Apoyados en una sólida respuesta de política fiscal y monetaria acompañada de una actitud tolerante por parte de los supervisores, los bancos han vivido una buena situación durante la pandemia. Pero quedan por delante retos importantes.
La tan comentada crisis crediticia no se ha materializado hasta ahora. Gracias a las condiciones favorables ofrecidas por los programas de los bancos centrales, los bancos han seguido concediendo préstamos durante la crisis, y la tendencia a endurecer las normas de concesión que era evidente a principios de 2021 se ha relajado un poco, lo que sugiere un aumento de la confianza de los bancos en la recuperación económica.
Sin embargo, hay incertidumbres y retos latentes que todavía pueden agitar los mercados y las perspectivas del sector bancario. El mayor de ellos es el rumbo que se ha fijado para la vuelta a la normalidad. La principal preocupación en este sentido es cuándo, cómo y durante qué periodo se producirá el tapering fiscal y monetario y cuáles serán los desencadenantes. Otra incertidumbre es el alcance de la morosidad a medida que las moratorias bancarias y los planes de apoyo público avanzan más allá de sus fechas de finalización, aunque los datos conocidos hasta la fecha sugieren que esto puede ser menos grave que las estimaciones del peor escenario.
La preocupación por un aumento de los impagos de las empresas ha disminuido un poco y se espera que las dificultades de las compañías sean más puntuales y centradas en el sector a medida que se consolida la recuperación en forma de K. Pero el bajo número de insolvencias empresariales esconde un panorama más preocupante. Las pequeñas empresas que vieron desplomarse sus ingresos y beneficios aumentaron irremediablemente su endeudamiento. Las ayudas públicas y la disposición de los bancos a refinanciar a tipos de interés asequibles les han permitido eludir la morosidad. Por ahora.
Desde el punto de vista de la rentabilidad, el entorno de tipos bajos/curva de rendimiento plana seguirá lastrando a los bancos, por lo que el imperativo de recortar costes sigue siendo primordial para proteger la rentabilidad antes de provisiones y financiar los crecientes presupuestos de IT y digitalización. La solidez de los ingresos de la banca de inversión ha dado un impulso a los bancos y ha contribuido a mantener la rentabilidad antes de provisiones, pero sigue siendo dudosa la sostenibilidad de esta línea de ingresos a lo largo del tiempo con los actuales niveles de actividad.
A nivel sectorial, los bancos han sido capaces de cubrir el coste crediticio adicional de la recesión sin recurrir a sus colchones de capital, que se mantienen por encima de los requisitos del SREP, aunque la reanudación del pago de dividendos y las recompras de acciones mermarán estas reservas en el caso de los bancos que superen el escrutinio regulatorio.
Seguimos señalando el riesgo de reputación relacionado con los grandes pagos de dividendos o los anuncios de recompra en un momento en el que los resultados de los bancos se han beneficiado de un importante apoyo público a sus clientes. Aunque vemos que este riesgo se aleja a medida que el foco de la opinión pública y los medios de comunicación se desplaza de las medidas de emergencia a la normalización. El retorno del capital a los inversores por estas vías supone un importante apoyo para las valoraciones de las acciones, especialmente con la rentabilidad permanentemente deprimida por los bajos tipos de interés y la falta de oportunidades de crecimiento rentable.
Tribuna de Dierk Brandenburg, codirector del equipo de instituciones financieras de Scope Ratings.
La transición ecológica se ha vuelto imperativa debido a la urgencia climática y a la trascendencia cada vez mayor de las cuestiones ESG. Por lo tanto, las compañías deben acelerar su transformación y ser más transparentes. Si bien este acelerón hacia la sostenibilidad se ve todavía a menudo como una limitación, sobre todo para las compañías más pequeñas cuyos recursos en estos ámbitos son más limitados, es ahí donde la gestión activa puede marcar la diferencia facilitando esta evolución en una lógica asociativa: la clave de nuestro enfoque en Amiral Gestion.
La ola de armonización que se establece progresivamente gracias a la reciente normativa europea que impulsa nuevos indicadores ESG clave a las compañías, permitirá a los inversores comparar objetivamente a las empresas entre sí sobre su rentabilidad real. Pero podríamos llegar más lejos y más rápido; más allá de la exclusión, sensibilizar e influir mediante el compromiso y el diálogo.
El sesgo de Amiral Gestion
Además de las exclusiones que permiten limitar los riesgos en cartera, invertir en un enfoque de diálogo proactivo y colaborativo nos proporciona un enfoque de generación de contribuciones positivas y de creación de valor a largo plazo.
El compromiso de fomentar una mayor transparencia es fundamental para salir de los análisis ESG basados en datos incompletos o estimados proporcionados por las agencias y, de este modo, apoyar nuestros análisis con datos tangibles y fiables. Desde enero de 2021, hemos iniciado y financiado la investigación ESG independiente de la agencia Ethifinance sobre 55 empresas, que representan el 22% de los valores integrados en nuestras carteras.
Integrar este nuevo acuerdo de ESG preservando al mismo tiempo buenos resultados requiere, por otra parte, un análisis cada vez más ajustado de los desafíos sectoriales y del compromiso accionarial en los temas de sostenibilidad, especialmente en relación con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. En esta lógica, nuestra proximidad histórica con los directivos de las compañías es una baza esencial para estar conectados a su progresión, encauzar sus ambiciones, sus objetivos y la integridad de sus compromisos, seguir sus progresos reales y así inscribirnos en un compromiso de influencia.
Por ello, varios canales nos permiten actuar de manera positiva a través de un diálogo constructivo: Antes de las Asambleas Generales para compartir nuestros puntos de vista sobre temas clave (respeto del derecho de las minorías, igualdad salarial, etc.), en caso de identificar controversias significativas o incluso cuando detectamos ejes de progreso o también desafíos de transformación en favor de la transición ecológica.
