La reciente decisión de Moody’s de rebajar la calificación crediticia de la deuda soberana de Estados Unidos de Aaa a Aa1 marca un nuevo hito en la percepción del riesgo asociado al mayor emisor de deuda del mundo. Aunque no es la primera agencia en hacerlo —Standard & Poor’s lo hizo en 2011 y Fitch en 2023—, la decisión de Moody’s tiene un peso simbólico y técnico considerable, al cerrar el consenso entre las tres grandes agencias de calificación. Este movimiento no solo refleja una creciente preocupación por la sostenibilidad fiscal estadounidense, sino que también plantea interrogantes sobre el futuro del dólar y los Treasuries como activos refugio en tiempos de incertidumbre.
La rebaja se fundamenta en un deterioro estructural de las cuentas públicas. El déficit fiscal estadounidense ha superado los 2 billones de dólares anuales, lo que representa aproximadamente un 6,3% del PIB, una cifra insostenible en un contexto de tipos de interés elevados. La deuda nacional, por su parte, ha alcanzado los 36 billones de dólares, y la carga por intereses se ha convertido en una de las partidas más abultadas del presupuesto federal. A esto se suma una creciente parálisis política que impide la adopción de reformas fiscales estructurales. Moody’s advierte de que la falta de consenso político para abordar estos desequilibrios compromete la capacidad del país para responder a futuras crisis económicas o financieras.
La reacción de los mercados ha sido moderada, pero significativa. Los rendimientos de los bonos del Tesoro a 10 años han superado el 4,5%, mientras que los de 30 años han alcanzado el 5% por primera vez desde 2023. Aunque parte de este movimiento puede atribuirse a expectativas de inflación y política monetaria, la rebaja de rating ha añadido una prima de riesgo que no se observaba desde hace más de una década.
Más allá del impacto inmediato, la pregunta clave es si esta rebaja marca un punto de inflexión en el papel de la deuda estadounidense como activo refugio. Históricamente, los Treasuries y el dólar han sido los destinos preferidos de los inversores en momentos de aversión al riesgo. Esta confianza se ha basado en tres pilares: la estabilidad institucional de EE.UU., la profundidad y liquidez de sus mercados financieros, y el estatus del dólar como moneda de reserva global. Sin embargo, estos fundamentos comienzan a mostrar fisuras. La creciente polarización política, la falta de disciplina fiscal y el aumento de alternativas en los mercados internacionales —como la deuda soberana europea, el oro o incluso monedas como el franco suizo— están llevando a algunos inversores institucionales y bancos centrales a reconsiderar sus estrategias de asignación.
En este contexto, se observa una tendencia incipiente hacia la diversificación de reservas. Países como China, India o Arabia Saudí han incrementado su exposición a activos no denominados en dólares, mientras que el oro ha recuperado protagonismo como reserva de valor. Aunque el dólar sigue representando más del 58% de las reservas globales, esta cifra ha descendido desde niveles superiores al 70% hace dos décadas, lo que sugiere una erosión lenta pero constante del billete verde.
A corto plazo, es poco probable que se produzca una sustitución abrupta del dólar o de los Treasuries como activos refugio. La economía estadounidense sigue siendo una de las más grandes del mundo, y sus mercados financieros, los más líquidos y profundos. Sin embargo, la rebaja de Moody’s actúa como una señal de advertencia: la confianza no es un activo inmutable. Si no se abordan los desequilibrios fiscales y no se recupera la estabilidad institucional, el coste de financiación para EE.UU. podría aumentar estructuralmente, y con ello, el atractivo de sus activos podría disminuir.
En definitiva, la rebaja de rating no es un evento aislado, sino un síntoma de desequilibrios persistentes que ya no pueden ignorarse. Aunque Estados Unidos conserva ventajas estructurales que lo mantienen en el centro del sistema financiero global, la percepción de riesgo ha cambiado. Para los inversores, esto implica la necesidad de reevaluar sus estrategias de asignación en renta fija, divisas y activos refugio, en un entorno donde lo que antes era incuestionable comienza a ser objeto de debate.
Tribuna de Iratxe Oria, directora de Inversiones de CBNK Gestión de Activos.