Dynasty Financial Partners anunció la contratación de Joseph D’Agostino como jefe de desarrollo estratégico, quien trabajará desde la sede de St. Petersburg, Florida y reportará directamente al presidente y director ejecutivo de Dynasty, Shirl Penney.
En su nuevo rol, D’Agostino trabajará en toda la organización para alinear la estrategia a largo plazo de Dynasty con la de sus clientes.
La estrategia incluye la aceleración del crecimiento del valor empresarial mediante la utilización de las plataformas tecnológicas, las ofertas de inversión y las soluciones de capital de la empresa.
También trabajará con los clientes de Dynasty para innovar y desarrollar los recursos adicionales que necesitan para satisfacer las crecientes necesidades de sus clientes y negocios.
Por otro lado, ayudará a promover el programa Advisor-to-CEO de Dynasty, que tiene como objetivo brindar las herramientas y capacitación a los advisors de la red para evolucionar como líderes y CEO de sus negocios en crecimiento.
D’Agostino se une a Dynasty Financial Partners procedente de WestEnd Advisors, una firma de gestión de activos institucionales independiente, donde fue Director de Operaciones.
“Después de haber trabajado con Joe en el pasado en Citi / Smith Barney, estoy encantado de darle la bienvenida a Dynasty. Como un experimentado de la industria con un recorrido notablemente diverso y consumado, aporta una profunda experiencia en wealth management y clientes de patrimonio neto ultra alto a nuestros Network Advisors”, dijo Shirl Penney, presidente y director ejecutivo de Dynasty Financial Partners.
D’Agostino por su parte dijo estar “muy emocionado” de unirse a Dynasty Financial Partners, una firma a la que cataloga como “de emprendedores de clase mundial que sirve a otros emprendedores talentosos para cuidar mejor a sus clientes y construir mejores negocios”
Joseph N. D’Agostino tiene más de 35 años de experiencia en servicios financieros.
Durante la mayor parte de su carrera ocupó una serie de funciones de creciente responsabilidad en Morgan Stanley-Smith Barney y empresas predecesoras.
.Inició su carrera como asesor financiero y luego fue gerente de sucursal en tres ubicaciones y regiones de oficinas diferentes
En 2012, pasó al lado del investment management cuando se unió a American Century Investments para liderar el desarrollo comercial y la estrategia de distribución.
Más recientemente, fue director de operaciones de WestEnd Advisors, una firma de gestión de activos institucionales independientes.
Es licenciado por el College of the Holy Cross y MBA por la Columbia Business School.
Actualmente vive en Charlotte, NC con su esposa, Kitty, y se trasladarán a St. Petersburg, FL, donde Dynasty trasladó su sede en 2019.
El primer debate entre Donald Trump y Joe Biden de cara a las elecciones presidenciales de EE.UU. ha sido muy polémico desde lo mediático y no brindó información útil para los inversores, según los analistas.
El encuentro, que se desarrolló en Cleveland y se destacó por el desorden, dejó en el tintero varios temas vinculados a los mercados.
Sin embargo, las declaraciones del presidente Trump sobre una posible impugnación y resistencia a dejar el cargo aumentó la incertidumbre para los inversores y con ello la volatilidad del mercado, que se espera que persista al menos hasta el 3 de noviembre.
Esto hizo caer a los mercados este miércoles y también aumentaron los indicadores de volatilidad evidenciando el nerviosismo que dejaron las declaraciones de Trump.
Para Stephanie Kelly, economista política de Aberdeen Standard Investments, “fue un debate desordenado y agresivo, con insultos y un lenguaje que desafía las normas”.
Sin embargo, Kelly no cree que Biden haya salido particularmente “mal parado y se las arregló para asestar unos cuantos golpes a Trump, que estaba en una posición particularmente ofensiva”.
En este sentido, para la experta, las expectativas y las encuestas sólo habrían cambiado por una pobre actuación de Biden, que hubiera amenazado su ventaja.
“Así que mucho ruido, pero ninguna señal real para los inversores”, concluyó Kelly que de todas maneras admite que el “estilo particularmente agresivo” de Trump puede retribuirle votos en algún segmento de la población.
Por otro lado, el analista de la plataforma eToro, Adam Vettese, matizó el resultado del debate alegando que los futuros de las acciones de EE.UU. apuntaron ligeras caídas ya que ninguno de los candidatos salió victorioso del debate en la noche del martes.
Según Vettese, esto hace que las elecciones sigan muy parejas, “lo que genera incertidumbre para los inversores”.
En cuanto a noticias más positivas, Vettese repasó cómoel índice de confianza del consumidor de Conference Board llegó a su nivel más alto desde que comenzó la pandemia, pasando de 86,3 en agosto a 101,8 este mes.
“Se había previsto un aumento mucho menor, con opiniones más favorables de lo anticipado sobre las condiciones comerciales y del mercado laboral empujando a estas cifras más hacia arriba”, comentó.
Sin embargo, la cifra, que superó lo esperado, no logró impulsar a los mercados.
Trump y Biden no ahondaron en sus propuestas sino que fue intercambio de acusaciones personales constante.
Sin embargo, hay diferencias bien marcadas entre el presidente y su contraparte demócrata.
Mona Mahajan, estratega de inversión en Estados Unidos de Allianz Global Investors remarcó los puntos más marcados entre las diferencias de ambos en un análisis previo al debate.
Tienen diferencias políticas sustanciales sobre los impuestos a las empresas, la energía y el comercio entre EE.UU. y China, pero puntos de vista generalmente similares sobre los precios de los medicamentos, las empresas tecnológicas de gran capitalización y las infraestructuras.
Si bien los valores de empresas tecnológicas de gran capitalización de EE.UU. han liderado todos los sectores del mercado durante la crisis del Covid-19, un conjunto más amplio de regiones y sectores geográficos pueden beneficiarse del próximo repunte económico.
La tecnología emergente (incluida la 5G, la inteligencia artificial y la ciberseguridad), las infraestructuras y la energía limpia pueden tener unas perspectivas sólidas después de las elecciones.
