámetro ya ha crecido durante la pasada década desde porcentajes de un solo dígito elevado, entre el 7% y el 9%, hasta los dos dígitos bajos, entre el 10% y el 14% en lo que respecta al gasto en productos textiles al por menor y mobiliario para el hogar en Estados Unidos.
Supervivientes fortalecidos
Una década antes, la distribución minorista era un sector que presentaba un exceso de oferta, y lo sigue haciendo, dado que muchos actores del sector solo ofrecen una materia prima. Se daban las circunstancias propicias para la desintermediación. Al mismo tiempo, existía una falsa narrativa que afirmaba que nos convertiríamos en una sociedad sin tiendas. No creemos que esto ocurra, pero pensamos que habrá menos tiendas y que su abanico de ofertas será distintivo. De cara al futuro, consideramos que los minoristas que logren sobrevivir atesorarán una propuesta de valor defendible, ya sea por el coste o por un «factor de forma» como una experiencia o un servicio único.
Pronosticamos una disminución en la fragmentación de la industria, una consolidación, un crecimiento de la cuota de mercado y, en los próximos años, una expansión de los márgenes para aquellos con capacidad de aguante. Llevamos años hablando largo y tendido sobre cómo la facilidad para acceder al capital y unos costes de financiación reducidos han distorsionado el proceso de selección natural del mercado. Creemos que esa etapa ha llegado a su fin. A medida que algunos comerciantes caen y las fuentes de beneficios se desplazan, prevemos una dispersión palpable en el precio de los activos entre los minoristas —tanto en renta variable como en crédito—, lo que creará oportunidades para los inversores que asignan el capital de manera responsable.
Columna de Robert M. Almeida, Jr., gestor de carteras y estratega de inversión mundial, y Donald X. Zhang, analista de renta variable en MFS Investment Management.
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Elaborar previsiones económicas en el contexto actual resulta sumamente presuntuoso, dado que ello implica, en parte, prever la evolución del virus. En cambio, formular previsiones bursátiles podría parecer mucho más sencillo, puesto que resulta evidente que, en este ámbito, la incertidumbre económica reviste escasa importancia, ya que el apoyo inquebrantable de los bancos centrales hace más las veces de catalizador, paracaídas y barómetro de los mercados.
A corto plazo, estas constataciones nos obligan a capear las fluctuaciones de los mercados con las intervenciones de los gobiernos como brújula y la incertidumbre económica como horizonte. A medio plazo, entre el “cuanto más cambia todo, menos cambia” y el “nada volverá a ser como antes” se perfila, en nuestra opinión, una realidad más sutil que llevará aparejadas ramificaciones decisivas para los inversores.
El mundo se ha vuelto keynesiano
En el plano económico, si bien la subvención de los tipos de interés permitió evitar el peor de los desenlaces durante la crisis de 2008, apenas incitó a la inversión. En esta ocasión, la situación es completamente diferente. Los gobiernos han decidido incrementar drásticamente el gasto público. El déficit presupuestario estadounidense debería representar cerca del 20% del PIB a finales de año y el de la zona euro, el 10%.
Las políticas de compras de activos por parte de los bancos centrales se convierten así en el corolario coherente de esos programas presupuestarios, puesto que facilitan su financiación. Esta situación, que empieza a tomar el cariz de una “monetización” de la deuda pública, justifica, en particular, nuestras marcadas posiciones en minas de oro.
Esta coordinación entre políticas presupuestarias y monetarias constituye una modificación decisiva de la coyuntura macroeconómica para el inversor, al reforzar la importancia que tienen las inversiones del sector público para el crecimiento.
Canalizar el capital disponible con el fin de financiar proyectos cuya rentabilidad resulta incierta rara vez ha constituido una fórmula propicia para el crecimiento. No obstante, determinados proyectos medioambientales ambiciosos que, al asociarse de forma inteligente con el sector privado, sabrán combinar inversión responsable e idoneidad económica constituyen la excepción a este razonamiento. Varios de nuestros fondos están especialmente expuestos a esta temática.
Monitorizar la actitud de los consumidores
Los mercados llevan un mes aplaudiendo la reapertura progresiva de la economía, pero los riesgos de contagio siguen estando presentes, lo que limitará el repunte del consumo.