El ejemplo de Mersen es especialmente elocuente. Tras iniciar una acción de compromiso a partir de 2019 para promover una reducción de su huella de carbono, la empresa definió y publicó en marzo de 2021 un plan de reducción de su emisión de carbono del 20% para 2025, comprometiéndose, en particular, a reducir su consumo de energía y a aumentar la proporción de energías renovables.
Nuestra labor es más que nunca el seguimiento de esta dinámica, sin dogmatismo, pero con la medición de resultados objetivos, progresivos y verificables. Restablecer el largo plazo es una necesidad frente a desafíos que se convierten en urgencias, pero cuyas soluciones y sus efectos tardarán en materializarse.
Demostrar el impacto a través del progreso es hoy un resultado que se mide y que debemos seguir a lo largo del tiempo para asegurarnos de invertir en compañías resilientes y competitivas que han sabido adaptarse a los profundos cambios que se están produciendo. Analizar bien estas tendencias sobre la evolución del mundo del mañana y calibrar bien nuestras expectativas en materia de compromiso accionarial contribuye a alcanzar el rendimiento global buscado para nuestras inversiones y para el interés colectivo.
Tribuna de Véronique Le Heup, directora de inversión responsable y responsabilidad social corporativa de Amiral Gestion.
Evaluar el impacto de la COVID-19 en la economía es una tarea compleja. Son muchas las fuerzas que actúan y repercuten en las economías de todo el mundo: cierres, reaperturas, cambios en los patrones de demanda, interrupciones de la oferta, estímulos fiscales y monetarios, etc. La magnitud de algunos de estos fenómenos es significativamente mayor que en décadas anteriores a la pandemia.
En consecuencia, es poco probable que la economía, como sistema dinámico, se comporte según los patrones conocidos. Los modelos económicos no están calibrados para el entorno actual ni para los efectos de segundo orden que, de otro modo, podrían ignorarse pero que podrían dar lugar a resultados inesperados. Vemos cambios en la oferta de trabajo que son difíciles de explicar, la inflación está influida por fuerzas adicionales que la hacen más resistente por el momento, entre otros. Esto hace que la previsión de las variables económicas sea muy difícil, lo que lleva a mayores desviaciones en las estimaciones y, por tanto, a mayores sorpresas (al alza y a la baja) y más volatilidad.
En los mercados desarrollados, por ejemplo, este fenómeno ha sido visible desde octubre, cuando el Banco de Inglaterra y el Banco de la Reserva de Australia sorprendieron al mercado con la guardia baja y aumentaron considerablemente la volatilidad. Lo mismo ocurrió más recientemente cuando el presidente de la Fed, Powell, dejó de considerar «temporal» a la inflación. Los bancos centrales y la comunidad de inversores están analizando datos similares y es probable que estén igualmente perdidos.
Nuestro mensaje clave aquí es que es difícil hacer previsiones a corto plazo. En su lugar, debemos centrarnos en la dirección general que parecen tomar las distintas fuerzas que impulsan los mercados de tipos:
La dinámica de la inflación a largo plazo no ha cambiado en lo fundamental. La mayoría de los factores de inflación a largo plazo permanecen invariables (incluso el estímulo fiscal adicional debería normalizarse a largo plazo). Por lo tanto, esperamos que la inflación se normalice y, de hecho, en algún momento, los efectos de base comenzarán a actuar a medida que algunos precios se normalicen, dando lugar a contribuciones negativas de estos componentes de la cesta de precios.
Del mismo modo, es poco probable que el crecimiento potencial sea fundamentalmente diferente de lo que era antes de la COVID (cualquier mejora de la productividad se verá compensada por una menor participación laboral y una dinámica de envejecimiento). El crecimiento también está destinado a «normalizarse» hasta los niveles anteriores a la crisis.
Por lo tanto, es poco probable que los bancos centrales puedan subir en la misma medida que en ciclos anteriores. La parte larga del mercado de bonos lo dice, ya que no se vendió cuando la parte corta preveía más subidas a principios de este trimestre. Debido a la enorme deuda pública, que sigue aumentando, y al envejecimiento de la sociedad, cuya productividad no mejora de forma significativa, cualquier subida de los tipos de interés tendría un efecto más restrictivo de lo habitual. Esto limitará el alcance del próximo ciclo de subidas.
Consideramos que el número actual de subidas es razonable. Es poco probable que la Fed alcance su punto máximo del 2,5% para los tipos de interés oficiales. En todo caso, veríamos el aumento de los tipos como una oportunidad de compra. Sin embargo, hay que hacer un par de advertencias. Evidentemente, la volatilidad inducida por el COVID podría verse exacerbada por una serie de cuestiones geopolíticas que se están cocinando a fuego lento, como Ucrania, las relaciones entre Estados Unidos y China, entre otras, aunque ese no es nuestro planteamiento. Otro escenario que favorece la volatilidad es que la inflación sea realmente más persistente, manteniéndose elevada durante un periodo significativamente más largo. En tal situación, los bancos centrales tendrían que actuar de forma mucho más agresiva.
Por otra parte, en los mercados emergentes, los rendimientos reales de la deuda pública son muy atractivos. Además, su diferencial con respecto a los bonos del Tesoro estadounidense es bastante generoso, incluso en comparación con los niveles de “taper tantrum” de 2013. Por lo tanto, los tipos de los mercados emergentes empiezan a ser atractivos. Sin embargo, a pesar de las múltiples subidas de los tipos de interés oficiales en muchos mercados emergentes, el tipo real sigue siendo negativo debido a la elevada inflación.
