Pixabay CC0 Public DomainImagen de Ralf Gervink. BMO
Las ciudades representan menos del 2% de la superficie de la Tierra y, sin embargo, personifican el progreso humano y han sido un enorme motor de crecimiento, generando un 85% del PIB mundial. Pero la creciente densidad de población y el gran consumo de energía de las infraestructuras han dejado claro que, para abordar algunos de los problemas más acuciantes del planeta, como el cambio climático, las ciudades tienen que ser parte integrante del debate. Esto incluye la necesidad de abordar la movilidad y el transporte, así como la vivienda, pero también el aumento de los niveles de emisiones.
El mundo está cada vez más urbanizado. Las Naciones Unidas estiman que el 68% de las personas vivirán en ciudades en 2050, frente al 55% de 2018 y el 3% del año 1800. Este cambio urbano ha dado lugar a las megaciudades, urbes con una población de 10 millones o más, como Tokio, Nueva Delhi y Shanghái. En 2020 había en el mundo más de 30 megaciudades, una cifra que irá en aumento.
Necesidad universal de movilidad. Y una población mundial más numerosa y con mayor poder adquisitivo exigirá aún más movilidad. La ONU calcula que el parque automovilístico global podría triplicarse de aquí a 2050. Entonces, ¿cómo garantizar que este grado de movilidad sea sostenible?
Muchos desplazamientos se realizan de forma perjudicial para la salud humana y medioambiental:
– El 95% de la energía utilizada en el transporte mundial sigue procediendo de los combustibles fósiles, que emiten CO2 a la atmósfera y contribuyen al calentamiento global.
– Las emisiones resultantes, sobre todo en las zonas densamente pobladas, son en parte responsables de los 5 millones de muertes anuales que se producen en el mundo por la contaminación atmosférica.
Los vehículos eléctricos como punto de inflexión. El transporte es responsable del 24% de las emisiones directas de CO2 procedentes de la combustión de carburantes. Los vehículos eléctricos evitan este problema, y parece que estamos en el umbral de la adopción masiva, ya que el COVID-19 podría habernos dado un pequeño empujón. Mientras que las ventas de coches nuevos en todo el mundo cayeron un 30% en 2020, las de vehículos eléctricos se dispararon: en Europa, el volumen de este tipo de coches aumentó un 45% de un año a otro.
La regulación está generando el cambio. Los gobiernos compiten ahora por introducir planes de eliminación progresiva de los vehículos de combustible fósil cada vez más ambiciosos. Entre los países que han propuesto prohibir los vehículos con motores de combustión interna se encuentran China, Japón, Reino Unido y la mayoría de los países europeos, incluida Alemania. Se rumorea que Japón, bastión de la industria automovilística mundial, se pondría 2035 como meta para la eliminación de los vehículos nuevos con motor de combustión interna.
Vivienda verde. Las ciudades albergan algunas de las hazañas arquitectónicas más impresionantes, responsables del 39% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, más que todo el sector del transporte. Para cumplir con el objetivo del Acuerdo de París de limitar el calentamiento global muy por debajo de los dos grados centígrados, todos los edificios deben tener cero emisiones netas para 2050. Pero menos del 1% cumple esta condición hoy en día. Esto crea una enorme pista de despegue para empresas como Schneider Electric, líder mundial en transición energética y automatización de edificios. Los productos de Schneider están integrados en los proyectos desde el diseño hasta la ejecución y el mantenimiento, lo que los hace indispensables para obtener resultados energéticos positivos en los edificios y, por tanto, ampliar la ventaja competitiva del negocio.
Creemos que la empresa neerlandesaAlfen desempeñará un papel clave en el desbloqueo de la oportunidad de los vehículos eléctricos, ya que es uno de los principales fabricantes europeos de puntos de recarga para estos vehículos. Cuentan con una envidiable ventaja para ser los primeros en llegar a países clave y un gran conocimiento de su negocio de redes inteligentes, lo que los hace estar especialmente bien posicionados para facilitar la transición al eliminar el último obstáculo para la adopción: la ansiedad por la autonomía. Y sólo estamos al principio del camino: para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París, los vehículos eléctricos deben representar el 50% del mercado en 2030.
Movilidad colectiva. Los turismos eléctricos no serán la única solución para conseguir ciudades más sostenibles. El transporte público tiene un gran papel que desempeñar, sobre todo porque cada autobús retira hasta 75 coches de la carretera. National Express, operador de servicios de transporte público asequibles en ciudades de toda Europa y Estados Unidos, ya se ha comprometido a no comprar más autobuses diésel en el Reino Unido, y ha establecido un plan a largo plazo para la sustitución de su flota de autobuses y autocares a una de cero emisiones.
¿Cuál es la ciudad más sostenible del mundo?
No hay una respuesta única para este codiciado puesto, pero estas urbes podrían dar a las demás una o dos lecciones sobre sostenibilidad: Estocolmo, Copenhague y Oslo van por delante. Ámsterdam representa un ejemplo de sostenibilidad, con más bicicletas que residentes, y a la cabeza también en vehículos eléctricos, con un mapa que muestra 952 puntos de recarga en la ciudad.
Tribuna de Sacha El Khoury, directora y gestora de cartera en BMO Global Asset Management
Hablemos de riesgo
El valor de las inversiones y los ingresos derivados de ellas pueden subir y bajar de igual manera, por lo que podría darse el caso de que los inversores no recuperasen la cantidad original invertida.
Los puntos de vista y las opiniones reflejadas en esta columna pertenecen a BMO Global Asset Managment y, como tales, no deben entenderse de manera expresa como recomendaciones o solicitudes de compra o venta de empresas que puedan ser mencionadas.
La información, opiniones, estimaciones y previsiones descritas en esta columna proceden de fuentes consideradas fiables, pudiendo cambiar en cualquier momento.
Sin dudas la clave para el primer semestre del 2021 estuvo centrada en lo ocurrido en diciembre 2020 y conocido un mes después. La inflación mensual fue de 4% para el último mes del año, lo que dejaba un piso muy alto para el 2021. Enero y febrero confirmaron lo anticipado. Los datos de alta frecuencia para marzo muestran un IPC cercano al 4,2% mensual.
Hoy toda la macro en Argentina gira en torno a controlar una tasa de Inflación desbocada. Las causas quedan atrás (COVID + Financiamiento monetario). Cómo atacarla es el problema.
Por ahora el remedio es el habitual. Ancla cambiaria. De hecho, el TC Oficial se depreció en los últimos 30 días a razón de 2,5% mensual vs el 4% en los tres meses anteriores. Y se espera una depreciación aún menor. Aprox 2% mensual, según palabras del ministro Guzmán.
Esta ancla cambiaria tiene una forma algo diferente a la histórica vía intervención directa en el mercado de cambios, donde la entidad compra/vende reservas, de manera de “administrar” el Tipo de Cambio Nominal. Recordemos que las intervenciones por parte de la autoridad monetaria en el mercado a término sí se mantienen, de manera de operar, mediante futuros de dólar, las expectativas en el mercado spot.
Sin embargo, el BCRA ha reducido notablemente la venta de contratos de USD desde inicios del 2021 y las tasas implícitas vienen bajando para todos los plazos. Rondan el 34% TNA para los plazos más cortos. En buen romance, las expectativas de fuerte devaluación del FX oficial está completamente aplacada por ahora. Sólo queda “adivinar” el crawling peg mensual.
Decíamos que el ancla cambiaria es algo diferente hoy. A las ya conocidas reestricciones de acceso a la divisa, como el Cepo a las importaciones (abriendo con cuenta-gotas) y límites estrictos para que las empresas privadas amorticen pagos de deuda en USD, se le agrega una suerte de intervención vía mercado de bonos desde el BCRA/ANSES, inaugurado luego del canje de septiembre 2020. El objetivo es claro, operar/pisar los Tipos de Cambio de Referencia en Argentina. MEP y CCL.
¿Cómo se realiza este mecanismo de intervención?
Vendiendo bonos AL30/AL35 vía mercado de capitales, para esterilizar (retirar) PESOS excedentes, y posterior recompra de esos bonos en su versión D (dólares), con Reservas Internacionales (RRII). En el neto, el stock de bonos no varía, pero sí caen las RRII. Por eso es que todas las compras que ha hecho el BCRA en las últimas 40 ruedas no terminan engrosando RRII. En consecuencia, no son usadas para liberar pagos de importaciones, sino para intervenir en los FXs alternativos (MEP/CCL).
Dos cosas se está logrando con dichas intervenciones: 1- mantener la cotización de los títulos de deuda para evitar que continue su derrape. De hecho cuando el BCRA hizo la prueba de retirarse, los títulos volvieron a caer de precio. 2- Pisar/arbitrar las cotizaciones MEP/CCL.
La contracara de esta maniobra es que se pierden RRII en el camino y el Retorno/Riesgo de los títulos se mantiene muy alto. En torno al 20% en USD. Ergo, es imposible que baje el Riesgo País. Sólo por tomar un ejemplo, el Bono AL30 que comenzó cotizando USD 52 y rindiendo 12% en setiembre de 2020, hoy vale USD 34,20 y rinde 21%. Una caída de 35% en el Precio en solo siete meses. Todo un “record” de reestructuración. Nuevamente, solo queda hablar de paridades y 5yrs CDS. Rápido dejamos atrás Yield to Maturity.
