Lo que significan las elecciones estadounidenses para los mercados… y lo que no

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El ciclo electoral aumentará la volatilidad a corto plazo, pero no creemos que vaya a tener mucha influencia en las medias del mercado a largo plazo. Aunque todas y cada una de las elecciones presidenciales estadounidenses suscitan polémica, la carrera se antoja especialmente divisiva este año. La brecha entre los partidarios de ambos bandos es enorme, y Donald Trump y Joe Biden son polos opuestos en cuanto a enfoque, personalidad y comportamiento.

La retórica hostil podría aumentar la incertidumbre y el nerviosismo de los inversores a medida que se acerque el día de la votación. Recientemente constatamos este nerviosismo cuando el mercado reaccionó a la noticia de que el presidente Trump había dado positivo en el test de COVID-19. Pero, ¿qué significan realmente las elecciones para la economía, los mercados y los inversores?

En mi opinión, las elecciones provocan mucha volatilidad y nerviosismo antes de su celebración, pero no tienen una repercusión sustancial en la economía y los mercados financieros una vez celebradas. Gran parte de esa volatilidad temporal procede del hecho de que los políticos realizan declaraciones sobre medidas políticas y programas que en muy raras ocasiones podrán transformar enteramente en leyes. La dirección de la economía y del mercado a largo plazo responde a lo que sucede en la práctica, y, en este sentido, unas elecciones suelen ser casi irrelevantes para nuestra perspectiva a largo plazo.

Esto es así porque el comienzo de una nueva presidencia no suele traer consigo cambios de gran calado en la forma en la que funciona la economía estadounidense, incluso en casos de alternancia en el poder de un partido conservador a uno liberal, o viceversa. La preocupación de los inversores por un cambio radical era mayor cuando candidatos como Elizabeth Warren o Bernie Sanders parecían liderar las primarias del Partido Demócrata, si bien debemos precisar que desconocemos qué papel podrían desempeñar aún en la orientación de la política del partido.

En algunas cuestiones importantes, los dos partidos no se diferencian demasiado el uno del otro. La afirmación de que los republicanos son conservadores en materia de política fiscal, mientras que los demócratas son grandes gastadores, carece de fundamento real; ambos gastan con la misma convicción. Lo que ocurre, evidentemente, es que las fuentes de los ingresos tributarios y la asignación del gasto de cada uno son diferentes, pero el importe total de dinero que se destina a gasto no es, en mi opinión, sustancialmente diferente con un partido o con otro.

En lo que respecta a la rentabilidad del mercado, hemos visto a los mercados comportarse bien con presidentes republicanos y demócratas. De hecho, desde la presidencia de Truman justo después de la Segunda Guerra Mundial, solo Richard Nixon y George W. Bush experimentaron rentabilidades negativas durante sus mandatos. La reacción del mercado a esas administraciones tuvo menos que ver con la política económica y más con el escándalo del Watergate a principios de la década de los 70 y los terribles acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, respectivamente.

Este año, sin embargo, como elementos añadidos están la posibilidad de una demora en declarar al vencedor o de un resultado electoral no aceptado por el perdedor. Si el margen por el que cualquiera de los dos candidatos ganase fuese amplio, no creemos que haya base sólida para sustentar una impugnación en el momento de las elecciones. Es importante distinguir entre la puesta en entredicho de los recuentos de votos en general, o de la inclusión de algunos votos por correo en particular, y el rechazo frontal a ceder el bastón de mando o aceptar la derrota.

Existe una gran posibilidad de lo primero debido a los recursos jurídicos que podrían alargarse durante el tiempo requerido para certificar el resultado electoral, lo que crearía un periodo de incertidumbre. Los precios de las opciones sobre índices con vencimiento tras el día de las elecciones reflejan que los inversores del mercado de renta variable están descontando una mayor volatilidad asociada a esta incertidumbre. Aunque no es lo ideal, tampoco es algo inédito en la historia del país, que cuenta con salvaguardas constitucionales para hacer frente a resultados inconclusos.

Dicho de otro modo, existen remedios para las situaciones que algunos predicen alrededor de estas elecciones, y en otras ocasiones en las que los resultados electorales se han demorado o han sido puestos en entredicho, hemos sido capaces de seguir adelante sin una disrupción política —o económica— significativa. Pero aunque creemos improbable que las elecciones tengan un impacto en la dirección global de los mercados, sí existirá algo de incertidumbre a corto plazo, y ciertamente determinados grupos industriales y compañías podrían verse afectados. Además, en nuestra opinión, los inversores deberían prestar atención a determinados factores y deberían adoptar ciertas medidas.

Evaluación de los posibles impactos

Si Biden se alza con la victoria como presuponen las encuestas, es importante examinar detenidamente su plan fiscal, que constituye una pieza clave de su plataforma (gráfico 1).

Su plan de revertir las rebajas fiscales de Trump, aplicar una escala de gravamen diferente por encima de un determinado nivel de ingresos y gravar las plusvalías de capital al tipo general de las rentas del trabajo provocará una gran actividad de negociación por motivos fiscales antes de las elecciones.

Cuanto más convencido esté uno sobre la victoria de Biden, más debería prepararse para materializar ganancias de inversión en 2020, y no esperar a 2021, si se quiere ahorrar impuestos. Dependiendo de las normas, podría ser mejor guardar pérdidas para 2021 en lugar de compensarlas automáticamente con ganancias en 2020.

Columbia Threadneedle

Si bien la optimización de pérdidas fiscales y la materialización de ganancias de capital en el segundo semestre del año es siempre intensa, prevemos que sea mucho más significativa este año. Y ello podría repercutir en los sectores que han tenido las mayores ganancias, como el de la tecnología. Ahora bien, vemos estos meramente como factores generadores de volatilidad, y no como anunciadores de ningún giro drástico. No tienen por qué significar un cambio importante en la dirección a largo plazo o en la salud fundamental de ese sector particular o de otros sectores que también pudieran verse afectados.

La posible nueva estructura tributaria también repercutirá en las empresas

Con el plan de Biden, estimamos un descenso medio de los beneficios por acción de en torno al 5%, aunque no recaerá por igual sobre todos los sectores. En circunstancias más «normales», esto tal vez no parezca demasiado grave, pero superpuesto a una economía lastrada por la covid-19 en la que los beneficios son mucho más bajos que en 2019, deberíamos mantenernos atentos al impacto acumulado en los beneficios empresariales.

Este nivel de expectativas podría provocar una rotación en el mercado, pero no esperamos una debilidad generalizada. También es importante señalar que el plan fiscal que Biden ha preparado como parte de su campaña no es necesariamente el que se llevaría eventualmente a la práctica. En el actual entorno, una reforma fiscal profunda podría no ocurrir a corto plazo, sobre todo mientras el país siga teniendo que lidiar con el impacto de la pandemia. Habrá sectores ganadores y perdedores debido a cambios en la política económica. La energía, los servicios financieros y la atención sanitaria estarán probablemente entre los afectados.

El caso de la atención sanitaria es interesante: la expansión potencial de Medicare y Medicaid podría beneficiar al subsector de hospitales, pero las restricciones en los precios podrían pasar factura a los valores farmacéuticos. Otros sectores, tales como el de la energía o el financiero, se resentirán probablemente de cualquier aumento de la regulación, puesto que esta representa un coste para los negocios.

Podría ayudar a la seguridad de los productos y los lugares de trabajo, o a la conservación del medioambiente, pero lo que es indiscutible es que supone un mayor gasto para el balance de una compañía y podría afectar más a las pequeñas empresas que a las grandes que cuentan con los recursos para hacer frente a los requerimientos adicionales. Un mayor gasto para las compañías implica potencialmente menores rentabilidades para los accionistas. Así pues, acertar en la selección de valores y sectores concretos, en lugar de apostar por la dirección general del mercado, revestirá mucha importancia al invertir.

