Lo primero que hay que decir de las tierras raras es que su nombre está mal puesto. Como se suele decir, ni son tierras, ni son raras. Es una cosa del siglo XVIII que no se cambió. Así que ese nombre no debe asustarnos.
Se llaman tierras raras a un conjunto de 17 elementos químicos de la tabla periódica. En concreto, son el escandio, el ytrio, el lutecio, y los lantánidos.
Por ser elementos químicos individuales, les ocurre lo mismo que a la mayoría de los elementos químicos: no se encuentran en estado puro en la naturaleza. Existen formando parte de rocas o arcillas. Por ello, hacen falta procesos industriales para separarlos.
El problema que tienen para su explotación, en comparación con otros elementos como el oro, es que no se encuentran concentrados en vetas. Están en muchos sitios, pero formando una muy pequeña parte de las rocas o arcillas. Eso significa que hay que procesar enormes cantidades de roca para obtener pequeñas cantidades del producto final. Por cada tonelada de tierras raras extraída, se pueden generar hasta 2.000 toneladas de desechos, incluyendo polvo, lodos y aguas residuales. Gestionar este volumen es un reto logístico y ambiental.
Además, en el caso de que se trate de explotar un yacimiento en el que se busquen tierras raras formando parte de rocas, hay un coste importante en el consumo energético de triturar las rocas para luego poder separar las tierras raras por determinados procesos químicos. Eso no es necesario si se encuentran en yacimientos de arcillas. El problema es que la mayoría de los yacimientos conocidos en arcillas están en China.
Avanzar en tecnología
Aunque se agrupan con ese nombre de tierras raras, por tener algunas características similares, cada uno de esos elementos químicos tiene unas propiedades y utilidades distintas, todas ellas muy relacionadas con lo que se puede entender por “tecnologías modernas”, es decir, energías renovables, ordenadores y electrónica, naves espaciales, rayos láser, luces LED,… Es por ese tipo de utilidades por lo que se han puesto tan de moda ahora. Quien consiga controlar esos recursos, podrá avanzar en la tecnología.
En cuanto a las utilidades de las tierras raras, a modo de ejemplo se puede decir que el neodimio (uno de esos 17 elementos) es muy importante en la fabricación de generadores para los molinos eólicos, y en los coches eléctricos; o que el lantano lo es para las baterías de los coches híbridos.
En la situación actual, China controla el 90% de la producción de las minas de tierras raras en explotación (muchas en la propia China, pero también en África y en Kazajistán). Occidente, por tanto, tiene serios problemas de suministro, sobre todo si China decide meter las tierras raras en la actual guerra de sanciones.
La causa de la falta de minas en Occidente no es por escasez de yacimientos, sino por la elevada contaminación que genera su explotación (incluida la contaminación radioactiva). Por eso se decidió dejar esas labores a China, lo que ahora se ve como un riesgo. No es casualidad el reciente interés de Trump en Groenlandia, ya que allí hay yacimientos con el 20% de las reservas mundiales de tierras raras.
Las tierras raras son muy necesarias para las nuevas tecnologías, y Occidente tiene una mala posición actual en ese recurso. Es curioso que, siendo necesarias para las energías renovables, son muy contaminantes. Es decir, que la “transición verde” contamina.
Por todo lo anterior, será una potencial buena inversión cualquier compañía occidental que trabaje con tierras raras. No lo era antes, porque le ponían muchos problemas ambientales para sus licencias, pero es previsible que esos problemas se suavicen ante la necesidad.
Además de las compañías mineras, también habrá que considerar las de procesamiento de los elementos, y las de reciclaje (que es muy viable y menos contaminante). Otro aspecto es el del desarrollo de nuevas tecnologías que permitan extraer las tierras raras con menos contaminación, es decir, habrá que prestar atención a la ciencia, para invertir tan pronto se desarrollen las patentes.
Otro asunto a tener en cuenta es que hay muchas minas existentes dedicadas a otro tipo de minerales (como, por ejemplo, el litio). En ellas, tras realizar la extracción de lo que buscaban, se genera el material sobrante, que se llama “estériles”, y que se almacena de forma parecida a un vertedero. Lo cierto es que en esos estériles puede haber tierras raras en el material ya triturado. Es decir, los estériles existentes de esas minas de otro material pueden ser una buena mina de tierras raras.
Entre las muchas compañías que trabajan en el sector en Occidente, son interesantes de seguir las siguientes: MP Materials, Lynas Rare Earths, e Iluka Resources. Para esas compañías, y para cualquier otra relacionada con el sector, son aspectos a vigilar: su capacidad de financiar las futuras nuevas minas; la viabilidad de que obtengan las licencias con rapidez; las normativas que les “relajen” sus problemas medioambientales; y las nuevas patentes que les permitan extraer los recursos de forma más eficaz. Además, siempre hay que tener en cuenta el factor tiempo en el momento de la inversión, dado que es largo el proceso de pasar de la teoría a la realidad rentable en este sector.
Tribuna de Pablo González, administrador de Ie3 Ingeniería medioambiental y profesor del programa de Agrocommodities del IEB.