Para que quede claro. El BCRA no «vende” bonos, sino que «vende» FX (tipo de cambio).
Decíamos que el problema es la inflación. Claramente está desbocada. La fuerte esterilización vía el mecanismo mencionado todavía no da frutos debido al rezago monetario, por lo cuál el atraso cambiario parece ser la única herramienta disponible.
Si miramos el gráfico, consumo masivo viene a un ritmo de 46,9% i.a, y todavía falta liberar los precios regulados (combustibles y tarifas básicamente). El gran misterio es como se administrará esa política.
Por lo pronto las monedas emergentes se encuentran en franca depreciación, sobre todo el Real Brasileño, así que Argentina tiene un margen muy acotado de apreciación real de la moneda.
A este combo algo explosivo se agrega la suba en la US 10 yr yield.
¿Por qué es relevante lo que suceda con la tasa del bono a 10 años de Estados Unidos, conocida como US 10 yr yield?
Como sabemos los Bancos Centrales del G10 y en particular la Reserva Federal de Estados Unidos están realizando fuertes emisiones monetarias, como una forma de asistir a una economía global que se había detenido a cero en 2020, como consecuencia de la Pandemia de #COVID-19.
El impacto en la economía real de las emisiones cuantitativas es discutible y se verá en el tiempo. Sin embargo, lo inmediato, fue la fuerte valorización (reflación) de precios de los activos financieros. Incluso las empresas más sólidas del mundo, tecnológicas, no valen lo que el precio de sus acciones refleja, sino mucho menos. Por ej. Tesla no genera rentabilidad.
Esta inflación en el precio de los activos está claramente mostrando una exageración en las valuaciones. Lo que sucede con el Bitcoin es demencial.
La primera gran pregunta es si ésta «burbuja» se puede pinchar de inmediato, o por el contrario, hacerlo en etapas. Esas etapas pueden durar años. Y sería lo mejor versus un ajuste inmediato.
Estamos lejos de dar una respuesta satisfactoria. Pero mientras la Reserva Federal siga con esta política, la «burbuja» permanecerá y no habrá grandes preocupaciones financieras globales.
Ahora bien, la Reserva Federal estableció en su «wording», que está dispuesta a soportar mayor inflación esperada a costa de menor desempleo. La segunda gran pregunta es, por lo tanto, que tasa de inflación es soportable.
La tasa a 10 años del bono americano subió 76 puntos básicos desde julio 2020. Esa suba tiene dentro un 40% que responde a la tasa de inflación esperada. Y muestra que los bonos no son demandados por inversores porque se sienten cómodos tomando riesgos.
¿Pero qué sucedería si fuera la misma Reserva Federal la que sale a recomprar deuda?
Pues que los mercados podrían comenzar a percibir mayor riesgo del que pueden tomar y actuar en consecuencia vendiendo riesgo y tomando cobertura. De hecho la Reserva Federal ya ha utilizado este mecanismo no hace tanto tiempo atrás.
Las «burbujas» tienen diferentes caminos para depurar el aire (riesgo). Por ahora no vemos que pueda suceder una corrección abrupta que origine un mercado a la baja y/o una nueva crisis financiera. Pero sin dudas se están sentando bases preocupantes.
Los mercados no se llevan bien con la suba de la tasa del bono americano. Tasa para arriba es, históricamente, mercado para abajo. Cuando hablamos de mercado hablamos de acciones, commodities (oro, petróleo, soja, etc), Crypto, ETF, etc. En definitiva, todos los «asset class».
Aunque estamos hablando de los Bancos Centrales de los países más importantes del mundo, es imprescindible saber que estas políticas son todo un experimento. Pueden salir más o menos bien, o no tanto…
¿Qué impacto podría tener este movimiento de la US 10 yr yield en los mercados emergentes en general y en Argentina en particular?
El primer impacto es el vuelo a la calidad. Si los fondos globales cierran riesgos y buscan refugio, saldrán fondos de los mercados emergentes. Su consecuencia lógica es la caída en los precios del «equity» de mercados emergentes, subas de las tasas de interés locales y posibles depreciaciones de las monedas. En algunos casos verdaderos «sudden stops».
El Segundo impacto es la suba de la tasa internacional. El costo en dólares para emitir o rollear deuda sube. Tanto para el soberano como para las empresas.
El tercer impacto es que pegue de lleno a los precios de los commodities que los países producen y exportan (petróleo, soja, etc.). En este caso es donde Argentina saldría perjudicada. Esto claramente resiente la generación de divisas genuinas con el consiguiente impacto negativo en las Reservas Internacionales.
Por otro lado, aunque hoy Argentina esté fuera de los mercados financieros de deuda, un contexto de este tipo sin dudas eleva aún más el riesgo país y empeora las condiciones en general.
Las cosas se complican. La caída de los bonos empieza a preocupar a los inversores. Ya no resulta tan fácil dejar los títulos de renta fija de colateral y apostar por acciones de renta variable. El aumento de los intereses a largo plazo que los inversores están exigiendo comienza a erosionar el valor de los bonos y las llamadas para un ajuste de márgenes están incrementando la volatilidad de las bolsas.
El siguiente paso será el cierre de las líneas de crédito y financiación de aquellas inversiones o proyectos más especulativos, sin previsión de generar beneficios a corto plazo. Todavía es muy pronto para afirmarlo con rotundidad, pero en Wall Street se teme una desaceleración de las salidas a bolsa y de los SPACs en los próximos meses.
Estos ágiles vehículos de inversión, pero a menudo también muy especulativos, parece que dejan atrás su mejor época. A los inversores les ha entrado últimamente algo de vértigo y empiezan a frenar sus compulsiones alcistas para evitar una ruptura traumática de una burbuja hinchada a conciencia en los últimos meses. Todo un reto, sin lugar a dudas, especialmente para índices como el Nasdaq o para algunas empresas tecnológicas, que han experimentado fuertes revalorizaciones en los últimos meses.
El avance en el proceso de vacunación, la apertura de los países y, en general, la lenta pero inexorable vuelta a la normalidad va a traer también una depuración de los últimos excesos bursátiles. En otras palabras, la burbuja está comenzando a deshincharse y ya sabemos que será mucho mejor si este fenómeno se produce poco a poco que si, por el contrario, es una explosión descontrolada que acaba contaminando a todo el mercado.
La diferencia entre esta burbuja y la que vivimos a principios de siglo con el nacimiento de internet es que en esta ocasión hay una base muy sólida de empresas en el Nasdaq que son realmente dominantes. Sólo la regulación puede hacer que estas compañías líderes reduzcan sus tentáculos y, con ello, que sus valoraciones bursátiles caigan de manera significativa. De lo que sí estoy seguro es de que las empresas que no generen beneficios o que necesiten equity o deuda para subsistir tienen en estos niveles un futuro muy incierto.
Si la llegada del virus y la pandemia nos han traído una de las mayores burbujas en los mercados de las últimas décadas, la generalización de la vacuna va a tener paradójicamente el efecto contrario. La apertura de las actividades económicas y los países va a incrementar la velocidad a la que se mueve el dinero y la inflación no tardará en aparecer. Habrá, entonces, que ver quién puede tolerar una inflación más alta y quién no. Los bancos centrales mantienen su discurso y rechazan en estos momentos cualquier subida de los tipos de interés oficiales, pero en 2022 todo puede cambiar.
Junto a una potencial revisión del precio del dinero otro punto clave a medio plazo serán las subidas de impuestos. Un alza de tasas que empezará a tomar forma en los próximos meses cuando los gobiernos de todo el mundo busquen fórmulas para pagar toda la deuda que se han visto obligados a emitir para mantener sus economías a flote a lo largo de la crisis sanitaria.
Un aumento de impuestos que muy probablemente impactará tanto en las empresas como en los particulares y que, en combinación con los avances tecnológicos desinflacionarios, puede ser de gran ayuda para evitar que los precios se desboquen al alza. Los impuestos son muy importantes a la hora de calcular el valor presente de los flujos futuros de las empresas. Los países con impuestos más bajos van a seguir creciendo porque, entre otras cosas, van a conseguir atraer población y talento.
La vacuna va a generar, en definitiva, alto crecimiento en todas las economías occidentales a partir de la segunda mitad del año, pero esta dinámica no está ni mucho menos garantizada. El riesgo de una mayor inflación acompañada de una potencial alza del precio oficial del dinero y de los impuestos hará que el manejo de la economía y los mercados se compliquen a partir del 2022. Ya no quedan balas monetarias, ni fiscales. En el futuro sólo un incremento de la productividad nos mantendrá a flote.
