En la actualidad, los inversores en renta fija afrontan un entorno muy incierto caracterizado por dos narrativas de mercado opuestas. La primera dibuja un escenario de cautela y aversión al riesgo, resaltando unos altos niveles de endeudamiento en el ámbito corporativo, la dependencia del mercado del respaldo de los bancos centrales (y la fragilidad de mercado conexa), los elevados niveles de desempleo en muchas economías y las enormes brechas existentes entre el PIB potencial y real.
La narrativa contraria formula un escenario optimista propicio para la asunción de riesgos, haciendo hincapié en el gigantesco estímulo fiscal y monetario en respuesta a la pandemia, así como en la distribución en curso de la vacuna contra el COVID-19 y la previsión de reapertura de las economías. Este último escenario optimista es el que prevalece en el mercado en estos momentos.
Ahora bien, estas perspectivas optimistas vienen acompañadas de reflación y de inquietudes sobre la posibilidad de que se afiance el repunte en la inflación. Esta situación ha provocado que los inversores en renta fija eludan el riesgo de duración o de tipos en favor del crédito, y a recurrir a esta clase de activos en busca de rendimientos. Asimismo, tras esta rotación hacia el crédito nos encontramos con el escepticismo sobre si el aumento de la inflación podría no acabar de materializarse, lo que permitiría a la Reserva Federal de Estados Unidos aplazar la subida de los tipos hasta el plazo de 2023 que ha indicado. Los diferenciales cotizan ahora a niveles anteriores a la pandemia, lo que supone un pequeño colchón de diferencial en el caso de que se produzca una perturbación y seamos testigos de un escenario no tan alentador.
Repercusiones del entorno
Este entorno de reducidos rendimientos y diferenciales tiene importantes repercusiones para los inversores en renta fija. La primera radica en que, en la actualidad, resulta bastante complicado invertir a largo plazo por la masiva intervención de las autoridades monetarias. La política monetaria acomodaticia ha deprimido los tipos de interés, lo que conlleva que los inversores tengan que poner más el acento en la generación de alfa para satisfacer unas expectativas de rentabilidad total consonantes con el pasado.
Una segunda repercusión del entorno vigente es que un enfoque activo, flexible y a largo plazo dentro de un amplio universo mundial podría maximizar el abanico de oportunidades disponibles para los inversores, dado que permitiría accionar diversas palancas para conseguir objetivos de alfa y rentabilidad total. Una tercera repercusión es que los bancos centrales están incentivando a los inversores a asumir más riesgos para generar las mismas rentabilidades totales que antes. En nuestra opinión, contar con una sólida plataforma de análisis resulta esencial, no solo para generar las oportunidades de alfa que brinda la selección de valores, sino también para gestionar el riesgo de pérdida de capital. Muchos inversores se han entregado a un estado de complacencia acerca del riesgo de impago crediticio como consecuencia de la política monetaria acomodaticia en vigor.
Maneras de sumar rendimiento
Los inversores que amplíen su abanico de oportunidades y se decanten por un enfoque flexible global multiactivos pueden gozar de una mejor posición para generar el alfa que se precisa para respaldar los niveles requeridos de rentabilidades ajustadas al riesgo. Sin embargo, se enfrentan a un dilema. Si uno invierte demasiado en mercados emergentes y de alto rendimiento, acaba teniendo una alta correlación con la renta variable y el riesgo de caídas; pero si se invierte demasiado poco en crédito de mayor rendimiento, los objetivos de rentabilidad probablemente no se alcanzarán.
Dados los riesgos de una errónea asignación del capital que se observan hoy, reviste gran importancia ser capaces de accionar diversas palancas para generar oportunidades de alfa en una cartera, al tiempo que se mantienen las características defensivas de la renta fija. Aunque no existe una solución mágica respecto a la manera en que los gestores de carteras podrían sumar rendimientos en una cartera global multiactivos, aquí mostramos cuatro:
La duración no está muy en boga, como dijimos. Aun así, las anomalías en los mercados de tipos pueden brindar oportunidades de alfa. Será interesante observar cómo los diferentes mercados emergen de la pandemia. Por primera vez, tras años de fluctuaciones extremadamente sincronizadas en los tipos, se prevé que tanto la volatilidad como la dispersión en la beta ofrezcan oportunidades a los gestores activos.
Crédito: La inversión en crédito es una manera de captar rendimientos que lleva mucho tiempo utilizándose. Ahora bien, dados los estrechos diferenciales que exhiben muchos mercados, entre los que se incluyen los mercados globales de deuda con calificación investment grade, deuda de alto rendimiento, e incluso la deuda corporativa de mercados emergentes, se requiere prudencia en la selección de valores y diversificación. La correlación existente entre el crédito y la renta variable constituye una consideración adicional, y las correcciones en los peldaños más bajos de la escalera de calidad del crédito podrían ser de gran magnitud.
Liquidez: Algunos inversores piensan que no necesitan liquidez, hasta que la necesitan. La liquidez puede ser abundante, hasta que deja de serlo. Reviste relevancia entender de dónde puede extraerse la liquidez en una cartera, y más en una coyuntura de mercado volátil. Lo ideal estriba en ser el proveedor de liquidez cuando los mercados atraviesan dificultades y, en el caso de que se vayan a mantener activos ilíquidos, se debe obtener una compensación neta por el riesgo de liquidez que vaya más allá de la compensación derivada de los diferenciales. De no ser así, las carteras líquidas de renta fija podrían tornarse ilíquidas por el efecto de la iliquidez.
Apalancamiento: Al igual que ocurre con la duración, el apalancamiento no está bien visto, pero ha ido reapareciendo en las carteras como una fuente de rendimiento con un elevado riesgo. Como han puesto de manifiesto recientes debacles de hedge funds, el apalancamiento es tan falible hoy como lo ha sido siempre; exige una mano firme en el timón junto con una gestión superior del riesgo.
Nuestro enfoque de inversión en carteras globales multiactivos se basa en el empleo de estas palancas dentro de un marco de robusta gestión del riesgo con el propósito de ofrecer diversificación y un nivel constante de alfa y rentabilidades ajustadas al riesgo. Un enfoque activo y flexible a largo plazo dentro de un amplio universo global, combinado con un fuerte énfasis en la selección de valores, proporciona a los inversores la ventaja de un campo de juego más extenso para que puedan maximizar el abanico de oportunidades disponibles. Los actuales niveles de los rendimientos y los diferenciales, aunados a un elevado grado de incertidumbre en el mercado, hace que esto cobre ahora más pertinencia que nunca.
Tribuna de Pilar Gómez-Bravo, directora de renta fija Europa y gestora de carteras de renta fija en MFS Investment Management.
Definiciones:
El alpha es un indicador que mide la rentabilidad de la cartera ajustada al riesgo. Cuando se contrasta con la beta de la cartera, un alpha positivo indica que la rentabilidad de la cartera es mejor de lo esperado, mientras que un alpha negativo significa que esta rentabilidad resultó inferior a las expectativas.
La beta es un dato que mide la volatilidad de una cartera en relación con el mercado en general.
La volatilidad de la beta muestra la dispersión, o el grado de fluctuación, del promedio estadístico con respecto al promedio matemático histórico.
El apalancamiento hace referencia a la cantidad de deuda que una compañía utiliza para financiar sus activos o invertir en operaciones empresariales con el fin de aumentar el valor para los accionistas. El apalancamiento también supone recurrir al uso de instrumentos financieros, como futuros sobre bonos del Tesoro en las carteras de renta fija, para gestionar los riesgos y/o incrementar la rentabilidad potencial.
Información importante:
Los comentarios, las opiniones y los análisis de Pilar se ofrecen con fines meramente informativos y no deberán considerarse como asesoramiento de inversión ni como una recomendación para invertir en ningún valor o adoptar ninguna estrategia de inversión. Los comentarios, opiniones y análisis se emiten a la fecha que se indica y podrían sufrir cambios sin previo aviso debido a las condiciones de mercado y otros factores. Este documento no pretende representar un análisis exhaustivo de todos los hechos relevantes para un mercado, sector, inversión o estrategia cualquiera.
El camino a un mundo CEN (Cero Emisiones Netas) nos lleva a un escenario donde algunos sectores multiplicarán su actividad (MÚLTIPLOS), otros la reducirán sustancialmente (COCIENTES) y otrosdesaparecerán (CEROS).
En la Cumbre del Cambio Climático de París en diciembre de 2015 se llegó a un acuerdo internacional vinculante sobre el cambio climático, con el objeto de “limitar el calentamiento global claramente por debajo de los 2,0 grados centígrados, y preferentemente de los 1,5 grados centígrados, comparado con niveles pre-industriales”. El cumplimiento de este acuerdo, que entró en vigor en noviembre de 2016, se está desarrollando a través de planes estratégicos a largo plazo en los 189 países firmantes.
De este modo, la Unión Europea anunció su “Green Deal” en diciembre de 2019 y aprobó la Ley del Clima en junio de 2021. Esta ley recoge la filosofía de los Acuerdos de París y fija el objetivo no solo ambicioso sino vinculante de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en Europa en un 55% para 2030, desde niveles de 1990, y lograr cero emisiones netas para 2050. Y si bien Europa se ha colocado a la cabeza en el desarrollo legislativo de los objetivos de reducción de emisiones, pensamos que esta tendencia seguirá consolidándose a nivel global, como vemos con los objetivos ya anunciados por parte de EE.UU., Japón o China, entre los más relevantes.
