Pixabay CC0 Public Domain. El hidrógeno como respuesta
En diciembre de 2019, en Kobe (Japón), se botó el primer buque de hidrógeno líquido. Puede transportar hasta 1.250 m3 de hidrógeno —en torno a la mitad del tamaño de una piscina olímpica— a -253°C. Si bien la noticia pasó desapercibida para buena parte del mundo, supuso un hito clave, porque el hidrógeno se puede usar para almacenar energía.
El desacoplamiento de generación y consumo de energía es uno de los grandes retos a los que se enfrentan las energías verdes, como la eólica y la solar. Se trata de fuentes intermitentes de energía porque dependen de factores como la meteorología. Por tanto, dado que no pueden producir un flujo continuo de electricidad, la energía que generan debe almacenarse para cuando se necesite. El hidrógeno puede ser parte de la respuesta.
Cómo funciona
El hidrógeno se produce mediante la electrolisis del agua, proceso en el que el hidrógeno y el oxígeno se separan. La energía libre de carbono de fuentes eólica, solar u otras renovables puede utilizarse para convertir el suministro de agua en hidrógeno de manera «limpia». Posteriormente, cuando se necesita la energía limpia, el hidrógeno puede transformarse en electricidad mediante una pila de combustible o una turbina. Es algo muy similar a la manera en que el gas natural se utiliza para generar electricidad y calefacción.
El hidrógeno puede utilizarse para resolver algunos de los problemas más importantes que plantea la «transición energética» a una economía no dependiente de los combustibles fósiles. Puede ofrecer energía limpia para sectores contaminantes como los del cemento o el acero, que necesitan cantidades ingentes de energía difíciles de obtener de fuentes de bajas emisiones.
Uno de los retos de la generación de energía de fuentes renovables es que tiende a desestabilizar las redes existentes de suministro de energía, construidas para métodos de generación sólidos y previsibles. El hidrógeno puede permitir el almacenamiento en épocas de exceso de producción y contribuir a que las renovables supongan un porcentaje mayor de la cesta de generación de energía total.
El hidrógeno es una parte vital de la solución
El hidrógeno no es una solución de almacenamiento de energía perfecta. No obstante, para conseguir una adecuada transición energética, la respuesta última bien puede ser una combinación de diferentes tecnologías de almacenamiento que incluya las baterías y el hidrógeno. Ninguna solución de almacenamiento ahorrará emisiones de carbono mientras la generación de energía continúe basándose en gran medida en combustibles fósiles, si bien un mejor almacenamiento puede impulsar un despliegue general de las energías renovables. En la actualidad, la cesta de generación de energía sigue dependiendo en gran medida del carbón, el gas y la energía nuclear. Una reducción significativa de las emisiones de carbono exigirá una proporción mucho mayor de renovables.
Según la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), será necesario multiplicar por tres la capacidad instalada de energía eólica terrestre y por diez en el caso de la energía eólica marina en la próxima década para permanecer en el objetivo de calentamiento global de dos grados para 2050*. Sin tecnologías de almacenamiento como el hidrógeno, no tendría sentido expandir en tal medida las renovables, pues se podría llegar a poner en peligro las redes de energía del mundo.
Japón podría ser líder en el desarrollo de nuevas tecnologías de hidrógeno. Este país desde el que se botó el vanguardista buque parece firme en su determinación para demostrar su capacidad industrial en relación con el hidrógeno, incluidos los Juegos Olímpicos de 2021, cuya antorcha permanecerá encendida gracias al hidrógeno. Por su parte, la primera fase de la estrategia de hidrógeno de la Unión Europea exige la instalación de, al menos, seis gigavatios de electrolizadores de hidrógeno renovable en la UE y la producción de hasta un millón de toneladas de hidrógeno renovable para 2024. Prevé el despliegue a gran escala de tecnologías de hidrógeno renovable en todos los sectores difíciles de descarbonizar para 2050.
Claramente, si bien el hidrógeno es una pieza del rompecabezas de la transición energética, mucho más amplio, los inversores tendrán un número creciente de oportunidades para invertir en esta tecnología, potencialmente transformadora.
Tribuna de Andreas Fruschki, CFA, responsable de renta variable global temática en Allianz Global Investors.
*Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), Future of Wind – Deployment, investment, technology, grid integration and socio-economic aspects, octubre de 2019.
Foto cedidaEl director comercial de Amundi ETF, Indexing & Smart Beta para Iberia y Latinoamérica, Juan San Pío. La lucha contra el cambio climático también puede ser pasiva
Desde que se alcanzara en 2015 el Acuerdo de París, cuando el mundo se reunió para fijar un límite al aumento de la temperatura global de 2°C por encima de los niveles preindustriales, los inversores han debatido sobre cómo invertir en pro de un impacto climático positivo. Para muchos, los enfoques activos a la inversión climática no eran ni asequibles ni adecuados; y la primera generación de índices de ‘low carbon’ resultaba insuficiente. Con la introducción de nuevas etiquetas de índices climáticos en la regulación de la UE, los inversores tienen una nueva forma de marcar la diferencia.
