Una de las principales características de las criptomonedas es su volatilidad: su cotización puede caer más de un 50% en pocos días o, por el contrario, subir un 12.000% en solo unos meses. El equilibrio entre la oferta y la demanda, su utilidad, el sentimiento, las prácticas especulativas y las llamadas ‘ballenas’ son algunos de los factores que condicionan su fluctuación, según una guía publicada por BBVA.
Un factor determinante en la fluctuación del precio de las criptomonedas es su baja adopción, según afirma el documento. Una adopción masiva ayudaría a regular las cotizaciones, pero, por un lado, su equiparación a las monedas fiduciarias no es total, ya que aún no es fácil intercambiarlas por productos y servicios. Tampoco cuentan con capacidad para constituirse como una reserva de valor estable, es decir, no garantizan que puedan mantener su poder adquisitivo en el largo plazo.
Por otro lado, el aumento progresivo de la regulación, como por ejemplo MiCA en la Unión Europea, podría sentar las bases para una mayor adopción. Eso sí, el estudio matiza que si la regulación es demasiado estricta, «podría tener el efecto contrario» al deseado.
Confianza
Otro factor importante es la confianza. Las criptomonedas surgieron con el objetivo de descentralizar la gestión de los fondos de los particulares, por lo que caen fuera del control de las instituciones financieras. Esta independencia implica que su valor no está respaldado por los gobiernos. Por lo tanto, los mercados no confían tanto en las criptomonedas como en las monedas fiduciarias, cuya oferta e inflación están controladas por los bancos centrales.
Las ‘stablecoins’ quieren ganar parte de esta confianza controlando su fluctuación mediante algoritmos o bien vinculándola a la de una moneda fiduciaria, activos materiales (oro, inmuebles) u otra criptomoneda, lo cual las hace menos volátiles. Un ejemplo de ello es USD Coin, ligada al dólar estadounidense: está sujeta a auditorías y regulada por la Red de Control de Delitos Financieros del Gobierno de Estados Unidos.
La regulación tiene un importante papel para fomentar esta confianza, según asegura el estudio de BBVA. Según el informe Big Ideas 2025 de ARK Invest, en 2024 la volatilidad anual de bitcoin cayó por debajo del 50%, sus niveles históricos más bajos, un dato llamativo si se tiene en cuenta que alcanzó casi el 80% en 2022 y superó el 100% en 2018. Como señala el informe, esta estabilización coincide en el tiempo con el lanzamiento de varios ETFs de bitcoin en Estados Unidos y su creciente adopción por inversores institucionales.
Utilidad, sentimiento y especulación
Otro factor muy relevante que señala el estudio es el equilibrio entre oferta y demanda. Si la criptomoneda genera un gran volumen de unidades con poca demanda, su valor será bajo, y viceversa. Relacionada con este equilibrio está la escasez. Bitcoin, por ejemplo, ha establecido un límite de 21 millones de unidades, aunque se calcula que, entre fallos de ‘hardware’ y pérdidas de las claves privadas por parte de los usuarios, se han podido perder entre 3 y 4 millones de las ya minadas. Y la red Binance Smart Chain, red ‘blockchain’ de la criptomoneda binance, destruye sus ‘tokens’ regularmente para controlar su volumen y estabilizar su valor a lo largo del tiempo.
También hay que tener en cuenta la dificultad del proceso de minado: a mayor dificultad para generar las criptodivisas, menor oferta y, por lo tanto, mayores precios si la demanda es elevada. Estos factores condicionan la oferta disponible y evitan que los precios se desplomen.
Otra circunstancia que condiciona los precios es el nivel de utilidad, es decir, la capacidad de un ‘token’ o de su plataforma ‘blockchain’ para resolver un problema real. A más utilidades, más demanda tendrán y, por lo tanto, más aumentarán sus precios.
El documento no olvida que el sentimiento también importa: si las noticias en torno a una criptodivisa o su recepción por parte de los usuarios son positivas, la demanda y el precio aumentarán. Y viceversa. Incluso, en ocasiones, el sentimiento es lo único que se necesita para mover el precio. Es el caso de las llamadas ‘meme coins’, criptomonedas que se hacen muy populares en muy poco tiempo debido al respaldo entusiasta de ‘finfluencers’ y pequeños inversores.
El ejemplo más extremo de memecoin sería dogecoin, la pionera, que solo dos semanas después de su lanzamiento multiplicaba por 300 su valor. En 2021, se llegó a revalorizar un 12.000%, pasando de valer 250 millones de dólares a más de 63.000 en pocos meses. Su tendencia general alcista volvió a destacar en 2024, cuando se revalorizó un 320% y se convirtió en el séptimo criptoactivo de mayor valor.
Sucede también lo contrario: una mala reputación puede llevar a un desplome del precio en tiempo récord.
Asimismo, las prácticas especulativas juegan un papel muy importante en la volatilidad de los precios de las criptomonedas. Por ejemplo, el arbitraje, que consiste en comprarlas en una plataforma de intercambio (‘exchange’), y venderlas a un precio mayor en otra. Esto es posible debido a que los precios no están estandarizados entre ‘exchanges’, una oportunidad de la que se aprovechan los ‘traders’ para obtener beneficios y que puede fomentar el fraude.
El empuje de las «ballenas»
En el entorno bitcoin también encontramos la figura de las «ballenas»: billeteras que movilizan grandes cantidades de criptomonedas. Se suele dar este nombre a los usuarios con al menos 1.000 bitcoins. Las ballenas mueven el mercado en su propio beneficio, lo que hace aún más difícil que se pueda fijar un precio objetivo. Los movimientos de estas grandes billeteras son seguidos con atención por los analistas, que intentan hacer proyecciones a futuro y anticipar tendencias. Se estima que el mercado de las criptomonedas está dominado principalmente por diez ballenas.
Una de estas formas de manipulación es la técnica de ‘trading’ conocida con el nombre de ‘enjuague y repetición’. Mediante esta técnica, una ballena comienza a vender un gran volumen de criptomonedas a un precio por debajo del mercado, lo que dispara un momento de pánico y ventas por parte de usuarios minoristas. Una vez el precio toca fondo tras la desbandada, las ballenas aprovechan la circunstancia y vuelven a comprar más criptomonedas.
También hay ballenas maliciosas, organizaciones o ‘hackers’ que roban grandes volúmenes de bitcoins y los mueven a través de direcciones desconocidas, para luego blanquearlos en una ‘exchange’.
Enlazando este último factor con el primero, las ballenas tienen mucho poder desestabilizador porque las criptodivisas todavía no han alcanzado una adopción masiva. Una muestra más del alto grado de interrelación de los elementos que determinan el precio de las criptomonedas.