Si analizamos las emisiones de gases de efecto invernadero en Europa, y cómo eliminarlas, al menos tres cuartas partes de la solución al problema están relacionadas con el sector energético en general y el eléctrico en particular. Esto se produce no sólo a través de la sustitución de la generación fósil por renovable, sino también con la electrificación de la movilidad (vehículo eléctrico, ferrocarril), de procesos industriales (acero, cemento, aluminio) y de los edificios (bombas de calor, cocinas eléctricas).
Para todo aquello que no se pueda electrificar directamente, la Unión Europea propone desarrollar otras tecnologías como el hidrógeno verde (por ejemplo, generado con energía renovable), el hidrógeno azul (generado con gas, pero capturando las emisiones de CO2 producidas) o biocombustibles. Todos estos nuevos usos de la electricidad redundarán en un cambio de las perspectivas del sector, potenciando la demanda eléctrica y las inversiones en redes eléctricas, que aumentarán tanto en tamaño como en complejidad y donde la digitalización cobrará un papel clave en la gestión del sistema.
Si hasta hace unos pocos años esperábamos que la demanda eléctrica languideciera (en un entorno en el que los incrementos de eficiencia eran mayores que los crecimientos esperados en demanda subyacente), este impulso de electrificación nos coloca en un entorno en el cual la demanda eléctrica durante los próximos 30 años puede tener un sólido crecimiento por encima del 3% anual (es decir, casi triplicar la demanda durante el periodo).
Estamos por tanto en la antesala de una transformación del entorno energético en general y del sector eléctrico en particular, en lo que venimos a llamar un escenario de MÚLTIPLOS, COCIENTES Y CEROS, con alguna interrogación por el camino.
CEROS, porque hay cosas que desaparecerán (como por ejemplo los vehículos con motor de explosión o el uso del carbón); COCIENTES, pues algunas materias primas podrían ver su demanda significativamente reducida (en particular petróleo y gas natural); y MÚLTIPLOS dado que determinadas actividades multiplicarán su volumen de actividad (generación eólica, generación fotovoltaica, vehículos eléctricos, almacenamiento en baterías, bombas de calor, redes eléctricas).
En este ambicioso, pero algo incierto camino, hay en nuestra opinión un primer tramo hasta 2030 que está más definido y vendrá en buena medida de la mano de tecnologías que a día de hoy ya son económicamente viables (solar fotovoltaica, eólica onshore y offshore). Sin embargo, a más largo plazo, del 2030 a 2050, se necesitará del desarrollo de tecnologías que en la actualidad son todavía incipientes y por tanto es más que probable que necesiten de apoyo político significativo para su desarrollo (hidrógeno verde y azul, captura de CO2, eólica offshore flotante). En este sentido, no es descartable que en los próximos 10 años se vislumbren otras posibles soluciones que hoy no están en la hoja de ruta preferida de la Unión Europea, como podrían ser microcentrales nucleares modulares.
Todo este contexto ofrece una oportunidad extraordinaria y muy duradera en el tiempo, con unas inversiones totales esperadas en torno a 1 billón de euros hasta 2050, según las estimaciones de Goldman Sachs.
En este entorno pensamos que será clave la capacidad, no solo de detectar en cada momento a ganadores y perdedores, sino de identificar aquellas compañías que podrían hacer de la necesidad virtud y resurgir de sus cenizas. Todo ello naturalmente poniéndolo en contexto con las valoraciones y las expectativas del mercado, y buscando la mejor manera de exponerse a las diferentes temáticas.
A modo de ejemplo, si pensamos que el negocio de renovables va a crecer extraordinariamente, debemos preguntamos si la mejor manera de exponerse a este negocio es a través de una compañía pura de renovables; o qué ocurrirá con los precios eléctricos cuando la generación renovable desplace por completo al gas; o cuál es el posicionamiento estratégico de una compañía que es pura generadora en comparación con una integrada. Del mismo modo, debemos preguntarnos qué podría pasar con la generación de caja de una compañía petrolera si dejara de invertir en el desarrollo de nuevos yacimientos, o si redirigiera sus amplios conocimientos en plataformas marinas, en refino o en ingeniería para el desarrollo de eólica offshore y/o flotante, biocombustibles, o captura de CO2.
Esto nos lleva a identificar las temáticas que en nuestra opinión más se pueden beneficiar de este entorno:
Descarbonización – energías renovables, captura de CO2, hidrógeno verde, biocombustibles;
Eficiencia energética – en particular la relacionada con la renovación, aislamiento, y calentamiento de edificios.
Economía circular – incluyendo tanto el reciclaje como el uso responsable de recursos naturales.
Desde un punto de vista geográfico Europa está claramente liderando este proceso, por lo que muchas de las tendencias que están ya pasando en Europa las veremos replicarse en EE.UU. (como sugiere el plan de infraestructuras por 1 billón de dólares para un periodo de 10 años de la administración Biden).
En resumen, estamos ante una revolución energética que, como decimos, ha arrancado con particular fuerza en Europa, y que se extenderá con total seguridad a nivel global, y con ello se nos presenta un gran abanico de oportunidades de inversión. Sin embargo, el hecho de englobar un amplio conjunto de sectores complejos y heterogéneos, requieren conocimiento, experiencia y fundamentalmente pericia para evitar uno de los mayores riesgos de este tipo de contextos, como son el sobrecalentamiento y burbujas de valores, como hemos podido comprobar en el pasado.
Tribuna de Juan Cruz Alonso, socio fundador y CIO de Cygnus Asset Management.
La industria es un sector del mercado que se está desarrollando a un ritmo cada vez mayor gracias a la inteligencia artificial (IA), la robótica avanzada y el Internet de las Cosas (IoT). Creemos desde hace tiempo que los efectos de esta evolución se manifestarán en muchos sectores que no están sometidos a los niveles de disrupción observados en ámbitos como el comercio minorista, la publicidad o el entretenimiento. Un estudio reciente de McKinsey estimó que el valor económico creado en el sector manufacturero podría oscilar entre 1,7 y 3,7 billones de dólares hasta el año 2025.
Accenture calcula que los beneficios son aún mayores y estima que la inversión en IoT industrial podría generar un valor de 15 billones de dólares en el PIB mundial hasta el año 2030. Se trata de una oportunidad considerable que amplía el alcance de la disrupción digital a otros sectores del mercado, como la industria, la sanidad y el transporte. Además, respalda nuestra afirmación de que la tecnología ha dejado de ser un sector vertical para convertirse en un sector económico horizontal, es decir, se trata de una necesidad absoluta. En nuestra opinión, abre también nuevas oportunidades de inversión, atractivas y diferenciadas, en estos sectores.
Creemos firmemente que la magnitud y el alcance de la oportunidad que se presenta son tales que en los próximos 10-15 años asistiremos a una inversión de la tendencia a la globalización de la fabricación. La tecnología puede proporcionar los componentes necesarios para alterar el orden tradicional de la ventaja competitiva. Los países en desarrollo que operan con mano de obra poco cualificada y producción de bajo coste laboral correrán un riesgo añadido con la automatización creciente de las tareas rutinarias que requieren poca cualificación. Las nuevas formas de fabricación estarán lideradas por la innovación, los nuevos ecosistemas, y requerirán fuertes aportaciones digitales. Los ecosistemas implicarán múltiples módulos en un proceso holístico ampliado y mejor gestionado.
La empresa Enlightened, con sede en Silicon Valley, calcula que los clientes podrían reducir sus facturas de iluminación en aproximadamente un 60-70% y las de aire acondicionado en un 20-30% utilizando sistemas basados en sensores de IoT. PTC, una empresa estadounidense de software y servicios informáticos, estima que los sistemas basados en la IA pueden ahorrar hasta un 50% de las pérdidas por costes de rechazos, una reducción del 12% de los costes operativos y un aumento del 60% de la productividad del operador.
Estas cifras son significativas teniendo en cuenta los parámetros tradicionales de la competencia. Sin embargo, un área del que esperamos un cambio es la intensidad de capital en la fabricación, con el desarrollo de microfábricas capaces de realizar tareas que hubieran requerido inversiones multimillonarias. Como ejemplo, los ejecutivos de E.go en Alemania, una empresa de vehículos eléctricos, se refieren al negocio de la empresa en primer lugar como el Internet de la fabricación, lo que promueve la ventaja competitiva de la empresa y le permite gestionar una fábrica de 30.000 unidades con una inversión de unos 100 millones de dólares. Se trata de algo realmente innovador con el potencial de revolucionar la fabricación tradicional.
Tribuna de Mark Hawtin, responsable de inversión y especialista en estrategias disruptivas en GAM Investments.
La información contenida en este documento se ofrece únicamente a título informativo y no constituye un asesoramiento en materia de inversión. Las opiniones y valoraciones contenidas en este documento pueden cambiar y reflejar el punto de vista de GAM en el entorno económico actual. No se acepta ninguna responsabilidad por la exactitud e integridad de la información. El rendimiento pasado no es un indicador de las tendencias actuales o futuras. Los instrumentos financieros mencionados se facilitan únicamente con fines ilustrativos y no deben considerarse como una oferta directa, una recomendación de inversión o un consejo de inversión. La referencia a un valor no es una recomendación de compra o venta de dicho valor. Los valores enumerados fueron seleccionados del universo de valores cubiertos por los gestores de la cartera para ayudar al lector a comprender mejor los temas presentados. Los valores incluidos no son necesariamente mantenidos por ninguna cartera ni representan ninguna recomendación de los gestores de carteras.
Seguramente no vuelva a haber en la historia del fútbol mundial una ventana de transferencias como la que acaba de cerrar en Europa el 31 de agosto de 2021.
