Encontrar el fondo de inversión más adecuado a los intereses de un pequeño inversor es una tarea casi imposible, afirman los expertos de OCU Inversiones, después de analizar una selección de 2.100 fondos comercializados en España compuesta por los más populares, además de los aparentemente mejores de cada categoría. Y es que, lamentablemente, el 47% de los fondos al alcance del pequeño inversor, la clase minorista, no pueden calificarse como buenos; y únicamente el 6% merecen la vitola de excelentes.
Una valoración realizada a partir de valores medibles y objetivos, que combinan criterios de rentabilidad ajustada al riesgo de la categoría a la que pertenecen, consistencia a largo plazo, control de la volatilidad y —muy especialmente—, el nivel de costes que soporta el partícipe cada año por la gestión del fondo.
La mitad de los fondos calificados por OCU Inversiones como excelentes son ETFs y entre la otra mitad destacan las llamadas clases limpias de los fondos tradicionales. Es decir, la mejor decisión de inversión para un pequeño inversor pasa en buena medida por elegir las versiones baratas, libres de retrocesiones e incentivos ocultos (no hay un solo euro que vaya de la gestora al comercializador). Pero son justo los dos tipos de fondos que no encontrará en el escaparate de los principales bancos españoles, que son los que en la práctica miran la mayoría de pequeños ahorradores: uno de cada tres euros que se mueven en fondos pertenecen a CaixaBank, Santander y BBVA.
En la oferta de los bancos priman los fondos de las propias entidades, que suelen caracterizarse por tener unos costes más elevados y no estar precisamente entre los mejor gestionados, denuncian en OCU Inversiones. De hecho, los fondos que pueden calificarse como excelentes de estas entidades prácticamente brillan por su ausencia y solo se cuelan entre los mejores algunos de sus fondos cuando van destinados al servicio de gestión discrecional de carteras: los fondos incluidos en este servicio tienen comisiones de gestión mucho más reducidas que los fondos que ofrecen al público en general, pero a cambio el banco cobra un extra consistente en una comisión explícita recurrente por permitirle acceder a dicho servicio. Un servicio que sumadas ambas comisiones se vuelve «carísimo», dicen, especialmente para los perfiles más conservadores, que son abundantes en nuestro país, a los que le saldría mucho más a cuenta contratar un buen ETF o la clase limpia de un fondo de renta fija a corto.
OCU Inversiones pone un ejemplo: imaginemos una inversión de 50.000 euros con perfil de riesgo moderado. Si contratara el servicio de gestión delegada de carteras de CaixaBank lo más probable es que le asignaran la Cartera Máster Patrimonio, que dedica como máximo un 60% a las acciones. Con independencia del resultado, el coste anual de este servicio sería siempre de un 0,91% anual, IVA incluido. Es decir, pagaría 455 euros cada año. Ahora bien, el coste inherente a la cartera de fondos podría estar en torno al 0,7% anual, lo que le supondría el pago de otros 350 euros, que se irían detrayendo a diario del valor liquidativo de los fondos. En total, estaría pagando finalmente en comisiones unos 805 euros anuales, equivalentes a un 1,6% anual de lo invertido.
Una barrera silenciosa
Según OCU Inversiones, los costes de los fondos son de vital importancia en el rendimiento final que al cabo de los años logrará el partícipe, pero acceder a los más baratos es una tarea casi imposible. A pesar de la existencia de las clases limpias, la entidad denuncia que la mayoría de las entidades bancarias y plataformas online siguen comercializando de forma prioritaria las clases más caras, sin informar de la existencia de alternativas más baratas.
Las diferencias son muy relevantes: el ahorro medio en comisiones de gestión de la versión “retail” (minorista) de un fondo tradicional y su clase limpia ronda el 1% anual. Un porcentaje más que significativo tratándose en realidad del mismo fondo. Un inversor medio que invierta 25.000 euros podría ahorrarse 250 euros al año solo en comisiones, que en un periodo de 10 años sumarían 2.500 euros, es decir, un bocado del 10% sobre el montante invertido que podría ahorrarse si lograra saltarse esa barrera silenciosa que le impide llegar a los fondos más baratos.
OCU Inversiones considera que invertir no debe convertirse en una carrera de obstáculos para el ahorrador particular y que la transparencia debe ser obligatoria. Es por ello que solicita a los organismos reguladores, en especial a la CNMV y a las autoridades europeas, el desarrollo de una normativa que obligue a las entidades a informar de forma clara sobre las distintas clases disponibles de un mismo fondo y sus costes reales, ofrecerle por defecto la clase más barata, así como que se prohíba cualquier práctica que encarezca la inversión sin justificación alguna. En este sentido, insta a que se fomenten las plataformas de arquitectura abierta que permitan comparar todas las opciones en igualdad de condiciones.
En cualquier caso, recomienda al pequeño inversor revisar los fondos en los que tiene invertido su dinero para ver si tienen una buena gestión y si los costes inherentes al mismo son o no razonables. Y que ponga especial atención a la clase que le hayan vendido, porque puede que exista una versión mucho más barata a su alcance. «Si en su banco no son capaces de ofrecérsela», recomienda, «considere plataformas especializadas que sí dan acceso a estos fondos más baratos».