Desmontando tres mitos sobre el mercado bursátil estadounidense

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Tres de las creencias más comunes sobre el mercado de valores estadounidense —qué rinde, cómo invertir y qué añade riesgo— no sólo confunden a los inversores, sino que pueden impedir que las carteras alcancen su máximo potencial.

El mercado de renta variable estadounidense se suele ver a través de un prisma estrecho, moldeado por las tendencias recientes de rendimiento y las estadísticas más destacadas. Pero bajo la superficie se esconde una realidad más matizada, especialmente en lo que respecta a las acciones de pequeña capitalización.

Cuestionamos tres creencias comunes que siguen influyendo en el comportamiento de los inversores: que las acciones de gran capitalización han superado sistemáticamente a las de pequeña capitalización, que la gestión activa es ineficaz en Estados Unidos y que añadir acciones de pequeña capitalización a una cartera de gran capitalización aumenta el riesgo global.

Basándonos en datos históricos, la dinámica estructural del mercado y los principios de construcción de carteras, revelamos cómo estos mitos no solo tergiversan los hechos, sino que también ocultan los posibles beneficios de un enfoque más diversificado y gestionado de forma activa para las acciones estadounidenses.

Mito 1 – Las large caps han superado a las small caps en Estados Unidos

Creemos que el sesgo de recencia —un sesgo cognitivo que lleva a las personas a dar demasiada importancia a los acontecimientos o experiencias recientes a la hora de tomar decisiones o emitir juicios— puede estar afectando a la percepción de la región. Esto se hace evidente con el reciente rendimiento superior del S&P 500, que parece estar sesgando la confianza de los inversores y eclipsando las tendencias a largo plazo y los datos históricos1.

Los datos históricos muestran que, durante la mayor parte de este siglo, las empresas de pequeña capitalización estadounidenses (Russell 2000) han superado al S&P 5002:

Sin embargo, los rendimientos más atractivos de las acciones estadounidenses provienen de las pequeñas capitalizaciones de alta calidad, representadas principalmente por el S&P 6003.

A diferencia del Russell 2000, que incluye una proporción significativa de empresas no rentables (alrededor de un tercio de sus componentes), el S&P 600 aplica criterios de inclusión muy estrictos. Estos incluyen ganancias positivas tanto en el último trimestre como en los últimos cuatro trimestres consecutivos, un umbral mínimo de capitalización bursátil (normalmente entre 1.000 y 8.000 millones de dólares) y filtros de liquidez, como un volumen mínimo de negociación. Estos filtros dan como resultado un índice de calidad notablemente superior.

Otro aspecto que hay que tener en cuenta en relación con las empresas de pequeña capitalización frente a las de gran capitalización en Estados Unidos es que se trata solo de datos a nivel de índice, y creemos que la gestión activa tiene más posibilidades de éxito en las empresas con menor capitalización bursátil.

Mito 2: la gestión activa no funciona en EE. UU.

Esta afirmación suele derivarse de estadísticas generales centradas en las grandes capitalizaciones estadounidenses, entre las que el dominio de un puñado de acciones tecnológicas de megacapitalización ha hecho que sea excepcionalmente difícil para los gestores activos superar al S&P 500. De hecho, los datos de Morningstar muestran que, una vez deducidas las comisiones, solo alrededor del 4 % de los gestores activos de grandes capitalizaciones estadounidenses han obtenido mejores resultados en la última década4.

Pero esta narrativa no se aplica a todo el mercado. Creemos que las empresas de pequeña capitalización estadounidenses cuentan una historia muy diferente. Con una cobertura significativamente menor por parte del sell-side, una mayor dispersión en los rendimientos y un acceso más directo a la dirección de las empresas, el espacio de las pequeñas capitalizaciones sigue siendo un terreno fértil para los gestores activos cualificados. Estas ineficiencias estructurales crean oportunidades para descubrir empresas de alta calidad infravaloradas.

Mito 3: añadir pequeñas capitalizaciones a las grandes capitalizaciones aumenta el riesgo global

Se trata de una idea errónea muy extendida. Si bien es cierto que, históricamente, las pequeñas capitalizaciones estadounidenses han mostrado una volatilidad aproximadamente un tercio superior a la de sus homólogas de gran capitalización de forma aislada, evaluar el riesgo de forma aislada no permite tener una visión global. Lo que realmente importa es cómo interactúan las diferentes clases de activos dentro de una cartera más amplia.

Cuando se combinan con las large caps, las small caps no provocan un aumento del riesgo global. Esto se debe a la menor correlación entre ambos segmentos, lo que ayuda a suavizar el rendimiento a lo largo de los ciclos del mercado.

Los inversores a veces se preguntan: «¿Qué porcentaje debo asignar a las pequeñas capitalizaciones?». Aunque no hay una respuesta única válida para todos, creemos que hay dos puntos clave que vale la pena tener en cuenta:

  • MSCI define las empresas de pequeña capitalización en cada país como el 15 % inferior del mercado de valores de cada país, lo que sugiere un punto de referencia natural para su inclusión.5
  • Dadas las ventajas en términos de diversificación y rentabilidad, creemos que hay argumentos de peso para asignar más del 15 %.