Es que, además de los pases de Sergio Ramos, Memphis Depay, Eric García, Sergio Agüero, David Alaba y Gianluigi Donnarumma, este mercado de pases fue testigo del traspaso, con apenas unos pocos días de diferencia, de los dos mejores jugadores de la historia reciente. En el caso de Messi, por primera vez en su extensa y exitosa carrera.
Obviamente, y tal cual sucede con los millones de actos jurídicos que se dan a diario en el mundo, tanto la firma de un contrato como el cambio de residencia de una persona son actos que generan consecuencias económicas que, teniendo en cuenta los números que se manejaron en este caso, son más que relevantes.
En ese contexto, el objetivo de esta columna es repasar algunas de estas consecuencias para el caso de los pases de Messi y Ronaldo.
Con relación al jugador argentino, en primer lugar, y a modo de resumen, es importante señalar que -por las razones que veremos a continuación- Messi va a estar fiscalmente mejor en París que en Barcelona.
Ello es así por las siguientes razones:
Si bien las cargas sociales y en general los impuestos al trabajo son más elevados en Francia (donde superan el 50%) que en España (donde pueden llegar al 48%), este tipo de contratos se pactan “netos” de impuestos (básicamente porque los clubes suelen tener más opciones de planificación fiscal y porque los jugadores generalmente desconocen los regímenes tributarios de los países en los cuales juegan).
En materia de impuesto a las ganancias por ingresos “no laborales” (i.e. ingresos vinculados al uso de la marca personal, resultados de inversiones financieras, dividendos, etc.), nuevamente Francia es un poco más barato que España.
La gran diferencia, sin embargo, pasa por el impuesto al patrimonio. Mientras Francia lo eliminó en 2017, con el argumento de que el mismo había costado al país, en pérdida de inversiones, el doble de lo que habían logrado recaudar, la comunidad autónoma de Cataluña tiene uno de los más altos del mundo. En efecto, la cuota que los catalanes deben pagar anualmente por este gravamen se calcula aplicando a la base imponible una alícuota progresiva que empieza en 0,21% pero que termina en 2,75% para la porción del patrimonio que supere los 10,7 millones de euros. En el caso de Messi, estamos hablando de pagos anuales de alrededor de más de 10 millones de euros por año solo por este impuesto (a menos que tanto Forbes y Celebrity Net Worth estén equivocados y la fortuna de la Pulga no llegue a los 600 millones de dólares).
¿De qué debería entonces ocuparse Messi en materia de planificación patrimonial en este momento de su carrera (si es que no lo hizo ya)?
De lo siguiente:
En primer lugar, de dar la baja fiscal en España de manera correcta. No sea cosa que le pase lo de Shakira, quien para ella vive en Bahamas, pero para Hacienda, ¡lo hace también en España! Obviamente, el caso de Lionel es diferente ya que, en el caso de España y Francia, los impuestos se pueden compensar por ser ambos miembros de la comunidad europea, pero esta compensación no se da cuando en uno de los Estados existe un impuesto (i.e. impuesto al patrimonio) que, en el otro, no. Por lo demás, existiendo en España también un “exit tax”, que Messi debería abonar porque residió en dicho país durante al menos 10 de los últimos 15 ejercicios fiscales, la baja fiscal es un tema que hay que estudiar con detenimiento.
Si es que tiene preparados documentos legales para la administración y/o transmisión de su patrimonio en el caso de incapacidad o fallecimiento, adaptarlos, ya que este tipo de documentos se rigen en general por las leyes del último domicilio del causante, que en este momento sería Francia.
Vinculado con lo anterior, si no los tiene, prepararlos de manera urgente, ya que, luego de Japón (55%) y Corea del Sur (50%), Francia es el país con impuesto a la herencia más alto que existe (45%). A modo de ejemplo, este gravamen en Cataluña oscila entre el 7% y el 32%.
Finalmente, es sin duda momento de analizar la residencia fiscal a adoptar post-retiro.
Por otro lado, y para finalizar este análisis, nos preguntamos qué hubiera pasado si Lio, en lugar de fichar para el PSG francés, lo hacía para el Manchester City, el Inter de Milán o su amado Newell’s Old Boys.
A grandes rasgos este habría sido el resultado:
En el caso de haberse mudado a Italia o a Reino Unido, Messi habría estado mucho mejor que en Francia desde el punto de vista tributario; básicamente porque ambos países tienen sistemas tributarios muy ventajosos para nuevos residentes fiscales que incluyen el pago de una suma fija y muy baja por ganancias obtenidas fuera de su territorio.
De haber fichado para un club argentino, habría estado en el peor de los mundos. No solamente pagaría impuesto a las ganancias por renta mundial (es decir por las ganancias obtenidas en Argentina y en el exterior por cualquier causa), sino que estaría sujeto a uno de los impuestos al patrimonio más altos del mundo y eventualmente al Aporte Solidario (si es que se prorroga). En definitiva, de venir a jugar en Newell’s, teniendo en cuenta los salarios que se pagan y los impuestos vigentes, Messi estaría pagando para jugar.
En el caso de Ronaldo, lo primero que hay que destacar es que la estrella portuguesa vivió solo seis años en Inglaterra durante su primer paso por el Manchester United.
Entre otras cosas, esto implica que aún le quedan varios más para tributar como “non dom”. Brillante movida desde lo impositivo, la de CR7; muy similar a la que había hecho al mudarse de España a Italia…
¿Por que decimos esto?
Porque calificar fiscalmente como «no domiciliado” en el Reino Unido («Non-UK domiciled» o simplemente «Non-Dom«, como escribimos antes) le permitirá a Ronaldo beneficiarse del régimen fiscal conocido como “remittance basis«.
Bajo este régimen preferencial, existe un cargo impositivo anual único de £30,000 o £60,000 (dependiendo de los años de residencia en UK) por las ganancias obtenidas fuera del Reino Unido y no enviadas hacia allí o utilizadas desde allí durante un plazo máximo de 15 años.
Adicionalmente a esta gran ventaja tributaria en materia ingresos y ganancias generados fuera del Reino Unido y “no remitidos”, las personas que se acojan a este régimen especial no estarán sujetas al impuesto de sucesiones inglés sobre sus activos fuera del Reino Unido.
Una de las claves para que este sistema funcione bien es tener bien separado los activos que se generen en Inglaterra y los generados fuera del país, algo que seguramente los asesores legales y fiscales de Cristiano tengan súper claro. Al fin y al cabio, es claro que el portugués siempre dio a los aspectos tributarios de sus transferencias un rol relevante.
Martín Litwak es fundador y CEO de la firma @UntitledLegal, una boutique de servicios legales especializada en fondos de inversión, planificación patrimonial internacional y wealthtech y – a la vez – el primer “Legal Family Office” de las Américas. Por otro parte, Martín, además de haber escrito numerosas columnas y haber brindado conferencias sobre temas de su especialidad alrededor del mundo, es autor de los libros “Cómo protegen sus activos los más ricos (y por qué deberíamos imitarlos)” y “Paraísos fiscales e infiernos tributarios”
Para alcanzar el acuerdo de París, reducir de forma sustancial las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero y limitar el aumento global de la temperatura en este siglo a 2º C, se requieren algunos esfuerzos. Por ejemplo, además de las políticas y planes actuales, también serían necesarios 130.000 millones de dólares anuales de inversión adicional en tecnologías bajas en carbono hasta 2030, cantidad que podría duplicarse o incluso triplicarse si se quiere limitar el aumento a 1,5º C.
Todo ello requiere un cambio radical en la escala y la dirección de la inversión, especialmente en las economías en desarrollo, donde una financiación adecuada supone un gran desafío y donde muchos de los impactos del cambio climático se sentirán con más intensidad.
La financiación es vital para la transición hacia una economía verde, y el coste de esta financiación difiere sustancialmente entre las diferentes regiones. Un estudio realizado por investigadores de University College London analiza cómo el coste del capital para la financiación de proyectos de transición energética en países en vías de desarrollo es desproporcionalmente alto.
Las diferencias en las condiciones macroeconómicas, la confianza empresarial, la incertidumbre política y el marco regulatorio definen las condiciones de inversión. Los inversores aplican altas primas de riesgos en los proyectos de inversión relacionadas con la transición energética en países en desarrollo, lo que hace que se renuncie a muchas de estas inversiones.
Con ello se crea una trampa de inversión climática, similar a la trampa de la pobreza. La percepción de alto riesgo incrementa el coste de capital de las inversiones bajas en carbono, lo que hace que haya pocas inversiones en esta área, lo que a su vez provoca una baja reducción en las emisiones de CO2, lo que supone un mayor impacto climático, baja producción, incremento del desempleo.
A todo lo comentado hay que añadir que el uso de criterios ESG para filtrar inversiones bajas en carbono tiende a penalizar a los países caracterizados por una baja democracia, transparencia, derechos humanos y estándares éticos, donde tales criterios son difíciles de aplicar.
En la cumbre del clima de 2009 en Copenhague, 38 países desarrollados (entre ellos España) se comprometieron a que movilizarían anualmente 100.000 millones de dólares (unos 85.000 millones de euros) hasta 2020, con el objeto de que los países en vías de desarrollo pudieran afrontar las consecuencias del calentamiento global y reducir sus emisiones.
Todo apunta a que se llegará a las conversaciones sobre el clima que se celebrarán en Glasgow, Escocia, en noviembre de este año, sin que dichos países hayan todavía cumplido su compromiso. Según datos disponibles, hasta 2018 no se ha alcanzado la meta. Para conocer datos fiables de este 2020, el año en el que se debe llegar a los 100.000 millones, habrá que esperar hasta 2022, según apunta la OCDE.