Además de los miedos en el plano sanitario, el consumo también se ve lastrado por los temores sobre la economía. Los ahorros preventivos deberían seguir incrementándose tanto en Estados Unidos como en Europa. En términos más generales, la economía difícilmente podrá evitar verse penalizada por las políticas de reducción de costes de las empresas y el aumento meteórico de la tasa de desempleo, por no hablar del impacto psicológico derivado de la pérdida de miles de vidas.
Esta conversión a la frugalidad no solo tendrá repercusiones en el plano macroeconómico, sino que conllevará que la actividad económica se oriente más que nunca hacia las soluciones de comunicación, comercio, trabajo y enseñanza más económicas, eficaces y seguras.
Así, esta crisis se perfila como el catalizador de la temible selección darwiniana a la que asistimos desde hace ya varios años: sobrevivirán aquellas empresas que hayan sabido dominar la tecnología para ponerla al servicio de sus clientes. La rentabilidad superior de los valores tecnológicos constituye una tendencia estructural que se ha visto reforzada desde principios de año y, por ende, aún tiene recorrido en los mercados, siempre y cuando sigamos demostrando una gran selectividad, como es lógico.
No dejar cabos sueltos
No podemos subestimar la violencia de la conmoción que están sufriendo la mayoría de las economías del mundo. Tal y como sucede con los temblores sísmicos, después de un periodo de calma, esta crisis puede dar lugar a una serie de réplicas y hacer que fisuras que hoy no tienen trascendencia alguna provoquen mañana fenómenos de rupturas.
Si bien los líderes tecnológicos ágiles saldrán reforzados de esta crisis, no debemos subestimar la selección darwiniana en los sectores más maltrechos. Incluso en el sector del transporte aéreo, los actores más eficientes sobrevivirán y se beneficiarán de los reveses sufridos por sus desafortunados competidores en cuanto mejore la coyuntura macroeconómica.
En calidad de inversores, procede no dejar cabos sueltos ante esta incertidumbre radical sobrevenida por la crisis del coronavirus y mantener unas carteras centradas principalmente en los vencedores estratégicos a largo plazo, así como vigilar estrechamente tanto los riesgos de inestabilidad como las oportunidades tácticas.
Tribuna de Didier Saint-Georges, Managing Director y miembro del Comité de Inversiones Estratégicas de Carmignac
Estos últimos meses hemos escuchado y leído hasta el cansancio críticas sobre el actuar del gobierno ante la crisis derivada de la pandemia del COVID-19, y no es para menos. El gobierno mexicano ha decidido implementar medidas pro-cíclicas para combatir la crisis, yendo en contra de todas las recomendaciones de organismos internacionales, de otros gobiernos, e incluso de su propia historia. Hay que recordar que México fue de los primeros países en adoptar medidas contra-cíclicas en la gran depresión de la década de los años 30, a mano del Secretario de Hacienda Alberto J. Pani, las cuales nos ayudaron a salir de la depresión, incluso antes que EE.UU..
Sin embargo, esta vez es diferente. Esta vez estamos nadando contra corriente y las críticas no se han hecho esperar: la recuperación será más lenta que el resto del mundo, se perderán más empleos, algunas empresas quebrarán, se perderá la confianza de muchos inversionistas, y hasta es posible que se pierda el grado de inversión. Todo esto muy cierto. No lo discuto. Sin embargo, no hay que caer en la tentación de dejarnos arrastrar por una perspectiva netamente negativa.
Dado lo anterior, y en un ejercicio de optimismo, intentaré identificar los posibles efectos colaterales positivos que el mal manejo de la crisis podría traer.
Endeudamiento
México es de los países que menor estímulo fiscal ha inyectado a su economía (Gráfica 1). Esto implica que el endeudamiento en forma de déficit fiscal ha sido menor que en otros lados del mundo. Si bien eso podría traer repercusiones de corto plazo (como una recuperación más lenta que nuestros pares globales), también podría significar un mejor balance fiscal una vez que la crisis termine.
En todo el mundo el endeudamiento va a subir principalmente por 3 razones: 1) por un aumento importante en el déficit; 2) por una caída importante en el PIB; 3) en el caso de la deuda denominada en moneda extranjera, por una depreciación de su moneda.
En el caso de México, la baja en el PIB y el efecto de depreciación de la moneda jugará un papel importante, pero no así el déficit. En ese sentido, sí veremos un incremento en el endeudamiento como porcentaje del PIB, pero pronostico que el aumento será menor que en otros países. En un cálculo de escenarios, estimo que en el escenario base, la deuda sobre PIB crecerá 10% (Gráfica 2), contrario a Alemania, por ejemplo que, por puro déficit fiscal, su deuda crecerá 30%.
