Hasta hace unos meses, la Net Zero Banking Alliance (NZBA) estaba ganando terreno. Luego llegó la elección de Donald Trump y cambió el panorama, contribuyendo, sin duda, a la retirada de varios bancos norteamericanos de la alianza.
Goldman Sachs abandonó la alianza en diciembre de 2024, marcando el final de un año que hasta entonces había sido prometedor. La NZBA había atraído nuevos miembros, entre ellos Eurobank Holdings, Principality Building Society, SBAB Bank o Bank of Queensland, mientras algunos bancos empezaban a retirarse de la iniciativa Science Based Targets. En su último informe, la capacidad de la NZBA para estimular el compromiso del sector bancario en 44 países, así como su habilidad para orientar a sus miembros, quedó en evidencia. A finales de mayo de 2024, 118 bancos de la alianza habían establecido objetivos de descarbonización, 76 habían publicado un plan de transición, etc. A pesar de las críticas recibidas en ocasiones por su falta de claridad en cuanto a los requisitos de los objetivos de descarbonización, la alianza ha conseguido el compromiso de más de 140 bancos que representan más de 56 billones de dólares en activos. Sin embargo, la NZBA tiene ahora que hacer frente a un nuevo reto: la desvinculación pública de una serie de partes interesadas de las iniciativas de sostenibilidad.
Esta tendencia no se limita al sector bancario, sino que también alcanza a reguladores como la Reserva Federal (Fed), que abandonó la iniciativa de la Red para Ecologización del Sistema Financiero (NGFS, por sus siglas en inglés) en enero de 2025, así como a gestores de activos como BlackRock, que también dejó la Iniciativa de Net-Zero de Gestores de Activos (NZAM, por sus siglas en inglés) en enero de 2025. La retirada no solo afecta a cuestiones medioambientales, sino también a las sociales. A principios de 2025, grandes corporaciones como Google, Disney, McDonald’s, Ford y Meta abandonaron o recortaron sus programas de Diversidad, Igualdad e Inclusión (DEI, por sus siglas en inglés). Esta tendencia se ha extendido en Estados Unidos tras la vuelta de Trump al cargo. Su campaña contra la sostenibilidad ha generado un escepticismo generalizado hacia estas iniciativas. Según el estudio What Directors Think, el 85 % de los miembros de los consejos de administración estadounidenses creen que adoptar una postura sobre cuestiones sociales podría llevar a una posible pérdida de clientes (frente al 71 % en 2017).
Así, mientras el vicepresidente estadounidense, J. D. Vance, criticaba la denominada ‘libertad de expresión’ en Europa, varias partes interesadas en EE.UU. parecen considerar que es mejor evitar abordar públicamente las cuestiones de sostenibilidad. Aún es pronto para saber si esta desvinculación pública llevará necesariamente a una reducción de los esfuerzos en sostenibilidad, especialmente entre los actores menos activos. Algunos interpretan este cambio como una simple evolución en la gestión de riesgos ESG, que prioriza las acciones concretas sobre las declaraciones públicas. En algunos casos, la desvinculación ha ido acompañada de una comunicación destinada a tranquilizar. Los bancos norteamericanos, por ejemplo, reiteraron rápidamente su intención de continuar con sus iniciativas relativas a la transición hacia una economía baja en carbono. Sin embargo, solo los informes anuales integrados/informes de sostenibilidad de 2025 comenzarán a revelar el impacto real de esta desvinculación en la credibilidad de sus estrategias de sostenibilidad.
Estas posturas siguen siendo preocupantes, ya que limitan el debate abierto, dificultan el progreso de la acción colectiva y, paradójicamente, sugieren que no es prudente abordar públicamente los crecientes riesgos de sostenibilidad. De hecho, esta falta de compromiso llega en un momento crucial. Los científicos han concluido que ya no es posible limitar el calentamiento global por debajo de 1,5 °C. Además, en su último informe sobre riesgos globales, el Foro Económico Mundial señaló que la polarización social, que compromete la estabilidad, es uno de los principales riesgos a corto plazo. A largo plazo, el informe señala que los cuatro mayores riesgos globales están vinculados al clima: fenómenos meteorológicos extremos, pérdida de biodiversidad y colapso de los ecosistemas, cambios críticos en los sistemas terrestres y escasez de recursos naturales. Además, gestionar el riesgo climático será cada vez más complejo, ya que su probabilidad ya no puede evaluarse solo con datos históricos.
Para enfrentar estos desafíos, es necesario que los agentes económicos estén bien preparados. Aunque la participación pública no garantiza alcanzar los objetivos definidos, sin duda, brinda a las distintas partes interesadas la oportunidad de debatir la pertinencia de las medidas propuestas. También crea una dinámica de mercado que apoya a todos los actores, independientemente de sus recursos. Hasta ahora, cinco bancos norteamericanos más pequeños han decidido seguir siendo parte de la NZBA y no seguir los pasos de sus colegas estadounidenses. Según un informe reciente de la Transition Pathway Initiative (TPI), la mayoría de los principales bancos, tanto miembros actuales como antiguos de la alianza bancaria, todavía tienen un largo camino por recorrer en su transición hacia las bajas emisiones de carbono. Sin embargo, cabe destacar que la alianza ha desempeñado un papel crucial en la concienciación colectiva sobre las medidas necesarias en el futuro. Las directrices actualizadas de la NZBA, publicadas en marzo de 2024, enfatizaron, por ejemplo, la necesidad de abordar un tema clave: la integración de las «emisiones facilitadas» (emisiones derivadas de las actividades de los mercados de capitales) en los objetivos de descarbonización de los bancos.
Al desvincularse, los bancos ya no son responsables de la iniciativa. A la luz de los cuatro riesgos globales más críticos mencionados anteriormente, solo cabe esperar que las partes interesadas económicas mantengan sus compromisos medioambientales y sociales. Sin embargo, debido al inestable contexto político, es razonable preguntarse qué los motivaría a hacerlo. Los inversores tienen un gran poder de presión y pueden influir en gran medida en las partes interesadas para que se mantengan en el objetivo; ciertos inversores ya han declarado públicamente la importancia de mantener un sólido compromiso climático respaldado por una legislación firme.
Tribuna elaborada por Armand Satchian, analista de investigación en inversión sostenible de Crédit Mutuel Asset Management.