CC-BY-SA-2.0, FlickrFoto: 401(k) 2012. Refrescando lo básico de riesgo y retorno
La relación básica de riesgo-retorno establece que, a mayor nivel de riesgo, mayor debe ser el nivel de retorno. Esto quiere decir que, activos que presentan una mayor probabilidad de “impago”, deben registrar un mayor nivel de retorno. Esto ha sido aceptado muchas veces, pero en el furor de muchos momentos, lleva a los inversionistas a olvidar esta premisa básica.
Pero se debe entender que el riesgo se representa de muchas maneras, pues existen varios tipos de riesgo: el de crédito, el de mercado, el de liquidez, entre los más comunes. El primero, tiene que ver con la capacidad del emisor de un activo de repagar el capital y el rendimiento prometido. El segundo, tiene que ver con las fluctuaciones potenciales de un activo en su precio; y el tercero, con la posibilidad de convertir el activo en efectivo rápidamente.
Algunas veces, aparecen inversiones “milagrosas”, en las cuales el retorno es alto, y el riesgo parece mínimo. El tiempo se ha encargado de demostrar que no es así. Siempre, el retorno está representando el riesgo que puede tener el activo por detrás. Tenemos ejemplos por montones, y si nos olvidamos de ellos, tenderemos a repetir los errores del pasado.
Han sido famosos desde hace mucho tiempo los esquemas de Ponzi, en los cuales los primeros inversionistas reciben retornos muy altos, provenientes de los aportes de los nuevos inversionistas, no de los retornos en sí de la inversión. Estos funcionan bien para la cima de la pirámide, pero se ha demostrado que en la medida en que la base se tiene que ir ampliando para mantener el sistema, llega un punto en que no es sostenible, y el esquema cae. Estos esquemas, que ofrecen retornos mucho más grandes que lo “normal” de cualquier inversión, han mostrado con los años que, cada vez que aparece esa inversión “milagrosa”, se debe tener cuidado con algo, sea o no sea evidente a primera vista.
Hace un par de años tuve la inmensa fortuna de escuchar a Daniel Pink, con una charla titulada “todos somos vendedores”. De las conclusiones que más me quedaron sonando, fue una según la cual el cliente de hoy sabe todos los beneficios de un producto y que lo que realmente quiere escuchar del vendedor son los riesgos que enfrenta con el producto que compra. Eso, generalmente, no lo dicen muchos vendedores, que se centran en lo bueno de su producto, y cuando se les pregunta por los riesgos omiten la respuesta, no suenan convincentes con sus argumentos o, lo que es peor, se enfadan en sí por la pregunta.
Decidí referirme al tema de los riesgos, algo básico y que ha sido tradicionalmente explicado, porque en momentos en los cuales se presentan ciertas coyunturas económicas, la gente busca respuestas que a veces aparecen en forma de “retorno fácil” y es cuando han empezado los problemas para muchos inversionistas. Recuerdo la emoción que generó en el país hace unos años unos esquemas de Ponzi, justo en un momento económico global complejo. Al mismo tiempo que caían algunos de los grandes actores financieros mundiales, que algunos bancos centrales introdujeron esquemas de expansión monetaria, entre otras cosas; en Colombia el gobierno intervenía esquemas tipo Ponzi que parecían, en el primer momento, esas inversiones “milagrosas” que no existen.
Las opiniones expresadas son responsabilidad del autor, y no representan necesariamente la posición de Old Mutual sobre los temas tratados.
Opinión de Manuel García Ospina, vicepresidente de wealth management de Old Mutual Colombia.
A día de hoy y hasta que entre en vigor la nueva Directiva sobre Mercados de Instrumentos Financieros o MiFID II, no todos los asesores financieros que ofrecen consejos de inversión a los ahorradores españoles cuentan con una certificación que acredite sus conocimientos. ¿Por qué? Entre otras muchas razones, porque hasta ahora no ha sido algo obligatorio.
La nueva regulación, que pretende estandarizar el asesoramiento financiero en toda la Unión Europea, impondrá la necesidad de que los asesores financieros cuenten con una cualificación mínima y una experiencia probada para poder sentarse a asesorar a un cliente, lo que servirá para proteger a los inversores particulares.
Si bien hasta la llegada de MiFID II esto no será obligatorio, en EFPA llevamos mucho tiempo insistiendo en la importancia de contar con una certificación de calidad. Sí, se puede decir que nos habíamos adelantado y ahora la nueva regulación nos da la razón: los asesores financieros deben contar con una certificación profesional que evalúe con rigor e independencia según las mejores prácticas del mercado.
Los motivos son varios. En primer lugar está la necesidad de proteger al particular y no hay mejor forma de hacerlo que garantizarle que quien le está asesorando es un profesional con experiencia y conocimientos, que está al día de los cambios que se producen en el mercado, las novedades de regulación y los nuevos productos que están a disposición del cliente, ya que con MiFID II habrá que renovar las certificaciones de forma periódica.
Por otro lado, se empezarán a delimitar con claridad las diferencias entre informar y asesorar, dos servicios de diferente complejidad que requieren por tanto conocimientos distintos. El profesional que vaya a asesorar a un ahorrador debe contar con una cualificación de mayor nivel, ha de entender y analizar el perfil de su cliente y poseer habilidades para recomendar de forma comprensible productos o estrategias de inversión. De esta manera, el ahorrador podrá conocer y comprender realmente todas las características de los productos que le recomiendan y cuáles son sus ventajas y riesgos intrínsecos.
MiFID II convierte a las entidades en responsables y a los estados en vigilantes, ya que las primeras tendrán que responder de los conocimientos y competencias de su personal, y los segundos deberán exigir a todas las empresas de inversión que demuestren a la autoridad competente que sus profesionales cumplen con estos requisitos.