En el entorno actual, en el que el liderazgo del mercado es reducido y el riesgo de concentración va en aumento, creemos que añadir valores de pequeña capitalización no es solo una cuestión de buscar rentabilidad. Se trata de construir una cartera más equilibrada y resistente.

Si aplicamos la regla del 15 % de MSCI, podemos ver el impacto en el riesgo global frente a invertir el 100 % en empresas de gran capitalización; una distribución del 85 %/15 % equivale al mismo riesgo que el 100 % en empresas de gran capitalización.

 

Por qué ahora es el momento de diversificar la exposición a la renta variable estadounidense

Según datos de Morningstar, el 66 % de las large caps estadounidenses se asignan a fondos indexados o ETF pasivos6. Aunque algunos ETF se gestionan de forma activa, la gran mayoría replican el S&P 500 con comisiones muy bajas. Hasta hace poco, este enfoque pasivo era posiblemente la forma más eficaz de obtener exposición a la renta variable estadounidense, sobre todo teniendo en cuenta los persistentes retos a los que se enfrentan los gestores activos de grandes capitalizaciones y el bajo rendimiento de las pequeñas capitalizaciones.

Sin embargo, los excepcionales rendimientos de los últimos años —un 23 % anual en los últimos tres años y un 14 % anual en los últimos diez años— están muy concentrados, lo que ha contribuido a elevar el riesgo de concentración y a la tan publicitada expansión de los múltiplos.

Si bien las small caps estadounidenses han tenido un rendimiento inferior, los patrones históricos (gráfico 3) muestran que no es raro que las empresas de gran o pequeña capitalización dominen el mercado durante largos periodos.

 

Si los ciclos de mercado anteriores sirven de indicio, es posible que ahora nos estemos acercando a las últimas etapas de la tendencia actual, lo que ofrece una razón oportuna y convincente para reevaluar las asignaciones de renta variable estadounidense.

Aún es demasiado pronto para afirmarlo, pero el 8 de abril de 2025 podría considerarse, en retrospectiva, como un punto de inflexión. Desde entonces, las pequeñas capitalizaciones estadounidenses han superado a sus homólogas de mayor tamaño en un 6 %, tras la recuperación del mercado desde los mínimos relacionados con los aranceles.

Creemos que la forma más convincente de diversificar la exposición a la renta variable estadounidense es mediante una estrategia de pequeña capitalización gestionada de forma activa, en particular una que combine dos atributos fundamentales a los que los inversores dan cada vez más prioridad:

  • Un historial consistente de rendimiento superior.
  • Un perfil de rentabilidad que no esté muy correlacionado con el S&P 500.

En conjunto, estas características ofrecen no solo diversificación, sino también la posibilidad de mejorar la rentabilidad a largo plazo y reducir la dependencia de la dinámica del mercado de gran capitalización.

Una forma más inteligente de evaluar los rendimientos

Los rendimientos acumulados son útiles para mostrar el rendimiento de un fondo en un momento determinado, pero pueden verse afectados positiva o negativamente por el entorno a corto y medio plazo.

Se podría argumentar que la forma más eficaz de evaluar el rendimiento de un fondo es a través de datos de rendimiento continuos. Este enfoque capta una gama más amplia de condiciones del mercado y reduce la influencia de las fluctuaciones a corto plazo.

Refleja nuestro propio proceso de inversión: cuando evaluamos si una empresa merece ser incluida en la cartera, creemos que es imprescindible no centrarse únicamente en los resultados recientes. En su lugar, evaluamos el rendimiento de una empresa en diversos entornos de mercado, lo que nos proporciona una visión más profunda de su potencial resistencia y consistencia futuras.

Un perfil de rentabilidad con baja correlación con el S&P 500

Para los inversores que buscan diversificar su exposición a la renta variable estadounidense más allá de una asignación del 100 % a acciones de gran capitalización, la correlación con el S&P 500 es una consideración importante. Muchas empresas estadounidenses de pequeña capitalización de alta calidad, que abarcan diversos sectores y se basan en distintos fundamentales, ofrecen perfiles de rentabilidad diferenciados que, en nuestra opinión, pueden complementar las posiciones en acciones de gran capitalización.

Los factores que influyen en el rendimiento de los índices de gran capitalización, como el S&P 500, suelen diferir significativamente de los que impulsan las acciones de pequeña capitalización, lo que da lugar a una menor correlación entre los segmentos. Esta divergencia puede mejorar la diversificación de la cartera y ayudar a suavizar el rendimiento a lo largo de los ciclos del mercado.

Tribuna de Graham McCraw, especialista senior en inversiones de renta variable, y de Tom Harvey, especialista senior en renta variable, en Aberdeen Investments. 

