Pixabay CC0 Public Domain. ¿Año nuevo, ideas nuevas? La agenda del clima necesita más ambición
Un nuevo año y una nueva década debería representar un momento para el optimismo, pero es difícil evitar la sensación de frustración en torno a las medidas sobre el cambio climático. La 25ª conferencia de las partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 25), celebrada en diciembre de 2019, reafirmó la importancia de reducir las emisiones mundiales de carbono, pero no estableció una nueva y ambiciosa agenda para hacerlo.
En 2015, la COP 21 desembocó en el Acuerdo de París, que reconocía la urgente necesidad de reducir drásticamente las emisiones para 2030 para mantener el aumento de la temperatura mundial por debajo de 1,5 grados. Desde entonces, cada COP ha renovado el compromiso con ese objetivo. Pero hasta ahora, no lo hemos logrado, y hemos fracasado estrepitosamente.
Un reciente informe de las Naciones Unidas reveló la brecha, aún creciente, entre los objetivos de reducción de carbono y las emisiones reales del mismo. Cada año que las emisiones continúan aumentando hace que resulte más difícil cumplir con nuestros objetivos para 2030 y, por tanto, es más complicado proteger nuestro medio ambiente y es más difícil aliviar el dolor económico del cambio climático.
La prioridad debería consistir en impulsar la acción de los gobiernos y las empresas, especialmente en los mercados emergentes. En esos países se están tomando actualmente decisiones que darán forma a las estructuras económicas en su conjunto durante las próximas décadas. Si esas decisiones no se toman sobre una base sostenible y baja en carbono, estaremos manteniendo unas elevadas emisiones en el futuro.
A menudo, el cambio climático puede parecer un problema imposible de resolver. Pero la solución puede resumirse en una palabra: inversión. Los gobiernos nacionales y otras entidades estatales tienen un papel que desempeñar, pero sólo el sector privado puede reunir la suma de dinero necesaria.
Eso significa impulsar el mercado de las finanzas sostenibles. El interés de los inversores por los productos ecológicos está creciendo: en una encuesta de HSBC realizada a principios de este año, el 63% de nuestros clientes inversores afirmaron que introducirán o ampliarán su presencia en las finanzas sostenibles en los próximos dos años.
Sin embargo, el mercado sigue siendo subescalado, frenado por la falta de proyectos de inversión. Sólo en lo que respecta a los bonos verdes, la emisión en los tres primeros trimestres de 2019 fue de casi 190.000 millones de dólares, un gran avance con respecto a los aproximadamente 115.000 millones de dólares del mismo período del año pasado. No obstante, esto es sólo una pequeña parte de los billones de dólares de inversión verde que se necesitan para 2030. Además, sólo el 26% de la emisión en 2019 se destinó a proyectos de mercados emergentes, muy por debajo de lo que se requiere para garantizar un crecimiento económico sostenible a largo plazo en esos países.
Aunque los cambios dirigidos pueden marcar la diferencia. Lo primero es fomentar una mejor divulgación de los riesgos climáticos. Cuando los inversores tengan una idea clara de qué negocios y sectores están más expuestos al impacto del aumento de las temperaturas, pueden tomar mejores decisiones con su dinero.
La adopción generalizada de principios de divulgación normalizados, como los publicados por el Grupo de Trabajo sobre Divulgación Financiera relacionada con el Clima, aumentará el número de proyectos viables para los inversores, y ayudará a lograr el segundo cambio: impulsar una mayor actividad de financiación ecológica en la economía real.
Hasta ahora, la emisión de financiación verde ha estado dominada por los gobiernos nacionales y las entidades financieras. Eso no puede continuar. La participación en la financiación sostenible es particularmente importante en los sectores de alto consumo de carbono, como la generación de energía y la manufactura pesada. En este caso, la transición hacia una reducción de las emisiones está plagada de riesgos, pero ofrecerá enormes oportunidades a las empresas que tengan éxito. El tipo de financiación adecuado en el momento oportuno será crucial.
Existen algunos indicios de que estos sectores están empezando a abordar la transición. Recientemente hemos visto la formación de organizaciones industriales que presionan para que se reduzcan las emisiones en sectores específicos de la economía. Cuanto más tiempo tarden las empresas en adaptarse a una mentalidad de bajas emisiones de carbono, mayor será la probabilidad de que sufran un revés por parte de los consumidores e inversores concienciados con el clima.
El tercer cambio consiste en hacer de la infraestructura sostenible una clase de activo por derecho propio. Varios estudios muestran que actualmente existe un déficit de inversión en infraestructura global de entre 40 y 70 billones de dólares. No gastamos suficiente dinero en artículos de gran valor como carreteras, ferrocarriles y generación de energía. Es vital salvar esta brecha de manera sostenible. Una clase de activos separada permitiría que los productos se estandarizaran más, fueran más transparentes y estuvieran debidamente vinculados a los impactos.
La necesidad de infraestructuras y otras inversiones verdes en las ciudades son especialmente acuciantes. Las ciudades generan más del 70% de las emisiones mundiales de carbono, pero la mayoría de las ciudades no tienen acceso directo a los mercados de capital y no pueden invertir fácilmente dinero para reducir esta cifra.
Por ello, el cuarto cambio es la innovación en los productos. Esto proporcionará más vías de inversión para ayudar a convertir las prometedoras políticas o productos climáticos a pequeña escala en soluciones de efecto masivo. Muchas ciudades, por ejemplo, han sido pioneras en proyectos que reducen las emisiones de carbono por la eliminación de residuos o han aumentado la financiación de edificios más ecológicos. Un plan que funcione en Shangai debería, con algunos ajustes, funcionar en Estocolmo o Sao Paulo. También es alentador el desarrollo del mercado de «bonos azules», en el que los beneficios de los inversores están vinculados a la preservación de ecosistemas específicos.
2020 es un año clave para el cambio climático. La COP 26, que se celebrará en Glasgow el próximo noviembre, será crucial para el futuro inmediato y a largo plazo de nuestro planeta. Sólo podemos esperar que pueda señalar logros más concretos que los de los últimos años.
Tribuna de Daniel Klier, director de Inversiones Sostenibles en HSBC.
Pixabay CC0 Public Domain. Los 2020… ¿la década ASG?
En la última década, el comportamiento de la renta variable podría describirse como sorprendente. Después de la crisis financiera del 2008, las expectativas para la renta variable emergente eran muy altas y se preveía una desaparición estructural de la economía y los mercados bursátiles estadounidenses. El resultado final terminó por dar la vuelta a las expectativas.
A medida que nos adentramos en una nueva década, el debate se ha centrado en los nuevos temas de inversión posibles. Preguntas como «¿Cuál será el mejor mercado?» o «¿Rebotará Europa?» son mejor respondidas por los especuladores. Como inversores enfocados en el valor, evitamos hacer pronósticos de este tipo. Lo que es seguro es que habrá cambios.