El comercio es otro importante factor económico y empresarial, y aquí las elecciones podrían tener cierto impacto. Si bien el Congreso posee la autoridad última para aprobar acuerdos en materia de comercio, el presidente tiene, en muchos casos, la facultad para gestionar las negociaciones y fijar aranceles y tasas. El papel personal del presidente es fundamentalmente diplomático, y es aquí donde los estilos de Trump y Biden entran en escena.

Aunque creo que la actual administración tiene muchos objetivos e intereses legítimos sobre la política comercial de EE.UU., el estilo negociador del presidente Trump ha generado tensión adicional, en particular con China. Un cambio de enfoque podría contribuir al establecimiento de relaciones globales más productivas, incluso si la esencia de las iniciativas y los objetivos en materia comercial no es en el fondo tan diferente.

El factor de la COVID-19: la incertidumbre política, agravada por la incertidumbre económica

Ya he comentado que los ciclos electorales no suelen tener una excesiva influencia en el comportamiento agregado de los mercados. Y en muchos sentidos, estas elecciones no son diferentes. Pero hay un sentido en el que no podrían ser más distintas: su celebración coincide con una pandemia mundial que ha hecho prácticamente parar en seco la actividad económica regular.

La volatilidad a corto plazo relacionada con las elecciones y los efectos estructurales en el mercado de la pandemia están, en la práctica, actuando a modo de amplificadores mutuos, y vivimos uno de los periodos más largos de volatilidad elevada continuada jamás registrados (gráfico 2).

Columbia Threadneedle

La volatilidad implícita es una medida de cómo prevé el mercado que fluctúe anualmente el precio de los activos subyacentes. La volatilidad realizada es una medida histórica de la volatilidad observada utilizando un conjunto de datos para periodos consecutivos de tres meses.

Ahí es donde el compromiso con un apoyo fiscal adicional podría marcar una diferencia real. Pensemos en la actual crisis sanitaria como un abismo gigante. Al otro lado del precipicio no ocurre nada malo; allí, la actividad económica, de mercado y empresarial se ha reanudado. Pero hay que conseguir cruzar al otro lado sin caer en el pozo.

El estímulo fiscal a corto plazo es el puente, y cuanto mayor sea su duración, mayor será la probabilidad de suplir con éxito el bache de salud económica. Es aquí donde la composición de la Cámara y del Senado tienen un papel importante. Durante las primeras rondas de estímulo vimos una notable disposición al pacto por parte de los dos partidos, al que sucedió una mayor polarización partidista preelectoral que ha hecho descarrilar el apoyo continuado.

Una vez que las elecciones hayan pasado, será crucial que los líderes vuelvan a negociar programas capaces de apoyar a las personas, las compañías y los municipios más afectados por las restricciones de la covid-19. En la primera ronda, la velocidad fue crítica, pero el apoyo se distribuyó para demasiados fines. La segunda ronda deberá enfocarse de forma mucho más precisa, pero sigue habiendo una necesidad urgente de apoyo si deseamos que la recuperación sea sólida.

La economía y los mercados superarán este episodio

Durante las próximas semanas, el nerviosismo en torno a las elecciones irá sin duda en aumento, y las voces que alimentan la incertidumbre y la volatilidad se volverán cada vez más ruidosas. Las emociones están a flor de piel en ambos lados del arco político y la batalla por el próximo nombramiento para el Tribunal Supremo añadirá más leña al fuego.

Será importante que los inversores superen la tendencia inmediata a responder emocionalmente: aunque la volatilidad y la incertidumbre sean altas, tanto antes como después de las elecciones, la economía y los mercados conseguirán superar este episodio. Cuando cae una piedra en un estanque, se genera una primera onda muy grande pero luego las perturbaciones van remitiendo con bastante rapidez.

 

Columna de Colin Moore, director global de inversiones en Columbia Threadneedle Investments.

 

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La política energética de México va a contracorriente

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En un mundo globalizado no se puede ir contra la corriente del mercado, las consecuencias tienden a ser muy costosas. Esto es verdad tanto para las empresas como para los países.

Uno de los ejemplos de enormes consecuencias por ir contra corriente lo registró México al inicio de la década de los ochentas.  En aquel entonces, después de varios años de incrementos sostenidos del precio del petróleo y de haber alcanzado niveles nunca antes registrados, las condiciones del mercado se modificaron y se inició una baja en el precio del crudo.  El presidente López Portillo, junto con su gabinete económico, decidieron ir contra corriente.  En lugar de reducir el precio del petróleo que exportaba Pemex, en consistencia con las condiciones del mercado, decidieron incrementarlo, quien quisiera el petróleo mexicano tendría que pagar más por el.  La medida provocó que le cancelaran todos los pedidos a Pemex, detonando y magnificando una grave crisis económica para el país.  Considerar que se puede ir contra corriente del mercado cuando no se es el líder en el tema, terminó perjudicando más a Pemex y al país.

En estos momentos la política energética que está instrumentando el gobierno actual se encuentra en una situación similar, va en contra corriente con los acontecimientos mundiales.  La empresa petrolera British Petroleum (BP), con presencia en 79 países, la tercera petrolera más importante en el mundo, solamente atrás de ExxonMobil y Royal Dutch Shell, y, de acuerdo a Forbes, la octava empresa mundial, anunció que para 2050 todas sus operaciones van a ser con cero emisiones de carbón.

BP se está transformando de una empresa petrolera y de gas a energías renovables.  Para dentro de 10 años calcula reducir en 40% su producción de petróleo y sustituirlo por energías renovables.  En 2020 está invirtiendo 6.5 millones de dólares en energías limpias, monto que irá incrementando anualmente hasta llegar a 5 mil millones de dólares en 10 años, cuando estima estar produciendo 20 veces más energía con cero emisiones de carbón.  Promueve activamente la prohibición de automóviles de combustión interna en el Reino Unido a partir de 2035.

Esta no es la única empresa orientándose a la emisión cero de carbón.  Amazon, líder en la venta por medios electrónicos, Mercedes Benz, Best Buy, Verizon, y Siemens, entre otras empresas, tienen como objetivo que en 2040 a lo largo de toda su cadena productiva se llegue a la emisión cero de carbón.

El mundo se está orientando a reducir la emisión de carbono, tanto los usuarios como los productores de energía.  La tendencia mundial se orienta a las energías limpias, renovables, cada vez se aleja más del petróleo y del gas y se acerca más a la generación eólica y solar.  Adicionalmente, el avance tecnológico permite que el costo de las energías limpias se vaya reduciendo y las vuelve financieramente más atractivas.

La política energética debe tener una visión de futuro, de largo plazo y ser la adecuada para las condiciones que prevalecerán en las próximas décadas, no basarse en lo que sucede hoy.  Privilegiar las condiciones actuales o del pasado puede ser muy rentable electoralmente, pero muy perjudicial en el largo plazo.  Nuevamente, ir en contra corriente genera grandes costos económicos y sociales en el tiempo. Es necesario adecuar la política energética del país a las circunstancias que prevalecerán en el futuro en el mundo.

Columna de Francisco Padilla Catalán

Calidad, convicción y crecimiento sostenible: tres “C” para invertir en los mejores negocios del mundo

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Blanca Comín
Foto cedidaBlanca Comín, responsable de redes de distribución de Amundi Iberia. Calidad, convicción y crecimiento sostenible: tres “C’s” para invertir en los mejores negocios del mundo

Desde el regreso de las vacaciones, los inversores están lidiando con un aumento de la volatilidad en los mercados de renta variable y con las primeras señales de un descenso de la complacencia extrema experimentada durante los últimos meses. Pese a las fuertes políticas de apoyo por parte de los bancos centrales, que mantendrán sus posturas acomodaticias, la volatilidad seguirá sobre la mesa con la entrada del otoño; y el rumbo de la economía, y más aún de la pandemia, serán puestos a prueba. Esto significa que los inversores deberán ser muy selectivos y dar prioridad a la calidad al elegir las posiciones de su cartera en renta variable. 