Esto hará que, comparativamente, México termine con un endeudamiento más modesto que el resto de los países que implementaron amplios apoyos fiscales.
Bono Poblacional
Otro punto importante por resaltar con relación al endeudamiento y al crecimiento del PIB es el bono poblacional, es decir, la tasa de crecimiento poblacional del país. Si bien México ha ido perdiendo su bono poblacional a lo largo de las últimas décadas, sigue alto con relación a otros países, sobre todo a los países desarrollados. Actualmente, la tasa de fertilidad de la población mexicana es de 2 a 2,15 hijos por mujer, muy por encima que en Europa y Japón (menor a 1,5 hijos).
Hay que recordar que, si se dan ciertas condiciones sociales y económicas, el crecimiento poblacional puede traducirse casi en su totalidad a crecimiento del PIB. En este sentido, el bono poblacional podría ayudar a México en relación a otros países a mejorar su crecimiento y, por lo tanto, a reducir su endeudamiento como relación del PIB de manera más rápida.
Segunda ola
El manejo de la pandemia en México ha sido desastroso. Dado el nivel de informalidad en la economía, la cuarentena se ha cumplido a medias, y no se ha logrado aplanar la curva de contagios.
Otros países, como España, fueron muy exitosos al aplanar la curva, sin embargo, esto se presenta como un arma de doble filo. En un estudio realizado en mayo por el Instituto de Salud Carlos III, con una muestra de 70.000 españoles, se encontró que sólo el 5% de la población tenía inmunidad ante el COVID-19. Esto quiere decir que el 95% de la población seguía siendo susceptible a enfermarse. Es decir, España, aunque exitoso al momento de aplanar la curva, no logró inmunidad de rebaño.
Dado este escenario, es altamente probable que, ante la ausencia de una vacuna, España presente una segunda ola de contagios agresiva, y se vean forzados a volver a cerrar parcialmente su economía. En el caso de México es posible que esto no suceda por el mal manejo actual de la pandemia. En México es probable que la inmunidad de rebaño sea mayor y, por lo tanto, que los efectos de una segunda ola sean menos agresivos.
Popularidad AMLO y MORENA Otro efecto colateral positivo es la pérdida de popularidad de AMLO en las encuestas de mayo. Si bien habíamos visto un repunte de la popularidad en abril, en mayo volvió a caer a niveles mínimos de su gestión (Gráfica 3).
Por otro lado, la popularidad de Morena ha ido en franca caída. El problema es que ningún otro partido ha sabido capitalizar este descontento y, a cierre de marzo, el número de indecisos estaba alrededor del 60%. Creo que esta situación no es tan apremiante, pues las elecciones del 2021 tendrán un tono mucho más regional que las que se celebrarán en 2024, por lo que los actores políticos que participen en ella no necesariamente deberán tener una proyección nacional como la que se espera que tengan en las elecciones presidenciales.
Cobertura Reservas internacionales
Por un momento imaginemos que se detienen todas las exportaciones que México hace al extranjero (es decir, no nos entra dinero al país por ventas internacionales), pero el ritmo de importaciones no se detiene. La cuenta corriente traería un déficit importantísimo. Además, toda la deuda local (denominada en pesos) en mano de extranjeros es vendida (alrededor del 24% de la deuda en circulación), es decir, los extranjeros salen en desbandada del país. Esto implica que la cuenta financiera presentaría un déficit altísimo. Además, el gobierno tiene que pagar el servicio de la deuda externa, y los vencimientos de corto plazo.
En pocas palabras, hay una salida importantísima de dólares del país. Todo lo anterior sería desastroso. Sin embargo, algo positivo que dejó el “periodo neoliberal” son fundamentales fuertes para poder hacer frente a situaciones como esta. Las reservas internacionales están cercanas a máximos históricos y constituyen un “ahorro” en moneda externa que podría usarse ante posibles casos de salidas fuertes de capital, o baja en las exportaciones.
De darse esta situación, el nivel de reservas actual alcanzaría en su totalidad para financiar todas las importaciones, una desbandada de extranjeros de la deuda local, y el servicio y vencimiento de la deuda externa de corto plazo. Y, si además incluimos la línea de crédito flexible que México tiene con el FMI, sobrarían alrededor de la mitad de los recursos disponibles (Gráfica 5).
