Hay tres factores que ponen en peligro la estabilidad financiera en la zona euro: la alta valoración de los mercados de valores, el peligro de que la desaceleración económica afecte a la solvencia de las empresas y los riesgos derivados de la política fiscal. Así lo señaló Luis de Guindos, vicepresidente del Banco Central Europeo, en el marco del XLII Seminario de la APIE, Cuarenta años de España en la UE: evolución de la economía española, en el que participó ayer en Santander. “Sorprende la escasa volatilidad de los mercados ante situaciones geopolíticas complejas, descuentan un escenario benigno, con valoraciones altas y primas de riesgo comprimidas en renta variable y deuda privada, de forma que cualquier accidente o evento que pudiera desacreditar un escenario benigno podría provocar una reacción relativamente rápida”, advirtió.
En segundo lugar, mostró su preocupación por la desaceleración económica, que podría empezar a afectar a la solvencia de las empresas, sobre todo aquellas castigadas por el covid y endeudadas: “Somos más positivos con las familias, que cuentan con más ahorro y gracias a la fortaleza del mercado laboral en Europa”.
Y en tercer lugar, advirtió del riesgo de política fiscal: “El espacio disponible presupuestario en Europa es reducido y sin embargo habrá un incremento importante del gasto en defensa que no será fácil de encajar. Además los mercados no están prestando atención a la política fiscal, pero no solo en Europa sino también en EE.UU., donde se está aprobando una ley tributaria que aumentará el gasto pese al déficit público del 6%-7% y la ratio deuda pública/PIB por encima del 100%, de forma que la ley puede deteriorar la posición fiscal, con consecuencias. Si hay una subida de tipos a medio y largo plazo –el bono americano a 10 años ya cotiza en el 4,5%, y el de 30 años está ligeramente por debajo del 5%-, esa subida, con un escenario de valoraciones altas, dibuja un escenario preocupante que podría afectar a los mercados, que podrían sufrir correcciones”.
Sobre el gasto en defensa, afirmó que “es una prioridad absoluta en Europa, puesto que el paraguas protector tras la II Guerra Mundial ya no será lo que ha sido, y el continente necesita incrementar su independencia y autonomía”. Pero, como se dejará de computar gracias a la cláusula de escape, advirtió que habrá que financiarlo, reduciendo otras partidas presupuestarias, subiendo impuestos o emitiendo deuda, o con una mezcla de las tres medidas: “Si queremos evitar una subida de tipos de interés de los mercados, este gasto en defensa debe estar compensado con una moderación de gastos o más impuestos; hay que poner planes de estabilidad presupuestaria a medio plazo que convenzan a los inversores. Pero hay un riesgo ahí. Por el momento los mercados están muy tranquilos en relación con los niveles de deuda pública pero esto puede cambiar en el futuro próximo y hay que hacer un esfuerzo para cuadrar este círculo de mayor necesidad de gasto en defensa entre los países con mayor posibilidad de gasto fiscal y aquellos que tienen menos, y mantener la estabilidad presupuestaria”.
Las stablecoins, parte de la integración europea
De Guindos advirtió también sobre la importancia de vigilar la evolución de las stablecoins: “Contamos con MiCA en Europa, mientras EE.UU. apoya una nueva regulación sobre medios de pago con implicaciones sobre la estabilidad financiera importantísimas. Hay un proceso de innovación muy intenso que nos lleva a necesidad del euro digital. No creo que Europa se esté quedando atrás pero sí que la fragmentación de los mercados es un obstáculo para una provisión adecuada de los servicios financieros”, dijo.
Sobre el euro digital, explicó que se trata de la “evolución digital de los billetes bancarios”, una posibilidad de pago que no pretende sustituir al efectivo sino complementarlo, pero que, como podría tener implicaciones en la estabilidad financiera, requiere establecer límites. “El euro digital es dinero público digital. En Europa no tenemos un medio de pago transnacional, el bizum está bien pero para uso doméstico y el euro digital permitiría ser una especie de bizum para los consumidores en la zona euro”, defendió, recordando que el debate está en el legislador europeo (Parlamento, Consejo y Comisión).