Tribuna de opinión de Pedro Escudero, CEO de DPM Capital
Foto cedidaRomain Boscher, director global de inversiones del área de renta variable de Fidelity International. Romain Boscher, director global de inversiones del área de renta variable de Fidelity International
A pesar de sufrir la peor recesión en décadas, las bolsas han escalado hasta nuevos máximos. Aunque podría resultar chocante, se justifica por un excepcional crecimiento previsto de los beneficios. Sin embargo, en estos momentos la política macroeconómica es sinónimo de flexibilidad en el gasto público, política monetaria ultraexpansiva y grandes cantidades de deuda, lo que está sentando las bases para los excesos.
Esperamos que el mercado siga dando muestras de fortaleza a corto plazo antes de emprender un camino más accidentado. Para los inversores, mirar al futuro es crucial: los líderes durante la pandemia no serán necesariamente los ganadores durante el siguiente periodo. La mejor forma que tienen los inversores de protegerse frente a los riesgos es detectar los beneficios con crecimientos sostenibles.
Disonancia cognitiva en los mercados
Los psicólogos definen la disonancia cognitiva como manejar ideas contradictorias al mismo tiempo. El mercado que hemos vivido durante el último año parece encajar con esta descripción. Desde los mínimos de los mercados provocados por la pandemia de COVID en marzo de 2020, las rentabilidades de los activos de riesgo han sido espectaculares. No es solo la bolsa la que se comporta de esta forma tan peculiar; la economía también lo hace: estamos viendo que crece la renta per cápita en las grandes economías, empezando por EE. UU., y que en estos mismos países los precios de la vivienda están subiendo.
Conjugar la peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial, un aumento de la riqueza y un mercado alcista de cifras mareantes en las bolsas requiere realizar ciertas acrobacias mentales. Resulta sencillo tildar a este último de exuberancia bursátil o incluso de burbuja, pero la realidad muestra que está produciéndose una potente recuperación de los beneficios. Y donde se prevé que aumenten los beneficios, el mercado va detrás.
Los beneficios van a crecer con fuerza
El gasto público y las políticas monetarias favorables han constituido no solo un colchón para los beneficios de las empresas y la riqueza de los hogares, sino también un resorte. Los consumidores, obligados a acumular riqueza ante la reducción de las opciones de gasto, muestran actualmente unas tasas de ahorro en máximos históricos y, a medida que se levanten los confinamientos, la liberación tan solo de una parte de este ahorro debería sostener una potente recuperación. A la vista de estas condiciones, podemos reconciliarnos con nuestro análisis fundamental, que señala que los beneficios están disparándose, con niveles récord en las bolsas.
De cara a este 2021, nuestros analistas (usando datos agregados con enfoque ascendente) prevén un crecimiento de al menos el 32% en el Beneficio por Acción (BPA) en todo el mundo frente a 2020 y del 14,2% frente a 2019. Asia debería ponerse a la cabeza, en su condición de primera región en caer y primera en salir de la pandemia. Incluso la renqueante Europa debería mejorar las cifras de beneficios de 2019 y únicamente dos sectores (energía e industria) de un total de 11 se prevé que generen menos beneficios que en 2019.
La resaca de la deuda
Los estados tienen chequeras profundas y cuando lanzaron los mayores programas de gasto público de la historia el impacto fue sustancial, pero este tipo de políticas únicamente funcionan a corto plazo. A medida que se disipen los efectos de los estímulos presupuestarios con el paso del tiempo, las perspectivas se enturbiarán. En el mejor de los casos podríamos tener una caída del crecimiento; en el peor, el mercado alcista podría descarrilar. La generosidad de los gobiernos ha cargado el sistema con más deuda y podríamos experimentar algún tipo de desplome (un periodo con una fuerte ralentización del crecimiento), pero sería muy limitado, ya que los bancos centrales tienen motivos de peso para mantener los tipos de interés en niveles bajos y permitir que la montaña de deuda sea asumible. La sopa de letras formada por los acrónimos anglosajones ZIRP (zero interest rate policy o política de tipos de interés cero), TINA (there is no alternative o no hay alternativas) y FOMO (fear of missing out o miedo a perdérselo) y la denominada put de la Fed han llegado para quedarse.
A largo plazo, la deuda supone un lastre para los beneficios y existe una fuerte correlación negativa entre el nivel de deuda nacional y la rentabilidad sobre recursos propios. Dado que el crecimiento a largo plazo está reduciéndose en las grandes economías ante los retos que plantean la expansión de la población activa y la mejora de la productividad, la tarea es ardua.
Este escenario no se parece tanto a la década de 1930, cuando el hundimiento fue profundo y prolongado, y sí mucho más al periodo 1870-1880, cuando la crisis se desató en un contexto de innovaciones revolucionarias, proteccionismo y freno a la inmigración. En la década de 1870 nos encontrábamos en plena segunda revolución industrial y los países reaccionaron al colapso económico con medidas proteccionistas y la migración se frenó, proceso que culminó en la Chinese Exclusion Act de 1882 en EE.UU. Actualmente, la digitalización altera los negocios tradicionales, las guerras comerciales están revertiendo la globalización y la COVID-19 ha congelado la migración.
La abundante liquidez podría provocar burbujas
Sin embargo, la diferencia con el momento actual es que la liquidez es mucho más abundante. En su reacción ante la crisis de la década de 1870, el gobierno estadounidense vetó leyes que habrían supuesto estímulos monetarios hasta que finalmente, pasados unos años, el Congreso consiguió sortear a la Casa Blanca. En el Reino Unido, mientras tanto, el Banco de Inglaterra mantenía los tipos de interés en un elevado 9%. Esta situación contrasta con 2020, cuando los bancos centrales aumentaron espectacularmente la oferta monetaria y dejaron los tipos a ras de suelo.
Con liquidez a raudales y un fuerte rebote cíclico consolidándose, subir los tipos de interés no es una opción, ya que eso podría asfixiar la economía. Por lo tanto, la balanza de los riesgos de la renta variable está orientada al alza, pero no será un viaje tranquilo. Si los bancos centrales no luchan contra el aumento de la inflación, habrá volatilidad y se podrían formar burbujas.
Nueva Zelanda parece ser la primera autoridad que empieza a contrarrestar burbujas tras el inicio de la pandemia. Recientemente añadió la estabilidad de los precios de la vivienda a la lista de objetivos de su banco central tras una subida de casi el 20% de los precios inmobiliarios en el periodo de 12 meses cerrado en enero de 2021.
Las bolsas no están libres de efervescencia tampoco. Es cierto que en otros lugares son pocas las rentas y escasa la revalorización del capital prevista, por ejemplo en los bonos, y a consecuencia de ello podemos esperar unos flujos estables en renta variable, pero fiebres como la que ha rodeado a los SPAC no son sostenibles. Muchos de estos vehículos ya cotizan por debajo de sus precios de salida a bolsa.
Posibles cisnes negros por doquier
También convendría recordar que todavía no hemos superado el COVID-19 y podríamos seguir así durante algunos años. Las vacunas están ayudando a contener su propagación, pero con menos del 2% de la población mundial vacunada completamente a finales de marzo de 2021, según la OMS, podríamos sufrir nuevos brotes. Así pues, aunque estamos mejor equipados para lidiar con los contagios que al principio de la pandemia, eso no significa que podamos recuperar la normalidad inmediatamente. La disrupción existente se quedará con nosotros durante algún tiempo.
Ante los diversos riesgos a los que se enfrentan los inversores, tendremos que seguir siendo activos y ágiles. No podemos volver a lo que funcionó antes de la pandemia o incluso durante la pandemia. Las empresas GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple, Microsoft) se situaron en cabeza durante estos periodos, pero eso no significa que sean las ganadoras durante el siguiente periodo. Estamos recuperándonos de la pandemia, la política macroeconómica está virando y los datos están cambiando. No encontraremos soluciones de inversión mirando hacia el pasado.
En un clima de inversión lleno de disonancia cognitiva, deberíamos ceñirnos a la primacía de los beneficios a la hora de dictar las rentabilidades a largo plazo. La mejor forma que tienen los inversores de protegerse frente a los riesgos es detectar los beneficios con crecimientos sostenibles.
Columna de Romain Boscher, CIO de renta variable en Fidelity International.
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Foto cedidaHamish Chamberlayne y Ama Seery, miembros del equipo del Global Sustainable Equity de Janus Henderson Investors . Hamish Chamberlayne y Ama Seery, miembros del equipo del Global Sustainable Equity de Janus Henderson Investors
Desde la invención del primer “videojuego” de la historia en la década de los cincuenta del siglo pasado, el mercado global de los videojuegos ha crecido hasta convertirse en una industria de miles de millones de dólares. En 2020, su valor de mercado casi alcanzó los 160.000 millones dólares (1).
De hecho, algunas fuentes sugieren que el sector global de los videojuegos genera más dinero que los sectores del deporte norteamericano y del cine mundial combinados (2). Y conforme la tecnología ha ido avanzando, también lo ha hecho el sector de los videojuegos. El primer videojuego de éxito comercial, el ‘Pong’ —en el que dos jugadores se enfrentaban en una pantalla que simulaba una mesa de ping-pong— está muy lejos de los gráficos y la complejidad del mercado de videojuegos de hoy en día.