Una vez que la inflación comience a normalizarse, el aumento de los tipos de interés reales debería apoyar a las divisas, lo que haría más atractivo el componente de divisas. Por lo tanto, todavía queremos esperar un poco y sobreponderar más adelante en 2022, cuando consideremos que las valoraciones son aún más atractivas.
Es probable que los diferenciales del crédito se vean menos afectados que los tipos por la actual volatilidad, aunque no están inmunizados contra ella. Esperamos que el crédito con grado de inversión (IG) se mantenga, apoyado por varios factores. En primer lugar, esperamos una ampliación del programa de compra de bonos del BCE, aunque a un ritmo más limitado.
En segundo lugar, los inversores finales de dinero real han sido fuertes compradores y se espera que sigan siéndolo, ya que el crédito corporativo IG todavía ofrece un margen razonable sobre los bonos del Estado. Por último, muchas empresas cuentan con importantes reservas de efectivo y, por tanto, es menos probable que realicen emisiones récord el próximo año. Mantenemos una postura neutral sobre el crédito IG. En caso de que se produzca una ampliación significativa, podríamos contemplar la posibilidad de sobreponderar, con precaución.
Del mismo modo, los diferenciales de alto rendimiento tienen un buen respaldo, pero podrían registrar cierta ampliación en caso de volatilidad continua. De nuevo, hay múltiples factores en juego: las empresas se han desapalancado y tienen importantes reservas de efectivo. Además, el «muro de vencimientos» se ha ampliado hasta 2023. Un riesgo importante es que algunas empresas de alto rendimiento utilicen parte de su masa de efectivo para fusiones y adquisiciones, dividendos adicionales o recompra de acciones. Este comportamiento favorable a los accionistas podría poner los diferenciales bajo presión. Sin embargo, esta actitud es más típica de las “empresas CCC” y seguimos siendo prudentes en esa categoría.
Desde este punto de vista, los bonos convertibles son casi el reflejo de los bonos de alto rendimiento. El comportamiento favorable a los accionistas beneficiaría a la subida de la renta variable incorporada en los bonos convertibles. Una advertencia a tener en cuenta para los convertibles es su peculiar asignación sectorial (dado, por ejemplo, el limitado número de emisores de los sectores bancario, de seguros o de materiales). Dado que la subida de la renta variable no siempre se traduce directamente en una subida de los convertibles, por el momento nos mantenemos neutrales con respecto a esta clase de activos.
Por último, nos gustaría llamar la atención sobre el rápido crecimiento del universo de títulos de deuda sostenible. La creciente conciencia de la necesidad de apoyar la excelencia medioambiental, social y de gobernanza ha impulsado la demanda de los inversores y los cambios normativos. Esto, a su vez, ha llevado a una emisión récord de deuda «verde» por parte de un grupo cada vez más amplio de gobiernos y empresas.
Abundan las oportunidades de diversificación en términos de tipo de emisor, calificación crediticia, geografía, tipo de sostenibilidad (bono verde, bono social, etc.), y esperamos que la emisión de 2022 siga aumentando. En medio de esta mayor variedad de opciones, los procesos de análisis fundamental y ESG de DPAM, probados a lo largo del tiempo, así como su estilo de selección activa de bonos, resultarán muy valiosos en el inicio de un nuevo año que, sin duda, deparará numerosas sorpresas.
Tribuna de Sam Vereecke, CIO de renta fija en DPAM
Para los inversores orientados a la sostenibilidad, 2021 fue un año dominado por los prolegómenos y las conclusiones de las deliberaciones en torno al cambio climático que acogió la COP26, celebrada en noviembre en Glasgow (Escocia).
Sin embargo, la prueba real comienza ahora: ¿Qué acciones emprenderán los países para cumplir con sus compromisos, no sólo en materia de reducción de las emisiones, sino también a la hora de preservar la diversidad biológica y garantizar una transición justa y equitativa hacia un mundo con bajas emisiones de carbono? Conforme nos adentremos en 2022, consideramos que la atención gravitará en torno a tres grandes cuestiones: la deforestación, la transición justa y la doble materialidad.
Deforestación
Poner fin a la deforestación es esencial para detener el cambio climático y proteger la biodiversidad del planeta. Reducir las emisiones de gases de efecto invernadero es solo una parte de la batalla; también necesitamos eliminar activamente carbono de la atmósfera si queremos tener probabilidades de alcanzar los objetivos mundiales para mediados de siglo en materia de reducción del calentamiento global y neutralidad en emisiones. Una de las formas más sencillas y eficaces para eliminar el carbono de la atmósfera es natural: poner fin a la deforestación. En todo el mundo, el capital natural ha estado infravalorado durante décadas. Y no es solo por la reducción de las emisiones que brindan los bosques, sino porque estos son también el hogar de la mayor parte de la biodiversidad terrestre del mundo y sostienen la seguridad alimentaria, el empleo y los medios de subsistencia de muchos millones de personas en todo el mundo. Una alentadora conclusión de la COP26 fue el compromiso de más de 100 líderes mundiales para poner fin a la deforestación en 2030, pero como inversores pensamos que podemos ser más proactivos a este respecto.
Concretamente:
En la COP26 de Glasgow, Fidelity se unió a más de 30 entidades financieras que gestionan activos por valor de más de 8,7 billones de dólares y se comprometió a eliminar los riesgos de deforestación provocados por las materias primas agrícolas en nuestras carteras de inversión en 2025. Este compromiso hace hincapié en materias primas agrícolas que ponen en peligro los bosques, como el aceite de palma, la soja, la carne de vacuno, la pasta de papel y el papel, y arranca con una evaluación de las exposiciones que se completará a finales de 2022.
