La evolución inalámbrica 5G: ¿se me oye bien?

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Pixabay CC0 Public Domain. La evolución inalámbrica 5G: ¿Se me oye bien?

Si se juzga únicamente por su descripción, el 5G no parece el tema más interesante del momento. No tiene el atractivo de la inteligencia artificial, o del aprendizaje automático, por ejemplo. Tampoco hace reales las imágenes típicas de la ciencia ficción, como lo hacen los vehículos sin conductor, la robótica avanzada o la tecnología ponible.

Sin embargo, su poco atractivo para el público se compensa con su increíble potencial de transformación. Se prevé que esta quinta generación de comunicación inalámbrica sea hasta 100 veces más rápida que la actual 4G. De hecho, la tecnología 5G es el ingrediente esencial que hace posibles muchas de las principales tecnologías del mañana. Por ejemplo, los robots solo podrán llevar a cabo las complejas tareas que se imaginan para el futuro si pueden sincronizarse entre ellos de forma inalámbrica en tiempo real.

Es posible que los principales beneficios del 5G no vengan de lo que se espera, sino de innovaciones tecnológicas que hoy todavía son meros esbozos de ideas. Eso es lo que ocurrió con el 4G cuando se implementó hace casi una década. El 4G cumplió su promesa de ofrecer velocidad y conectividad. Más allá de ello, sin embargo, articuló las bases que posibilitaron el vasto ecosistema actual de aplicaciones para teléfonos inteligentes: vídeo y música en streaming, redes sociales y juegos portátiles.

Lo mucho que está en juego con el 5G se refleja en la feroz competencia entre Estados Unidos y China. Como parte de su conflicto generalizado en el área del comercio y la tecnología, las dos economías más grandes del mundo se enfrentan en una carrera para dominar el 5G, con el convencimiento de que ofrecerá una vía hacia la superioridad económica y digital. En efecto, si podemos guiarnos por lo ocurrido con el 4G, el país que mejor despliegue el 5G podría obtener importantes beneficios económicos.

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El 5G es la tierra prometida digital

Por supuesto, nada de esto ocurrirá de la noche a la mañana, ya que todavía hay que limar los estándares tecnológicos, superar los obstáculos logísticos, y realizar importantes inversiones en infraestructuras.

Aún así, hay mucho que celebrar, tanto para las compañías que ofrecen componentes y servicios como para los usuarios, con su impresionante velocidad y tiempo de reacción casi inmediato. Es posible que en los próximos años el 5G despeje algunos de los atascos del 4G, asiente las bases de las nuevas innovaciones, y en última instancia, de paso a una nueva era de las comunicaciones.

La reducción de la latencia es la revolución inalámbrica

Cada generación de red móvil ha mejorado a su predecesora. La gran virtud del 5G consiste en reducir la latencia, esto es, el tiempo que dos máquinas tardan en comunicarse entre ellas. Un ejemplo es cuando, al realizar una llamada de teléfono, hay que esperar un momento en silencio antes de que el otro teléfono empiece a sonar. Ese momento es el tiempo de viaje: la señal debe llegar al otro dispositivo, que debe procesarla y enviarla de vuelta al teléfono que hace la llamada.

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La latencia se mide en milisegundos, o milésimas de segundo, y aunque no parece que suene a mucho, es un gran problema para las acciones dependientes del tiempo.

El 5G soluciona la necesidad de velocidad

La mayoría de las redes 4G tardan unos 50 milisegundos en llevar una solicitud de un punto a otro; las redes 5G tienen el potencial de reducir ese tiempo de forma consistente a 1 milisegundo. Puede sonar a poco, pero una mejora así de nuestro tiempo de reacción a la velocidad de conducción de una autopista nos permitiría frenar unos 3 metros antes. Si nuestro vehículo se está conduciendo a sí mismo, cada centímetro cuenta.

Este tipo de reducciones de tiempo son todavía más importantes en sistemas que procesan cientos o miles de solicitudes de servidor al minuto, en especial cuando la velocidad de una función depende de otra. En una línea de producción, por ejemplo, un robot no puede ir más rápido que el que va delante. La latencia también limita la funcionalidad multitarea o los cambios entre funciones. Una latencia elevada añade tiempo a cada paso, lo que hace que algunas tareas sean demasiado ineficientes para merecer la pena.

Muchos sectores podrían beneficiarse del 5G

Los vehículos sin conductor encabezan la lista de sectores que esperan beneficiarse del 5G. Las comunicaciones ultrarápidas darán a los vehículos más tiempo para reaccionar a las sorpresas y para enviar advertencias a otros vehículos.

La robótica industrial también podría recibir un gran impulso, ya que las máquinas automatizadas podrían ejecutar tareas más complejas. Los robots estarían mejor preparados para encargarse de varias tareas. Más allá de eso, el 5G podría permitir que las fábricas empleasen robots sin el estorbo del cableado. Y las máquinas con reflejos inmediatos podrían minimizar los accidentes en las plantas de fabricación al identificar y esquivar a los humanos.

La aparición del 5G podría tener importantes consecuencias en la sanidad. Por ejemplo, podría acelerar la aplicación de cirugía robótica, lo que permitiría que los médicos controlasen los dispositivos de forma remota sin retrasos y sin perder precisión. Esto permitiría que un especialista en una parte del mundo operase a un paciente en la otra.

Además, a medida que los dispositivos conectados se hacen más comunes (como las neveras conectadas a Internet y los collares de perro con GPS), es probable que los hogares añadan una carga mucho mayor a la red. Una latencia más baja y un mayor ancho de banda harán que «el Internet de las cosas» sea más fácil de gestionar.

Ha comenzado la carrera mundial por la supremacía en el 5G

El impacto final del 5G podría ir más allá de la simple tecnología. Si nos guiamos por el pasado, una implantación con éxito podría impulsar toda una economía, tal y como vimos en Estados Unidos con el 4G. Al modernizar su obsoleto sistema 3G, EE. UU. creó un entorno fértil para que las compañías tecnológicas nacionales desarrollasen nuevas formas de almacenar y transmitir el contenido, y un sólido acceso para el público garantizó la audiencia necesaria para consumir ese contenido. Los inversores se beneficiaron mucho cuando Facebook, Netflix y Alphabet (la matriz de Google y Youtube) aseguraron sus posiciones líderes en el mercado.

Ahora se ha disparado una carrera frenética para dominar el 5G. China lleva mucho tiempo intentando establecerse como uno de los grandes actores en el mercado de las redes móviles, tanto ayudando a desarrollar protocolos de sistema como apoyando a sus productores de hardware. Uno de ellos, Huawei, se encuentra entre los mayores productores de hardware de red, aunque en la práctica se le ha vetado en los mercados estadounidenses por miedo a que sus terminales pudieran recopilar datos delicados para el Gobierno de China.

Como parte de su estrategia, China aisló su Internet y desarrolló su propio motor de búsqueda, sus redes sociales y sus gigantes del comercio electrónico: Baidu en lugar de Google, WeChat en lugar de Facebook, Alibaba en lugar de Amazon. Ahora tiene su propio ecosistema de Internet, altamente desarrollado. Esto ha situado a China en una buena posición para cosechar los beneficios del 5G, y quizá, para posicionar a algunas de sus compañías como líderes mundiales.

Lo que es seguro es que la lucha por la supremacía en el 5G va a crear oportunidades para los inversores a largo plazo. Las empresas que crean tecnología punta, así como las que la emplean para lanzar productos nuevos o mejorados, tienen el potencial de destacar en el mercado mundial. Una vez que el 5G esté disponible en todas partes, se crearán modelos de negocio que antes no existían a causa de las limitaciones tecnológicas. También dará un impulso a los gigantes de la tecnología actuales a medida que las búsquedas en Internet, las redes sociales y el comercio electrónico se integran más y más en el día a día.