Un objetivo clave de los productos de Nintendo consiste en crear diversión para todos, con un fuerte énfasis en juegos entretenidos para toda la familia y que puedan ser disfrutados por personas de cualquier género y edad.
Durante la pandemia del COVID-19, los videojuegos se han convertido en una amena distracción para quienes se han visto obligados a reducir su contacto social, gracias a la creación de mundos virtuales en los que las personas pueden interactuar. De hecho, la empresa de accesorios para juegos HyperX concluyó que más de la mitad de los jugadores de 13 a 18 años utilizan los videojuegos como una fuente primaria para mantenerse en contacto con sus amigos. A pesar de que los videojuegos puedan ser una fuente de entretenimiento, a menudo han sido cuestionados. Se han realizado numerosos estudios para evaluar las implicancias sociales negativas asociadas a los videojuegos. El impacto de la violencia y el retrato de estereotipos de género y raza que aparecen en algunos videojuegos están entre los principales motivos de cuestionamiento. Además, se han planteado preocupaciones sobre la cantidad de horas que, sobre todo, los más pequeños y los adolescentes pasan jugando con la consola.
Agendas que se alinean con el impacto ambiental y social
Buscamos invertir en negocios cuyos productos y servicios tengan un claro impacto positivo en la sociedad y el ambiente, así como por la manera en que gestionan sus actividades empresariales. Nuestra generación de ideas se basa en diez temas de inversión relacionados con el desarrollo sustentable, los cuales se alinean con los Objetivos de Desarrollo Sustentable de Naciones Unidas (ODS de la ONU).
Nintendo, la empresa japonesa de electrónica de consumo y videojuegos, es un claro ejemplo de cómo creemos que las empresas de videojuegos pueden actuar de manera correcta, contribuyendo positivamente a la sociedad. Nuestro análisis sugiere que Nintendo contribuye particularmente al tema Calidad de vida dentro de nuestra cartera (para más información sobre nuestros diez temas de desarrollo sostenible, lea nuestros Principios de inversión). Un objetivo clave en los productos de Nintendo consiste en crear diversión para todos, con un fuerte énfasis en juegos únicos y familiares que puedan ser disfrutados por jugadores de cualquier edad o género. Como resultado, Nintendo ha logrado aumentar su aceptación entre las mujeres, los niños y los jugadores más veteranos, grupos demográficos a los que no se suele prestar demasiada atención.
Subiendo de nivel respecto de la obesidad
El estilo de vida sedentario asociado a los videojuegos puede suscitar preocupación por la salud de los menores, quienes con frecuencia optan por jugar a la consola y mirar la televisión antes que por salir de casa y mantenerse activos. Considerando que hay más de 340 millones de niños y adolescentes clasificados como obesos (3), promover un estilo de vida activo desde edades tempranas es fundamental. Nintendo fue uno de los primeros en introducir los controles parentales en sus sistemas, que permitieron a los padres establecer un tiempo máximo de juego y obligaron a los niños a hacer descansos para evitar una actividad prolongada.
Los juegos de la compañía son únicos en cuanto al diseño, y se centran en el movimiento y la acción como elementos principales de la partida. El Wii Fit utiliza capacidades sensoras de movimiento a través del mando a distancia Wii para permitir a los jugadores participar en partidas virtuales de tenis, boxeo, béisbol y más. El continuo desarrollo y promoción de títulos activos de Nintendo, como Ring Fit Adventure y Pokémon GO, también anima a los usuarios a levantarse del sofá y poner en práctica nuevas maneras de interactuar. Ring Fit es un juego de rol de acción basado en el ejercicio que utiliza un aro de Pilates y una cinta ajustable a la pierna. Actualmente, Pokémon GO es uno de los juegos para móvil de mayor éxito de la historia, con el mayor número de descargas en su primer mes de lanzamiento (4). Este juego de realidad aumentada utiliza el GPS del dispositivo para geolocalizar y combatir criaturas virtuales (Pokémon) en lugares del mundo real, incentivando de ese modo a los jugadores a salir de sus casas. Además de que les encantan a los niños, los adultos también pueden disfrutar estos juegos, es decir que los beneficios del ejercicio son para todas las edades.
Próxima misión: salud mental
En los últimos años, la sensibilización sobre la salud mental ha aumentado drásticamente. La consideramos una parte integral de la salud y el bienestar general, y nos complace constatar que los juegos de Nintendo pueden contribuir positivamente a un estado mental saludable.
Una de las características fundamentales de la inversión sustentable es la transparencia, tanto en la manera de integrar el desarrollo sustentable como en la posterior comunicación de los resultados. En un revolucionario estudio de la Universidad de Oxford, las empresas de juegos Nintendo y EA permitieron a los investigadores utilizar datos reales anonimizados sobre tiempo de juego, en lugar de cifras auto declaradas y estimadas, para analizar el impacto en la salud mental de los participantes. El estudio concluyó que los participantes que jugaban a Animal Crossing: New Horizons, de Nintendo, y a Plants vs Zombies: Battle for Neighborville, de EA, declaraban sentirse más contentos que aquellos que no habían jugado (5). Esto contradice los hallazgos de otros informes sobre videojuegos en los que se argumentaba que, cuanto más tiempo pasa la gente jugando videojuegos, más desdichados se sienten. Otra posible razón para esta discrepancia podría radicar en la naturaleza social de los juegos incluidos en el estudio, en los que los jugadores podían interactuar con otros usuarios con el fin de construir un entorno positivo a su alrededor. Esto reviste especial importancia en los tiempos recientes, en los que las medidas de confinamiento inducidas por el COVID-19 han llevado a una disminución de la interacción social y a un aumento de la soledad.
La atención y los procesos emocionales están estrechamente interrelacionados en el cerebro, y en un estudio reciente, se analizó el vínculo entre los juegos memorísticos y el funcionamiento de la persona a nivel emocional. Los resultados indicaron que realizar simples ejercicios de memoria y cognitivos, como en Dr Kawashima’s Brain Training, de Nintendo, puede reducir los síntomas de depresión y ansiedad entre los adolescentes (6).
Juegos educativos
La economía global está cambiando. Aunque algunos trabajos están desapareciendo debido a la automatización, otros nuevos están emergiendo como resultado de los avances tecnológicos. En EE.UU., está previsto que el empleo relacionado con las ciencias, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés) crezca un 13 % entre 2017 y 2027 (7). La tecnología también está cambiando la forma de aprender, conectarse e interactuar entre los estudiantes cada día. Hoy en día, el aprendizaje de STEM incluye educación a través de juegos digitales. En un estudio del Centro Joan Ganz Cooney de Sesame Workshop, el 71 % de los profesores que utilizaron juegos digitales informaron que los juegos habían sido eficaces para mejorar el aprendizaje de las matemáticas de sus estudiantes (8).
En 2018, Nintendo lanzó el proyecto Labo para mejorar su contribución a las capacidades educativas. Nintendo Labo es un juego “toys-to-life” (figuras que cobran vida) que combina cartulinas con software Labo para permitir al usuario diseñar, construir y utilizar accesorios de la consola Nintendo Switch. El software ha sido desarrollado exitosamente en forma de herramienta para el aula, que, al combinar la creación práctica con la tecnología, ayuda a los niños a adquirir habilidades de comunicación, pensamiento crítico, creatividad y resolución de problemas en un marco divertido. Además, se ha aprovechado el software para promover las asignaturas STEM en los colegios.
Mejorando la vida durante el confinamiento
Durante la época del coronavirus, los productos de Nintendo han registrado una demanda superior a cualquier otra época de su historia. Con las medidas de confinamiento que restringen la interacción social física, tanto en los colegios como en los lugares de trabajo, prohíben la mayoría de los deportes de equipo e, incluso, provocan el cierre de instalaciones como los gimnasios, las ventajas de los productos de Nintendo se han visto amplificadas. La compañía vendió más de 24 millones de consolas Switch en los nueve meses antes de diciembre de 2020 y reportó un incremento de sus beneficios de hasta 3.600 millones dólares en el mismo periodo; un 91,8 % más que el año anterior (9). El deseo de mantenerse en forma, divertirse y permanecer conectados es algo que puede hacerse realidad gracias a Nintendo.
Columna de Hamish Chamberlayne y Ama Seery, miembros del equipo de renta variable sostenible global de Janus Henderson Investors.
Notas a pie de página
(1) Statista, Video game market value worldwide from 2012 to 2023 (Valor del mercado mundial de videojuegos del 2012 al 2023), 2021.
(2) Marketwatch.com, Videogames are a bigger industry than movies and North American sports combined, thanks to the pandemic (Los videojuegos se han convertido, gracias a la pandemia, en una industria mayor que las películas y los deportes norteamericanos juntos), 2 de enero de 2021.
(3) Organización Mundial de la Salud, abril de 2020.
(4) Guiness World Records, noticias, agosto de 2016.
(5) N. Johannes, M. Vuorre, A. Przybylski, Video game play is positively correlated with well-being (jugar videojuegos muestra una correlación positiva con el bienestar), noviembre de 2020
(6) L. Ackermann, Brain Training Games May Reduce Teenagers’ Vulnerability to Depression and Anxiety, Psychiatric Times (Los juegos para entrenar la mente pueden reducir la vulnerabilidad de los adolescentes a la depresión y la ansiedad), volumen 36, número 6, 5 de junio de 2019.