También nos unimos a la Natural Capital Investment Alliance, un grupo de 15 gestoras de activos que han asumido el compromiso colectivo de movilizar más de 10.000 millones de dólares a finales de 2022 en productos de inversión coherentes con la protección del capital natural.
Transición justa
Los países ricos se enriquecieron a lomos de las emisiones de carbono generadas por la industrialización. Es cierto que ahora están liderando los esfuerzos de descarbonización, pero el impulso para alcanzar la neutralidad no debería impedir a las economías en desarrollo prosperar ni a los trabajadores desplazados por tecnologías menos contaminantes encontrar un empleo provechoso. Eso es lo que significa una transición justa. La nueva política de inversión en torno al cambio climático de Fidelity apoya esta idea y prioriza la inversión activa frente a las exclusiones pasivas en todas nuestras carteras. A lo largo de 2022 nos dirigiremos a los mayores emisores en el marco de nuestro diálogo activo enfocado en la transición, comenzando por los productores de carbón térmico. Ampliaremos este diálogo activo a las empresas de suministros públicos y generación de electricidad, proceso que desembocará en una salida completa de la exposición al carbón térmico en nuestras carteras en 2030 en los mercados de la OCDE y en 2040 en todo el mundo. El sector privado tiene un papel clave que desempeñar para facilitar la transición hacia una energía no contaminante, pero de modo que se escalen adecuadamente las alternativas genuinas para la generación de la energía básica en los numerosos países que siguen dependiendo de los combustibles fósiles, abordando al mismo tiempo los retos sociales de los trabajadores y las comunidades afectadas por la transición. En la carrera para alcanzar la neutralidad en emisiones, no podemos permitirnos el lujo de dejar a nadie atrás.
Doble materialidad
La doble materialidad reconoce el hecho de que las empresas no solo son responsables de gestionar el riesgo financiero de los factores sociales y medioambientales de los que dependen; también significa que las empresas son responsables del impacto real de sus actividades sobre las personas y el planeta. En nuestra condición de inversores que recurren al análisis fundamental, estamos tratando de integrar este principio de la doble materialidad en la próxima revisión de las calificaciones prospectivas de sostenibilidad que hemos desarrollado internamente y de incorporar el impacto no financiero de nuestras decisiones como inversores. Las calificaciones ESG de Fidelity cubren nuestro universo de renta variable y renta fija, que está formado actualmente por 5.000 empresas y no deja de crecer. Además, vamos a poner en marcha una calificación climática específica de elaboración propia para evaluar el grado real de ambición y convergencia de nuestras participadas con un futuro de cero emisiones netas. Esa es solo una de las formas en las que estamos llevando a la práctica nuestros principios, porque a largo plazo la rentabilidad empresarial no puede existir sin la sostenibilidad.
Tribuna de Jenn-Hui Tan, responsable mundial de supervisión e inversión sostenible de Fidelity International.
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Pixabay CC0 Public DomainBenjamin Voros. Benjamin Voros
En la actualidad se acepta de forma generalizada la necesidad urgente de acelerar la transición hacia las emisiones netas globales. El informe de la ONU de octubre puso de manifiesto que el mundo está abocado a una desastrosa trayectoria de calentamiento global de 2,7 ºC sobre la base de las actuales promesas de emisiones, lo que convierte a la COP26, encargada de «mantener vivo el 1,5 ºC», en la reunión climática más importante hasta la fecha.
En la conferencia, algunos de los mayores emisores, como India, China y Estados Unidos, actualizaron sus compromisos nacionales. Si bien la fecha de 2070 para el compromiso de cero emisiones de la India fue noticia, los compromisos a más corto plazo de generar el 50% de la energía de la India a partir de fuentes renovables para 2030 y comprometerse a una reducción del 45% de la intensidad de carbono de la economía, es un cambio significativo.
Mientras tanto, la declaración conjunta entre China y Estados Unidos para reforzar su cooperación en materia de acción climática y acelerar las emisiones fue importante, dado que el Presidente Xi no estuvo en Glasgow en persona. También hubo nuevas declaraciones para abordar la deforestación, las emisiones de metano y la aceleración del despliegue de tecnologías limpias.
Además, hubo un apoyo explícito del sector privado para abordar cuestiones que van desde la deforestación hasta el carbón, así como una serie de compromisos público-privados. Este enfoque más colaborativo y el mayor reconocimiento del papel del sector privado en la lucha contra el cambio climático marcan un importante cambio de paradigma.
La cuestión ya no es por qué debemos actuar para combatir el cambio climático, sino cómo. Para muchas empresas, la red cero es la nueva estrella del norte. Las empresas están articulando sus planes de reducción a cero en respuesta a las cambiantes demandas de las partes interesadas y de los consumidores, en lugar de limitarse a las políticas y la normativa, y reconociendo las oportunidades que presenta la transición, en lugar de limitarse a los riesgos.
La noción de que la financiación del sector privado está «preparada» estuvo presente en toda la COP26, y se puso de relieve con el anuncio de Mark Carney de que la Alianza Financiera de Glasgow para el Objetivo Cero (Glasgow Financial Alliance for Net Zero, GFANZ) se ha comprometido a destinar 130 billones de dólares a la lucha contra el cambio climático de aquí a 2050. En particular, la GFANZ representa a las instituciones financieras que se han comprometido a fijar objetivos, pero el cumplimiento de estos compromisos será fundamental. No obstante, la cifra principal supone un aumento significativo respecto a los 5 billones de dólares, la cantidad ofrecida cuando el Reino Unido e Italia asumieron la presidencia de la COP26.