El contexto que rodea a la inversión sostenible y ASG continúa desarrollándose. Los 17 ODS de las Naciones Unidas suponen un plan brillante, pero trasladarlos a la realidad ha presentado muchos desafíos. El tema de la sostenibilidad requiere un modelo económico capaz de estimar los costes y beneficios, pero sigue siendo una disciplina nueva.
Las actitudes también necesitan ser cambiadas. Normalmente, las personas no están dispuestas a embarcarse en cambios importantes cuando sus beneficios son diferidos (es decir, un mundo mejor en el futuro), pero los costes son inmediatos (renunciar al plástico). Las empresas tampoco están dispuestas a asumir costes adicionales de manera voluntaria por la misma razón: que el paso a un modelo sostenible suele acarrear costos inmediatos y beneficios no cuantificables.
No es sorprendente que el progreso haya sido lento, pero ahora hay algunas señales de cambio. Las generaciones más jóvenes (Z y A) ya constituyen la mayoría de la población mundial y tienen poco que perder, ya que la riqueza financiera está predominantemente en manos de la generación de mayor edad.
Los inversores individuales están empezando a tomar la cuestión por sus propias manos, haciendo preguntas sobre cómo se está invirtiendo su dinero. Las universidades se ven obligadas a cambiar su enfoque de inversión cuando se considera deficiente y muchos fondos soberanos de inversión cuyas fortunas se fundaron en el carbono ahora se están deshaciendo de él. Esta transformación llevará tiempo y el debate continuará, pero no hay duda de que el mundo de las inversiones tendrá un aspecto muy diferenteal final de esta década.
La experiencia de DWS y CROCI
DWS ha reconocido desde hace mucho tiempo la importancia de los factores ASG para los inversores y fue uno de los primeros signatarios de los Principios de Inversión Responsable (PRI) respaldados por la ONU en 2008. Desde entonces, ha desarrollado una metodología de calificación ASG propia que utiliza los distintos enfoques de los principales proveedores de datos. El resto se centra en los riesgos de transición climática, que combinamos con los datos CROCI para comprender cómo están las cosas hoy en día y cuál es la dirección de este viaje.
Hay dos elementos principales que consideramos al incorporar el ASG: primero, el elemento de aplazamiento (en este caso, prevenir un mayor cambio climático) y, segundo, la legalidad de diversas actividades corporativas. Los efectos ambientales relacionados con el primer elemento son cada vez más evidentes, por lo que nos hemos centrado en el riesgo climático y el impacto climático.
Midiendo el riesgo climático
En DWS, ya hemos intentado afrontar la complejidad de definir el riesgo climático. Sin embargo, una vez que se abordan las definiciones, el siguiente paso es calcular las exposiciones en los mercados de valores a las empresas con alto riesgo climático. Creemos que el enfoque correcto debe ser a través dela capitalización del mercado o de las ganancias.
La buena noticia para los inversores es que la exposición a las ganancias dentro de nuestro universo global de cobertura CROCI es baja (nuestro universo de muestra es de 881 empresas). Cerca del 60% de las ganancias ponderadas por la capitalización de mercado son resistentes al riesgo climático y solo el 12% se encuentra en riesgo alto o excesivo. Por tanto, a primera vista, claramente existen desafíos, pero la dirección es alentadora.
Analizar la exposición actual de las ganancias es un punto de partida útil, pero para comprender cómo abordar el futuro del cambio climático es necesario otro ángulo: centrarse en el capital invertido en lugar de en las ganancias.
La lógica para utilizar el capital es sencilla. Compañías diferentes en sectores diferentes pueden tener niveles muy diferentes de rentabilidad. Las ganancias para la misma unidad de capital pueden variar sustancialmente, pero la inversión en renta variable de un inversor, en última instancia, está financiando el capital que invierte una empresa.
Es el funcionamiento de los activos de una empresa lo que realmente causa cualquier posible daño ambiental, por lo que creemos que la mejor manera de medir su verdadero impacto climático es centrándose en su capital.
En la práctica, esto significa que la cantidad de capital invertido en acciones con un riesgo climático alto o excesivo constituye el 36% del total, es decir, 3 veces más que el peso correspondiente por capitalización de mercado. Los inversores pueden tener una exposición ponderada por capitalización de mercado del 12% al riesgo de transición climática, pero esto significa que el 36% de los activos tangibles e intangibles combinados tienen un alto riesgo climático.
Es difícil predecir cómo estarán las cosas en una década. Lo que es seguro, sin embargo, es que el enfoque de la inversión será diferente: es probable que esté más enfocado a la sostenibilidad y al ASG, dados los riesgos actuales para el clima.
Tribuna de Francesco Curto, director global de la estrategia de inversión CROCI en DWS, y Colin McKenzie, responsable de CROCI Intelligence en la gestora
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Hemos estado hablando mucho de los bonos verdes últimamente. El tema está cerca de nuestro corazón, y sentimos que es nuestro deber recordar a los inversores lo poderoso que es su papel en el apoyo a la transición hacia una economía con bajas emisiones de carbono.
La mayor oportunidad de marcar la diferencia se encuentra en los billones invertidos en los mercados de deuda. Considerar una inversión en bonos verdes es una de las formas más directas de ayudar a «cambiar los billones» en proyectos puramente pro-climáticos.
Nos complace ver que el mercado ha crecido saludablemente a lo largo de los años, impulsado por marcos de emisión cada vez más estandarizados, una mayor diversificación entre los tipos de emisores y un creciente apetito de los inversores éticos. Desde marzo de 2014, el universo invertible, tal y como lo define el proveedor de índices Solactive, ha pasado de 33 bonos verdes por valor de 19.000 millones de dólares a alrededor de 700 bonos por valor de más de 470.000 millones de dólares.
Entonces, ¿qué entidades emiten bonos verdes? En sus inicios, el mercado estaba dominado por los bonos emitidos por los bancos de desarrollo y las entidades supranacionales, pero desde entonces hemos visto progresivamente más emisiones de soberanos y corporaciones financieras.