Mahajan coincide con otros analistas que el período previo a las elecciones presidenciales puede ser volátil: históricamente, a los mercados les ha ido peor en las semanas previas al día de las elecciones que en el período comprendido entre el día de las elecciones y fin de año.
Pixabay CC0 Public Domain. Las tres diferencias políticas que los inversores deberían vigilar en la cerra presidencial de Estados Unidos
El presidente Donald Trump y el ex vicepresidente Biden tienen visiones notablemente diferentes sobre los impuestos, la energía y el comercio entre China y Estados Unidos. Estas visiones diferentes tienen un impacto sustancial en los mercados y las carteras de inversión.
A medida que las elecciones presidenciales estadounidenses del próximo 3 de noviembre se acercan, la carrera entre Trump y Biden se intensifica. Si bien es mucho lo que está en juego en este ciclo electoral, las tres esferas de política señaladas podrían tener un gran impacto en los mercados y en las asignaciones de las carteras. Los inversores deberían planificar el ajuste de sus carteras en función de la dirección de la política tras las elecciones, aunque la tecnología y la infraestructura emergentes pueden resultar ganadoras independientemente del resultado electoral.
Política fiscal para las empresas
Mientras que las políticas sobre los impuestos para las empresas de Trump son ostensiblemente más “amigables” con el mercado, el plan de Biden puede ser compensado por otras iniciativas que busquen y apuesten por el crecimiento. Biden quiere revertir los recortes de impuestos de la administración Trump de 2017, elevando la tasa de impuesto corporativo del 21% al 28% (manteniéndola por debajo de la tasa del 35% anterior a 2017) y creando un impuesto mínimo del 15% para las compañías que ganen 100 millones de dólares o más. También planea duplicar la tasa de impuestos para las filiales extranjeras de empresas estadounidenses.
Estas políticas probablemente perjudicarían las ganancias de los sectores que más se beneficiaron de los recortes impositivos de Trump (incluidos el sector financiero, los productos básicos de consumo y los servicios públicos), así como las grandes empresas multinacionales con operaciones en el extranjero. Sin embargo, Biden tiene previsto invertir en áreas de crecimiento como la energía limpia y la tecnología 5G. Además, la economía de los Estados Unidos se está recuperando de la recesión, por lo que es posible que Biden no haga de las subidas de impuestos una prioridad inmediata. Además, no hay garantías de que se aprueben, especialmente si el Congreso sigue dividido.
Por su parte, Trump quiere mantener el status quo. Los recortes de impuestos corporativos que implementó en 2017 fueron diseñados para ser permanentes, y también es probable que quiera convertir los recortes temporales de impuestos para las personas en permanentes. Sin embargo, gran parte depende de qué partido controle el Congreso de los EE.UU. después de las elecciones: un Congreso demócrata sería mucho menos receptivo a las propuestas de impuestos de Trump.
Política energética
Respecto a la política energética, con Biden como presidente se podrían crear oportunidades para la energía limpia, mientras que otro mandato de Trump apoyaría el régimen energético existente. En este sentido, Biden planea realizar importantes inversiones en áreas como la energía renovable y la protección del clima. Su política exige una inversión de 2 billones de dólares en energía solar, eólica y otras fuentes de energía limpia, así como incentivos para que los fabricantes produzcan vehículos eléctricos de cero emisiones y viviendas de bajo consumo energético.
El plan Trump se centra más en las fuentes de energía tradicionales como el petróleo, el gas natural y el carbón, que representan más del 80% del total de la energía utilizada en los Estados Unidos (frente al 10% de la energía renovable). El actual presidente proporcionaría un régimen fiscal y reglamentario más favorable para la energía tradicional, así como su apoyo al fracking (técnica de perforación utilizada para extraer petróleo o gas natural del subsuelo). La administración Trump cree que sus políticas energéticas han hecho que los EE.UU. sean menos vulnerables a las crisis de Oriente Medio o a las de la OPEP.
Política comercial con China
En este caso, los candidatos serían duros con China, ya que ambos pretenden fortalecer el liderazgo tecnológico de Estados Unidos frente a China. El presidente Trump ha hecho de las relaciones comerciales entre ambos países una prioridad para su administración, a menudo actuando unilateralmente o por orden ejecutiva.
Los dos países llegaron a un acuerdo comercial en Fase 1 en enero, pero desde entonces y debido a la pandemia las tensiones entre ambos países se reanudaron, así como las prácticas comerciales de las empresas tecnológicas chinas. En un segundo mandato, es probable que Trump continuase con la misma retórica dura que ha llevado hasta ahora, así como su enfoque unilateral. Lo que tal vez genere volatilidad en el mercado durante los próximos años.
Por su parte, Biden también ha prometido ser «duro con China», pero ha señalado que prefiere formar coaliciones, es decir, llevar a la mesa de negociaciones a los aliados de los Estados Unidos, los grupos empresariales y las organizaciones ambientales. Es probable que su administración también tenga una visión poco favorable sobre las empresas tecnológicas chinas. Por ello Biden propone una inversión de 300.000 millones de dólares en tecnología para Estados Unidos (incluidos los de 5G, AI y ciberseguridad) para seguir siendo competitivos con los chinos (véase el gráfico). El Presidente Trump probablemente también estuviera a favor de que Estados Unidos sea un líder en el ámbito de la tecnología, aunque no se ha comprometido con ninguna nueva medida política para apoyar esto.
A pesar de sus muchas diferencias, Biden y Trump tienen la misma visión sobre algunas áreas, algo de lo que los mercados no se están percatando. Por ejemplo, ambos candidatos apoyan la necesidad de establecer una forma de bajar los precios de los medicamentos, están a favor de una mayor regulación para las grandes compañías tecnológicas estadounidenses y ambos esperan aprobar importantes paquetes de infraestructura de los EE.UU., apoyando áreas como ciudades, carreteras y aeropuertos inteligentes. Aunque, Biden apuesta por que todo este desarrollo se base en energías limpias.
