El primer cuarto del siglo XXI ha tenido periodos de crecimiento financiero robusto, alternados por otros con profundas crisis financieras de diferente tipología y, en determinados casos, provocadas por eventos inesperados (cisnes negros).
Creand Wealth Management, entidad especializada en banca privada, aborda cuál ha sido el comportamiento de los mercados financieros tras esos periodos de crisis, con el objetivo de analizar cuánto tiempo tardaron en recuperarse y ver el impacto de esas crisis en el desarrollo de las bolsas en el medio y largo plazo.
La burbuja de las puntocom (1999-2000)
La crisis de la burbuja de las puntocom se refiere al periodo entre el final de siglo XX y el inicio del XXI, donde compañías cuyo negocio estaba basado en los avances tecnológicos experimentaron un crecimiento muy rápido, que provocó problemas derivados del desconocimiento sobre esos nuevos modelos de negocio y un cálculo erróneo sobre las expectativas de generación de beneficios.
Esta crisis dio lugar a la quiebra masiva de empresas tecnológicas y una reducción de empleos relacionados con el sector, con una caída de más del 82% en el Nasdaq-100, el índice bursátil de Estados Unidos que recoge a los 100 valores de las compañías tecnológicas más importantes, en el periodo transcurrido entre el 27 de marzo de 2000 y el 9 de octubre de 2002. El índice tardó en recuperarse 15 años, aunque el crecimiento experimentado a partir de 2015 le ha permitido incrementar un 405% su valor en bolsa en la última década.
La crisis financiera global (2007-2008)
Se trata de la crisis financiera más grave desde la Gran Depresión de 1929, provocada por una situación donde confluyeron el exceso de crédito y la laxitud para otorgar hipotecas a personas con bajo perfil crediticio (subprime). Se multiplicaron las deudas hipotecarias, provocando una avalancha de ejecuciones hipotecarias que terminó por empujar a la quiebra a entidades sistémicas, como el caso de Lehman Brothers en septiembre de 2008. Esta situación derivó en una crisis de confianza global y una paralización del crédito concedido, tanto a empresas como a particulares.
Esta crisis provocó una caída sostenida en los mercados financieros a nivel global, que se prolongó hasta el año 2010. Si tomamos como referencia el índice MSCI World, un amplio índice de renta variable global que representa el rendimiento de la renta variable de mediana y gran capitalización, los mercados tardaron en alcanzar los máximos previos a la crisis casi seis años (febrero de 2013).
La deuda soberana europea y la crisis del euro (2010-2012)
El aumento de los niveles de deuda pública y privada en todo el mundo, para estimular el crecimiento y rescatar entidades tras la gran crisis financiera, propició un caldo de cultivo que desembocó en una crisis de la deuda soberana, del sistema bancario y del sistema económico de la Unión Europea. Este escenario desencadenó una ola de caídas en la calificación crediticia de la deuda gubernamental de varios Estados europeos.
El impacto fue especialmente significativo en países como España, Italia, Portugal y Grecia, cuyos niveles crónicos de déficits se agravaron ante la falta de control. La pérdida de confianza en estos mercados provocó una venta de deuda de países con mayor exposición al riesgo y un incremento de la prima de riesgo que desembocó en una pérdida generalizada de confianza.
Si tomamos como referencia la evolución de los principales índices de España e Italia, las dos economías más importantes de la zona euro que sufrieron el impacto de la crisis de la deuda, observamos que, en España, el Ibex no ha vuelto a alcanzar niveles de 11.900 puntos hasta enero de 2025, pese a que ya venía de una racha bajista por la crisis de 2007, cuando había logrado alcanzar los máximos históricos, situándose en los 15.945 puntos en noviembre de 2007.
En el caso de Italia, su índice de referencia, el FTSE MIB, arrastró una caída del 72% desde el 18 de mayo de 2007 hasta el 9 de marzo de 2009. Tras una leve recuperación durante ese ejercicio, tardó en recuperar los niveles alcanzados en septiembre de 2009 (23.900) casi nueve años, en abril del 2018.
La caída de los mercados por la pandemia de COVID-19 (2020)
La pandemia mundial ocasionada por el COVID-19 es otro ejemplo de cisne negro para los mercados. Afectó de forma inesperada a todo el planeta a principios del año 2020, y provocó confinamientos y cierres nunca antes vistos a nivel mundial. Tomando como referencia el MSCI World, en solo dos meses, los mercados cayeron un 34%, de febrero a marzo del 2020, fruto del nerviosismo y la parálisis de la actividad económica. De hecho, dos de las cinco mayores caídas en bolsa de la historia se sufrieron casi consecutivamente durante los primeros días de la crisis sanitaria, el 12/03/20 (-9,9%) y el 16/03/20 (-9,9%).