Aquí echamos un vistazo a cinco emisores diferentes, todos los cuales tienen cabida en nuestro ETF de OICVM de Lyxor Green Bond (DR) a partir de enero de 2020:
Société du Grand Paris. La Société du Grand Paris es propiedad del Estado francés. Su principal objetivo es «diseñar y desarrollar el plan general del conjunto de proyectos de infraestructura que conforman el Grand Paris Express y supervisar la construcción de las líneas, estructuras e instalaciones fijas, la construcción y desarrollo de estaciones e intercambiadores, así como la adquisición de los vehículos ferroviarios que circularán por la red». En resumen, se encarga de desarrollar la próxima generación de infraestructura de transporte en París y sus alrededores. Con 200 km de nuevas líneas de metro automatizadas (que duplican efectivamente la red de metro existente) alrededor de la capital francesa, así como 68 estaciones adicionales a lo largo de la red, el Grand Paris Express es el mayor proyecto urbano de Europa. Este proyecto también está directamente relacionado con el Objetivo de Desarrollo Sostenible (SDG) Nº 11 de las Naciones Unidas: «Ciudades y comunidades sostenibles». Los estudios socioeconómicos y ambientales estiman que el proyecto conducirá a una reducción anual del tráfico de 2.000 millones de vehículos por kilómetro recorrido, una vez que toda la red esté en funcionamiento. En consonancia con el tema verde, la Société du Grand Paris ha desarrollado un método y una herramienta específicos para cuantificar el impacto del carbono de los proyectos en curso y futuros relacionados con el programa Grand Paris Express. El objetivo es simple: minimizar las emisiones de gases de efecto invernadero. Entre 2030 y 2070, cuando la infraestructura esté plenamente operativa, el proyecto contribuirá a evitar emisiones de unas 754.465 toneladas de CO2 eq. por año según el escenario A (peor escenario), y 1.225.801 toneladas de CO2 eq. por año según el escenario B (mejor escenario).
Banco Europeo de Inversiones. El Banco Europeo de Inversiones emitió en 2007 el primer bono verde de la historia y sigue siendo uno de los mayores emisores de bonos verdes hasta la fecha. Marcó el aniversario de dicha emisión con otra en 2017. Con fecha de vencimiento en noviembre de 2047, es uno de los bonos verdes de más larga duración disponibles en el mercado. Los libros de órdenes finales superaron los 1.200 millones de euros con 48 inversores que participaron en la emisión.Desde su primera emisión de bonos verdes, el BEI ha emitido más de 19.000 millones de euros, y los ingresos han contribuido a financiar 160 proyectos de energía renovable y eficiencia energética en todo el mundo (Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU #7 y #11).
Orsted. Orsted es un ejemplo interesante de una empresa que ha participado activamente en la transición hacia un bajo nivel de emisiones de carbono. Hace una década, esta empresa energética danesa comenzó su transformación de un negocio energético negro (basado en el carbón, el petróleo y el gas) a uno verde. En esos diez años, Orsted ha reducido su consumo de carbón en un 73%, y decidió eliminar completamente el carbón para 2023. También se desprendió de su negocio de petróleo y gas en 2017, completando así su transformación en energía verde.Mediante la emisión de bonos ecológicos, Orsted ha financiado el desarrollo de su capacidad eólica, persiguiendo el objetivo de ampliar su capacidad eólica marina a 7,45 GW. Este proyecto está directamente relacionado con el Objetivo de Dessarrollo Sostenible #7 de las Naciones Unidas – «Garantizar el acceso a una energía asequible, fiable, sostenible y moderna para todos» – que permite una transición hacia una energía más renovable. En términos de impacto, las emisiones anuales evitadas atribuibles al bono ascienden a 590.000 toneladas de CO2 por año. Por cada millón de coronas danesas (134.000 euros) invertidas, las emisiones anuales evitadas atribuibles a los ingresos asignados del bono equivalen a 108 toneladas de CO2.
Bank of America. Bank of America ha demostrado un compromiso permanente con la financiación sostenible. Su última emisión de bonos verdes de 2.000 millones de dólares en octubre de 2019 fue su quinta, con los ingresos destinados a apoyar proyectos relacionados con la energía limpia asequible (objetivo Nº 7 de la ONU).Según Bank of America, son la primera institución financiera de los Estados Unidos en emitir cinco bonos verdes corporativos, y han recaudado un total de 6.350 millones de dólares para proyectos de energía limpia desde 2013. Entre los ejemplos de proyectos sostenibles financiados con los ingresos de sus bonos verdes se encuentran los parques eólicos, las instalaciones solares y los programas de alumbrado público con LED de alto rendimiento energético.
ENGIE. Le sorprendería ver un negocio históricamente asociado con el petróleo y el carbón que aparece en esta lista. Sin embargo, la empresa francesa de energía y servicios públicos ENGIE ha hecho esfuerzos audaces para reorientar su modelo de negocio hacia las energías renovables y los servicios de transición de la energía. ENGIE anunció en 2016 sus planes para abandonar las actividades relacionadas con el carbón, y en 2019 el Director General del grupo presentó su plan trienal, comprometiéndose a la creación de 9 GW adicionales de capacidades renovables, y la ambición de convertirse en el líder mundial en la transmisión de carbono cero.ENGIE emitió un bono verde de 1.500 millones de euros en junio de 2019, cuyos ingresos se destinaron exclusivamente a proyectos ecológicos en el ámbito de las energías renovables y los servicios energéticos. Con ello, el total de la emisión de bonos verdes de ENGIE ascendió a 8.750 millones de euros, convirtiéndose en uno de los mayores emisores de bonos verdes corporativos del mundo.Las empresas de combustibles fósiles tienen un poderoso papel que desempeñar para ayudar a acelerar la transición hacia una economía con bajas emisiones de carbono. Sin embargo, apreciamos que los principios y prioridades de algunos inversores en materia de ESG pueden no permitir tales participaciones en sus carteras, por lo que no encontrará empresas como Orsted o ENGIE en nuestro ETF de Bonos Verdes con control de ESG. Esta variante de nuestro fondo original viene con un filtro ESG a nivel de emisor diseñado para excluir a las empresas que participan en el combustible fósil y la energía nuclear, las empresas controvertidas o que operan en violación del Pacto Mundial de las Naciones Unidas.
El poder de cambiar el mundo
Si la emergencia climática es un tema tan cercano a su corazón como lo es al nuestro, considere nuestra innovadora gama de ETFs de bonos verdes para lograr un impacto tangible y dirigido a dicho fin. Nuestro fondo, lanzado en 2017, fue el primero de su tipo en el mundo. Desde entonces, ha sido premiado con la prestigiosa etiqueta Greenfin, una certificación nacional para inversiones privadas en una economía verde introducida por el gobierno francés después de la COP21. La etiqueta consolida su credibilidad como fondo comprometido con la financiación de la economía verde, ya que demuestra un alto nivel de exigencia en cuanto a la calidad «verde» de sus activos subyacentes.
François Millet, director de Estrategia, ESG e Innovación de Lyxor ETF.