Comercio externo
Si bien el comercio externo tuvo su peor caída de la historia, al interior de esa caída podemos observar que la mayoría está explicada por el sector automotriz. Dicho sector ha empezado a producir de nuevo (el corredor de Querétaro al 30%, y Puebla para la segunda quincena de junio), por lo que la reactivación del comercio externo podría sorprender al alza. Asimismo, hay presiones fuertes por parte de EE.UU. para que esta reactivación se dé lo más rápido posible.
En este sentido, el comercio externo podría ayudar a apuntalar la recuperación económica de México, tal como sucedió en la crisis de 2009.
México entre Mercados Emergentes (ME)
México aún goza de ciertas características que lo hacen atractivo al inversionista global, a saber, 1) profundidad de mercado, es decir, la capacidad que tiene el inversionista de entrar y salir del mercado sin generar disrupciones importantes; 2) Tasa de interés atractiva; 3) Calificación crediticia en grado de inversión.
Esas 3 características son muy apreciadas por el inversionista global y, de hecho, solo hay 2 mercados emergentes que las poseen: México e India. Seguir perteneciendo a ese selecto grupo es de vital importancia para mantener la estabilidad del mercado interno, y para seguir captando flujos de capital en el país.
Si bien México está atravesando una de sus peores crisis, y lo está haciendo con un liderazgo distinto al que las normas globales dictan, hay algunos elementos que podrían beneficiarnos en el mediano plazo. El hecho de que la crisis sea de índole global alivia cierta presión a México y, aunque el golpe inicial será violento y profundo, en el mediano plazo la situación podría verse más positiva.
Sin embargo, no perdamos nuestra capacidad de sorprendernos si las decisiones que se tomen más adelante resultan más perjudiciales que beneficiosas.
Columna de Franklin Templeton México, escrita por Luis Gonzali, CFA
Recientemente el presidente López Obrador declaró que el sistema de pensiones de México requiere una revisión para poder asegurar pensiones suficientes a los trabajadores. Tiene razón en que es necesario revisarlo, se deben buscar cambios que realmente mejoren el nivel de las pensiones y aseguren la viabilidad financiera del sistema, para que no tenga el gobierno que estarle asignando recursos en el tiempo.
La forma más evidente de incrementar las pensiones es aumentando la aportación durante la vida laboral. Sin embargo, en la actual crisis económica generada por el coronavirus Covid-19, en un contexto de desempleo y caída de la producción, es poco probable poder incrementar la aportación de los trabajadores y empresarios. Para los trabajadores implicaría una reducción de su ingreso disponible y por lo tanto menor consumo, para las empresas un mayor costo de la mano de obra y por lo tanto dispuestos a contratar menos personal, cuando lo que necesita el país es que se genere la mayor cantidad de empleos posibles.
Otra forma es aumentar la edad de retiro. De esta forma el periodo de acumulación se incrementa y los años de pensión disminuyen. El costo de esta medida se diluye en el tiempo. Sin embargo, esta decisión es políticamente muy difícil. A inicios de 2020 en Francia se propuso aumentar la edad de jubilación y generó estallido de huelgas y demostración de magnitud tal que el gobierno tuvo que retractarse de su propuesta.
Es necesario que se genere un debate técnico sobre el tema, que se encuentre una solución financieramente viable, de cobertura universal y que permita pensiones adecuadas a los jubilados. La solución no es fácil y seguramente va a requerir de recursos del gobierno y tendrá costos políticos, porque las implicaciones no van a ser populares.
El Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas (IMEF), junto con otras instituciones, han estado trabajando en algunas propuestas de un nuevo sistema de pensiones, que incluya tanto a las de las instituciones públicas, como las universidades públicas, municipios y empresas paraestatales, como al sector privado, buscando una cobertura universal, que incluya también a los trabajadores del sector informal, y mayores niveles de pensión con viabilidad financiera. Este es el tipo de propuestas que se deben de analizar, aunque en estos momentos su instrumentación no es fácil, ya que requiere de recursos públicos y la situación de las finanzas públicas es tan precaria que no hay recursos ni siquiera para enfrentar la crisis económica.