La pandemia mundial es el gran comodín en este año electoral. Históricamente, los mercados han tenido peores resultados en las semanas anteriores al día de las elecciones que en el período comprendido entre el día de las elecciones y el final del año (véase gráfico inferior). Esto se debe probablemente a que a los mercados no les gusta la incertidumbre: una vez que una elección ha terminado, los mercados son capaces de empezar a factorizar las políticas del próximo presidente.
Al mismo tiempo, la pandemia del COVID-19 hace que este sea un año electoral muy inusual para los mercados. Mientras los candidatos presidenciales discuten sobre cómo abordarían la pandemia, los mercados están procesando nuevos datos sobre brotes, vacunas, terapias con medicamentos y el ritmo de la recuperación económica, además del nivel de apoyo monetario y fiscal que ha proporcionado un suelo a los mercados hasta ahora.
Si la economía mundial se recupera en los próximos 12 a 18 meses, esperamos ver una participación sectorial y geográfica más amplia en el alza del mercado, más allá del liderazgo de la industria tecnológica de gran capitalización de Estados Unidos que ha tenido durante la crisis. Los inversores tal vez deseen tener esto en cuenta, junto con las propuestas de los candidatos, para considerar las asignaciones a determinados sectores. Los sectores cíclicos (como determinados industriales, energéticos y financieros), la tecnología emergente con potencial de crecimiento a largo plazo (como los 5G, la inteligencia artificial y la ciberseguridad), la infraestructura y la energía limpia pueden ser todos ellos posibles ganadores en una era electoral estadounidense posterior a 2020.
Tribuna de Mona Mahajan, Director, US Investment Strategist de Allianz GI
Pixabay CC0 Public Domain. Credit Suisse capta 212 millones de dólares para el primer fondo de impacto dedicado a la salud de los océanos
Credit Suisse, en asociación con Rockefeller Asset Management (RAM), ha lanzado el Credit Suisse Rockefeller Ocean Engagement Fund, la primera estrategia de impacto de renta variable para abordar la salud de los océanos en línea con el Objetivo de Desarrollo Sostenible 14 de las Naciones Unidas: la vida bajo el agua.
Según señala la entidad, el fondo ya ha recaudado 212 millones de dólares. Esta estrategia ofrece a los inversores minoristas e institucionales la oportunidad de obtener alfa y participar en una economía azul sostenible. Como asesores de inversión del fondo, RAM emplea una estrategia fundamental de renta variable global que invierte en 30-50 valores dentro del universo personalizado relacionado con la actividad de los océanos.
La capacidad de participar mediante una representación activa de los derechos de los accionistas se tiene en cuenta a lo largo de todo el proceso de inversión, recurriendo a los conocimientos especializados sectoriales sobre los océanos de la Fundación Océano (The Ocean Foundation). Según explican desde la entidad, una de las características innovadoras del fondo es el compromiso y la inversión junto con tres temas oceánicos clave: la prevención de la contaminación, transición del carbono y conservación del Océano.
«El océano es una de las temáticas donde menos se invierte en relación a los objetivos de sostenibilidad de las Naciones Unidas, aunque más de un tercio de los inversores institucionales han expresado su interés en invertir en la Blue Economy. Nos sentimos muy contentos de liderar el camino que permita a los inversores generar un impacto en relación a esta temática», ha señalado Marisa Drew, directora de sostenibilidad y responsable global de asesoramiento en estrategia de sostenibilidad y finanzas (SSAF) de Credit Suisse.
Por su parte, Casey Clark, responsable global de ESG de Rockefeller y co-gestor fondo, apunta que lograr un compromiso constructivo por parte de los accionistas es una parte fundamental y con un objetivo de larga duración del proceso de inversión de Rockefeller Asset Management en su empeño por crear valor para los accionistas y catalizar el cambio positivo. “Estamos entusiasmados por el interés en el fondo y la oportunidad de asociarnos con Credit Suisse en esta innovadora solución que esperamos anime a otros a aumentar su interés por la llamada Blue Economy», ha afirmado Clark.
Credit Suisse y Rockefeller Asset Management, la división de gestión de activos de Rockefeller Capital Management, con la participación de The Ocean Foundation, una organización sin ánimo de lucro dedicada a la conservación de los entornos oceánicos en todo el mundo, tratarán – de manera conjunta -de asesorar y mantener a las compañías en las que invierte lejos de prácticas perjudiciales para los océanos, mediante el diálogo con sus equipos de gestión.
El fondo ofrece a los inversores, con una inversión mínima de 100 dólares, una oportunidad diferente para orientar a las empresas en cartera a mejorar aquellas prácticas que puedan resultar perjudiciales para los océanos. El objetivo es buscar mayores rendimientos financieros a la vez que se ayuda a las compañías a, por ejemplo, realizar la transición para eliminar la contaminación por plásticos, mitigar el aumento del nivel del mar, mitigar la acidificación de los océanos y ayudar a mejorar las prácticas de pesca sostenible. El fondo está disponible para negociación diaria después de su suscripción.
Según explica la entidad, las decisiones de inversión del fondo estarán impulsadas por la creencia de que la industria está diferenciando cada vez más entre las “mejores empresas de cada categoría» y aquellas que muestran las mayores mejoras en su huella global de ESG. En este fondo, la mejora se da en el contexto de la salud de los océanos. Los «mejoradores» tienden a ser los más infravalorados y proporcionan a los inversores un mayor potencial para generar alfa. La identificación de empresas en este espacio junto con la participación de los accionistas puede catalizar aún más el cambio.
Pixabay CC0 Public Domain. Banca March y J.Safra Sarasin se alían para lanzar una estrategia de renta variable sostenible
La entidad española Banca March y el banco familiar suizo J. Safra Sarasin han anunciado el lanzamiento conjunto de una nueva estrategia de renta variable sostenible, el fondo JSS Sustainable Equity – SDG Opportunities. Este vehículo de inversión será distribuido por Banca March en España y por J. Safra Sarasin en el resto de los países donde la entidad española no esté presente.
