Faltan cuatro días para la entrada en vigor de los aranceles impuestos por EE.UU. a aquellos países con los que no hayan llegado a un acuerdo. Los dos últimos en lograrlo han sido la Unión Europea, que ha cerrado un trato comercial provisional para que la mayoría de sus exportaciones al mercado estadounidense estén sujetas a un arancel del 15%, y Japón, que ha acordado un arancel del 15% para todos sus productos. Ahora bien, a partir del 1 de agosto, los productos importados de Canadá, Brasil, Corea del Sur, Camboya o Bangladesh se enfrentarán a impuestos de entre el 25% y el 50%.
De cara a los próximos días, los expertos esperan que haya nuevos anuncios. En especial, está pendiente ver qué ocurre finalmente con el acuerdo preliminar alcanzado con China, así como con las conversaciones con India, que han avanzado, pero no hay un pacto definitivo. Además, México, Brasil, Canadá y Corea del Sur aún no han alcanzado acuerdos completos y pueden estar sujetos a aranceles adicionales si no concluyen negociaciones pronto.
Sobre los dos últimos acuerdos alcanzados con la UE y Japón, Philippe Waechter, economista jefe en Ostrum AM, considera que ambos “libraban” la misma batalla. “El arancel es el mismo (15%), la excepción sobre el acero y el aluminio es idéntica al 50%, el mercado se abre más a las empresas americanas y Europa se compromete a invertir 600.000 millones de dólares. Japón se quedó en 550 millones. De momento no tenemos la clave del reparto de los beneficios de estas inversiones (en el caso de Japón es del 90% para EE.UU.). Los europeos también comprarán 750.000 millones de energía en los próximos tres años, alejando a Europa de sus objetivos climáticos, y gastarán abundantemente en equipamiento militar estadounidense”, resume Waechter.
Para el economista jefe en Ostrum AM, los acuerdos de la UE y Japón refuerzan la idea de que “para seguir dependiendo del mercado estadounidense, europeos y japoneses están dispuestos a pagar un impuesto exorbitante que no se basa en otra cosa que en el riesgo de aislarse del mercado estadounidense”. Waechter considera que la realidad de estos aranceles responde a que el ciclo mundial hacía tiempo que había pasado a depender del consumidor estadounidense, de tal manera que el impulso macro dependía de ellos. “Una vez consolidada esta situación, el aumento de los derechos de aduana atrapa al resto del mundo, que debe pagar para mantener su dinámica cíclica”, matiza.
En opinión de Jared Franz, economista de Capital Group, es necesario comprender que no todas las barreras comerciales son iguales y que, en este caso, Trump está usándolos con diferentes fines. El más claro es el objetivo de negociar. “El presidente de EE.UU. ha dejado claro que algunos de los aranceles están destinados a presionar a otros países para que ayuden a Estados Unidos a cumplir sus objetivos políticos, como la lucha contra la inmigración ilegal y la reducción del flujo transfronterizo de drogas ilegales. Estas medidas podrían tener carácter temporal”, señala. En cambio, el caso de Europa y Japón, así como el de México, considera que se trata más de un objetivo de reequilibrio. “Los aranceles recíprocos pretenden restaurar el equilibrio con otros socios comerciales y su principal objetivo es reducir el déficit comercial estadounidense”, sostiene Franz.
Según su conclusión, «estas motivaciones tendrán una gran influencia en el escenario final de aranceles. Lo más probable es que los aranceles que se utilicen con fines de negociación no se prolonguen demasiado en el tiempo, mientras que aquellos que forman parte de un proceso más amplio de desvinculación podrían ser más definitivos”
Un acuerdo más, menos incertidumbre
De los términos del acuerdo comercial entre EE.UU. y la UE sabemos que incluye un arancel base del 15% a casi todas las importaciones de la UE, incluidos sectores clave como el automotriz (actualmente gravado al 27,5%), mientras que los aranceles sobre el acero y el aluminio europeos se mantendrán en el 50% por el momento, aunque se espera que se transformen en un sistema de cuotas. Además, el acuerdo también contempla compromisos de gasto significativos: la UE se ha comprometido a compras por valor de 750.000 millones de dólares en petróleo, gas, combustible nuclear y equipos militares y de chips durante el segundo mandato de Trump, mientras que las empresas europeas podrían invertir 600.000 millones de dólares en EE.UU. durante el mismo periodo.
En este sentido, por ahora, los mercados europeos de renta variable parecen haber digerido el acuerdo comercial entre EE.UU. y la UE con optimismo, ya que tener un acuerdo supone reducir la incertidumbre. “Hay avances en las negociaciones comerciales, pero persisten los riesgos. Los inversores estarán atentos a la publicación de datos económicos que puedan ofrecer pistas sobre el impacto de los aranceles en la actividad y las posibles decisiones de política. Con las conversaciones sobre aranceles aún en curso y las trayectorias de la política monetaria global en un momento de cambio, las próximas semanas podrían ser cruciales para moldear las expectativas de los inversores para el resto de 2025”, sostienen desde Muzinich&Co.