Pese a esa caída cercana al 20%, entre enero y marzo de 2020, la recuperación también fue muy rápida. Los mercados ya habían recuperado los niveles prepandemia en el mes de diciembre de ese mismo año y, a partir de ese momento, las bolsas han experimentado un robusto crecimiento, empujadas por el impulso de las grandes empresas tecnológicas.
El impacto de la inflación global y las políticas monetarias restrictivas (2021-2025)
Tras la pandemia de COVID-19, la economía a nivel mundial se enfrentó a un escenario de incremento del precio de la energía, estímulos fiscales nunca antes vistos y una crisis en la cadena de suministros que provocó un aumento significativo de la inflación global. La subida de precios, junto a las políticas monetarias restrictivas por parte de los principales bancos centrales, plantearon algunos retos para la economía: minimizar el encarecimiento del crédito y la caída de inversiones y consumo, la volatilidad de los mercados y el riesgo de estancamiento de la economía.
No obstante, el impacto fue limitado en los mercados. Según el MSCI World, desde el máximo histórico alcanzado en diciembre de 2021 hasta ese momento, donde los mercados venían con una inercia alcista empujados por la recuperación progresiva de la normalidad post-COVID-19, las bolsas tardaron en recuperarse 26 meses (febrero 2024) y, a partir de ese momento, han experimentado un crecimiento sostenido.
La vuelta de Donald Trump a la presidencia de EE.UU. (2025)
El potencial de crecimiento de las bolsas en estos últimos años, principalmente al abrigo del impulso de las empresas tecnológicas, se ha visto paralizado tras la llegada de Donald Trump a la presidencia de EE.UU., en su segundo mandato. Su agresiva política arancelaria ha provocado caídas superiores al 10% en los mercados financieros a nivel global. El MSCI World cayó un 11,29% y recuperó niveles anteriores al anuncio (3.668 puntos) el 1 de mayo de 2025. En especial, los mercados sufrieron grandes caídas tras el denominado Día de la Liberación, el pasado 2 de abril, cuando Trump anunció su paquete arancelario masivo. No obstante, todavía es pronto para ver el impacto en el corto y medio plazo y cómo será la recuperación de las bolsas.
Paciencia, disciplina y diversificación
En un entorno financiero que está en constante cambio y evolución, los cisnes negros, esas sorpresas impredecibles que pueden alterar drásticamente los mercados, siempre estarán presentes. Desde crisis económicas hasta pandemias globales, los eventos que parecen lejanos e improbables pueden ocurrir en cualquier momento y afectar a la estabilidad de los activos y desafiar las estrategias tradicionales. Sin embargo, la historia enseña una lección fundamental: la paciencia y la disciplina, junto con una adecuada diversificación, son las claves para sobrevivir y prosperar en tiempos de incertidumbre.
Mantenerse invertido durante las caídas pronunciadas, lejos de ser una estrategia arriesgada, es en realidad una de las decisiones más prudentes que un inversor puede tomar. Juan Litrán, analista en Creand Family Office, explica que “las correcciones del mercado, por más dolorosas que puedan parecer en el corto plazo, han sido históricamente el caldo de cultivo para las oportunidades de largo plazo. Los cisnes negros, aunque desafiantes, también traen consigo una recalibración del mercado que, para aquellos que se mantienen fieles a sus estrategias de inversión diversificada, ofrece rentabilidades significativas cuando se supera la volatilidad”.
Por otro lado, la diversificación, lejos de ser solo una técnica para mitigar riesgos, se convierte en un salvavidas ante la incertidumbre global. Según Litrán, “al distribuir el riesgo a través de diferentes clases de activos, sectores y geografías, los inversores no solo protegen su cartera ante los imprevistos, sino que también se posicionan para captar el crecimiento cuando el mercado se recupera”.
Así, lo que hoy parece un cisne negro, con el paso del tiempo, puede percibirse como una oportunidad. “Por eso resulta fundamental que los inversores no se dejen llevar por las emociones o el pánico que los alejen de su objetivo a largo plazo. La inversión requiere de visión, disciplina y, sobre todo, de una estrategia bien diversificada que resista la prueba del tiempo, incluso en los momentos más turbulentos”, añade Litrán.