(7) Education Commission of The States, Economic Modeling Specialists International, 2017.
(8) L.Takeuchi & S. Vaala, Level up learning: A national survey on teaching with digital games (Subir de nivel el aprendizaje: un estudio nacional sobre la enseñanza y los juegos digitales). New York: The Joan Ganz Cooney Center at Sesame Workshop, 2014
(9) Nintendo, febrero de 2021
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Pixabay CC0 Public DomainImagen de Klaus Montag. JP Morgan
La demanda de inversiones que tengan tanto el potencial de rendir bien como de hacer el bien está creciendo, no sólo en los mercados de renta variable, sino en todos los ámbitos.
En 2020 fluyeron hacia la renta fija sostenible a nivel mundial 59.000 millones de euros, lo que representa un aumento del 39% frente a 2019. Y las mismas tendencias que están impulsando la demanda también están mejorando la oferta. A medida que los inversores, las empresas, los reguladores y los gobiernos se alinean con los objetivos del Acuerdo de París, la emisión de bonos verdes, sociales y sostenibles se está disparando, con una cifra que pasó de los 565.000 millones de dólares en 2019 a 732.000 millones de dólares en 2020.
Lo que hasta ahora era un mercado dominado por Europa se está ampliando, y al ritmo actual el dólar va camino de convertirse en la principal moneda para la financiación sostenible en 2021. Más allá del mundo desarrollado, también está creciendo la emisión de bonos sostenibles tanto corporativos como soberanos en los países emergentes.
El mercado es cada vez más variado además en cuanto a sectores, y las emisiones ya no se limitan a las industrias sometidas a un especial escrutinio acerca de la sostenibilidad de sus prácticas. Las emisiones recientes proceden de una amplia gama de segmentos, encabezados por los servicios públicos, los bancos, los REITs (inversión inmobiliaria) y la tecnología. Algunas empresas, sobre todo las de servicios públicos, han ido más allá y han declarado que es improbable que vuelvan a emitir un bono «no verde», ya que toda su financiación estará vinculada a programas sostenibles.
Las compañías están emitiendo bonos sostenibles para una amplia gama de propósitos, desde bancos que financian la construcción, renovación y/o conservación de viviendas asequibles en comunidades de bajos ingresos hasta las empresas automovilísticas que apoyan la investigación y el desarrollo de vehículos eléctricos. Los emisores gubernamentales han recaudado fondos para la transición a una economía con menos emisiones de carbono, para apoyar la resiliencia climática y para invertir en ciencia, tecnología y educación pública.
Equilibrio entre sostenibilidad y valor
Los inversores interesados en esta parte creciente del mercado de bonos deben tener en cuenta dos cuestiones clave: cómo evaluar la sostenibilidad y cómo evaluar el valor. Algunas empresas incluyen la sostenibilidad en las cláusulas restrictivas de los propios bonos.
Por ejemplo, en el sector de los servicios públicos, el proveedor italiano de gas y electricidad Enel se ha comprometido a un programa de cupones ascendentes vinculado explícitamente a metas de sostenibilidad. En una reciente emisión en libras esterlinas de un bono a siete años vinculado a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, si la empresa no alcanza su objetivo de capacidad de energía renovable instalada del 60% a finales de 2022, el cupón aumenta en 25 puntos básicos.
El sector de los servicios públicos fue uno de los primeros emisores de bonos verdes, y se han establecido normas de buenas prácticas en torno a la rendición de cuentas, en vista de que la mayoría de las empresas asumen compromisos similares en base a objetivos de transición energética. En los ámbitos en los que las iniciativas ESG se alinean menos claramente con los objetivos del sector, la evaluación de la sostenibilidad puede ser más difícil. Creemos que la próxima etapa de desarrollo de los bonos vinculados a criterios ESG vendrá acompañada de una supervisión más independiente, similar a la que ofrecen las agencias de calificación crediticia, para garantizar que las empresas asuman su responsabilidad.
Cuando se trata del valor, los inversores activos tienen que evaluar cada bono sostenible por sus propios méritos, como hacen con los bonos tradicionales. Para nosotros, eso significa examinar los fundamentales, los factores técnicos y las valoraciones cuantitativas. Muchos bonos sostenibles cumplen los requisitos fundamentales, y ya hemos hablado de los factores técnicos positivos para el sector, con una demanda creciente por parte de los inversores. Sin embargo, algunos se quedan cortos en cuanto a las valoraciones.
Es razonable esperar que un bono verde o sostenible rinda algo menos que su homólogo no verde. Pero hoy en día, con los diferenciales de los índices tan ajustados, «un poco menos» es un descuento significativo. Con menos espacio para que los diferenciales se compriman, cada punto básico de rendimiento cuenta.
Entonces, ¿cómo identificar el valor? La compañía de telecomunicaciones estadounidense Verizon y la de servicios públicos Excel Energy Inc., ambas con buenos fundamentales y compromiso con la sostenibilidad, tuvieron resultados diferentes. La primera emitió un bono verde a 10 años en el mercado de dólares en septiembre de 2020 que esperaba colocar con 110 puntos básicos, pero que cotizó en 83 bps, por debajo del bono existente de la empresa con un vencimiento similar. En cambio, el de Excel Energy Inc. salió al mercado en junio del año pasado con un bono verde con un precio de 105 puntos básicos que superó a otros bonos garantizados a 30 años de sus homólogos durante el rally de finales de 2020.
Como demuestran estos ejemplos, un compromiso claro con las prácticas empresariales sostenibles es encomiable, pero los inversores de retorno total también deben examinar las valoraciones. Los inversores deben evaluar el precio de los bonos verdes en relación con los “no verdes”, así como analizar los fundamentales y por tanto el perfil de riesgo-rendimiento.
Más allá de los bonos verdes
Por supuesto, la inversión en bonos sostenibles no tiene por qué limitarse a los bonos etiquetados como «verdes» o «sostenibles». La mayor transparencia por parte de las empresas sobre las consideraciones ESG -desde el riesgo climático hasta la diversidad- está apoyando la toma de decisiones de inversión más informadas en todos los ámbitos. Al observar a través de la lente de la sostenibilidad todo el mercado, tanto los bonos tradicionales como los verdes, los gestores de fondos pueden construir carteras sostenibles a partir de una amplia gama de tipos de deuda.
La evidencia sugiere que considerar la sostenibilidad como parte de la toma de decisión sobre las inversiones es rentable en cuanto a resultados. Más del 89% de los estudios concluyen que las estrategias ESG generan mejores rendimientos ajustados al riesgo a largo plazo. Y en la extrema volatilidad de principios de 2020, los fondos sostenibles superaron notablemente a la competencia. Dado que los fondos de renta fija sostenibles permiten a los inversores alinear los objetivos de rendir bien y hacer el bien, esperamos que siga creciendo la demanda -y la emisión para satisfacer esa demanda-.
Tribuna de Marika Dysenchuk y Liam Moore, ambos especialistas en inversiones del equipo de Renta Fija Global, Divisas y Materias Primas (GFICC) de JP Morgan Asset Management
En los últimos meses hemos escuchado que el fantasma de la inflación se cierne sobre el mundo como una terrible amenaza. Similar a las noticias que escuchábamos en 2008-2009, la impresión “desmedida” de papel moneda haría que una inflación galopante diera lugar a escenarios similares a los vistos durante la República de Weimar (en la Alemania de entreguerras) o en la Hungría post Segunda Guerra Mundial, ya que, al fin y al cabo, “la inflación siempre es un fenómeno monetario” (Friedman).
Si bien hubo “excesos” en 2008-2009 respecto a la impresión de papel moneda, la inflación nunca llegó. De hecho, de 2009-2019, la inflación en EE. UU. promedió apenas un 1.4%, por debajo de la meta de la FED. Sin embargo, esta ocasión “será diferente” según los defensores de la idea hiperinflacionaria, pues, para empezar, en esta ocasión se ha impreso una cantidad mucho mayor de dinero de lo que se imprimió en la crisis anterior. De hecho, en 2020 se imprimió alrededor del 30% de los dólares que hoy hay en circulación (Gráfica 1).
Ahora bien, si le creemos a Friedman y nos casamos con la idea de que la inflación siempre se da por un fenómeno monetario, es decir, por imprimir dinero, entonces en esta ocasión podríamos esperar mayor inflación. Pero ¿es eso realmente malo? Me gustaría tocar dos puntos en este documento: 1) ¿Qué tan mala es la inflación?; 2) ¿Cómo podría ayudar una inflación arriba del promedio, pero controlada, a los países que incurrieron en mucha deuda durante 2020?
¿QUÉ TAN MALA ES LA INFLACIÓN?
La inflación controlada, de hecho, es bastante buena. Si tuviera que hacer un símil, podríamos pensar en la inflación como el ritmo cardíaco de la economía: pulsaciones normales, o dentro del rango normal, significa que nuestro cuerpo está sano. Sin embargo, un pulso muy bajo, o muy alto, es señal de que algo anda mal y tenemos que ir a revisarnos.
