En las últimas semanas, me ha llamado mucho la atención la cobertura mediática que ha recibido una cuestión concreta: si el entusiasmo de los inversores en torno a la inteligencia artificial está llevando al mercado hacia una burbuja.
Yo mismo me lo planteo, así que he pensado que podría resultar útil compartir mi opinión al respecto, no solo como inversor en compañías relacionadas con la inteligencia artificial, sino también por mi experiencia como analista del sector de las telecomunicaciones en una etapa en la que fui testigo del estallido de la burbuja tecnológica que tuvo lugar a finales de la década de 1990.
Aunque soy consciente de la dificultad de evaluar una burbuja con antelación, creo que estamos más cerca del año 1998 que del 2000. Como algunos recordarán, 1998 fue el año en el que Global Crossing, la emblemática compañía que definió la era de la construcción de fibra óptica y una de las empresas clave de la burbuja de finales de la década de 1990, salió a bolsa con un precio de 19 dólares por acción. Nueve meses más tarde, cotizaba a 64 dólares por acción Worldcom llegó a afirmar que el tráfico de internet se duplicaba cada 90 días. Ambas compañías quebraron poco después, pero no sin antes protagonizar una espectacular subida. Desde la salida a bolsa de Global Crossing el 14 de agosto de 1998 hasta que el mercado alcanzó su nivel máximo el 10 de marzo del año 2000, el índice tecnológico NASDAQ–100 subió más del 245%.
Algunos experimentados gestores se mostraron escépticos ante la creciente burbuja y no participaron en el fuerte repunte de los mercados. Aunque el tiempo acabó por darles la razón, el proceso fue largo y doloroso.
¿Se repetirá la historia?
Hoy contamos con un conjunto mucho más sólido de compañías que están haciendo fuertes inversiones relacionadas con la inteligencia artificial. Los hiperescaladores, proveedores de internet y plataformas de nube como Amazon, Microsoft y Alphabet, pueden hacer frente a sus enormes gastos de capital con mucha más solvencia de la que mostraron las nuevas compañías de telecomunicaciones a finales de la década de 1990. Algunos economistas señalan que las inversiones relacionadas con la inteligencia artificial, como la compra de chips avanzados y la construcción de grandes centros de datos, han contribuido a evitar que la economía estadounidense entrara este año en recesión.
Según algunas estimaciones, el ciclo de gasto de la inteligencia artificial representa aproximadamente el 7% del producto interior bruto, más de dos billones de dólares. Las grandes tecnológicas consideran que se trata de un gasto necesario si quieren evitar quedar desplazadas por las nuevas compañías de inteligencia artificial. En mi opinión, mientras empresas como Amazon, Microsoft y Alphabet sigan considerando vital el gasto relacionado con la inteligencia artificial, seguirán invirtiendo, lo que continuará impulsando el auge de esta tecnología.
La pieza que falta: las salidas a bolsa
Otra de las diferencias que vemos en esta ocasión es que la compañía más emblemática de la era actual, OpenAI, aún no ha salido a bolsa. OpenAI marcó el inicio del reciente repunte del interés inversor por la nueva tecnología en noviembre de 2022, con el lanzamiento de ChatGPT, un chatbot basado en inteligencia artificial que se convirtió rápidamente en la aplicación más descargada de la historia en aquel momento. Tampoco cotizan de momento en los mercados otras compañías como Anthropic, Cohere, Mistral AI y xAI. Aún no hemos asistido al «momento Global Crossing», pero creo que es solo cuestión de tiempo que estas nuevas empresas entren en una nueva fase de crecimiento mediante el proceso de salida a bolsa, lo que se conoce como «oferta pública inicial (OPI)».
