Transición climática y energética: invertir en lugar de desinvertir para un futuro mejor
| Por Cecilia Prieto | 0 Comentarios

No debería sorprender a nadie que nuestro planeta se esté calentando rápidamente. La Tierra se hace hospitalaria y habitable para los seres humanos y los animales gracias a la regulación de la temperatura atmosférica por gases como el dióxido de carbono, el metano y el óxido nitroso. Desde que aprendimos que la combustión de combustibles fósiles (madera, carbón, petróleo y gas natural) libera grandes cantidades de energía, hemos aprovechado este conocimiento para crear calor, vapor y luego electricidad para el desarrollo industrial y la calidad de vida humana ha mejorado a pasos agigantados. Este mismo proceso también genera más gases que regulan la temperatura atmosférica. Los niveles de CO2 han pasado de unas 270 ppm (partes por millón) en la era preindustrial a unas 420 ppm a finales de 2023.1 Al mismo tiempo, las temperaturas globales han aumentado alrededor de 1,1 grados centígrados en comparación con el promedio preindustrial. En la actualidad existe un consenso y un compromiso global sobre la necesidad de actuar para limitar el aumento de la temperatura global a 2 grados, lo que culminará con el objetivo de descarbonización del suministro energético mundial para 2050.
Una transición energética de esta escala y velocidad es una tarea enorme y requerirá un cambio regulatorio para crear los palos (p. ej. impuestos sobre el carbono) y las zanahorias (como los subsidios y las subvenciones) que empujarán y tirarán a los actores económicos para que reduzcan suficientemente las emisiones de gases de efecto invernadero relacionadas con la energía. Se requiere una gran inversión y ya está en marcha. Los inversores en empresas que se dediquen a esta actividad se beneficiarán de los aproximadamente 140 billones de dólares de inversión acumulada necesarios para adaptar el sistema energético mundial, mientras que los que no puedan hacer el cambio pueden encontrarse con activos varados que conduzcan a una baja rentabilidad para los accionistas.
No es de extrañar que el interés de los inversores por integrar los factores del cambio climático en sus carteras esté aumentando. Según los datos de Morningstar, los activos gestionados por los fondos cotizados en bolsa (ETF) de la UE que siguen los índices de referencia alineados con el Acuerdo de París y la transición climática aumentaron más de un 70% con respecto a 2022 hasta los 37.000 millones de euros a finales de 2023.2 Y una encuesta realizada a inversores institucionales reveló que el 26% de los fondos de pensiones europeos ya emplean un índice de bajas emisiones de carbono y relacionado con el clima.3
Si bien es alentador ver este cambio radical en la inversión en índices con conciencia climática, es poco probable que un enfoque pasivo capture plenamente los riesgos regulatorios y financieros derivados de la evolución del cambio climático y el panorama de las inversiones sostenibles. Además, sin métricas aceptadas a nivel mundial para evaluar el riesgo climático a nivel de cartera y empresa, los enfoques de los índices dependen de la creación de puntos de referencia sobre el cambio climático que pueden estar sujetos a sesgos y opacidad.
Nuestro análisis de los fondos de transición y los ETF en el mercado indica que están fuertemente inclinados hacia las grandes empresas tecnológicas que dominan los mercados globales, y tienden a evitar los sectores críticos como la energía y los materiales como el acero, el aluminio, el cobre, el uranio y el litio, que son esenciales para la entrega y facilitación de la transición. Estos fondos también suelen tener poca exposición a ciertos sectores que son clave para la transición, como el petróleo y el gas, los servicios públicos o el sector inmobiliario, posiblemente sectores en los que hacer la transición es más importante para la sociedad y los accionistas.
Un desafío clave con un enfoque de seguimiento de índices puros para la transición energética es que los índices de referencia que emplean pueden tener exclusiones o pantallas basadas en datos y adolecer de ser retrospectivos, con datos potencialmente inexactos o incompletos. La inversión activa prospectiva, basada en el análisis fundamental y con un elemento de compromiso, añade una dimensión importante que, en nuestra opinión, aumenta la probabilidad de obtener resultados óptimos tanto para la transición como para la rentabilidad de los inversores. La naturaleza inherentemente a largo plazo y la complejidad de la transición energética se adaptan mejor a una gestión activa que incluya todos los sectores materiales climáticos y tenga en cuenta factores cualitativos como la cultura corporativa y la planificación de la transición con visión de futuro, junto con el análisis financiero.
En nuestra opinión, hay consideraciones clave que los inversores deben tener en cuenta a la hora de pensar en la transición climática y energética:
- La inversión con baja huella de carbono por sí sola no generará la transición energética que el mundo necesita para cumplir con los objetivos gubernamentales y corporativos de descarbonización necesarios para limitar el calentamiento global a 1,5 o 2 grados por encima de la media anterior a la revolución industrial.
- Existe la necesidad de invertir y comprometerse con las empresas de transición. La transición energética requerirá inversiones en ciertos combustibles fósiles puente. Necesitamos que ciertas industrias, como la de los hidrocarburos, proporcionen energía y transporte asequibles durante las próximas dos décadas mientras se desarrolla la transición energética. Obligar a las buenas empresas a desprenderse de sus activos de combustibles fósiles puede limpiar ópticamente esos negocios a medio plazo, pero no conduce necesariamente a un cambio real.
- La gestión activa y el compromiso con los sectores de materiales climáticos son cruciales para lograr la creación de valor a largo plazo.
- Las compensaciones son endémicas: no podemos hacer la transición sin los materiales proporcionados por ciertas industrias de alta intensidad de carbono, como el acero o el aluminio, lo que significa que es posible que tengamos que aceptar un mayor nivel de intensidad de carbono hoy para una menor intensidad de carbono mañana. Desde el punto de vista de los inversores, una compensación que a menudo se percibe y que no es necesaria es un sacrificio en la rentabilidad de la cartera.
En conclusión, la transición climática y energética presenta riesgos materiales para algunas empresas y enormes oportunidades para otras. Un enfoque activo y pragmático, que acepte un perfil de intensidad de carbono algo más elevado, centrado en la inversión, en lugar de únicamente en la desinversión, en todos los sectores de materiales climáticos, es un enfoque que mejora las perspectivas de lograr la transición climática y energética.
Tribuna de Tal Lomnitzer, gestor de carteras de Janus Henderson.