Los principales índices bursátiles de los mercados desarrollados siguieron subiendo en septiembre, un mes tradicionalmente flojo. El S&P 500, el Nasdaq Composite, el Russell 2000 y el FTSE 100 registraron nuevos máximos en septiembre, mientras que el Eurostoxx 600 hizo lo propio el 1 de octubre.
El mercado ha adoptado un enfoque de vaso medio lleno y prefiere insistir en los aspectos positivos, a pesar de los crecientes riesgos. Este planteamiento no carece de razón, dado que se observa un conjunto de factores positivos que apuntalan este mercado alcista, pero sí indica que la complacencia está asentándose y podría dar lugar a una corrección.
Los indicadores técnicos muestran que el S&P 500 está en territorio de sobrecompra, la relación put-call está atacando nuevos mínimos (un indicador contrarian) y el comportamiento de la renta variable está desviándose de los indicadores de volatilidad, ya que el VIX está subiendo a pesar de que el índice está marcando máximos.
El riesgo de concentración también está aumentando, por tercer año consecutivo. Los 10 primeros valores del S&P 500 representan el 39 % de su capitalización bursátil total —récord histórico— y solo cuatro empresas (Nvidia, Microsoft, Apple y Amazon) constituyen una cuarta parte del índice. Parece haber una sensación de FOMO (miedo a quedarse fuera) cada vez mayor, ya que los inversores persiguen las rentabilidades y piden a gritos exposición a la IA.
Oracle es un ejemplo ilustrativo. Su cotización subió un asombroso 36 % en un día de septiembre, lo que sumó 250.000 millones de dólares al valor de la empresa tras anunciar que había batido espectacularmente las previsiones relativas a su cartera de pedidos. Los inversores están pasando por alto su estimación de beneficios incumplida y sus importantes planes de inversión, que provocarán un flujo de efectivo negativo durante los próximos años. En su lugar, el precio de las acciones está siendo impulsado por las promesas de crecimiento futuro relacionado con la IA, más que por las implicaciones para el retorno de la inversión.
Esta exuberancia hace que las bolsas sean susceptibles de sufrir caídas abruptas en caso de malas noticias, sobre todo a tenor de la creciente participación de los inversores minoristas, que pueden mostrar un comportamiento gregario. Aunque esta dinámica puede continuar durante algún tiempo, una corrección podría ser una bendición si mete un tijeretazo a algunas áreas sobredimensionadas para permitir un crecimiento más saludable y amplio de los mercados.
De hecho, el mercado tiene algunas bases sólidas, pero las visiones deben matizarse. Por ejemplo, la IA tiene el potencial de revolucionar la industria mundial, pero según nuestras conversaciones con las empresas, su adopción es todavía desigual y no se traduce aún en un amplio impacto en las operaciones. O las empresas estadounidenses de pequeña y mediana capitalización, que se beneficiarán de la desregulación pero están muy apalancadas y muchas necesitarán refinanciarse el año que viene tras aprovechar los bajos tipos durante la pandemia. En cambio, las pequeñas y medianas empresas europeas, lideradas por un núcleo industrial que debería beneficiarse del giro fiscal hacia el crecimiento, podrían estar mejor situadas.
Mientras el mercado muestra cada vez más focos de efervescencia, los inversores disciplinados y atentos a las valoraciones deberían estar bien posicionados para capear cualquier volatilidad. Sin embargo, los inversores deben permanecer en el mercado, ya que la duración de un posible desplome es inherentemente impredecible.
Firmado por Ilga Haubelt, Responsable de renta variable para Europa en Fidelity International.
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