Desde la crisis financiera mundial en 2008, el valor de la «nube financiera» (es decir, todos los instrumentos financieros en conjunto) en relación con el producto interior bruto mundial se ha disparado en Occidente. Hoy más que nunca, los precios de los activos importan, y los responsables políticos no pueden permitir que se desinflen de forma desordenada. Esto se vincula con nuestra arraigada convicción de que «la cola mueve al perro», es decir, que los ciclos de precios de los activos impulsan la economía real.
La Reserva Federal (Fed) es clave para poner orden en los mercados. El tono general de los formuladores de política monetaria durante los últimos días ha sido interpretado como moderado, lo que abre aún más la puerta a un recorte de tasas en la próxima reunión del Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC) los días 16 y 17 de septiembre. El gráfico de puntos del FOMC apunta a dos recortes de 25 puntos básicos cada uno hasta fin de año, mientras que Julius Baer pronostica tres recortes de tasas y un par más el próximo año. Sin embargo, un enfriamiento significativo del mercado laboral estadounidense en agosto ha impulsado un reciente debate en los mercados respecto a la posibilidad de un recorte más drástico.
La administración estadounidense está desesperada por reducir la carga de las tasas de interés sobre el presupuesto federal y trabaja incansablemente para diseñar un nuevo ciclo de deuda del sector privado. Esto último, por supuesto, está condicionado al comportamiento de las tasas de interés a largo plazo, ya que determinan el costo de las hipotecas en Estados Unidos en un momento donde el acceso a vivienda es históricamente bajo. Hasta el momento, el rendimiento de los bonos del Tesoro estadounidense a 30 años se mantiene cerca del 4,8%, tras haber alcanzado un máximo de 12 meses superior al 5% en mayo y un mínimo correspondiente del 3,88% en septiembre pasado.
Por lo tanto, argumentamos que los funcionarios del gobierno estadounidense deberían tener cuidado con lo que desean. De hecho, presionar a la Fed podría ser la receta para una revuelta en el mercado de bonos, una que podría ser lo suficientemente grave como para desencadenar una fuerte caída de la renta variable.
Existe una probabilidad no nula de que el ciclo de flexibilización monetaria reduzca aún más los diferenciales de crédito, potencialmente a cero o incluso a territorio ligeramente negativo para los prestatarios más solventes, y de que el persistente aumento de los precios de los activos también afecte a los mercados crediticios.
Europa también está en un punto de inflexión. El Banco Central Europeo (ECB, por su sigla en inglés) se reunirá el jueves de esta semana para tomar decisiones de política monetaria. Se espera que el banco central mantenga las tasas de interés sin cambios en el 2%. Esto no solamente debería de dar solidez al euro frente al dólar estadounidense, sino que también debería fortalecer los vientos a favor para la renta variable europea.
Habrá que mantener en mente que la confianza en la economía alemana está creciendo gracias al gasto público en infraestructura y defensa, así como al acuerdo arancelario entre la Unión Europea (UE) y Estados Unidos. El impulso en Europa se ha desplazado hacia acciones de valor y los sectores cíclicos con orientación nacional, mismos que se benefician de las mejores perspectivas de crecimiento local y son menos propensos a las dificultades arancelarias y cambiarias. El sector industrial y las empresas de mediana capitalización muestran las mejores perspectivas en este mercado.