Fuente OCDE
Los investigadores de Universty College London proponen que los marcos de financiación sostenible que se implantan en Europa, China y otros lugares deberían proporcionar algún incentivo para ecologizar las economías en desarrollo. Las instituciones financieras compradoras de bonos de mercados emergentes, más el FMI y el Banco Mundial, apoyan enérgicamente los objetivos del Acuerdo de París, al igual que gobiernos clave como Estados Unidos, Reino Unido y Alemania. Pero necesitan dirigir este entusiasmo a los lugares que más lo necesitan.
Tribuna de Rebeca Cordero, asesora en sostenibilidad de Portocolom AV
Pixabay CC0 Public DomainLa cuarta ley de la inversión. La cuarta ley de la inversión
Si tienes objetivos para el largo plazo, debes pensar a largo plazo.
“No se trata de cronometrar al mercado, es el tiempo pasado en los mercados lo que importa”- dicho de la industria de servicios financieros.
Tras años de educación, décadas de experiencia y toda una vida de insights y perspectivas, Jeremy Siegel, el Profesor de Finanzas de la cátedra Russell E. Palmer en la Wharton School de la Universidad de Pennsylvania, y autor del libro Stocks for the Long Run, publicado en 1994, necesitó tan solo cinco palabras para resumir, como indica la cita, lo que siempre han sabido los inversores sabios: la inversión es una proposición de largo plazo.
A diferencia de los bonos, que representan una deuda de la compañía emisora, las acciones representan un porcentaje sobre la propiedad de la compañía emisora. Cuando un inversor compra un bono, sabe que la compañía le compensará con el pago regular de intereses, en compensación por el uso de su dinero. Quienes invierten en acciones lo hacen con la esperanza de que, cuando la compañía tenga éxito, la valoración de las acciones se aprecie y los accionistas vean un incremento en el valor de sus inversiones.
Diversos estudios han demostrado que los individuos que consiguen los mejores retornos sobre sus inversiones – con independencia de los cambios económicos y de las fluctuaciones del mercado- son inversores que compran acciones y se mantienen invertidos en el largo plazo. Mientras que muchos inversores saben de manera intelectual que la inversión en acciones es una proposición de largo plazo, emocionalmente quieren una victoria instantánea. Y si no consiguen una, se moverán hacia la siguiente oportunidad. Es manera de pensar cortoplacista y atropellada afecta negativamente a los retornos de los inversores, y tenemos datos que lo demuestran.
Durante más de 25 años, la firma de market research de servicios financieros Dalbar ha estudiado el comportamiento de los inversores y su grado de éxito mediante la comparación de la performance de los inversores individuales con la performance del mercado. Los estudios de Dalbar han demostrado una y otra vez que los inversores individuales ganan menos que los índices.
Hay un estudio de Dalbar que medía un periodo de tiempo hasta 2013, comparando los retornos de inversores con los del S&P 500. Este estudio descubrió que entre 1983 y 2013 el S&P 500 generó un retorno medio del 11,1% al año mientras que, durante el mismo periodo, el inversor medio en fondos de renta variable ganó un 3,69% de media al año. De esta diferencia, Dalbar atribuyó un 1,4% las comisiones de los fondos y el resto al mal manejo de los tiempos en las decisiones de los inversores. Pero ¿cómo sabemos que el pensamiento cortoplacista afecta negativamente a los retornos de inversión?
Este gráfico del libro del Dr. Daniel Crosby The Laws of Wealth: Psychology and the Secrets to Success demuestra que, en conjunto, el periodo medio que se ha mantenido una inversión de renta variable en cartera ha ido descendiendo desde 1940. En concreto, compara el periodo de ocho años de media de los 60 con la década de 2010, cuando el periodo medio de inversión fue de tan solo cinco meses.
Tres maneras en las que los inversores pueden evitar caer en la mentalidad de inversor cortoplacista:
Trabaje con un asesor financiero que le comprenda y entienda sus objetivos vitales. El incremento de la Esperanza de vida requiere que los inversores tengan planes financieros y de inversión que asuman que vivirán hasta los 100 años, lo que significa que puede que algunos de nosotros podamos estar jubilados entre 30 y 40 años. Además de centrarse en sus objetivos, su asesor le recomendará estrategias de inversión y activos que encajen con sus necesidades.
Conviértase en estudiante de historia bursátil (simplemente un estudiante, no un profesor). Compare el comportamiento del mercado en el corto plazo (1 a 5 años) con el comportamiento en el largo plazo (más de cinco años). Se dará cuenta de que, aunque los mercados pueden fluctuar enormemente en periodos de uno o dos años, esas fluctuaciones se convierten en pequeños tropiezos dentro de largos periodos de tiempo.
Evite revisar sus cuentas de inversión todos los días, porque lo que vea en un día dado puede provocar que tome acciones innecesarias, como vender una acción. Greg Davies, el responsable de Behavioral Finance en la Universidad de Oxford, estudió los valores de cuentas de inversión y descubrió que, si un inversor consulta sus cotizaciones todos los días, verá que ha caído su valor el 41% del tiempo. El inversor que revisa sus cuentas cada cinco años verá que su cuenta tiene pérdidas el 12% del tiempo. Y el inversor que mira su cuenta cada 20 años nunca verá pérdidas de dinero.
Cuando Jeremy Siegel tituló su libro como Stocks for the Long Run, nos dio la respuesta al éxito inversor. Pero el título de su libro no explicaba el papel crítico que juegan los asesores financieros al asegurarse de que el hábito de la inversión en el largo plazo sea adoptado ampliamente entre los inversores.
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Thornburg Investment Management es una gestora independiente de inversión global fundada en 1982 que ofrece una gama de soluciones multiestratégicas para instituciones y asesores financieros de todo el mundo. Es una empresa reconocida como líder en inversion en renta fija, acciones y activos alternativos que supervisa 45 000 millones de dólares (43 500 millones de dólares en activos bajo gestión y otros 1800 millones en activos asesorados)a través de fondos de inversión, cuentas institucionales, cuentas separadas para inversores individuales de alto patrimonio y fondos UCITS para inversores no estadounidenses (datos a 31 de diciembre de 2020). Thornburg fue fundada en 1982 y su sede central se encuentra en Santa Fe, Nuevo México, EE. UU, con oficinas adicionales en Londres, Hong Kong, y Shanghái.
Escribimos anteriormente un artículo sobre el sector de los semiconductores y este tema sigue generando un intenso debate entre los analistas y los inversores. Por ello, es importante reiterar nuestro punto de vista. Un reciente informe de Capital International Group describió los semiconductores como el «nuevo petróleo» sin el cual los engranajes de la disrupción no pueden funcionar. Sin duda, se trata de una pieza fundamental del entramado, aunque a nuestro juicio, los datos son el nuevo combustible y los semiconductores el nuevo motor, seguramente sin el mismo atractivo, pero sí la fuerza motriz de la nueva economía.
Tal es el furor que despierta actualmente el sector, al punto que las valoraciones han alcanzado niveles extremos en comparación con los estándares históricos. Como muestra el Gráfico 1, durante los últimos 10 años los semiconductores se han encarecido de forma constante en función de la relación precio/ventas, que ha pasado de una ratio de menos de 2 veces en la crisis financiera mundial a más de 7 veces en la actualidad. Esto sucede en un momento en el que los márgenes brutos han aumentado, en algunos casos, un 20%. El resultado es una enorme expansión de la relación precio/beneficio que, con frecuencia, nos parece de difícil justificación.
Con una ratio de 7x, la relación precio/ventas se asemeja a la de las empresas de software más consolidadas. Nos parece una relación comparable debido a los perfiles de estabilidad y crecimiento de estas empresas, aunque en el sector del software los márgenes brutos son considerablemente más altos. Por lo tanto, aconsejamos cautela en un enfoque general del sector y señalamos que el mundo ha cambiado de tal manera que los semiconductores dejaron de ser un sector vertical homogéneo, para convertirse en un segmento horizontal del mercado en el que el uso vertical final tiene una mayor importancia en la selección de las empresas en cuestión. La decisión de inversión no debería basarse más en el sector, sino en la industria.
En la industria automovilística, por ejemplo, se observa un crecimiento secular evidente a medida que el volumen de dólares invertido en los vehículos aumenta con la disponibilidad de la conducción autónoma y semiautónoma. Una investigación reciente de Arete revela que el volumen por vehículo ligero ha aumentado de 310 dólares por coche en 2015 a 397 dólares por coche en 2019, una tasa de crecimiento anual compuesto (CAGR) del 6,4%. Se espera que esto se acelere en los próximos cinco años hasta los 630 USD por coche, una CAGR de casi el 10%.
Sin embargo, ni las tasas de crecimiento históricas ni las previstas coinciden con el ritmo de crecimiento del sector del software, donde una tasa del 10-15% se considera una tasa de crecimiento ordinaria en el mundo actual y que puede superar cómodamente el 30%. El problema de los semiconductores de automoción es más bien de escasez; la capacidad es insuficiente, sobre todo en lo que respecta a las fábricas de obleas de ocho pulgadas, lo que por su vez ha provocado un desequilibrio entre la oferta y la demanda con la consiguiente escasez de componentes y la convicción de que la situación en el sector sólo puede mejorar. La historia demuestra lo contrario, ya que cuando se resuelven los problemas de oferta y demanda, la situación vuelve a la normalidad. Por este motivo, nos parece difícil encontrar opciones de valor en el sector en general, teniendo en cuenta las valoraciones intrínsecas a largo plazo.
