La renta variable fue una de las apuestas clave en el VIII Funds Society Investment Summit España, celebrado la semana pasada en el Monasterio de Santa María de Valbuena (Valladolid), en el que siete gestoras (Lazard AM, DNB AM, LFDE, Pinebridge, ODDO BHF AM, Algebris y Tikehau Capital) presentaron sus ideas de inversión para un entorno volátil y plagado de retos, pero también de oportunidades. Entre ellas, Lazard AM, DNB AM y LFDE pusieron el foco en temáticas con gran potencial de crecimiento como la soberanía europea, la defensa o el espacio.
Fortalecer la soberanía europea: la apuesta de Lazard
¿Qué hace una farmacéutica, Astrazeneca, o un proveedor de conectividad de redes como GTT en el top 10 de un fondo relacionado con la soberanía europea? Su presencia da prueba de los retos relacionados con la dependencia del continente en múltiples sectores, y no solo en el ámbito de la defensa. Por ello, aunque esta última supone el gran desafío en Europa, las capacidades industriales, las tecnologías estratégicas, las infraestructuras clave y la energía y los recursos son también aspectos susceptibles de mejora y de ahí que la nueva estrategia de renta variable europea temática pero diversificada de Lazard Frères Gestion –Lazard Sovereignty Europe, lanzada el pasado mes de agosto- invierta en empresas que fortalecen la soberanía europea en todos estos espacios.
La estrategia surge de un concepto –la soberanía europea, que se bifurca en dos ejes: la de los estados -que supone desafíos en la dependencia militar, económica, tecnológica y energética de otros estados, la “verdadera”-; y la soberanía de la Unión Europea, colectiva y más conceptual, relacionada con una dimensión política y simbólica, que tiene más que ver con un “resurgir” del continente. En ambos casos, se trata de recuperar la independencia, según explicó Domingo Torres, Country Head para España y Portugal de Lazard Asset Management. “Más allá de que algunos hablen de “decadencia europea”, el continente tiene un grave problema que arrastra desde hace mucho tiempo: la dependencia”, señalaba en la misma línea Sergio Gámez, responsable de Ventas Institucionales.
Torres habló de los principales retos de la soberanía europea, debilidades y dependencias magnificadas por la crisis del COVID y el conflicto de Ucrania, en esos cinco temas en los que se centra el fondo: la capacidad de defender los territorios contra amenazas externas (la UE ha acometido una inversión insuficiente y los ejércitos europeos tienen una fuerte dependencia de EE.UU.); la autonomía en las capacidades de producción y las cadenas de suministro (son frágiles, especialmente en defensa); el dominio de tecnologías clave, como semiconductores, comunicaciones, defensa o inteligencia artificial –campo este último en el que la UE se ha quedado rezagada, además de estar ausente de las principales redes sociales, en manos de extranjeros-; las infraestructuras seguras y esenciales para necesidades vitales y el desarrollo económico -redes eléctricas y de telecomunicaciones, plataformas financieras o producción farmacéutica, muchas de ellas obsoletas y con riesgo de apagones; y el acceso a energía y materias primas –con claras dependencias, como la de Alemania con respecto al gas ruso, o de los recursos “raros” de China o metales claves para la industria electrónica, o de China o India para los productos farmacéuticos-.
Las cifras lo ilustran: el 55% de las importaciones europeas de equipamiento militar proceden de EE.UU. -“si decidiéramos dejar de importar, EE.UU. podría decidir no suministrarnos y en seis meses los aviones dejarían de funcionar”, recordó Torres-; 264.000 millones de euros de las compras de software en Europa se realizan a proveedores de EE.UU.; del 60% al 80% de los ingredientes farmacéuticos activos utilizados en todo el mundo se producen en India o China; un tercio de los mercados de capitales europeos están controlados por bancos estadounidenses; la UE importa el 55,5% del total de su energía; y de las 34 materias primas esenciales para la UE, la mayoría son importadas, algunas con una dependencia superior al 65% de un solo país (China). Estas cifras, y las sucesivas crisis (el COVID, la guerra de Ucrania o la nueva Administración estadounidense) han provocado un despertar entre las autoridades europeas y medidas concretas en materias de salud, infraestructuras de datos, materias primas, plataformas digitales, infraestructura o defensa, como el plan de rearme europeo de 800.000 millones de euros -incluyendo el alemán de 500.000 millones-, o las medidas derivadas del informe Draghi, destinado a aumentar nuestra competitividad.