En un movimiento que subraya la importancia del papel de las finanzas, y de la gestión indexada en particular, en la transición a una economía baja en carbono, la UE reunió a un panel de expertos de la industria de inversión, académicos y profesionales en sostenibilidad para desarrollar el etiquetado de índices y ofrecer a los inversores unas guías transparentes y claras en torno a la inversión sostenible. Los índices que utilicen las etiquetas de la Unión Europea permitirán ampliar la adopción por parte de los inversores pasivosy el uso de dos niveles de reducción de emisiones de carbono ofrecerá claridad y facilitará una transición sencilla.
Es cierto que el estilo de inversión ‘low carbon’ no es totalmente nuevo. Amundi codesarrolló la serie de índices MSCI Low Carbon Leaders con FRR (Fonds de Réserve pour les Retraites), el Fondo de Reserva para la Jubilación francés, y AP4 (Fourth Swedish National Pension Fund), el Cuarto Fondo Nacional de Pensiones suizo, en 2014. Sin embargo, la nueva generación de índices de cambio climático,reforzada por el marco normativo de las etiquetas CTB y PAB1, ofrece un enfoque más completo a la inversión para lograr un impacto positivo. Estos nuevos índices suponen una mejora respecto a los índices más antiguos al:
– Incorporar compromisos de futuro de las compañías para reducir sus emisiones de GEI (gases de efecto invernadero).
– Tener en cuenta todas las emisiones de GEI del alcance 1 (emisiones directas), alcance 2 (emisiones indirectas por consumo y distribución de energía) y alcance 3 (otras emisiones indirectas), mientras que históricamente los índices ‘low carbon’ solo consideraban los dos primeros.
El uso de los nuevos índices de cambio climático etiquetados como CTB o PAB da a los inversores la tranquilidad de saber que la medición de la intensidad de carbono se interpreta a través de toda la cadena de valor y que la gestión del índice adopta un enfoque más proactivo y enfocado al futuro.
Soluciones climáticas de Amundi ETF
En este sentido, las soluciones climáticas de Amundi ETF usan los índices MSCI World Climate Change2 e iStoxx Climate Ambition PAB. Ambos utilizan metodologías exhaustivas de screening positivo y negativo, reponderación y puntuación con el fin de alcanzar sus objetivos de reducción de carbono. Además, emplean datos históricos de emisiones de alcance 1, alcance 2 y alcance 3 de gases de efecto invernadero para asignar específicamente a las compañías que son más positivas con el clima. Este análisis retrospectivo se combina con enfoques prospectivos que tienen en cuenta la estrategia de la compañía y los riesgos de transición asociados a las emisiones de carbono.
Si bien los nuevos índices de cambio climático pueden implementarse utilizando diversos vehículos, los inversores tienen ahora la oportunidad de incorporar a sus carteras productos indexados positivos para el clima “listos para usar”. Las estrategias climáticas de Amundi ETF, como parte de un conjunto más amplio de inversiones responsables, ofrecen una serie de ventajas: transparencia y estandarización, uso sencillo como “bloques de construcción” en una cartera existente, eficiencia de coste3, etiquetado oficial del a Comisión Europea4, y reducción significativa del carbono.
Tribuna de Juan San Pío, director comercial de Amundi ETF, Indexing & Smart Beta para Iberia y Latinoamérica
1 A la espera de la implementación de la legislación definitiva
2. Amundi tiene la esperanza de que este índice se una a las guías CTB para una revisión completa por parte del MSCI.
3. Consideramos que los ETF son una forma eficiente en costes de proporcionar exposición al cambio climático en comparación con las estrategias activas. Amundi busca tener un precio competitivo en toda su gama de ETF.
4. Pretende cumplir con los requisitos del etiquetado oficial de la Comisión Europea una vez que se finalice la legislación
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Gama de Amundi ETF disponible en España: Amundi Index Solutions, registrada en el registro de IIC extranjeras de CNMV con nº 1495. Amundi Iberia SGIIC SAU: comercializador principal en España, supervisada por CNMV e inscrita con el nº 31. www.amundi.es
Pixabay CC0 Public DomainAutor: Free-Photos.. iM Global Partner se hace con el 42% de Asset Preservation Advisor para acelerar su expansión en EE.UU y Europa
Acabamos de terminar, o todavía no, las elecciones americanas más convulsas de la historia reciente. Esperemos que el sainete Gore-Bush no se repita, ni mucho menos se agrande, aunque parece que esto va a ser un deseo más que una realidad.
El 20 de enero de 2021 el presidente americano más errático de la historia moderna dejará el Oval a un político de raza, un senador con 32 años de servicio y ocho de vicepresidente con Obama. Pero Biden juega con un hándicap muy pesado: su edad. Ocupará la Casa Blanca con 77 años y si se quiere presentar a la reelección tendrá 81. Este y otros factores críticos ponen en mayúsculas la figura de su vicepresidenta, Kamala Harris. Una mujer brillante que va a tener un papel crucial en esta administración.
Definí hace cuatro años la elección de Trump como presidente de los EE.UU. como un accidente de la historia. Ahora, después de cuatro años de martirio y siendo honrado no puedo ratificarme. Definitivamente he descubierto una América dormida diferente a la que creía conocer. Trump contaba y cuenta con una base muy sólida y quizá muy peligrosa, no en términos de violencia sino de falta de espíritu crítico y por lo tanto manipulable por el populismo. Aunque, y quizá, también esta sea la tónica general de la población mundial.
