No es una sacudida puntual ni una crisis más al uso. Es una reconfiguración profunda del tablero global, marcada por un dólar que pierde tracción, unos aranceles que redefinen bloques económicos y una renta fija que busca su lugar entre la fragmentación geopolítica y el desgaste de la narrativa del «excepcionalismo estadounidense». La desconfianza en los bonos del Tesoro (treasuries) crece, como también lo hace el valor en los mercados emergentes; el capital explora alternativas fuera del núcleo tradicional y el efectivo vuelve a estar en el centro de las carteras, con rendimientos que hace años serían impensables, mientras cada movimiento reciente de la Administración estadounidense parece no haber hecho sino acelerar esta transición.
¿Y ahora qué? ¿Podría ser el principio del fin del dominio financiero de EE.UU., o simplemente otra sacudida cíclica en un sistema que siempre acaba rebotando? Mike Riddell, gestor principal de Carteras para las Estrategias de Bonos Estratégicos; James Durance, cogestor de los fondos Fidelity European y Global High Yield, así como del fondo Fidelity Extra Income y Andrei Gorodilov y Talib Sheikh, gestores de Carteras de Fidelity International, dan sus puntos de vista y comparten sus decisiones de inversión en renta fija.
Cambio de rumbo en la renta fija: menor apetito por Europa y más interés en emergentes
Según Mike Riddell, la suavización del lenguaje sobre los aranceles por parte de los líderes estadounidenses en los últimos días ha hecho que se sientan «más cómodos con la deuda pública estadounidense», donde han aprovechado los mayores rendimientos ofrecidos para abandonar las posiciones alcistas en deuda pública que mantenían anteriormente en Europa. Así, el experto afirma que «los bonos europeos ya no tienen un precio tan atractivo».
Riddell explica cómo esto también les da una razón para «ser bajistas con respecto al dólar». Y añade que, en enero, el tipo de cambio efectivo real de la divisa estadounidense (es decir, el tipo de cambio ponderado por el comercio ajustado a la inflación) alcanzó su nivel más alto desde 1986, lo que prepara el terreno para un cambio de tendencia de varios años a medida que se desmantela la narrativa del «excepcionalismo estadounidense». «Parece que la política del gobierno estadounidense puede acabar acelerando este declive», agrega.
Además, aunque varias divisas del G-10 han repuntado con fuerza frente al dólar, cree que «el mayor valor está en los mercados emergentes, donde no sólo muchas divisas de los mercados emergentes están excepcionalmente baratas, sino que los rendimientos nominales y reales de los bonos locales de los mercados emergentes están en máximos históricos».
A largo plazo, Riddell considera que, si la política comercial de EE.UU. consigue reducir o incluso eliminar los déficits comerciales, «habrá menos financiación exterior para la emisión de deuda pública estadounidense». Esto significa que «EE.UU. tendrá grandes dificultades para mantener su política de crecimiento alimentado por el déficit, sin provocar continuas rupturas en el mercado del Tesoro estadounidense», explica.
Volatilidad, presión y oportunidades
James Durance y Andrei Gorodilov comentan cómo la Administración ha demostrado que tiene un «umbral de dolor», que se preocupa por lo que ocurre en los mercados financieros. Aunque esto pone fin a algunos de los pronósticos más descabellados sobre lo que podría ocurrir a continuación, «sigue habiendo riesgos sustanciales».
El principal de ellos, para los gestores, es «la rápida disminución de la confianza en el sistema financiero estadounidense». Ambos concuerdan en que el dominio de Estados Unidos en el mercado financiero mundial es «tan grande que resulta casi inconcebible que el resto del mundo se desvincule de los activos en dólares». Y sin embargo, «se han repatriado billones de dólares y el dólar se ha depreciado violentamente desde el Día de la Liberación», agregan.
Desde una perspectiva analítica, consideran que «este duro parón representa algo parecido al periodo Covid, cuando de la noche a la mañana gran parte de los trabajadores del mundo fueron enviados a casa y tuvimos que pensar cuánto durarían las empresas con ingresos cero». Aunque conceden que es «menos malo que la situación Covid», en el sentido de que no se trata de una parada dura global, sí creen que, por otro lado, «es peor, porque se trata de un choque de liderazgos, culturas y economías».