Según explican desde Banca March, el fondo estará compuesta por una cartera concentrada de entre 40 y 50 compañías, el 70% de ellas serán de gran capitalización y un 30% small caps, elegidas siguiendo el análisis bottom-up, un enfoque fundamental y usando una metodología propia de análisis de factores ESG.
Además, el fondo centrará su inversión en cuatro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas asignándoles diferentes pesos en la composición de la cartera: un 41% en necesidades básicas, un 17% en capital natural, un 25% en empoderamiento y un 17% en transición energética. El Sustainable Equity – SDG Opportunities invertirá de forma global, aunque tendrá una mayor exposición a Estados Unidos, Europa y Asia. En cuanto al tipo de sector, sus objetivos de inversión le hacen estar más expuestos a compañías de salud y bienestar, industrias, tecnología de la información, utilities y consumo básico, entre otros.
En este sentido, la filosofía del vehículo de inversión es apostar por un futuro sostenible, frente al que hay que adaptarse o desaparecer, seleccionando aquellos “ganadores de mañana” y logrando así cambiar el mundo. Por parte de Banca March, este tipo de producto complementa su apuesta por la inversión socialmente responsable (ISR) y su visión de la ESG de forma integral.
Foto cedida. Japón: hacia la continuidad bajo la figura de Yoshihide Suga
Se cumple un mes desde que el primer ministro japonés, Shinzo Abe, anunciara su retirada del cargo por enfermedad. Ahora su sustituto, el recién elegido Yoshihide Suga, tiene por delante unos retos muy claros: hacer frente al choque del COVID-19, la contención del virus y la reapertura segura de la actividad social y económica. En este sentido, la mayoría de las gestoras apuntan por una visión y política de continuidad basada en las tres líneas de las “Abenomics” (estímulo monetario, fiscal y reformas estructurales).
En opinión de Sree Kochugovindan, analista económico senior de Aberdeen Standard Investments, Suga es una figura de continuidad. «Suga ha estado muy involucrado en la aplicación de las Abenomics, y se ha comprometido a centrarse en las reformas estructurales y la desregulación y existen pocos indicios de que se vaya a poner en marcha un nuevo enfoque en la inflación. Sin embargo, se espera que los cambios de política sean graduales y limitados, especialmente en un contexto en el que se corre el riesgo de que se celebren elecciones anticipadas durante el año que viene. La relación con el Banco de Japón puede evolucionar, ya que Suga se ha pronunciado más que el Primer Ministro Abe en cuestiones como la estabilidad de la moneda. Sin embargo, sus recientes comentarios refuerzan nuestra opinión de que el objetivo de inflación del 2% es más un símbolo de decepción política que una guía realista para los inversores», explica Kochugovindan.
En opinión de Piya Sachdeva, economista de Schroders, Suga podría reactivar las reformas estructurales, aunque su máxima prioridad es contener el Covid-19. Según el experto, Suga ya ha expresado su visión de continuar y mejorar las «Abenomics»: agresiva flexibilización monetaria, fuerte gasto público y reformas para hacer la economía japonesa más competitiva y elevar el crecimiento a largo plazo. “Suga podría incluso reavivar la reforma estructural, ya ha expresado su objetivo de reducir las tarifas de telefonía móvil, promover la digitalización y consolidar los bancos regionales”, añade Sachdeva.
En este sentido, a pesar de los años de flexibilización monetaria cuantitativa y cualitativa, el control de la curva de tipos y los tipos de interés negativos que se extendían más allá de la zona de la curva a 10 años, el Banco de Japón había luchado por elevar la inflación incluso antes de esta crisis. “Suga ha subrayado la importancia de una estrecha relación con el banco central bajo su dirección, que podría profundizarse aún más con el tiempo. Aunque el Primer Ministro Abe rara vez presionó al Banco de Japón para que adoptara medidas políticas específicas, algunas noticias antiguas sugieren que Suga había presionado al Banco de Japón para que ayudara a frenar la apreciación del yen, un cambio potencial que merece la atención de los inversores”, añade el analista de Aberdeen Standard Investments.
TomoyaMasanao, jefe de PIMCO en Japón apunta que el Banco de Japón puede cambiar de rumbo hacia la normalización de las políticas monetarias. “En el horizonte de medio a largo plazo creemos que estos desafíos darán lugar a un mayor riesgo de inestabilidad política e incertidumbres, lo que podría crear una mayor volatilidad en los mercados financieros y probablemente pesará sobre el rendimiento de los activos de riesgo nipones. Los mercados de bonos japoneses también podrían experimentar una mayor volatilidad. Los rendimientos podrían disminuir aún más en caso de restricción fiscal, aunque podrían aumentar si alguna forma extrema de monetización de la deuda causa finalmente la pérdida de confianza de los inversores o desencadena rebajas de calificaciones soberanas o la normalización de la política del BOJ”, señala Masanao.
Otras gestoras opinan que la política monetaria no cambiará de rumbo. Según explica Sam Perry, gestor de acciones japonesas de Pictet AM, el gobernador del Banco de Japón, Haruhiko Kuroda, reelegido para segundo mandato de cinco años, que termina en 2023, conservará el marco monetario ultra-laxo que puso en marcha poco después de que Abe lo reclutara. “En su intento por derrotar a la deflación ha llevado los tipos de interés a corto plazo a mínimo histórico de menos 0,1 % y mantenido la rentabilidad a vencimiento de los bonos a diez años en torno a cero por ciento. Esto no quiere decir que sea completamente inflexible. Kuroda es consciente de los efectos secundarios negativos de algunas de sus políticas, sobre todo para los bancos de Japón, que tienen dificultades para aumentar beneficios a medida que la curva de rentabilidades a vencimiento se aplana. Pero la política monetaria permanecerá facilitadora bajo su mandato y posiblemente más allá”, afirma Perry.