La victoria de Biden, aunque Trump no quiera reconocerla -y de hecho veremos cuánto tarda y qué presiones necesita para hacerlo- ha sido, aunque exigua, más clara que la que Trump obtuvo sobre Hilary Clinton. El próximo 20 de enero llegará el fin del mandato del presidente más errático de la historia de los EE.UU.
Biden va a ser el presidente de los EE.UU. con más voto popular en la historia del país. Un verdadero hito. Pero es que Trump va a perder habiendo recibido más votos que cualquier presidente anterior. Pero que los demócratas, y mucho menos Biden, no se crean que han movilizado a las masas. Quien las ha movilizado, pero en su contra, ha sido Trump. Así pues, ahora toca ver a quién se ha elegido como la persona más poderosa del planeta.
A diferencia de Trump, Biden es un personaje predecible, y lo es porque no es un outsider de la política como lo fue Trump, sino un político de toda la vida. Un senador de prestigio y un experimentado vicepresidente, que ejerció, no solo lució, durante los ocho años de la administración Obama. Pero no lo olvidemos, Biden tiene 77 años, es decir, que por mucha salud que tenga, la edad le va a pesar. Es más, por muy bien que ejerza su primer mandato, cuando éste acabe tendrá 81 años. Va a convertirse en el candidato de mayor edad en la historia en ser elegido presidente, no digamos ya en poder ser reelegido. Y es aquí donde surge la que para mí va a ser la verdadera protagonista de esta legislatura, la vicepresidenta Kamala Harris.
Si Biden jugó un papel relevante durante la administración Obama, Kamala Harris va a tener uno muchísimo más importante en la de Biden. Por muchos motivos y el primero es la edad que Biden tendría si se presentase a una reelección; y el segundo porque será la primera oportunidad, después del fracaso de Hilary, de sentar a una mujer en el Despacho Oval, pero no para hacerse una foto, sino para mandar, y es una oportunidad que ninguna mujer liberal, ningún afroamericano ni ningún votante demócrata querrán dejar pasar. Así que todo dependerá de ella.
Pero, ¿quién es Kamala Harris? Tengo que reconocer que para mí era una desconocida hasta mediados del 2018 cuando en una cena en San Francisco unos amigos me hablaron de ella. Por aquel entonces dentro de los posibles candidatos demócratas sonaban, además de Bernie Sanders, Elizabeth Warren y una novata en estas trifulcas que era Amy Klobuchar. Y ya les comenté que yo creía que o el candidato era Biden o mejor que emigrasen, porque era el único que podía oponerse a Trump. Pero me interesé por Harris, y a medida que iba conociendo más acerca de ella más me llamaba la atención y lo hacía porque veía en ella todo aquello que la podría llevar en un futuro a la Casa Blanca.
Kamala Harris es la hija de inmigrantes que responde al paradigma americano. Su padre de color es de origen jamaicano y su madre india. Y aunque ella es mestiza, le gusta denominarse afroamericana. Es una mujer muy inteligente y aquellos que hayan tenido la ocasión de escucharla coincidirán conmigo que es lo que en España se denomina “de verbo fácil”, cualidad importantísima en un político que debe saber llegar a las masas, sin ser populista.
Como también se dice, de casta le viene al galgo, sus padres son dos mentes prodigiosas: su madre una reputada científica y su padre un profesor de economía de la prestigiosa universidad de Stanford. Kamala Harris es doctora en derecho y ha dedicado toda su vida profesional a la función pública desde la fiscalía, llegando a ser elegida fiscal general de California y más tarde Senadora. Por lo tanto, conoce a la perfección no solo la política sino el Senado, cuya presidencia asumirá durante los próximos cuatro años.
Aquí le tocará lidiar con un Senado donde las fuerzas políticas no van a cambiar, ya que salvo sorpresón de ultimísima hora los demócratas se van a quedar en 49 escaños por los 51 de los republicanos. Y aunque intenten utilizar el filibusterismo contra el que querían luchar si tenían la mayoría de la cámara, se van a encontrar con leyes que no van a ser de su agrado. Pero así, y por suerte para todos, es la democracia.
Biden, y por ende Harris, tienen la titánica labor de llevar a cabo una verdadera reconstrucción nacional, y deben ponerla no solo en marcha, sino que se mueva a velocidad crucero antes de noviembre de 2022, fecha de las próximas elecciones de mitad de mandato.
Trump ha dividido a la democracia más unida del planeta, la americana. El enfrentamiento poblacional es brutal. En los 35 años que llevo estudiando desde todos los puntos de vista y en multitud de lugares ese variopinto país no he visto nunca el enfrentamiento entre americanos que veo ahora. Y es un enfrentamiento diferente a cualquier otro previo que haya visto, o incluso vivido. Es la América rural contra la américa urbana.