Pixabay CC0 Public DomainNimalan Tharmalingam . Nimalan Tharmalingam
Cómo cambian las cosas en un año. Tras un traumático 2018, el año pasado permitió a los inversores capturar la segunda mejor rentabilidad de los últimos 30 años con una combinación de valores de renta fija mundial y bonos a largo plazo. Por lo que respecta a las acciones, también fue un año de expansión sin precedentes de los múltiplos, superada solo una vez desde las postrimerías de los años 80, en 2009, cuando los mercados se hallaban en plena recuperación tras la devastadora crisis financiera. Por consiguiente, en 2020, los beneficios tendrán que transformarse en precios para que el avance tenga potencial (gráfico 1).
Existen como mínimo dos motivos para creer que podrían lograrlo. En primer lugar, las amenazas relativas al comercio mundial y la versión más dura del Brexit resultan considerablemente más reducidas que antes, incluso a mediados de diciembre. La reducción de la incertidumbre debería favorecer una ligera recuperación de la confianza de las empresas y los beneficios corporativos en 2020, en especial en segmentos que se mostraron más sensibles a los acontecimientos en cada caso.
En segundo lugar, según el consenso y nuestros propios pronósticos, el crecimiento económico será prácticamente tibio: ni tan sólido que haga necesaria una subida de los tipos de interés, ni tan débil como para reavivar los temores de recesión. Por consiguiente, los responsables políticos han decidido mantener los tipos «bajos durante más tiempo», por lo que el tipo de descuento aplicado a los beneficios previstos probablemente se mantenga convenientemente bajo, con los diferenciales de crédito contenidos. Esto último vuelve una complicada tarea la inversión en renta variable diversificada si los mercados de renta fija no están en el punto adecuado. No obstante, hay excepciones, y el Reino Unido se presenta cada vez más como una de ellas.
La renta variable del Reino Unido recupera el favor de los inversores
A principios de enero, ampliamos nuestra asignación a acciones británicas a favorable desde la anterior posición neutral, con lo que la renta variable en su conjunto se convirtió en una de las clases de activos que privilegiamos. Si bien las acciones del Reino Unido participaron de la revalorización generalizada el año pasado (gráfico 2), su avance en comparación con el de otros mercados fue lo suficientemente moderado para que la diferencia entre los PER a un año se ampliara en casi dos puntos frente a Europa y en tres puntos y medio en comparación con la renta variable mundial, más del doble de las medias históricas y cotas extremas de los 15 últimos años (gráfico 3). Las posiciones infraponderadas de los inversores también parecen extremas, a pesar del leve aumento en los flujos de los ETF después de las elecciones.
Esto no quiere decir que las perspectivas para el Reino Unido estén garantizadas, sino que son mucho menos inciertas que hace uno o dos meses. Siguen existiendo riesgos respecto del destino final del Brexit: con una abultada mayoría del Partido Conservador, de hecho puede haber aumentado la probabilidad de que el acuerdo comercial sea magro al tiempo que se ha reducido la perspectiva favorable de un acuerdo que conservara las ventajas de la estrecha coordinación. Cualquier acuerdo o, incluso, la prórroga de los acuerdos transitorios también requiere la aprobación por parte de todos los Estados miembros de la UE. Sin embargo, como contraste, se han desvanecido los riesgos de aumento del impuesto de sociedades, nacionalización y una mayor carga regulatoria que prometió el Gobierno liderado por Corbyn. Y, evidentemente, el Reino Unido es también un mercado defensivo en esencia, con buenos dividendos que siguen intactos.
En conjunto, el mercado británico ofrece una atractiva prima de riesgo, en su propio contexto y, especialmente, en comparación con otros mercados. El cambio en las revisiones de los beneficios llevadas a cabo por los analistas en las últimas semanas sugiere un mayor optimismo que el que se desprende de las actuales valoraciones del mercado.
Anotaciones:
(1) Esto no quiere decir que se hayan resuelto, como puede verse, por ejemplo, en https://www.piie.com/experts/peterson-perspectives/trade-talks-episode-118-ins-and-outs-us-china-phase-one-trade-deal. Sin embargo, se ha producido un cambio de rumbo.
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Una de las principales modificaciones -en nuestra opinión, positiva- que trae consigo la reciente transposición parcial, a través del Real Decreto-ley 3/2020, de la directiva europea que regula las actividades y la supervisión de los fondos de pensiones de empleo en España, es el mayor nivel de información y transparencia a sus partícipes.
La medida se dirige a garantizar mayor protección para los partícipes de los fondos de pensiones de empleo y no cabe duda de que permitirá a estos llevar a cabo una mejor planificación y gestión del ahorro para su jubilación. En este sentido, también es importante detenerse en que en la transposición parcial echamos de menos un requerimiento explícito a las entidades gestoras para que informen del nivel previsto de prestación de jubilación a los partícipes de los planes de pensiones de empleo, como contempla la directiva.
Tendremos que esperar a conocer la reglamentación de la normativa para conocer el contenido final al respecto. Y no es algo a obviar, ya que la obligación de que las gestoras informen a los partícipes de su posible futura pensión privada puede llevar además a un aumento del ahorro en planes de pensiones, ya que se pondrá de manifiesto que el patrimonio acumulado por cada partícipe es claramente insuficiente para no ver grandes caídas del nivel de vida en su jubilación.
Otra importante novedad implícita en el Real Decreto Ley 3/2020 entronca con la regulación de un sistema de buen gobierno para los planes de pensiones de empleo, lo que fortalece la gobernanza de las entidades gestoras y las Comisiones de Control de estos vehículos y, en nuestra opinión, debería redundar en unos mejores resultados de la gestión del patrimonio. Según la nueva normativa, las entidades gestoras, de no haberlo hecho ya, tendrán un plazo de seis meses para optimizar su actual sistema de gobierno para garantizar una gestión adecuada y prudente de sus actividades.
Entre las modificaciones que llegan con la transposición es importante también tener en cuenta que, aunque los principales requerimientos en materia de gobernanza siguen recayendo principalmente sobre las entidades gestoras, la nueva normativa involucra a la Comisión de Control del fondo de pensiones de empleo en el propio sistema de buen gobierno, equiparando la Comisión de Control al órgano de dirección de la entidad gestora. Esto se traduce directamente en un hecho claro: los nuevos requerimientos exigidos por la ley a la Comisión de Control implican incorporar a miembros con conocimientos en materia de gestión de riesgos que les permita tomar la mejor decisión en interés de los partícipes y beneficiarios.
Hablamos de una mejor gestión del riesgo, lo que redunda en una mayor resiliencia para afrontar cambios y volatilidad del mercado y, en definitiva, mayor seguridad y protección a los partícipes de los planes de pensiones de empleo.
Pero la nueva normativa implica también una mayor carga para las gestoras y los planes de pensiones de empleo. Una de las posibles consecuencias a nivel macro es que las pequeñas gestoras que trabajan en este nicho de mercado y no cuenten con gran masa crítica se replanteen su posicionamiento, o incluso la cesión de este negocio a otras entidades con mayor capacidad.
