Vivimos tiempos de aparente estabilidad en los mercados financieros, pero bajo esa superficie se esconden riesgos que no deberíamos ignorar, especialmente en el sector tecnológico. La situación económica en Estados Unidos y Europa es de debilitamiento: estamos en un periodo de calma que suele anteceder a las grandes tormentas. Los indicadores sugieren que estamos ante una burbuja en la renta variable impulsada por déficits fiscales masivos que siguen año tras año impulsando el gasto, hojas de balances de los bancos centrales demasiado alargadas, promesas de nuevas tecnologías como la inteligencia artificial y comportamientos de pura especulación como en sectores de las cripto monedas. A pesar de todo ello, no resulta sencillo predecir cuánto esta burbuja va a explotar.
La economía estadounidense tiene importantes retos por delante. El desempleo está subiendo y la Reserva Federal (Fed) se vio ya obligada a recortar los tipos de interés aun cuando la inflación está lejos del nivel de comodidad y normalidad. Dar la vuelta a una tendencia al alza en el desempleo no es sencillo. La Fed ha bajado tipos este mes de septiembre y es probable que continúe con esta política expansiva, para entusiasmo de la administración Trump porque permitirá refinanciar la enorme deuda estadounidense a tipos más bajos.
Así, la encrucijada económica no resulta nada sencilla. La montaña de deuda acumulada desde la pandemia necesita de tipos de interés bajos para poder refinanciarse, pero a costa de mantener una inflación estructuralmente más alta de lo que sería deseable. Esta inflación más alta es un impuesto oculto, que afecta sobre todo a las clases medias y bajas, aquellas que no disponen de activos financieros o inmobiliarios que las protejan.
Por otro lado, la renta fija no es un refugio seguro en un entorno de déficits masivos e inflación alta. La rentabilidad ofrecida por los bonos no compensa la pérdida de poder adquisitivo y, además, conlleva un riesgo de exceso de deudas gubernamentales y déficits que administraciones gubernamentales se pasan unas a otras a través del tiempo. La inflación, aunque no es considerada explícitamente un impuesto, sí que lo es, y se paga día tras día en el supermercado o en cualquier gasto cotidiano.
Europa crece, pero poco
El crecimiento en Europa tampoco es boyante, a pesar de que el BCE ha decido este septiembre mantener los tipos en el 2% y transmitir una sensación de comodidad. El gran motor europeo, Alemania, se ha visto muy afectado por los problemas en las cadenas de suministro y los aranceles, y la apreciación del euro complica sus exportaciones. Es posible que en los próximos meses Christine Lagarde se vea obligada a bajar tipos, forzada por la necesidad de estimular el crecimiento.
El resultado es una inflación que se resiste a bajar y una situación que presenta retos importantes. Ante este escenario y dadas las valoraciones extremas de los mercados de renta variable, especialmente en el segmento tecnológico, es razonable deducir que están en burbuja. La reciente euforia por la inteligencia artificial y las criptomonedas ha disparado aún más estas valoraciones. Se están repitiendo algunos patrones de otras burbujas históricas: expectativas demasiado optimistas y múltiplos muy altos con mercados llenos de liquidez y comportamientos que conllevan a la especulación.
No sabemos qué ocurrirá con las actuales valoraciones, si se corregirán poco a poco o se desinflarán de manera más o menos abrupta. Pero la historia nos enseña que a veces el desenlace no es exclusivamente de ‘aterrizaje suave’. Los grandes beneficiados, como siempre, son los intermediarios, mientras que los pequeños inversores suelen ser los más perjudicados.
Artículo escrito por Pedro Escudero, fundador y CEO de Doma Perpetual Capital Managment LLC*
*Este artículo refleja exclusivamente la opinión de Pedro Escudero y no es una recomendación de Doma Perpetual.