El pueblo americano siempre ha sido un pueblo dispar. En Europa, y principalmente en España, la población se caracteriza por una educación media aceptable. En los americanos no ocurre esto. España tiene unos estudios universitarios deplorables pero unos estudios medios que llegan a casi el 85% de la población. Pobres, pero aceptables. Bueno, quizá esté siendo generoso con mi país, pero la patria me tira. Pero es que en EE.UU., donde sus élites universitarias son de las mejores del mundo, su educación media es deplorable. En muchas partes del país ocurre que sencillamente el idioma no se habla con fluidez. Fuera de esa elite universitaria el uso medio de palabras es un 30% menor al medio en Europa. Y eso solo como un ejemplo de lo que allí ocurre. Ahí es donde Biden y Harris tienen que trabajar. Uniendo lo que ha desunido Trump, pero eso en medio de una profunda crisis económica y de una crisis sanitaria de tamaño descomunal.
Harris es una mujer culta y liberal, que ha promovido leyes propias de zonas ricas y cultas, con lenguaje y modos californianos. Deberá adecuar su lenguaje, modos y maneras a zonas radicalmente diferentes como por ejemplo son las zonas rurales de Alabama o Kentucky. Y digo que lo tendrán que hacer antes de noviembre de 2022 porque en ese momento será con seguridad su primer plebiscito.
Yo ya di mi opinión sobre Kamala Harris. En junio, más de dos meses y medio antes que Biden lo hiciera público, la definí como el arma secreta que Biden tenía para ganar las elecciones. Como es lógico, Biden no me llamó para avisarme, pero es que la elección de Harris como compañera de papeleta era evidente. Harris tenía lo que complementaba a Biden.
Serán cuatro años de justo y estudiado escrutinio para ver si su marido el día en que se vino arriba durante un mitin de campaña y la proclamó como la próxima presidenta de los EE.UU. tenía razón o solo era una ensoñación. Veremos a ver.
Tribuna de Miguel Ángel Temprano, CEO Orfeo Capital
La pandemia de coronavirus ha sometido al mundo a su prueba de resistencia más difícil en más de 80 años. Ha planteado complejos dilemas morales –no solo para los gobiernos y las empresas, sino también para las comunidades y las familias. La conmoción causada por la Covid-19 ha sido de tal calibre que resulta difícil concebir que la vida vuelva a ser tal y como la conocíamos antes del brote del virus.
De hecho, la historia de las pandemias demuestra que las crisis de salud pública son profundamente disruptivas. Sus consecuencias económicas, sociales y geopolíticas suelen ser persistentes y se dejan sentir durante muchos años. En Pictet Asset Management hemos realizado un estudio en colaboración con el Copenhagen Institute for Futures Studies para tener una mejor noción de cómo podría evolucionar el panorama de inversión entre los próximos 5 a 10 años. La investigación presenta a los inversores cuatro posibles escenarios que podrían materializarse tras la pandemia de coronavirus.
Esperamos que dichos escenarios sirvan como punto de partida para la planificación y la asignación estratégica de activos a largo plazo. Nuestro objetivo es asegurarnos de que los inversores formulen las preguntas adecuadas.
Escenario A – Piense global, actúe local:Los ciudadanos salen de la crisis de salud pública con un nuevo sentido moral, tras haber conseguido aceptar que la desigualdad y la degradación del medio ambiente solo pueden revertirse mediante acciones colectivas. ¿Cuál es el impacto de la productividad y el comercio globales?
Escenario B – Todos juntos a partir de ahora: El mundo pasa de ser en su mayor parte un planeta unipolar, dirigido por EE.UU., a uno multipolar en el que los Estados nacionales colaboran con las organizaciones internacionales. Descubra qué tendencias de inversión podrían estar en auge.
Escenario C – No es problema mío: Los ciudadanos dan prioridad a sus propios medios de subsistencia y seguridad económica y se desvinculan del discurso político y de la vida comunitaria. Los gobiernos tienen dificultades para realizar su transición hacia una economía más integradora. ¿Qué rumbo podría tomar esta postura?
Escenario D – Actuar en solitario: Los Estados nacionales se repliegan en un intento de proteger sus propios recursos naturales, industrias y trabajadores. ¿Cuál es el impacto en problemas mundiales tales como la degradación del medio ambiente y la desigualdad social?
Cada escenario tiene su propio panorama económico, social y geopolítico. Y cada uno conlleva su propio conjunto de implicaciones para los inversores –las industrias que prosperan en determinadas condiciones podrían verse obligadas a luchar por su supervivencia en otras.
Columna de Stephen Freedman, especialista sénior de producto en Pictet Asset Management.
Para descubrir los cuatro escenarios, entre en este enlace.
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La pretensión gubernamental era reducir las comisiones de las afores en forma gradual hasta “parámetros internacionales”, no bajarlas a casi 0,50% de una vez, como plantea la iniciativa finalmente presentada. El problema fue de formas: si el gobierno cambió de parecer, debió explicar o conciliar en vez de sorprender. La reacción de algunos, al decir que se acabará la competencia o desaparecerán Afores ¿Fue sensata o desmedida?
¿De verdad se acabaría la competencia?
No. Ni hay motivos para que desaparezca gestoras. Sobre los 4,47 billones de pesos que suman los ahorros a septiembre, impacta la diferencia de aplicar 0,54% en vez de 0,92%. El SAR acumulará progresivamente más dinero, de modo que en pocos años estará ganando lo que ahora. ¿Cuánto tiempo se requiere?