Lo mismo sucede con la inflación. Una inflación controlada y dentro de los parámetros impuestos por los Bancos Centrales, es señal de que la economía camina a buen paso y está saludable, sin embargo, si empezamos a ver inflaciones por debajo del promedio (o incluso negativas), o bien, inflaciones muy altas, es que algo malo está pasando, y hay que buscar corregir el camino.
Para el caso de México, una inflación entre 2-4% es considerada normal y sana para la economía. Asimismo, para el caso de EE. UU, una inflación en 2% es considerada normal. Sin embargo, en los últimos años, la inflación en EE. UU. ha rondado el 1,4%, es decir, por debajo de lo que la FED considera normal, y esta preocupación la ha expresado Jerome Powell como algo que hay que resolver. De no resolverse, se podría caer en una trampa deflacionaria, como lo que sucedió en Japón durante la década de 1990 (y hasta la fecha).
De hecho, Powell (y varios subgobernadores de la FED) se han comprometido a dejar correr la inflación por encima de la meta de 2% para poder “resarcir” la inflación “faltante” de los últimos años. ¿Es esto malo? La respuesta es no, siempre y cuando no se salga de control.
Powell sabe que esta jugando un juego peligroso, y tendrá que ser muy activo en el manejo de la política monetaria para evitar que la inflación se salga de control y veamos episodios de inflación descontroladamente alta.
Esto nos lleva al segundo punto que me gustaría tocar.
¿CÓMO PODRÍA AYUDAR UNA INFLACIÓN ARRIBA DEL PROMEDIO, PERO CONTROLADA, A LOS PAÍSES QUE INCURRIERON EN MUCHA DEUDA DURANTE 2020?
Si bien la inflación tiene sus bondades, también tiene su lado “maligno”, y muchas veces es usada por los países con incentivos perversos.
Lo digo de una vez, pues la idea no es crear suspenso: la inflación sirve para reducir el saldo de la deuda de un país y, en muchas ocasiones, los gobiernos buscarán incrementarla para reducir la carga de un endeudamiento elevado. De hecho, dejar que la inflación crezca de manera importante es una forma “de facto” de incumplir con el pago de la deuda. Y digo “de facto” pues en ningún momento se dejará de pagar los intereses y el capital de la deuda contratada, pero al hacer que la inflación suba, al gobierno le costará menos hacerlo.
Funciona así: El gobierno contrata deuda, muchas veces más de la que puede servir (o hacerse cargo). La deuda generalmente se contrata en términos nominales, es decir, la tasa de interés no se actualiza en función de la inflación. Una vez que se vuelve insostenible, el gobierno tiene todo el incentivo para dejar subir la inflación, de esta forma, la inflación se “come” el poder adquisitivo del dinero, y los saldos de la deuda nominal se vuelven menos complicados de servir. Es decir, si el gobierno me debía $100 y con ese dinero podía comprar una canasta de bienes, después del periodo inflacionario el gobierno me va a seguir debiendo $100, pero solo podré comprar una fracción de dicha canasta. Para el gobierno será más sencillo, pues en el proceso habrá impreso dinero para hacerle frente a las presiones inflacionarias, por lo que tendrá más dinero disponible para pagar los $100 que debe. Así, el gobierno puede bajar la carga de servir una deuda insostenible.
Otra forma de verlo es a través de la razón deuda sobre PIB. Lo que actualmente buscan los países es reducir ese cociente, y la forma de hacerlo es bajando la deuda, o aumentando el PIB. El secreto aquí es que ese PIB es el PIB nominal, es decir, el PIB que realmente creció debido a la actividad económica (PIB real) más la inflación. De tal forma, y manteniendo todo lo demás constante, el PIB nominal crecerá cuando la inflación crezca. Así, una inflación galopante tenderá a reducir la razón deuda sobre PIB.
CONCLUSIÓN
Si bien estoy pintando un lado bastante perverso del actuar de los gobiernos, no todos dejarán que la inflación se descontrole, pues, de ser así, habría efectos colaterales bastante más dañinos que el problema de endeudamiento que intentarían resolver. Sin embargo, un poco de inflación, sana y controlada, ayudará a que la carga del endeudamiento (por los mecanismos que arriba mencioné) se vuelva más llevadera y, con la disciplina fiscal adecuada, ayudará a salir del agujero en el que nos metió la crisis del 2008-2009 y la del COVID-19.
Lo importante aquí es que el nombre del juego será “balance”. Un balance muy delicado y frágil, que requerirá de cierta precisión quirúrgica para mantenerse. Veremos si los dirigentes del mundo, desarrollado y emergente, están a la altura de la situación.
Columna de Franklin Templeton México escrita por Luis Gonzali, CFA. VP/Co-Director de Inversiones
Pixabay CC0 Public Domain. Corrección de la renta fija: esto ya lo hemos vivido
El comienzo de 2021 y las dinámicas que muestran los activos financieros nos recuerdan sobremanera a 2018, cuando un repunte de 150 puntos básicos en los tipos a largo plazo en la curva americana tuvo una gran repercusión en los mercados financieros.
En aquel momento, el eslabón más débil, entendiendo este por el activo más sobrevalorado y susceptible a una corrección ante la normalización del precio del dinero, era la volatilidad. Años de políticas monetarias no convencionales habían llevado a los inversores a buscar alternativas que permitieran conseguir una mejora en los retornos de sus carteras, iniciando programas de venta de volatilidad. Estos llevaron, por diferentes motivos técnicos, las métricas de volatilidad implícita y realizada a marcar mínimos históricos.
A comienzos de 2018, los efectos del repunte en tipos no tardaron en cobrar sus primeras víctimas en el conocido como Volmageddon, donde una subida de más de 20 puntos en el VIX hizo colapsar diversos ETFs ligados a este índice, e inició un desapalancamiento en fondos y estrategias gestionadas con un objetivo de volatilidad (risk parity). El resto es historia.
Febrero marcó el fin en el declive del dólar, que se revalorizó cerca de un 10% en los siguientes meses, ante una Fed empeñada en normalizar tipos. De hecho, fue el billete verde uno de los pocos ganadores del año, donde la mayor parte de activos financieros, víctimas de unas elevadas valoraciones y un aumento en las correlaciones, terminaron el año en rojo, dejando poco margen de maniobra a inversores, en uno de los peores ejercicios que se recuerdan desde la Segunda Guerra Mundial. A finales de diciembre, Powell cambió de rumbo.
Esta vez son las expectativas de inflación de los inversores, atemorizados por los mayores estímulos monetarios y fiscales de la historia moderna, las que han disparado los largos plazos y las pendientes de curva a nivel global. El haber modificado la Fed el objetivo de inflación, ha ayudado a incrementar las dudas de cómo se combatirá una posible espiral inflacionista.
Esta vez es el sector tecnológico el eslabón más débil. Años de tipos de interés ultra bajos, el auge de la gestión pasiva (agnóstica a las valoraciones) y una sociedad y economías hiper dependientes han llevado a las empresas tecnológicas a unas valoraciones infladas, hasta llegar a representar un increíble 30% de peso del S&P 500. Y eso sin tener en cuenta el gran número de tecnológicas que se encuentran en el 10% que pesa servicios de comunicación (Facebook, Zoom, Pinterest, etc).
El impacto que las subidas de tipos están teniendo en las tecnológicas no está pasando desapercibido, y tan sólo en los últimos cuatro meses, el S&P 500 equiponderado ha sacado más de 10 puntos porcentuales al de capitalización. El Nasdaq está siendo el gran perdedor.
En este entorno de subidas de tipos, el dólar ha comenzado a mostrar signos de fortaleza, revalorizándose, en lo que va de año, un 3% on a trade weighted basis, ayudado además por el excesivo sentimiento negativo que pesaba en la divisa de reserva por excelencia.
Las consecuencias que una revalorización del dólar tendría sobre la mayor parte de los activos financieros son profundas, pudiéndose deshacer parte de las ganancias consolidadas desde finales de marzo. Estas correcciones además podrían verse magnificadas por la falta de liquidez y las elevadas valoraciones que encontramos en la mayor parte de activos financieros, instigadas por los excesos regulatorios y el uso de política monetaria no convencional.
Una muestra de todo esto la hemos vuelto a tener este jueves pasado, cuando la mayor parte de activos financieros sufrieron significativamente ante un repunte de los tipos a largo, llevándose el barril de petróleo la peor parte con una corrección del orden del 10% en la sesión.
Hace ahora poco más de medio año cuando iniciamos una aproximación mucho más defensiva en nuestro fondo de renta fija, Rentamarkets Sequoia, reduciendo la duración y la beta y aumentando la calidad crediticia, subordinación y liquidez de la cartera. En aquel entonces no parecía tener mucho sentido.
Desde entonces el 10 años americano ha corregido un 10% (+125 puntos básicos), el tesoro a 30 años se ha caído la friolera de un 25% y en lo que llevamos de año, excluyendo China, solo queda en positivo el high yield europeo, al igual que en 2018. Y es que dibujar paralelismos con las dinámicas que vivimos en 2018 no parece del todo descabellado.