No se pueden establecer medidas ficticias, aunque sean populares. Como, alegando fomentar el desarrollo del país, forzar que los recursos de las Afores se inviertan en proyectos sin rentabilidad financiera. Peor aún, que con la justificación que las pensiones no van a ser suficientes y que las comisiones son elevadas, el gobierno decida estatizar a las Afores, como sucedió en Argentina en 2008, en el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, y en Bolivia en 2010, en el gobierno de Evo Morales. Eso equivale a robarle el ahorro a los trabajadores, porque finalmente esos recursos pertenecen a cada uno de las personas que han aportado durante su vida laboral, que es exactamente lo que hicieron los gobiernos de Argentina y Bolivia, además de que magnificarían el problema de las pensiones. Los sindicatos, trabajadores, empresas y sociedad en general deben oponerse enérgicamente a una medida de este tipo, porque significa que el gobierno se apropie del patrimonio que únicamente pertenece a los trabajadores.
El argumentario que se repite en los mercados financieros durante las últimas semanas es algo parecido a esto:
Los precios de los activos han rebotado con fuerza gracias a las importantes intervenciones de los bancos centrales y las autoridades.
El alza de las cotizaciones bursátiles y el estrechamiento de los diferenciales de la renta fija privada implican una recuperación significativa de la actividad económica a medio plazo a medida que se liberan la demanda contenida y las medidas de estímulo.
Este giro en el sentimiento del mercado se ve reforzado por algunos de los datos procedentes de China, la primera gran economía que deja atrás el confinamiento.
Sin embargo, esta visión bastante positiva no tiene en cuenta dos factores de enorme transcendencia que sostienen los movimientos recientes. El primero es la razón por la cual los bancos centrales se apresuraron a intervenir en primer lugar: la presión vendedora de marzo puso de relieve una sorprendente falta de profundidad en los mercados de financiación. Si las autoridades han hecho lo suficiente para corregirlo y cómo afectará a la economía real y a las perspectivas de beneficios empresariales es algo que dista de saberse. El segundo, y posiblemente el más importante, es el cambio en la estructura del mercado derivada del crecimiento de la inversión pasiva o basada en reglas, que implica desde un punto de vista histórico que el mercado ha perdido en parte su papel como mecanismo de descuento. Dicho de otro modo: los que buscan pistas en la sabiduría de las masas deben tener en cuenta el peso del dinero silencioso.
Maniobrar ante la desconexión
Una forma de enmarcar el dilema al que se enfrentan los inversores es preguntarse cómo maniobrar ante la aparente desconexión entre la economía financiera de Wall Street y la economía real, y si el recetario de la última década (“seguir la intervención”) puede seguir dando tan buenos resultados desde el punto de vista tanto de la estrategia como de las rentabilidades. En este sentido, creo que primero es importante distinguir entre las repercusiones a corto y medio plazo y considerar cómo la estrategia económica de la mayoría de los países ha gravitado hacia la política fiscal y monetaria. Sin embargo, en mi opinión no es probable que veamos ni el grado de reactivación de la demanda ni la magnitud de estímulos de liquidez que provocarían por sí solos una recuperación generalizada de los beneficios empresariales. Al mismo tiempo, las medidas fiscales incrementarán la deuda de los estados, lo que probablemente se traduzca en tipos impositivos más altos para las empresas y más regulación. Eso será malo para la economía real, pero no parece que los mercados financieros lo estén descontando.
Pero no todo son malas noticias. De hecho, esto ya lo hemos visto durante las últimas semanas. Los periodos de contracción económica y volatilidad en los mercados crean tanto ganadores como perdedores. Por ejemplo, recientemente hemos visto que muchas empresas han acelerado el crecimiento de los ingresos gracias al salto que ha experimentado la demanda de servicios digitales. La evolución en bolsa está polarizándose cada vez más. Por ejemplo, si nos fijamos en el S&P 500 durante los últimos tres meses, vemos igual número de subsectores con rentabilidades positivas sustanciales que subsectores con rentabilidades negativas; con semejante grado de dispersión, las rentabilidades del índice general dicen muy poco. En otras palabras: el tiempo empleado intentando determinar si nos encontramos en mercados con tolerancia o intolerancia al riesgo podría ser tiempo desperdiciado.
La convergencia entre la economía financiera encarnada en Wall Street y la real se aproxima. A continuación expongo tres ideas que los inversores deberían tener en cuenta a la hora de posicionarse mientras dejamos atrás la fase actual de la pandemia.