Próximos desafíos
Para Masanao, el próximo o los próximos líderes de Japón tendrán que afrontar, paradójicamente, las consecuencias de la estabilidad política y la longevidad que disfrutó Abe. “Se han hecho pocas de las necesarias reformas económicas. Realmente, la Administración Abe no hizo el mejor uso de su capital político para enfrentar los desafíos estructurales de una población que envejece, ni tampoco realizó las reformas necesarias para un bienestar económico sostenido. El Gobierno solo se dedicó a echar balones fuera en una discusión políticamente controvertida sobre los ya insostenibles sistemas públicos de pensiones y de salud. La movilidad de la mano de obra sigue siendo extremadamente baja en Japón debido a un sistema laboral y una regulación inflexibles. Y, lo que es más, la COVID-19 ha revelado la notablemente pobre implementación de la tecnología de la información y las soluciones digitales en Japón, tanto en el sector privado como en el público. Es probable que Japón tenga más dificultades que otros países para reasignar la mano de obra y el capital para adaptarse al mundo posterior al coronavirus”, argumenta Masanao.
Además, señala que Suga tiene un gran reto respecto a la política fiscal. En este sentido explica: “A largo plazo, sin embargo, es posible que los futuros líderes políticos recurran a una flexibilización fiscal más agresiva, lo que podría provocar una pérdida de confianza de los inversores en la trayectoria de la deuda pública del Japón o, al menos, desencadenar una reducción de la calificación de la deuda soberana del Japón. Pero, al mismo tiempo, el país del Sol Naciente podría elegir prematuramente a halcones fiscales como líderes políticos o, como mínimo, políticos con un sesgo menos dovish, una posibilidad que no debe descartarse dada la preocupación del público en general por la deuda de la nación que supera el 250% de su PIB este año”.
“The Big Picture Series”, Jupiter Asset Management. “The Big Picture Series”, Jupiter Asset Management
En los meses de septiembre, octubre y noviembre, Jupiter Asset Management organiza su primer evento virtual, “The Big Picture Series”. Se trata de un conjunto de conferencias en las que la gestora reúne a expertos de varias disciplinas de inversión para discutir sobre temas de actualidad financiera.
Inaugurando la serie, la primera conferencia contó con la presencia de Andrew Formica, CEO de la gestora, quien reflexionó sobre los efectos de la disrupción creada por la pandemia a una escala que no había sido experimentada con anterioridad a nivel global y habló sobre su creencia en “el poder de las mentes activas” para enfrentar los desafíos de unos mercados que se encuentran en un momento irracional.
A continuación, Richard Buxton, director de la estrategia UK Alpha y ex-CEO de Merian Global Investors, y Edward Bonham Carter, vicepresidente de Jupiter Asset Management, charlaron sobre el proceso de unificación de ambas firmas y de los posibles vientos en contra en los mercados: las elecciones presidenciales en Estados Unidos, la falta de acuerdo en el Brexit y las implicaciones de la crisis del coronavirus.
Después, en el panel de discusión, KatharineDryer, directora adjunta de inversiones, ejerció como moderadora en un debate que trató sobre la inflación en un mundo que todavía está emergiendo de la pandemia. El debate contó con la presencia de Ariel Bezalel, gestor de fondos y director de estrategia del equipo de renta fija de Jupiter AM,Mark Richards, estratega del equipo de Multiactivos,Chi Kit Chai, responsable de mercados de capitales y CIO de Ping An Asset Management, con sede en Hong Kong, yNed Naylor-Leyland, gestor de fondos y responsable del equipo Gold & Silver.
En respuesta a la crisis provocada por la pandemia, los bancos centrales y los gobiernos han dado un fuerte giro en sus políticas con una nueva ola de medidas acomodaticias. Mientras los mercados se adaptan a estas nuevas condiciones, el debate se centra en si se dará un entorno inflacionario o deflacionario. Comenzando la ronda de respuestas, Ariel Bezalel, repasó la evolución de la inflación en las últimas décadas, y argumentó que, en su opinión, existe una deflación estructural.
“En los años 80, los bancos centrales, liderados por las acciones de Paul Volcker como presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, centraron sus esfuerzos en la lucha contra la inflación. Después, la década de los años 90 se caracterizó por ser un periodo de inflación moderada. Mientras que, en la actualidad, la deflación o la desinflación parecen estar gradualmente envolviendo al mundo. En realidad, se trata realmente de una preocupación creciente para los principales bancos centrales. Durante la última década, hemos estado un entorno deflacionario que se ha visto expresado en nuestras carteras con una ponderación alta en los títulos de media y larga duración emitidos por algunos de los emisores soberanos con calificación AAA”, explicó el gestor.
“En la zona Euro, un 60% de las economías está experimentando deflación. De media, si se examina la situación de las economías desarrolladas, la inflación se sitúa en niveles cercanos al 0%. Mientras que, en los mercados emergentes, donde tradicionalmente se han experimentado unos niveles de inflación más elevados, se ha visto como los niveles de inflación disminuían, hasta alcanzar en promedio una inflación del 2%, medida año a año”, añadió.
Según apunta Ariel Bezalel, gran parte de las tesis sobre la deflación se fundamentan sobre el precio de la mano de obra a nivel global. En un mundo con un aumento masivo de la deuda, un envejecimiento de la población, una enorme disrupción por parte de la tecnología y de la globalización, la incorporación de la mano de obra más barata de las economías emergentes a la economía global ha sido clave en el aumento de las presiones deflacionarias.
Otro factor que también se ha visto durante las últimas décadas, es como el capital ha ganado una parte cada vez más grande del pastel frente a la capacidad de negociación de la fuerza laboral. Desde que comenzó la pandemia, algunas de estas tendencias se han acelerado- en concreto la creación de más deuda para tratar de rescatar la economía global-. Pero, para Bezalel, la preocupación no es tanto el aumento de la deuda como la utilidad de ésta. El gestor recalcó que, durante este año, una gran parte del incremento de los déficit fiscales se ha dedicado a rescatar al sector corporativo y a mantener a las personas que perdieron sus empleos. Una deuda improductiva que no ha supuesto un avance en inversión en infraestructura.