Un ejercicio simple: en diez años, a septiembre de 2020, con tasa de contribución neta cercana a 5,5% (bruta de 6,5%) los recursos administrados aumentaron en promedio 12,56% anual.
En adelante, con ahorro obligatorio neto de 14,46% como gran impulsor, más rendimientos y las contribuciones de trabajadores nuevos, podemos asumir que el incremento exponencial de la base del SAR superaría 22,5% anual (entendiendo que hay margen para generar rendimientos mayores a 3%). Pero seamos conservadores y dejemos el aumento en 20%.
Aplicando 0,92%, las Afores tienen potencial de ganar hoy 1,5 veces lo que en septiembre de 2015, cuando el cargo era de 1,11%. Cobrando el tope de 0,54%, en junio de 2021 estarían en condiciones de generar alrededor de lo mismo que hace cinco años. Nadie se inconformó entonces.
En tres años, los ahorros llegarían a 7,73 billones de pesos, suficiente para que los ingresos por comisiones de 0,54% equivalgan al monto que potencialmente el gremio genera en doce meses, a septiembre de 2020. A partir de ahí, la base acumulada podría producir más ganancias que las que se pueden lograr ahora.
¿Cuál es el problema?
A los trabajadores no los motiva la comisión baja sino el rendimiento alto. Para una cuenta promedio de 350 mil pesos, el beneficio anual del recorte drástico sería de 1.330 pesos. La reducción puede llegar a pesar, según el tiempo restante de vida laboral, el saldo acumulado y los aumentos reales de salario. Véase en la gráfica la relación precio – cuota de mercado:
La proporción de recursos de XXI Banorte cae constantemente desde 2012 pese a haber absorbido los de Bancomer y Afirme Bajío. Inbursa ha dejado ir dos tercios de su cuota. Ambas pierden participación no obstante estar entre las cuatro baratas
Azteca casi triplica su participación y Coppel la cuadruplica aun cuando son las caras. En 2010 eran las últimas en ahorro administrado con una cuota marginal. La más barata, PensionIssste, pierde, recupera y luego mantiene la proporción.
Las gestoras de mejor desempeño elevarían rápido su base de cobro y generarían ingresos superiores a los que producen ahora con 0,92%. Su problema latente es el traspaso de cuentas (por los afiliados o asignación de Consar). La cantidad de dinero que ceden puede impactarles más que la mera baja de comisiones. No es cuestión de tamaño: las que pierden recursos por traspasos no son necesariamente las pequeñas.
Sí, Inbursa se considera pequeña ahora cuando hace diez años era de tamaño medio y, antes, de las grandes. Puede conformarse con seguir perdiendo mercado (sin dejar de ser negocio) con su estrategia de riesgo moderado, o intentar recuperarlo con la explotación del régimen, de modo tal que potencie su desempeño.
Del máximo de 21 Afores quedan 10, y… ¿Restando?
En doce años, menos de la mitad. De 2010 a la fecha desaparecieron otras cuatro, 29% del total, por fusión o adquisición. El gremio se redujo y la concentración aumentó por factores diferentes al precio del servicio. Peces chicos comieron a preces grandes.Sí, es posible que haya menos competencia, que los trabajadores tengan menos de dónde escoger por nuevas adquisiciones estratégicas. Antes de la iniciativa ya se rumoraba de la venta de una que otra.
En suma: con comisiones elevadas o bajas, la pérdida de participación es inevitable por cuestiones de desempeño. ¿Habrá cambios sustanciales al regimen de inversión para tratar de impulsar el rendimiento?
Pixabay CC0 Public DomainSteven Wright. Steven Wright
Uno de los ámbitos que estamos analizando actualmente, y que resulta muy relevante para la era posterior a la COVID-19, es la transición de la tendencia que nosotros denominamos Digital 3.0 a la Digital 4.0. La tendencia Digital 3.0 gira en torno las grandes plataformas de consumidores que se han consolidado en la última década, mientras que Digital 4 se centra más en la forma en que la siguiente oleada tecnológica conllevará un mayor uso de los datos, de la inteligencia artificial, del Internet de las Cosas, la conectividad de todo y el 5G como tecnología potenciadora.
Creo que en la actual era de la COVID-19, los mercados se han centrado en gran medida en las empresas que se benefician directamente de esta situación, como las empresas que ofrecen soluciones de teletrabajo, por lo que, en cierto modo, se han dejado de lado firmas más nuevas que, en mi opinión, parecen interesantes, en sectores como el industrial, el tecnológico, el sanitario o el de fintech.
A medida que nos adentramos en la era posterior a la COVID-19, creo que debemos pensar en las posiciones en algunas de las empresas de megacapitalización más populares, como Google, Amazon, Apple, Microsoft y Facebook en concreto. Estas posiciones están incluidas en muchísimas estrategias, algunas de ellas ni siquiera relacionadas directamente con la tecnología o el crecimiento.
Existe el riesgo de que, conforme el mercado pase a centrarse en la realidad posterior a la pandemia, estas firmas de megacapitalización empiecen a protagonizar un periodo de rentabilidad inferior, dado que observamos un movimiento cíclico hacia empresas que tal vez se beneficien en mayor medida de la era poscoronavirus. Un buen ejemplo de ello pueden ser las empresas de viajes online, que se han visto extremadamente afectadas estos últimos cuatro o cinco meses.