EFPA se presenta como una solución para todas las entidades que aún no cuentan con sus profesionales certificados y pone a su disposición distintos niveles de cualificación para acreditar a sus profesionales. Las certificaciones de EFPA responden a estándares internacionales y derivan de programas formativos rigurosos y especializados para el ejercicio profesional. A los 13.000 asociados en España que ya disponen de una certificación de EFPA les felicitamos porque ya tienen mucho camino recorrido en esta nueva andadura que supone MiFID y, a los que aún no cuentan con una certificación, les invitamos a que asuman cuanto antes este nuevo reto y se preparen para conseguirla.
Los clientes pueden estar dispuestos a pagar por un asesoramiento de calidad. Ahora les toca a los asesores, pieza clave en todo el proceso, aspirar a los estándares de máxima calidad en cualificación y conocimiento y poder así afrontar con solvencia el reto de sentarse con su cliente.
Columna de Sergio Míguez, director de Relaciones Institucionales de EFPA España, que participó en el evento sobre agentes financieros organizado por iiR recientemente en Madrid.
CC-BY-SA-2.0, FlickrFoto: José María Silveira Neto. El S&P 500 en 2.250 puntos, la apuesta de Fidelity para los próximos 12 meses
La tercera ola de deflación que afectó a la economía mundial durante el último año está quedando atrás y el daño producido en el mundo desarrollado ha sido limitado. La crisis de los mercados emergentes de 2015 causó tanto una recesión industrial mundial como un ajuste a la baja de las previsiones de inflación en todo el mundo, pero sus efectos se están desvaneciendo. Las economías desarrolladas han mostrado resistencia y las perspectivas apuntan a una reaceleración del crecimiento desde los niveles actuales. En marcado contraste, al mundo en desarrollo le espera un largo periodo de ajustes por el lado de la oferta.
La crisis de los mercados emergentes dio lugar a una crisis de volumen, y no solo de precios, en la economía mundial. En 2015, el comercio mundial disminuyó en términos de volumen y la industria manufacturera sufrió un castigo especialmente duro. En las últimas semanas hemos observado un modesto repunte de los índices de la industria manufacturera en EE. UU. y China. La producción industrial europea ha mostrado una resistencia sorprendente y últimamente se ha acelerado. Pero no todas las regiones se están recuperando. La producción industrial japonesa sigue débil, igual que la de la mayoría de las economías emergentes. No obstante, a medida que avance el año 2016, las comparaciones anualizadas serán progresivamente más fáciles y la incipiente recuperación de la industria manufacturera mundial devendrá mucho más visible y generalizada.
Al mismo tiempo, las pautas de consumo interno se han sostenido bastante bien en el mundo desarrollado. El consumo estadounidense goza de buena salud. El crecimiento del empleo continúa con indicios de mejora gradual de los salarios y los aumentos del salario mínimo en varios estados serán un apoyo adicional para el consumo. La tasa de ahorro personal aún es alta, ya que gran parte del beneficio del precio más bajo del petróleo se ha ahorrado hasta ahora. En Europa, el desempleo está disminuyendo de manera constante y las ventas minoristas, excluidos automóviles, se aceleran.
Las recientes revisiones a la baja del crecimiento mundial por parte del FMI y la OCDE son retrospectivas y probablemente identifiquen el punto más bajo de las previsiones de crecimiento mundial. El crecimiento en el mundo desarrollado se acelerará desde los niveles actuales y el temor a una recesión mundial quedará atrás. Los mercados financieros tampoco deben saltar a la conclusión de que la reaceleración del crecimiento tendrá consecuencias inflacionistas significativas. No será así durante algún tiempo. La tercera ola de deflación castigó duramente a las previsiones de inflación. Aunque lo peor puede haber pasado, la oferta en la mayoría de los mercados es abundante y pocos sectores o empresas muestran alguna capacidad de fijación de precios. La fuerza de trabajo de EE. UU, el mercado con más igualdad entre oferta y demanda, está creciendo al 3% gracias a un aumento bien recibido de la tasa de participación laboral. La utilización de la capacidad industrial de EE. UU. se encuentra en el 75% y el deterioro de su déficit comercial actúa como una válvula de seguridad adicional contra la inflación, al tiempo que extiende las ventajas del consumo estadounidense a todo el mundo.
En este contexto, la Reserva Federal puede adoptar un enfoque de política monetaria bastante expansivo, con posiblemente una o dos alzas de tipos este año, sospecho que a partir del verano. Este enfoque gradualista frenará la reciente debilidad del dólar sin poner en marcha un nuevo tramo de subida que sería muy perjudicial. Como sospechábamos, cuando el dólar dejó de apreciarse las condiciones de los mercados de crédito se relajaron inmediatamente, permitiendo la recuperación de todos los activos de riesgo, incluida la renta variable.
La Fed debe evitar a toda costa una apreciación significativa del dólar, un mensaje que parece haber oído. Para que la renta variable siga subiendo es necesario que el crecimiento de los beneficios sea decididamente mayor. Los beneficios del S&P 500 se han mantenido básicamente planos en los dos últimos años, ya que el sector empresarial estadounidense tuvo que lidiar con la doble dificultad de un dólar fuerte y unas materias primas débiles. Ambos vientos en contra han remitido y posiblemente fomentan unas perspectivas de crecimiento de los beneficios mucho más favorables en 2017.
En Fidelity International, actualmente estimamos que los efectos retardados de la debilidad de las materias primas y la fortaleza del dólar seguirán deprimiendo los beneficios de 2016 en EE. UU., donde estimamos que caerán un -1%. A medida que nos aproximemos a 2017, las comparaciones anualizadas serán más fáciles y, por tanto, estimamos un crecimiento de los beneficios del 12,4% en 2017, con un ROE del 17%. Estas previsiones podrían respaldar un nivel del S&P 500 de 2.250 puntos a lo largo de los próximos 12 meses. El principal riesgo es el ciclo político más que el económico.