Tribuna de Isaac Sudit, analista de inversión en renta variable de Capital Group.

Perspectivas en Multiactivos: rigor y flexibilidad

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CC-BY-SA-2.0, FlickrFoto: Jean and Fred. Foto: Jean and Fred

En el último trimestre del año, los mercados bursátiles estadounidenses repuntaron hasta máximos históricos en un contexto de creciente optimismo sobre una posible reactivación mundial. Si a cualquier participante del mercado le hubieran dicho en enero de 2019 que así es como acabaría el año, no lo habrían creído: el sinfín de desafíos a los que hacían frente la economía mundial y los mercados a principios de año no auguraban nada bueno.

La Reserva Federal estadounidense (Fed) había endurecido su política de forma prematura, la guerra comercial entre EE. UU. y China se estaba recrudeciendo, el Reino Unido estaba sumido en el agonizante proceso del Brexit, Europa se estaba ralentizando (Alemania evitó por los pelos entrar en recesión técnica) y el populismo de derechas resurgía en todo el mundo. En este contexto, cabía esperar que los mercados progresaran poco durante el año y, en cambio, lo hicieron de forma espectacular.

Para finales de diciembre, el índice de volatilidad (VIX), un parámetro para cuantificar la volatilidad en los mercados de renta variable, estaba sumido en la más absoluta calma, y el índice MSCI All Country World Equity había subido casi un 28 % en divisa local. El último trimestre del año protagonizó un especial optimismo que quedó reflejado en los mercados de capitales. Por tanto, los sectores cíclicos de renta variable, como el industrial y el financiero, registraron una evolución superior a la de las opciones más seguras, como los suministros públicos o el consumo básico. Los rendimientos de la deuda pública a largo plazo repuntaron y, en cuanto a las divisas, el dólar australiano se revalorizó frente al yen japonés, mientras que el euro y la libra esterlina repuntaron frente al dólar estadounidense. En materias primas, el cobre superó al oro y el crudo empezó a subir. La euforia empezaba a echar raíces.

Las razones de esta evolución pueden desglosarse a corto y a largo plazo. En el plano más inmediato, el consumo estadounidense mantuvo su solidez durante el año gracias al reducido nivel del desempleo, el aumento de los salarios, el abaratamiento de la financiación de hipotecas y el moderado nivel de la inflación.

Ello conllevó que el 80 % de la economía más importante del mundo se encontraba en buen estado y que, por tanto, resultaba poco probable que se produjera una recesión a escala mundial. En segundo lugar, la liquidez mundial era abundante, dado que los bancos centrales hacían lo que podían para compensar los efectos del comercio usado como arma en la política internacional. La disputa más obvia era entre EE. UU. y China, pero Japón y Corea del Sur también se vieron envueltos en un amargo enfrentamiento sobre reivindicaciones históricas.

La Fed, tras detectar una pérdida de dinamismo económico a principios de año, dio marcha atrás en su endurecimiento de 2017 y 2018 recortando los tipos de interés y declarando que estaría preparada para permitir que la inflación superase su objetivo «de forma simétrica» antes de plantearse un nuevo ciclo completo de endurecimiento (véase Gráfica 1 más abajo). Asimismo, amplió su balance para abordar problemas técnicos de la financiación de los «repos», lo que en gran medida se interpretó, de manera acertada o errónea, como un refuerzo de su compromiso de brindar una liquidez que, en última instancia, beneficiaría a la economía y a los mercados de renta variable. El Banco Central Europeo (BCE) también renovó su programa de expansión cuantitativa, si bien con una gran oposición por parte de Alemania y los Países Bajos.

Gam Investments

Estos efectos positivos se intensificaron después del verano, cuando parte de la incertidumbre que acechaba a los mercados se disipó. La salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE) empezó a darse por sentada con el nuevo primer ministro del país, Boris Johnson, lo que acabó confirmándose con su victoria en las elecciones en diciembre. Al mismo tiempo, EE. UU. y China parecían haber formalizado la primera fase de un exhaustivo acuerdo comercial después de meses de incertidumbre.

Pero, en un plano más profundo, en 2019 se produjo la continuación de una tendencia clave que apuntaló aún más a los mercados bursátiles. En concreto, la demanda de activos seguros por parte de fondos de pensiones, países productores de petróleo, exportadores y empresas con abundante liquidez superó la oferta disponible y mantuvo los precios de los bonos en niveles elevados y los rendimientos, contenidos.

Junto con las políticas monetarias flexibles, los rendimientos negativos o reducidos resultantes en la deuda pública hicieron que los dividendos o las rentabilidades de las acciones parecieran atractivas en comparación y contribuyeron al fenómeno «TINA» —siglas en inglés de «no hay alternativa»— en los mercados de renta variable. Los elevados rendimientos no solo aumentaron el atractivo de las perspectivas de rentabilidad a largo de la renta variable, sino que apuntaban a un mayor valor.

Perspectivas y repercusiones para la inversión

A pesar de la evidente disipación de la incertidumbre, la economía mundial sigue haciendo frente a importantes retos. La globalización podría seguir revirtiéndose mientras las industrias y comunidades locales continúen haciendo frente a las dificultades derivadas de la disrupción y la desigualdad que esta causa y los políticos sigan intentando canalizar el descontento resultante en vez de abordarlo. Así, la guerra comercial entre China y EE. UU. y el brexit seguirán siendo síntomas de este problema tan arraigado. Resulta probable que el crecimiento económico mundial siga peligrando ante la ralentización de la demanda conforme la población activa empiece a envejecer y, en última instancia, a contraerse en el mundo occidental y en China. Este contexto se ve agravado por las escasas probabilidades de que se aplique una respuesta política concertada para abordarlo.

El recurso a la política presupuestaria tendría mucho sentido en vista de los reducidos costes de financiación en todo el mundo y de las rentabilidades potenciales de dedicar recursos a proyectos de inversión.

El sistema interestatal de autopistas que Eisenhower creó en la década de 1950 constituye un magnífico ejemplo del poder de autofinanciación del gasto en infraestructuras: arrojó una rentabilidad estimada del 600%. No obstante, parece poco probable que se materialice una respuesta coordinada, habida cuenta de la oposición (Alemania) y el escaso margen presupuestario (EE. UU., Japón, Italia).

La inmigración es otra posible solución para impulsar la población activa, pero ha pasado a ser una cuestión polémica en muchas economías clave. Así pues, resulta probable que los bancos centrales de todo el mundo sigan haciéndose cargo del problema manteniendo los tipos de interés en niveles reducidos a través de la política monetaria y posibles políticas de expansión cuantitativa (véase Gráfica 2 a continuación).

Al contrario de lo que podría parecer, este contexto de estancamiento económico y los rendimientos reducidos resultantes en la renta fija deberían contribuir a apuntalar las valoraciones de la renta variable, en vez de lastrarlas, dado que los inversores se ven obligados a buscar rendimientos allí donde puedan encontrarlo. Muchos han descrito estos últimos años como excepcionales por haber mostrado estas características tan opuestas pero, en vista de que las condiciones subyacentes no han cambiado, creemos que no hay motivos para creer que no pueden mantenerse durante algún tiempo.

GAM Investments

La renta variable sigue siendo la clase de activos escogida por los inversores que buscan crecimiento gracias a las mayores rentabilidades y valoraciones que hemos descrito. Sin embargo, el contexto de escaso crecimiento probablemente conllevará que muchos inversores infravalorarán la asignación adecuada a la clase de activos.