“Desde el punto de vista europeo, otro factor atenuante es el hecho de que, con el acuerdo, los productos de la UE estarán en igualdad de condiciones con algunos de sus competidores de niveles de desarrollo similares (por ejemplo, Japón) y acabarán recibiendo un trato mejor que muchos mercados emergentes que han alcanzado acuerdos con EE. UU. en las últimas semanas. Sin embargo, si el optimismo del mercado se extiende a la moneda europea, esto añadiría nuevos vientos en contra para la zona euro (más sobre esto más adelante)”, añade Gilles Moëc, economista jefe de AXA IM.
En opinión de Apolline Menut, economista de Carmignac, el acuerdo evita el peor de los escenarios, con aranceles estadounidenses del 30% amenazados por Trump, una escalada caótica de represalias y una guerra comercial en toda regla. «Europa no tiene la influencia económica y tecnológica estratégica de la que presume China sobre algunos eslabones clave de las cadenas de suministro industrial. Es cierto que los fabricantes estadounidenses dependen más de los proveedores europeos de bienes intermedios que a la inversa, pero en una escalada de represalias, Trump podría haber ampliado la lucha para incluir restricciones al suministro de materias primas energéticas y servicios digitales a la economía europea, donde la UE es totalmente dependiente de EE.UU.», señala.
Qué pierde la UE
Sin embargo, Waechter considera que es “un día triste” para Europa. “Europa tiene tanto miedo de aislarse de Estados Unidos que las negociaciones solo se refieren a las mercancías y no al conjunto de bienes y servicios cuyo comercio está equilibrado. Por tanto, Europa no se dará a sí misma la capacidad de una forma de independencia tecnológica, ya que el desequilibrio en los servicios está ligado en gran medida a la tecnología. Esto significa que la esperanza de Draghi de invertir masivamente para estabilizar el retraso tecnológico con respecto a los estadounidenses es ahora sólo una idea, un sueño que ha pasado. La capacidad de generar una fuerte dinámica de ingresos ha sido una quimera. La dinámica de los ingresos se convertirá en una auténtica lucha de poder en Europa, ya que el pastel no va a crecer significativamente. Tendrá que repartirse entre los activos y los inactivos, y también entre los activos. La dinámica social será interesante pero muy peligrosa”, argumenta el economista jefe en Ostrum AM.
Los analistas de Ebury creen que, a pesar del impacto negativo en la economía europea, se han evitado males mayores. “Aunque aún quedan por ultimar muchos detalles del acuerdo y es probable que los aranceles sigan teniendo un impacto negativo no desdeñable sobre el crecimiento, los inversores se estarán alegrando de que se haya evitado el peor de los escenarios”, señalan.
Para Felipe Villarroel, gestor de TwentyFour (Vontobel), este es un acuerdo similar al logrado por Reino Unido. “Este es un resultado subóptimo para Estados Unidos, la Unión Europea y la economía global, pero al mismo tiempo es uno que la economía podría ser capaz de soportar sin consecuencias catastróficas a nivel macroeconómico. Los expertos ya han adaptado sus proyecciones incorporando una tasa arancelaria en el rango del 10%-15%. Además, los mercados han tenido algunos meses para asimilar lo que este tipo de resultado significaría para las empresas y las proyecciones de crecimiento; la conclusión parece ser que ciertos sectores, como el automotriz, sufrirán un gran golpe, mientras que el resto se verá afectado de forma indirecta a través de tasas de crecimiento subóptimas, pero podrán seguir adelante”, sostiene Villarroel.
Renta variable europea
Desde un punto de vista positivo, destaca que con este acuerdo, los europeos lograron proteger algunos sectores clave de los aranceles sectoriales más costosos (que oscilan entre el 25% y el 50% o más): «El acuerdo reduce los aranceles sobre los automóviles (del 25% de la «Sección 232» al 15%) y cubre tanto los semiconductores (amenazados con un impuesto del 25% por una investigación en curso del BIS) como los productos farmacéuticos (para los que Trump había evocado tipos de hasta el 200%). Reduce considerablemente la incertidumbre en materia de política comercial para las cadenas de suministro europeas, aunque el diablo está en los detalles, especialmente en torno a las ambiguas disposiciones arancelarias cero por cero».
Por úlitmo, Johanna Kyrklund, directora de Inversiones del Grupo Schroders, sigue poniendo el foco en que Europa seguirá viéndose beneficiada de la búsqueda diversificación en las carteras de renta variable. Hemos visto una gran demanda de activos europeos, tanto de acciones como de bonos. Las acciones europeas han funcionado este año y aún vemos atractivo en ellas. Así que, creo que Europa ha sido el principal beneficiario de la búsqueda de diversificación de los inversores globales.También ha habido un interés particular por los bonos europeos, lo que demuestra que los inversores no están jugando con su exposición a los bonos, sino que están diversificando. Y, entre tanto, el euro se ha fortalecido frente al dólar. De hecho, creemos que todavía hay potencial en el euro y somos bastante positivos con los mercados europeos”, argumenta Kyrklund.