En este contexto; para aquellos inversores que busquen exposición a renta variable global a largo plazo, ofrecemos el Amundi Funds Polen Capital Global Growth; un fondo que invierte en lo que considera los 25 a 35 mejores negocios del mundo. Compañías de calidad gracias a sus balances sólidos, ventajas competitivas sostenibles y potencial de suministrar ganancias por encima de la media a largo plazo.

A través de un análisis fundamental que aplica filtros a modo de “barreras” o “guarda-raíles”, el equipo de gestión exige un ROE sostenido superior al 20%, márgenes de beneficio estables o crecientes, abundantes flujos libres de caja y un crecimiento real y orgánico de los ingresos. Se comprueba además la sostenibilidad de la fortaleza financiera de la compañía, descartando el posible impacto de tendencias o modas, o para afrontar entornos volátiles de mercado, como el provocado por la pandemia de la COVID-19. Se evalúa asimismo la dinámica y el crecimiento de la industria, valorando las ventajas competitivas frente a la competencia y potenciales cambios en la industria. Se analizan igualmente los equipos de gestión y su trayectoria y se aplica un análisis ESG. La convicción de Polen Capital es que una buena gobernanza es clave para respaldar la sostenibilidad financiera a largo plazo de una compañía y que las consideraciones sociales y medioambientales también son importantes.

Este proceso culmina en una cartera de “mejores ideas” que se mantienen a largo plazo y se vigilan constantemente con una mentalidad de “no perder” para preservar el capital. Las acciones se mantienen en cartera a largo plazo (5 años de media), con una escasa rotación y buscando generar ganancias compuestas a lo largo del tiempo. Las compañías se venden cuando la ventaja competitiva se ve amenazada, se deterioran los fundamentales o las previsiones, se identifica una mejor alternativa, se superan los límites por posición o sector; o bien se alcanza la rentabilidad esperada.

Como resultado, una estrategia que ha proporcionado una mayor rentabilidad con menor volatilidad frente al MSCI ACWI, y con cinco estrellas y cinco globos de sostenibilidad Morningstar1.

La estrategia Polen Capital Global Growth fue lanzada el año pasado por Amundi en formato UCITS en su sicav luxemburguesa Amundi Funds; gracias a la inversión estratégica de Amundi en la plataforma multi-boutique iM Global Partners. Polen Capital es una reconocida boutique de gestión en EEUU que lleva aplicando sistemáticamente la metodología de inversión desde hace más de 30 años.

Tribuna de Blanca Comín, responsable de redes de distribución de Amundi Iberia

 

1.Morningstar, I2 USD a 30/09/2020. Copyright © 2019 Morningstar UK Limited. All Rights Reserved. The information contained herein: (1) may not be copied or distributed; and (2) is not warranted to be accurate, complete or timely. Neither Morningstar nor its content providers are responsible for any damages or losses arising from any use of this information. Morningstar. Sustainability Score as of 30/09/2020. Sustainalytics provides sub-fund level analysis used in the calculation of Morningstar’s Sustainability Score

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Cómo el COVID-19 ha impactado en las retribuciones de los ejecutivos

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Pixabay CC0 Public Domain. Cómo el COVID-19 ha impactado en las retribuciones de los ejecutivos

La pandemia está provocando una crisis económica marcada por la incertidumbre. La industria y los gobiernos se han visto obligados a reaccionar ante amenazas casi inimaginables e invisibles para la economía mundial.

En cuanto a las remuneraciones de los ejecutivos, las juntas directivas están más dispuestas a aceptar que a veces puede ser necesario recortarlas, algo que rara vez se consideraba aceptable en el pasado. En muchos países, los gobiernos han intervenido para pagar a los empleados, reduciendo la necesidad de despidos a corto plazo. Esos planes de apoyo al empleo han sido ampliamente aceptados por la industria y representan una intervención sin precedentes del gobierno en el mercado laboral.

Comparativa con la gran crisis financiera

Entre las dos crisis históricas, hay similitudes y diferencias significativas. Una de las semejanzas más claras es el dolor que se siente en la economía, aunque el cierre de industrias enteras este año no tiene precedentes y ha dado lugar a la reducción de personal, congelación o reducción de salarios, y despidos, con más en camino.

Desde el punto de vista de la gobernanza empresarial, una diferencia significativa con la gran crisis financiera es la forma en la que los comités de remuneración y los ejecutivos han reaccionado ajustando sus acuerdos salariales. La crisis del 2008 vio cómo un gran número de empresas de todo el mundo congelaban los salarios y limitaban el pago de incentivos. Sin embargo, muy pocas compañías fuera del sector bancario redujeron realmente las remuneraciones de los ejecutivos o de la alta dirección, algo que sí hemos visto durante la crisis actual. Si bien estos recortes son de naturaleza temporal y van acompañados de despidos en el resto de la fuerza de trabajo, el cambio de enfoque frente a la gran crisis financiera es notable.

Las retribuciones de los ejecutivos, bajo escrutinio

El nivel de las retribuciones de los ejecutivos en los últimos 30 años ha crecido exponencialmente, pero también lo ha hecho la atención prestada por parte de la fuerza de trabajo en general. Ahora, los coeficientes de remuneración de los ejecutivos se publican ampliamente y el nivel de escrutinio de estas cifras ha aumentado. La publicidad negativa no solo es analizada y provoca la reacción de los clientes, sino también de los empleados y otras personas relacionadas con la empresa.

A los pocos días del inicio del confinamiento, cuando se hicieron evidentes los posibles impactos en la fuerza de trabajo, los organismos de la industria y los inversores comenzaron a publicar orientaciones que proponían que las empresas debían «compartir el dolor» a nivel ejecutivo. Esto no cayó en saco roto. Poco después del confinamiento, muchas empresas comenzaron a anunciar recortes salariales a los altos directivos como parte de su campaña para preservar el efectivo. Muchos de los recortes fueron impulsados por la dirección, lo que muestra una empatía particularmente fuerte hacia la fuerza laboral en general.

Como resultado de las presiones sobre la retribución de los ejecutivos a medida que la pandemia golpeaba, fuimos testigos de cómo las empresas aplazaban cualquier aumento de sueldo hasta que la economía volviera a tener más certezas. Este enfoque se justifica por el posible impacto en la reputación del incremento de la remuneración de los ejecutivos mientras que los empleados pueden ser despedidos.

Además, en los últimos años, las empresas se han visto sometidas a una importante presión para reducir los niveles de contribución a la pensión que reciben los altos directivos, a fin de equipararlos a los que recibe el resto de la fuerza de trabajo.

Los bancos recortan la retribución mientras los dividendos son golpeados

Dado el impacto del COVID-19 en la economía real, los reguladores actuaron para preservar los balances sanos en las industrias clave. El gobierno también pidió a los bancos del Reino Unido que suspendieran el pago de dividendos de 2019. En el resto de Europa:

El Banco Central Europeo emitió orientaciones para que los bancos no pagasen dividendos para los ejercicios económicos de 2019 y 2020 hasta por lo menos el 1 de enero de 2021.

La Autoridad Suiza de Supervisión del Mercado Financiero (FINMA) instó a las empresas domiciliadas en Suiza a que abandonaran las propuestas de dividendos. Estas medidas tenían por objetivo aumentar la capacidad de los bancos para absorber las pérdidas y respaldar los préstamos.

En este contexto, fue alentador -y sin precedentes- ver a un gran número de grandes bancos anunciar diversas medidas para reducir la retribución de los ejecutivos, como recortes salariales, recortes o renuncias a los bonus, y acuerdos para aplazar los aumentos de compensaciones previstos.

En conclusión, el papel de los inversores nunca ha sido tan importante como lo es hoy en día para transmitir un mensaje claro a los consejos de administración sobre las remuneraciones. Seguiremos involucrando a las empresas para asegurar que la retribución sea justa y apropiada según la coyuntura. Aunque las circunstancias actuales son, esperamos, limitadas en el tiempo, podemos tratar de aprovechar este año y las reducciones temporales como un catalizador para el cambio a largo plazo.