Si bien la volatilidad y otras circunstancias específicas podrían constituir motivos más legítimos para ser prudentes, invertir en empresas que pueden aumentar su cuota de mercado y atraer el capital de los inversores comprometidos seguirá siendo una opción interesante. Se puede obtener valor adicional aumentando la exposición a «megatendencias» que no dependan de un crecimiento económico esquivo.

Algunos ejemplos son: Fortress America (principal beneficiario de las políticas de la Fed, mejor gestión corporativa del mundo), la inversión según criterios medioambientales, sociales y de buen gobierno (ESG) (el largo camino de la bondad, las cambiantes demandas de los inversores), la tecnología (crecimiento en un mundo de reducido crecimiento) y los mercados emergentes (auge de la clase media, escasa representación en los índices de renta variable).

Más allá de la renta variable, aquellos inversores con el objetivo de preservar el capital deberán buscar la sencillez y la coherencia. Esta parte de la asignación de activos en la cartera debería tener por objeto lograr un perfil de rentabilidad estable, pero discreto, con el fin de amortiguar la volatilidad asociada a la renta variable.

La mejor forma de lograrlo probablemente sea a través de bonos alternativos, como los títulos vinculados a la inflación o aquellos con garantía hipotecaria, así como la deuda corporativa con duración reducida. La deuda pública sigue desempeñando su papel de diversificación en las carteras más allá de la renta variable y ofrece ahora cierto valor tras el reciente repunte de los rendimientos.

Desde el punto de vista táctico, pueden surgir oportunidades a medida que los mercados pasen de descontar los indicios de una demanda reducida a descontar de nuevo la consiguiente respuesta política. Entretanto, el reajuste periódico de los objetivos de asignación de activos puede generar un valor sorprendente con el tiempo y debería constituir un componente habitual de la actividad regular de todas las carteras. Esta combinación de rigor y flexibilidad será crucial para alcanzar el éxito en 2020.

Tribuna de Julian Horward, responsable de soluciones multiactivo en GAM Investments

 

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Japón, aprendizaje automático y bonos convertibles: estás serán las temáticas para 2020

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Pixabay CC0 Public Domain. En términos generales, los fondos direccionales con mayores exposiciones netas superaron a aquellos con niveles inferiores de exposición

En un entorno donde la mayoría de las clases de activos se revalorizaron, el sector de los hedge funds experimentó uno de sus mejores años en una década, según la opinión de Alexis Mansuy, analista en SYZ AM, y Cédric Vuignier, director de Investigación e Inversiones alternativas en SYZ AM. Además, la mayor parte de las estrategias avanzaron, a excepción de las de los gestores sistemáticos macro, que no consiguieron interpretar los mercados con sus modelos fundamentales. “Para los fondos equity market neutral, fue un año positivo a la par que complejo, sobre todo a causa de unas rotaciones de factores más frecuentes y al estrangulamiento de las posiciones cortas”, subrayan los expertos.

Además, la decisión de la Reserva Federal de recortar los tipos de interés vuelve a catapultar los precios de los activos a cotas máximas, situando la volatilidad en niveles mínimos. Como consecuencia, se generaron importantes alzas en las asignaciones a renta variable y apalancamiento en las estrategias basadas en riesgos, como la de la paridad de riesgos. “En caso de que este aumente la volatilidad, cabe esperar un gran desapalancamiento como el que experimentamos a finales de 2018”, advierten desde SYZ AM. Ahora bien, ¿será el coronavirus el desencadenante?

“En nuestra búsqueda constante de alfa, creemos que hay tres temáticas que destacarán en los próximos doce meses”, destacan los autores. En primer lugar, el arbitraje de los bonos convertibles debería beneficiarse de una mayor volatilidad a nivel de los títulos individuales y del aumento de las emisiones nuevas en Estados Unidos. Asimismo, desde la gestora creen que hay valor por descubrir en Japón: “Gracias a las recientes reformas aplicadas por el primer ministro, Shinzo Abe, el sector empresarial japonés está experimentando profundos cambios”, destaca Mansuy.

Por último, la tercera temática de inversión que destaca SYZ AM es el aprendizaje automático. “Esta tecnología revolucionaria está alterando radicalmente nuestra experiencia del mundo a medida que los ordenadores desarrollan sus propios algoritmos”, subrayan los autores. Esto ha creado una carrera en pro de los datos y, entre los inversores, una búsqueda en el mercado. El aprendizaje automático es, según SYZ AM,  actualmente una tecnología en la que se puede invertir y que trabaja para optimizar las carteras y crear inversiones y modelos de previsión.

Por otro lado, desde la gestora esperan que los mercados muestren mayor volatilidad, lo que debería favorecer a los gestores macro discrecionales y sistemáticos a corto plazo. No obstante, a los replicadores de tendencias de medio a largo plazo puede resultarles más complejo capear un mercado con más turbulencias.

Asimismo, en el periodo analizado, los mercados de renta variable se anotaron alzas de dos dígitos en la mayoría de las regiones, con dispersión entre los sectores. Las persistentes rotaciones de estilo también caracterizaron el periodo, lo que situó a los títulos financieros entre los más rentables.

Pese a los recortes de tipos a corto plazo a nivel mundial, el rendimiento estadounidense a 10 años volvió a subir del 1,5% a casi el 2%, lo que provocó una rentabilidad inferior en los sectores equivalentes a la renta fija como suministros públicos, inmobiliario y consumo básico.

En términos generales, los fondos direccionales con mayores exposiciones netas superaron a aquellos con niveles inferiores de exposición. Sin embargo, destaca la gestora, las marcadas rotaciones del estilo de crecimiento al de valor hicieron que el alfa fuera más baja para algunos gestores en este segmento. “Esto también generó preocupaciones para los gestores market neutral, que tendieron a mantener un posicionamiento largo en crecimiento y corto en valor, y que arrojaron una rentabilidad de plana a negativa desde septiembre hasta finales de año”, añade Vuignier.

Por todo ello, en estos últimos cuatro meses de repunte de renta variable, desde la gestora subrayan que “no es de extrañar que los gestores de estrategias equity hedge hayan aumentado su apalancamiento”.

“Continuamos siendo prudentes respecto de los mercados bursátiles en el año 2020, después de que en 2019 se hayan registrado rentabilidades que no veíamos desde hace más de media década”, concluyen los analistas. En este año, las tensiones políticas sobre las relaciones comerciales entre EE. UU. y China, y recientemente entre EE. UU. e Irán, así como la continua incertidumbre acerca del Brexit, justifican esta actitud prudente.

Las (otras) perspectivas para 2020: prudencia es la palabra clave

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Pixabay CC0 Public DomainFoto: CDC. Foto: CDC

Conviene adoptar un enfoque de inversión prudente para afrontar una serie de riesgos. Entre estos se incluyen, además de las repercusiones del coronavirus, unas elevadas valoraciones, una calidad crediticia bajo presión, las tensiones geopolíticas y el entorno macroeconómico.

Si su bandeja de entrada se parece en algo a la mía, seguro que se entretuvo todo el mes de diciembre organizando las numerosas ediciones de perspectivas de inversión para 2020. Conforme las examinaba, dos ideas me vinieron al pensamiento:

  • El futuro es imposible de predecir; simplemente debería esperar seis semanas para redactar mis perspectivas. Esto incrementaría enormemente mis probabilidades de exactitud.
  • Muchos de esos correos electrónicos que ni se abrieron ni leyeron tienen algo en común: ni una sola mención al coronavirus.