1. Habrá perdedores
En primer lugar, conviene aceptar que las limitaciones de la intervención de las autoridades suponen que no se podrán evitar los problemas de solvencia de algunas empresas o sectores castigados. Las estrategias para abordarlo serán cada vez más variadas, ya que los estados tendrán un mayor peso durante los próximos años, pero con el paso del tiempo deberíamos ver un mayor grado de consolidación y desplazamientos en los conjuntos de beneficios mayores que los que vimos en el periodo inmediatamente posterior a la crisis financiera de 2008. Es poco probable que los cambios marginales en los tipos de financiación marquen la diferencia a este respecto. También es probable que veamos cómo más empresas tradicionales pero consolidadas impulsan transformaciones más profundas a medida que la fuerza de la gravedad haga mella en empresas en etapas iniciales con valoraciones optimistas y las rentabilidades de algunos fondos privados caigan a territorio negativo.
2. Hay cosas que no se pueden modelar
En segundo lugar, es preciso entender que el alcance de las incógnitas actuales supera lo que la mayoría de los inversores han tenido que soportar durante sus carreras. Eso podría poner de relieve las limitaciones de un exceso de confianza en modelos financieros a la hora de evaluar el riesgo o tomar decisiones en las carteras. Obviamente, los análisis de datos y la inteligencia artificial pueden aportar a un proceso de inversión, pero todos los modelos están basados en la premisa de que los atributos y relaciones históricas entre valores que han sido evidentes en el pasado se mantendrán en el futuro. Se diría que la humildad que siempre debe presidir una estrategia de inversión se necesita ahora más que nunca.
3. La ventaja de información importa
Diría que la regulación introducida a raíz de la crisis financiera de 2008 es, en parte, responsable de la falta de profundidad que hemos observado en los mercados durante las últimas semanas. De ello se desprende que el crecimiento de la inversión pasiva y otras estrategias basadas en reglas (sumado a una regulación más estricta del análisis de sociedades de valores) hace que el volumen y la profundidad del análisis de valores hayan descendido en igual proporción. Creo que eso ha generado una nueva “ventaja de información” para los inversores fundamentales, algo que se consideraba desaparecido a consecuencia de la mejora de la divulgación de información y la disponibilidad posibilitada por la tecnología. Si las correlaciones históricas están resquebrajándose, podrían obtenerse buenas recompensas simplemente entendiendo cada empresa en detalle (por extraño que pueda sonar).
Vuelta a lo básico
Por último, ante las escasas certidumbres a que pueden aferrarse los inversores, la valoración podría terminar siendo un predictor de las rentabilidades futuras mucho más importante que en los últimos años, cuando se buscaban sobre todo empresas de crecimiento. En lugar de recurrir a la cómoda idea de un amplio cambio de estilo, a los inversores podría irles mejor simplemente pensando que las valoraciones más bajas confieren un margen de seguridad, ya que en el precio del valor se ha reflejado un mayor grado de incertidumbre. Lo anterior adquiere aún mayor relevancia si aceptamos que nuestra capacidad para predecir es incluso menor en el entorno actual. De hecho, aunque la idea de trampas de valoración se entiende bien, conviene recordar que las trampas de crecimiento también existen, incluso en Wall Street.
Columna de Paras Anand, CIO de Asia-Pacífico en Fidelity International.
CC-BY-SA-2.0, FlickrPhoto: Thomas Wolter. Photo: Thomas Wolter
La deuda privada es una de las clases de activos más atractivas, como demuestra el crecimiento de los fondos de esta categoría. El éxito de la deuda privada tiene varias razones: en primer lugar, las reformas regulatorias financieras posteriores a la crisis han llevado a los bancos a reducir sus actividades crediticias, particularmente a las pequeñas y medianas empresas. Esto se intensificó aún más durante la crisis del COVID-19. En segundo lugar, la demanda de crédito de las empresas no ha caído en la misma magnitud, lo que ha llevado a una demanda insatisfecha. Finalmente, la demanda de los inversores institucionales de deuda que rinda más que la deuda del gobierno sigue siendo sólida.
Históricamente, el mercado de deuda privada consistía en fondos especializados que proporcionaban deuda intermedia, que se ubica entre el capital y la deuda garantizada/senior en la estructura de capital, o deuda en dificultades, que es adeudada por compañías cercanas a la bancarrota. Sin embargo, después de la crisis financiera, surgió un tercer tipo de fondo. Conocido como fondo de préstamos directos, estos fondos extienden crédito directamente a empresas o adquieren deuda emitida por bancos con el propósito expreso de venderla a inversores.