Sin embargo, las empresas de semiconductores tampoco pierden por completo importancia. De hecho, vemos oportunidades atractivas en las empresas expuestas al cuarto pilar digital: Digital 4.0. En particular, los títulos expuestos al 5G, al Internet de las cosas (IoT), a los datos y a la inteligencia artificial (IA) podrían ofrecer un potencial de inversión atractivo, aunque su selección dependerá claramente de su exposición temática, y no de su clasificación sectorial.
Tribuna de Mark Hawtin, responsable de inversión y especialista en estrategias disruptivas en GAM Investments.
La información contenida en este documento se ofrece únicamente a título informativo y no constituye un asesoramiento en materia de inversión. Las opiniones y valoraciones contenidas en este documento pueden cambiar y reflejar el punto de vista de GAM en el entorno económico actual. No se acepta ninguna responsabilidad por la exactitud e integridad de la información. Los resultados pasados no son un indicador fiable de los resultados futuros o de las tendencias actuales o futuras. Los instrumentos financieros mencionados se facilitan únicamente con fines ilustrativos y no deben considerarse como una oferta directa, una recomendación de inversión o un consejo de inversión. Los valores enumerados fueron seleccionados del universo de valores cubiertos por los gestores de cartera para ayudar al lector a comprender mejor los temas presentados y no son necesariamente mantenidos por ninguna cartera ni representan ninguna recomendación de los gestores de cartera. No se garantiza la realización de las previsiones.
Helen Anthony y Andrew Mulliner, los gestores de carteras en Janus Henderson Investors. Helen Anthony y Andrew Mulliner, los gestores de carteras en Janus Henderson Investors
Tras el desplome que vimos con el impacto de la pandemia el año pasado, es normal que la inflación esté repuntando en 2021. Los precios de las materias primas se han visto especialmente afectados, pues el repentino cierre de la economía global en 2020 provocó un gran exceso de oferta. A nivel interno en las economías, la distancia social produjo un cambio de la demanda, pues los consumidores adquirieron productos en lugar de servicios. La reciente reapertura de gran parte de la economía global ha provocado un enorme aumento de la demanda al que los mercados de materias primas les está costando responder. El alcance de los problemas es evidente, con un fuerte aumento de los precios de las materias primas y de los insumos en los últimos doce meses. La oferta inelástica de muchas materias primas no ha podido mantener el ritmo de crecimiento de la demanda; como el hecho, por ejemplo, que abrir y cerrar minas lleva tiempo.
Para agravar el impacto de los altos precios de las materias primas, la amplitud extrema de la actividad económica durante el año pasado ha afectado a las cadenas de suministro. Normalmente, la cadena de suministro global funciona con un delicado equilibrio, con unos meticulosos calendarios de transporte marítimo y de carga en contenedores en todo el mundo. El cambio la demanda de algunos productos durante la pandemia y las diferentes respuestas a esta en cada país ha roto el equilibrio del sistema, provocando problemas logísticos con los contenedores y los envíos a menudo ubicados en zonas incorrectas. Esto ha incrementado los costos de los envíos (gráfico 1) y ha alargado los plazos de entrega, lo que ha provocado tanto aumentos de costos a nivel de la cadena de suministro como límites de capacidad, lo que ha contribuido también al creciente costo de los productos disponibles.
A la larga, los mayores precios alientan la oferta y reducen la demanda. Esperamos que las presiones sobre la inflación disminuyan a medida que el mundo vuelve a un equilibrio económico más previsible y equitativo, pero llevará tiempo. Lo que ahora produce inflación debería suponer un freno para la inflación futura cuando el sistema se normalice en los próximos trimestres.
De viento de cola a viento en contra
Los movimientos de los precios de las materias primas pueden afectar a la inflación, pero, a no ser que los precios de las materias primas suban sin cesar con el tiempo, los estímulos inflacionarios de este año se convertirán en obstáculos el año que viene. Tomemos el petróleo como ejemplo, cuya variación interanual marcó máximo un año después de que su precio registrase su mínimo de unos 20 dólares en abril de 2020; este estímulo para la inflación se convertirá en un obstáculo en los próximos trimestres. Como vemos en el gráfico de abajo, la variación interanual de los precios del petróleo ofrece una buena lectura del rumbo de la inflación, pues el IPC interanual de EE. UU. sigue la variación en doce meses del precio del petróleo (línea negra). Los escenarios que podríamos contemplar a partir de ahora implicarían presiones bajistas sobre el IPC interanual de EE. UU. y, en el caso de que los precios del petróleo se mantuvieran estables, la inflación general volvería a estimarse a entorno al nivel del 2% en abril de 2022.
Nuestro escenario principal es que los precios del petróleo se mantendrán dentro de un rango en el próximo año. Es importante tener en cuenta que el acuerdo de la OPEP+ de los últimos años ha restringido la cantidad de petróleo que pueden extraer los países y, por tanto, la oferta siempre puede incrementarse. Esto, junto con el aumento de yacimientos de esquisto en EE. UU., está ayudando a aumentar la oferta, lo que creemos que probablemente reducirá las presiones sobre los precios en adelante.
Uno de los obstáculos para estas previsiones es que los precios de las materias primas podrían seguir subiendo en este momento del ciclo. Si pensamos en las condiciones para el despegue de la inflación, es muy probable que suceda cuando la economía está en auge. Cuesta imaginar que la inflación se acelere si el crecimiento se ralentiza. Si pensamos en cuáles son los factores clave del crecimiento global, lo primero que pensamos es en China. Curiosamente, vemos un endurecimiento de las condiciones en ese país (observado en la reducción del crecimiento del crédito representado por el impulso del crédito de China en el gráfico 3), algo que desde el punto de vista histórico indica que va a actuar como obstáculo contra los precios de las materias primas y posiblemente como freno fundamental a las presiones inflacionarias. Los anteriores episodios reflacionarios de 2012 y 2016 coincidieron con un fuerte crecimiento del crédito en China. Esto contrasta con el contexto actual, pues el impulso del crédito de China tocó techo a finales del año pasado. Recientemente hemos visto también que China ha impuesto límites máximos a los precios del carbón para reducir unos costos de la energía persistentemente altos.
¿Inflación persistente o pasajera?
Es importante mirar lo que subyace bajo las subidas de precios. Al fin y al cabo, la inflación es un aumento persistente del nivel general de los precios, no un impacto puntual. La composición actual de las subidas del índice de inflación ha estado dominada por importantes variaciones en las tarifas aéreas y los coches de segunda mano (en EE. UU.), lo que es síntoma de cambios de precios relativos (es decir, los problemas en la oferta de nuevos vehículos elevan los precios de los vehículos usados) y no de inflación. Una forma de verlo es teniendo en cuenta la amplitud de los precios que figura en el gráfico 4.
Eliminar los elementos volátiles puede ser útil si nos fijamos en la inflación subyacente (que excluye los costos de los alimentos y la energía), aunque la naturaleza de la pandemia ha hecho que incluso algunos precios que normalmente se considerarían más estables, como los de los coches de segunda mano y las tarifas aéreas, se hayan vuelto mucho más volátiles.
Si nos fijamos en los valores medianos o en la media truncada, el impacto de los grandes valores atípicos (tanto positivos como negativos) desaparecen, lo que supone un indicador que se ajusta más a la definición de aumento persistente de los precios generales. La media truncada es la media que excluye el 8% superior e inferior del desglose.
Si analizamos los precios desde esta perspectiva, están subiendo, pero siguen dentro del intervalo (1,5% a 3,0% interanual) que hemos visto en los últimos diez años.
Inflación salarial
La inflación de los precios puede volverse más persistente si las subidas de precios vienen acompañadas de subidas salariales; de lo contrario, la mayor inflación actúa como un impuesto al consumo. El gráfico 5 siguiente vemos que a las empresas les resulta cada vez más difícil encontrar la mano de obra que necesitan, una situación que puede requerir mayores salarios para atraer a los trabajadores adecuados.
Sin embargo, algunos indicadores de la inflación se han visto muy distorsionados por la pandemia, como el salario medio por hora, debido a los efectos de composición. Los indicadores que tienen en cuenta cómo la pérdida de empleos ha afectado a los salarios más bajos en mayor medida que a los más altos no muestran ningún indicio de dicho aumento (véase el gráfico 6). Al menos hasta la fecha, perece que el mercado laboral ha ganado mucho poder adquisitivo como resultado de la pandemia.
La sindicalización sigue siendo baja comparado con la década de 1970, cuando los salarios subían a la vez que los precios. Hay evidencias de que algunos grandes empleadores pagan más, especialmente en EE. UU. (p. ej., Walmart), pero no está claro que esto va a continuar y sigue afectando un conjunto relativamente pequeño de trabajadores. Además, algunos de los problemas a corto plazo del mercado laboral, como los ERTE en el Reino Unido las prestaciones de desempleo mejoradas de 300 dólares semanales en EE. UU. para los parados, llegan o llegarán a su fin y veremos cómo los participantes del mercado laboral vuelven a la población activa. A la larga, esperamos que esto limite la necesidad de las empresas de subir los salarios y, por tanto, reduzca las presiones salariales en los próximos trimestres.
Otro factor que hay que tener en cuenta es el exceso de ahorro acumulado durante la pandemia. En su inmensa mayoría, ha sido acumulado por las familias más pudientes y ha acabado en activos financieros como la bolsa o viviendas, en lugar de gastarse. Esto está generando precisamente una inflación de los precios de los activos, con un impacto mínimo en la inflación salarial. Algo en lo que coincide el análisis del Banco de Inglaterra que muestra que, en general, solo los hogares más pudientes han acumulado ahorro, mientras que los menos pudientes han tenido que recurrir a los suyos (1).