Los últimos años están siendo sin duda uno de los periodos más complejos para invertir que se recuerdan. Nos encontramos inmersos en el mayor experimento socioeconómico que quizás se haya llevado a cabo en la historia occidental moderna. A pesar de las expectativas inflacionistas de los inversores, la situación económica parece difícil que justifique un repunte consistente de las lecturas de inflación.
Recordemos que aún tenemos a más de 6 millones de personas en toda Europa en diferentes modalidades de ERTE, a los que hay que sumar otros 4,7 millones si también añadimos Reino Unido. Esto sin tener en cuenta los 16 millones de personas aproximadamente que según el Eurostat se encuentran sin trabajo en la zona euro (1,75 millones en Reino Unido). En Estados Unidos tanto la Fed como la propia secretaria del Tesoro, Janet Yellen, estiman el paro en la zona del 10%, dada la gran cantidad de trabajadores que ha abandonado la fuerza laboral.
Los estímulos fiscales llegarán a su fin, y a pesar de haber sido de una magnitud enorme, el subidón de azúcar se disipará, y la realidad económica volverá a imperar. Con unos déficits que superan con creces el 100% del PIB en la mayor parte de Occidente parece razonable que, al igual que en 2018, los bancos centrales pongan freno en algún momento a los repuntes de tipos a largo plazo, permitiendo una financiación recurrente a los estados. Para ello tienen aún herramientas como el control de la curva o el aumento en los programas de compras de bonos del tesoro.
En definitiva, esperamos que, como sucedió en 2018, los repuntes de tipos estén abocados al fracaso, dada las implicaciones negativas de los mismos.
Tribuna de opinión de Ignacio Fuertes, director de inversiones y gestor de Rentamarkets
CC-BY-SA-2.0, FlickrCréditos: jlhervàs . Estimado Presidente Biden
Estimado presidente Biden, acertar con su política respecto a China es importante para recuperar nuestra economía. China impulsa el crecimiento económico mundial, por lo que una relación bilateral sólida es importante para los consumidores y trabajadores estadounidenses, así como para aquellas familias que cuentan con los retornos bursátiles para pagar su jubilación.
En los diez años transcurridos hasta 2019, China representó, en promedio, alrededor de un tercio del crecimiento económico mundial, un porcentaje mayor que el combinado de Estados Unidos, Europa y Japón. No podemos – y no deberíamos querer – desvincularnos de este motor de crecimiento mundial, mientras que gestionamos los demás aspectos de la relación bilateral.
Sus asesores están llevando a cabo una revisión exhaustiva de la política estadounidense hacia China. Cuando se siente con ellos en la Casa Blanca, le presentarán sus recomendaciones para gestionar uno de los asuntos más importantes de su presidencia. Entender cómo afectará esa política a los estadounidenses es fundamental, así que antes de que tome decisiones, le sugiero que haga a su equipo las siguientes preguntas; también le ofrezco algunos datos a tener en cuenta. Estas preguntas pretenden ayudar a dejar de lado algunas de las concepciones erróneas más comunes sobre el impacto del vínculo entre Estados Unidos y China en las familias trabajadoras estadounidenses.
P. ¿Cuál ha sido el impacto de China en el empleo estadounidense?
Aunque algunos insisten en que el ascenso de China ha tenido efectos perjudiciales para la economía estadounidense, las pruebas demuestran que, en general, el compromiso económico con China ha sido bueno para el empleo. Algunos puestos de trabajo en el sector manufacturero han sido desplazados por las importaciones procedentes de China, pero otros se han beneficiado de los insumos de menor coste procedentes del país, así como de las exportaciones a ese mercado de rápido crecimiento. El comercio no es el problema. Se trata más bien de que nuestras políticas nacionales no han ayudado adecuadamente a los trabajadores que han sufrido las consecuencias negativas del cambio, ya sea debido a las importaciones o a la tecnología.
Es importante que nos situemos en el contexto. El declive del empleo en el sector manufacturero estadounidense comenzó mucho antes del TLCAN (1994) y de la entrada de China en la OMC (2001). La proporción de la industria manufacturera en el empleo total de EE.UU. alcanzó un máximo del 26% en 1953 y, desde entonces, ha ido disminuyendo hasta llegar al 8% en 2020, mientras se ha incrementado constantemente la proporción de puestos de trabajo en el sector servicios. (Por cierto, en Alemania y Japón hace tiempo que se da una tendencia similar. Recientemente, la proporción del empleo en la industria manufacturera en China también ha empezado a disminuir).
Sin embargo, al mismo tiempo, la industria manufacturera estadounidense goza de muy buena salud. Así, la producción industrial de Estados Unidos casi se duplicó entre 1980 y finales de 2020.
En cuanto al impacto de las importaciones procedentes de China, un estudio realizado por economistas de la Fed de San Luis concluyó que, aunque esas importaciones causan una presión a corto plazo, «las industrias manufactureras de todos los estados de EE.UU. se benefician a largo plazo», y que «la economía de EE.UU. también se beneficia al poder acceder a productos más baratos procedentes de China».
Un estudio publicado por la Oficina Nacional de Investigación Económica encontró «pruebas sólidas de que el impacto total del comercio con China es un impulso positivo para el empleo local y los salarios reales». Dado que las importaciones de menor coste procedentes de China tienen un impacto positivo en nuestras cadenas de suministro, «los trabajadores estadounidenses en su conjunto experimentan un aumento del salario real por comerciar con China… el mercado laboral estadounidense es lo suficientemente flexible como para que el empleo no manufacturero se vea sistemáticamente estimulado por el comercio con China. El efecto neto del comercio con China sobre el empleo es positivo».
También es importante destacar que, según Oxford Economics, las exportaciones a China, nuestro tercer mayor mercado, apoyaron un estimado de 1,2 millones de empleos estadounidenses en 2019.
P. ¿El vínculo con China ha sido bueno para las empresas estadounidenses?
Aunque China no ha cumplido todos sus compromisos con la OMC, ha hecho lo suficiente como para que las exportaciones estadounidenses a ese mercado hayan aumentado más de un 500% desde su incorporación en 2001. En cambio, nuestras exportaciones al resto del mundo aumentaron un 84%. A pesar de las tensiones comerciales y la pandemia del año pasado, las exportaciones estadounidenses a China aumentaron un 17% interanual, mientras que nuestras exportaciones al resto del mundo cayeron un 15%.
La entrada de China en la OMC también ha sido buena para los agricultores estadounidenses, ya que nuestras exportaciones agrícolas a China han aumentado más de un 1.000% desde 2001, mientras que los envíos agrícolas a otros mercados han aumentado un 130%. El año pasado, las exportaciones agrícolas estadounidenses a China aumentaron un 91% interanual, frente a un descenso del 3% en el resto del mundo. Casi un tercio de toda la cosecha de soja estadounidense se vende a China, así como más de una cuarta parte de nuestra cosecha de algodón.
Muchas de nuestras empresas han prosperado haciendo negocios en China, el mercado de consumo de más rápido crecimiento en el mundo. Por ejemplo, Nike registró un crecimiento de sus ingresos de dos dígitos en la Gran China durante 22 trimestres consecutivos antes del brote de la COVID-19. Después de una pausa de tres trimestres debido a la pandemia, el crecimiento de dos dígitos se reanudó en el trimestre que concluyó en noviembre de 2020. Apple registró los mayores ingresos de su historia en China durante el trimestre que finalizó en diciembre de 2020. El año pasado, GM volvió a vender más coches en China que en EE.UU. Además, China es especialmente importante para la industria estadounidense de semiconductores, ya que representa alrededor del 26% de los ingresos globales de Intel, el 55% de Texas Instruments y el 60% de Qualcomm.
Q. En cualquier caso, ¿no es el robo de la propiedad intelectual un gran obstáculo para las empresas estadounidenses?
El robo de la propiedad intelectual (PI) es una preocupación para muchas empresas estadounidenses, pero se ha producido un progreso significativo en la última década.
A medida que las empresas chinas han ido ascendiendo en la cadena de valor, la necesidad de una mayor protección legal de su propia PI ha impulsado el cambio, y esto también ha beneficiado a las empresas extranjeras.
En los últimos años, el gobierno chino ha realizado importantes mejoras en su marco de protección de la PI. Las principales leyes de PI han sido enmendadas, y los resultados han sido positivos para las empresas estadounidenses. En el ámbito del software, por ejemplo, Microsoft ha ganado los 63 casos de infracción de derechos de autor que presentó ante los tribunales chinos; por su parte, Autodesk ganó 10 casos. China estableció tribunales especiales de PI en algunas ciudades. En Pekín, los demandantes extranjeros ganaron todos los casos que presentaron el primer año de funcionamiento del tribunal. A partir de 2019, las empresas extranjeras obtuvieron en todos los tribunales de propiedad intelectual un porcentaje de victorias y una indemnización media superior a la de las empresas chinas. En los casos civiles entre empresas chinas y extranjeras, la parte extranjera ganó el 68% de las ocasiones.