Este nivel de compromiso es una señal de lo que nos espera. El entorno político relativamente estable ha quedado atrás y nos adentramos en un territorio inexplorado con una mayor acción política en torno al sector financiero y la economía real. La claridad y la coherencia de las políticas determinarán si esta reconfiguración es ordenada o más desordenada.
¿Qué significa esto para los inversores? Debemos esperar una mayor atención a la divulgación y a las normas. Aunque la esperada armonización de las normas de divulgación de la sostenibilidad por parte del nuevo Consejo de Normas Internacionales de Sostenibilidad de la Fundación IFRS son bienvenidas, se quedarán cortas a la hora de proporcionar una imagen completa del futuro.
La cuestión es si esto conducirá a mejores datos o simplemente a una mayor divulgación. Poco antes de que comenzara la COP26, el Reino Unido anunció que se convertiría en el primer país del G20 en obligar a las empresas más grandes a revelar sus riesgos y oportunidades relacionados con el clima, en línea con las recomendaciones del Grupo de Trabajo sobre Divulgación Financiera relacionada con el Clima (Taskforce on Climate-related Financial Disclosures, TCFD), con normas que entrarán en vigor a partir de abril de 2022. Y en el Día de las Finanzas de la conferencia, el Canciller del Reino Unido, Rishi Sunak, destacó que otros 35 países ya han fijado fechas para introducir la información relacionada con el clima. La prueba de fuego clave, a la hora de alinear la inversión para lograr el objetivo de cero emisiones, será si estas normas impulsan las decisiones de inversión o simplemente fomentan una mayor divulgación.
El periodo que va desde ahora hasta 2030 tendrá que ser algo más que la década de la acción. Debe ser también la década de los detalles. Las métricas y metodologías para medir el progreso y las vías sectoriales hacia el cero neto deben evolucionar y necesitamos colaborar y abrazar colectivamente este periodo de transformación.
Seguir como siempre no es una opción. La teoría de vivir más allá de nuestros límites planetarios existe desde hace décadas, pero el hecho es que ahora vivimos al equivalente de 1,6 Tierras, lo que ya está teniendo profundos impactos en el clima, la biodiversidad, el agua y otros recursos naturales. En muchos sentidos, el argumento de que «el camino desde Glasgow es más importante que el camino a Glasgow» es cierto.
Sharm El-Sheikh es la próxima parada de la COP, y será aún más importante, como lo serán todas las COP hasta que se reduzcan las emisiones en el mundo real y se tomen medidas reales que den resultados frente a los compromisos.
Tribuna de Stephanie Maier, responsable mundial de inversiones sostenibles y de impacto en GAM Investments.
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2021 trajo la recuperación en la que muchos habían depositado sus esperanzas. Las empresas reabrieron, los trabajadores volvieron a sus oficinas y los más valientes de nosotros incluso nos fuimos de vacaciones, pero nadie podría describirlo como un “retorno a la normalidad”, rodeados como estamos por unos precios energéticos desbocados, unos niveles de deuda elevados y un crecimiento que ya ha dejado atrás sus máximos.
Estas condiciones incrementan el riesgo de que se produzca un error de política monetaria durante los próximos doce meses, cuando los bancos centrales y los gobiernos tendrán que enfrentarse a varias encrucijadas que traen a la memoria los dilemas a los que se enfrentaban los personajes de Trampa 22, la novela de 1961 de Joseph Heller, sin perder la confianza de los mercados. Uno de estos dilemas es cómo endurecer la política monetaria y poner coto a la inflación sin asfixiar la recuperación. Otro es cómo lidiar con el encarecimiento de la energía ahora que el mundo está haciendo la transición hacia una economía con bajas emisiones de carbono. Afinar la política monetaria para desenmarañar estas dinámicas en conflicto no resultará fácil.
Inflación persistente
A pesar de los mensajes de los bancos centrales sobre la transitoriedad de las presiones inflacionistas, algunas subidas de los precios parece que persistirán debido a los bloqueos de las cadenas de suministro y la desglobalización y, a más largo plazo, debido al coste derivado de los esfuerzos por alcanzar la neutralidad en emisiones de carbono. Dejar que la espiral inflacionista se descontrole solo contribuirá a agravar el problema más adelante, pero ponerle freno de forma contundente podría dañar un crecimiento que ya está frenándose. En conjunto, esperamos que los tipos de interés se mantengan en niveles bajos durante más tiempo, a pesar de los incrementos de los precios y el deseo de los bancos centrales de reducir las compras de activos con relativa rapidez. Se necesitan tipos de interés ultrabajos para mantener el sistema a flote, toda vez que los niveles de deuda son más altos en la actualidad que durante la Segunda Guerra Mundial.
El énfasis de China en la economía real
China, entretanto, parece decidida a adoptar un modelo económico orientado a la economía real en el que se reduzca la deuda y se aborden las desigualdades, en lugar de reaccionar ante los descensos de los activos financieros. Eso debería ser positivo para los mercados a largo plazo, ya que aumentaría el riesgo moral y permitiría a los inversores valorar los activos de forma más precisa.
Sin embargo, la política monetaria del país podría lastrar el crecimiento mundial en 2022 y las expectativas de consenso podrían revisarse a la baja.
El impacto del clima en las asignaciones de activos
La necesidad de reflexionar sobre el impacto de los factores relacionados con el clima en las asignaciones de activos aumentó en 2021 y se agudizará en 2022. Los importadores de combustibles fósiles desean mejorar la seguridad energética, mientras que los inversores se han lanzado a la búsqueda de soluciones contra el cambio climático y nuevas tecnologías en previsión de un reposicionamiento más radical de la economía. La concienciación de los gobiernos nacionales con el cambio climático es fuerte y están multiplicándose las políticas para luchar contra este fenómeno, pese a que no puede garantizarse la cooperación internacional. Sin embargo, eso no facilitará en modo alguno los retos que plantea el cambio de los hábitos de consumo y esperamos muchas piedras en el camino hacia la neutralidad, algunas de las cuales todavía no están descontadas. A la vista del posible aumento de las correlaciones entre los valores cotizados en 2022, en Fidelity pensamos que los mercados no cotizados siguen ofreciendo perfiles de crecimiento alternativos a los inversores a largo plazo, sobre todo en el área de la ecologización de los activos contaminantes.