Oferta monetaria y estímulo fiscal: ¿esta vez es diferente?
Por primera vez desde la crisis financiera global, la política monetaria y la política fiscal son expansivas y funcionan de forma conjunta, lo que podría provocar presiones sobre los precios si la oferta no mantiene el ritmo. Dicho esto, debemos tener en cuenta que la deuda creada durante la pandemia se ha utilizado para sostener el consumo actual, lo que podría actuar como freno al futuro crecimiento. Además, los mercados responden al ritmo de los cambios; el impulso de la política fiscal probablemente se convertirá en un obstáculo fiscal, a no ser que los gobiernos sigan gastando más que el año anterior, lo que es poco probable que pase. El estímulo ha sido de una magnitud sin precedentes. Los erte y los cheques de ayuda han provocado un aumento de la renta disponible, lo que difiere de anteriores shocks económicos recesivos. Esto, junto con la cantidad récord de expansión cuantitativa de los bancos centrales, ha provocado intranquilidad en algunos acerca de las perspectivas de la inflación.
La máxima del economista Milton Friedman es que la inflación es siempre y en todas partes un fenómeno monetario ataca a los riesgos de devaluación de la divisa e hiperinflación. Pero es demasiado simplista. El aumento de la oferta monetaria se ha dirigido al sector público para financiar esos planes de emergencia, mientras que la demanda de crédito del sector privado se ha movido en la dirección contraria: la gente ha utilizado los pagos de las ayudas para reducir su deuda o su deseo de endeudarse (gráfico 7).
El crecimiento de la oferta monetaria amplia se está reduciendo considerablemente y los préstamos bancarios (la demanda de crédito) ha vuelto a caer a niveles que no se registraban desde 2011. Esto se ha visto corroborado por los recientes datos que indican que el exceso de liquidez de los bancos estadounidenses se está poniendo a trabajar en los mercados de valores y no se está prestando a la economía real. Por tanto, no sorprende que la velocidad de circulación del dinero M2 se desplomara en el primer trimestre de 2020 y no se haya recuperado en absoluto desde marzo de 2020, manteniéndose en niveles que no se registraban desde la década de 1940 (2).
Aunque seguimos siendo conscientes de los largos y variables desfases de la política monetaria que pueden hacer que las presiones inflacionarias se aplacen en lugar de desaparecer, esto todavía no se muestra en estos indicadores clave.
¿Ha provocado la pandemia un cambio de marco?
Riesgo: ¿Decidirán los políticos comprar el apoyo del electorado mediante gasto deficitario y podría la esperada expansión fiscal temporal volverse permanente?
Más allá de la dinámica a corto plazo, también debemos tener en cuenta si los factores globales que han ejercido presión a la baja sobre la inflación subyacente pueden haber cambiado. Muchos de ellos son factores a largo plazo y, por tanto, no se mueven con rapidez, pero en muchos sentidos estos factores deflacionarios a largo plazo se han visto amplificados por la pandemia en lugar de reducirse.
Carga de la deuda. Desde el inicio de la crisis de la COVID-19, la carga de la deuda ha aumentado considerablemente: la deuda pública superó el 105% del PIB global en 2020, subiendo desde el 88% en 2019 (3). Hasta la fecha, los grandes paquetes de estímulo han consistido principalmente en endeudamiento para apoyar el consumo, en lugar de gasto en inversiones productivas a largo plazo. En igualdad de condiciones, esto resulta en futuros pagos de capital e intereses que lastran el consumo futuro.
Globalización y tecnología. La adopción de la tecnología se ha visto impulsada por la pandemia, por ejemplo, el repunte de la penetración de las ventas minoristas en Internet. El creciente uso de la tecnología y la automatización reduce el poder de negociación de los trabajadores. La globalización es un proceso lento que puede llevar muchos años; la mayoría de las empresas no pueden relocalizar rápidamente una fábrica. Por eso mismo, los estrechos vínculos del transporte global implican que para los productores resulta relativamente fácil cambiar a productos/áreas de fabricación de menor coste. Los volúmenes de comercio registran ahora máximos históricos (4), por lo que cualquier cambio en nuestra perspectiva probablemente será gradual a nivel macro, a menos que haya un cambio en la voluntad política hacia un proteccionismo mucho mayor.
Demografía. En muchos países, las tasas de fertilidad marcaron nuevos mínimos en 2020. La demográfica desempeña un papel importante a largo plazo y, en nuestra opinión, la continua disminución de las tasas de natalidad provocará continuos efectos deflacionarios a lo largo del tiempo. Aunque a menudo se dice que la actual generación de jubilados provoca inflación porque consumo más de lo que produce, los mismos estudios muestran que los jóvenes son el grupo que mayor inflación genera (5). Un descenso de la tasa de natalidad supone menos jóvenes y una menor demanda de bienes y servicios en el futuro. Una sociedad que se prepara para los desafíos del envejecimiento implica una menor inversión a la larga (la dinámica opuesta a la que vimos en la década de 1970 con los baby boomers). También es destacable que la edad de jubilación aumenta cada vez más, pues los gobiernos reconocen que los pasivos de las pensiones no son asequibles tal y como están estructurados en la actualidad. De nuevo, esto apunta a un mayor ahorro y a una menor inversión a lo largo del tiempo.
¿Qué podría cambiar?
Resumiendo, la evidencia y los indicadores presentados parecen indicar que, aunque la subida de la inflación será importante, es de carácter cíclico y se espera que toque techo en los próximos trimestres. Sin embargo, hay riesgos importantes que deben tenerse en cuenta y que podrían provocar un cambio de marco.
Se espera que los problemas de las cadenas de suministro sean pasajeros, pero la experiencia de la pandemia podría provocar un cambio más significativo hacia relocalizaciones de las cadenas y el proteccionismo. Habrá que estar atentos a los salarios, pues muchas empresas señalan que les cuesta encontrar trabajadores. Existe el riesgo de que se hayan producido cambios permanentes en el mercado laboral que hayan reducido la mano de obra; esto podría dar lugar a una mayor presión salarial que eleve el precio de la mano de obra, sosteniendo a su vez unos precios más altos.
Los grandes programas fiscales y déficits podrían volverse permanentes (no temporales), si la voluntad política de monetizar la deuda y generar inflación concita el apoyo populista del electorado en el futuro.
Tribuna de Helen Anthony y Andrew Mulliner, gestores de carteras en Janus Henderson Investors.
Fuente:
(1) Banco de Inglaterra, «How has Covid affected household savings?», 25 de noviembre de 2020.
(2) FRED Consejo de la Reserva Federal de San Luis, Haver Analytics, 27 de mayo de 2021.
(3) Instituto de Finanzas Internacionales, 17 de febrero de 2021.
(4) UNCTAD, Global Trade Update, 19 de mayo de 2021.
(5) «Demographic structure and macroeconomic trends», Yunus Aksoy, Henrique S Basso, Tobias Grasl y Ron P Smith, enero de 2015.
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Los mercados se asustaron a mediados de mes cuando la incidencia de la variante delta del virus de la COVID-19 repuntó en numerosas partes del mundo. Esto hizo que el período fuera agitado, aunque los mercados recuperaron la compostura antes de final de mes. El índice S&P 500 aún logró alcanzar un máximo histórico en la segunda mitad, logrando un rendimiento del 2,4% (en dólares) (1). Estados Unidos superó en rendimiento a Europa; el EuroStoxx 50 rindió un 0,8% (en euros) (1).
A pesar de que Japón, el anfitrión olímpico, ha ocupado un puesto destacado en el medallero, no se puede decir lo mismo de su mercado: el índice Nikkei 225 cayó un 5,2% (en yenes) (1), y se mantiene casi sin cambios desde el inicio del año. Sin embargo, este mes, el país menos rentable entre los principales mercados fue China. Tras registrar un rendimiento relativo negativo a lo largo de 2021, la depresión del mercado durante el periodo hizo que el índice MSCI China (en dólares) bajara un 13,8% (1). Las relaciones entre Estados Unidos y China se deterioraron y China aprobó medidas regulatorias enérgicas, que incluyó al sector de tecnología del propio país, así como a empresas privadas de educación. El índice VIX permanece bajo en 18,22 y solo alcanzó el nivel de 22,22 durante la agitación del mediados acontecida a mitad de mes (2).
El camino futuro de los tipos de interés en Estados Unidos:
La rentabilidad del bono a 10 años del Tesoro estadounidense continuó bajando, desde un 1,5% aparentemente bajo (3) a finales de junio hasta el 1,2%1 a 31 de julio de 2021. Esto es contradictorio porque el diagrama de puntos de la Reserva Federal del mes pasado para 2023 ahora incluye dos aumentos de tipos. Además, en julio, el Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC) continuó sugiriendo que la Reserva Federal se está moviendo para anunciar planes de retirada de los estímulos para finales de 2021 (4).
Una explicación de la caída de las rentabilidades es el descenso estacional habitual de las emisiones de bonos del Tesoro estadounidense en julio/agosto. Además, este año, el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos se ha beneficiado de haber recaudado fondos sustanciales el año pasado, no todos los cuales se han gastado, lo que reduce aún más la emisión requerida ahora.
Al mantener las compras de bonos al mismo nivel mientras la emisión es baja, la Reserva Federal está flexibilizando temporalmente la política monetaria. Esto ejerce una presión a la baja significativa sobre las rentabilidades. Una vez que se normalice la emisión y, por lo tanto, la escasez de oferta, esperamos que los tipos reanuden su senda alcista.