CC-BY-SA-2.0, FlickrFoto: Donkey Hotey
. Día Mundial de la Tierra: hay que abastecer alimentos mundialmente a precio razonable
El Día Mundial de la Madre Tierra comenzó a celebrarse en EE.UU. en 1970, organizado por Earth Day Network, con la misión de ampliar y diversificar el movimiento para un medio ambiente sostenible, hacer frente al cambio climático y proteger la Tierra para generaciones futuras. De hecho los consumidores y empresas son cada vez más conscientes de los retos.
En este sentido uno de los grandes desafíos es abastecer de alimentos mundialmente y a precio razonable. En 2050 vivirán más de 9.000 millones de personas en la Tierra y 3.000 millones entrarán en clase media para 2030. Para ese año la población urbana aumentará en 1.400 millones, sobre todo en China y la India. Pero aunque el consumo humano de grano y hortalizas es independiente de los ingresos, el de proteína y aceite vegetal crece con la riqueza. Con recursos naturales, finitos, habrá escasez. Más aún, 670.000 kilómetros cuadrados de tierras se pueden perder hasta 2050. Además aproximadamente un tercio de los comestibles para consumo humano se pierde o desperdicia, 1.300 millones de toneladas anuales (FAO 2011), por valor de 750.000 millones de dólares (equivalente al PIB Suizo de 2014).
Así que los inversores, ante la creciente demanda de alimentos, pueden financiar empresas que proporcionan soluciones. De hecho la inversión en estas industrias puede contribuir a mejorar la eficiencia y estabilidad de la producción agrícola global. En concreto las inversiones para la eficiencia de la cadena de valor agrícola pueden facilitar resolver problemas de malnutrición y mejorar el nivel de vida.
Se requieren grandes inversiones a lo largo de la cadena de valor agrícola
Efectivamente, se requieren grandes inversiones en productividad a lo largo de la cadena de valor agrícola, desde la granja a la mesa: en cultivos, procesamiento y transporte. Además hay que profesionalizar la granja. La agricultura es el sector más fragmentado del mundo, con capacidad para generar grandes economías de escala y se está desarrollando una industria global de profesionalización, que puede contribuir a mejorar la eficiencia y estabilidad de la producción global. De manera que varias empresas están desarrollando tecnologías que proporcionan soluciones inteligentes para cosechar, mejorar el rendimiento y reutilizar residuos alimentarios: facilitan plantar en función de las condiciones del suelo y desarrollan fertilizantes más eficientes. Según International Food Policy Research Institute la tecnología de precisión puede aumentar el rendimiento de las cosechas mundiales en un 67% para 2050.
Además los fabricantes de equipos agrícolas están incorporando GPS, sensores remotos y análisis de datos que permiten calibrar movimientos de los tractores para minimizar uso de combustible, abonos o semillas. Es el caso del fabricante de abonos Agrium y el de tractores norteamericano John Deere, que invierten enormes cantidades en herramientas de almacenamiento y análisis de datos, de por si una incipiente industria. Otras empresas destacas incluyen la suiza Syngenta, el más grande fabricante de químicos agrícolas del mundo y Mosaic Co., segundo mayor productor de fertilizantes de Norteamérica. Incluso se están generando nuevas fuentes de proteínas, como insectos, una alternativa rica en grasas, fibra y proteínas para la alimentación animal. Además el empaquetado anti-bacterias y sensores integrados facilitan la protección de los alimentos en el transporte y mantienen los valores nutricionales para el consumo en el momento óptimo, evitando desperdicio.
Opinión de Patricia de Arriaga, subdirectora general de Pictet AM para Iberia y LatAm.
CC-BY-SA-2.0, FlickrFoto: Rule Britannia1
. Los mercados están bailando sobre el volcán
El repunte del precio del petróleo, junto con el mantenimiento de la postura acomodaticia por parte de los principales bancos centrales, favorecieron un impulso de los mercados de renta variable a partir del 11 de febrero de una envergadura similar al que se registró en octubre de 2015. De entre las diferentes estadísticas económicas que se publican diariamente, los mercados decidieron quedarse con aquellas que permitían, tanto en China como en Estados Unidos, respaldar la hipótesis de un panorama económico más favorable (nunca se debe subestimar la inclinación natural del ser humano por priorizar la información que encaja con su visión). Un análisis sensato de los hechos, centrado en la distinción entre los datos esenciales y el «ruido», sigue indicando la continuidad de la nueva realidad en los mercados, iniciada el pasado verano.
El mantenimiento, pase lo que pase, de los estímulos monetarios por parte de los bancos centrales permite que se produzcan importantes movimientos intermedios y permite una cierta dosis de oportunismo. No obstante, la acumulación de desequilibrios en los planos económico, financiero, monetario y político provoca una asimetría de los riesgos que resulta adversa en la actual situación de los mercados. Así́, nos mantenemos al margen del baile sobre el volcán, por mucho que, por ahora, esté dormido. Mantenemos una gestión de los riesgos muy prudente y una orientación de nuestra exposición hacia los activos cuya asimetría de riesgos nos sigue pareciendo favorable.
Falsas buenas noticias
En respuesta al gran nerviosismo vivido en los mercados financieros a principios de año, los principales bancos centrales reafirmaron una vez más su apoyo. Después de que el Banco de Japón estableciera por primera vez un tipo de los depósitos negativo a finales de enero en su enésimo intento de devaluar su moneda para impulsar la economía, China rebajó en febrero las ratios de reservas obligatorias para los bancos, el BCE anunció en marzo el aumento y la diversificación de su programa de relajación cuantitativa y, por ultimo, la Fed revisó a la baja sus previsiones de subida de los tipos de referencia anunciadas el pasado diciembre.
Los mercados, tranquilizados por el repunte del precio del petróleo sobre el umbral crítico de los 30 dólares el barril, encontraron en esta abundancia de buenas noticias la justificación lógica de la recuperación de la predisposición al riesgo. No obstante, esto no representa más que un movimiento intermedio.