Una selección de bonos y acciones de Asia debería actuar como elemento diversificador, mientras que algunas áreas (más infravaloradas) de las bolsas y mercados inmobiliarios de los países desarrollados podrían ofrecer protección frente a una inflación moderada. La dinámica del dólar estadounidense El entorno que rodea al dólar estadounidense está cambiando, ya que el país depende más de extraños amistosos que compren su deuda. El billete verde podría beneficiarse de una postura más defensiva en 2022 si la volatilidad aumenta.
Sin embargo, si China y Japón aceleran la reducción de sus exposiciones y/o ascienden por la curva de rendimientos, preocupados por los debates sobre el techo de la deuda, el déficit presupuestario de EE. UU. y los elevados niveles de oferta monetaria, entonces en algún momento la Fed podría verse obligada a ofrecer tipos más altos para atraer a los compradores internos. Al mismo tiempo, los estímulos presupuestarios se reducirán en 2022, lo que podría tensionar la renta de los hogares y tirar al alza del desempleo, sobre todo si los precios de la energía se mantienen en niveles elevados. Los bancos centrales podrían encontrarse de repente con que no les queda otro remedio que desdecirse de sus mensajes de reducción de la liquidez. Si no dan marcha atrás, entonces se podría activar “la trampa”: los mercados podrían empezar a creer que la inflación alta podría prolongarse mucho más, lo que desembocaría en una nueva valoración del riesgo conforme vaya avanzando el año.
Tribuna de Andrew McCaffery, CIO de gestión de activos en Fidelity International.
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Pixabay CC0 Public Domain. ¿Qué futuro aguarda al mundo de las finanzas?
En un mundo en el que la mayor compañía de taxis no posee ningún vehículo, el mayor propietario de medios de comunicación no genera contenido alguno y el mayor comercio minorista del mundo carece de stock, ¿qué pasa con las compañías financieras?
En realidad, la transformación en las compañías financieras de sus cuatro ámbitos de negocio principales (finanzas, ahorro, pagos y seguros) resulta inevitable. Gracias a la innovación tecnológica, varios nuevos actores financieros están ofreciendo mejores respuestas a las nuevas expectativas de los consumidores, proporcionando al cliente una experiencia totalmente nueva. Esta tendencia subyacente se refleja en el aumento de la cuota de mercado de estas empresas innovadoras y les ofrece perspectivas de crecimiento a largo plazo.
En este contexto, creemos que la aparición y adopción de nuevas tecnologías, así como la creciente especialización de toda la cadena de valor del sector financiero, pueden generar muchas oportunidades de inversión para los inversores activos. El enorme auge de los pagos móviles, la desaparición cada vez mayor de intermediarios en los servicios y la multiplicación de los activos digitales son cambios que han llevado a ODDO BHF AM a analizar todos los aspectos de esta nueva temática de inversión secular: el futuro de las finanzas.
Un entorno actual favorable
En nuestra opinión, el entorno económico y reglamentario es favorable para las compañías financieras. En los próximos trimestres, el sector financiero podría beneficiarse de la recuperación y la normalización de la economía global tras la pandemia, de una subida de los tipos de interés tras el aumento de la inflación y de la restitución de una política de dividendos más generosa ante el exceso de capital en los balances de los bancos. A su vez, la pandemia ha contribuido a acelerar los pagos sin contacto, lo que debería fomentar el crecimiento de nuevos actores en el sector de los pagos. El impacto de la tecnología en el sector financiero es cada vez más visible y se espera que continúe, y bajo nuestro punto de vista supondría una importante oportunidad de crecimiento.
El perfil de una nueva era en las finanzas
Los nuevos modelos de negocio y los cambios en los hábitos de consumo generarán oportunidades para los inversores. Creemos que hay cuatro subtemáticas que presentarían grandes perspectivas de crecimiento para las compañías financieras que se comprometan a repensar su imagen de marca, sus modelos de negocio y sus procesos operativos para atender mejor las cambiantes expectativas de los clientes:
Bancos: la digitalización global ha logrado que más personas se conviertan en clientes del sistema bancario. Los bancos tradicionales se asocian cada vez más con las fintech, para mejorar la experiencia del cliente y seguir siendo competitivos.
-20% a -25%: reducción estimada del ahorro de costes para los bancos gracias al ámbito digital (estudio McKinsey 2020).
68%: porcentaje de millennials que han sustituido su cartera física por un monedero electrónico (abril de 2018).
El porcentaje de ciudadanos europeos que utilizan la banca por Internet se ha multiplicado por dos entre 2009 y 2019.
Servicios de pagos y transacciones: aunque los bancos siguen dominando en este ámbito, los operadores no bancarios están consolidando el mercado. Gracias a ellos, se han multiplicado los métodos de pago innovadores, lo que ha mejorado la experiencia del usuario.
48%: porcentaje de pagos electrónicos en la zona del euro (2019).
+27%: aumento de los pagos móviles entre 2020 y 2025.
+145%: crecimiento anual de los pagos sin contacto en las redes Mastercard y Maestro en Europa (2018).
Servicios financieros especializados: el proceso de consolidación en los servicios financieros especializados (p. ej., los gestores de activos) abre oportunidades para los inversores.
80%: control de la distribución por parte de los bancos de la UE (2020).
