El universo ESG, es decir el número de empresas y Estados capaces de emitir bonos verdes o que han implementado políticas más favorables al ESG, ha crecido muy rápidamente en los últimos 10 años. Esta es la primera reflexión que lanza Bertrand Rocher es Co-Head of Fixed Income, Head of Credit Research y gestor de fondos de Mirova (afiliada a Natixis IM), a la hora de hablar sobre inversión sostenible en crédito.
En su opinión, este fuerte crecimiento deja con un abanico enorme de posibilidades. “Hoy en día es un universo muy profundo. Hace 12 años era mucho más difícil encontrar las inversiones adecuadas. Incluso cuando me uní a Mirova hace siete años, tuve entrevistas con algunos bancos españoles y franceses, y hablar con ellos de ESG era complicado, porque muchos de ellos no contaban aún con los sistemas informáticos o las bases de datos necesarias para identificar qué parte de sus activos eran verdes o no. Y finalmente, dos o tres años después, ya habían implementado los sistemas necesarios. Esto nos deja hoy con muchas oportunidades que no existían hace siete u ocho años”, insiste el gestor de Mirova.
Para Rocher, el mejor ejemplo de este desarrollo y madurez es el universo de bonos verdes, que alcanza los 5 billones de dólares. “Es casi cinco veces más que los niveles que veíamos hace seis o siete años. Sigue siendo un nicho dentro del gigantesco mercado de renta fija, por supuesto, pero está creciendo muy rápidamente, y eso ya es suficiente para que tengamos muchas oportunidades de inversión”, afirma.
Aparejado a este crecimiento, el gestor reconoce que también ha aumentado la preocupación de los inversores por el greenwashing. En este sentido afirma: “A todos mis clientes les importa, pero todos ellos se preocupan por ESG porque están con Mirova. Algunos están aquí solo por el rendimiento financiero, lo cual está bien. Pero incluso esos, que solo buscan rendimiento financiero, prefieren evitar el greenwashing. No quieren tener en sus carteras empresas que hayan mentido sobre sus objetivos o cosas por el estilo. Así que los inversores prefieren evitar este riesgo, pero, de nuevo, están más tranquilos que hace unos años porque saben que el riesgo de greenwashing ha disminuido mucho en los últimos cuatro años.
La propuesta de Mirova
En este contexto, el gestor explica que la forma en que la gestora se plantea la ESG en el universo del crédito pasa por tener un equipo de 22 analistas. “Por ejemplo, cada vez que se emite un bono verde en el mercado, el equipo lo analiza. El gestor de cartera no puede comprar un bono verde solo porque la empresa diga que es un bono verde, no puede. Compramos un bono verde únicamente si, según nuestro propio análisis y nuestros criterios, lo es de verdad”, afirma.
Según su experiencia, pasan mucho tiempo analizando bonos verdes. “A veces es fácil, si son lo suficientemente ambiciosos, si están bien estructurados y no contradicen otros objetivos del emisor. Luego, una vez al año, revisamos los informes de los emisores para asegurarnos de que el dinero recaudado mediante su bono verde no se esté utilizando para fines diferentes a los prometidos en la sección de ‘uso de fondos’ del prospecto. Esto proporciona mucha transparencia desde el momento de la emisión: sabes en qué van a gastar el dinero que les prestas, es decir, qué tipo de proyectos o activos financiarán con esos fondos. Y puedes hacer un seguimiento hasta el vencimiento del bono”, reconoce Rocher.
Por último destaca que en todos sus procesos, excepto en high yield, aplican el mismo enfoque: “Comenzamos, efectivamente, con el análisis ESG y, una vez que el equipo de analistas ESG determina que un bono verde es elegible, según nuestros propios criterios, evaluamos el nivel de riesgo que asumiremos al incluir ese activo en nuestras carteras. Y después verificamos que la rentabilidad del instrumento compensa el nivel de riesgo al que expone. Incluso el bono más ‘verde’ del planeta, si está demasiado caro según nuestros modelos, no lo compramos”.
Su principal conclusión es que no están aquí para darles buenas notas o puntuaciones a los emisores. “Estamos aquí para financiar sus operaciones si estamos convencidos de que están llevando a cabo una transición coherente hacia un entorno más ESG o hacia una economía baja en carbono”, concluye Rocher.