Tribuna de Daniel Jarman, vicepresidente y analista de inversión responsable en BMO

La convexidad y la inversión responsable, fundamentales para el valor de los bonos convertibles

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Pixabay CC0 Public Domain. La convexidad y la inversión responsable, fundamentales para el valor de los bonos convertibles

La singular crisis en la que se encuentran sumidos los mercados viene marcada por la incertidumbre y una alta volatilidad que determina un fin de ciclo económico. Los bonos convertibles, por su composición híbrida entre renta variable y renta fija, se han visto beneficiados por equilibrar el riesgo y la rentabilidad, convirtiéndoles en un vehículo de inversión muy atractivo. 

La convexidad y la inversión responsable en base a criterios ambientales, sociales y de gobierno corporativo (ESG) son determinantes en los bonos convertibles. En momentos de mercado convulsos, la convexidad proporciona a los inversores una seguridad muy deseable ante potenciales caídas del mercado, a la vez que les brinda la posibilidad de mantener su exposición con una mayor protección ante mercados bajistas. Desde nuestro equipo de expertos en convertibles globales, liderado por Renaud Martin, mantenemos la convicción de que la integración en nuestra cartera de perfiles convexos de convertibles emitidos por empresas con una política de responsabilidad social corporativa sólida y eficaz aumentará el potencial de obtener elevados rendimientos.

Nuestra dilatada experiencia invirtiendo en convertibles nos reafirma en que el potencial de crecimiento a largo plazo de un emisor solo es sostenible si se apoya en prácticas responsables. De hecho, hay una alta probabilidad de impagos entre las empresas que son vulnerables desde el punto de vista de los criterios ESG. Gracias a esta comprensión de los riesgos de los emisores de bonos convertibles en los que invertimos, podemos configurar una cartera sólida en la que excluimos a las empresas que participan en sectores o fabrican productos considerados controvertidos.

Nuestro enfoque nos proporciona una foto completa de los riesgos financieros y no financieros de una empresa. Realizamos un detallado análisis de cada compañía para seleccionar solo aquellas empresas líderes y responsables en todos los sectores y áreas geográficas, centrando nuestra inversión en valores que impactan positivamente en el medioambiente y que se esfuerzan por evitar las actividades no sostenibles y las malas prácticas de gobierno. Asimismo, apostamos por aquellas empresas enfocadas al bienestar de los empleados y que estén mejorando sus condiciones de trabajo.

Sostenibilidad first

Las empresas que se rigen por buenas prácticas ESG contribuyen a construir un mundo más sostenible. Su compromiso, que recae bajo nuestro control, es un elemento clave. En Mirabaud no nos limitamos a ser espectadores de sus acciones, sino que vamos más allá estableciendo una comunicación bidireccional con las compañías para comprender y a veces guiarlas en la mejora de su práctica empresarial, social y de responsabilidad. Debatimos sobre los temas clave como las condiciones de trabajo en la cadena de suministro, la remuneración de los ejecutivos, entre otros. Si no es posible un diálogo constructivo, podemos decidir desinvertir en una empresa que se muestra reacia a mejorar su práctica en estas áreas.

Creemos firmemente en el estrecho vínculo entre las inversiones ambientales de una empresa y su rendimiento económico por la mayor optimización del proceso de producción resultante de un menor consumo de energía y materias primas. Esta es la visión de inversión responsable que aplicamos y que, frente a enfoques más tradicionales, genera oportunidades para comprender mejor los riesgos a largo plazo de las empresas.

Otros elementos clave son la política social de la empresa hacia sus empleados y el buen gobierno corporativo. Respecto al primero, es un catalizador para ayudar a mejorar el rendimiento financiero, especialmente en términos de rentabilidad y productividad. Por su parte, el concepto de buen gobierno corporativo desempeña un papel esencial en los resultados financieros de un negocio. Si cuentan con la confianza de los accionistas, será más sencillo la obtención de capital en el mercado, lo que les proporciona más flexibilidad para gestionar sus planes de expansión o crecimiento.

La incertidumbre y volatilidad del momento impulsa el mercado de bonos convertibles con un enfoque sostenible. Nos encontramos con un mercado fuerte, con muchos nuevos emisores, lo que proporciona una fuente de liquidez sólida y oportunidad. Además, los inversores son conscientes de que los convertibles se comercializan actualmente con un descuento sobre su valor a largo plazo. Esto se aplica en todas las regiones, incluido Estados Unidos, Europa, Asia y Japón.

Nuestro fondo Mirabaud Sustainable Convertibles Global está sabiendo capitalizar este escenario, lo que le ha hecho merecedor del “ESG Label” por parte del ministerio de Finanzas francés. El fondo acumula una rentabilidad a tres años del 27%* y una volatilidad del 8,5%. En lo que va de año**, acumula un retorno del 17%*. Invertimos en una cartera de fuertes convicciones de valores convertibles globales sobre la base de una gestión activa y de diversificación. Actualmente, nuestra cartera se compone de 49 posiciones, con un active share del 90%. Integramos perfiles equilibrados con una delta entre el 30% y el 60%. El fondo ha logrado una integración pragmática de los criterios ESG que refuerza la convexidad, elevando la correlación entre las puntuaciones del ESG y las métricas de crédito.

Tribuna de Nicolas Crémieux, gestor principal del Mirabaud Sustainable Convertibles Global 

* Rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras.

** Rentabilidad a cierre del 16 de octubre 2020. Para más información sobre rentabilidades históricas y riesgos asociados a este Subfondo, consulte la Sección la web www.mirabaud.com/es 

La economía circular como solución para el cambio climático

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Mientras la sociedad global lucha contra la pandemia de COVID-19, resulta difícil ignorar las manifestaciones físicas del cambio climático. Las imágenes apocalípticas de incendios forestales en California, que han consumido más de 800.000 hectáreas en lo que va de año, contrastan con el retroceso del hielo ártico debido a temperaturas récord en la región.

Se prevé que el periodo de cinco años transcurrido desde la firma del Acuerdo de París sobre cambio climático en 2015 habrá sido el más cálido desde que se registran datos. Las partes que ratificaron dicho acuerdo se comprometieron a esforzarse para limitar el aumento de la temperatura mundial media a 1,5° C por encima de los niveles preindustriales, lo cual se traduce en cero emisiones netas de gases de efecto invernadero (GEI) de cara a 2050.

Tal como ha dejado claro el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), si no logramos recortar drásticamente las emisiones nos arriesgamos a sufrir daños irreversibles en los ecosistemas y la economía globales. Por consiguiente, es sumamente urgente identificar e implementar soluciones.

Hasta ahora, la atención se ha concentrado en descarbonizar el sistema energético migrando hacia fuentes de energía renovable y mejorando la eficiencia energética. No obstante, existe otra respuesta a este desafío que de momento se ha pasado por alto: la economía circular.

«La transición hacia las energías renovables juega un papel vital en la lucha
contra el cambio climático, pero no será suficiente. Para lograr los objetivos climáticos,
es crucial que transformemos el modo en que diseñamos, producimos
y utilizamos los productos y alimentos que consumimos.»

Dama Ellen MacArthur, fundadora de la Fundación Ellen MacArthur

Reducir, reutilizar y reciclar

La economía circular es una alternativa al modelo lineal tradicional de «extraer, producir y tirar» en base al cual los recursos se extraen, utilizan y desechan al final de su vida. Los tres principios de la economía circular (eliminar residuos y contaminación desde el diseño, mantener productos y materiales en uso el máximo tiempo posible y regenerar los sistemas naturales) representan una plantilla para solucionar muchos retos globales apremiantes.