Los principales administradores de activos alternativos han ampliado sus ofertas de productos para incluir fondos de deuda privada. A ellos se unen muchas empresas nuevas especializadas. La fuerte demanda de los inversores institucionales ha permitido que estos fondos se expandan rápidamente en tamaño. Colectivamente desde el 2009, se han creado más de 500 fondos de deuda con un estilo similar a los de capital privado. La industria de la deuda privada se ha cuadruplicado, superando los 800.000 millones de dólares, según el proveedor de datos alternativo Preqin.
Sin embargo, el universo de la deuda privada sigue siendo algo opaco. Existen varios tipos de fondos de deuda privada que pueden diferir en términos de estructura, riesgo y duración. Por ejemplo, la mayoría de los administradores de deuda privada utilizan estructuras de fondos cerrados con horizontes de inversión largos y liquidez muy limitada. Además, algunos fondos invierten en áreas con características de riesgo / rendimiento de tipo de capital, como deuda intermedia, préstamos subordinados, préstamos convertibles o incluso componentes de capital, incluidos warrants y coinversiones de capital privado.
Katch Investment Group decidió centrarse solo en las áreas de menor riesgo en el espacio de la deuda privada global. Esto se compone principalmente en préstamos garantizados senior, deuda inmobiliaria senior y otros nichos en el área de préstamos directos que combinan un alto nivel de antigüedad y garantías de activos reales. Además, el grupo se centra en oportunidades a corto plazo, donde la competencia de los bancos ha disminuido aún más, ya que las nuevas regulaciones y los procesos burocráticos han hecho que los bancos se demoren en aprobar los préstamos. Además, la alta rotación en los libros de préstamos a corto plazo permite a los administradores de activos proporcionar liquidez a los inversores. Las estructuras de los fondos suelen ser abiertas con suscripciones y redenciones mensuales o trimestrales. Esta es una ventaja clave para los inversores que a menudo luchan con las llamadas de capital y la falta de liquidez de los fondos cerrados.
Uno de los desafíos de la deuda privada ha sido la falta de puntos de referencia. Algunos inversores están utilizando el índice de préstamos apalancados S&P/LSTA o el de bonos de alto rendimiento Bloomberg Barclays, ambos son malos indicadores de la clase de activos de deuda privada. El índice de deuda privada de Cliffwater tiene más méritos, ya que busca medir el rendimiento no apalancado, bruto de comisiones, del mercado medio de préstamos de Estados Unidos, representado por el rendimiento ponderado de los activos subyacentes de las empresas de desarrollo empresarial (BDC). Un BDC es el equivalente de un REIT (Real Estate) pero para préstamos en los Estados Unidos.
Sin embargo, este punto de referencia no refleja realmente el enfoque de inversión de Katch en términos de exposición geográfica, duración y riesgo. Es por eso que el grupo decidió crear el Katch Open Ended Private Debt Index (KOEPI). El índice utiliza una metodología de ponderación equitativa y está diseñado para replicar el rendimiento neto de comisiones de las estrategias de préstamos garantizados a corto plazo, tales como préstamos puente de bienes raíces, financiamiento comercial, liquidación de seguros de vida y otras estrategias de préstamos a corto plazo respaldados por activos. El índice comienza en enero de 2017 y actualmente consta de 23 fondos mutuos. El índice se reequilibra trimestralmente, ya que varios fondos solo publican NAV trimestrales. La publicación de cada rendimiento trimestral tendrá lugar entre 75 y 90 días calendario después de la fecha de valoración respectiva.
Actualmente, el índice incluye fondos en las áreas de financiamiento comercial (33%), oportunidades de crédito (28%), préstamos puente (22%) y liquidación de seguros de vida (17%). Geográficamente, está expuesto a Europa (39%), América del Norte (33%), Asia (11%), África (11%) y Global (6%). El índice combina algunos de los requisitos de indexación más importantes: es inequívoco ya que se conoce el peso de cada fondo en el índice, es invertible y el rendimiento es fácil de medir, ya que los NAV de los componentes están ampliamente disponibles y actualizados a través de proveedores de datos financieros, como Bloomberg.