En primer lugar, estas posturas de los bancos centrales constituyen también una constatación del fracaso. Tanto en la zona del euro como en Japón, las tasas anuales de inflación, que siguen cercanas al 0 % —muy lejos de los objetivos oficiales—, condenan a los bancos centrales a una escalada. Además, en Estados Unidos, la fragilidad de la economía obliga a la Fed a rebajar sus previsiones de «normalización gradual» de su política monetaria, dos meses después de haberlas anunciado. En general, y esto es lo importante, los mercados siguen sin entender que estos fracasos son inevitables. Los problemas a los que se enfrenta la economía global —sobreendeudamiento y escasez de demanda— no se solucionaran sólo a través de la política monetaria, por muy heterodoxa que sea.
La enorme rebaja de los tipos de interés por parte de los bancos centrales agrava aún más la situación que se debía solucionar, puesto que fomenta la continuidad del endeudamiento de los Estados, comprime aún más el margen de beneficios de los bancos y refuerza la necesidad de que los consumidores ahorren en vez de incitarlos a gastar. En estas circunstancias, tan sólo una visión muy cortoplacista puede alegrarse de un último y vano esfuerzo de los bancos centrales. Por el contrario, está claro que los mercados no se alegrarán tanto ante la perspectiva de un endurecimiento monetario en Estados Unidos. No obstante, la presidenta de la Fed, Janet Yellen, podría verse obligada a admitir pronto que el precio de los alquileres y los productos básicos en EE.UU. ha empezado a subir: un incremento de los precios todavía más incómodo si se tiene en cuenta que no sólo favorecerá el repunte de la inflación, sino que también lastrará, al mismo tiempo, el poder adquisitivo y, por tanto, las perspectivas sobre el consumo.
El crecimiento estadounidense
Claramente, el debate se centra en la resistencia de la economía estadounidense. Unos y otros extrapolan cada nuevo dato estadístico en una especie de análisis de gráficos aplicado a la economía a modo de reflexión. Esta miopía en el análisis macroeconómico contribuye a la inestabilidad de los mercados. Por nuestra parte, creemos que es más fiable examinar los fundamentales de la dinámica económica actual e intentar sacar conclusiones en forma de tendencias. Así, constatamos que los márgenes de las empresas estadounidenses cayeron un 10,6% a finales de 2011 hasta situarse en el 7,6% actual.
Resulta coherente, por tanto, observar actualmente un cambio de dirección duradero en el ciclo de inversión, principalmente impulsado por la evolución de los márgenes. Además, el consumo estadounidense lleva cinco años beneficiándose ampliamente de un doble efecto de enriquecimiento (proveniente del aumento de los precios en el sector inmobiliario y de los activos financieros) que empieza ahora a debilitarse.
Como consecuencia de ello, es natural que asistamos actualmente al inicio de la ralentización del consumo, tanto de bienes como de servicios, y a un aumento de las tasas de ahorro (5,4% actual, frente al 4,9% al cierre del año pasado). Seguimos percibiendo un riesgo importante: que el crecimiento estadounidense se ralentice drásticamente por debajo del umbral del 2% en 2016, sin que la Reserva Federal, ahora en fase de normalización monetaria, pueda intervenir flexibilizando su política; una evolución para la que los mercados no están preparados.
Así, si a los bancos centrales no les queda otra opción que seguir haciendo lo que puedan, su capacidad de acción efectiva llega a sus límites, algo que los mercados empezaron a percibir a principios de año. Al mismo tiempo, los riesgos económicos han seguido acumulándose. A éstos se suman ahora los nuevos escollos políticos en Europa, que se retroalimentan: el impacto económico de la crisis de los refugiados, la seguridad y el riesgo de Brexit. Este diagnóstico no es, ni mucho menos, incompatible con los movimientos intermedios del mercado, pero justifica que, por ahora, se mantengan nuestras inversiones basadas en conviccio- nes, protegidas por una gestión prudente.
Didier Saint-Georges es miembro del comité de inversiones y managing director de Carmignac.
Foto: Ennor, Flickr, Creative Commons.. EAFIs, una alternativa para banqueros y agentes financieros
En el último año y medio, desde el Área de EAFIs de Andbank se ha incrementado notablemente el número de consultas de agentes y banqueros interesados en conocer con mayor detalle las obligaciones y particularidades de la operativa de una EAFI.
Profesionales que mantienen como denominador común una visión de servicio al cliente basada en ofrecer asesoramiento personalizado y que se sienten poco identificados con la tradicional banca de producto. Los rápidos cambios regulatorios que está provocando MiFID II en sus actuales entidades hacen que se estén replanteando su modelo de futuro.
En momentos convulsos de mercado, los motivos que encontramos son muy variados: la entidad para la que trabajan ha sufrido diversas integraciones/fusiones, la línea de negocio de Banca Privada y agentes parece que cada vez tiene menos peso en su entidad o porque la arquitectura abierta es excesivamente limitada.
La nueva regulación MiFID II ha promovido el auge de los departamentos jurídicos y ha hecho que el cumplimiento normativo goce de mayor protagonismo en la entidad y se aplique con mayor rigor una regulación que nos acompaña desde hace ya siete años. Se incrementan los controles y limitaciones para agentes/banqueros, teniendo estos que ajustarse fielmente a las políticas de inversiones trazadas por la entidad de la cual dependen y perdiendo por tanto cierto grado de libertad; siendo ahora el Contrato de Asesoramiento el producto estrella, y base de nuestro futuro éxito.
El pago por asesoramiento va a resultar nuestro caballo de batalla en los próximos dos años y la gestión del cambio no será fácil entre profesionales y clientes, pero ya existe un precedente: las 154 EAFIs existentes llevan haciéndolo desde su creación y el modelo de pago ya es una realidad.
Estos banqueros y agentes buscan en la figura de la EAFI una solución a la nueva forma de relación con los clientes. Pero dar el salto a EAFI debe medirse bien y debe estar bajo el amparo y apoyo de una entidad y someterse a las imposiciones de nuestro regulador: la CNMV. El cambio no se debe tomar a la ligera.
