Los tiempos van rápido y la industria financiera empieza a escuchar hablar del “dinero programable”, un nuevo animal dentro del sistema de pagos que tiene un uso mucho más claro y útil que el de sus hermanos digitales: las criptomonedas.
Definición de una innovación
¿Qué es el dinero programable?, Ronit Ghose, Head of Future of Finance del Citi Institute lo resume en un párrafo: “A diferencia del dinero tradicional o incluso de las primeras formas de dinero digital, el dinero programable incorpora lógica automática: cada unidad monetaria puede tener reglas preestablecidas que determinan cómo, cuándo y bajo qué condiciones se mueve o se utiliza”.
Esto no solo acelera las transacciones, sino que convierte cada pago en una operación inteligente: con liquidación en tiempo real, cumplimiento normativo integrado desde su origen y trazabilidad total.
Los smart contracts cambian la contabilidad tal y como la conocíamos
Según el experto, este enfoque cambia radicalmente la forma en que las empresas, y en particular los departamentos de tesorería corporativa, gestionan sus finanzas. En lugar de depender de reconciliaciones manuales, aprobaciones posteriores o sistemas fragmentados, las transferencias pueden automatizarse mediante “contratos inteligentes” (smart contracts) que ejecutan pagos cuando se cumplen ciertas condiciones — por ejemplo, cuando una mercancía ha pasado la aduana, cuando un hito de proyecto se completa, o cuando una factura es aceptada. Esto permite optimizar la liquidez en tiempo real, sincronizar pagos entre múltiples filiales y monedas, y reducir drásticamente los retrasos o errores humanos.
Para las instituciones financieras reguladas —bancos y grandes corporaciones— el atractivo fundamental del dinero programable radica en la posibilidad de integrar el cumplimiento normativo directamente en la capa transaccional.
“Las reglas regulatorias, los umbrales de riesgo, las validaciones de contraparte o de jurisdicción, pueden codificarse en el propio token monetario. En consecuencia, cada operación no solo se ejecuta automáticamente, sino que deja un rastro completo, auditable y verificable, con validaciones previas al pago. Esto transforma la función de cumplimiento de algo reactivo (revisar después del hecho) a algo proactivo, automático y permanente”, explica Ronit Ghose.
Los expertos de Citi estiman que este tipo de transacciones tokenizadas podrían crecer dramáticamente en los próximos años, llegando a volúmenes enormes, quizá superiores incluso a los del segmento de stablecoins hoy dominante.
Existen dificultades técnicas y operativas para que el “dinero programable” se convierta en una realidad como la necesaria interoperabilidad entre distintas cadenas o redes de pago, cuestiones de privacidad, tratamiento contable, normalización regulatoria y adaptación de sistemas heredados.
Pero el impulso es claro, asegura Ronit Ghose: “Muchas instituciones ya están pasando de pruebas piloto a implementaciones de escala empresarial, en colaboración con reguladores que preparan marcos normativos para activos digitales. Si este proceso continúa, la gestión financiera, la liquidez corporativa y el cumplimiento regulatorio podrían redefinirse profundamente”.



