En el actual entorno de mercado, desde MFS IM consideran que hay un ingrediente crucial, pero insuficientemente valorado, si se quiere alcanzar los objetivos a largo plazo de los inversores: la resiliencia en las carteras. Según su visión, se trata de un concepto que ayuda a gestionar el riesgo e impulsar las rentabilidades a lo largo del ciclo económico.
“Por lo general, la resiliencia se define como la capacidad de recuperarse con rapidez de periodos complicados, lesiones o adversidades. En el ámbito de la inversión, definimos la resiliencia en las carteras como la construcción deliberada de una cartera utilizando una combinación de técnicas que se traducen en unas sólidas características fundamentales. A nuestro parecer, este enfoque contribuirá a que la cartera sortee eventos de riesgo y coseche rentabilidades compuestas que concuerden con los objetivos a largo plazo de nuestros clientes”, explica Ross Cartwright, estratega jefe Grupo de estrategias e información de MFS IM.
En el entorno actual de mercado, el estratega considera que el énfasis en la resiliencia y una construcción paciente del patrimonio parece que ha quedado totalmente fuera de la agenda. “La resiliencia se torna crítica cuando los verdaderos riesgos acaban aflorando y se manifiestan los errores de asignación que habían quedado ocultos por unos prolongados auges en el mercado. Suele ocurrir que lo que destruye el capital no es una crisis, sino las malas inversiones que traen consigo esa crisis”, destaca.
En ese sentido, reconoce que habitualmente se cree que entender e integrar la resiliencia en las estrategias de inversión no solo resulta prudente, es de vital importancia a la hora de gestionar las complejidades del actual entorno de inversión.
Siete principios clave
Según su visión hay siete principios clave para la construcción de carteras resilientes:
- Ir más allá de los modelos financieros para saber lo que posee: Aunque los datos y los modelos financieros resultan herramientas útiles, según su visión deberían respaldar más que dictar las decisiones de inversión. “El desarrollo de carteras resilientes implica ir más allá de los datos y los modelos con el fin de entender la realidad económica de las empresas y aplicar racionalidad y la experiencia colectiva a la hora de adoptar decisiones de inversión”, argumenta.
- Comprender la resiliencia a través de la redundancia: Nassim Taleb, en su libro Antifragile, subraya que la resiliencia implica incorporar cierto nivel de redundancia, de forma muy parecida a los múltiples órganos del cuerpo humano que cumplen funciones similares. Este concepto de redundancia es vital para aquellas compañías que aspiran al éxito a largo plazo en lugar de a la optimización de sus parámetros de crecimiento a corto plazo. Según Cartwright, suele ocurrir que el momento en el que se pone a prueba de verdad dicha resiliencia no es en el contexto de una operativa normal, sino durante acontecimientos en los que lo que parecía redundante se vuelve esencial. “La pandemia de COVID-19 puso de manifiesto las vulnerabilidades de las cadenas de suministro del tipo ‘justo a tiempo’, optimizadas en exceso y dependientes de componentes o proveedores específicos”, pone como ejemplo.
- Apreciar el papel de la innovación: Para Cartwright, en ocasiones, la inversión en innovación y desarrollo (I+D) puede considerarse como algo no demasiado prioritario, en especial porque muchos proyectos podrían no dar resultados inmediatos, sobre todo en periodos económicos duros. Sin embargo, considera que en un mundo en el que surgen riesgos y oportunidades a un ritmo más acelerado, la falta de innovación puede amenazar la sostenibilidad de una empresa.
- Abrazar la orientación a largo plazo y una cultura proyectada al futuro: “En MFS® , nuestro proceso de inversión se fundamenta en una perspectiva a largo plazo. Ponemos el foco en empresas que exhiben unos sólidos fundamentales, lo que incluye unos saneados balances, modelos de negocio sostenibles, ventajas competitivas, equipos directivos de alta calidad y estructuras de gobierno robustas. Al invertir en dichas empresas, creemos que nuestras carteras se hallan en buena posición para lograr buenos resultados con el tiempo, incluso en periodos de tensión en los mercados”, añade. Según su experiencia, las empresas resilientes suelen distinguirse por utilizar los tiempos difíciles para realizar inversiones anticíclicas, aprovechando las condiciones de mercado, como la flaqueza de la competencia o la adquisición de recursos a precios favorables, con el fin de mejorar su posición a largo plazo. Este enfoque proactivo ayuda a mantener la continuidad, al tiempo que se saca partido de oportunidades que emergen en periodos de corrección. “Las empresas resilientes también demuestran una asignación prudente del capital y una diversificación entre productos y zonas geográficas”, matiza.
- Sacar partido de las rentabilidades compuestas: La inversión resiliente es un viaje, que se adapta a la evolución de los mercados. Suele necesitar que se mire más allá de los beneficios inmediatos, hacia el potencial de una empresa a lo largo de un ciclo de mercado completo. “Creemos que los beneficios impulsan las cotizaciones, y tratamos de reforzar la resiliencia mediante la inversión en empresas capaces de generar rentabilidades compuestas con el tiempo. Por lo tanto, no ponemos la mirada en las expectativas sobre los resultados trimestrales, sino en la cuestión fundamental de si una compañía prosperará en los próximos tres, cinco o diez años”, explica.
- Ver la valoración como una piedra angular de la resiliencia: El experto recuerda que cuanto mayor sea la valoración (el precio que un inversor paga hoy a cambio de los beneficios futuros), mayor es el riesgo, dado que, cuanto más paga un inversor por adelantado, más depende de los resultados futuros de la empresa para justificar ese coste. “Nuestro enfoque implica disciplina en materia de valoración y cautela a la hora de dimensionar las posiciones de la cartera para gestionar los riesgos de forma eficaz. Al conocer a fondo los flujos de caja de una empresa, su ritmo de crecimiento y los riesgos para ese crecimiento, tratamos de evitar activos sobrevalorados que podrían socavar la resiliencia de la cartera. Este enfoque disciplinado se centra en el valor y no en el precio, y garantiza que cada inversión se lleva a cabo con un claro entendimiento de su rentabilidad potencial en relación con su riesgo, lo cual se traduce en una cartera más resiliente”, argumenta.
- Objetivo de preservar y recuperar el capital: Por último, Cartwright una cartera resiliente también tiene por objetivo preservar el capital, algo de vital relevancia para mitigar las pérdidas y permitir una recuperación más rápida tras las crisis. “Nuestra filosofía de evitar la pérdida permanente de capital mitigando las depreciaciones resulta fundamental, ya que recuperarse de las pérdidas exige rentabilidades mucho más elevadas. La capacidad de gestionar el riesgo a la baja permite a las carteras resilientes mantener el ritmo a lo largo de los ciclos del mercado. Este sencillo ejemplo matemático permite explicar cómo una estrategia que pone el foco en la gestión del riesgo bajista puede mantener el ritmo a lo largo de un ciclo de mercado, aun cuando no capture toda la trayectoria alcista en periodos de fuertes repuntes en el mercado”, concluye.