Los primeros efectos de las medidas arancelarias del gobierno estadounidense de Donald Trump empiezan a materializarse en la economía real y en la financiera. En Brasil, los Fondos de Inversión en Derechos de Crédito relacionados con la agricultura crecen aceleradamente, mientras el desempeño de la agroindustria local volvió a sorprender en el primer trimestre de 2025 con un crecimiento del 12,2%.
En la comparación anual, el PIB de Brasil aumentó un 2,9%. El motor de esta aceleración provino en gran parte del campo: China multiplicó por dos sus compras de soja, convirtiendo al gigante latinoamericano en su principal proveedor, sustituyendo a Estados Unidos.
En Brasil, esta relevancia ha reavivado el debate sobre cómo ampliar la financiación del sector, y entre los instrumentos más prometedores se encuentran los Fondos de Inversión en Derechos de Crédito (FIDCs), que se están consolidando como un mecanismo de crédito estructurado adaptado a las particularidades de la agricultura.
El mercado de FIDC dedicado a la agroindustria, especialmente en la forma de FIAGRO-FIDC, ha experimentado un crecimiento acelerado. Según datos de Anbima, el patrimonio neto de los FIAGROs ha aumentado un 204% desde marzo de 2023, alcanzando los 47.700 millones de reales (unos 8.600 millones de dólares) en 2025. De este total, aproximadamente el 48% se asigna a estructuras FIDCs, que adquieren derechos de crédito provenientes de la cadena productiva rural, como facturas, contratos de suministro y cuentas por cobrar de insumos.
“Los FIDC ofrecen a los productores rurales acceso a crédito más flexible, a menudo con una estructura adaptada a su ciclo productivo. Para los inversores, representan una alternativa segura y regulada, con potencial de mayor rentabilidad que la renta fija tradicional”, afirma Marcelo Linhares, superintendente de Agro y Comercio Exterior de FlowInvest.
Los FIDC están bajo la supervisión directa de la Comisión Nacional de Valores Mobiliarios (CVM), lo que garantiza una mayor transparencia y rigor en su gobernanza. La Resolución 175 de la entidad reguladora, que entró en vigor recientemente, simplificó la estructura regulatoria de los fondos, aportando mayor claridad a la clasificación de riesgos y las obligaciones de los gestores.
Además de los FIDCs, otros instrumentos han atraído la atención de los inversores en el sector agroindustrial: los Certificados de Cuentas por Cobrar de Agronegocios (CRAs), con exención del impuesto sobre la renta para personas físicas y un crecimiento del 42% en el volumen de emisiones, las LCAs (Letras de Crédito Agroindustrial) y los CPR Verdes, orientados a prácticas agrícolas sostenibles.
En opinión de los expertos, el avance de la tokenización de cuentas por cobrar, la sofisticación de las plataformas de inversión y el mayor interés por activos vinculados a la economía real han permitido a los inversores particulares acercarse a la agricultura como nunca antes.
«Hoy en día, es posible invertir en estructuras robustas con el respaldo de la agroindustria sin salir de casa, con diversificación sectorial y exposición a uno de los sectores más resilientes de la economía brasileña», afirma Linhares.
A pesar de representar alrededor del 6,5% del PIB brasileño en promedio, la agroindustria ha sido el motor de gran parte del crecimiento económico reciente, lo que refuerza el atractivo de estos instrumentos. Para los inversores, además de la posibilidad de obtener rentabilidades ajustadas al riesgo, los fondos estructurados como los FIDC permiten construir una cartera más diversificada, con activos no correlacionados con la economía urbana e industrial.
“Nos enfrentamos a un nuevo ciclo de financiación para la agricultura, en el que el mercado de capitales asume un papel cada vez más estratégico”, concluye Linhares.