Cómo prepararse para la inflación y cómo aprovechar las tendencias estructurales

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Inflación y cómo protegerse

En nuestra opinión, las tendencias inflacionarias se mantendrán, a juzgar por las continuas interrupciones en las cadenas de suministro, el incremento de los costes de la energía y los cambios estructurales. Esto debería traer, asimismo, una ralentización del crecimiento. La infraestructura cotizada podría ofrecer a los inversores cobertura contra la inflación y contribuir a mitigar la volatilidad cíclica, así como a posicionar las carteras para sacar partido a las temáticas de crecimiento estructural.

Creemos que los inversores deberían considerar la exposición selectiva a activos globales de infraestructura cotizada, ya que este tipo de activos suele ofrecer cierta protección frente a la inflación. Esto es particularmente cierto para un tipo de activos que denominamos “duraderos” (o enduring assets, en inglés).

Se trata de activos físicos de larga duración, como las redes eléctricas, los proveedores de infraestructura de datos y los activos de infraestructura de transporte, que generan flujos de caja estables y gozan de cierto grado de protección contractual o normativa. Además, las compañías que los poseen suelen beneficiarse de sólidas posiciones competitivas y de una baja sensibilidad a los ciclos económicos y las fluctuaciones de los precios de las materias primas.

Protección frente a los tipos de interés y la inflación

Algunas de las empresas de infraestructuras cotizadas cuentan con protección explícita frente a la inflación. Este es el caso de muchas empresas europeas del sector de los servicios públicos regulados, que pueden mantener su rentabilidad en un diferencial por encima de la inflación regional. En otras ocasiones, el vínculo entre la inflación y las tarifas aplicadas por una compañía es implícito: a medida que suben los costes, la empresa puede mantener un nivel de rentabilidad predeterminado encareciendo su oferta y repercutiendo a los clientes el incremento de los gastos operativos derivado de la inflación.

Son muchas las compañías de infraestructura que gozan de mecanismos de protección frente a la inflación. La mayoría de las autopistas de peaje pueden aumentar sus precios para acompasarlos en cierto grado a la inflación. Las compañías logísticas de almacenamiento y transporte de petróleo y gas suelen registrar una buena correlación con la inflación por su exposición a la energía y a otros sectores relacionados. Es decir, aunque estos activos duraderos no sean tan efectivos como las materias primas para proteger las carteras de las sorpresas que puede deparar la inflación, sí que pueden ofrecer una rentabilidad más estable y, posiblemente, una rentabilidad real superior a medio y largo plazo.

En cuanto a la subida de los tipos de interés, seguramente constituiría un obstáculo si se produjera de forma brusca e inesperada. Sin embargo, como ocurre con la inflación, los costes asociados (es decir, los gastos financieros) recaerían en los clientes en última instancia y, con el tiempo y el incremento de los tipos nominales, las compañías de servicios públicos regulados obtendrían diferenciales superiores a los tipos de interés. De este modo, la cobertura frente a los tipos de interés está asegurada.

Potencial de crecimiento estructural

Como ocurre con las materias primas, este tipo de activos ha obtenido altas rentabilidades relativas en los últimos doce meses, en comparación con el resto de los títulos de renta variable de activos de infraestructura, pero muchos inversores se preguntan si el mercado ya ha descontado el crecimiento. De cara al futuro, creemos que la evolución de este segmento del mercado dependerá de dos temáticas seculares a largo plazo.

La primera es la transición energética global y el apoyo gubernamental (en mayor medida en EE. UU., la UE y China) para la descarbonización. A medida que el mundo base su economía en la electricidad, la demanda de energía eléctrica aumentará. Como podemos ver en la figura 1, si los Gobiernos reducen las emisiones de carbono de acuerdo con sus compromisos sobre cero emisiones netas, el consumo global de electricidad en 2040 será un 70% superior al de 2020.

Los países tendrán que invertir en sus redes eléctricas, ampliar sus capacidades en energías renovables y modernizar y descarbonizar sus infraestructuras de transporte.

Actualmente, la guerra en Ucrania sigue activa y, por tanto, Europa acelera la adopción de medidas para reducir su dependencia estructural de los suministros energéticos rusos mediante el aumento de la inversión en energía renovable y en soluciones de eficiencia energética. Las redes deben modernizarse para poder gestionar el aumento del uso de energías renovables y mejorar las conexiones internacionales. Por tanto, será necesario invertir en infraestructuras de gas natural y en hidrógeno verde. Con todas estas presiones a la vista, la tendencia secular de la descarbonización y la apremiante necesidad en esta década de invertir en energía limpia, prevemos que la transición hacia una economía con bajas emisiones de carbono se acelerará y que su carácter inflacionario se mantendrá durante un tiempo.

La segunda temática secular es la inversión en infraestructura de datos. La creciente demanda de datos y el apoyo gubernamental para la modernización y la ampliación de la capacidad deberían fomentar el desarrollo de torres de telecomunicaciones, redes de banda ancha y sistemas de telecomunicaciones móviles.

Para saber más sobre las inversiones en infraestructuras cotizadas de Wellington Management, visite https://www.wellington.com/en-latam/intermediary/funds/enduring-assets-fund?utm_source=funds+society&utm_medium=content&utm_campaign=wsm+latAm+2022&utm_content=advertorial#C000849