Ha transcurrido algo más de un mes desde la toma de posesión del nuevo presidente de Estados Unidos y, no pasa un día sin que un anuncio o una nueva orden ejecutiva, potencialmente aplazada en cuestión de horas, sacuda los mercados financieros. A medida que se suceden los anuncios de aranceles, los inversores ansiosos pueden encontrar muchas razones para dudar del potencial a corto plazo de los mercados de renta variable.
Aunque los mercados han registrado rentabilidades positivas desde principios de año, la renta variable estadounidense ha sufrido altibajos en las últimas semanas, luchando por posicionarse en medio del constante flujo de información procedente de la nueva Administración estadounidense. En este contexto, y por una vez, la renta variable europea ha subido con fuerza gracias a las atractivas valoraciones, las esperanzas de un renovado impulso político en Alemania, las incertidumbres sobre la tecnología estadounidense y una política monetaria cada vez más acomodaticia del BCE.
Hay que reconocer que las valoraciones de la renta variable se verán sin duda influidas por las decisiones de la administración Trump en los próximos años, y la incertidumbre será un aspecto inherente a este periodo. Los inversores tendrán que lidiar con una mayor volatilidad y navegar entre los órdagos de farol y las medidas que realmente aplique la administración.
Por otro lado, si nos centramos en los fundamentales y hacemos caso omiso de la imprevisibilidad del presidente Trump, EE. UU. se está beneficiando de una de las administraciones más favorables a las empresas y a la innovación que jamás haya visto el país. La economía sigue siendo muy resistente, con una tasa de desempleo del 4%, una perspectiva expansiva para los servicios e incluso la industria, con empresas que siguen publicando beneficios que crecen más rápido que en la mayoría de las demás regiones. La confianza empresarial sigue siendo muy fuerte en Estados Unidos, como demuestra la última encuesta del Bank of America sobre esta cuestión, y las referencias a la «débil demanda» en los informes de beneficios del cuarto trimestre de 2024 han caído a su nivel más bajo en dos años.
Sin embargo, persiste una dura realidad en los mercados estadounidenses: la extrema concentración de los principales índices. Las cinco mayores empresas (Alphabet, Apple, Nvidia, Microsoft y Meta) siguen teniendo una valoración combinada equivalente al total de las 400 capitalizaciones más pequeñas del índice S&P500. Estas cinco empresas representan por sí solas la capitalización bursátil equivalente a los mercados de Hong Kong y China juntos, o el 24% de todo el mercado estadounidense. En cuanto a los «Siete Magníficos», sus valoraciones son 30 veces superiores a las de hace diez años.
Ni siquiera los recientes anuncios de DeepSeek, la empresa china que ofrece un modelo de Inteligencia Artificial capaz de competir con Chat GPT a un coste inferior, han podido invertir la tendencia a estas alturas, y no han puesto en entredicho las astronómicas inversiones realizadas por las Big Tech estadounidenses en el sector de la inteligencia artificial. En efecto, sólo Amazon Alphabet, Microsoft y Meta han anunciado gastos tres veces superiores a sus niveles de hace 5 años, con 315.000 millones de dólares, equivalentes al PIB de Finlandia. Europa tampoco se queda de brazos cruzados, como demuestra el anuncio que hizo Emmanuel Macron, en vísperas de la cumbre sobre IA celebrada en París, de que se invertirán más de 109.000 millones de euros en inteligencia artificial en los próximos años. Ursula von der Leyen añadió 200.000 millones de euros para la Unión Europea, que también se esfuerza por reposicionarse como figura destacada en el sector tecnológico.
Estados Unidos, sin embargo, parece firmemente decidido a ganar la carrera de la IA, que parece más que nunca la «oportunidad del siglo» para ampliar la brecha de productividad con otros continentes. Desde este punto de vista, la aparición de soluciones de bajo coste es una muy buena señal, ya que anuncia la llegada de opciones más asequibles, que a medio plazo deberían permitir a muchas pequeñas y medianas empresas aprovechar todas las ventajas de la inteligencia artificial, actualmente reservadas a los grupos más grandes.
Aunque es cierto que el mercado estadounidense se ha estancado en su mayor parte en las últimas semanas, no está experimentando un retroceso. Si los beneficios empresariales estadounidenses siguen creciendo a buen ritmo, mientras el mercado se estanca, esto bastará en unos meses para que las valoraciones de la renta variable vuelvan a niveles más atractivos, cercanos a la media histórica.
Dicho esto, no hay que subestimar el potencial de recuperación de la renta variable europea, castigada por la atonía del crecimiento, una inflación baja y, sobre todo, el desinterés de los inversores por la región. ¿Será el repunte de principios de año una señal de recuperación de la rentabilidad de los índices europeos frente al elevado coste de la renta variable estadounidense?
Más del 40% de las empresas europeas han comunicado sus resultados hasta la fecha, con un sorprendente aumento del 11% de los beneficios, muy por encima del consenso por el momento. Es cierto que las empresas europeas con una parte importante de sus ventas en Estados Unidos han obtenido mejores resultados, con un beneficio por acción de media un 68% superior a las expectativas, frente al 51% de las que tienen una mayor exposición nacional, ayudadas sin duda por la fortaleza del dólar. Europa necesita un catalizador adicional.
Sin duda, el flujo constante de decisiones de la nueva Administración estadounidense, unido a las incertidumbres que rodean al año 2025 (¿recuperación de China? ¿paz en Ucrania? ¿recuperación de Europa?), hacen que cualquier previsión sea más difícil de lo habitual. Este entorno nos obliga a permanecer centrados en los fundamentales del mercado y en las empresas a las que están expuestas nuestras carteras, e ignorar el ruido a corto plazo para mantener un rumbo sólido a medio plazo.
En esta fase, mantenemos nuestra ligera sobreponderación en los mercados de renta variable, en particular en la renta variable estadounidense, evitando al mismo tiempo un consenso demasiado sesgado sobre los valores tecnológicos. Miramos más allá, en particular a los numerosos sectores que se beneficiarán de las ganancias reales de eficiencia gracias a la inteligencia artificial.
Tribuna de Nicolas Bickel, responsable de inversión en Edmond de Rothschild Banca Privada