Tribuna de Gregorio Gil de Rozas, director de Jubilaciones de Willis Towers Watson España.
Pixabay CC0 Public Domain. Renta fija vs. renta variable: dos mercados que convergen con intereses divergentes
En el actual ciclo económico y de inversión maduro, las empresas pueden encontrar mayores dificultades para hallar el equilibrio entre los intereses de sus accionistas y sus bonistas. Los inversores suelen pensar en acciones y bonos corporativos de forma separada. Sin embargo, en realidad son dos caras de la misma moneda y lo que favorece a un mercado puede tener implicaciones en el otro. Esto es importante ya que las decisiones tomadas por las empresas en la última década han hecho que estos dos mundos converjan. A medida que el ciclo madure, las empresas se verán obligadas a elegir qué lado favorecer.
La vulnerabilidad del mercado de deuda se está extendiendo
En todos los mercados desarrollados, las empresas han capitalizado el descenso de los tipos de interés desde la crisis financiera mundial aumentando considerablemente la carga de su deuda. En Estados Unidos, las empresas no financieras del mercado de bonos corporativos están más apalancadas de lo que estaban durante la crisis financiera y la caída de las puntocom.
Claramente, desde la perspectiva de un inversor de deuda corporativa, esta es una tendencia preocupante. Sin embargo, también aumenta el riesgo para los inversores de renta variable, ya que los altos niveles de deuda incrementan el riesgo de dificultades financieras.
Lo que es importante, tanto para los inversores de acciones como los de crédito, es que esta acumulación de deuda ha sido más llamativa en sectores que los inversores están acostumbrados a considerar relativamente seguros. Los niveles de deuda de las empresas no cíclicas se han disparado mucho más allá de los máximos anteriores. Entre ellas se encuentran empresas de los sectores de consumo básico, comunicaciones, servicios públicos y atención sanitaria. En cambio, los emisores de los sectores más cíclicos han sido relativamente moderados.
Los peligros de las estrategias de bajo riesgo en renta variable
Seamos inversores de deuda o de acciones, estamos acostumbrado a pensar que las empresas no cíclicas son menos sensibles al ciclo económico y, por consiguiente, implican menor riesgo. Por ejemplo, los productos de primera necesidad y las empresas de servicios públicos son sectores populares en las estrategias de renta variable de baja volatilidad y alto dividendo. Sin embargo, su gran cantidad de emisiones de deuda significan que esto ya no puede darse por sentado. Invertir en una cesta únicamente de empresas no cíclicas podría exponer a los inversores a más riesgo, no menos.
¿Es hora de vengarse por las recompras de acciones?
Otra tendencia importante de las empresas en la última década ha sido el aumento de los pagos a los accionistas mediante dividendos y, sobre todo en los Estados Unidos, la recompra de acciones. Desde la perspectiva del inversor de renta variable, la recompra tiene al menos dos consecuencias inmediatas:
Reduce el número de acciones en circulación, lo que proporciona un aumento de los beneficios por acción. Bank of America calcula que, desde 2013, las recompras netas han contribuido al 15% del crecimiento de las ganancias del mercado de valores de los Estados Unidos.
Inyecta una fuente adicional de demanda de las acciones de la compañía, esta demanda más alta puede presionar al alza el precio de las acciones.
Desde la perspectiva del inversor en deuda, las recompras son negativas. Estas reducen la cantidad de capital social en los balances de las empresas, lo que significa que hay menos margen de maniobra ante imprevistos que permita proteger a los tenedores de deuda ante pérdidas. En el pico alcanzado en 2017, 150.000 millones de dólares, o el 34% de las recompras estadounidenses, se financiaron con deuda, según datos de Goldman Sachs a 3 de diciembre de 2019.
Si bien se puede argumentar que pasar de las acciones a los bonos ha sido una opción racional dados los bajos tipos de interés, este comportamiento podría haber alcanzado ahora su límite natural, especialmente para las empresas más vulnerables. Puede sorprender a algunos inversores que, antes de 2004, la emisión de nuevas acciones generalmente superaba a las recompras. El endurecimiento de las políticas monetarias puede obligar a las empresas a recortar los pagos a los accionistas (discrecionales) y potencialmente emitir más acciones.
El sector de servicios públicos podría ser como un canario en una mina de carbón, que avisa del riesgo de gas. Desde 2013, las empresas de servicios públicos han emitido más acciones de las que han comprado, lo que va en contra de la tendencia general del mercado.
Cuidado con la deuda BBB
Otra área de vulnerabilidad de los mercados de crédito y de valores es el segmento con calificación BBB del mercado de bonos corporativos. Estas son las compañías de grado de inversión más vulnerables (high yield). Esta cuestión ha crecido en importancia a medida que el volumen de los bonos BBB ha aumentado sustancialmente. Actualmente representan más del 50% del mercado de bonos corporativos de grado de inversión de los Estados Unidos. El volumen potencial de las rebajas de calificación es significativo. Claramente, este no es el tipo de incertidumbre que los inversores esperan cuando compran estos bonos para obtener ingresos estables.
Cómo navegar en un entorno complicado
Los inversores, tanto de acciones como de bonos, se enfrentan ahora a una serie de problemas comunes, lo que sugiere que los dos mundos están, en cierta medida, convergiendo. Para navegar en este entorno complejo, creemos que los accionistas tendrán que adoptar más la perspectiva del balance de los analistas de crédito, poniendo menos atención al crecimiento de los beneficios. Del mismo modo, los tenedores de bonos tendrán que centrarse cada vez más en la viabilidad de los márgenes actuales y las ganancias futuras, en lugar de apoyarse en la frágil ayuda de la cobertura de altos intereses.
Las empresas que siguen llevando a cabo medidas que favorecen a las acciones, podrían poner bajo presión a los inversores de sus bonos. Los diferenciales de crédito podrían aumentar a medida que aumente el riesgo de impago y de rebaja de la calificación crediticia. Por el contrario, las empresas que emprenden acciones que dan prioridad a los tenedores de bonos probablemente sean menos generosas a la hora de distribuir efectivo a los accionistas.
Los inversores tienen tendencia a considerar las inversiones en acciones y en crédito de forma aislada, separadas unas de otras. Sin embargo, esto ya no es apropiado (si es que alguna vez lo fue). A medida que los ciclos económicos y crediticios entran en sus últimas etapas, sus mundos convergen, pero sus intereses divergen.
Pixabay CC0 Public Domain. La transición hacia un enfoque rentabilidad – riesgo – impacto en los fondos de inversión
En septiembre de 2015, fue aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible con el objetivo de eliminar la pobreza, luchar contra la desigualdad y la injusticia y poner freno al cambio climático, entre otros, para conseguir un desarrollo mundial sostenible.