22%: proporción de gestión pasiva de los activos gestionados a nivel mundial en 2020 (el doble que en 2012).
Compañías financieras disruptivas: con aplicaciones para pagos móviles, inversiones automatizadas o préstamos por Internet, las fintech están alterando el negocio de los operadores bancarios tradicionales. Gracias a su capacidad para recopilar y aprovechar los datos de los clientes y al creciente número de usuarios, cada vez más sacan más partido a los efectos de red.
3.000 millones de euros: cantidad recaudada por las fintech que ofrecen servicios de pago en los últimos doce meses en Europa en 2021.
128.000 millones de dólares: cantidad recibida por las start-upsfintech en capital riesgo global (2018).
19%: tasa de crecimiento anual de los macrodatos (big data) (2020)
Beneficiarse de los cambios en un sector en plena evolución, ODDO BHF Future of Finance
ODDO BHF Future of Finance es un fondo de renta variable internacional de la temática de los cambios en el sector financiero, gestionado por Alex Koagne, que cuenta con más de 15 años de experiencia en inversión dentro del sector financiero. El fondo invierte tanto en bancos innovadores como en nuevos actores (fintech y compañías no bancarias) que compiten en sus mercados históricos, sin restricciones geográficas. Sigue un enfoque descendente (top down) y un análisis fundamental ascendente (bottom up) para encontrar las empresas más relevantes y mejor posicionadas en diferentes temáticas financieras: bancos, servicios de pago y transacciones, servicios financieros especializados y compañías financieras disruptivas, entre otras. Con una cartera concentrada compuesta actualmente por unos 50 valores, el fondo pretende invertir en todo momento en renta variable, con el objetivo de lograr la revalorización del capital a largo plazo.
Tribuna de Alex Koagne, gestor del fondo ODDO BHF Future of Finance.
Pixabay CC0 Public Domain. La cura del cáncer podría estar a la vuelta de la esquina
La cura del cáncer podría estar más cerca de lo que pensamos. De hecho, creo que algunos cánceres podrán curarse con terapia celular de aquí a 2030. Se desarrollarán pruebas nuevas y fiables que permitirán la detección temprana de la formación y localización de cánceres. El diagnóstico temprano podría acabar erradicando al cáncer como principal causa de muerte.
La enorme reducción de costes y los avances científicos han contribuido al espectacular crecimiento de la investigación. Asistimos a un resurgimiento del I+D, y las compañías están realizando grandes inversiones para encontrar tratamientos propios contra el cáncer y otras enfermedades. Las terapias derivadas de las pruebas genéticas tienen el potencial de prolongar la vida humana y generar miles de millones de dólares en beneficios a aquellas compañías que las desarrollen.
No me sorprendería que cada vez aumentara más el número de avances farmacéuticos procedentes de fuera de Estados Unidos. De hecho, creo que para el año 2030 muchos fármacos de éxito mundial van a proceder de China. El país cuenta con la mayor población de pacientes de cáncer del mundo, y resulta mucho más sencillo incluir a estos pacientes en ensayos clínicos. Creo que en un plazo de cinco a diez años comenzará a producir nuevos fármacos y a venderlos a un precio diez veces más bajo que las compañías estadounidenses.
Comentario de Cheryl Frank, gestora de renta variable en Capital Group.
«Comprar barato, vender caro» es la fórmula fundamental para el éxito en cualquier operación, y el mercado de valores no es una excepción. Los inversores están siempre a la caza de mercados que estén baratos, porque una ganga tiene un atractivo universal. En este sentido, la India nunca ha atraído a los cazadores de gangas, ya que el múltiplo PE de la India siempre ha sido caro. Como muestra el gráfico 1, en los últimos 10 años, la India ha cotizado sistemáticamente a un ratio de PE (múltiplo de precio-ganancia a un año vista) más alto que el mercado chino o, de hecho, que todo el conjunto de países de mercados emergentes.
De media, durante la última década, la India ha cotizado con una prima del 36% respecto al índice de los mercados emergentes. Como consecuencia, la mayoría de los inversores mundiales, en una búsqueda obstinada de lo barato, han evitado la India. Si estos inversores hubieran estado en lo cierto, su decisión de evitar la India se habría visto recompensada con creces.
Sin embargo, como muestra el gráfico 2, la India ha obtenido sistemáticamente mayores rendimientos anuales que el índice de mercados emergentes en todos los periodos. La India también se ha comportado mejor que China, en su mayor parte. Acumulando los últimos 10 años, en términos de dólares estadounidenses, el MSCI India ha obtenido un 124%, frente al 66% del MSCI EM y el 106% del CSI300 de China.
Evidentemente, los que han seguido un criterio de selección basado en el múltiplo de PE se han equivocado sistemáticamente sobre la India. Esto nos lleva a preguntarnos qué podemos esperar en los próximos tres-cinco años, dado que las valoraciones de la renta variable india siguen estando en máximos históricos.
La valoración de la India es innegablemente rica y, sin embargo, creemos que es probable que ofrezca una mayor rentabilidad de la renta variable que sus homólogos de los mercados emergentes. Durante los últimos 10 años, los beneficios empresariales han crecido un anémico 5% anual, pero la India ha entrado ahora en un nuevo ciclo de super crecimiento. Espero que los beneficios empresariales y, por tanto, la rentabilidad de la renta variable se sitúe entre el 10% y el 20% durante esta siguiente década. Hay cuatro razones clave para esta convicción:
Demografía: una clase media joven y creciente, consumidora de productos de consumo.
Deuda: los hogares y las empresas indias tienen un endeudamiento muy bajo en comparación con sus homólogos mundiales y la próxima fase del motor de consumo se verá alimentada por un auge del crédito.