Se estima que el mundo genera 2000 millones de toneladas de residuos sólidos cada año (1). Los procesos de «ciclo cerrado» basados en estos tres principios pueden permitir al mundo desvincular el desarrollo económico a largo plazo de la extracción de recursos, además de reducir la generación innecesaria de residuos y mitigar los riesgos de escasez de materias primas. Pero un aspecto crucial es que el paso a una economía circular puede desempeñar una función esencial en la lucha contra el cambio climático, al respaldar la transición a una economía de bajas emisiones y con un uso de recursos eficiente.

Aunque en torno a un 55% de los GEI proceden del sector energético a través de la quema de combustibles fósiles para la generación de energía, calor y transporte, el 45% restante procede del modo en que producimos nuestros productos y alimentos. Sin abordar esto último, ni siquiera nos acercamos al logro de los objetivos del Acuerdo de París.

Cerrar el ciclo para el planeta

Los principios de los procesos circulares pueden aplicarse para reducir las emisiones en todas las áreas de la economía, pero tendrán inevitablemente un impacto considerable en ciertos sectores.

Las industrias del cemento y del acero, por ejemplo, son dos de las más intensivas en carbono: se estima que en su conjunto representan de un 12% a un 14% de las emisiones globales (2). En el caso del acero, sustituir mineral de hierro y carbón con chatarra reciclada puede limitar la extracción de recursos, la deforestación y la contaminación. Para el cemento, el empleo del carbono emitido por otras industrias como materia prima en el proceso de fabricación puede reducir las emisiones.

En otro ejemplo, los residuos y pérdidas alimentarios representan un 6% de los GEI globales (3). Además de eliminar residuos en toda la cadena alimentaria a través de un mejor diseño, los procesos circulares podrían servir para regenerar los sistemas naturales (y potenciar la productividad agrícola) utilizando residuos orgánicos como materia prima para regenerar el suelo y capturar carbono.

Algunas compañías ya han adoptado la circularidad en sus modelos de negocio y están avanzando mucho hacia procesos de ciclo cerrado capaces de superar retos de sostenibilidad. DS Smith es una empresa líder en el sector de envasado sostenible y reciclable; las fibras en su papel y cartón (producidas a partir de fuentes renovables) pueden ser reprocesadas en sus fábricas y reciclarse hasta 25 veces (4). Por su parte, el grupo de logística global Brambles está recortando considerablemente sus emisiones de carbono y su uso de agua reutilizando sus cajas y palés.

Oportunidades de negocio sostenibles

La economía circular consiste en optimizar el uso de los recursos y eliminar los residuos. La adopción de principios de ciclo cerrado en el diseño de productos y modelos de negocio, sobre todo cuando son intensivos en carbono, puede reducir drásticamente las emisiones de GEI.

No obstante, también tiene sentido desde un punto de vista financiero. En un mundo en el que cabe esperar un aumento del coste de la contaminación y de los residuos, diseñar y fabricar productos teniendo en cuenta desde un principio su eliminación, la reducción de residuos o su posible reutilización es una forma de pensar inteligente y a largo plazo.

Ello también representa una enorme oportunidad. Accenture estima que la transición hacia una economía circular es una oportunidad de crecimiento global de 4,5 billones de dólares hasta 2030 (5).

Las empresas que interioricen con éxito la economía circular deberían estar mejor posicionadas para aportar a sus inversores rentabilidades sostenibles a largo plazo, pero también tener un impacto positivo considerable en el planeta al ayudar a combatir el cambio climático.

 

Columna de Ben Constable-Maxwell, director de inversión sostenible y de impacto en M&G Investments

 

Anotaciones:

(1) https://datatopics.worldbank.org/what-a-waste/trends_in_solid_waste_management.html

(2) https://www.oecd.org/greengrowth/GGSD2019_IssuePaper_CementSteel.pdf

(3) https://ourworldindata.org/food-waste-emissions

(4) https://www.dssmith.com/recycling/insights/blogs/2020/5/recycling-an-essential-service-even-in-the-time-of-covid-19

(5) https://www.weforum.org/agenda/2019/01/its-time-for-the-circular-economy-to-go-global-and-you-can-help/

 

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Ganadores y perdedores en los mercados de crédito

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CC-BY-SA-2.0, FlickrPhil Calvert. Phil Calvert

Después de la crisis financiera mundial de 2008 y 2009, y la posterior crisis de la deuda soberana en la zona euro, los bancos centrales a ambos lados del Atlántico trataron de relajar las condiciones crediticias para las empresas con el fin de ofrecerles incentivos para que inviertan, para que mantengan su viabilidad y, en última instancia, para que crezcan. El objetivo que se perseguía era reanudar la actividad económica y reducir el desempleo, lo que a su vez generaría un círculo virtuoso que se traduciría en un proceso de desapalancamiento a través del crecimiento.

Pasemos ahora al año 2020. Se ha recurrido al mismo manual estratégico para dar respuesta al brusco descenso de la actividad económica provocado por la crisis de coronavirus. Esta vez se ha inyectado en las economías de todo el planeta una cantidad de estímulos monetarios y fiscales mucho más elevada y a un ritmo más acelerado. Las últimas medidas de relajación monetaria y el descenso de los tipos de interés han impulsado aún más la tendencia hacia un mayor apalancamiento.

Habida cuenta del rápido aumento de la deuda corporativa, tanto en Estados Unidos como en la zona euro, a lo largo de las dos últimas décadas, las prácticas de crédito también se han flexibilizado. Las encuestas sobre préstamos bancarios de la Reserva Federal estadounidense (Senior Loan Officer Opinion Survey on Bank Lending Practices (1)) y del Banco Central Europeo (Bank Lending Survey (2)) muestran que, desde la crisis financiera mundial y la crisis de la deuda soberana de la zona euro, los requisitos para la concesión de préstamos se han relajado en general. No solo se suavizaron las directrices internas de los bancos, sino que además se redujo el coste de financiación por medio de unos menores rendimientos y diferenciales de márgenes, y las condiciones aplicadas a los préstamos y los bonos se han tornado cada vez menos exigentes.

Si bien existen diferencias estructurales entre los mercados de renta fija de la zona euro y Estados Unidos que explican el mayor tamaño del mercado de deuda estadounidense con respecto al mercado de la zona euro, las tendencias desencadenadas por las medidas de los gobiernos y los bancos centrales destinadas a proporcionar liquidez en el mercado son muy similares. Todas ellas han desembocado en un continuo aumento del volumen de endeudamiento corporativo. El importe total de los títulos de deuda emitidos y en circulación de empresas no financieras se incrementó a una tasa de crecimiento anual del 5,1% en la zona euro y del 5,4% en Estados Unidos entre 2004 y finales de 2019 (gráfico 1).

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Las políticas de los bancos centrales encaminadas a reanudar la actividad financiera a través de la relajación monetaria no solo incluyeron condiciones crediticias más laxas, sino también tipos de interés más reducidos con el fin de aumentar el atractivo de los préstamos. Los gráficos 2 y 3 muestran el volumen total de préstamos concedidos a empresas no financieras en la zona euro y Estados Unidos, junto con el rendimiento de un título genérico de deuda pública a 5 años y el cupón en los índices Bloomberg Barclays Aggregate Corporate.

Las compañías estadounidenses respondieron al menor coste de la deuda con un aumento significativo del endeudamiento, desde 10,1 billones de dólares en 2007 hasta 16,1 billones de dólares a finales de 2019 (gráfico 2). La concesión de préstamos a empresas en la zona euro ya se situaba en cotas relativamente elevadas antes de la crisis financiera mundial, pero no creció a un ritmo tan acelerado como los préstamos corporativos en Estados Unidos, pese a un descenso más pronunciado del coste de la deuda (gráfico 3).