Los analistas prevén ahora que el sector de los viajes necesitará de tres a cinco años para recuperarse y alcanzar los niveles anteriores a la pandemia, pero yo creo que es una previsión muy pesimista. También considero que, en el seno del segmento de empresas dedicadas a soluciones para el teletrabajo, existe un grupo de firmas más pequeñas que se han revalorizado de forma extrema tanto por la aceleración de su crecimiento impulsada por la COVID-19 como por el frenesí de los inversores minoristas.
En mi opinión, también debemos ser conscientes de ello: entre estas empresas, podrían estar aquellas dedicadas al software de colaboración y de distribución online que han registrado un sólido crecimiento porque no era posible ir a las tiendas físicas. Esta situación probablemente cambie, y podríamos ver cómo algunas de las empresas de comercio electrónico empiezan a registrar un descenso en sus ingresos. Por tanto, creemos que es momento de empezar a centrar nuestra atención más allá de los beneficiarios de la pandemia para empezar a hacerlo en los vencedores de la era poscoronavirus.
Columna de Mark Hawtin, responsable de inversión de GAM Investments
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Pixabay CC0 Public Domain. Elecciones en EE.UU.: Sostenibilidad e impacto en la renta variable
Después de dos debates presidenciales turbulentos y un período previo caótico en medio de una pandemia mundial, las elecciones presidenciales tendrán lugar hoy. Tanto Joe Biden como Donald Trump han pregonado abiertamente sus opiniones -muy diferentes- sobre las posibles soluciones a los desafíos de 2020, con efectos potencialmente muy contrastados para Estados Unidos y su crecimiento futuro. Analizamos de cerca las principales políticas de ambos candidatos presidenciales, su impacto sobre la sostenibilidad, el crecimiento económico y el mercado de renta variable estadounidense.
En cuanto a inversión sostenible, parece que el Gobierno de EE.UU. ha adoptado un enfoque más cauto que en Europa. De hecho, bajo la presidencia de Trump, hemos sido testigos de un impulso general contra las inversiones sostenibles, ya que el presidente estadounidense siempre ha negado el cambio climático, como demostró al sacar a su país del Acuerdo de París.
Por su parte, el Departamento de Trabajo ha intentado limitar la inclusión de fondos ESG en los fondos de pensiones. Quiere hacer hincapié en el interés financiero como principal prioridad y reducir la influencia de cualquier factor externo que pueda perjudicar la rentabilidad de un fondo. Un argumento cuestionable, ya que los fondos ESG en general han demostrado superar a sus competidores (especialmente durante la crisis del COVID-19). El enfoque crítico del Departamento de Trabajo podría terminar por volverse en su contra, ya que actualmente más del 60% de los estadounidenses considera que las empresas deberían incluir criterios de sostenibilidad.
En materia fiscal, el recorte de Trump en el impuesto de sociedades pretendía promover la economía y favorecer el empleo y, en consecuencia, las condiciones de los trabajadores. A corto plazo, esto podría haber sido una medida positiva, que mejorase las condiciones de trabajo y fomentara la gobernanza empresarial. Lamentablemente, los ahorros de esta exención tributaria no han logrado filtrarse hasta abajo. La liberalización ha ayudado a algunos sectores a corto plazo, pero ha sido un tanto electoralista y corta de miras, menos eficaz a largo plazo.
También se suponía que la guerra comercial de Trump contra China beneficiaría a la economía estadounidense, ya que el presidente quería nivelar el terreno de juego. Esto también ha resultado ser más costoso de lo previsto inicialmente (que asciende aproximadamente al 0,5% del PIB de EE.UU.).
Es importante destacar que los criterios ESG y la sostenibilidad nunca han sido componentes clave de la campaña de Trump. En vez de ello, su agenda se centra principalmente en el crecimiento de la economía estadounidense y la creación de empleo. Dos conceptos que, según él, son totalmente incompatibles con la sostenibilidad. En cambio, la presidencia de Obama tuvo un énfasis mucho mayor en la sostenibilidad, priorizando intensamente la reducción de las emisiones de carbono. Biden planea adoptar un enfoque similar.
La mirada sostenible, pero imprecisa, de Biden
Biden tiene un plan electoral claro. Trata de introducir su opinión sobre el acuerdo ecológico de la UE y revolucionar el enfoque de Estados Unidos hacia la sostenibilidad y el medioambiente. Quiere establecer una infraestructura moderna y sostenible, un futuro equitativo y de energía limpia. De hecho, quiere eliminar completamente la dependencia de Estados Unidos de combustibles fósiles para 2050.
Por ejemplo, ha declarado que quiere sustituir o reformar los autobuses escolares estadounidenses (los 500.000 que hay) para volverlos libres de carbono. No obstante, los detalles continúan siendo imprecisos. Biden ha dedicado poco tiempo a preparar los aspectos prácticos o la viabilidad real de este proyecto, y eso tiene un precio. La campaña calcula que una transición sostenible con éxito costaría aproximadamente dos billones de dólares, que es más o menos el 12% del presupuesto estadounidense en los próximos cuatro años.