“Estados Unidos ha advertido a Europa de que dejará de gastar si no lo hacen los estados europeos, mientras la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, habla de un momento decisivo”, recordó Torres, que dibujó “un despertar” de la defensa europea, con tres ejes multiplicadores: el aumento de la participación de la defensa en el PIB, del equipamiento en los presupuestos y del equipamiento nacional. “Existe una enorme brecha que llenar en defensa europea: Europa gasta el 1,9% su PIB en defensa -326.000 millones-, pero la insuficiencia de inversión se estima en 2 billones, con grandes diferencias entre países. Irlanda, Luxemburgo y Malta gastan el 0,2%, el 0,7% y el 0,8%, respectivamente, otros como España o Portugal llegan al 1,5% y otros como Finlandia o Polonia superan el 3%, cifras que varían en función de la localización y los riesgos geopolíticos. El año que viene la cifra media podría subir al 2%-2,1%, e ir más allá en los próximos años, incluso a niveles del 3% o del 4%. Hay que aumentar las capacidades de producción y reducir la dependencia de EE.UU.”, afirmó. Además, en los próximos años se prevé que el gasto en equipamiento -que hoy está en el 30% del presupuesto, frente al 15% de 2014- suba, y que, además, aumente la cuota del equipamiento producido en Europa -desde el 35% al 50% para 2030, y al 60% para 2035-, lo que tendrá impacto en la cuenta se resultados de muchas empresas. También vaticinó menores gastos de personal y más en drones. “Alemania tiene un stock de municiones para cinco días, cuando debería tener para un mínimo de 35, y nombres como Rheinmetall han tenido un gran comporamiento desde principios de año”, añadió.
Por ello, la defensa y el sector aeroespacial es un tema clave y el de mayor peso mínimo obligado en su nuevo fondo (del 20% mínimo frente al 5% del resto), pero solo una de las cinco temáticas contempladas, aquellas que contribuyen a fortalecer la soberanía europea, como industria –con nombres como Siemens-, tecnologías estratégicas –ASML o Nokia-, infraestructuras –Orange o Euronext- y energías básicas y recursos –equinor o Hydro-. En total, el fondo debe estar expuesto en un mínimo del 90% a estos cinco pilares y cada una de las compañías elegidas –principalmente de gran capitalización- deben tener al menos el 15% de sus ingresos referenciados a su temática. Actualmente, el sector con mayor peso es el de capacidades industriales (25%, frente a un 8% en el índice), seguido de infraestructuras clave (con un 24%, pero infraponderado frente al 29% del índice), defensa (22% frente al 5% del índice), tecnologías estratégicas (16% frente al 7%) y energía y recursos naturales (13% frente al 10%). “La UE tiene carencias brutales y asumirlas y corregirlas lleva tiempo, pero ya estamos en marcha”, resumió Gámez.
El fondo está basado en la selección de valores, referenciado al Stoxx Europe 600 –puede incluir firmas noruegas, suizas y británicas- y gestionado por el máximo responsable de Renta Variable, Thomas Brenier. Para la generación de ideas, cuenta con un equipo de 11 gestores/analistas con una rotación muy baja: como analistas tienen más de 1.000 reuniones anuales con los equipos directivos –en 2024-; como equipo tienen interacciones diarias, además de reuniones semanales de selección de valores y decisiones de inversión; y como gestores participan en la construcción de la cartera y en la supervisión de riesgos, con un proceso de inversión que parte de un universo de más de 800 valores, filtra por temáticas en torno a 300 valores, y hace filtros finales de calidad –donde es clave su productividad financiera, es decir, el ROCE debe superar al WACC- y valoraciones ajustadas para dar forma a un portfolio de entre 30 y 60 nombres. Sin olvidar el filtro ESG, explicó Gámez, recordando que el 96% de los fondos de la gestora son artículo 8. La estrategia cuenta además con una clase “early adopter” con comisiones muy competitivas que desaparecerá una vez el volumen alcance los 100 millones de euros.