Sin embargo, es importante destacar que la escasez de deuda estadounidense puede verse agravada a corto plazo por el techo de deuda que entró en vigor el 1 de agosto, que limita la emisión total de deuda estadounidense a su nivel agregado con fecha de 31 de julio de 2021. Es muy probable que se elevará el techo de la deuda. Hasta entonces, es probable que la emisión de deuda estadounidense sea moderada y que los tipos tengan dificultades para subir ante la continua compra de bonos por parte de la Reserva Federal.
¿El inicio de un nuevo ciclo de inversiones?:
Estamos asistiendo a un aumento de la inversión en inmovilizado que esperamos que continúe. Tanto la encuesta CEO Confidence Survey (5) en Estados Unidos (adelantado, cuarto trimestre) como el Índice de Clima de Negocio (BCI) de la zona euro (adelantado, primer trimestre) (6) han subido. Un vigoroso ciclo de inversiones en inmovilizado en este entorno de tipos de interés bajos podría tener un efecto multiplicador significativo, aumentando la productividad y el crecimiento económicos hasta ahora estancados.
Además, un aumento de las inversiones en inmovilizado normalmente ha provocado un repunte en la demanda de préstamos. Los bancos podrían decidir financiar estos préstamos aprovechando las reservas que actualmente se encuentran inactivas en las cuentas del banco central e inyectándolas en la economía real. Es probable que esto aumente la «velocidad del dinero» con una presión alcista simultánea tanto sobre la inflación como sobre los tipos de interés.
Repercusiones para la inversión:
Seguimos siendo optimistas en relación con el crecimiento global. Dado el reciente entorno de baja volatilidad, hemos ajustado nuestras carteras elevando ligeramente la ponderación de renta variable para asegurarnos de que nuestras carteras se mantengan en línea con sus respectivos objetivos de volatilidad.
Dicho esto, ante el optimismo del consenso, estamos considerando cuánto tiempo es probable que persista el entorno de baja volatilidad. Como se analizó en nuestra última perspectiva, estamos atentos a cualquier catalizador. Estos abarcan desde la inflación y la política antimonopolio hasta las tensiones entre Estados Unidos y China y las variantes del virus de la COVID-19, cualquiera de los cuales puede incidir sobre la baja volatilidad actual y desencadenar un repunte.
En julio, desde un punto de vista táctico, recortamos nuestra asignación a valores financieros; a continuación, detallamos la justificación de este cambio:
Valores financieros:
Seguimos sobreponderados en el sector financiero y lo hemos estado desde noviembre de 2020, de acuerdo con nuestro tema cíclico y nuestro sesgo al valor. Sin embargo, recortamos nuestra posición en julio para recoger beneficios. Implementamos la posición en noviembre pasado, anticipándonos a un retorno sincronizado del crecimiento global, al presentar el sector bancario una de las mayores beta de beneficios frente al crecimiento del PIB global. En ese momento, las valoraciones también estaban deprimidas en términos absolutos. No obstante, ahora el sector está en niveles ligeramente caros.
Posicionamiento táctico:
A continuación, proporcionamos nuestras opiniones tácticas más recientes:
Tribuna de Andrew Harmstone, gestor sénior en el equipo Global Multi-Asset y responsable de la estrategia Global Balanced Risk Control (GBaR), y Manfred Hui, codirector de cartera global y analista de investigación en el equipo Global Balanced Risk Control (GBaR) de Morgan Stanley Investment Management.
Anotaciones:
(1) Bloomberg, rentabilidad 1 mes, 31 de julio de 2021
(4) La Reserva Federal publica la declaración del FOMC. Nota de prensa. 28 de julio de 2021. www.federalreserve.gov/newsevents/pressreleases/monetary20210728a.htm
(5) Oficina de Análisis Económico (BEA) de Estados Unidos, Conference Board, datos a 9 de julio de 2021.
(6) Banco Central Europeo (BCE), Macrobond, datos a 9 de julio de 2021.
La rentabilidad de los índices se facilita con fines meramente ilustrativos y no pretende describir el rendimiento de una inversión concreta. Rentabilidades pasadas no son garantía de resultados futuros. Consulte el apartado Información importante para conocer las definiciones de los índices.
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Helen Anthony y Andrew Mulliner, los gestores de carteras en Janus Henderson Investors. Helen Anthony y Andrew Mulliner, los gestores de carteras en Janus Henderson Investors
Tras el desplome que vimos con el impacto de la pandemia el año pasado, es normal que la inflación esté repuntando en 2021. Los precios de las materias primas se han visto especialmente afectados, pues el repentino cierre de la economía global en 2020 provocó un gran exceso de oferta. A nivel interno en las economías, la distancia social produjo un cambio de la demanda, pues los consumidores adquirieron productos en lugar de servicios.
La reciente reapertura de gran parte de la economía global ha provocado un enorme aumento de la demanda que al que los mercados de materias primas les está costando responder. El alcance de los problemas es evidente, con un fuerte aumento de los precios de las materias primas y los insumos en los últimos doce meses. La oferta inelástica de muchas materias primas no ha podido mantener el ritmo de crecimiento de la demanda; por ejemplo, abrir y cerrar minas lleva tiempo.
Para agravar el impacto de los altos precios de las materias primas, la amplitud extrema de la actividad económica durante el año pasado ha afectado a las cadenas de suministro. Normalmente, la cadena de suministro global funciona con un delicado equilibrio, con unos calendarios meticulosos del transporte marítimo y la carga en contenedores en todo el mundo.
El cambio en la demanda de algunos productos durante la pandemia y las diferentes respuestas a la pandemia en cada país ha roto el equilibrio del sistema, provocando problemas logísticos con los contenedores y envíos a menudo ubicados en zonas incorrectas. Esto ha incrementado los costes de los envíos (gráfico 1) y ha alargado los plazos de entrega, lo que ha provocado tanto aumentos de costes a nivel de la cadena de suministro como límites de capacidad, lo que ha contribuido también al creciente coste de los productos disponibles.
A la larga, los mayores precios alientan la oferta y reducen la demanda. Esperamos que las presiones sobre la inflación remitan a medida que el mundo vuelva a un equilibrio económico más previsible y equitativo, pero llevará tiempo. Lo que ahora produce inflación debería suponer un freno para la futura inflación cuando el sistema se normalice en los próximos trimestres.
De estímulo a obstáculo
Los movimientos de los precios de las materias primas pueden afectar a la inflación, pero, a no ser que los precios de las materias primas suban sin cesar con el tiempo, los estímulos inflacionistas de este año se convertirán en obstáculos el año que viene. Tomemos el petróleo como ejemplo, cuya variación interanual marcó máximo un año después de que su precio registrase su mínimo de unos 20 dólares en abril de 2020; este estímulo para la inflación se convertirá en un obstáculo en los próximos trimestres. Como vemos en el gráfico de abajo, la variación interanual de los precios del petróleo ofrece una buena lectura del rumbo de la inflación, pues el IPC interanual de EE. UU. sigue la variación en doce meses del precio del petróleo (línea negra). Los escenarios que podríamos contemplar a partir de ahora implicarían presiones bajistas sobre el IPC interanual de EE. UU. y, en el caso de que los precios del petróleo se mantuvieran estables, la inflación general volvería a estimarse a entorno al nivel del 2% en abril de 2022.
Nuestro escenario principal es que los precios del petróleo se mantendrán dentro de un rango en el próximo año. Es importante tener en cuenta que el acuerdo de la OPEP+ de los últimos años ha restringido la cantidad de petróleo que pueden extraer los países y, por tanto, la oferta siempre puede incrementarse. Esto, junto con el aumento de yacimientos de esquisto en EE. UU., está ayudando a aumentar la oferta, lo que creemos que probablemente reducirá las presiones sobre los precios en adelante.
Uno de los obstáculos para estas previsiones es que los precios de las materias primas podrían seguir subiendo en este momento del ciclo. Si pensamos en las condiciones para el despegue de la inflación, muy probablemente sucede cuando la economía está en auge. Cuesta imaginar que la inflación se acelere si el crecimiento se ralentiza. Si pensamos en cuáles son los factores clave del crecimiento global, lo primero que pensamos es en China. Curiosamente, vemos un endurecimiento de las condiciones en ese país (observado en la reducción del crecimiento del crédito representado por el impulso del crédito de China en el gráfico 3), algo que desde el punto de vista histórico indica que va a actuar como obstáculo contra los precios de las materias primas y posiblemente como freno fundamental a las presiones inflacionistas.
Los anteriores episodios reflacionistas de 2012 y 2016 coincidieron con un fuerte crecimiento del crédito en China. Esto contrasta con el contexto actual, pues el impulso del crédito de China tocó techo a finales del año pasado. Recientemente hemos visto también que China ha impuesto límites máximos a los precios del carbón para reducir unos costes de la energía persistentemente altos.
¿Inflación persistente o pasajera?
Es importante mirar lo que subyace bajo las subidas de precios. Al fin y al cabo, la inflación es un aumento persistente del nivel general de los precios, no un impacto puntual. La composición actual de las subidas del índice de inflación ha estado dominada por importantes variaciones en las tarifas aéreas y los coches de segunda mano (en EE. UU.), lo que sintomático de cambios de precios relativos (es decir, los problemas en la oferta de nuevos vehículos elevan los precios de los vehículos usados) y no de inflación. Una forma de verlo es teniendo en cuenta la amplitud de los precios que figura en el gráfico 4.
Eliminar los elementos volátiles puede ser útil si nos fijamos en la inflación subyacente (que excluye los costes de los alimentos y la energía), aunque la naturaleza de la pandemia ha hecho que incluso algunos precios que normalmente se considerarían más estables, como los de los coches de segunda mano y las tarifas aéreas, se hayan vuelto mucho más volátiles.