Desde Andbank siempre tratamos de apoyar a los emprendedores que optan por esta vía, realizando la labor de consultoría para que valoren los pros y contras de tan importante decisión y que puedan dar el paso con la absoluta convicción de estar en el lugar adecuado para su modelo de negocio.
Las EAFIs no solo suponen un elemento diferenciador en el mercado. Ofrecen también una potente alternativa para aquellos modelos de gestión de clientes “libres de conflicto de interés”, intensivos en asesoramiento, que pueden ofrecer servicios tan atractivos como la multicustodia, asesoramiento de vehículos de inversión, posibilidad de asesoramiento transfronterizo etc.. y todo ello bajo el sello de calidad que proporciona la supervisión directa del regulador español.
En el otro lado de la balanza, este nivel de autonomía tiene un precio. A la conocida limitación de no poder ejecutar las órdenes, sumamos la regulación específica a la que se ve sometida, que provoca una mayor carga de trabajo por supervisión y reporting, que puede oscilar entre los 12.000-15.000 euros anuales y unos mayores costes de funcionamiento recurrentes que aquellos que presumiblemente asume un agente o banquero, donde su entidad matriz incluso les puede dar cobijo en sus instalaciones.
Si existe esa vocación de servicio, y una vez realizado el análisis, el tipo de cliente y el volumen de su cartera (modelo de negocio, tipo de productos, margen de los mismos) determinará la viabilidad del proyecto de EAFI.
La libertad para poder asesorar a sus clientes, seleccionar activos y productos, el acceso a diferentes entidades, “defender” una marca y proyecto propio, las garantías que supone estar regulado y supervisado por CNMV… son aspectos que pesan positivamente en la balanza a la hora de dar el paso de convertirse en EAFIs.
Columna de Horacio Encabo, responsable de EAFIs de Andbank España, que participó recientemente en un evento de iiR sobre agentes financieros.
CC-BY-SA-2.0, FlickrPhoto: Antonin. Mexico's Mutual Fund Industry Grew 9% in Dollars the Last Five Years
Los activos bajo administración de la industria de las sociedades de inversión en México crecieron un 9% en dólares en los últimos 5 años, mientras que las Afores crecieron un 31% en el mismo periodo. Es importante mencionar que en el periodo la paridad peso dólar se movió un 40% lo que hizo que el aumento en los fondos de inversión visto en dólares sólo fuera de un dígito.
De acuerdo con información del regulador (CNBV) y de la industria (AMIB), hoy en día las sociedades de inversión administran 112.000 millones de dólares, a través de 567 sociedades de inversión; tienen poco más de 2 millones de contratos y existen unos 29 intermediarios donde los tres participantes más grandes concentran el 56% del mercado y los 10 participantes mas grandes tienen el 90% del mercado.
Los tres más grandes son entidades relacionadas con bancos y tienen más del 10% del mercado. Estos tres son: Banamex con el 25% de los activos en administración; BBVA Bancomer con el 19% y Santander con el 12% con cifras al cierre de 2015. En los últimos 5 años Banamex aumentó su participación de mercado en un 0,5%; mientras que BBVA la disminuyó en un 4% y Santander también tuvo un desempeño negativo para quedar en un -1%.
Aunque prevalece el interés de locales y extranjeros por incursionar y aumentar su presencia en este negocio de administración de activos, al revisar las cifras de los últimos cinco años las variaciones más importantes son el caso de GBM quien logró aumentar un 2%, para ubicarse en el 4% de la participación de mercado y en la novena posición; y el caso ya comentado de BBVA Bancomer quien su participación de mercado pasó del 23% al 19%. El resto sus variaciones están en mas/menos un 1%.
Además de las mencionadas, las entidades que sobresalen son Banorte IXE (lugar 4 y con un 7% del mercado) con un aumento en su participación de mercado del 1,2%; Actinver (lugar 5 y un 6% del mercado) y Finaccess con un 0,8% (lugar 15 con un 1% del mercado); así como Principal (lugar 13 y un 1% del mercado) con un incremento del 0,6% en cinco años.
Aunque el número de alternativas que se ofrece es muy similar entre fondos de deuda y fondos de renta variable (280 fondos de deuda vs 287 fondos de renta variable para dar un total de 567 fondos a diciembre); la distribución de los activos no es igual ya que el 73% de los activos están en fondos de deuda mientras que el 27% son de renta variable.
Al revisar la composición en los activos entre fondos de deuda y renta variable de cada intermediario se observa en algunos casos la especialización. Los administradores con más del 90% de sus activos en fondos de deuda son: Nafinsa (98%); CI Fondos (98%); Intercam (96%); Monex (95%); HSBC (93%); Mifel (92%); Vector (91%); Invex (90%); así como Multiva (90%). Los que tienen más del 60% de sus activos en fondos de renta variable son: Valmex (70%); GBM (65%); Inbursa (59%) y Finaccess (59%).
Se estima que las comisiones de administración promedio de toda la industria de fondos se ubican en el 1,12% donde las comisiones de los fondos de deuda se encuentran en mas/menos un 1%, mientras que las comisiones de los fondos de renta variable están en rangos entre el 1,5% y el 2% en promedio.
Al revisar las cifras de cinco años se puede ver que el negocio de fondos en México es de largo plazo y se gana participación poco a poco.
CC-BY-SA-2.0, FlickrFoto: Steve Morton. Es imprescindible una nueva política presupuestaria
El BCE, que vuelve a reunirse hoy, anunció hace semanas en su anterior meeting una ampliación de su programa de flexibilización monetaria, por segunda vez. Las medidas del programa consisten en ampliar la monetización de la deuda tanto pública como privada, en hacer descender todavía más los tipos de interés en territorio negativo y en refinanciar la banca a tipos nulos, incluso negativos, para estimular la oferta de crédito.