Las vidas que el coronavirus se ha cobrado suponen, sin lugar a dudas, una auténtica tragedia. Como firma internacional y miembros de la comunidad mundial, el impacto en nuestros clientes y empleados representa nuestra máxima prioridad.

También nos preocupa que, detrás de los titulares y comentarios de inversión idiosincrásicos y, en ocasiones, alarmistas en todo el mundo, se esconde una importante faceta de esta crisis sanitaria: los economistas, analistas e inversores parecen haberse convertido actualmente en profesionales médicos y especulan sobre la naturaleza, la duración y las consecuencias de un riesgo mundial que no existía hace dos meses (un riesgo en el que muy pocos pueden afirmar ser expertos). La narrativa del virus pone de manifiesto la dificultad que entraña prever el futuro.

Prudencia es la palabra clave

Nos adentramos en 2020 con cautela. Nuestro posicionamiento no se basaba en ningún conocimiento premonitorio sobre el coronavirus, sino más bien en un amplio reconocimiento de los desafíos que los inversores afrontarán en el nuevo año. Estos retos parecen aún más acentuados a la luz del virus y su impacto en la economía mundial.

Las restricciones de viaje, la incertidumbre comercial y las perturbaciones en las cadenas de suministro representan claros obstáculos a corto plazo; la confianza, el gasto de capital y el consumo son ámbitos conexos que probablemente se verán sometidos a presión. La dinámica económica resulta indudablemente desfavorable en el primer trimestre de 2020, si bien se desconocen la duración y la magnitud de los efectos del virus.

Como he mencionado, nuestra evaluación del virus no fue el factor determinante de nuestra postura de prudencia de cara al nuevo año. Más bien, reflexionamos sobre lo que conocíamos y llevamos a cabo una evaluación probabilística de los elementos que podrían incidir en las rentabilidades de la inversión.

En 2019, prácticamente todos los activos líquidos cosecharon rentabilidades espectaculares. No obstante, estamos firmemente convencidos de que las semillas de la cosecha de 2019 se sembraron en 2018. Sin la volatilidad del mercado bajista en el cuarto trimestre de 2018, sobre todo en diciembre, las rentabilidades de 2019 probablemente no se habrían materializado. De igual modo, la evolución del año pasado define el entorno en el que nos hallamos hoy en día. Solo pueden lograrse unas rentabilidades impresionantes tras un periodo de caída. En ausencia de volatilidad, las expectativas de rentabilidad deberían ser más reducidas, dado que el punto de partida son unas valoraciones exigentes.

Muchos riesgos que se habían identificado previamente siguen presentes en el actual entorno: unas elevadas valoraciones, una calidad crediticia bajo presión, las tensiones geopolíticas y el entorno macroeconómico. Los elevados saldos de deuda siguen siendo una preocupación potencial en el sector empresarial. Las tasas de apalancamiento corporativo en Estados Unidos se sitúan en máximos de 40 años (1), debido al creciente volumen de deuda con calificación BBB («investment grade») que roza la condición de «bono basura». No se puede culpar a los emisores corporativos por endeudarse a tipos de interés históricamente bajos, salvo por el hecho de que gran parte de esa deuda está financiando la recompra de acciones de las propias empresas, lo que está ocurriendo ahora a un ritmo más acelerado que la compra de acciones de inversores minoristas o institucionales (2).

Inquietudes en torno al crecimiento

La calidad del crecimiento en el universo empresarial estadounidense sigue siendo motivo de preocupación. Muchas compañías se están beneficiando de unos tipos de interés más bajos y unos tipos impositivos reducidos, y han recogido los frutos de la consiguiente expansión de los márgenes. Además, como nuestro estratega de inversión, Rob Almeida, señaló en un artículo reciente (3), la actual calidad de los beneficios (a saber, los «beneficios ajustados») parece ínfima.

El carácter prudente de nuestras perspectivas se atribuye a estos factores, sobre todo si tenemos en cuenta que los diferenciales de la deuda corporativa se han estrechado hasta rozar niveles récord. El entorno macroeconómico mundial también supone un desafío. Los saldos de deuda a escala internacional siguen repuntando hasta cotas sin precedentes, mientras que a los bancos centrales les resulta casi imposible alejarse de las políticas monetarias acomodaticias sin ocasionar una ralentización económica.

Estas políticas no solo agravan los elevados niveles de endeudamiento, sino que además crean el distorsionado fenómenos de los tipos de interés negativos. No creemos que estas dinámicas vayan a alterarse de forma significativa en 2020. A principios de año, China reforzó su postura acomodaticia, la Reserva Federal estadounidense dejó entrever que mantendría una política de tipos de interés «bajos para siempre» y Christine Lagarde tomó el mando de un BCE acomodaticio que Mario Draghi había dejado en piloto automático. A nuestro parecer, este año veremos más de lo mismo, lo que justifica la continuación de un enfoque de cautela y prudencia.

No cabe duda de que los mercados de riesgo cobraron fuerza en el cuarto trimestre de 2019, al relajarse las tensiones comerciales gracias a la firma de la primera fase del acuerdo comercial entre Estados Unidos y China que parece haber puesto freno al deterioro económico. Con posterioridad, sin embargo, solo constatamos una leve mejora de las condiciones económicas o la confianza empresarial. Los mercados de riesgo descontaron rápidamente una recuperación que todavía no se ha materializado. Esa confianza se está viendo amenazada por el impacto del coronavirus. También ponemos en tela de juicio la solidez de la primera fase del acuerdo comercial, a medida que comienza la etapa preparatoria de la segunda fase de conversaciones y las negociaciones comerciales europeas cobran impulso.

Los riesgos geopolíticos persisten

En el frente geopolítico, el año comenzó con una cita electoral en Taiwán, lo que nos recordó que la presión social en el sudeste asiático y China tiene visos de prolongarse durante algún tiempo. El resurgimiento de las tensiones en Oriente Próximo podría ejercer presión sobre los mercados de energía y materias primas.

Por fin se puso término al «brexit», y el Reino Unido se halla ahora en un año de «transición» en el que tendrá que negociar nuevos acuerdos comerciales, aunque estos se enfocan a resolver asuntos que ya han sido objeto de extensos debates durante tres años sin que se haya alcanzado ninguna solución. Mientras tanto, Estados Unidos se adentra en el tramo final de unas controvertidas elecciones presidenciales, caracterizadas por unas opiniones y políticas extremadamente divergentes.

La evaluación de los fundamentales y los riesgos resulta esencial

Por último, la llegada de enero no es motivo para elaborar unas nuevas perspectivas. Puede que sea el primer mes del año, pero enero no es diferente de abril u octubre. El comienzo de un nuevo año tampoco es razón para replantearse el enfoque de inversión adoptado. En nuestra condición de gestores activos, nuestro mandato consiste en evaluar las perspectivas sobre los fundamentales con arreglo a los precios que estamos pagando por esos fundamentales. Mientras examinamos estas dinámicas en el entorno actual, deberíamos seguir actuando con prudencia.

Esta era nuestra postura en diciembre y en enero, y todavía parece (incluso más) pertinente en la actualidad. El coronavirus ha añadido una buena dosis de incertidumbre adicional. China ha reaccionado de la única forma que conoce: recortando los tipos de interés, aumentando la liquidez e incluso adoptando más medidas de relajación fiscal. Se desconoce cómo evolucionarán China y la economía mundial

El virus supone además un recordatorio de que siempre existen riesgos impredecibles acechando entre las sombras. La actual narrativa del mercado pronto podría verse amenazada por un vuelco de los indicadores económicos que, con casi total seguridad, se producirá tras el estancamiento de la actividad vinculado al virus (y, tal vez, por algunas de las otras preocupaciones identificadas). Como el Bardo afirmó, con mucho acierto, en Hamlet, «Cuando llega la desgracia, nunca viene sola, sino a batallones» (4).