Entre 1999 y 2019, los pagos de royalties de las empresas chinas a las estadounidenses se multiplicaron por 24, mucho más rápido que el ritmo de crecimiento económico de China.
La Cámara de Comercio Americana en China encuestó recientemente a sus empresas miembros. Solo el 3% informó que se había visto obligado a transferir la propiedad intelectual o la tecnología «debido a la presión informal de las autoridades empresariales». Apenas el 17% de las empresas dijo que la falta de protección de la PI era un obstáculo para su innovación en China, lo que supone un descenso con respecto al 26% registrado en 2019. El 61% de las empresas estadounidenses en China dijo que la protección de la PI mejoró en 2020, frente a un 37% en 2016, según las encuestas del Consejo Empresarial Estados Unidos-China.
Q. ¿Ha beneficiado el vínculo económico a los ciudadanos chinos?
Nuestro continuo compromiso económico con China, incluida su entrada en la OMC, ha facilitado cambios estructurales espectaculares que han beneficiado al ciudadano chino medio.
China se ha vuelto emprendedora. Cuando trabajé por primera vez en China a principios de la década de 1980, como joven diplomático estadounidense, no había empresas privadas. Sin embargo, las pequeñas empresas privadas representan ahora casi el 90% del empleo urbano y toda la creación neta de nuevos puestos de trabajo.
El alcance de la propiedad privada en China puede sorprender a muchos estadounidenses. Un estudio reciente publicado por la Oficina Nacional de Investigación Económica ha revelado que, en 2019, los particulares poseían el 69% del capital registrado de todas las empresas chinas, frente al 52% del año 2000.
Desde que China entró en la OMC, en 2001, la renta per cápita de los hogares aumentó un 403% en términos reales (ajustados a la inflación). Como resultado, el gasto de los consumidores chinos, que equivalía sólo al 15% de las ventas al por menor en Estados Unidos en 2001, equivale ahora al 88% del gasto de los consumidores estadounidenses. China es la mejor historia de consumo del mundo, y muchos productos estadounidenses están prosperando allí. El año pasado, nuestras exportaciones de ganado y carne a China aumentaron un 61% en valor, convirtiéndose en nuestro segundo mayor mercado, y esos envíos han aumentado un 556% en comparación con 2001.
La mayoría de los chinos llevan una vida más sana y sus hijos disfrutan de un mejor acceso a la educación. Además de un nivel de vida más elevado, la mayoría de los ciudadanos chinos también gozan de una libertad personal – si bien todavía no política – mucho mayor. La ausencia de derechos políticos y del Estado de Derecho en China son graves problemas a largo plazo, pero sus ciudadanos tienen la libertad de dirigir sus propias vidas en un grado que era inimaginable hace sólo 25 años.
Ciertamente, no se ha permitido a todos los chinos disfrutar de estas nuevas libertades. Señor Presidente, comparto su frustración sobre las limitaciones existentes a la hora de conseguir nuestros objetivos en la relación con el gobierno chino. No obstante, debemos tener claro lo que se ha conseguido y ser realistas sobre si las políticas alternativas conseguirán más o menos.
Señor Presidente, usted dijo recientemente que nuestra política exterior debe llevarse a cabo «pensando en las familias trabajadoras estadounidenses». Creo que un compromiso económico continuo con China, basado en la igualdad de condiciones para nuestras empresas, apoya su objetivo de renovar nuestra economía nacional.
También dijo usted que «cuando invertimos en el desarrollo económico de los países, creamos nuevos mercados para nuestros productos y reducimos la probabilidad de inestabilidad”. Trabajar con nuestros aliados y socios para actualizar la arquitectura comercial y financiera mundial que diseñamos hace décadas, y seguir incentivando al gobierno chino para que se atenga a estas normas, es la mejor manera de recuperar nuestra posición de liderazgo y reducir el riesgo de conflicto entre las dos mayores economías del mundo.
Tribuna de Andy Rothman, estratega de inversiones en Matthews Asia.
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As of December 31, 2020, accounts held by Matthews Asia did not hold positions in Nike, Inc., Apple, Inc., General Motors Company, Intel Corp., Texas Instrument Inc., Qualcomm, Microsoft Corp., Autodesk, Inc.
Una búsqueda rápida en Google de “impact investing” (inversión de impacto) arroja más de 300 millones de resultados. Muy pocos de ellos serán relevantes, por supuesto, pero esto muestra que no faltan las opciones si uno desea invertir en busca de rentabilidad y de objetivos adicionales.
Sin embargo, la proliferación de productos presenta un problema. Con tantos entre los que elegir, ¿cómo podemos seleccionar el más adecuado? No obstante, antes de ello existe otro reto a superar: ¿Cómo podemos distinguir entre los fondos de impacto genuinos y los que sencillamente se presentan como tales?
En mi opinión, cuando uno desea tener impacto real con sus inversiones puede buscar varias cualidades clave.
Evaluar las intenciones
Un buen modo de empezar es analizar los objetivos de los fondos. Un fondo de impacto auténtico debería tener sus metas no financieras codificadas en su ADN. En lugar de ser una reflexión tardía o una consideración secundaria, los objetivos relacionados con el impacto deberían, como mínimo, tener la misma importancia que los financieros.
Por supuesto, la concentración en el logro de impacto debería verse reflejada en aquello en lo que invierte el fondo. Por lo que respecta a enfoques que invierten en acciones cotizadas, el impacto para los inversores en el fondo dependerá del impacto aportado por las compañías en cartera.
Para seleccionar acciones con impacto, los gestores podrían tratar de medir hasta qué punto las empresas se proponen de forma explícita abordar problemas societarios y medioambientales. Su impacto debería ser intencional, no accidental, y verse reflejado en acciones y no meras palabras.
Considerar el proceso
Como en cualquier estrategia de inversión, debería existir un marco sólido y repetible para evaluar de forma consistente los argumentos a favor de inversiones potenciales. Al invertir en renta variable con impacto, esto implica varios pasos.
Un aspecto importante es que no basta con excluir sencillamente ciertos sectores perjudiciales, como el tabaco, o empresas cuyos procesos tienen bajas puntuaciones en medidas no financieras, como la polución o la corrupción. Estas “preselecciones” suelen ser útiles, pero yo creo que son meramente un primer paso.
Los inversores de impacto deberían identificar y medir explícitamente el impacto positivo que proporciona una compañía. Una forma de hacerlo es cotejarlo frente a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) definidos por Naciones Unidas, una codificación universalmente reconocida de los desafíos más apremiantes a los que se enfrentan el ser humano y el planeta, desde la reducción de la pobreza hasta la lucha contra el cambio climático.
Podemos comparar las actividades de una compañía con un Objetivo primario y cualquier Objetivo secundario relevante, y cuantificar su contribución hacia su logro. Creo que no solo deberíamos considerar el avance realizado por las empresas en el marco de los ODS a través de sus productos y servicios, sino también el modo en que permiten a otras empresas tener un impacto positivo.
Así, combinando la tesis de inversión de impacto con la de inversión financiera, las gestoras pueden seleccionar compañías con potencial de generar crecimiento rentable e impacto positivo.
Concentrarse en el resultado
Evaluar el impacto de sus inversiones es un principio clave de la inversión de impacto. Creo que los inversores deberían esperar de las gestoras de fondos de impacto que midan e informen sobre el impacto que se ha conseguido.
Dicho esto, medir el impacto de la inversión en renta variable no es una ciencia exacta, y existen varios enfoques diferenciados. Algunos intentan destilar el impacto que puede tener cada suma de 10.000 euros invertida en un fondo, como por ejemplo litros de agua ahorrados o incluso vidas salvadas. En mi opinión, aquí se corre peligro de simplificación excesiva o de conjeturación en las estimaciones.
A no ser que uno invierta de cara al logro de un objetivo de impacto específico, como la disminución de las emisiones de dióxido de carbono, ¿tiene realmente sentido agregar los impactos de las empresas a nivel de cartera? Yo creo que hacerlo es irrelevante en el mejor de los casos, y engañoso en el peor de ellos.
A mi juicio es más útil concentrarse en el impacto de cada compañía específica, evaluando cómo su desempeño está alineado con el ODS más relevante, así como la madurez del negocio. Estableciendo indicadores clave de desempeño pertinentes a la hora de determinar el impacto de esa compañía en el marco de ese ODS, podemos evaluar si realizamos una contribución positiva a través de nuestra inversión.
Con independencia del modo en que las gestoras midan el impacto, la transparencia hacia los inversores es crucial. Compartiendo con ellos lo que consideramos impacto —y desarrollando continuamente el modo en que lo medimos— podemos distinguir de forma más clara entre la inversión de impacto “real” y el mero ecopostureo o “marketing verde”.
Opinión de Ben Constable-Maxwell, director de inversión sostenible y de impacto en M&G Investments.
Por favor consulte el glosario para una explicación de los términos de inversión que aparezcan en este artículo.
El valor y los ingresos de los activos del fondo podrían tanto aumentar como disminuir, lo cual provocará que el valor de su inversión se reduzca o se incremente. Es posible que no recupere la cantidad invertida inicialmente.
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