Tales medidas, aunque necesarias, son insuficientes. Incluso el presidente del BCE, Mario Draghi, tiene dudas, hasta el punto de no descartar una solución monetaria radical consistente en dar dinero a los ciudadanos europeos. Vemos, pues, que ha variado profundamente el tono de su discurso. Él, que antes abogaba por el rigor presupuestario, ahora ya piensa en políticas de estímulo y en la reducción de impuestos. Así, por ejemplo, en junio de 2013 manifestaba que “para inspirar confianza, los responsables políticos deben respetar fielmente sus programas de ajuste presupuestario”. En cambio, en la última conferencia de prensa de hace semanas aludía a “reformas estructurales dirigidas esencialmente a fomentar la inversión pública y reducir los impuestos”. De un modo más preocupante, Mario Draghi llegó a exponer que faltaba “claridad sobre el futuro de nuestra unión monetaria”. El presidente se muestra ahora más circunspecto que en julio de 2012, cuando dijo que haría cuanto fuese necesario para salvar el euro.
Para ello hacen falta reformas estructurales, dirigidas principalmente a incrementar el nivel de la demanda. El cambio de orientación presente, pues, va más allá de una simple nota discursiva. En efecto, la política monetaria constituye una negación de las teorías monetaristas, concebidas por Irving Fisher (1867-1947) y Milton Friedman (1912-2006). Existe, según ambos economistas, una relación casi directa entre la cantidad de moneda y la inflación. Si la cantidad de moneda aumenta, los precios deben ajustarse en la proporción del aumento, aunque la velocidad de la moneda (entendida como el número de veces que una unidad monetaria cambia de manos en un periodo determinado) permanezca estable.
Teniendo en cuenta que la moneda es al mismo tiempo un bien mantenido en reserva y un bien en circulación, constatamos que el beneficio de su creación se ve contrarrestado por otros fenómenos. El BCE crea reservas monetarias, mientras que la banca comercial crea flujo monetario mediante depósitos y créditos. Al ralentizarse el flujo monetario, el BCE debe compensar incrementando la reserva monetaria.
Un acreedor benévolo
El incremento de la reserva monetaria sirve, básicamente, para refinanciar a los Estados, ya que su deuda pública se utiliza como garantía para la creación monetaria. Sin la refinanciación del BCE, este mismo endeudamiento, que crece con fuerza, habría asfixiado la economía en detrimento del ahorro de particulares y empresas (a través de los balances de la banca y de las compañías de seguros). Así, pues, los Estados han encontrado un acreedor benévolo que les permite refinanciarse a un tipo nulo, incluso negativo. El BCE, pues, libera los balances de las instituciones financieras. De forma incidente, esta deuda pública está en el centro de toda la cosmografía financiera. Es deuda pública que es descontada por los bancos centrales. Es la misma deuda pública cuyo tipo de interés pasa a ser negativo. Es todavía esta deuda pública la que los Estados, amparándose en las prerrogativas de acuñación de moneda y de creación de impuestos, exigen que bancos y compañías de seguros les financien sin exigir la menor garantía en fondos propios. Es la misma deuda pública que los Estados emiten como garantía de la liquidez de la banca.
Coagulación
Las medidas adoptadas por el BCE han permitido aportar liquidez a los circuitos monetarios, pero la creación de moneda se muestra ineficaz por razones que los académicos empiezan a identificar. Así, este modelo de refinanciación de la deuda quizás no conduzca al resultado deseado de inyectar dinero a la economía productiva, ya que la moneda sigue un trayecto público (a través del redescuento de la deuda pública). Por otra parte, la creación monetaria queda estancada en los balances bancarios sin transmitirse con rapidez suficiente a la economía productiva en forma de créditos. Efectivamente, la economía es víctima de una crisis de la demanda: el consumo y la inversión no bastan para generar demanda de crédito. ¿Por qué es insuficiente esta demanda? No es una algo fácil de explicar. Intervienen factores diversos en proporciones difícilmente discernibles: el envejecimiento de la población, la revolución digital (que modifica profundamente el papel humano en la productividad e impide ejercer una presión al alza sobre los salarios), el adelgazamiento de la clase media y el empobrecimiento de una parte creciente de nuestras comunidades europeas, la desigualdad de las rentas, etcétera. Además, la flexibilización cuantitativa europea es, por naturaleza, menos eficaz que la puesta en marcha por la Reserva Federal de los Estados Unidos, donde organismos públicos y empresas acuden directamente a los mercados para financiarse, sin someterse a los balances de la banca. Allí, pues, el efecto de la transmisión de la flexibilización monetaria a la economía productiva es más inmediato y eficaz.
A pesar de los vientos en contra, el BCE debe continuar inyectando dinero. Podemos intuir que la institución reducirá más, si cabe, los tipos de interés y prolongará la creación de moneda de un modo decreciente hasta más allá del mes de marzo de 2017. Siendo así, no será posible para ninguna moneda sobrevivir a rendimientos negativos prolongados, sin descartar la posibilidad de entrar en una dimensión desconocida del patrón monetario; principalmente porque la deuda pública, convertida en garante del dinero y cuya sostenibilidad no es posible conseguir salvo mediante el recurso a tipos de interés negativos, constituye la base de esta inversión monetaria.
El BCE, expuesto al riesgo
Cuando el BCE llegue al final de la flexibilización cuantitativa, es poco probable que exija el reembolso de los bonos soberanos acumulados. Estos se sustituirán por otros títulos que se emitirán en aquel momento. Peor sería, sin duda, que la economía europea no se recupere y que la deuda pública continúe creciendo, inexorablemente, en proporción al PIB. Entonces, de modo ineludible, se requeriría del BCE la refinanciación de los Estados, por su incapacidad de asegurar la financiación de estos a través de las entidades financieras locales o extranjeras. El riesgo de insolvencia de los Estados se trasladaría entonces al BCE, cuyo balance serviría para consolidar una parte creciente de la deuda pública. En tanto que guardián de la moneda, el Banco Central Europeo debería responsabilizarse de la estabilidad de la deuda pública. Le correspondería absorber en su balance, de modo residual, los efectos de la crisis económica, a través de la refinanciación de los Estados. Devendría incluso la herramienta esencial para salir de la crisis de los bonos soberanos.
