El primer semestre de 2025 ha sido, sin duda, ajetreado. Inmersos en un escenario de incertidumbre regulatoria y turbulencias geopolíticas, todas las clases de activos -y también de inversores- están poniendo a prueba su resiliencia, incluidos los bonos verdes, sociales y sostenibles. Según el informe el informe GSS Bonds Market Trends Report, elaborado por MainStreet Partners, la emisión total de este tipo de bonos desde 2012 ha superado ya los 5,5 billones de dólares y sus perspectivas para lo que queda de año son buenas, ya que se espera que su crecimiento vuelva a superar el billón de dólares.
Según la experiencia de Jaime Díaz-Río Varez, investigador asociado en Main Street Partners, los inversores tienen cada vez un mayor conocimiento sobre los bonos sostenibles y la diversidad de formatos que ofrecen, especialmente en lo que se refiere a bonos verdes, sociales y de sostenibilidad (GSS) y los sustainability-linked bonds (SLB).
Sin embargo, reconoce que aún persisten diferencias en la percepción de su calidad y utilidad en las carteras, particularmente debido a los desafíos que plantea la evaluación del impacto real de los proyectos financiados. “De ahí la creciente demanda de marcos regulatorios más exigentes en la Unión Europea, como el EU Green Bond Standard, y el interés por etiquetas como Greenfin, que proporcionan mayor claridad del uso de los fondos”, señala el experto.
En su opinión, el mercado de bonos GSS vive un momento clave, tras haberse observado una caída del 25% interanual en la emisión global de bonos GSS en 2025. Según su visión, esto indicaría una menor prioridad relativa en el contexto actual de incertidumbre macroeconómica y geopolítica. No obstante, se muestra optimista y matiza: “Más que una pérdida de atractivo estructural, podríamos estar ante un momento de madurez del mercado. La exigencia en términos de alineamiento, trazabilidad y transparencia ha aumentado. Si bien no siempre ofrecen primas de rentabilidad superiores, los bonos sostenibles sí permiten una mejor integración ESG y cumplimiento normativo, lo cual sigue siendo muy valorado por los inversores institucionales. En este sentido, marcos como el Greenfin o el EuGBS juegan un papel importante para reforzar la confianza en este tipo de instrumentos”.
Mercados en crecimiento
En este sentido, Díaz-Río señala que aunque Europa sigue liderando el mercado con más de 109.000 millones de dólares en emisiones solo en el primer trimestre de 2025, sí es cierto que ha habido una ligera caída respecto al mismo periodo de 2024. “El contexto geopolítico actual, unido al aumento del gasto en defensa, podría redirigir parte de los recursos públicos hacia sectores no considerados sostenibles. Pero no hay una evidencia clara, por ahora, de que los emisores del sector defensa están incrementando su presencia en el mercado GSS. De hecho, la normativa actual y los marcos de referencia como Greenfin o la Taxonomía de la Unión Europea establecen exclusiones específicas para actividades vinculadas con armas o combustibles fósiles”, apunta.
Para entender este mercado es importante comprender que el marco regulatorio ha jugado un papel importante como impulsor de los bonos GSS. Por eso es lógico plantearse el impacto que tendrá el proceso de simplificación normativa que está llevando a cabo la UE. En su opinión, la simplificación normativa en Europa puede tener un doble efecto. “Por un lado, si se traduce en una mayor claridad regulatoria, podría facilitar el acceso de nuevos emisores al mercado GSS, incrementando la oferta y permitiendo que más bonos cumplan con estándares como el EuGBS. Por otro lado, una relajación en los criterios podría generar desconfianza entre los inversores más exigentes, sobre todo si disminuye la exigencia de alineamiento con el Acuerdo de París o con criterios como los del Greenfin. La clave estará en encontrar un equilibrio entre simplificación y credibilidad”, explica Díaz-Río.
Para él, a la hora de hablar de crecimiento de este mercado es necesario poner el foco en Oriente Medio y Asia. “El crecimiento en Oriente Medio y Asia no parece ser un fenómeno puntual. En Oriente Medio, el volumen de emisiones GSS ha superado ya los 45.000 millones de dólares, impulsado especialmente por los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí, con la entrada en escena de emisores soberanos y el auge de bonos ligados a proyectos como energías renovables y vivienda asequible. En Asia, la emisión supera los 600.000 millones de dólares, liderada por China, Corea y Japón, lo que indica un mercado más consolidado. La transición energética, la diversificación económica y el creciente interés de actores financieros de la región están actuando como impulsores claros de esta evolución”, comenta.
EE.UU. se queda rezagada
En contraste, el mercado estadounidense ha experimentado una fuerte desaceleración. Según los datos que maneja, en el primer trimestre de 2025, las emisiones GSS en dólares por parte de emisores estadounidenses alcanzaron apenas los 350 millones, el nivel más bajo desde 2017.
“Este retroceso se vincula directamente a un cambio en las prioridades políticas tras las elecciones, donde el clima ha pasado a un segundo plano. Muchos emisores han puesto sus operaciones en pausa o directamente han salido del mercado. Este cambio, sumado a la incertidumbre política, sí parece estar afectando negativamente tanto al volumen de emisiones como a su atractivo para ciertos inversores”, explica.
Tal y como indica, un ejemplo de este cambio es que nos encontramos que aunque más del 90% de los bonos verdes emitidos en 2025 cumplen con el Acuerdo de París a nivel de uso de fondos, la desvinculación política de EE.UU. de este acuerdo sí genera una percepción de incoherencia, sobre todo si se considera que muchos emisores estadounidenses continúan operando fuera de marcos que garanticen alineamiento climático. “Esta desconexión puede restar credibilidad al mercado GSS si no se acompaña de métricas claras y comparables. Además, al haber menos emisores estadounidenses activos en el mercado, se reduce la diversidad geográfica y sectorial del universo invertible”, afirma.