Desde la gestora –cuyo nombre ha cambiado recientemente a Lazard Asset Management- recordaron otros fondos registrados recientemente en España, como Lazard Baylight US Large Cap Equity, un fondo de bolsa estadounidense distinto, con equipo gestor en San Francisco y un modelo de gestión muy científico y matemático; y los monetarios Lazard Euro Short Term Money Market y Lazard Euro Money Market.
Una exposición activa y pura al sector europeo de defensa: la estrategia de DNB AM
Más concentrada y específica es la estrategia que presentó DNB Asset Management, centrada exclusivamente en el sector de la defensa en Europa y que ofrece una exposición activa y dinámica a esta industria pues, a diferencia de los productos indexados, su DNB European Defence permite ajustar la exposición a cada empresa (34-45 nombres) según su evolución mediante una selección específica de valores. Es la propuesta pionera de la gestora, que, para enriquecer un sector donde hasta ahora en España solo había productos cotizados de gestión pasiva, creó un índice sectorial y lanzó un vehículo de gestión activa, con un tracking error de entre el 3% y el 5%, y con un doctor en ingeniería y ciencia por el MIT y anterior gestor del fondo soberano noruego al frente.
¿Los pilares de la idea? Realidades como el aumento del gasto militar en Europa (desde el 2,1% de la OTAN en 2024 al 5% de compromiso), la independencia buscada por el continente (la UE quiere que el 50% de su gasto en defensa para 20230 sea interno) y el viraje hacia un mayor gasto en equipamiento (se busca que el 40% del gasto nacional en defensa sea en este concepto, lo que supone un incremento del gasto del 175%).
“No sabemos si habrá o no conflictos, o qué temáticas prevalecerán, pero ofrecemos una inversión pura a la temática de la defensa europea. Se trata de capitalizar la tendencia de crecimiento del gasto militar sobre el PIB que se espera en Europa”, explicaba Lorenzo González, responsable en Iberia de DNB Asset Management, puesto que, frente a décadas con el gasto a la baja, el nuevo orden ha obligado a cambiar esta tendencia, en un entorno en el que Europa ha quedado rezagada frente a otras potencias como EE.UU., China o Rusia. Y este crecimiento del gasto en los presupuestos supondrá un “viento de cola” para las empresas europeas del sector.
González habló de tres “olas de inversiones”, que favorecen a compañías de diferentes tipos: la primera, la del material físico, como tanques o sistemas de comunicaciones, producido por campeones nacionales como Thales, firmas en las que se centran los ETFs sectoriales; la segunda, la de los drones, con firmas que fabrican sus miles de componentes, empresas medianas y pequeñas muy específicas con gran potencial y fuera de los índices como Norbit, empresa noruega especializada en tecnología de sensores, que dan soporte a las grandes y diversifican su negocio más allá de la UE; y una tercera ola, la de las personas y su seguridad, con entidades de comunicación avanzada y protección auditiva, como Invisio, que ofrece un crecimiento anual del 20%.
