Claudia Sheinbaum asumió la presidencia de México en octubre de 2024 con una aprobación pública inusualmente alta. Su primer año se ha caracterizado por varios imperativos: mantener una amplia agenda social, responder a la intensa presión de Estados Unidos en materia de seguridad y comercio, y fomentar una relación pragmática con el sector privado para reactivar la inversión, señala un informe de UBS.
Sheinbaum heredó una sólida posición política, con Morena (izquierda) y sus aliados controlando el Congreso y la mayoría de los gobiernos estatales. Sin embargo, también se enfrentó a un margen fiscal reducido, instituciones regulatorias debilitadas y un entorno externo incierto.
El equilibrio que logre entre la estabilidad política, la consolidación fiscal y la apertura a la participación privada determinará la trayectoria de crecimiento y el perfil de riesgo soberano de México, consideran desde UBS.
Seguridad y relaciones con EE. UU.: cooperación bajo presión
La política exterior de Sheinbaum ha sido pragmática y transaccional. Ante una administración estadounidense centrada en medidas más severas contra las drogas y la migración, México ha priorizado la cooperación al tiempo que defiende su soberanía.
Las autoridades han entregado a sospechosos de alto perfil, aumentado las incautaciones (en particular, de fentanilo) y desplegado fuerzas adicionales en la frontera; medidas destinadas a reducir el riesgo de acciones unilaterales y aranceles por parte de EE.UU.
En el ámbito interno, Sheinbaum se ha alejado de la postura más conciliadora de su predecesor, fortaleciendo la arquitectura de seguridad y nombrando a agentes experimentados para altos cargos. Los datos oficiales muestran descensos notables en las tasas de homicidio, aunque las desapariciones han aumentado y persisten focos de violencia intensa, lo que pone de manifiesto la fragilidad de los avances recientes.
Un gobierno más tecnocrático
Un cambio clave bajo la administración de Sheinbaum ha sido la transición hacia una planificación más estructurada. El “Plan México” refleja un esfuerzo más metódico para definir objetivos políticos a largo plazo y resultados medibles, delineando prioridades estratégicas y proyectos concretos en energía, corredores industriales y conectividad regional.
El primer año de Sheinbaum se ha centrado en revertir la expansión fiscal heredada de la administración anterior. El gobierno ha iniciado un importante esfuerzo de consolidación después de que el déficit se ampliara drásticamente en 2024 a casi el 6% del PIB. Se proyecta que el déficit de este año sea del 4.3% del PIB, aún por encima del objetivo original del 3.9%, pero que indica una corrección significativa.
Este ajuste se ha logrado principalmente mediante la contención del gasto, con recortes drásticos a la inversión física en 2025, ya que la consolidación fiscal tuvo prioridad sobre el gasto de capital. La inversión física ha caído a tan solo el 2,4% del PIB, uno de los niveles más bajos de la última década y muy por debajo del 4,5% registrado en 2014.
Los analistas de UBS consideran que este enfoque estructurado resulta constructivo para las decisiones de inversión a mediano plazo. Sin embargo, la planificación por sí sola no es suficiente. La implementación del Plan México requerirá recursos presupuestarios adecuados, una ejecución competente y un entorno creíble de estado de derecho.
“Esta subinversión en infraestructura podría restringir el potencial de crecimiento a largo plazo de México y limitar su capacidad para capitalizar plenamente las tendencias de relocalización industrial. Si bien la prudencia fiscal es clave para preservar la estabilidad macroeconómica, un enfoque más equilibrado —que proteja el gasto de capital que impulsa el crecimiento— podría ser necesario para fortalecer la productividad y la integración regional”, señalan.
La economía se desacelera, el sector externo muestra resiliencia
La economía mexicana se desaceleró notablemente en 2025 al materializarse los efectos de la consolidación fiscal . Tras varios años de sólida expansión, la reducción del gasto público y un sector privado menos dinámico provocaron una moderación de la demanda interna. La inversión privada se debilitó en un contexto de menor gasto público en capital y un entorno empresarial más incierto.
No obstante, el sector externo de México demostró resiliencia. Las exportaciones manufactureras continuaron expandiéndose, impulsadas por la robusta demanda estadounidense y una sólida integración a las cadenas de suministro norteamericanas. Si bien los envíos de automóviles se debilitaron, las exportaciones de computadoras, equipos de telecomunicaciones y dispositivos médicos compensaron estas caídas.
La relocalización de la producción sigue siendo un motor de crecimiento a mediano plazo, aunque su próxima fase dependerá del resultado de la revisión del T-MEC y de la claridad que esta brinde sobre las normas comerciales regionales. Si se mantiene la continuidad de las políticas y se resuelven los cuellos de botella en la infraestructura, la segunda mitad de 2026 podría registrar una reactivación de los flujos de inversión vinculados a la reubicación industrial.
De cara al futuro, el principal desafío para la administración será mantener la prudencia fiscal al tiempo que fomenta un entorno que incentive la inversión privada y salvaguarde el estado de derecho. Si se mantiene la estabilidad institucional y la confianza de los inversionistas, México sigue siendo una buena opción.
Informe de UBS realizado por Alejo Czerwonko, Director de Inversiones para Mercados Emergentes de América, UBS Financial Services Inc. (UBS FS); Gabriela Soni, CFA, Jefa de Estrategia de Inversiones, CIO México, UBS Asesores México, S.A. de C.V.; Laura Assis Iragorri, CFA, Analista, UBS Asesores México, S.A. de C.V.



Por Antonio Sandoval