La Agenda incluye 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) con el objetivo de promover la cooperación entre naciones y corporaciones y de movilizar y concienciar a la totalidad de la sociedad de la importancia de lograr las metas comunes y así garantizar un mundo más sostenible para las próximas generaciones. Estos ODS pretenden abordar los grandes retos globales, desde la lucha contra la pobreza o el cambio climático hasta la educación, la salud, la igualdad de género, la paz o las ciudades sostenibles. Y cada ODS incluye diferentes metas (en total 169) que contribuyen al cumplimiento del objetivo.
Pero para alcanzar un impacto real, no solo se debe implicar las instituciones, sino también a empresas e individuos – por ejemplo, mediante un consumo responsable -. El sector financiero y en particular los fondos de inversión no son ajenos a esa realidad, de hecho, deben financiar y respaldar el cambio necesario.
¿Cómo podemos influir en los ODS desde la gestión de fondos de inversión?
En sus inicios, las estrategias ISR se focalizaron exclusivamente en la exclusión de ciertas compañías o sectores de sus universos de inversión por el hecho, principalmente, de que su negocio estaba relacionado con actividades como, por ejemplo, el tabaco, el armamento o el juego. Durante los últimos años, la tendencia por parte de la comunidad inversora a la hora de acometer inversiones ha sido dar un paso más e incluir factores extra financieros en la definición de sus universos y procesos de inversión, como por ejemplo la consideración de factores ASG (ambientales, sociales y de gobierno corporativo). Siguiendo esta misma línea, los ODS ofrecen la oportunidad de añadir indicadores no financieros para evaluar las externalidades positivas o negativas de nuestras inversiones, además de potenciar el diálogo con las empresas cotizadas en aras de influir estratégicamente en sus planes de negocio.
No hay que olvidar que la inversión responsable no está reñida en ningún caso con la rentabilidad, sino más bien todo lo contrario, como ya demuestran numerosos estudios. Y es que reducir riesgos (regulatorios, reputacionales, etc.) necesariamente nos debe conducir a compañías mejor gestionadas, con unos costes de capital menores, lo cual facilita entre otros el acceso a recursos de forma más eficiente.
Por este motivo en los próximos años será una constante la proliferación de fondos que incluyan los ODS en su política de inversión a través del lanzamiento de nuevos fondos, el cambio de política de los existentes o la inclusión de métricas no financieras que reporten el impacto en los ODS. La transición desde el tradicional binomio rentabilidad-riesgo hacia un enfoque rentabilidad-riesgo-impacto es ya una realidad.
En este sentido, las gestoras deben ayudar a empoderar al inversor particular y, en su misión fiduciaria, no cabe sino aumentar el diálogo con las empresas en las que se invierte, estableciendo un compromiso accionarial que vaya más allá de la mera retribución. Los ODS permiten a gestores y analistas aumentar la convicción en las empresas en que se invierte, mediante el análisis exhaustivo de indicadores clave de cada una de las submetas recogidas en los propios ODS. Porque si hoy en día la valoración de una compañía se establece principalmente en base a activos intangibles, ¿por qué no analizar aspectos claves de los grupos de interés y como éstos impactan en la empresa? Sólo así podremos anticipar riesgos potenciales y detectar también oportunidades de inversión.
Por todo ello la integración de factores ASG debe permitir establecer algún tipo de rating cualitativo que complemente al scoring habitual basado en métricas financieras.
El respaldo europeo a la inversión sostenible
Recientemente la Comisión Europea ha presentado el ambicioso “green deal” o pacto verde para Europa: un paquete legislativo, que incluye muchas medidas distintas, con el que pretende transformar radicalmente su economía para lograr que Europa sea el primer continente climáticamente neutral para el año 2050. La Comisión ha estimado que alcanzar los objetivos de la Agenda 2030 requerirá una inversión anual adicional de 260.000 millones de euros, alrededor del 1,5% del PIB de 2018. Este flujo de inversión deberá mantenerse (y previsiblemente incrementarse) en los próximos años.
La magnitud del desafío requiere, por lo tanto, movilizar tantos recursos públicos como privados. Una de las claves principales radica en la implicación del sector privado, al cual se le invita a tomar las riendas y fomentar la consecución de los ODS en sus respectivas áreas de actuación y entre sus principales grupos de interés para contribuir de forma activa en este proceso de transformación. Además de exigirle responsabilidad, también se le ofrecen oportunidades para desarrollar sus respectivos negocios.
Y en todo este ecosistema, las gestoras podemos y debemos contribuir activamente y tomando las riendas para conseguir estas metas.
Tribuna Xavier Fàbregas, director Caja Ingenieros Gestión
Pixabay CC0 Public Domain. El Mirabaud Emerging Markets Fixed Maturity 2025 reabre para nuevas suscripciones con una TIR bruta del 3,9% en euros
Si 2019 ha sido un año muy interesante para la deuda emergente, 2020 no lo va a ser menos. De hecho, en un mercado en el que los tipos de interés plantean un escenario complejo, vemos cómo el segmento de la deuda emergente denominada en euros mantiene su crecimiento. Según las previsiones del FMI, este ejercicio también crecerá el mercado global de emergentes, concretamente un 4,7%, por encima del 4,1% del año pasado y del 2% de media de los países desarrollados.
Tenemos así un entorno de inversión altamente resiliente en el que prevemos un importante aumento del número de emisores y atractivos rendimientos durante los próximos años. En este hábitat favorable, y tras el éxito que nuestro Fixed Maturity 2025 Fund en euros obtuvo tras su lanzamiento el pasado 25 de octubre, ofrecemos nuevas oportunidades de inversión en este mercado pujante con la reapertura del fondo el próximo marzo.
El gran apetito que hemos detectado en el mercado por esta clase de activo a vencimiento fijo ante lo limitado que fue su periodo de comercialización (de apenas un mes) ha sido uno de los motivos de tomar esta decisión estratégica en relación al Mirabaud Emerging Markets 2025 Fixed Maturity Fund en euros.
Una decisión refrendada, además, por los estudios exhaustivos que el equipo de gestores y analistas del fondo, liderado por Daniel Moreno, ha realizado sobre el entorno de renta fija en mercados emergentes. A lo expuesto previamente, se suma un contexto clave: el crecimiento de la deuda emergente es el reflejo real del crecimiento económico y, mientras este continúe, la deuda emergente seguirá avanzando. En emergentes, el crecimiento económico todavía es mucho mayor que el de la deuda, y esto hace que la solvencia y los riesgos de crédito, de media, permanezcan bastante bajos.