Olas que se materializan en una oportunidad de inversión diversa, más que la de los ETFs sectoriales, y formada por cuatro pilares: compañías de defensa de gran capitalización (grandes empresas consolidadas en el mercado y con un peso del 40%-50% en el fondo, como Reheinmetall), defensa de pequeña y mediana capitalización –firmas con alta agilidad y grandes barreras competitivas que pesan entre un 15% y un 20%, como Kitron-, sector aeroespacial -mantenimiento de aeronaves y economía espacial que suponen entre un 10% y un 15%, como Rolls Royce- y ciberseguridad y tecnología -protección de redes e investigación de brechas o fugas de datos, con un peso del 15%-20%, como Hexagon-. Una diversidad que permite a la estrategia virar los pesos en función del entorno y cuya agilidad puede ser especialmente útil si llegara a asentarse un escenario de menores conflictos geopolíticos, tras llegar la paz en Gaza.
El proceso de inversión se basa en cuatro pilares de selección -el análisis profundo de las empresas y las industrias, el crecimiento, el precio y su ventaja competitiva-, que dan lugar a una cartera de alta convicción, contraria y que busca el potencial de crecimiento pero con conciencia de la valoración. Su correlación con los ETFs es alta, pero su gestión activa y menor concentración permite mitigar caídas y capturar de forma similar las subidas, además de contar con la ventaja de la traspasabilidad.
Otra diferencia con los productos indexados es que el fondo, artículo 8, no puede invertir en armas controvertidas. DNB es el grupo financiero líder en Noruega, gestiona más de 96.000 millones de euros en activos, cuenta con 170 profesionales especializados y mantiene una participación del 34% del estado noruego, lo que refuerza su estabilidad y confianza institucional. Abrió oficina en Madrid el pasaso 1 de enero, con González al frente.
LFDE y el potencial de la economía espacial
También una apuesta en renta variable temática activa fue la opción presentada por La Financière de l’Échiquier (LFDE), que se centró en capturar el potencial de la economía espacial con el fondo Echiquier Space. “Se trata de una temática estratégica, de crecimiento, que ofrece múltiples oportunidades y una forma de invertir en el futuro. No es ciencia ficción o un sueño, es una realidad y parece un sector aún joven pero es cada vez es más maduro”, comentaba Iván Díez, Country Head de Iberia y Latinoamérica de La Financière de l’Échiquier (LFDE).
Y es además, un ecosistema que no deja de crecer, con el desarrollo de nuevas tecnologías y lanzamientos al laza de cohetes y satélites. “El ecosistema sigue creciendo, es lo suficientemente grande y activo como para ir rotando y sacar beneficio con los movimientos”, aseguraba Alicia Daurignac, analista financiera en el equipo de Tecnología. La experta puso cifras a la oportunidad del infinito: crecimientos superiores al 9% al año, con un mercado previsto de 1,8 billones de euros en 2025, frente a los 630.000 millones actuales. Su fondo, concentrado en 25-35 valores, fue lanzado en 2021 como la gran oportunidad vislumbrada tras la inteligencia artificial. “Es un sector que tiene una gran influencia en nuestras vidas, aunque no nos demos cuenta; seguirá creciendo e impactando nuestra economía”, aseguró.
Daurignac contextualizó la era del espacio 2.0, alejada de los comienzos de la economía espacial -en el marco de la Guerra Fría y con la NASA y los gobiernos como principales jugadores-, con las empresas, los emprendedores, la inversión privada y los avances tecnológicos como protagonistas. Tras el lanzamiento en 1957 del primer satélite, Sputnik 1, la puesta en marcha por parte de SpaceX de los satélites Starlink en 2019 ha sido el evento más importante de los últimos tiempos, con costes decrecientes en los envíos al espacio –de satélites o personas- a continuación. Solo el año pasado se enviaron más de 2.800 satélites al espacio.