En tal contexto, ¿cuáles son las perspectivas económicas? Para mí, las principales son dos.
En primer lugar, es necesario retirar temporalmente las ataduras presupuestarias. Inevitablemente, los Estados deberán suspender la obligación de retorno al equilibrio presupuestario y del desendeudamiento estructural impuesto por el Pacto por la Estabilidad y el Crecimiento. Dicho pacto exige disminuir el 5% de excedente de deuda pública cada año, a fin de conseguir que la deuda pública no represente una proporción superior al 60% del PIB. La proporción del 60% no es casual: era uno de los requisitos de acceso a la zona euro en 1999. Dicho requisito se combina ahora con la denominada “regla de oro”, que exige no sobrepasar un déficit “estructural”; es decir, sin tener en cuenta riesgos coyunturales, igual al 0,5% del producto interior bruto (PIB). No siendo posible la devaluación monetaria “externa”, Europa ha impuesto la devaluación “interna”: la contracción presupuestaria y la moderación salarial, lo que se traduce en la exigencia de planes de austeridad. Pero el desendeudamiento exigido, además de imposible dada la carga creciente que representa la financiación de las pensiones, no es deseable. De hecho, el endurecimiento presupuestario de los Estados desembocaría en el abandono de una de las pocas vías de estímulo del crecimiento. Y con austeridad no saldremos de la recesión. Resulta inútil flexibilizar la política monetaria si los Estados no relajan las obligaciones presupuestarias, ya que crear dinero sin afectación resulta inútil. Así, pues, según mi parecer, los economistas que defienden la restricción del crédito a ciegas alegando que los tipos de interés son bajos están equivocados, y quizás no supieron leer correctamente la teoría económica. De hecho, los tipos negativos son un indicio inequívoco aportado por los mercados financieros y el BCE de que debe financiarse a los Estados sin transmitir la sangría del pago de intereses a las generaciones futuras. En un periodo de tipos bajos, el déficit presupuestario destinado a financiar las infraestructuras productivas es un imperativo.
Entonces, es posible que los años que vendrán se caractericen por una “represión financiera”: medidas coercitivas destinadas a obligar a la banca y a las compañías de seguros a financiar a los Estados a tipos extremadamente bajos. Por lo demás, esto ya sucede a través de reglamentaciones que eximen a las entidades financieras de cubrir la posesión de bonos soberanos imponiendo cargas al capital accionarial.
En resumen, el BCE acierta al sostener que la política presupuestaria debe tomar el relevo de la política monetaria. Sería recomendable suspender (o adecuar según el país) el Pacto por la Estabilidad y el Crecimiento, y autorizar un estímulo presupuestario más significativo, sobre todo porque los Estados se financian a tipos negativos. Sin embargo, a pesar de los dictados del BCE, los gobiernos europeos parecen mostrarse reticentes ante esta vía, porque en el momento presente las divergencias en la visión del dinero y de la deuda afloran con virulencia. Para algunos países, la monetización de la deuda es inadmisible, ya que esta debería financiarse con capital previamente constituido, y no con dinero creado de la nada. Sin salir de la crisis, habría un riesgo auténtico de cisma monetario en la zona euro. Y es aquí donde reside el peligro real de la política monetaria y presupuestaria.
Opinión de Bruno Colmant, responsable de Análisis Macro en Bank Degroof Petercam
CC-BY-SA-2.0, FlickrPhoto: Mark Strozier. Be on the Right Side of Change
Las empresas están teniendo dificultades para hacer crecer sus beneficios. Aquellas que están adecuadamente posicionadas para adaptarse a los cambios deberían estar en mejores condiciones para aumentar sus beneficios y conseguir rentabilidades en un contexto global de limitado crecimiento.
Los márgenes de beneficios de las empresas son hoy en día mucho más altos que la media desde principios de la década de 1950. Estos niveles de rentabilidad son muy altos, incluso si se tiene en cuenta que la actividad económica de Estados Unidos se ha desplazado hacia modelos de negocio más intensivos en capital (por ejemplo, servicios y tecnología), que inherentemente generan mayores márgenes.
Pero no todas las empresas o las industrias se enfrentan a la misma presión sobre el crecimiento de sus beneficios. En particular, los cambios impulsados por la tecnología, la regulación o los cambios estructurales en mercados específicos son excelentes fuentes de crecimiento potencial, incluso en un mundo con limitaciones en las ganancias. La búsqueda de empresas que se han adaptado a estos cambios es una de las varias formas en la que los inversores activos pueden capturar exceso de rentabilidad con un horizonte a largo plazo.
Usar la tecnología correctamente
Los cambios tecnológicos no se tratan sólo de Internet o las redes sociales. Solo hay que ver el sector retail, donde las nuevas tecnologías y los sistemas de información permiten a las empresas beneficiarse de grandes cantidades de datos sobre el comportamiento del cliente. Las empresas que reconocen este potencial y en consecuencia, utilizan estas herramientas para profundizar las relaciones con sus clientes, son capaces de hacerlo mejor que sus rivales.
La fabricación es otro ejemplo de esto. Las empresas que están a la vanguardia con formas innovadoras de fabricar tienen una mayor flexibilidad en la gestión de sus negocios, lo que supone una forma eficaz de aumentar la rentabilidad.
Por ejemplo, cuando analizamos Nike en 2015, descubrimos innovaciones que hacían probable que mejoraran significativamente el potencial de crecimiento de las ganancias de la compañía. Nike puede añadir sofisticados chips a algunas de sus zapatillas de deporte y esto le permite a profundizar su relación con los clientes, ofrecer productos personalizados. También está utilizando una nueva tecnología de fabricación automatizada llamada Flyknit que permite a los clientes personalizar sus pedidos con un trabajo mínimo.