El Mirabaud Emerging Markets 2025 Fixed Maturity Fund denominado en euros se gestiona con un enfoque buy and hold a vencimiento fijo, y se construye sobre las mejores ideas de inversión en deuda emergente, con más de 50 emisores y 30 países diferentes. Está, además, muy diversificado en cuanto a tipología de bonos: corporativos (59%), soberanos (25%) y cuasi-soberanos (16%).
Con esas premisas, y el magnífico momento por el que atraviesan los mercados emergentes, contamos para esta estrategia con una TIR bruta estimada del 3,9% y un cupón estimado del 4% en euros, tras descontar los costes de cobertura. La calidad crediticia de la cartera es BB-. Su vencimiento medio es de 4,5 años, lo que se traduce en una duración de 3,2 años; un período que no es demasiado corto y que consideramos ideal para invertir en deuda emergente, sobre todo en este momento.
Al configurar nuestras carteras de deuda emergente, en Mirabaud defendemos una toma de decisiones flexible y de convicción, porque creemos que es el único modo de aprovechar las oportunidades existentes y obtener el máximo rendimiento en cada momento del ciclo de mercado, por complicado que este sea.
En este sentido, y centrándonos en el Mirabaud Emerging Markets 2025 Fixed Maturity Fund en euros, existen distintas ventajas invirtiendo con un enfoque buy and hold a vencimiento fijo en el actual momento de mercado. Una de ellas es que se reducen los costes por operaciones frente a los de los bonos individuales y los fondos tradicionales. Por otro lado, casi eliminamos el riesgo de liquidez, que, en la actualidad, es un factor que está teniendo un efecto considerable tanto en el retorno como en el riesgo.
El fondo abrirá sus puertas a nuevos inversores el próximo 2 de marzo, con un periodo de comercialización que concluirá el 27 de ese mes.
Tribuna de Elena Villalba, directora general de Mirabaud Asset Management para la Península Ibérica y Latinoamérica
En la creación del presupuesto anual, tener correctos los supuestos macroeconómicos es de vital importancia. Es un tema del que ya he hablado en otras ocasiones, y que me gustaría retomar este mes.
Cuando se publicaron los Criterios Generales de Política Económica (CGPE) en septiembre 2019 en México, hubo una serie de críticas respecto a que algunos supuestos macro eran demasiado optimistas. ¿Fueron infundadas estas críticas? Ya entrados en 2020, ¿siguen siendo realistas las metas que propuso el gobierno? En la Gráfica 1 podemos ver los supuestos y los pronósticos actuales.
1. Menor crecimiento del PIB
A finales del año pasado, el crecimiento estimado para 2020 era de 1,40%. Sin embargo, este estimado ha ido a la baja por temas locales y globales. Específicamente, si no se logra contener en tiempo y forma la pandemia de coronavirus, podríamos ver cifras de crecimiento aún más deprimidas. Asimismo, si no se logra reactivar la inversión y la construcción en el país, podríamos enfrentarnos a un año similar al 2019.
Actualmente, el pronóstico de crecimiento bajó de 1,4% a 1%, sin embargo, ya hay analistas que tienen su estimado alrededor del 0,5%. Esto obviamente impacta en las finanzas públicas: menor crecimiento, menor recaudación. De hecho, por cada 0.5% menos de crecimiento, se estima que se dejará de recaudar alrededor de 17.247 millones de pesos. Es decir, si el crecimiento termina en 0,5% como lo estiman algunos analistas, el agujero en ingresos por esta cuestión sería de 51.741 mns. de pesos.
2. Producción de petróleo y precio de la mezcla
La producción de petróleo es el gran tema. El gobierno se ha ufanado de que logró detener la caída de la producción, lo cual es cierto, pero no ha ahondado en cómo lo ha hecho. Veamos los datos. En esencia hay 3 grandes zonas petroleras en el país: 1) Cuencas del sureste (por mucho la más productiva, equivalente al 95% de la producción); 2) Tampico-Misantla (4% de la producción); 3) Veracruz (1%).
En la gráfica 2 vemos que efectivamente la producción detuvo su caída, pero ¿de dónde viene la producción extra que ha logrado contrarrestar los efectos de la caída en producción de Cantarell y Ku-Maloob-Zaap? Lo ideal sería que de nuevos pozos, pero la respuesta no es esa.
De los 200 campos activos que existían en el país a finales de 2019, solo 8 eran nuevos. Esos 8 nuevos campos (divididos entre la zona de Cuencas y Tampico-Misantla) aportaron 16,4 Mbd, es decir, prácticamente nada (menos del 1% de la producción a cierre de diciembre). Entonces, la producción extra debió venir de la sobreexplotación de los campos existentes, incluido Cantarell (Gráfica 3).
¿Qué tan sostenible es esto? No mucho. El incremento en producción debe venir de la exploración de nuevos campos, y no de la sobreexplotación de los existentes.
En este sentido, la meta de 1.951 Mbd para 2020 es prácticamente imposible. De seguir con la misma estrategia, es probable que la producción se mantenga sin muchos cambios durante 2020, lo que implicaría que los estimados de los CGPE se quedarían cortos por alrededor de 200 Mbd. Esto implica un agujero en las finanzas públicas de 65.188 millones de pesos.
Ahora bien, respecto al precio del petróleo, actualmente se estima en 45 dólares por barril. Sin embargo, hay que recordar que la cobertura hecha para 2020 fue a un precio de 49 dólares (mismo que el presupuestado en los CGPE), por lo que se podría ejercer, y no habría un impacto para las finanzas públicas.
3. El tipo de cambio podría apreciarse.
Según fuentes cercanas al presidente podemos afirmar que hay dos cosas a las que teme y quiere evitar a toda costa: 1) perder el grado de inversión; 2) una depreciación fuerte del tipo de cambio.
Hasta ahorita una serie de factores externos (debilidad del dólar más que nada) ha ayudado a que el tipo de cambio se aprecie. Sin embargo, ¿esto es realmente positivo para las finanzas públicas? La respuesta es no. Un tipo de cambio depreciado ayuda a la recaudación a través de la venta de petróleo. Se estima que por cada 0,10 de dólar que se aprecie el tipo de cambio, se dejará de recaudar alrededor de 3.419 millones de pesos.
Entonces, con una FED ligeramente más acomodaticia por temas de crecimiento, esto podría implicar recortes extras a la tasa de interés, debilitando el dólar aún más (esto fortalecería al peso). Si bien este aún no es el caso base (pues se cree que la debilidad por el coronavirus será transitoria), es un riesgo que hay que tener presente.
Por lo pronto, a los niveles actuales (18,60 pesos por dólar), existe una apreciación de 1,30 respecto a los CGPE, lo que implica un agujero en la recaudación de 44.447 millones de pesos.
Juntando los 3 efectos mencionados, la recaudación para este año se podría ver afectada en 161.376 millones de pesos (Gráfica 4).