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¿Deberían preocuparse los inversores por los elevados y crecientes niveles de deuda? Habida cuenta del aumento del endeudamiento, por un lado, y del menor coste de la deuda, por otro lado, la sostenibilidad de la deuda es objeto de intensos debates. Un importante factor que se debe tener en cuenta es si las empresas que solicitan préstamos cuentan con estructuras de capital viables. El estancamiento del crecimiento económico durante la pandemia ha provocado una de las caídas más pronunciadas del PIB del último siglo, lo que inevitablemente se traduce en unos ingresos y beneficios mucho más exiguos. Incluso con cupones reducidos, el servicio de la deuda podría resultar problemático para muchos negocios. El debate resulta aún más complejo si añadimos el crecimiento económico relativamente lento registrado en el periodo entre la crisis financiera mundial y la pandemia.

La sostenibilidad de la deuda de una empresa (y, por consiguiente, la estructura de capital en su conjunto) depende de su capacidad para atender el servicio de su deuda, lo que significa realizar los pagos de intereses y cumplir los plazos de amortización de la deuda de manera completa y puntual. Esto puede lograrse a través de una combinación de generación de flujos de caja y refinanciación. Cuanto más robustos sean los flujos de caja, más sostenible será la estructura de la deuda. Dados los acusados descensos de la actividad económica este año, muchas empresas están registrando unos niveles de actividad mucho más reducidos y unos flujos de caja más débiles.

Aunque el coste de financiación es reducido, muchas firmas entraron en la actual crisis con un elevado nivel de apalancamiento, lo que significa que la decisión de incrementar el volumen de deuda para capear esta recesión las situará en una precaria posición. En consecuencia, los bancos centrales tratan de mantener los rendimientos en cotas reducidas y fomentar los flujos de crédito, y los gobiernos están ofreciendo facilidades crediticias adicionales (tanto directas como indirectas) para compañías en dificultades.

También resulta importante la naturaleza del entorno de crédito que reinará cuando el grave periodo de crisis llegue a su fin. Después de la crisis financiera mundial, observamos que las empresas no se dieron ninguna prisa por iniciar un proceso de desapalancamiento cuando cuando la situación empezó a mejorar. Incluso con los costes de financiación en cotas ultrabajas, la llegada de numerosas empresas sumamente endeudadas plantea desafíos para los inversores en crédito, sobre todo por el efecto de un mayor apalancamiento en la construcción de índices.

Las bancarrotas indican el camino

Las tasas de impago representan un valioso indicador de las tensiones crediticias en el mercado de renta fija. Los gráficos 4 y 5 muestran las tasas de impago históricas publicadas por Moody’s para los bonos de alto rendimiento en Estados Unidos y Europa, así como las previsiones de base, pesimistas y optimistas sobre las tasas de impago. Según el escenario base para Estados Unidos, las tasas de impago quedarán por debajo de los niveles registrados durante la crisis financiera mundial, mientras que el escenario pesimista sugiere que las tasas de impago superarán los niveles de la crisis financiera mundial.

En Europa, el escenario base apunta a una trayectoria más elevada de lo habitual, aunque no llegará a los niveles de la crisis financiera mundial y la recesión entre 2001 y 2002; según el escenario pesimista, las tasas de impago rebasarán los niveles registrados en estos dos últimos periodos de crisis. Podríamos afirmar sin exagerar que un significativo grado de incertidumbre sigue caracterizando la crisis del coronavirus tanto en el frente sanitario como en el frente económico y que los escenarios (de base, más optimista y más pesimista) mostrados en los gráficos 4 y 5 están sujetos a un nivel de incertidumbre más elevado de lo habitual por las medidas sin precedentes emprendidas por los gobiernos y los bancos centrales para asegurarse de que sobrevive el mayor número posible de empresas.

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Transformación de los índices

El aumento de la deuda también ha tenido importantes repercusiones en la composición de los índices del mercado de renta fija, puesto que estos se construyen en función de la capitalización de mercado, una metodología desarrollada para los índices de renta variable. Dicho de otro modo, los índices de renta fija dependen de cuánta deuda decide emitir una empresa o un gobierno y del tamaño de las emisiones de valores. Los inversores que se decanten por la réplica de índices estarán invirtiendo mayoritariamente en bonos emitidos por las compañías y los países más dependientes de la financiación externa. Esto plantea riesgos evidentes, sobre todo en una complicada coyuntura económica. Los prestatarios de mayor tamaño podrían encuadrarse fácilmente en la categoría de «compañías zombis», es decir, empresas que habrían dejado de existir si no fuera por el apoyo gubernamental.

Y hemos de añadir una nueva complicación: el descenso de los rendimientos viene acompañado de un incremento en la sensibilidad a los tipos de interés (duración) en los índices de renta fija. Los inversores están asumiendo ahora más riesgo de tipos de interés que durante la crisis financiera mundial. Esto se observa en el gráfico 6, que describe la trayectoria de la duración con respecto al rendimiento de los índices Bloomberg Barclays US Aggregate y Euro Aggregate. El rendimiento por unidad de duración ha retrocedido en Estados Unidos, especialmente en 2020, como consecuencia de la caída de los rendimientos y el incremento de la duración (gráfico 7). Esto conlleva que los inversores están recibiendo una compensación más reducida por unidad de riesgo de tipos de interés en inversiones que tratan de replicar los índices de renta fija.

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Los índices europeos y mundiales han registrado un descenso similar del rendimiento por unidad de duración. El gráfico 8 ilustra la caída en el Reino Unido, Alemania y Francia, mientras que el gráfico 9 muestra la misma trayectoria para el índice Barclays Global Aggregate.

La composición del índice Bloomberg Barclays US Investment Grade también se ha alterado de forma significativa; el porcentaje de bonos BBB (la calificación más baja dentro del grado de inversión o investment grade) en el índice aumentó desde alrededor de un 30% en diciembre de 2000 hasta un 37% en diciembre de 2010 y hasta cerca de un 50% hacia finales de 2019; esta proporción seguía rondando el 50% a finales de julio de 2020. Cabe reseñar que, durante este tiempo, el tamaño del propio índice se incrementó casi en un 370%, desde 1,2 billones de dólares hasta 5,8 billones de dólares. Al mismo tiempo, la cantidad de valores con calificación AAA en este índice aumentó en un 185%; los valores con calificación AA, en un 88%; los valores con calificación A, en un 303%; y los valores con calificación BBB en circulación, en un 653%.

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Otro factor que debemos tener en cuenta estriba en que la duración de un índice de referencia procede de las preferencias de los emisores sobre la estructura de vencimientos de las emisiones y no equivale necesariamente a la duración que un inversor dado desea mantener. La duración óptima de una cartera debería depender del horizonte temporal y del perfil de riesgo del inversor individual o la organización, y no simplemente de las características del índice. En otras palabras, la duración puede concebirse como la exposición al factor de tipos de interés. En este contexto, elegir una duración de la cartera de renta fija adecuada representa esencialmente una decisión de asignación de activos, la cual debería basarse en las circunstancias particulares de los inversores (3).

Selección de valores activa

Para los inversores que optan por replicar índices, especialmente en el complicado entorno económico actual, el riesgo de mantener un número cada vez más elevado de «empresas zombis» de baja calidad (empresas que no habrían sobrevivido si no fuera por el apoyo gubernamental) es elevado.

Dado el inevitable aumento de los impagos durante la recesión, la deuda emitida por empresas insostenibles será objeto de ventas forzosas con enormes descuentos, lo que conllevará pérdidas para los inversores. La diferenciación entre los ganadores (las empresas que no solo sobrevivirán, sino que además prosperarán) y los perdedores en los mercados de crédito reviste aún más importancia en periodos de distorsión y crecimiento anémico.

La metodología utilizada para la construcción de los índices de renta fija genera un sesgo inherente hacia las compañías más endeudadas que presentan mayores probabilidades de contar con cargas de deuda insostenibles durante un periodo de desaceleración económica. Las carteras pasivas también están expuestas a los cambios en la composición de los índices, como un aumento de la duración o un menor rendimiento por unidad de duración.