Una era con una trastienda que va más allá del turismo espacial o la idea de colonizar planetas, más cercana a la ciencia ficción: la mirada de LFDE se basa más bien en utilizar el espacio para mejorar la vida en la Tierra, centrándose en compañías que consiguen hacerlo, en sectores muy variados. De hecho, el ecosistema espacial incluye sectores como fabricación de satélites y cohetes, exploración y colonización del espacio, las telecomunicaciones vía satélite –con aplicaciones que facilitan la comunicación móvil por esta vía, lo que permite una mejor y mayor conectividad incluso en sitios remotos a internet de alta velocidad sin pasar por las redes telefónicas, un proyecto que están haciendo algunas firmas como Hispasat, o el uso de la tecnología satelital para los GPS de los relojes-, defensa y seguridad, observación de la Tierra –con compañías que toman imágenes en distintos momentos del tiempo, como PlanetLabs y que pueden monitorizar los cambios climáticos-, gestión de residuos orbitales, combustibles espaciales limpios, producción industrial y médica en microgravedad, optimización de rutas logísticas, investigación científica, internet en el espacio o vigilancia del clima.
En concreto, su clasificación temática propia divide todos estos sectores en cuatro bloques: desde el espacio (empresas con actividades desde el espacio, como observación de la Tierra o firmas que un día tendrán allí todas sus operaciones –exploración, explotación minera espacial, fabricación de órganos e investigación médica aprovechando la baja gravedad…-, que suponen un 9% de la cartera), desde la Tierra (firmas con actividad en la Tierra que se benefician del desarrollo espacial, y que suponen un 45%, como fabricantes de cohetes y satélites, con perfil más industrial), entre la Tierra y el espacio (firmas que hacen de puente, con un 25%, como satélites o comunicaciones) y tecnologías transversales (entidades que desarrollan la tecnología que permite esta revolución, como tecnológicas o firmas de semiconductores, con un 20%).
La experta habló de tres motores de crecimiento para el ecosistema espacial: el auge de las aplicaciones comerciales (ideas como geoposicionamiento, imágenes espaciales y telecomunicaciones por satélite), la defensa espacial –ante el crecimiento de los presupuestos gubernamentales e iniciativas como la construcción de la “cúpula de oro” para interceptar misiles que trata de replicar Trump en EE.UU. con el ejemplo de Israel y ante las capacidades de misiles balísticos desarrolladas por Rusia y China, que dará un fuerte impulso a las empresas de defensa estadounidenses- y la exploración espacial –con proyectos como la colonización de la Luna que pretende China, o la idea de Trump de llevar astronautas a Marte-.
Con estos mimbres sobre la mesa -teniendo en cuenta la pujanza de la temática a largo plazo, la recuperación del gasto en defensa y la conversión del espacio en campo de batalla geopolítica, los compromisos públicos para invertir y reorganizar el panorama espacial europeo y la llegada de nuevos jugadores-, la estrategia se posiciona de forma equilibrada en empresas ligadas directamente con la economía espacial (MDA Space, Sky Perfect…), ha reforzado su exposición a defensa (Kratos o Leidos), ha mantenido exposición a grupos de defensa europeos con líderes en el espacio (Thales, Airbus..) y apuesta por la llegada de nuevos jugadores como Avio o Rocket Labs, en un sector dominado por SpaceX. ”En diciembre introdujimos campeones como Thales, Airbus, Bae Systems, y ahora hemos rotado hacia EE.UU.”, explicaba la analista.
El proceso de inversión del fondo parte de un universo de unas 200 compañías con interesantes actividades en el espacio, para, aplicando un análisis cualitativo financiero, llegar a seleccionar unos 80 nombres de los que, tras aplicar filtros de valoración y construcción, se da forma a una cartera con entre 25 y 35 valores. “Cuando lanzamos el fondo en 2021 el universo era mucho más pequeño pero el ecosistema ha crecido, más firmas han desarrollado programas espaciales o han salido a bolsa, lo que es buen indicador también de la demanda. Porque las IPOs a veces fallan porque no hay interés inversor o solo por parte de los hedge funds pero ahora los inversores long only también muestran interés”, añadía la experta. Por geografías, la mayoría de las compañías están en EE.UU., la punta de lanza de la tecnología, pero también destacan mercados como Canadá o Japón –invertirá en infraestructura espacial-, y por sectores, despuntan el industrial, los servicios de comunicaciones, materiales, IT o salud.