Por su parte, Mark Richards, mantuvo una visión ligeramente distinta, con un escenario algo más inflacionario. El estratega del equipo de Multiactivos de Jupiter AM mantiene que algunas de las fuerzas estructurales de las últimas décadas han marcado una tendencia, pero que, por primera vez, en los últimos 30 o 40 años se puede ver una narrativa coherente sobre la inflación basada en una mayor tendencia de las economías hacia la desglobalización.
A finales de la década de los 90 y principios de los 2000, el impacto de la entrada de la fuerza laboral de China en la escena económica global incrementó la oferta mundial laboral. Sin embargo, en la actualidad, se estaría viviendo un proceso a la inversa, que se concreta en las tensión en las relaciones comerciales entre Estados Unidos y China. El modo en el que la era post COVID se está dirigiendo hacia una desglobalización de la economía explicaría un posible incremento en la inflación. Una mayor cantidad de dinero debe ser empleada en redirigir las cadenas de suministros, representando un mayor coste para el sistema.
Además, se debe tener en cuenta que, a nivel global, las políticas monetarias están dando paso a las políticas fiscales. Durante la última década, la política monetaria de los principales bancos centrales ha sido expansiva. Ahora, por primera vez en mucho tiempo, tanto la política fiscal como la monetaria se están moviendo en la misma dirección. Según Richards, la principal diferencia en la respuesta de las autoridades a esta crisis frente a las anteriores es que la liquidez que está fluyendo en el sistema está yendo a aquellas partes que tienen una menor propensión al consumo, por lo que el argumento de la velocidad del dinero comienza a ser más convincente.
Los bancos centrales están abandonando los objetivos de inflación fijados hace 30 o 40 años, admitiendo que no son capaces de modelar la inflación. En vez de proyectar una inflación a futuro, los bancos centrales deciden esperar y mantener los tipos de interés en niveles cercanos a cero por más tiempo. Este ángulo en política monetaria, junto con las expectativas, son los elementos por los que Richards defiende un escenario económico inflacionario.
Sin embargo, en la opinión de Chi Kit Chai, existen dos fuerzas opuestas en juego. Por un lado, están las políticas monetarias y fiscales de relajamiento que han sido implementadas para contrarrestar el efecto de la pandemia. Por el otro, también está el proceso de desglobalización que está experimentando la economía.
En las últimas décadas, la globalización ha mantenido los precios de los productos comercializables bajos y también ha representado una fuente de fuerza laboral barata. En este momento, con las tensiones creadas por Estados Unidos y China, también podría darse una disrupción en las cadenas de suministro, y una potencial reubicación de éstas, contribuyendo a la presión inflacionaria. Además, recientemente, la Reserva Federal ha señalado su intención de tolerar unos mayores niveles de precios al modificar su objetivo de inflación.
A juicio de Chi Kit Chai, probablemente nos encontremos ante el final de un ciclo desinflacionario de varias décadas, pero también existen presiones deflacionarias ejercidas por la pandemia y la recesión económica. Por el momento, se desconoce si la pandemia está controlada, si se sufrirán nuevas oleadas o si la vacuna llegará pronto. Por ello, la incertidumbre en los mercados es elevada. Las fuerzas deflacionarias siguen siendo fuertes porque, aunque los gobiernos hayan actuado contra la pérdida de ingresos de los sectores más afectados, el gasto del consumidor no se ha recuperado.
El entorno de tipos de interés cercanos a cero también tiene sus implicaciones en los mercados financieros. Según Chi Kit Chai, nos encontramos en un entorno de alta volatilidad y bajo rendimiento en el que la deuda ha perdido su papel tradicional de generación de rentas y de diversificación en las carteras.
La correlación negativa entre la renta variable y la renta fija se rompe cuando los tipos de interés se aproximan a cero. En consecuencia, el perfil riesgo recompensa se vuelve asimétrico: mientras que la parte alcista se ve limitada, la caída puede ser significativa si los tipos de interés suben. Esto crea muchos desafíos para los inversores, por ello, no solo deberían tener en cuenta la inflación, sino todo este entorno de tipos de interés cercanos a cero.
En una línea de pensamiento similar, Ned Naylor-Leyland, señaló que, desde su perspectiva, el mercado está expuesto tanto a presiones inflacionarias como deflacionarias y que ambas van a persistir en el tiempo.
Según el responsable del equipo Gold & Silver, la deflación existe en la esfera monetaria. Es el resultado de unos 40 años de políticas monetarias acomodaticias que, a su vez, han creado problemas estructurales en los mercados financieros, y más concretamente en el mercado de deuda corporativa, donde existe un exceso de oferta que no va a desaparecer pronto.
Pero, Naylor-Leyland también desafía la percepción de que el coste de la vida no ha subido. La evidencia de que existe una corriente inflacionaria se puede ver en los precios de los productos alimenticios, en especial, desde que la pandemia comenzó.
“La inflación solía ser una medida del coste de la vida y de la capacidad de poder mantener un estándar constante en el nivel de vida. Pero los ajustes en las medidas oficiales de inflación significan que, a nivel del consumidor, la inflación ha estado aumentando de manera descontrolada, no reconocida por los responsables políticos, y eso ha contribuido al aumento del populismo”, comentó.
Desde un punto convencional del mercado, dijo Ned Naylor-Leyland, existen clases de activos individuales a partir de las cuales se pueden conseguir rendimientos, con independencia del tipo de entorno de inflación. Para el gestor, se puede generar rendimientos en una clase de activo individual tomando posiciones prácticamente contrarias dependiendo del área en la que el inversor se esté enfocando.
Pixabay CC0 Public Domain. El impacto de las elecciones en los mercados en cinco gráficos
¿En qué medida influyen las elecciones en el mercado de valores y las rentabilidades de las carteras? ¿Deberían tener importancia las inversiones a largo plazo? Con el 3 de noviembre, fecha de los próximos comicios en EE.UU., cada vez más cerca, Capital Group trata de hallar respuestas. En este artículo, analiza datos recopilados durante más de 85 años e identifica 5 efectos de las elecciones en los mercados y en el comportamiento de los inversores.