Ahora bien, para estabilizar los ingresos se cuenta con el Fondo de Estabilización de los Ingresos Presupuestarios (FEIP), sin embargo, el año pasado se usó cerca de la mitad del FEIP, y su saldo a cierre de diciembre era de 158.500 millones de pesos (Gráfica 5), es decir, prácticamente el agujero en el presupuesto que esperamos para 2020.
¿Qué es lo que hará el gobierno, acabarse el FEIP o hacer recortes al gasto? Creo que acabarse el FEIP mandaría una señal negativa al mercado, una señal más simbólica que realista, pues el saldo remanente del FEIP realmente no es un buen estabilizador del ingreso en casos extremos (como lo es, por ejemplo, el fondo soberano de Noruega, cuyo saldo equivale a 3 veces el PIB noruego). Entonces, probablemente aplique una combinación de ambas: utilizar el FEIP hasta cierto monto, y el resto solventarlo vía recortes al gasto.
Esto me hace pensar en un círculo vicioso: Falta de crecimiento que disminuye los ingresos, que a su vez disminuye el gasto, que a su vez disminuye el crecimiento. Y todo vuelve a comenzar. ¿Estamos en un “estancamiento sostenible” propiciado en su mayoría por la dinámica gubernamental? Después de todo, si revisamos la composición del PIB, el porcentaje que ha decrecido fue el correspondiente al sector gubernamental, mientras que el sector privado el año pasado creció, poco, pero lo hizo.
Por suerte, no tendremos que esperar mucho para ver cuál será el rumbo que tome el gobierno. A principios de abril publicarán los precriterios de política económica, que en esencia son el borrador de los CGPE para 2021 e incluyen una actualización de los supuestos macro para cierre de 2020. Ahí veremos si están corrigiendo el rumbo, o si podemos esperar un 2020 muy similar al 2019.
Columna de Franklin Templeton México, escrita por Luis Gonzali, CFA. Estratega de Renta Fija
El lustro 2015-2019 fue especialmente difícil para el sistema de pensiones. El SAR sufrió reveses por las alzas verticales de las tasas “largas”, la devaluación del peso, y el repunte de la inflación, principalmente. Beneficiados por la moderación de las variables en los últimos trece meses, los activos netos del sistema crecieron 66,66% en el ciclo, con promedio anual de 13,33%. Dos miradas necesarias:
Descontando el 20,82% de inflación acumulada entre enero de 2015 y noviembre de 2019, el aumento de los activos fue de 37,93% en términos reales.
En dólares, los activos subieron 25,7%, con promedio anual de 5,14%. Pudo haber sido peor, pues entre junio de 2014 y enero de 2017 el tipo de cambio subió 70%. El sistema es vulnerable a las vicisitudes cambiaras; si los parámetros de inversión en activos internacionales se ampliaran, podría resentir menos la devaluación de la moneda.
¿Cuánto cambiaron los activos netos en cada Afore?
Véase la tabla siguiente, ordenada por porcentaje de aumento. Las cinco primeras gestoras ganaron participación. Diríase que Sura la mantuvo y XXI Banorte dejó algo en el camino.
La participación de Azteca se duplicó, a 2,75%. En diciembre de 2014 el monto de sus activos no era ni un tercio de los de Inbursa; de mantener el ritmo, pronto dejaría a ésta el último lugar que ha ocupado por años.
Meritorio el crecimiento superior a 100% de PensionISSSTE, Coppel y Profuturo.
Invercap, Inbursa y Principal perdieron peso notorio. El incremento de sus activos fue inferior a 5% anual promedio, menos de lo que hubieran logrado por puras aportaciones si hubiesen mantenido el número de cuentas, e incluso sin afiliados nuevos. El rezago de Invercap fue consecuencia de flujos netos (entradas menos salidas) muy bajos, de 4,081 millones de pesos; el de Inbursa y Principal, de retiros netos de 7,077 y 21,215 millones de pesos, respectivamente. El caso de Principal es llamativo: perdió participación pese a sumar los 70.159 millones de pesos de Metlife.
Los “no registrados”, uno de los grandes pendientes del SAR
Desde el origen no hubo regulación ni soluciones o propuestas correctivas para registrar a millones de trabajadores, tampoco para encauzar a quienes se incorporan a la vida productiva. La proporción de registrados subió marginalmente pero los “no registrados” son más: eran 16,7 millones en 2014; son ya 19,2 millones al inicio de 2020. En alguna nota apunté que en Chile no hay tal problema porque el trabajador estipula la AFP al firmar su contrato laboral. En México, la tarea se deja a administradoras y (des)interesados. Es costosa y difícil.
Los “no registrados” se distribuyen y redistribuyen en función de la rentabilidad (criterio ya ampliado), que es el atractivo de quienes se cambian por motu proprio.
XXI Banorte perdió la mitad de trabajadores, todos los que tenía asignados y poco más.
El incremento de Azteca se debe a que en 2018 ganó la licitación para administrar 8,1 millones de cuentas por tres años. Consar describe el hecho así, para quien pueda entenderlo: “…se llevó a cabo un proceso masivo de asignación de cuentas a la Prestadora de Servicios (cuentas de trabajadores asignados con recursos depositados en Banco de México), lo que provocó un incremento considerable en el total de cuenta.”
Resaltan los casos de Principal e Invercap, que perdieron el 36% y 34% de trabajadores. Principal cedió al 87% de los distribuidos; Invercap, a la totalidad, y fue dejada además por 400 mil registrados.
Casos paradigmáticos los de Coppel e Inbursa, que en 2015 contaban con el 100% de registrados y en 2019 seguían con cifras altas: 94% y 99%, respectivamente. La cuestión es que Coppel casi duplicó sus clientes mientras que Inbursa perdió 9,6%. Previo a la asignación masiva, Azteca tenía también solo a registrados. PensionISSSTE, como Coppel, se favoreció de su buena racha de rendimientos para multiplicar sus cuentas.
Sin el caso extraordinario de Azteca, las de mayor incremento fueron Coppel, 73,6% y PensionISSSTE, 62,9%.
La más baja proporción de cuentas registradas es de Sura, con 56%. Sigue sumando con las distribuciones. Exceptuando, claro, a Azteca, cuyo 33,2% se explica párrafos arriba.
A inicio de 2014 las expectativas de la economía se describían favorables. Los pronosticadores fallaron. El fiasco de la reconversión del sector energético, el desplome del precio del crudo, la irrupción de Trump, y diversos males internos fueron mazazos duros. A inicio de 2020 todos se empeñan en augurar que el nuevo ciclo será difícil. En ese entorno transitará el sistema de pensiones, con sus reformas impostergables. Ojalá se amplíe el régimen de inversión, para potenciar rentabilidad, aprovechar oportunidades externas y cubrir adversidades.