Una selección de valores prudente y otras formas de gestión activa permiten la inclusión de emisores y bonos que satisfacen los criterios de construcción de carteras y gestión de riesgos, con el potencial de un menor riesgo y una mayor generación de alpha. En nuestra opinión, este es siempre el mejor enfoque de inversión, dada la naturaleza asimétrica de las rentabilidades de la renta fija. Y resulta especialmente importante en periodos de elevada distorsión e incertidumbre.

 

Columna de Lior Jassur, director en el área de research de renta fija Europa de MFS Investment Management.

 

Notas:

(1) https://www.federalreserve.gov/data/sloos/sloos-202007.htm.

(2) https://www.ecb.europa.eu/stats/ecb_surveys/bank_lending_survey/html/ecb.blssurvey2020q2~d8de5b89f0.en.html.

(3) Siegel, Laurence B., «Benchmarks and Investment Management». Charlottesville, VA, The Research Foundation of the Association of Investment Management and Research, 2003, 89–103.

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El futuro de los bonos financieros: verdes, sociales y sostenibles

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Pixabay CC0 Public Domain. El futuro de los bonos financieros: verdes, sociales y sostenibles

Con ocasión de la consulta de la Comisión Europea acerca de las posibilidades en la regulación de bonos verdes que concluía el 2 de octubre, queremos reflexionar acerca de la evolución y funcionamiento de este mercado en la actualidad.

Actualmente, en materia de finanzas sostenibles, dentro de las emisiones con criterios ESG (ambientales, sociales y de buena gobernanza) hablamos de bonos verdes, bonos sociales y bonos sostenibles. Cabe señalar que, a pesar de la situación económica a la que nos enfrentamos este año, 2020 ha sido un buen año si nos fijamos en la emisión del conjunto de este tipo de bonos que se ha disparado en los últimos meses.

De acuerdo con el Observatorio Español de Financiación Sostenible, a 15 de julio de 2020, la cantidad emitida a través de este tipo de bonos categorizados como ESG (sociales, verdes y sostenibles) fue de 10.646 millones de euros, habiendo superado a la emitida durante todo 2019 (9.756 millones de euros).

De todos los bonos de este tipo, los más comunes siguen siendo, como lo han sido tradicionalmente, los bonos verdes, suponiendo más de un 50% del total de este tipo de emisiones. Por ello y por ser el actual objeto de consulta para su regulación, nos paramos en ellos en primer lugar.

Según los Green Bond Principles, una guía de adopción voluntaria que establece los criterios para identificar un bono como verde, entendemos por bonos verdes, aquellos en los que los fondos se aplican exclusivamente para financiar o refinanciar proyectos de carácter ambiental o climático.

En este contexto, hay que tener en cuenta que, de cara a facilitar la financiación verde, dentro del Plan de Acción para las Finanzas Sostenibles de la Comisión Europea (CE) se adoptó en junio el Reglamento de Taxonomía, que establece los criterios para determinar si una actividad se considera medioambientalmente sostenible. Además, de cara a mejorar el mercado de los bonos verdes desde la CE también se ha creado un Estándar de Bonos Verdes con el objetivo de alinear la financiación de proyectos verdes con la taxonomía propuesta por la UE y acabar con algunas de las barreras actuales, permitiendo una verdadera comparación en el mercado de los bonos verdes, disminuyendo las reticencias de los emisores ante posibles problemas reputacionales, mejorando la transparencia del mercado y fomentando el diseño de políticas e instrumentos que incentiven el mercado de los bonos verdes. 

Hasta ahora, toda esta tipología de bonos ESG, se emitía siguiendo las indicaciones establecidas por la Asociación Internacional del Mercado de Capitales (ICMA, por sus siglas en inglés) y recaía, principalmente, en cuatroprincipios esenciales: uso de los fondos en proyectos sociales y/o ambientales, transparencia en el proceso de evaluación y selección de proyectos, claridad en la gestión de los fondos y elaboración de informes actualizados y de fácil acceso. Adicionalmente, también se recomienda que los emisores utilicen una compañía externa que revise y confirme la alineación de sus bonos con estos principios.

Con el Plan de Acción de Finanzas Sostenibles, los proyectos susceptibles de ser financiados a través de la emisión de un bono verde están recopilados dentro de la taxonomía y las recomendaciones para la emisión las recoge ahora el Estándar de Bonos Verdes de la UE, mientras que los bonos sociales y sostenibles deberán seguir atendiendo a las recomendaciones de la ICMA. 

Si bien es cierto, como hemos señalado, que los bonos verdes suponen el mayor porcentaje dentro de las emisiones ESG, la crisis derivada del COVID-19, ha sacado a relucir el mercado de los bonos sociales, destinados a financiar proyectos que buscan mitigar un problema social específico. En este caso, se han realizado grandes emisiones dirigidas a la financiación de infraestructuras básicas, a I+D+I o al sector sanitario. En este sentido, Thomsom Reuters indicaba que, a finales de abril de este año, a nivel global, se habían colocado 42.751 millones de euros en este tipo de deuda, un 251,1% más que la emitida en el mismo periodo de 2019.

Por último, dentro de las emisiones ESG, encontramos también los bonos sostenibles, que son aquellos cuyos fondos se aplicarán exclusivamente a financiar o refinanciar una combinación de proyectos verdes y sociales. 

Finalmente, aunque se está hablando ya de una próxima taxonomía de la UE para los aspectos sociales y de gobernanza para finales de 2021, se trata de una tarea compleja, ya que tanto la S como la G engloban un sinfín de aspectos (capital humano, gobierno corporativo, derechos humanos, cadena de suministro, etc.). Además, teniendo en cuenta que el desarrollo de la taxonomía verde ha durado aproximadamente dos años y ni siquiera engloba todos los objetivos ambientales, sino que se centrará en un primer momento en mitigación y adaptación al cambio climático (dejando para un momento posterior la incorporación de otros cuatro aspectos), hasta 2023 o 2024, no podríamos contar con este nuevo sistema de clasificación que consideramos tan necesario de cara a fomentar el mercado de los bonos sociales en los próximos años.

Tribuna de Marta Barahona Arroyo, experta en Sostenibilidad y Cambio Climático en Gabeiras y Asociados.

Fusión Unicaja y Liberbank: ¿1+1 es menos que 2?

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Cualquier banquero de inversión y quien haya tenido que defender una combinación (sea fusión o adquisición) de entidades financieras tiene en su manual de estilo dos mantras: la consecución de una mayor eficiencia (sinergias de costes) y adoptar las mejores prácticas comerciales para desarrollar el negocio (sinergias de ingresos). 

Añadiría que otro mantra muy presente cuando tienes que presentar esas operaciones es «El papel (ahora lo digital) lo aguanta todo». Con el paso de los años generalmente los costes acaban por ajustarse y los cambios de la macro o la regulación siempre ayudan a explicar (si es que alguien se acuerda) por qué no se han obtenido las famosas sinergias de ingresos.

Nominalmente Unigest y Liberbank Gestión sumarían activos bajo gestión ligeramente por encima de los 7.000 millones de euros [1] y se convertirían en la novena gestora de IIC de nuestro mercado con una cuota del 2.69% y un mix de producto (sin considerar los mandatos gestionados por JP Morgan Asset Management) excesivamente conservador –demasiada renta fija y garantizados– y menores comisiones que las entidades que considero comparables: Abanca, Ibercaja y Kutxabank. Hasta aquí los datos.

Ambas entidades sin embargo creo que comparten un problema raíz: no son la entidad de referencia de sus clientes para la inversión en productos/soluciones de ahorro a largo plazo, sean fondos de inversión, planes de pensiones o seguros de ahorro.

La cuota de mercado y su correlación con la cuota bancaria de las entidades suele ser un buen proxy para calibrar la posición competitiva de una entidad en un producto o línea de negocio pero en Alvarez & Marsal creemos que hay que ir más allá y centrar el análisis en si una entidad es o no la entidad de referencia para sus clientes en ese producto o línea de servicio.