Según la gestora, una sencilla métrica del mercado de valores ha logrado predecir el ganador de 20 de las 23 elecciones presidenciales celebradas desde 1936 en EE.UU. Cuando el índice S&P 500 muestra una tendencia al alza durante los tres meses previos a la jornada electoral, el partido del presidente en funciones suele ganar. Si la tendencia es bajista, la oposición suele alzarse con la victoria.
Este fenómeno se debe a que la renta variable acusa la incertidumbre y su precio aumenta. En épocas en las que el mercado y la economía gozan de estabilidad, no hay tantos motivos para exigir un cambio de líderes. No obstante, cuando el panorama político y económico presenta más dificultades, es más probable que gane la oposición. “El mercado anticipa la incertidumbre que rodea los resultados electorales y los posibles cambios legislativos, lo que puede derivar en un aumento de la volatilidad”, apunta.
¿Qué implica esto en 2020? A fecha del 15 de septiembre, el S&P 500 se situaba por encima del 3% desde el 3 de agosto y había subido al 5% en lo que va de año. Capital Group asegura que, en circunstancias normales, esta situación habría favorecido al presidente en el cargo; pero el inestable panorama económico actual no se asemeja a nada conocido. “Desde 1912, solo en una ocasión se ha reelegido al presidente con la previsión de una recesión en un plazo de dos años tras las elecciones, pero los inversores no deberían basarse en esta tendencia para medir el pulso del mercado”, advierte. La volatilidad suele ser pasajera y dar paso al alza de los mercados.
A su juicio, una de las cuestiones que más preocupan a los inversores es la posibilidad de que los demócratas logren una victoria aplastante que los lleve a ocupar la Casa Blanca y a hacerse con el control del Congreso. Muchos opinan que la denominada “ola azul” tumbará la desregularización o conllevará la derogación de la ley de recortes fiscales y empleo de 2017. “Si bien es cierto que el cambio de partido en el Gobierno suele implicar la aplicación de su propia agenda política, considerar que esto puede derivar en una bajada considerable del precio de las acciones puede que sea excesivamente simplista”, afirma la gestora.
La historia revela que las acciones han prosperado fuera cual fuera la composición del Congreso. En 42 de los años transcurridos desde 1933 hasta su análisis, el mismo partido controlaba la Casa Blanca y ambas cámaras. En esos periodos, los mercados cosecharon resultados de dos dígitos. Tradicionalmente, se ha dado una situación “menos favorable” para el mercado cuando la oposición controlaba el Congreso; pero incluso entonces los rendimientos gozaban de una media estable del 7,4%.
Casi con toda probabilidad, los resultados electorales de este año supondrán la victoria de la “ola azul” o la división del Congreso, ya sea con Trump o con Biden a la cabeza. “Los inversores deben sentirse aliviados ante el hecho de que, históricamente, la renta variable ha cosechado un buen rendimiento en ambos casos”, destaca.
Para Capital Group, aunque la política polarice y provoque emociones intensas, los inversores deben hacer oídos sordos y centrarse en el largo plazo, ya que, desde un punto de vista histórico, las elecciones no han marcado ninguna diferencia en cuanto a los beneficios de las inversiones a largo plazo. En los últimos 85 años, EE.UU. ha tenido 7 presidentes republicanos y 7 demócratas, y la tendencia del mercado ha sido generalmente alcista. Por eso, más que preocuparse por los resultados electorales, los inversores deben centrarse en mantener la inversión.
“Si bien este año está siendo único en innumerables sentidos, los datos de ciclos electorales anteriores revelan que otras campañas tampoco han estado exentas de controversias ni incertidumbres. Y, en todos y cada uno de esos casos, el mercado se ha mostrado firme”, insiste.
Los inversores estadounidenses han incorporado un volumen muy superior de activos de renta fija a los fondos del mercado monetario durante los años electorales. Mientras, la renta variable ha experimentado las mayores entradas de capitales netos en el año inmediatamente posterior al de las elecciones.
La gestora cree que este fenómeno sugiere que los inversores pretenden minimizar el riesgo durante los años electorales y que esperan a que remita la incertidumbre por completo antes de reconsiderar activos de mayor riesgo. Pero la sincronización con el mercado no suele ser la estrategia que mayores beneficios reporta y puede perjudicar los rendimientos de las carteras.
Esta tendencia se ha acelerado en 2020: hasta el 31 de julio, los flujos netos de capital del mercado monetario aumentaron en 546.000 millones de dólares, mientras que de los fondos de renta variable disminuyeron en 36.000 millones. Naturalmente, la recesión derivada de la pandemia es lo que ha propiciado la aversión al riesgo, pero los fondos de renta variable experimentaron sus mayores salidas de capital mensuales en julio, lo que indica que los inversores adoptaron una posición conservadora en previsión de las elecciones.
Capital Group ha analizado los diferentes enfoques de tres inversores hipotéticos y ha calculado el valor total que habría acumulado cada cartera tras un periodo de participación de 4 años en los 22 últimos ciclos electorales.
El que se mantuvo al margen obtuvo los peores resultados en 16 de los 22 ciclos y solo obtuvo los mejores resultados en 3. Por su parte, el inversor que lo invirtió todo y el que realizó contribuciones mensuales durante estos ciclos electorales se encuentran en las primeras posiciones. Los balances de las carteras de estos últimos se situaron en una media superior durante todo el periodo, y sus rendimientos superaron con más frecuencia a los del inversor que se aferró al efectivo.
“Mantenerse fiel a un plan razonable de inversión a largo plazo basado en objetivos individuales suele ser lo más recomendable. Da igual que la estrategia consista en mantener una inversión total durante todo el año o en contribuciones periódicas, lo importante es que los inversores no deben modificar sus planes respecto al mercado debido al panorama político”, insiste.
¿Qué implica esto en 2020? A su juicio, es demasiado pronto para saber qué impacto tendrá la huida al efectivo de este año en los rendimientos a largo plazo de las carteras. No obstante, el S&P 500 ha experimentado un gran repunte hasta el 5% desde el mínimo de marzo, y las ventas de renta variable neta se han mantenido estables durante el año. Hay inversores que se han quedado al margen en previsión de las elecciones y no se han beneficiado, al menos en parte, de la remontada de la renta variable.