Reformas: las reformas estructurales de los últimos años apenas han comenzado a generar contribuciones económicas. Su impacto total se sentirá durante esta década.
Viento de cola geopolítico: las cadenas de suministro mundiales que se alejan de China están empujando a la India hacia un crecimiento impulsado por la fabricación y las exportaciones.
Pekín, en cambio, no da prioridad al crecimiento como antes. En cambio, intenta frenar el capitalismo desenfrenado y reducir la dependencia de la economía del endeudamiento. Las medidas enérgicas contra las empresas tecnológicas y los jefes de la industria son un emblema de la incertidumbre regulatoria del tercer mundo que detestan los inversores mundiales. Aunque la agenda de la «prosperidad común» es loable, significará que es poco probable que China sea el motor del crecimiento mundial que fue tras la crisis financiera de 2008.
Entonces, ¿quién va a impulsar la próxima ronda de recuperación mundial? Por el momento, todos los indicios apuntan a la India. India tiene la escala, la estabilidad, los marcos institucionalizados de gobernanza y, además, es una democracia liberal. Ha demostrado que tiene la aspiración y la determinación de contrarrestar a China en el Indo-Pacífico. Como resultado, tanto las inversiones extranjeras directas como las inversiones en renta variable han llegado al país a un ritmo sin precedentes. En 2020, India atrajo 64.000 millones de dólares en inversión extranjera directa, la quinta mayor del mundo, según el Informe sobre la Inversión Mundial 2021 de las Naciones Unidas.
Es probable que esta tendencia se acelere a medida que la India vaya acaparando una parte cada vez mayor del PIB de los mercados emergentes, así como de la capitalización del mercado. Pero no será una progresión lineal. Es de esperar que haya mucha volatilidad, ya que el mundo está luchando con los dolores de la retirada de años de dinero fácil. Los índices oscilarán a medida que el sentimiento global se mueva entre risk-on y risk-off, pero la India recompensará a los que tengan un horizonte temporal de tres a cinco años.
En resumen, China parece estar abdicando de su puesto como motor de crecimiento fiable del mundo. La India está siendo empujada a asumir el mando a medida que entra en un ciclo de beneficios crecientes, basado en varios motores nacionales y mundiales. Este ciclo se caracteriza por una mayor rentabilidad para los accionistas. Los inversores harían bien en aumentar su exposición a la renta variable india, aunque no parezca barata. Comprar con inteligencia es mejor que comprar barato.
Tribuna de Praveen Jagwani, CEO de UTI International Private Limited – Altment Capital Partners representa a UTI International en exclusiva en Iberia
Pensamos en renta fija para incluir en nuestras carteras, y nuestra mente vuela hacia “monetarios”, “fondos gobierno” o, incluso, si somos algo más sofisticados, llegamos a barajar high yield o bonos con cupón flotante.
Y, además, nos planteamos a continuación varias cuestiones: ¿invertir en renta fija cuándo los tipos están tan bajos? ¿Cómo saber cuál es la mejor opción en un entorno de inflación creciente? ¿Y cómo conseguimos descorrelacionar los activos en nuestra cartera? La buena noticia es que tenemos un amplio abanico de posibilidades para elegir. Y, además, siempre podemos contar con el consejo de un experto que nos guíe a la hora de gestionar nuestras finanzas.
Podríamos hablar de todas las posibilidades que tenemos para invertir en renta fija, pero preferimos hoy centrarnos en un tipo de activo que, por su atractivo, podría ser la pieza que buscábamos para completar el puzzle de nuestra cartera. Los préstamos senior secured europeos son préstamos sindicados, a los que el inversor profesional y el institucional pueden tener acceso a través de fondos, presentando los mismos una combinación imbatible del trinomio riesgo-rentabilidad-liquidez.
Aunque los préstamos se conceden a compañías con una calificación crediticia por debajo de grado de inversión (es lo que permite ese diferencial por encima de los 300 puntos básicos), existen algunos factores que contribuyen a reducir considerablemente el riesgo de impago: el paquete de garantías, la posición senior en la prelación de pagos, la información exigida por los bancos que participan en la emisión del préstamo y la solidez de los emisores.
Los paquetes de garantías conducen a que, en caso de mora, la tasa de recuperación sea alrededor del 60%, frente al 40% en el que rondan los bonos high yield, que suelen tener paquetes de garantías y documentación menos sólidos. La tasa media de impago para el índice WELLI entre 2006 y 2020 se situó en el 2,4%, una cifra baja en relación con otros activos.
Rentabilidad
El retorno medio del índice WELLI entre 1998 y marzo de 2021 es del 4,2%. En este periodo de 23 años, solo hubo rentabilidad negativa en un 15% de los trimestres, y solo en 4 trimestres dicha caída fue del 4% o superior (en plena crisis financiera global y durante la pandemia del COVID-19). Este retorno compara muy positivamente con el de los activos con calificación de grado de inversión.
Liquidez
¿Un mercado pequeño? Nada más lejos de la realidad. El mercado europeo de préstamos sindicados tiene un saldo vivo por encima de los 320.000 millones de euros, con emisiones anuales alrededor de 100.000 millones de euros y operaciones anuales en secundario por importe de 50.000-70.000 millones de euros (unas 20.000 operaciones). Las mesas de trading de préstamos de los grandes bancos de inversión hacen semanalmente operaciones de varios cientos de millones de euros.
Aunque estamos, en todo caso, ante préstamos con alta liquidez, es importante tener en cuenta que el reembolso de participaciones de fondos invertidos en este tipo de activos suele incluir unos plazos de preaviso, por las características de los mismos.
Artículo de opinión de Enrique Díaz-Barceló, institutional distribution and product development de Alma V.