Está claro que los enfoques de Biden y Trump sobre sostenibilidad, y la economía en su conjunto, son muy diferentes. Sin embargo, las elecciones presidenciales solo muestran una parte del panorama. El Congreso también juega un papel fundamental.
¿Cómo reaccionarán los mercados?
Si Biden se convierte en el próximo presidente de EE.UU. y el Congreso tiene mayoría demócrata, lo primero que veremos es, seguramente, una venta. Los mercados podrían caer en picado a corto plazo debido a posibles aumentos del impuesto de sociedades. Algunos sectores -como el farmacéutico o las grandes tecnológicas- también podrían enfrentarse a una mayor regulación.
Si Trump ganara y el Congreso tuviera mayoría republicana, esto sería muy positivo para los mercados gracias a la desregulación, pero no tanto a largo plazo. Sin embargo, puede que las empresas sigan impulsando la sostenibilidad si tiene sentido y sigue habiendo argumentos a su favor, como en un ejemplo del sector energético: la mayor empresa estadounidense de servicios públicos es la que tiene más energías renovables, lo cual no solo llevará a una mayor rentabilidad, sino que también será el camino más fácil hacia la sostenibilidad.
Por último, los resultados de las elecciones podrían terminar siendo impugnados. Este sería el peor resultado posible, ya que la incertidumbre y el conflicto podrían tener un efecto muy negativo en los mercados, con una gran venta.
A la vista de estos resultados tan dispares y sus posibles implicaciones financieras, los inversores han estado últimamente bastante nerviosos. Como inversores a largo plazo, estamos a favor de una cartera diversificada que se centre en empresas de alta calidad. Nos gustan especialmente las empresas que ofrecen dividendos. Las compañías con una política sólida de crecimiento de dividendos deberían ser capaces de mantener unos rendimientos constantes, incluso en mercados turbulentos. Al margen del sector al que pertenezca, siempre se debe evaluar si el flujo de caja de una empresa se ha invertido correctamente, ya sea como inversión en el crecimiento de la compañía o como pago de dividendos.
Columna de David Bui y Jonathan Graas, gestores de renta variable estadounidense en DPAM
Pixabay CC0 Public DomainPatrick Metzdorf. Patrick Metzdorf
Septiembre fue el mes más complicado para los mercados financieros desde marzo. La renta variable y el crédito registraron rendimientos negativos, mientras que la deuda pública evolucionó de manera solo moderadamente positiva. La falta de buenas noticias y las elevadas valoraciones fueron los principales factores que propiciaron esta evolución, con la deuda pública comportándose adecuadamente, como es de esperar, cuando los activos de riesgo atraviesan dificultades y los datos económicos / de política decepcionan. El flujo de noticias y datos fue muy poco estimulante en vista de las noticias positivas que hemos ido recibiendo desde abril. Entre la ausencia de un paquete de estímulos fiscales en Estados Unidos, una respuesta relativamente apagada al anuncio de la Reserva Federal de una nueva política monetaria y las malas noticias sobre el virus, no había mucho que celebrar.
Afortunadamente, tampoco hay mucho por lo que preocuparse, pero, dado el repunte al que hemos asistido en los precios de los activos (el S&P 500 subió un 8,9% en el tercer trimestre), era de esperar una pausa. Consideramos que la rentabilidad relativa negativa registrada recientemente por el crédito y los mercados emergentes no es más que una consolidación constructiva que puede crear un punto de entrada atractivo para incorporar riesgo. Las buenas noticias ya se han descontado. La volatilidad en los ámbitos normativo, político y de la pandemia ha aumentado, al tiempo que las valoraciones, en general, han repuntado. Dicho esto, los fundamentales siguen favoreciendo una recuperación económica, si bien más lenta con respecto a los trimestres tercero y cuarto. El empleo sigue repuntando, el comercio global y las manufacturas continúan recuperándose con fuerza y el consumo en particular mantiene la solidez, con las ventas minoristas evolucionando por encima de las cotas previas a la COVID-19 en numerosos países desarrollados.
Todo esto sugiere que nuestra posición de riesgo, moderadamente larga, es, en nuestra opinión, la mejor manera de posicionar las carteras entre datos y políticas decepcionantes (cualquier riesgo es demasiado) y las posibles sorpresas al alza en clave de política y la pandemia. Seguimos posicionados para aspirar al beneficio que nos podría brindar un rendimiento relativo positivo de los activos de renta fija de mayor riesgo y que la deuda pública de bajo riesgo tienda a una evolución lateral. Estas posiciones se adaptarán al dinamismo de los fundamentales según tengan que ver con la política monetaria y fiscal, los datos económicos, las novedades sobre las vacunas y, por supuesto, la persistente pandemia.
Aunque seguimos mostrándonos optimistas con respecto a la evolución de la economía y los diferenciales de crédito, persisten los riesgos. El aumento de las tasas de infección y los consiguientes confinamientos, más amplios y más agresivos, podrían fácilmente ralentizar las economías y dar un vuelco a nuestros puntos de vista. No pensamos que esto sea probable, pues todos los gobiernos parecen estar imponiendo confinamientos más selectivos y concretos para abordar la situación local. Mientras los problemas locales no se expandan y las tasas de hospitalización y mortalidad no aumenten demasiado, es de esperar que las economías evolucionen de manera positiva. Las vacunas siguen siendo el eje clave de una solución más amplia para que sectores de la economía como el turismo y el ocio recuperen cierta normalidad, lo cual podría permitir que los ingresos nacionales recuperaran los niveles previos a la COVID-19.