 

Columna de William J. Adams, director de inversiones de renta fija global en MFS Investment Management

 

Anotaciones: 

(1) Moody’s Analytics Research, Weekly Market Outlook, 21 de noviembre de 2019.
(2) Goldman Sachs, Portfolio Strategy Research, «Flow of Funds: Outlook for US Equity Demand in 2020»
(21 de octubre de 2019).
(3) Robert Almeida, Strategist’s Corner, «Lo extraordinario se está volviendo demasiado ordinario», febrero de 2020.
(4) William Shakespeare, Hamlet, 4.º acto, escena V.

Evaluación de las posibles repercusiones del coronavirus en el mercado

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Pixabay CC0 Public DomainFoto: Matteo Fusco. Foto: Matteo Fusco

Conforme el brote del virus se propaga mucho más allá de las fronteras chinas, resulta difícil prever con exactitud qué impacto tendrá; con todo, podemos afirmar con total seguridad que el consumo y el suministro se verán significativamente afectados.

No cabe duda de que el coronavirus está conmocionando la economía mundial. La naturaleza de la enfermedad difiere en gran medida de la del SARS o la gripe porcina, ya que la tasa de transmisión es mucho más elevada y, por suerte, la tasa de mortalidad es mucho más reducida. Otra clara diferencia es que la infección ya se ha aventurado claramente fuera del continente asiático. Hasta hace unas semanas, los europeos y estadounidenses podían estar tranquilos y considerar que el nuevo virus era un problema de China, con algunos brotes en el resto de Asia. Ahora, tras unas semanas llenas de noticias sobre la evolución del coronavirus en Corea y, más importante aún, en Italia, esta sosegada visión de los mercados se ha hecho añicos, y el S&P retrocedió casi un 7% desde los máximos alcanzados a finales de febrero (1).

¿Cómo evolucionará el brote del coronavirus?

Para los que no nos dedicamos a la medicina o a asuntos de salud pública, resulta muy difícil formular previsiones. No me sorprendería en absoluto que el número de casos aumentara de manera significativa. El simple hecho de que muchas familias hayan viajado por toda Europa durante las recientes vacaciones escolares no hace sino exacerbar la situación. Así pues, la pregunta clave es cómo lograrán las autoridades contener el brote del coronavirus.

El éxito de Singapur en limitar los casos de contagio y no registrar ninguna muerte me resulta alentador. Ahora bien, cuando miramos al futuro, estamos convencidos de que el brote del coronavirus se extinguirá: el calor del verano debería aliviar las tasas de transmisión, aunque las medidas de contención deberían reducir la incidencia de la enfermedad incluso antes del periodo estival.

Si analizamos las estadísticas procedentes de China (y asumiendo que son correctas), ya podemos detectar los resultados de la agresiva estrategia de contención. La crisis llegará a su fin en algún momento, probablemente en los próximos meses. Entonces, ¿cuál será el impacto económico? Hasta la fecha, identificamos dos claras repercusiones: el consumo perdido y el suministro perdido. Cuando examinamos los datos chinos, constamos que el consumo desciende a medida que la enfermedad se convierte en el mayor foco de preocupación de los consumidores.

En febrero, Adidas anunció que las ventas en China se habían desplomado en un 85% (2), y a ese nivel no merece la pena que los analistas traten de cuestionar los números. Se trata de una catástrofe evidente, aunque temporal. En unos cuantos meses (y, sin duda, antes de que acabe el año), volveremos probablemente a la normalidad. No obstante, intuyo que una proporción significativa de la caída en el consumo desaparecerá para siempre. Aunque todavía es posible que acabemos renovando nuestro teléfono inteligente, lo más seguro es que no compremos ese traje de la nueva temporada de primavera que teníamos en mente.

La segunda repercusión se refleja en una perturbación del suministro, donde observamos claramente que la escasez de componentes críticos está provocando una situación de «infraproducción». Apple ya lo reconoció a mediados de febrero (3), y seguiremos escuchando mucho más de lo mismo. De nuevo, si no se disponen de inventarios, la demanda de los consumidores caerá en saco roto y una parte de ese consumo acabará perdiéndose.

En los sectores donde los ciclos de inventarios son la norma, se dará comienzo a un ajuste de inventarios. La profundidad de la etapa descendente del ciclo y el carácter internacional que adquirirá este evento determinarán el periodo necesario de ajuste. Parece probable que asistamos a una nueva «recesión industrial» provocada por el coronavirus, similar a la crisis del euro de 2012, el colapso de los precios del petróleo en 2014-15 y la ralentización derivada del conflicto comercial en 2018-19. Ninguno de estos acontecimientos provocó una recesión global y, dada la naturaleza provisional del brote del coronavirus, no prevemos que esta vez será diferente (aunque podría suceder en Japón o incluso en Alemania, pero sería una recesión leve en todo caso).

Las compañías experimentarán un periodo de revisiones de beneficios a la baja, lo que continuará haciendo mella en el mercado, incluso si su capacidad de perturbación resulta limitada. Aunque no hemos efectuado estimaciones formales, es posible que las revisiones a la baja de los beneficios alcancen los dos dígitos.

Este fue el impacto de las ralentizaciones derivadas de las infecciones virales mencionadas con anterioridad, lo que bastaría para echar por tierra las previsiones de crecimiento de beneficios formuladas para este año. Podríamos plantearlo de otra manera: el entorno de lento crecimiento que la economía mundial ha experimentado desde la crisis financiera mundial se prolongará. Durante ese periodo, la compañía media ha atravesado dificultades para impulsar el crecimiento de los beneficios. En el gráfico 1, por ejemplo, se muestra la evolución de los beneficios mundiales con respecto al sector tecnológico durante el periodo en cuestión.

Columbia Threadneedle Investments

El coronavirus tendrá como efecto una prolongación de esta tendencia en 2020. Huelga decir que no solo las firmas tecnológicas se incluyen en esta categoría, sino también las compañías de crecimiento de elevada calidad y tecnología médica que pueden despuntar en todos los entornos económicos. A finales de febrero, Mastercard lanzó una advertencia sobre beneficios (4), al revisar a la baja sus previsiones de crecimiento de los beneficios en dos o tres puntos porcentuales. Si echamos un vistazo a la rentabilidad de la compañía durante la crisis financiera mundial, observamos que, incluso cuando la fortaleza del dólar suponía un freno, la firma mantuvo una tasa de crecimiento de los ingresos del 3% (5). Los buenos negocios registran rentabilidades superiores y consolidan sus posiciones competitivas durante los periodos más complicados.

A medio plazo, una de las repercusiones evidentes que el coronavirus trae consigo es una mayor presión para diversificar o incluso reducir las cadenas de suministro. En los 30 últimos años, el modelo de éxito de una compañía occidental ha consistido en ampliar las cadenas de suministro con el fin de acceder a unas materias más baratas en las economías de bajos salarios, de las cuales China ha sido la máxima expresión. El presidente Trump ha mostrado una resistencia política a esta tendencia, y el coronavirus refuerza el énfasis en la seguridad del suministro.