Pixabay CC0 Public Domain. Los activos de la industria de fondos logran un “sólido crecimiento” pese el impacto del pandemia
La industria global de fondos sigue registrando un “sólido crecimiento” a medida que los mercados financieros se recuperan del impacto de la pandemia. Este es el mensaje optimista que ha lanzado la Asociación Europea de Fondos y Gestión (Efama, por sus siglas en inglés) tras la publicación de su último informe correspondiente al segundo trimestre del año.
Según sus datos, los activos netos de los fondos de inversión a nivel mundial aumentaron un 9,8% durante en segundo trimestre de 2020, hasta los 51,7 billones de eneros (trillions estadounidenses). Las entradas netas en fondos se situaron en 818.000 millones de euros, frente a los 617.000 millones de euros registrados durante el primer trimestre del año.
De hecho, los mercados más grandes, los Estados Unidos y Europa, registraron un crecimiento de los activos netos del 14,4% y el 9,2%, respectivamente. “La fuerte recuperación de los mercados financieros mundiales en el segundo trimestre explica el repunte de los activos netos de los fondos”, apuntan desde Efama.
«Las grandes sumas invertidas en fondos del mercado monetario durante el segundo trimestre son una señal de que los inversores de todo el mundo se mantuvieron cautelosos ante los riesgos que supone el COVID-19», explica Bernard Delbecque, director senior de Economía y Análisis de Efama.
Respecto al tipo de fondo que más atractivo mostró, los datos de Efama son claros: los fondos de renta variable liderando el crecimiento. “Los activos de los fondos de renta variable aumentaron un 16,7% hasta los 20,7 billones de euros al final del segundo trimestre. Los activos de fondos de renta fija lo hicieron un 4,8%, hasta los 10,7 billones de euros, y los activos de fondos mixtos un 8,7%, hasta los 8,6 billones de euros. Respecto al mercado monetario, el porcentaje fue del 3,8%”, señala el documento. A finales del segundo trimestre de 2020, el 40,1% de los activos netos de los fondos de todo el mundo se mantenían en fondos de renta variable
Pixabay CC0 Public Domain. El apetito por los ETFs de renta variable global siguió fortaleciéndose entre los inversores en agosto
El interés por los ETFs globales continuó siendo elevado en agosto, con un aumento de las inversiones de 50.000 millones de euros. Lo más significativo del verano fue que el apetito por la renta variable siguió fortaleciéndose entre los inversores, los flujos hacia esta clase de activos casi igualan a los de la renta fija.
En agosto, se registraron aumentos para la renta variable y la renta fija de 22.700 millones de euros y 22.900 millones de euros, respectivamente, según los datos de Amundi. Las materias primas registraron entradas globales de 3.600 millones de euros con el interés de los inversores en los ETFs de oro empezando a disminuir. A finales de julio se habían asignado 12.000 millones de euros a este producto.
En Europa, en renta fija, agosto fue el primer mes desde marzo en el que las entradas de flujos a ETFs registrados en Europa superaron las inversiones en instrumentos de deuda, con esta clase de activo registrando entradas de 3.900 millones de euros. “Las asignaciones a esta clase de activo también reflejaron que los inversores asumieron aumentos cautelosos de riesgo, con flujos que volvían a la deuda pública de los mercados emergentes”, señalan desde Amundi.
La gestora destaca que las estrategias de bonos soberanos chinos atrajeron 916 millones de euros, mientras que la deuda pública estadounidense a medio plazo registró salidas de 439 millones de euros. La asignación total a deuda pública fue de 2.200 millones de euros. Además advierte de que aunque los inversores no están todavía preparados para asignar cantidades significativas a deuda corporativa de mercados emergentes, están dando los primeros pasos para volver a asignar capital a la región que recibió el primer golpe del COVID-19, mediante la asignación a bonos soberanos de los mercados emergentes. Por el contrario, “el interés por la deuda corporativa de los países desarrollados está comenzando a disminuir como consecuencia de la normalización de los diferenciales de crédito y la reducción de los rendimientos de esta clase de activo”explican desde Amundi. Los flujos de entrada en esta clase de activo fueron de 930 millones de euros, casi en línea con la asignación a los bonos soberanos chinos.
Respecto a la renta variable, el aumento de la demanda de activos de mayor riesgo supuso que las asignaciones a los ETFs de renta variable registrados en Europa superaran a las de renta fija con unos flujos de entrada de 4.100 millones de euros. Este mes los inversores volvieron a la renta variable global, lo que dio lugar al primer aumento de ETFs de los principales índices desde la ralentización del mercado en marzo. Los inversores asignaron 2.500 millones de euros a esta clase de activo.
Desde Amundi apuntan que el renovado apetito por el riesgo, también se reflejó en cierta medida en los flujos sectoriales, con salidas del sector defensivo del cuidado de la salud y entradas en el sector cíclico de las materias primas. Sin embargo, el sector inmobiliario registró entradas mientras que los servicios financieros perdieron activos durante el mes, por lo que la historia se tendría que analizar más bien sector por sector.
“Casi todas las demás estrategias de renta variable se beneficiaron de la tendencia al riesgo, con la excepción del smart beta, que registró salidas de 626 millones de euros. Aunque el interés general en este sector disminuyó, los inversores asignaron 143 millones de euros a estrategias momentum, lo que pone de relieve el interés por las estrategias de mayor riesgo”, apuntan.
En último lugar, los ETFs de commodities, los datos de Amundi señalan que los ETFs de oro “perdieron brillo”, después de muchos meses de excepcionales entradas y un buen comportamiento de los precios. Este movimiento de alejamiento de los activos refugio y regreso a activos de mayor riesgo provocó salidas de 800 millones de euros de las estrategias de oro cotizadas en bolsa. “Esto también reflejó que los inversores recogieron beneficios con los precios que alcanzaron su punto máximo a principios de agosto”, concluye la gestora.