Además, cabe también señalar que la Reserva Federal de Estados Unidos se encuentra actualmente inmersa en un ciclo de recortes de tipos de interés. La orientación expansiva de la política monetaria puede favorecer a las compañías tecnológicas. Tras el colapso de Long-Term Capital Management, la Reserva Federal comenzó en 1998 a recortar los tipos de interés, que mantuvo en niveles reducidos ante la inquietud generalizada por el llamado «efecto 2000». En la actualidad, podríamos decir que los aranceles y el debilitamiento del mercado laboral constituyen los motivos de preocupación equivalentes que han llevado en esta ocasión al banco central a recortar los tipos. En cualquier caso, tanto antes como ahora, hay una gran liquidez en el sistema, lo que tiende a alimentar el optimismo de los inversores.
¿Y si la burbuja de la inteligencia artificial estuviera a punto de estallar?
Ahora mismo estoy invirtiendo como si estuviéramos en 1998 o 1999, con la intención de participar plenamente en las poderosas tendencias de inteligencia artificial a medida que continúan tomando forma en estas compañías dinámicas y orientadas al crecimiento. Sin embargo, también mantengo un posicionamiento defensivo y trato de incorporar un cierto grado de equilibrio a mis carteras de inversión.
En este sentido, busco compañías que pueden haber perdido el favor de los inversores, pero que podrían obtener buenos resultados si estallara la burbuja de la inteligencia artificial. En mi opinión, las compañías del sector energético y de telecomunicaciones por cable pertenecen a esta categoría. Las valoraciones de ambos sectores están casi en mínimos históricos, y ambos cuentan con compañías que presenta unas sólidas cifras de beneficios, activos valiosos a largo plazo y potencial para ofrecer sorpresas al alza.
Por ejemplo, el sector de la energía representa actualmente en torno al 2,8% de índice S&P 500, porcentaje solo ligeramente inferior al que representaba en los peores momentos de la pandemia, cuando los precios del petróleo llegaron a entrar en territorio negativo. Nunca antes ha sido tan bajo desde que existen datos del índice. Este segmento parece haber sido descartado por los inversores, lo que me lleva a pensar que el nivel de pesimismo es excesivo.
Por su parte, el rápido declive de la televisión por cable ha hecho que las compañías del sector hayan perdido también el favor de los inversores. Sin embargo, para aquellos que estén dispuestos a analizarlo a fondo, el sector ofrece auténticas joyas: compañías en crecimiento con sólidos flujos de caja y valoraciones muy bajas. Los inversores no suelen tener muchas oportunidades de invertir en compañías con potencial de crecimiento que cotizan a múltiplos de apenas seis veces sus beneficios.
Algunos de los ejemplos que ilustran esta temática los encontramos en compañías del sector de la energía como Halliburton y Cenovus Energy, o en empresas de televisión por cable como Comcast y Charter Communications. Si finalmente asistimos a un cambio fundamental en el liderazgo de los mercados, los sectores de la energía y la televisión por cable podrían reafirmarse y cotizar con valoraciones mucho más altas.
Posible riesgo de burbuja
Creo que la inteligencia artificial va a cambiar el mundo, al igual que lo hizo internet. También pienso que sentará las bases para la creación de compañías innovadoras y disruptivas, del mismo modo que internet favoreció la aparición de empresas como Amazon, Alphabet, Meta y Netflix.
Sin embargo, también creo que es importante evaluar dónde nos encontramos en el proceso de adopción de esta nueva tecnología, en lo que se refiere al nivel de entusiasmo de los inversores y en lo que respecta a la posibilidad (muy) real de que nos enfrentemos a ciertos problemas en el futuro. Si nos estamos acercando a una fase de burbuja, sí que es importante saber en qué punto del camino nos encontramos. Yo diría que nos acercamos a las primeras etapas. Y si nos fijamos en lo que pasó en la burbuja tecnológica de finales de la década de 1990, es posible que lleguemos a la misma conclusión: que probablemente es demasiado pronto para dejar que el riesgo de una posible burbuja no nos permita aprovechar las atractivas oportunidades que ofrece esta nueva tecnología.
Tribuna de opinión firmada por Christopher D. Buchbinder, gestor de carteras de renta variable en Capital Group.
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