Los expertos de las firmas de inversión coinciden en que la tregua comercial que han acordado Estados Unidos y China es una buena noticia. Según explican, el acuerdo parece integral, y el alivio derivado del levantamiento de diversos controles a la exportación, embargos a la importación y sanciones supone un respiro para la economía global en un momento clave. Ahora bien, también advierten de que, desafortunadamente, como en acuerdos previos entre estos socios comerciales, se trata solo de un acuerdo temporal: por el momento, solo tiene vigencia de un año.
En opinión de Raphael Gallardo, economista jefe de Carmignac, lo acordado entre Trump y Xi en Busán ha sido más bien un marco tentativo para una tregua de un año, no un tratado comercial y mucho menos un gran acuerdo. “Lo que se desprende es que pasamos de una serie de treguas de 90 días a un horizonte de un año. Claramente es algo positivo que impulsará el sentimiento del mercado, pero siguen existiendo salvedades. Primero, aún no se ha firmado nada. El cierre llegará durante la visita de Estado de Trump a Pekín en marzo. Hasta entonces podríamos ver otro aumento inesperado de tensiones. Y segundo, aparte del recorte del 10% en aranceles, este acuerdo simplemente nos devuelve a la tregua de Ginebra alcanzada en mayo, antes de la escalada relacionada con la regla del 50% y las represalias mediante los controles de tierras raras”, apunta Gallardo.
Dennis Shen, presidente del consejo macroeconómico de Scope, coincide en afirmar que aún quedan por definir muchos detalles sobre el acuerdo. “Es muy probable que surjan nuevas tensiones comerciales. La próxima decisión del Tribunal Supremo estadounidense sobre los aranceles también podría generar más incertidumbre. El patrón observado durante ambas presidencias de Trump sugiere ciclos repetidos de escalada de tensión para ganar poder de negociación, seguidos de desescalada en respuesta a la presión del mercado, la economía y/o la política”.
“La naturaleza temporal del pacto subraya el carácter táctico de esta tregua comercial en el contexto de una rivalidad estratégica que seguirá dando forma a la relación a largo plazo entre Estados Unidos y China. El acuerdo ofrece a ambas partes tiempo para adaptarse a esta dinámica cambiante, reducir sus dependencias mutuas y mitigar las perturbaciones económicas”, matiza Sophie Altermatt, economista en Julius Baer.
Concesiones significativas
Las conversaciones han abarcado una amplia gama de cuestiones críticas, entre ellas el control de las exportaciones de chips, el suministro de tierras raras, las estructuras arancelarias, las medidas relacionadas con el fentanilo y el comercio de productos clave como la soja y las exportaciones de Nvidia. Para Ray Sharma-Ong, Deputy Global Head of Multi-Asset Bespoke Solutions, en Aberdeen Investments, ambas partes han acudido a las negociaciones con puntos de ventaja distintos: “China tiene una influencia significativa gracias a su dominio en el sector de las tierras raras, mientras que Estados Unidos mantiene una ventaja en el diseño de chips avanzados. Cualquier prórroga de la actual tregua comercial o acuerdo parcial sería vista de forma positiva por los mercados, ya que evitaría la inminente fecha límite del 1 de noviembre de 2025 para imponer un arancel adicional del 100% si no se llega a un acuerdo. Es probable que los avances en estos frentes impulsen las acciones estadounidenses, así como los mercados chinos en general y el sector tecnológico de China”, señala Sharma-Ong.
Según explica Gallardo, los resultados muestran concesiones significativas por ambas partes. “Por parte de EE.UU., ha reducido a la mitad los aranceles del 20% sobre el fentanilo a cambio de vagas promesas de Xi para frenar el envío de precursores del opioide. Además, los aranceles recíprocos se mantienen en el 10% en lugar del 36% durante un año, pero la ampliación de la Entities List estadounidense a subsidiarias con más del 50% de propiedad queda retrasada un año. Por parte de China, se establece la reanudación inmediata de importaciones de soja y otros productos agrícolas y vagas promesas de compra de energía estadounidense. Además, los controles a la exportación de tierras raras y otros minerales críticos se retrasan un año”, apunta.
Lo que más le llama la atención al experto del Carmignac es que se han quedado fuera los puntos más conflictivos. “No hay concesiones de EE.UU. sobre Taiwán, ni concesiones de China sobre Rusia, ni discusión sobre ventas de chips avanzados estadounidenses. Todos estos temas seguramente estuvieron sobre la mesa, pero sin resultados. Así que estamos muy lejos de un gran acuerdo. Por lo tanto, seguimos en un proceso de desacoplamiento gestionado de una relación económica simbiótica de 40 años”, afirma.
El impacto
En opinión de Garret Melson, estratega de carteras de Natixis IM Solutions, las negociaciones entre ambos países y el acuerdo son un punto crucial para los mercados en lo que queda de año. De todos los temas vistos esta semana,considera que la cumbre entre Xi y Trump haya sido posiblemente la más esperada, aunque reconoce también que puede que sea la menos impactante.
“Los mercados se han vuelto inmunes desde hace tiempo a las oscilaciones en la retórica comercial. Por supuesto, los titulares inesperados siguen teniendo el potencial de perturbar un mercado que sigue alcanzando nuevos máximos históricos, pero incluso la última escalada ha demostrado que la estrategia TACO (Trump Always Chicken Out) sigue vigente. Y dadas las declaraciones positivas de ambas partes al término de las conversaciones preliminares celebradas en Malasia durante el fin de semana, los mercados ya esperan que se establezca un techo para los aranceles, ya que es probable que China dé marcha atrás en su último anuncio sobre los controles de las tierras raras. Aunque una mayor distensión mediante la reducción de los aranceles relacionados con el fentanilo y la reanudación de algunas compras de soja y otros productos agrícolas podría suponer un ligero repunte del ánimo y de los precios de las acciones, mientras la tendencia siga inclinándose hacia la distensión, el comercio y los aranceles tendrán poca importancia para los mercados”, señala Melson.
Desde Scope consideran que la montaña rusa que representan las relaciones comerciales entre EE.UU. y China ha alcanzado otro punto álgido, incluso con Trump promoviendo la idea de un plan global de paz con Xi Jinping, lo que también muestra cuán vacías podrían haber sido muchas de las amenazas anteriores. Amenazas que ya han tenido impacto en las economías de ambos países. “Nuestras previsiones sugieren que los aranceles vigentes están lastrando a ambas economías, reduciendo la producción real media de China en alrededor de 0,6% y recortando el PIB de EE.UU. en 0,9%. Estos efectos económicos mutuamente dañinos subrayan la presión para una desescalada definitiva, incluso cuando los aranceles permanecen por encima de los niveles previos al conflicto, pese a haberse acordado algunas reducciones”, afirma Shen.
Por último, señala que otro impacto de este acuerdo es que “el enfoque de China podría además servir como un modelo para que bloques comerciales más grandes gestionen sus negociaciones con la Administración Trump”.



