Supongamos que un gestor, ávido lector de Funds Society, es capaz de obviar o abstraerse de estos factores y se centra única y exclusivamente en la selección de fondos de inversión y la combinación de los mismos para las carteras que gestiona, con la expectativa de ofrecer a sus clientes la mejor rentabilidad ajustada a riesgo. ¿Cuáles son, a modo de reflexión en voz alta, las incertidumbres, los riesgos y los problemas estructurales a los que se enfrenta a la hora de conseguir su objetivo? ¿Qué tendencias o corrientes están presentes hoy en día en la industria de fondos que influyan significativamente la decisión del gestor?
Entre otros, destacan los siguientes:
1. Gestión Activa o Pasiva?
El debate abierto por excelencia. Los estudios realizados últimamente, proclaman ganadora a la gestión pasiva. Dicen que un gráfico vale más que mil palabras, el que se muestra a continuación me va a ahorrar unas cuantas.
Según Lipper, en el año 2011, aproximadamente sólo un 25% de los fondos de Renta Variable fueron capaces de batir a su índice de referencia. Adicionalmente, y como se puede observar también en el gráfico, en los años en los que el índice ofrece una rentabilidad total negativa (línea naranja, escala derecha), el porcentaje de fondos que consiguen batir a su índice de referencia no incrementa demasiado (quizá hasta un 40%), lo cual probablemente desde un punto de vista estadístico tenga sentido, pero desde el punto de vista del gestor y o del cliente, no es muy alentador.
Pero es que además-a modo de continuación sobre el punto anterior- tenemos el problema añadido de que los managers/fondos que conforman cada barrita azul en el grafico anterior, van cambiando! Son muy pocos los fondos que se mantienen en los primeros percentiles consistentemente. En conclusión: son (somos) los gestores capaces de identificar los managers/fondos que estarán en esa barrita azul elitista el año que viene? La respuesta a la pregunta anterior, parece ser que no. Pero para cuantificarlo de forma grafica, el siguiente cuadro lo expresa de forma bastante clara.
El problema en este apartado se vuelve filosófico; el mercado está acostumbrado a hacer comparaciones, entre diferentes fondos, con índices, y todas las comparaciones se hacen ex post. No solo en términos de rentabilidad, sino en términos de riesgo. Un fondo se considera poco arriesgado de forma relativa, si se separa poco del índice. Llevado al extremo, un fondo indexado es el que menos riesgo relativo tiene. Sin embargo, desde un punto de vista del riesgo absoluto, esto no es necesariamente así, puesto que el inversor está asumiendo el riesgo absoluto del índice de referencia (benchmark). Un ejemplo claro de esto, es el caso de los fondos de equity que estaban indexados al índice S&P 500 en el año 2000. En aquel entonces, debido a la burbuja tecnológica, el peso de ese sector en el índice era del 37%, casi el doble de su media histórica. Inevitablemente, un fondo que quisiera minimizar su riesgo relativo, tenía que tener esa ponderación, aunque lo prudente desde el punto de vista de riesgo absoluto, hubiera sido separarse más del índice e infraponderar el sector. Pero, de nuevo, como los inversores tienden a penalizar ex ante a los fondos que toman la decisión de separarse de su índice de referencia, muy pocos tomaron esta decisión. Es una de estas ocasiones en la que la máxima acuñada por Keynes aplica: “es mejor fallar colectivamente que tener éxito en solitario”. Es, en este punto, sin embargo cuando la lógica se vuelve perversa. En condiciones normales, el gestor se encuentra que los inversores tienden a premiar los fondos que tienen un ratio de información1 consistentemente alto. Esto tiene una implicación brutal para el gestor. Si el gestor no es capaz de producir un “α” considerable consistentemente, lo más práctico es minimizar el tracking error y permanecer pegado al índice, siendo el resultado, que cada vez mas abundan los llamados “Closet indexers”. Como puede observarse en el grafico siguiente, este tipo de fondos que no se definen como indexados pero no son lo suficientemente activos como para considerarse dentro de la categoría de gestión activa, son prácticamente la tercera parte de todos los fondos de equity en el mercado.
4. Comisiones.
Obviamente todo tiene un precio. Y obviamente no puede compensarse de igual manera a un fondo de gestión pasiva, que a un “Closet indexer” o a un fondo de gestión activa que efectivamente ofrece resultados de acuerdo con lo que esta supuesto a hacer. Si un inversor quiere exposición a un mercado a través de un fondo indexado, donde por definición no existe gestión, no puede cobrarse una comisión de gestión. Esto implica que prácticamente la mitad (50%) de los fondos de inversión, no deberían cobrar comisión, más allá de una mínima comisión administrativa (3-5 puntos básicos). Y aquellos que realmente sean capaces de obtener “α”, y capturar gran parte de la “β”, serán los únicos capaces de cobrar comisiones de gestión como las que estamos viendo actualmente. Y lo realmente irónico, es que si gran parte del mercado se convierte a la gestión indexada, las oportunidades para los gestores activos serán más abundantes, y por ello veremos seguramente un comportamiento cíclico tanto en el tipo de gestión dominante como en las comisiones (ex post?) cobradas.
1 Definido como exceso rentabilidad activa (“α”) dividido por el tracking error (“ω”). TE= α/ ω.