Sin embargo, los inversores deben ser conscientes de algunos sesgos y limitaciones. Por ejemplo, dado que el índice no incluye fondos que cerraron, existe un sesgo de supervivencia. Esto significa que el rendimiento histórico del índice KOEPI podría ser exagerado. Además, Katch Investment Group se compromete a aumentar las normas de transparencia y presentación de informes en el área de la deuda privada. Aunque el número de fondos en el índice es ciertamente representativo del espacio, sería deseable que se puedan incluir más fondos en el índice en el futuro, una vez que mejoren sus prácticas de difusión de precios.
Columna de Stephane Prigent, CEO de Katch Investment Group.
El pasado jueves el Poder Ejecutivo de la República Oriental del Uruguay emitió un decreto para modificar las exigencias establecidas para obtener la residencia fiscal en el país y así seguir trabajando en post de una mayor atracción para extranjero.
Estos cambios van en la línea de lo que el presidente Luis Lacalle Pou anunciaba en el verano pasado, previo a su asunción el 1º de marzo, respecto a que: “Yo primero voy por las familias, después que estén las familias, van a poder traer la plata”.
La normativa vigente previo al decreto 163/020 establecía que para ostentar la residencia fiscal en Uruguay se debería cumplir alguna de las siguientes condiciones:
Permanencia en el país por más de 183 días en el año civil,
Que radique en Uruguay:
el núcleo principal o la base de sus actividades o,
de sus intereses vitales o,
tenga sus intereses económicos.
Con los recientes cambios establecidos, se flexibilizaron los criterios que regulan el aspecto referente a los intereses económicos de la persona (punto 3 mencionado arriba) y que pasaré a comentar a continuación:
Requisitos previos al decreto:
inversión en bienes inmuebles por un valor superior a 15.000.000 unidades indexadas (aprox. USD 1:500.000) o;
participación directa o indirecta en una empresa, por un valor superior a 45.000.000 de unidades indexadas (aprox. USD 5:000.000), que comprenda actividades o proyectos que hayan sido declarados de interés nacional.
Requisitos que se agregan:
inversión en bienes inmuebles, por un valor superior a 3.500.000 unidades indexadas (aprox. USD 370.000), siempre que se realice a partir del 1º de julio de 2020 y se registre una presencia física efectiva en territorio uruguayo durante el año civil y por al menos 60 días.
inversión directa o indirecta en una empresa por un valor superior a 15.000.000 de unidades indexadas (aprox. USD 1:500.000), siempre que se realice a partir del 1º de julio de 2020 y se generen, mínimo, 15 nuevos puestos de trabajo directo en relación de dependencia, a tiempo completo, durante el año civil.
Exoneración fiscal por 10 años – Tax holidays
Hay que saber que, una vez obtenida la residencia fiscal en Uruguay, el nuevo residente queda incluido en el régimen tributario de los residentes del país con la opción de tributar como “no residente” por el año durante el cual se realiza el trámite y por los cinco siguientes y, por ende, conseguir la exoneración fiscal por las rentas mobiliarias obtenidas en el exterior (dividendos, intereses, etc.)
Luego de estas “vacaciones fiscales”, la persona pasa a quedar comprendida en el régimen de IRPF y tributará el 12% sobre los rendimientos.
Al igual que la medida anunciada de flexibilización, se está trabajando en un cambio de la normativa concerniente a la exoneración, y que por medio de una Ley se aumentaría la exoneración por un período de 10 años. Entonces es de esperar que, en los próximos días, se conozca su versión y aprobación parlamentaria definitiva.
La residencia fiscal y el CRS (Common Reporting Standard)
Para que la obtención de esta residencia fiscal tenga verdaderos efectos tributarios, debe venir acompañada de una planificación tributaria general de la persona y una mudanza real, ya que, de poco nos sirve obtener la residencia fiscal en Uruguay, si no logro perder la calidad de residente fiscal en mi país de origen.
No perdamos de vista, y acá sí logramos un efecto importante de la residencia fiscal en Uruguay, que un residente fiscal uruguayo no va a estar sometido al envío de información financiera al exterior de la república de manera automática en el marco del CRS por sus cuentas financieras reportables.
Diego Vuille Lafourcade es socio director de VL Consultores, Contador Público egresado de la UCU, Posgraduado en Derecho Tributario Internacional y Magister en Derecho Tributario por la Universidad de Montevideo