En la próxima década, conforme aumenta el uso de la inteligencia artificial, las compañías formularán, por ejemplo, sus previsiones de demanda con una mayor frecuencia, y los negocios sacarán partido de esta información a través de unas cadenas de suministro más cortas y flexibles —y la automatización ayudará a contrarrestar las presiones de costes resultantes. Por último, aunque lo expuesto con anterioridad ofrece un marco de referencia para reflexionar sobre el impacto del coronavirus, la situación cambia muy rápidamente. Saludos y salud.

 

Columna de Neil Robson, director de renta variable global en Columbia Threadneedle Investments

 

Anotaciones:

(1) Bloomberg, 27 de febrero de 2020

(2) «Adidas says business activity in China has tanked roughly 85% due to coronavirus», CNBC, 19 de febrero de 2020

(3)  «Apple warns of coronavirus causing iPhone shortages», The Guardian, 17 de febrero de 2020

(4)  «Mastercard cuts revenue outlook on coronavirus impact», FT.com, 25 de febrero de 2020

(5)  «Visa, MasterCard cut costs as revenue growth slows», Budapest Business Journal, 16 de febrero de 2009

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Riesgo en Inversiones Privadas (parte 4): “No seamos un lemino”

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Pixabay CC0 Public DomainFoto: miezekieze. miezekieze

El lemino es una criatura que instintivamente sigue a otros leminos de su entorno. Desafortunadamente, los leminos son conocidos por lanzarse de un barranco hacia su muerte por seguir a otros leminos. El comportamiento racional no está programado en su ADN, al menos cuando se trata de tomar una decisión la cual lo lleve a su muerte.

Desafortunadamente vemos este comportamiento a lo largo del panorama de inversión. El comportamiento racional debiese instruirnos a comprar a precios bajos y luego vender a precios altos. En realidad, son las emociones por lo general que dictan las decisiones de inversión. Los inversores compran después de que ver a muchos otros hacerlo, usualmente cuando los precios han subido. De la misma manera, venden cuando observan a muchos otros vendiendo, usualmente cuando hay una mala noticia económica y los precios son empujados a la baja. Comprar caro y vender barato es la gran realidad demuchos inversores, frecuentemente influenciados por emociones fuertes y la necesidad de seguir a otros para justificar las decisiones. Los inversores profesionales atribuyen este mismo comportamiento humano a la toma de decisiones emocional, similar al lemino.

La mayoría de las inversiones privadas no son distintas. El comportamiento racional dicta a los gestores de fondos que contratamos a comprar barato y luego vender caro. Esto generalmente significaría que un gestor de fondo adquiera empresas pagando razonablemente 7 veces su flujo de caja, trabaje en crear valor en esas empresas sobre un periodo de años, y después venda la inversión con una ganancia. En realidad, observamos muchos gestores comprando alto, con la esperanza de crear valor para luego vender a precios más altos; esto como resultado incrementa el riesgo de vender a una perdida – especialmente con inversiones que involucran mucha deuda (apalancamiento).

¿Entonces porque este comportamiento ocurre en inversiones privadas? La respuesta empieza con el hecho de que muchos inversores se comportan como leminos. Cuando un fondo de pensiones de reconocida reputación como CalPers anuncia (como lo hizo de nuevo en 2018) de que estarían duplicando sus inversiones privadas con la meta de incrementar el rendimiento de su portafolio, el cual les esta rindiendo en los bajos dígitos (por debajo de 10%), la mayoría de la comunidad de inversión toma nota y se comporta similar. Por otro lado, al examinar los incentivos de los empleados de inversión de la mayoría de las instituciones, los incentivos no están alineados con sus beneficiarios; lo cual presenta la posibilidad de que se tomen decisiones conflictivas. La meta primordial de muchos inversores dentro de los fondos de pensiones es mejorar su resume y no ser despedidos en el proceso. Empiezan teniendo una sensación falsa de seguridad por invertir en los gestores de fondos con grandes marcas y de nombre. Gestores quienes hacen un excelente trabajo de marketing para sus fondos loq ue los ayuda a crecer cada vez mas sus billones de activos bajo manejo (2019 fue un año récord para levantamiento de activos y de efectivo disponible para invertir).

Subsecuentemente, estos grandes fondos crecen aun mas, y a la vez su competencia. Estos fondos luchan por encontrar oportunidades e ineficiencias para poder utilizar sus billones. Ellos compiten casi por cada transacción que invierten, por lo tanto, los precios de compra incrementan a múltiplos muy altos, un rango de 11-13 veces flujo de caja o por encima de estos niveles. Después estos mega fondos aún tienen que entregar un rendimiento que justifique la tasa que cobran y la iliquidez del cual le piden a sus inversores.

La creación de valor es difícil de implementar en empresas grandes sobre periodos relativamente cortos. Frecuentemente, los gestores de mega fondos confían en el uso excesivo de apalancamiento para mejorar sus bajos rendimientos. Solo en el 2018, cerca del 15% de las adquisiciones de empresas utilizaron una palanca de 7 veces flujo de caja para artificialmente mejorar sus rendimientos. Este comportamiento esta bien en un ambiente de tasas bajas y no durante una recesión, pero las desaceleraciones económicas son impredecibles, las tasas suben y el riesgo de una bancarrota es real. En tiempos económicos normales, una bancarrota al estilo de Toys-R-Us es un llamado de atención a los inversores que adjudican recursos a gestores de fondos con este comportamiento arriesgado. A pesar de este patrón de hechos, muchos inversores continúan otorgando billones de dólares a los mega fondos, aun cuando estamos en las últimas etapas del ciclo económico.

Hay una mejor manera de invertir, aun en este ambiente. Solo hay que decir: no a convertirse en un inversor lemino. No aceptar riesgo innecesario. No seguir el comportamiento colectivo y lanzarse de un barranco. De los mas de 8.000 gestores privados, hay un buen numero que invierte apropiadamente y que mitiga riesgos. Como hemos mencionado en artículos previos, hay que trabajar, hacer preguntas, buscar alineamiento de incentivos, y hacer lo mejor que podamos para evitar riesgos innecesarios.

Columna de Alex Gregory

El creciente interés de las Afores por invertir en capital privado genera potencial para la llegada de otros emisores internacionales a México

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Foto: HolidayExtras, Professional Images . HolidayExtras Credit: Professional Images

Las Afores mantienen inversiones en estructurados (CKDs, CERPIs y deuda estructurada) por 12.786 millones de dólares (mdd) que equivale al 5,9% de los activos en administración al cierre de enero de acuerdo con la CONSAR.

Esta cifra significa que las Afores tienen el 89% de las emisiones de CKDs y CERPIs y con el 11% restante participan otras entidades como aseguradoras y fondos de pensiones (no AFOREs), entre otros.

De un total de 10 Afores las 5 que mantienen inversiones superiores a los mil mdd concentran el 85% de los recursos (10.786 mdd).  Estas 5 Aforess en orden de importancia son: AFORE XXI-Banorte (3.423 mdd), Citibanamex (2.897 mdd), Sura (1.845 mdd), Profuturo (1.498 mdd) y PensiónISSSTE (1.214 mdd). Estos montos solo corresponden al dinero llamado por lo que si se consideran el dinero comprometido los montos aumentan casi al doble al cierre de enero de 2020.

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Comparando las inversiones de las Aforess de este cuadro respecto al PREQIN Special Report: The Private Equity Top 100 de febrero de 2017 (pág. 9), se tiene que AFORE XXI-Banorte estaría en el lugar 87. Aunque hay una diferencia de tres años en la comparación ya que el reporte de PREQIN es a 2017 y las inversiones que se tienen de las AFOREs son a enero de 2020, se puede concluir que las inversiones que tienen las AFOREs más grandes en capital privado local y global las ubica en el top 100 de los inversionistas de capital privado.