Nuestra aproximación al mercado se basa en el concepto de Share of Wallet.

De modo resumido analizamos los activos financieros que cada cliente de una entidad tiene en el sistema y determinamos a partir de ese dato qué porcentaje de esos activos son gestionados por una entidad en cada uno de los productos o líneas de negocio.

Si aplicamos esta visión a la combinación de Unicaja y Liberbank hay conclusiones lógicas como por ejemplo que la entidad combinada es la referencia para su clientes en el pasivo (depósitos y vista) gestionando un poco más 8 de cada 10 euros, en línea o ligeramente superior a los comparables y en línea o ligeramente inferior al G5 (ahora supongo que cuatro) del sistema financiero. Llegaríamos a la misma conclusión si nos fijamos en valores.

Sin embargo, y considerando las soluciones y productos de ahorro a largo plazo, la posición de partida no es halagüeña:

  • Gestionan tres de cada 10 euros que sus clientes invierten en fondos de inversión mientras que sus competidores duplican ese ratio gestionando seis de cada 10 euros invertidos por sus clientes en fondos de inversión en el mercado
  • Casi los mismo ratios son aplicables en los seguros de ahorro si medimos las provisiones de sus JVs de vida, y
  • Cae hasta uno de cada 10 si hablamos de planes de pensiones frente a competidores, que gestionarían entre tres y seis de cada 10 euros.

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La unión de los dos bancos conducirá a la posible fusión de las gestoras, una posible racionalización del número de fondos que generará algún ahorro en los costes operacionales y deja en el aire la relación con JP Morgan Asset Management, que tanto ha ayudado a Liberbank en el desarrollo del negocio de fondos en los últimos tres años. Está en el manual pero no es suficiente y se deja en el tintero la oportunidad real: mejorar la efectividad comercial y el mix de producto.

Dos datos para cuantificar la oportunidad:

  1. El número de clientes de la entidad combinada que tienen contratado un fondo de inversión es menos de la mitad que el sector y tan solo la cuarta parte de las entidades que tienen los mejores ratios de penetración, y
  2. Evolucionar el mix de producto, posiblemente adaptándose mejor al apetito de riesgo de los clientes y mejorando el diálogo comercial, podría suponer, con el mismo volumen de activos gestionados, una mejora de comisiones del entorno del 20%.

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    Mejorar el dialogo comercial, definir el apetito de riesgo de los clientes de forma transparente y desarrollar una gama de productos reducida pero sólida en sus propuestas de inversión son los ingredientes para que, esta vez sí, 1+1>2.

    [1] Fuente INVERCO; Datos de patrimonio gestionados¡ IIC a Agosto de 2020

     

    Tribuna de Sergio Redruello, Managing Director del área de Wealth Asset Management and Insurance en Alvarez & Marsal.

     

    Un embalaje sostenible es un buen negocio

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    Pixabay CC0 Public Domain. Un embalaje sostenible es un buen negocio

    Reducir la ingente cantidad de residuos que genera el mundo ayudaría a cumplir con varios Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) a la vez. Sustituir el plástico por un embalaje sostenible supone un gran paso. Muchas empresas ya están haciéndolo y los inversores tienen la oportunidad de impulsar el avance hacia un consumo con menos residuos y un planeta más limpio.

    Abordar el problema de los embalajes de plástico podría contribuir a acabar con una de las mayores fuentes de residuos del mundo. Los embalajes de plástico son baratos y efectivos, pero tienen una vida útil media de solo seis meses y únicamente reciclamos en torno al 14%[1]. Cada año salen del ciclo económico —en forma de residuos— embalajes de plástico valorados en entre 80.000 millones de dólares y 120.000 millones de dólares[2].

    Centrarnos en embalajes sostenibles contribuiría a limitar el volumen de residuos plásticos de un modo bastante eficaz. Esto implica repensar el embalaje de bienes a lo largo de la cadena de suministro, desde el diseño hasta el transporte y el consumo, con el objetivo de reducir los residuos y maximizar la eficiencia, reduciendo al mínimo, al mismo tiempo, los efectos secundarios negativos. Naturalmente, es más fácil decirlo que hacerlo, pero si los inversores y las industrias pudieran coordinarse y encontrar una solución, las ventajas serían enormes.

    Crear un modelo de embalaje sostenible también cumpliría varios de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas centrados en crear un planeta más limpio para el futuro. El ODS 12 (producción y consumo responsables) invita a «reducir, reutilizar, reciclar». Y, las metas relacionadas con el ODS 6 (agua limpia y saneamiento) y el ODS 11 (ciudades y comunidades sostenibles) se centran en velar por un saneamiento adecuado y construir comunidades sostenibles con una gestión eficaz de los residuos, incluida su eliminación. Igualmente, lograr un planeta más limpio guarda una relación directa con el ODS 14 (vida submarina) y el ODS 15 (vida de ecosistemas terrestres), ambos centrados en proteger los ecosistemas marinos, costeros, terrestres y de las aguas interiores dulces.

    Las empresas están tomando nota de las ventajas de los embalajes sostenibles

    Se espera que el mercado del embalaje sostenible crezca de los 246.000 millones de dólares de 2018 a casi 413.000 millones de dólares para 2027, lo cual supone una tasa de crecimiento anual del 6,2%[3]. Cabe destacar que numerosas empresas están redoblando sus esfuerzos de nuevas formas:

    • Una multinacional de bienes de consumo ya cuenta con botellas 100% recicladas, fabricadas en un 10% de plástico procedente de los océanos y en un 90% de plástico reciclado posconsumo, para una de sus marcas para el hogar. También diseña embalajes respetuosos con el medioambiente, utilizando un 60% menos de plástico y un 30% menos de agua.
    • Una multinacional de comercio minorista se ha asociado con una empresa de biomateriales para fabricar una solución hecha a base de hongos 100% biodegradable que se descompone en cuestión de semanas, a diferencia del poliestireno, que no se biodegrada hasta transcurridos miles de años.
    • Puede que una de las soluciones más innovadoras que se utilizan en la actualidad sea un plástico natural biodegradable 100% vegetal —hecha a partir de recursos renovables como almidón de maíz, almidón de patata y aceite de cocina usado—, por lo que su consumo por animales acuáticos es seguro.

    La demanda de los consumidores y la legislación de los gobiernos respaldan los embalajes sostenibles

    En una encuesta a consumidores realizada recientemente por Boston Consulting Group, casi tres cuartas partes de los 15.000 encuestados afirmaban que pagarían más por productos con embalajes respetuosos con el medioambiente. Más de las dos terceras partes de los encuestados afirmaron que un embalaje sostenible es un factor importante en sus decisiones de compra[4]. Los legisladores también están actuando. La Unión Europea, por ejemplo, se ha comprometido a asegurar que todos los embalajes sean reciclables y reutilizables para 2030[5].

    Sin embargo, los embalajes sostenibles solo serán realmente viables con cooperación internacional, un cambio de calado en la conducta de las personas e inversión suficiente. Las empresas de embalajes y bienes de consumo que ajusten sus modelos de negocio sin demora posiblemente salgan beneficiadas de esta tendencia. Para los inversores, también es una buena oportunidad, no solamente para aspirar a rentabilidades de inversión atractivas de empresas que busquen soluciones de embalaje sostenibles, sino también para avanzar hacia los objetivos sostenibles que nos llevarán a una economía circular y a un planeta más limpio.

    Tribuna de Andreas Fruschki, CFA. Responsable de renta variable global temática en Allianz Global Investors.

     

    [1] Ellen MacArthur Foundation, «The New Plastics Economy«

    [2] Ellen MacArthur Foundation, «The New Plastics Economy«

    [3] Research & Markets, «Global Sustainable Packaging Market Outlook: Industry Analysis & Opportunity Evaluation«

    [4] Boston Consulting Group, Trivium Packaging, «2020 Global Buying Green Report«

    [5] Comisión Europea, «Una estrategia europea para el plástico en una economía circular»