Las bancas privadas boutique independientes tienen un futuro prometedor, pero existen algunos desafíos y oportunidades, que definirán su éxito a largo plazo, en los que conviene detenerse. En primer lugar, en el escenario actual, existe una mayor demanda de asesoramiento imparcial. Los clientes buscan asesores independientes que prioricen sus necesidades. Además, el auge de la digitalización está permitiendo que surjan plataformas de análisis que permiten escalar el negocio con menor coste operativo. Por otro lado, existe una necesidad de adoptar un enfoque en segmentos específicos: millennials, profesionales liberales, expatriados o pequeños empresarios que demandan servicios personalizados que la banca tradicional no cubre y donde la banca privada puede encontrar un interesante nicho de negocio. Y, por último, existe un entorno regulatorio favorable en Europa, donde MiFID II y la normativa ESG impulsan la transparencia.
Las oportunidades en el segmento de la banca privada también esconden algunos desafíos que las entidades no deberían obviar. Por un lado, se enfrentan a la competencia de grandes gestoras y bancos, cuyo poder comercial y marca pueden dificultar la captación de clientes. Además, existe una exigencia de formación continua, con certificaciones profesionales como EFPA, CFA o CFP que son cada vez más valoradas. También es importante tener en cuenta la necesidad de cumplir con la regulación creciente en normativas AML (anti-lavado), fiscalidad internacional (CRS, FATCA) y protección de datos (GDPR), lo que requiere elevados niveles de inversión para las entidades. En este sector, donde la confianza es clave y muchos clientes comparan comisiones y resultados, resulta fundamental la fidelización de clientes.
¿Cuáles son las tendencias que marcarán el futuro de la banca privada? Por un lado, la inversión sostenible (ESG), con el empuje de los clientes jóvenes que exigen portfolios alineados con sus valores. Además, cabe tener en cuenta la apuesta por la tecnología híbrida que permite combinar herramientas automatizadas (como optimizadores de cartera) con trato humano diferenciador. En el escenario actual, existen modelos de remuneración transparentes: el Fee-only (honorarios fijos) gana terreno frente a comisiones por productos y la expansión internacional. Por otro lado, el incremento de la clientela global (nómadas digitales, expats) requiere que las entidades adopten conocimientos multijurisdiccionales.
Otro de los aspectos a tener en cuenta en la gestión patrimonial es saber qué proyectos invertir en economía real. De ahí que los vehículos de private equity (PE) cada vez tengan más peso en las carteras y cada vez sean más demandados por los clientes, debido a su descorrelación con el mercado bursátil.
El private equity tiene un futuro prometedor, aunque con desafíos y cambios dentro del panorama financiero global. Se trata de un mercado que sigue atrayendo capital, especialmente de inversores institucionales (fondos de pensiones, family offices, fondos soberanos…) que buscan mayores rendimientos.
La acumulación de liquidez sigue en niveles históricamente altos, lo que indica confianza en nuevas oportunidades. Existen diferentes sectores con perspectivas positivas, como la tecnología e innovación (empresas de SaaS, inteligencia artificial, ciberseguridad y fintech siguen siendo objetivos clave); energía y sostenibilidad (transición energética, energías renovables y ESG); salud y biotecnología, en un entorno de envejecimiento poblacional y avances médicos que impulsan la demanda; e infraestructura y real assets, con proyectos en telecomunicaciones (5G), logística y energía limpia que están atrayendo inversiones.
En este ámbito, también existen algunos riesgos como las valoraciones elevadas en un momento donde los precios de adquisición son altos, lo que puede comprimir retornos futuros. Nos enfrentamos a un escenario de una mayor competencia, puesto que más fondos compiten por menos targets de calidad, especialmente en mercados desarrollados. Con respecto a la regulación, hay un aumento de la supervisión en algunas jurisdicciones, como EE.UU. y la UE, sobre transacciones y deuda. Además, conviene tener en cuenta el ciclo económico, ya que una recesión o subida abrupta de tasas podría afectar el desempeño de las carteras.
También existen en el ámbito del private equity una serie de tendencias emergentes, como los mercados secundarios. Crece la compraventa de participaciones en fondos de private equity, dando liquidez a inversores, se incrementa el interés por la deuda privada como una alternativa de financiación ante las restricciones bancarias, con atractivos yields, y toman posiciones los mercados emergentes, como el sudeste asiático, India, América Latina, que cuentan con mejores valoraciones, así como un incremento del peso de la tecnología operacional, con fondos que usan más data analytics e IA para mejorar gestión de portafolios.
El private equity tiene expectativas de rentabilidad elevadas. Todavía sigue superando a muchas clases de activos, como la renta variable, en el largo plazo. Estrategias como buy-and-build (crecimiento vía adquisiciones) y turn around de empresas en crisis siguen generando valor. Seguirá siendo una clase de atractiva para diversificar y buscar alpha, pero requiere una selección disciplinada de gestores (track record, sector de expertise), la paciencia (horizontes de 5-10 años) y la diversificación por geografía, sector y etapa (venture capital, buy out, growth equity).
El futuro es favorable para las bancas privadas boutiques especializadas, que deben adoptar tecnología y mantener altos estándares éticos. Quienes logren diferenciarse con un servicio cercano, transparente y basado en datos tendrán ventaja frente a la banca tradicional.
Tribuna de José Luis Boix, banquero privado de Creand Wealth Management en Valencia