Otro dato interesante es que solo 5 de los 100 fondos de capital privado más grandes (página 4 y 5) han sido emisores de CERPIs como es el caso de Blackstone Group (lugar 2 en el reporte de PREQIN), KKR (lugar 3), HarbourVest Partners (lugar 14), Lexington Partners (lugar 17) y Partners Group (lugar 21) lo cual presenta el potencial de que lleguen otros emisores internacionales a México.

En total se tienen 75 emisores de los 114 CKDs y 32 CERPIs. El emisor más importante es Infraestructura México con 1.470 mdd de recursos comprometidos orientados al sector de infraestructura; seguido de Credit Suisse con 3 CKDs del sector relacionado con la deuda mezanine y recursos comprometidos por 1.376 mdd. En la tercera posición está Mexico Infraestructure Partners con 4 CKDs y 2 CERPIs que suman 1.332 mdd de recursos comprometidos orientados al sector infraestructura.

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Al revisar las inversiones en CKDs y CERPIs de los últimos 10 años se puede ver el creciente interés de las AFOREs por invertir en capital privado, como se puede observar en la gráfica.  Si bien en 2016 se observa una baja en las cifras, esto obedece a que en la información que reporta CONSAR a partir de este año separó las inversiones en las Fibras respecto a los estructurados (donde se agrupan desde entonces solo los CKDs, CERPIs y la deuda estructurada).

Las inversiones en los últimos tres años en CKDs y CERPIs ha sido en promedio de 2.241 mdd por año, por lo que esperar un crecimiento de 2.000 mdd en 2020 resulta conservador dado el crecimiento promedio de años anteriores.

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Columna de Arturo Hanono

20º aniversario del estallido de la burbuja puntocom: ¿burbuja 2.0?

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Pixabay CC0 Public Domain. 20º aniversario del estallido de la burbuja puntocom. ¿Burbuja 2.0?

El vigésimo aniversario de la explosión de la burbuja puntocom se cierne sobre el sector tecnológico de EE.UU. El Nasdaq cotiza ahora en niveles que que casi duplican a los que tocó durante el apogeo de la burbuja en marzo de 2000, y las empresas de alto crecimiento con bajas ganancias vuelven a ser un segmento muy popular entre los inversores.

Durante el año pasado se generó un flujo de noticias preocupante alrededor de las empresas de tecnología. Cualquiera que lea los titulares sobre los excesos de WeWork y tenga una sensación de déjà vu  puede ser perdonado. Pets.com, un decano de la era de las puntocom, supuestamente pagó 73.000 dólares por segundo por un espacio publicitario durante la Super Bowl antes de que se derrumbara sin ningún tipo de ceremonias.

Pero hay muchas cosas que han cambiado en la industria en estas últimas dos décadas. El uso de Internet ha crecido exponencialmente desde el año 2000. En aquel Menos del 7% de la población mundial usaba internet en aquel momento, según el Banco Mundial. Ahora la mitad de la población mundial la usa. Internet está tan arraigada en la sociedad ahora que hay pocas compañías que no requieren software para hacer negocios. Esto proporciona un apoyo estructural al mercado que simplemente no existía hace 20 años.

La tecnología que proporcionan ahora muchas de esas grandes empresas está totalmente integrada en muchos negocios. En los últimos años, a medida que los clientes de distintas industrias trataban de mantener una ventaja tecnológica y han variado las pautas de consumo, se ha observado un incremento de la inversión en software.

Las empresas consideran cada vez más a la tecnología como una fuente de ventaja competitiva y como una forma no sólo de reducir los costes sino también de generar ingresos y mejorar la retención de clientes.  No esperamos que esto cambie pronto y, de hecho, es una tendencia que puede acelerarse a medida que más compañías aprovechen el potencial de la tecnología digital. Esta demanda estructural sólo continuará debido a que cada vez más empresas están transformando su modelo de negocio tradicional a uno en línea. La inversión en la tecnología inalámbrica que aprovechará el 5G ya está en marcha, pero aún tiene un largo camino por recorrer, dado que su despliegue está aún en una etapa relativamente temprana.

Esto será una ventaja para empresas como los fabricantes de semiconductores, que se beneficiarán del Desarrollo de nuevos teléfonos móviles que puedan hacer uso de la capacidad adicional que crea el 5G. En otros lugares, el desarrollo de nuevas tecnologías que van desde vehículos autónomos hasta la realidad virtual, se basa en 5G, lo que a su vez impulsará una mayor inversión.

Los modelos de negocio de las empresas de tecnología también han cambiado significativamente desde 2000. La aparición de negocio basados en la nube y en la suscripción ha creado empresas con flujos de ingresos más estables. Las compañías basadas en la nube facilitan la actualización del software (un técnico puede actualizar los ordenadores de toda una empresa de forma centralizada en lugar de que un ejército trabaje en cada uno de ellos). Esto significa que las firmas de software pueden captar potencialmente los gastos que antes se destinaban a las empresas de hardware o a recursos como el personal de tecnologías de la información.

Es crucial que muchos de los ingresos de los programas informáticos sean recurrentes. Según el ISI, el 42% de las ventas de las 25 mayores empresas de software fueron recurrentes en 2008. Esa cifra ronda el 69% en la actualidad. Microsoft ha desarrollado una fuerte posición competitiva que ha requerido altos costes de cambio. La empresa ha realizado importantes inversiones en sus sistemas de computación en la nube que le ayudarán a dominar sus mercados. Compare esto con Pets.com que ofrecía comida para mascotas que podía comprarse con facilidad a cualquier otro competidor o, de hecho, en la tienda de mascotas local donde los propietarios ya la adquirían anteriormente.

Nada de esto significa que el sector tecnológico no tenga problemas. La solidez financiera de las compañías que salen a bolsa ha disminuido en los últimos años y más del 80% de las empresas que salen a tenían pérdidas, de acuerdo con Wolfe Research. Se trata de los mismos niveles que vimos en el 2000, lo que  indica que hay burbujas en el mercado de las salidas a bolsa. Es alentador que las recientes OPV de empresas no rentables no se hayan comportado bien en bolsa o hayan sido canceladas antes de debutar, como es el caso de  WeWork, pero es evidente que estos datos exigen vigilancia.

Las valoraciones de las empresas también suponen una posible preocupación. Se han situado por los niveles máximos anteriores de 2014 y si la historia sirve de guía, los múltiplos actuales podrían resultar insostenibles. El impacto tangible del coronavirus aún no se ha sentido realmente, pero sí perjudica significativamente el crecimiento económico, o si aumentan los signos de recesión, estos múltiplos podrían convertirse en un problema.

El sector de la tecnología no es inmutable y ciertamente podría producirse una corrección. Pero eso representaría una potencial oportunidad de compra para situarse en empresas con modelos de negocio fuertes que se apoyan en factores estructurales. La historia se repite a veces, pero no esta vez.

Tribuna de Timothy Skiendzielewski, director de inversiones de Aberdeen Standard Investments. 

Las caídas han puesto de manifiesto oportunidades en renta variable europea

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Las caídas han puesto de manifiesto oportunidades en renta variable europea
Pixabay CC0 Public Domain. Las caídas han puesto de manifiesto oportunidades en renta variable europea

El temor que rodea al contagio del coronavirus ha provocado un reciente aumento de la volatilidad en los mercados. Hemos revisado las posiciones de nuestro fondo Aberdeen Standard SICAV I – European Equity para analizar el impacto que puede tener en ellas esta situación.

