En la presentación de sus perspectivas para 2026, todas las gestoras internacionales han dedicado un gran espacio a hablar de la inteligencia artificial tanto por la oportunidad de inversión que supone como por ser considerada el motor de las economías y el crecimiento global.
“La IA es una ola a largo plazo, no solo un tema. Una ola tecnológica -la IA es la cuarta ola después de los mainframes, los ordenadores personales conectados a Internet y la nube móvil- se define por el hecho de que afecta a todos los aspectos de la economía. Requiere inversión en todas las capas de la pila tecnológica, desde el silicio –semiconductores– hasta las plataformas, los dispositivos y los modelos, y todas las empresas se convierten de alguna manera en usuarias de la IA. Estas olas tardan varios años en evolucionar y, en el caso de la IA, el ritmo de desarrollo de la capacidad se ve limitado por la desglobalización, los permisos, la disponibilidad de energía, las restricciones de construcción y la disponibilidad dentro de la cadena de suministro informático”, destacan Alison Porter, Graeme Clark y Richard Clode, gestores de cartera de Janus Henderson.

Según explican los gestores de Janus Henderson, existe un problema circular, ya que el factor limitante de la demanda de potencia informática ha sido la capacidad disponible para entrenar y desarrollar nuevos modelos. “A medida que pasamos de la IA generativa a la IA agencial, se necesita más capacidad de razonamiento y memoria para proporcionar un mayor contexto. Esto requiere una potencia informática significativamente mayor para aumentar la generación de tokens (unidades de datos procesadas por los modelos de IA). Vemos que áreas como la IA física se están desarrollando rápidamente con la ampliación de las pruebas de conducción autónoma y robótica en todo el mundo. En resumen, de cara a 2026 y 2027, creemos que la demanda de potencia de cálculo seguirá superando a la oferta”, defienden.
¿Estamos en una burbuja de la IA?
Frente a este escenario tan positivo, los inversores siguen atentos al debate sobre si estamos o no ante una burbuja en la IA. Según Karen Watkin, gestor de multiactivos de AllianceBernstein, la característica fundamental de este mercado alcista es su reducido liderazgo. “Las compañías tecnológicas impulsadas por la IA han generado ganancias extraordinarias, creando un mercado con forma de K: unos pocos grandes ganadores mientras muchos se quedan atrás. Esta concentración impulsa las rentabilidades de los índices, pero introduce fragilidad. La economía estadounidense está expuesta de forma asimétrica: los hogares con mayor riqueza poseen la mayor parte de la renta variable y sostienen el consumo, por lo que una corrección de la IA podría afectar el gasto y, potencialmente, llevar a la economía a una recesión”, explican.
Watkin considera que, por ahora, los fundamentales aportan tranquilidad: el crecimiento de los beneficios, y no solo la expansión de múltiplos ha impulsado los retornos. Según su análisis, el capex de los hiperescalares —aunque extraordinariamente elevado— se financia en gran medida con fuertes flujos de caja más que con deuda, pero vigilamos señales de mayor apalancamiento y de emisiones de deuda. “También observamos riesgos más estructurales: patrones de financiación circular, como inversiones cruzadas repetidas y operaciones corporativas sucesivas, que pueden generar fragilidades. Y aunque las tendencias de adopción son prometedoras, los desequilibrios entre oferta y demanda, los cuellos de botella energéticos y el riesgo de obsolescencia podrían desafiar la economía ligada a la IA”, afirma.

El experto de AllianceBernstein añade que las valoraciones elevadas no garantizan malos retornos a corto plazo, pero sí elevan el riesgo de caídas: “Creemos que el reducido liderazgo justifica una mayor diversificación; clases de activos como la renta variable de baja volatilidad (low volatility equities) pueden ofrecer una exposición defensiva y valoraciones atractivas, con un posible viento de cola si caen los rendimientos».

¿Cuáles son las implicaciones de una corrección?
Hasta ahora, la inversión en inteligencia artificial se ha financiado principalmente mediante flujos de caja corporativos y capital riesgo. Sin embargo, a medida que los hyperscalers buscan mantener un crecimiento exponencial en el tamaño de los modelos, la construcción de centros de datos y el suministro de chips, la financiación mediante deuda ha comenzado a ganar protagonismo nuevamente.
Con los principales índices de renta variable estadounidenses cada vez más concentrados en líderes de IA, en opinión de los experto de Quality Growth (boutique de Vontobel), una corrección significativa podría propagarse por la economía no a través de despidos o proyectos fallidos de IA, sino por el efecto negativo de riqueza derivado de la caída de los precios de los activos.
“Esta dinámica sería similar a la que siguió a la burbuja puntocom en el año 2000, cuando el descenso en el valor de la renta variable afectó de manera desproporcionada a los hogares de mayores ingresos y, en consecuencia, al gasto total de los consumidores”, explican.
Según su visión, existe ya un segundo canal de transmisión consolidado: el gasto de capital en IA como motor principal del PIB estadounidense. “Para finales de 2025, se estima que el gasto de capital (capex) relacionado con tecnología representará más de la mitad del crecimiento trimestral del producto interior bruto (PIB). Esto implica que la misma fuerza que ha impulsado los mercados al alza podría convertirse en un lastre si las expectativas de inversión se ajustan. De este modo, la IA se ha transformado tanto en un viento de cola como en una posible vulnerabilidad para las perspectivas macroeconómicas de 2026”, concluyen desde Quality Growth.




