Atlantis Global Investors es una de las firmas de gestión de patrimonios que mejor define la evolución de la industria financiera uruguaya por su nacimiento, evolución y objetivos de futuro. Hablar del modelo de banca privada independiente ahora es fácil, pero cuando todo empezó en Montevideo, hace once años, el camino estaba lejos de estar trazado. Miguel Libonati puede contar la historia, ahora que, como él mismo dice, Atlantis “superó la etapa de supervivencia”.
Con oficinas en Montevideo, Asunción y Miami, Atlantis está regulado ante el Banco Central de Uruguay como asesor de inversiones, tiene acuerdos institucionales con Morgan Stanley, Insigneo, EFG, Raymond James, Julius Baer y UBS.
El párrafo anterior se lee rápido, pero cuando en 2014 Miguel Libonati y su hijo Bruno decidieron dejar la gran banca internacional y lanzarse como asesores independientes la idea era un salto al vacío. El año anterior, Julius Baer había comprado el negocio internacional de Merrill Lynch fuera de Estados Unidos, la operación se cerró oficialmente con Uruguay el 1 de abril de 2013.
“Vimos una oportunidad. Pensábamos que esa fusión entre Julius Baer y Merrill Lynch era como juntar el agua y el aceite: un banco estadounidense, un broker, y luego una institución suiza de primera línea, conservadora, con otros principios y parámetros”, explica Libonati.
Para sorpresa del banquero, que por entonces contaba con 20 años de experiencia profesional en entidades internacionales, varios equipos de asesores quisieron sumarse a su emprendimiento. Se negoció que tres se fueran con los Libonati y una vez terminada esa etapa empezó el trabajo de “pico y pala” para construir la empresa.
“Fue un proceso duro: traspasar clientes, armar una empresa, cumplir con los reguladores, con los bancos del exterior, y sobre todo mantener las carteras de los clientes, que siempre son nuestro combustible. Cuando vos te vas de un banco a otro, cosa que hice varias veces en mi carrera, vos tenés que preocuparte solamente de tus clientes. Esto era otra cosa, había gente que nos habían seguido, se la habían jugado porque confiaba en nosotros”, explica el fundador de Atlantis.
El proceso inaugural duró cuatro años durante los cuales armaron todo el andamiaje de una firma financiera que ofrece gestión de activos globales: “Ya trabajábamos en Argentina, habíamos contratado más gente, no era sólo construir y subsistir, pudimos empezar la época de desarrollo”.
Actualmente Atlantis es una empresa consolidada que crece a un ritmo del 10% anual, tiene un 40% de clientes uruguayos y el 60% de otros países de la región, especialmente argentinos. La etapa de desarrollo tuvo su principal desafío en la apertura de una oficina en Miami, una RIA llamada Innova Advisors que actualmente trabaja a pleno rendimiento.
“Quisiera hacer una mención a mis dos hijos, Bruno y Stefano, que forman parte de la empresa y han sido pilar fundamental del desarrollo, el primero desde el comienzo, como fundador, y Stefano hace tres años. También una mención al equipo de la empresa, que han sido un factor fundamental para el crecimiento”, dice Libonati.
Volver a nacer un 15 de diciembre
Miguel Libonati es un uruguayo de manual: nacido en Salto hace 65 años, hincha a ultranza de Peñarol, es un hombre afable, sin artificios ni pose, que habla de usted y pone siempre por delante las formas. Su narración sobre la creación de Atlantis es indisociable de una fecha, el 15 de diciembre de 2015, el año en que volvió a nacer.
Eran momentos de mucha adrenalina y estrés, de estar muy enfocado, y una noche Libonati quedó literalmente derrumbado en el suelo por un malestar que al principio no identificó claramente. A la mañana siguiente se sintió mejor y fue a la oficina.
“Estoy acá regalado, regalado, regalado”, dice, “en la oficina firmé unos cheques y decidí pasar por la emergencia médica, donde hicieron los primeros exámenes y me mandaron directamente al quirófano. Entonces la doctora me dijo que cambiara la fecha de nacimiento”, añade.
Mientras cuenta cómo decidió irse a terminar de infartarse después de pasar por la oficina, Ana Inés Gómez, General Manager de Atlantis, asiente con cara de “fue tal cual porque lo viví”: Libonati es un tipo que, literalmente, se muere antes que dejar sin firmar sus cheques.
Ana Inés Gómez lleva desde los inicios en la aventura independiente de Atlantis: “Hoy tenemos un indudable track récord, estamos orgullosos de ser de las pocas empresas que forman a su personal, a sus asistentes. Contratamos a gente joven que no está necesariamente en el sector financiero, puede ser un economista, pero no tiene por qué conocer el negocio. Y para nosotros su primer año es una inversión en su formación, algo que nos ha constado algunas amarguras, porque la gente se va, pero también que tiene la recompensa de construir una cultura de excelencia”.
Invertir en la economía real, soñar Uruguay a lo grande
¿Cómo define Atlantis hoy en día su fundador?: Libonati da algunas vueltas, prefiere evitar la etiqueta de banca privada global por estar demasiado usada: “Somos una oficina de gestión patrimonial que busca la excelencia. Y eso a mí me parece que no es una frase trillada, sino que realmente nosotros hemos subsistido todos estos años y hemos creado una marca a la sombra de los grandes. Tanto es así que hemos tenido innumerables ofertas de compra”.
El futuro pasa por consolidar el negocio en Estados Unidos, mantener un buen ritmo de crecimiento, abrazar innovaciones como la inteligencia artificial.
Pero la ambición de Libonati va mucho más allá: “Estamos invirtiendo en la economía real, buscamos esos proyectos”.
Los fundadores de Atlantis piensan en crear una oficina para la atención de clientes ultra high network: “En Uruguay no existe ninguna institución de ese tipo. Y ahí deberíamos generar un proyecto que nos permita atender a clientes con cuentas superiores a los cinco millones de dólares, un poco en el segmento de los family offices”.
Miguel Libonati piensa a lo grande, está convencido en el potencial de Uruguay y quiere instalarlo dentro del rango de los países desarrollados. Así, ve el futuro participando y promoviendo el tejido económico y empresarial, impulsando la innovación.
“Veo el progreso, novedades como la inteligencia artificial, y no soy tremendista, jamás pienso que todo irá a peor y que, por ejemplo, las máquinas nos van a sustituir. Creo firmemente que todo va para mejor”.