Dado nuestro enfoque en empresas de alta calidad y en modelos de negocio sostenibles, estamos menos preocupados por el impacto que un solo año pueda tener en las ganancias y los flujos de caja. No creemos que sea suficiente como para perjudicar significativamente la competitividad de nuestras posiciones o causar dudas sobre el balance, y nos ha complacido ver que el fondo ha demostrado ser resistente hasta la fecha.

Los resultados recientes de algunas de nuestras principales posiciones en cartera, como el Grupo Kerry, Novo Nordisk, RELX y Wolters Kluwer, han sido sólidos, y nos han tranquilizado sus intentos de cuantificar el nivel de impacto que prevén, así como las medidas que están adoptando para mitigar los efectos del coronavirus.

La reciente caída de los precios de muchas compañías ha puesto de manifiesto algunas oportunidades en las que tenemos más capacidad que otros participantes del mercado de usar nuestro enfoque de inversión de largo plazo. Así, podemos incrementar nuestras posiciones en aquellas empresas en las que vemos que el virus no ha cambiado sus ventajas estructurales, tal y como ya hemos hecho en anteriores episodios de volatilidad. Lo mismo ocurre con las nuevas ideas que estamos evaluando para la cartera y que aportarían exposiciones interesantes en las que podríamos aprovechar valoraciones más atractivas en las próximas semanas.

Al mismo tiempo, es importante buscar un equilibrio entre ser reactivo y proactivo, y permanecer atentos al flujo informativo. Es probable que aparezcan titulares aún peores y el impacto económico se sentirá sin duda mucho más allá de China. Sin embargo, las empresas que proporcionan bienes y servicios relativamente esenciales y que disfrutan de amplios márgenes y de balances sólidos deberían resistir mejor esta situación.

Aquí también nos sentimos cómodos con nuestro enfoque altamente selectivo, en el que nuestro análisis bottom-up y la gran diferenciación respecto al índice de referencia hacen factible una desconexión material entre el rendimiento del fondo y el crecimiento del PIB europeo o las perspectivas más amplias del mercado.

En resumen, somos optimistas sobre el potencial de nuestra cartera a largo plazo. ¿Por qué? El crecimiento futuro de nuestras posiciones está respaldado por poderosos factores estructurales, como los cambios demográficos en la población mundial, la digitalización de la industria y el valor duradero de las marcas de primera calidad. Esto permite que la rentabilidad dentro de la cartera sea significativamente mejor que el ciclo económico.

Nuestro enfoque en unos balances sólidos, en la gestión de los riesgos ASG y en los modelos de negocio sostenibles proporciona resistencia a los beneficios y protección contra las caídas, características especialmente deseables en el incierto mercado actual, y que se ponen de manifiesto en el historial de rendimientos superiores del fondo tanto en los últimos años como en 2019.

Europa es un mercado perfecto para los stock-pickers que dispongan de buenos recursos. Se trata de un mercado profundo, complejo e incomprendido que nos permite buscar oportunidades de inversión convincentes y a menudo infravaloradas.

Nuestro enfoque altamente selectivo significa que no necesitamos ser dueños de todo el mercado: solo nuestras mejores ideas (32 posiciones en la actualidad), que generan un mayor rendimiento del capital, un crecimiento más rápido de las ganancias y que tienen un menor apalancamiento que el mercado. La diferenciación con respecto al índice de referencia (87% de active share) permite una diferencia sustancial entre la rentabilidad del fondo y las perspectivas más amplias del mercado de valores.

Por lo tanto, seguimos muy centrados en nuestro enfoque de inversión de tal manera que las mayores ponderaciones del fondo estén en aquellas empresas de alta calidad con los rendimientos implícitos más atractivos, que creemos que seguirán ofreciendo el mejor resultado ajustado al riesgo a nuestros clientes. Nos beneficiamos de una plataforma de análisis propia y de un equipo europeo experimentado y excepcionalmente dotado de recursos, que genera un interesante conjunto de ideas de inversión.

Tribuna de Ben Ritchie, director de renta variable europea de Aberdeen Standard Investments

El nerviosismo se apodera de los mercados de renta variable tras el shock del coronavirus

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El nerviosismo se apodera de los mercados de renta variable tras el “shock” del coronavirus
Pixabay CC0 Public Domain. El nerviosismo se apodera de los mercados de renta variable tras el “shock” del coronavirus

Desde finales de 2019, las preocupaciones comerciales se habían calmado y los flujos de capital se habían vuelto positivos. Sin embargo, un shock exógeno estropeó la fiesta. En la segunda quincena de febrero, a medida que el número diario de casos de COVID-19 comenzó a aumentar fuera de China, el pánico se apoderó de los mercados de valores, con correcciones diarias como no se habían visto desde la gran crisis financiera mundial.

Mortalidad del coronavirus - DPAM

Por ejemplo, el pasado 28 de febrero se negociaron más de 100.000 millones de dólares en el S&P 500 ETF, mientras que el índice de volatilidad saltó por encima de 40, eclipsando el nivel visto por última vez a finales de 2018 e indicando niveles de capitulación. Las retiradas de dinero de fondos de renta variable por encima del 15% son poco frecuentes fuera de una contracción económica prolongada. Y, hasta ahora, hay pocas razones para esperar que el coronavirus empuje la economía de los EE.UU. hacia una recesión.

Como no existe un marco de referencia histórico para el coronavirus (típico de un suceso de «cisne negro»), es difícil evaluar el impacto del brote, su duración y la eficacia de las medidas adoptadas para contenerlo en última instancia. Empresas de todo el mundo han emitido advertencias sobre el impacto del virus en sus beneficios, pero muy pocas han podido cuantificar los efectos más allá del próximo trimestre.

Sin embargo, si observamos las crisis exógenas del pasado, vemos que las disrupciones económicas pueden ser considerables, pero, normalmente, de corta duración. El PMI manufacturero de China cayó en febrero por debajo de 36 (más bajo que durante la crisis), lo que demuestra el impacto extremo del brote, pero el mercado de acciones clase A se encogió de hombros ante esta situación negativa, ya que las infecciones diarias en China han alcanzado su punto máximo y se han aplicado medidas de liquidez. En lo que va de año, ese mercado ha recuperado todas sus pérdidas.

En cuanto a los mercados de renta variable de los países desarrollados, esperamos que el nerviosismo continúe mientras las infecciones no hayan alcanzado su punto máximo, ya que la crisis podría durar más tiempo que en China porque es más difícil cerrar ciudades enteras en esos países. La continua reducción del riesgo beta de las estrategias sistemáticas también podría alimentar la alta volatilidad.

Como inversores a largo plazo, si miramos más allá de los próximos meses, estamos dispuestos a incrementar nuestras inversiones en empresas cualitativas que sean capaces de crecer a lo largo del ciclo; que tengan ventajas competitivas, un apalancamiento relativamente bajo y una baja vulnerabilidad a las fuerzas disruptivas; y que sean idealmente capaces de capitalizar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas. Curiosamente, estas compañías se han mantenido en esta ruta reciente del mercado.

Por último, pero no por ello menos importante, nos gustaría subrayar el hecho de que la brecha de rentabilidad (rentabilidad de los dividendos mundiales – rentabilidad de EE.UU. a 10 años) se acerca al 2%, un nivel que se vio por última vez en 2009 y 2011. Históricamente, este nivel ha resultado ser un importante apoyo de valoración y ha coincidido con un punto de inflexión en los retornos de la renta variable (después de, al menos, algo más de dos meses).

Brecha de rendimiento - DPAM

 

Tribuna de Alexander Roose, responsable de renta variable internacional de DPAM