¿Por qué hay tanta diferencia entre nuestro punto de vista y el del resto? Se debe a que la mayoría de los analistas no están evaluando correctamente cómo se están filtrando las nuevas tecnologías en los procesos empresariales. El beneficio potencial de esto está un par de años más allá de su horizonte. En un mundo cortoplacista, la construcción de modelos reflexivos, independientes como éstos puede marcar la diferencia a la hora de elegir las acciones que destacan entre la multitud.
El factor de la innovación
No son sólo los gigantes como Nike los que están convirtiendo la innovación en oportunidades de inversión. Cada vez es más fácil encontrar gente cambiando el mundo gracias a que las barreras tradicionales, capital y tiempo, están disminuyendo drásticamente como consecuencia de los avances tecnológicos.
Hoy en día, las nuevas ideas se puede transformar en negocios por sólo una fracción de lo que costaba antes gracias a la disminución exponencial y continuada de los costes de la informática. Por ejemplo, los gastos necesarios para una start-up tecnológica se han reducido en aproximadamente un 95% desde la era punto-com de la década de 1990. Y el potencial disruptivo es enorme. Otro ejemplo es el cambio en la publicidad de los periódicos impresos hacia el mundo digital, que ha tenido un profundo impacto sobre los beneficios tanto para las compañías tradicionales de medios de comunicación como el New York Times, como para los nuevos líderes como Google (Display, a la derecha ). Para los inversores, el reto es entender cómo se desarrollan los cambios que transforman las perspectivas de rentabilidad en una amplia variedad de empresas.
Esto a menudo requiere una comprensión de temas generales que trascienden las industrias y sectores tradicionales. Por ejemplo, el aumento de la conciencia medioambiental está impulsando los esfuerzos mundiales para hacer frente a los retos como las emisiones de carbono, el agua potable, la disponibilidad de alimentos y el saneamiento. El apoyo a las políticas y los avances tecnológicos están haciendo que el sector de la energía tienda a descarbonizarse inevitable. Y los costes de la energía renovable, como la energía solar o las baterías de iones de litio, para coches eléctricos están cayendo drásticamente. Creemos que muchos inversores han subestimado el potencial disruptivo de las mejoras exponenciales de los costes.
Los cambios como estos se están abriendo grandes oportunidades de inversión. Se estima que durante los próximos 15 años, se invertirán 4 billones de dólares en nueva capacidad de energía solar y eólica. Las industrias en este sector están muy fragmentadas, y ofrecen grandes oportunidades de crecimiento para quienes sobrevivan.
Sin embargoidentificar los objetivos para una inversión requiere un esfuerzo sustancial de analisis que permita comprender la dinámica tecnológica y el negocio de muchas empresas cotizadas que operan en las industrias nacientes. Mediante la búsqueda de empresas que se encuentran en el lado correcto de estos cambios, creemos que los inversores estarán bien posicionados para hacer crecer sus ganancias, incluso cuando las condiciones de negocio en general, se encuentran paralizadas.
Frank Caruso es CIO de US Growth Equities en AB y Daniel C. Roarty es CIO de Global Growth e inversione temáticas.
Foto: AlfonsoBenayas, Flickr, Creative Commons. Agentes financieros: visión a largo plazo
Las entidades financieras estamos inmersas en un profundo cambio en nuestro modelo de negocio. Una transformación sustentada en dos grandes revoluciones que se están produciendo en paralelo: tecnológica y regulatoria. Dos grandes desafíos que van a acompañar al sector financiero en los próximos años y que van a cambiar la relación entre banca y cliente.
Sin embargo, todo gran cambio lleva habitualmente aparejado cierta resistencia. En países donde la transformación digital o las medidas regulatorias se han puesto en marcha antes que en España (sobre todo el aspecto regulatorio) también se ha percibido este fenómeno. Y sin duda en el ámbito de la banca privada y sus redes internas no son una excepción.
Si nos centramos en el negocio de agentes financieros muchos de estos cambios pueden interpretarse como una opción favorable sólo para los intereses de la entidad financiera. Sin embargo, la realidad es que en el medio y largo plazo también va a favorecer la labor de los agentes a la hora de trabajar con su red de clientes.
Y es que es importante entender que se trata de un proceso complejo y que puede llevar tiempo interiorizar. Se ha producido un profundo incremento en las medidas regulatorias que todas las entidades deben adaptar en sus mecanismos internos, pero que ayudará a sentar las bases delasesoramiento y pondrá a disposición de los agentes una hoja de ruta a la hora de relacionarse con los clientes. La digitalización, por su parte, mejorará la eficiencia de los procesos internos y liberará tiempo de la actividad diaria de los asesores, además de muchas otras ventajas directas para aquellos clientes con un perfil más digital.
La clave radica, por tanto, en cambiar nuestra visión. Pasar del pensamiento a corto plazo al medio/largo. Las entidades financieras estamos en medio del proceso de implementación de todas las medidas requeridas por el regulador y ahora es el momento de reflexionar sobre cómo vamos a trasladar al cliente los resultados de esta transformación. Nuestra labor reside en ser capaces de explicar bien a cada uno de nuestros clientes que esta revolución actual repercutirá en un mejor servicio a futuro.
Conseguir este reto necesita de algo que ya era fundamental en la relación entidad – agente financiero: la confianza entre ambas partes, en la que habrá que apoyarse mucho durante los próximos meses/años. Se trata de un ambicioso cambio que precisa la combinación de esfuerzos. En el caso de la entidad a la hora de trazar correctamente el planteamiento estratégico y en el caso de los agentes financieros mediante la aportación de su experiencia y conocimiento en el cumplimiento de la estrategia.
Nos enfrentamos claramente a un momento clave en el negocio bancario. Los próximos años van a traer un buen número de desafíos que debemos afrontar con unidad e ilusión, porque nos van a permitir establecer mecanismos que mejoren la relación con el cliente y cimienten el sector financiero del futuro.
Columna de Pilar Cordón, responsable de agentes financieros de Deutsche Bank Wealth Management, que participará en el evento de Agentes Financieros organizado por iiR próximamente en Madrid.