A medida que las bolsas se colocan próximas a máximos históricos, los inversores se mueven entre el optimismo que despierta la inteligencia artificial (IA) y la cautela heredada de crisis pasadas. El auge de la IA, junto con la posibilidad de recortes de las políticas monetarias, ha creado un entorno favorable para los activos de riesgo. Sin embargo, los recuerdos de la burbuja tecnológica de los años noventa y de la crisis financiera de 2008 continúan presentes en la memoria del mercado.
El contexto actual exige equilibrio: confianza en la innovación, pero sin perder de vista los posibles excesos. La IA ha actuado como un potente motor de inversión y desarrollo, aunque persisten las dudas sobre la sostenibilidad de su expansión. Aun así, el sistema financiero muestra una base sólida, pese a ciertos focos de tensión en bancos regionales o empresas con altos niveles de deuda.
La IA: motor de crecimiento, aún lejos de una burbuja
El debate sobre una posible “burbuja de IA” recuerda inevitablemente al auge tecnológico de finales del siglo XX. Pero las diferencias son notables. Las compañías que hoy lideran esta revolución —Microsoft, Apple, NVIDIA, Amazon, Meta, Tesla o Alphabet— generan beneficios sólidos, operan con abundante liquidez y financian su inversión en IA con recursos propios, no con deuda ni expectativas futuras. No son startups especulativas, sino corporaciones consolidadas que sostienen su crecimiento en la innovación y la creciente demanda real.
Las valoraciones son exigentes, pero distan mucho de los excesos del pasado. En el punto álgido de la burbuja dot-com, Cisco cotizaba a 80 veces sus beneficios; hoy, NVIDIA lo hace cerca de 23 veces, según datos de Bloomberg. Además, la infraestructura de IA se construye sobre necesidades tangibles: los chips y servidores que alimentan esta nueva era no son promesas, son activos escasos y altamente demandados.
Eso no implica la ausencia de riesgos. Algunas compañías, especialmente las más dependientes del capital riesgo, podrían sufrir si el acceso a financiación se complica. Como reconoció recientemente Mark Zuckerberg, CEO de Meta, “es mejor arriesgarse a gastar mal unos cientos de miles de millones que llegar tarde a la superinteligencia”. Esa visión refleja la urgencia competitiva tanto como el riesgo de una sobrerreacción inversora.
Los temores crediticios: ruido más que tendencia
Los recientes impagos empresariales y los problemas de algunos bancos regionales en Estados Unidos han reavivado temores sobre la estabilidad financiera. Sin embargo, todo apunta a eventos aislados, sin alcance sistémico.
Las quiebras de First Brands o Tricolor, vinculadas a sectores de alto riesgo como el crédito subprime de automóviles, no reflejan la salud del sistema. Algo similar ocurre con las pérdidas reportadas por Zion Bancorp o Western Alliance, derivadas de fraudes en fondos de hipotecas comerciales. Hechos puntuales con impacto limitado.
En contraste, los grandes bancos estadounidenses presentan balances sólidos y beneficios superiores a lo previsto. Incluso con una leve desaceleración económica, la morosidad se mantiene controlada y las provisiones por riesgo siguen en niveles bajos. El caso de Morgan Stanley, que no registró pérdidas crediticias en el último trimestre, es ilustrativo del buen tono del sector.
Además, la tasa de morosidad en tarjetas de crédito, que había repuntado con la inflación, empieza a estabilizarse a medida que los precios se moderan y los salarios reales mejoran. En conjunto, el sistema financiero estadounidense se muestra resistente y bien capitalizado, con una exposición reducida a los focos de tensión.
Los bancos, espejo del ciclo económico
Los resultados recientes de las entidades financieras ofrecen una buena radiografía de la economía estadounidense. Las áreas de gestión patrimonial y trading se mantienen fuertes, impulsadas por los altos precios de los activos, como las acciones, el oro y la vivienda, que generan un efecto riqueza positivo sobre los hogares de rentas altas.
El consumo medio, en cambio, muestra cierta moderación, aunque sin señales preocupantes. Este equilibrio contribuye a sostener el crecimiento general, respaldado por la expectativa de una política monetaria más flexible por parte de la Reserva Federal.
En conjunto, el panorama combina bases sólidas y una prudencia creciente. Los mercados avanzan con cautela, conscientes de los riesgos, pero respaldados por unos fundamentos macroeconómicos todavía constructivos.
Un mercado entre la razón y la memoria
Los inversores parecen haber aprendido de los excesos del pasado. Las tecnológicas reinvierten sus beneficios con mayor disciplina y los bancos operan bajo marcos regulatorios más estrictos. Esa combinación de crecimiento real y prudencia financiera aporta estabilidad a la expansión actual.
Aun así, la moderación sigue siendo esencial. Los mercados tienden a corregir los excesos antes de consolidar los avances. Mantener una visión equilibrada entre el impulso innovador y la gestión del riesgo será clave para sostener la confianza en este nuevo ciclo.
Mirar más allá del ruido
En este punto del ciclo, la clave es distinguir entre exuberancia y transformación. La inteligencia artificial está reconfigurando la productividad y el flujo de inversión global, impulsando eficiencia, pero también nuevas fuentes de volatilidad.
El foco de los mercados se desplaza hacia la calidad de los beneficios y la disciplina financiera. En un entorno de crecimiento moderado y políticas monetarias más flexibles, la diferencia la marcará la capacidad de las empresas para sostener márgenes y convertir innovación en rentabilidad.
Tribuna elaborada por Laure Peyranne, responsable de ETFs Iberia, LatAm & US Offshore de Invesco.