Si nos fijamos en los valores medianos o en la media truncada, el impacto de los grandes valores atípicos (tanto positivos como negativos) desaparece, lo que supone un indicador que se ajusta más a la definición de aumento persistente de los precios generales. La media truncada es la media que excluye el 8% superior e inferior del desglose.
Si analizamos los precios desde esta perspectiva, están subiendo, pero siguen dentro del intervalo (1,5% a 3,0% interanual) que hemos visto en los últimos diez años.
Inflación salarial
La inflación de los precios puede volverse más persistente si las subidas de precios vienen acompañadas de subidas salariales; de lo contrario, la mayor inflación actúa como un impuesto al consumo. El gráfico 5 siguiente vemos que a las empresas les resulta cada vez más difícil encontrar la mano de obra que necesitan, una situación que puede requerir mayores salarios para atraer a los trabajadores adecuados.
Sin embargo, algunos indicadores de la inflación se han visto muy distorsionados por la pandemia, como el salario medio por hora, debido a los efectos de composición. Los indicadores que tienen en cuenta cómo la pérdida de empleos ha afectado a los salarios más bajos en mayor medida que a los más altos no muestran ningún indicio de dicho aumento (véase el gráfico 6). Al menos hasta la fecha, perece que el mercado laboral ha ganado mucho poder adquisitivo como resultado de la pandemia.
La sindicalización sigue siendo baja comparado con la década de 1970, cuando los salarios subían a la vez que los precios. Hay evidencias de que algunos grandes empleadores pagan más, especialmente en EE. UU. (p. ej., Walmart), pero no está claro que esto va a continuar y sigue afectando un conjunto relativamente pequeño de trabajadores. Además, algunos de los problemas a corto plazo del mercado laboral, como los ERTE en el Reino Unido las prestaciones de desempleo mejoradas de 300 dólares semanales en EE. UU. para los parados, llegan o llegarán a su fin y veremos cómo los participantes del mercado laboral vuelven a la población activa. A la larga, esperamos que esto limite la necesidad de las empresas de subir los salarios y, por tanto, reduzca las presiones salariales en los próximos trimestres.
Otro factor que hay que tener en cuenta es el exceso de ahorro acumulado durante la pandemia. En su inmensa mayoría, ha sido acumulado por las familias más pudientes y ha acabado en activos financieros como la bolsa o viviendas, en lugar de gastarse. Esto está generando precisamente una inflación de los precios de los activos, con un impacto mínimo en la inflación salarial. Algo en lo que coincide el análisis del Banco de Inglaterra que muestra que, en general, solo los hogares más pudientes han acumulado ahorro, mientras que los menos pudientes han tenido que recurrir a los suyos (1)
Oferta monetaria y estímulo fiscal: ¿esta vez es diferente?
Por primera vez desde la crisis financiera global, la política monetaria y la política fiscal son expansivas y funcionan de forma conjunta, lo que podría provocar presiones sobre los precios si la oferta no mantiene el ritmo. Dicho esto, debemos tener en cuenta que la deuda creada durante la pandemia se ha utilizado para sostener el consumo actual, lo que podría actuar como freno al futuro crecimiento. Además, los mercados responden al ritmo de los cambios; el impulso de la política fiscal probablemente se convertirá en un obstáculo fiscal, a no ser que los gobiernos sigan gastando más que el año anterior, lo que es poco probable que pase. El estímulo ha sido de una magnitud sin precedentes. Los ERTE y los cheques de ayuda han provocado un aumento de la renta disponible, lo que difiere de anteriores shocks económicos recesivos. Esto, junto con la cantidad récord de expansión cuantitativa de los bancos centrales, ha provocado intranquilidad en algunos acerca de las perspectivas de la inflación.
La máxima del economista Milton Friedman es que la inflación es siempre y en todas partes un fenómeno monetario ataca a los riesgos de devaluación de la divisa e hiperinflación. Pero es demasiado simplista. El aumento de la oferta monetaria se ha dirigido al sector público para financiar esos planes de emergencia, mientras que la demanda de crédito del sector privado se ha movido en la dirección contraria: la gente ha utilizado los pagos de las ayudas para reducir su deuda o su deseo de endeudarse (gráfico 7).
El crecimiento de la oferta monetaria amplia se está reduciendo considerablemente y los préstamos bancarios (la demanda de crédito) ha vuelto a caer a niveles que no se registraban desde 2011. Esto se ha visto corroborado por los recientes datos que indican que el exceso de liquidez de los bancos estadounidenses se está poniendo a trabajar en los mercados de valores y no se está prestando a la economía real. Por tanto, no sorprende que la velocidad de circulación del dinero M2 se desplomara en el primer trimestre de 2020 y no se haya recuperado en absoluto desde marzo de 2020, manteniéndose en niveles que no se registraban desde la década de 1940 (2).
Aunque seguimos siendo conscientes de los largos y variables desfases de la política monetaria que pueden hacer que las presiones inflacionistas se aplacen en lugar de desaparecer, esto todavía no se muestra en estos indicadores clave.
Ha provocado la pandemia un cambio de marco?
Más allá de la dinámica a corto plazo, también debemos tener en cuenta si los factores globales que han ejercido presión a la baja sobre la inflación subyacente pueden haber cambiado. Muchos de ellos son factores a largo plazo y, por tanto, no se mueven con rapidez, pero en muchos sentidos estos factores desinflacionistas a largo plazo se han visto amplificados por la pandemia en lugar de reducirse.
Carga de la deuda. Desde el inicio de la crisis del COVID-19, la carga de la deuda ha aumentado considerablemente: la deuda pública superó el 105% del PIB global en 2020, subiendo desde el 88% en 2019.3 Hasta la fecha, los grandes paquetes de estímulo han consistido principalmente en endeudamiento para apoyar el consumo, en lugar de gasto en inversiones productivas a largo plazo. En igualdad de condiciones, esto resulta en futuros pagos de capital e intereses que lastran el consumo futuro.
Globalización y tecnología. La adopción de la tecnología se ha visto impulsada por la pandemia, por ejemplo, el repunte de la penetración de las ventas minoristas en Internet. El creciente uso de la tecnología y la automatización reduce el poder de negociación de los trabajadores. La globalización es un proceso lento que puede llevar muchos años; la mayoría de las empresas no pueden relocalizar rápidamente una fábrica. Por eso mismo, los estrechos vínculos del transporte global implican que para los productores resulta relativamente fácil cambiar a productos/áreas de fabricación de menor coste. Los volúmenes de comercio registran ahora máximos históricos4, por lo que cualquier cambio en nuestra perspectiva probablemente será gradual a nivel macro, a menos que haya un cambio en la voluntad política hacia un proteccionismo mucho mayor.
Demografía. En muchos países, las tasas de fertilidad marcaron nuevos mínimos en 2020. La demográfica desempeña un papel importante a largo plazo y, en nuestra opinión, la continua disminución de las tasas de natalidad provocará continuos efectos desinflacionistas a lo largo del tiempo. Aunque a menudo se dice que la actual generación de jubilados provoca inflación porque consumo más de lo que produce, los mismos estudios muestran que los jóvenes son el grupo que mayor inflación genera.5 Un descenso de la tasa de natalidad supone menos jóvenes y una menor demanda de bienes y servicios en el futuro. Una sociedad que se prepara para los desafíos del envejecimiento implica una menor inversión a la larga (la dinámica opuesta a la que vimos en la década de 1970 con los baby boomers). También es destacable que la edad de jubilación aumenta cada vez más, pues los gobiernos reconocen que los pasivos de las pensiones no son asequibles tal y como están estructurados en la actualidad. De nuevo, esto apunta a un mayor ahorro y a una menor inversión a lo largo del tiempo.
¿Qué podría cambiar?
Resumiendo, la evidencia y los indicadores presentados parecen indicar que aunque la subida de la inflación será importante, es de carácter cíclico y se espera que toque techo en los próximos trimestres. Sin embargo, hay riesgos importantes que deben tenerse en cuenta y que podrían provocar un cambio de marco.
Se espera que los problemas de las cadenas de suministro sean pasajeros, pero la experiencia de la pandemia podría provocar un cambio más significativo hacia relocalizaciones de las cadenas y el proteccionismo. Habrá que estar atentos a los salarios, pues muchas empresas señalan que les cuesta encontrar trabajadores. Existe el riesgo de que se hayan producido cambios permanentes en el mercado laboral que hayan reducido la mano de obra; esto podría dar lugar a una mayor presión salarial que eleve el precio de la mano de obra, sosteniendo a su vez unos precios más altos.
Los grandes programas fiscales y déficits podrían volverse permanentes (no temporales), si la voluntad política de monetizar la deuda y generar inflación concita el apoyo populista del electorado en el futuro.
Tribuna de Helen Anthony y Andrew Mulliner, gestores de carteras en Janus Henderson Investors.
Anotaciones:
1 Fuente: Banco de Inglaterra, «How has Covid affected household savings?», 25 de noviembre de 2020.
2 Fuente: FRED Consejo de la Reserva Federal de San Luis, Haver Analytics, 27 de mayo de 2021.
3 Fuente: Instituto de Finanzas Internacionales, 17 de febrero de 2021.
4 Fuente: UNCTAD, Global Trade Update, 19 de mayo de 2021.
5 Fuente: «Demographic structure and macroeconomic trends», Yunus Aksoy, Henrique S Basso, Tobias Grasl y Ron P Smith, enero de 2015.
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