Y, sin embargo, una cosa que han aprendido repetidamente es que, a largo plazo, «nunca compensa ser demasiado bajista en un mercado bajista». «No sabemos dónde está el fondo, pero siempre lo hay, y el rebote es (normalmente) igual de fuerte», indican.
Respondiendo a la cuestión de qué significa todo esto para su clase de activos, en última instancia, significa que aunque esperan «más volatilidad y potencialmente más caídas a muy corto plazo», creen que «el final del juego es menos apocalíptico». Y concluyen que «desde la caída del Covid, el high yield europeo tardó 10 meses en recuperar terreno, mientras que la caída más severa de 2008 tardó 15 meses. Pero esta clase de activos siempre se ha recuperado de las crisis. Esperamos que esta vez ocurra lo mismo».
Reconfiguración geoeconómica y ajustes de cartera
Talib Sheikh comenta cómo, en muchos sentidos, «el mundo se está volviendo más regional», una tendencia que ya estaba en marcha antes de la implementación de los aranceles. Según él, conformado por Estados Unidos, que opera por su cuenta, un bloque paneuropeo y el surgimiento de un posible bloque panasiático. Para el gestor, la llegada de estos aranceles «ha acelerado esta tendencia».
El gestor explica que, inicialmente, se esperaba que gran parte del impacto de los aranceles se amortiguara con una subida del dólar, lo que repartiría el coste entre Estados Unidos y los países arancelados. Sin embargo, asegura que «ha ocurrido lo contrario», ya que el impacto en los precios se ha acelerado. Según él, esta situación afectará especialmente a los consumidores estadounidenses de gama baja, quienes han dependido durante años de productos importados baratos. Sheikh señala que esto probablemente llevará a una reducción en el consumo y, en última instancia, a un menor crecimiento.
Sheikh recuerda que, cuando comenzó su carrera, la renta variable estadounidense representaba alrededor del 37% de los índices de renta variable mundial. Sin embargo, al entrar en la crisis actual, esa cifra superaba el 74%. Según comenta, «es evidente que, en el margen, si algo de eso empieza a moverse en sentido contrario, el dólar se debilitará». A partir de esa observación, asegura que el euro tiene ahora «la oportunidad de ganar importancia y convertirse en un destino más relevante para el capital en este mundo reequilibrado».
El gestor se muestra optimista ante la bajada del precio del petróleo que «favorece la dinámica inflacionista». Además, menciona que los antiguos inversores estadounidenses empiezan a ver el excepcionalismo de EE. UU. con otros ojos, planteándose preguntas como: «¿Puedo fiarme del dólar? ¿Puedo fiarme de los bonos del Tesoro?». Y añade que, aunque «los cambios son marginales, las sumas son enormes». Este cambio, indica, está modificando las percepciones en torno al oro y otros activos seguros, con los que se muestra bastante optimista.
Por otra parte, Sheikh comenta que la devaluación de los activos de riesgo es evidente, pero aclara: «No diría que hay una compra masiva de valor aquí, ya que la incertidumbre sobre los beneficios es alta». Añade, además, que los cambios en sus posiciones han sido impulsados por factores técnicos, como tratar de identificar las cosas infravaloradas y encontrar lugares donde poner coberturas en la cartera. «Lo más importante es intentar proteger el capital de nuestros clientes», subraya. Además, afirma que, cuando salgan de esta situación, «habrá grandes oportunidades de inversión».
«Pero hay un viejo dicho que dice que hay que contratar un seguro antes de que se queme la casa y no después, y en esas estamos ahora. Pero, ¿la casa está medio quemada o totalmente quemada? En consecuencia, algunos de los refugios seguros son bastante caros ahora, por lo que no queremos pagar de más por la protección y perseguir la mudanza», explica.
Sheikh considera que «el yen y el franco suizo parecen interesantes», y añade que «el efectivo ahora es muy diferente al de la Gran Crisis Financiera». Explica que actualmente se puede obtener un 4,5% en efectivo y concluye que, por el momento, «acumular polvo seco tiene mucho sentido».