De Guindos resumió que “Europa está en una encrucijada: necesitamos mayor independencia pero también hay oportunidades y todo pasa por actuaciones en el ámbito de la defensa, que exigirán un esfuerzo presupuestario, pero también en temas como los medios de pago o el papel del euro en el contexto internacional. Es un momento de dificultades pero va a depender de nosotros mismos y habrá que realizar reformas pendientes en torno a la integración económica, relacionadas con el mercado interior, el bancario y el mercado de capitales. Si hacemos eso, el papel del euro se verá reforzado en el contexto internacional”.
Proyecciones económicas con riesgo bajista
El vicepresidente recordó que sus proyecciones, en las que contemplan varios escenarios (uno central, suave, y otro más severo), están sujetas a las capas de incertidumbre de los últimos acontecimientos en Oriente Medio, contando también con que el próximo 9 de julio acaba la pausa arancelaria con EE.UU. “Nuestro escenario central contempla que los aranceles se quedan en el 10% y no hay acción de respuesta por parte de Europa hacia EE.UU., con un crecimiento del 0,9%, pero en el adverso barajamos aranceles superiores y reacción por parte de Europa”, contaba. Un escenario con riesgos a la baja en el crecimiento, pues aunque el primer trimestre ha arrojado un crecimiento del 0,6%, los datos cuentan con distorsiones, como la aportación de Irlanda, que siempre genera volatilidad, y un adelanto de las exportaciones de la zona euro hacia EE.UU. por la polémica proteccionista.“Para el segundo y tercer trimestre esperamos un crecimiento muy limitado, próximo a cero, y con riesgos a la baja, ante el impacto negativo por los aranceles”, dijo.
También destacó la buena evolución de la inflación, por debajo del objetivo, con la subyacente también cerca del 2% y la de servicios en desaceleración, igual que la evolución salarial. Pero reconoció riesgos como el impacto arancelario, que puede ser mayor al previsto, o derivados del mayor proteccionismo en el mundo: “Esperamos que el impacto de los aranceles sobre la oferta (al alza) se compense con la depresión de la demanda”, y además hay otros dos factores que apoyan la evolución a la baja: la evolución del tipo de cambio del euro, que se ha apreciado, y los precios de la energía, por debajo de antes de la escalada del conflicto Israel-EE.UU.-Irán. “Pero hay un tercer elemento que puede pesar negativamente a largo plazo, que es la fragmentación de la economía mundial y el proteccionismo. Puede llevar a ruptura de las cadenas de valor en el mundo que tenga un impacto negativo en los costes de las empresas y afectar negativamente a la inflación, al reducirse el proceso de globalización”, explicó.
Otro riesgo es que esos dos factores antes mencionados que han contribuido a su control a corto plazo –el tipo de cambio y el precio de la energía- se den la vuelta. Al otro lado, el aumento de las exportaciones de China a Europa podría tener el efecto contrario.
“Nuestras proyecciones para el primer trimestre de 2026 son ver la inflación en el 1,4%, pero eso era antes de los acontecimientos recientes y, si el precio del petróleo sube, habrá que tenerlo en consideración pero siempre en un entorno en el que el proceso desinflacionista subyacente está claro. No obstante, todo puede cambiar y hay que estar atentos pero con lo que vemos hoy no creo que el proceso de desinflación haya descarrilado en absoluto”.
Por todas estas incertidumbres, el planteamiento del BCE es el de una comunicación muy prudente, reunión a reunión, con decisiones dependientes de los datos: “El forward guidance no tiene sentido con un nivel de incertidumbre así. Estamos satisfechos con la evolución de inflación, se va cumplir el mandato en estabilidad de precios pero, teniendo en cuenta que el nivel de incertidumbre es brutal y cambia día a día, nos obliga a la prudencia”. Recordó que el BCE ha bajado tipos ocho veces, en 25 puntos básicos cada una, ante la evolución de la inflación y quieren mantener «toda la opcionalidad posible por la situación de incertidumbre».