Hasta entonces, las políticas fiscal y monetaria desempeñarán un papel importante. La política fiscal estadounidense, en concreto, sigue siendo clave. La política fiscal debería endurecerse significativamente de manera pasiva el año próximo y se trata de un extremo que debe abordarse. El punto muerto de Washington no parece que vaya a resolverse antes de las elecciones. El crecimiento de los ingresos ha sido sólido y las elevadas tasas de ahorro de los hogares debería amortiguar el golpe siempre que las expectativas de un paquete de estímulos para el año próximo permanezcan intactas.
En caso de que la política fiscal se torne netamente de estímulo el año próximo (teniendo en cuenta el endurecimiento pasivo derivado de que expiren los programas existentes), es de esperar que el crecimiento continúe recuperándose. El aumento de las tasas de ahorro de los hogares en 2020 podría también impulsar el consumo en la medida en que este responda a la satisfacción de la demanda acumulada y los ingresos de los hogares sigan siendo sólidos. La claridad sobre cómo se implementará el nuevo marco de política monetaria de la Reserva Federal es crucial. Una cosa es decir que queremos que la inflación suba, pero ¿en qué medida? ¿Durante cuánto tiempo? El diablo está en los detalles.
La buena noticia es que la evolución de la situación podría traducirse en diferenciales más estrechos para las empresas y los mercados emergentes para finales de año o sin duda en 2021. Con la inflación muy por debajo de los objetivos de los bancos centrales y los riesgos económicos (crecimiento e inflación) todavía orientados a la baja, es probable que los bancos centrales mantengan un enfoque marcadamente acomodaticio en los próximos años. El descenso de la rentabilidad de la deuda pública implica carta blanca para que los gobiernos gasten más si consideran que deben hacerlo. Las compañías han podido reforzar sus balances a precios mínimos en términos históricos. Los datos económicos continúan apuntando una mejora y, en vista de los avances médicos en relación con la COVID-19, hay riesgos al alza y a la baja en torno a la pandemia. Todavía nos inclinamos por pensar que comprar en la parte baja es la estrategia adecuada.
Gráfico 1: Rendimiento de los activos desde el comienzo del año
Gráfico 2: Variaciones mensuales de divisas frente al USD
Gráfico 3: Variaciones mensuales considerables de las rentabilidades a 10 años y los diferenciales
Perspectiva para la renta fija
La corrección de septiembre de la renta variable probablemente se veía desde hacía tiempo. Los diferenciales de crédito, aunque se ampliaron durante el mes, evolucionaron mejor que en el caso de la renta variable y sus correlaciones históricas. Dicho extremo pone de manifiesto la capacidad de la liquidez de impulsar los mercados y la confianza en las capacidades de los responsables de política y su disposición a ofrecer estímulos suficientes para mantener un crecimiento de la economía superior a la tendencia en 2021. No hay duda de que estas creencias se pondrán a prueba en los próximos meses, concretamente, después de que conozcamos quién gana las elecciones en Estados Unidos.
En vista de que las tendencias a medio plazo no han variado, nuestra perspectiva de inversión también permanece en buena parte sin cambios. Mantenemos un cauto optimismo dados los buenos datos económicos (aunque el ritmo de cambio se esté ralentizando) y porque sí creemos que llegarán más estímulos de política monetaria, bien vía aclaración de las repercusiones de la nueva estrategia de política monetaria de la Reserva Federal, bien mediante una expansión cuantitativa mayor. Es de esperar que, en la mayoría de las hipótesis, lleguen nuevas medidas sustanciales de apoyo fiscal tras las elecciones de noviembre.
De hecho, las observaciones del presidente Powell, presidente de la Reserva Federal, a principios de octubre indican que el banco central respalda que se adopten nuevas medidas fiscales, pues considera que los riesgos que implica hacer demasiado poco son mayores que los de la situación contraria. El enorme impacto sectorial, que posiblemente dure largo tiempo, de la pandemia sobre la economía es otro argumento de peso para que se tomen más medidas fiscales. Sin embargo, las valoraciones de la mayoría de los ámbitos de la renta fija ya no se encuentran por debajo de sus niveles razonables, según nuestra estimación, ni siquiera con la corrección de septiembre; esta situación se traduce tan solo en una posición moderadamente larga en activos de renta fija de mayor riesgo.
Persisten considerables riesgos a la baja. El crecimiento económico sigue muy por debajo de su potencial, concretamente, en el sector de servicios. La demanda acumulada se está desvaneciendo, así como el respaldo fiscal. Numerosos países se están enfrentando a tasas de infección de COVID-19 cada vez mayores, tanto en términos localizados como en general, que se traducen en confinamientos y restricciones locales que pesan sobre el crecimiento. No podemos olvidar los riesgos geopolíticos que no se disiparán: las tensiones entre Estados Unidos y China, la salida del Reino Unido de la Unión Europea, las tensiones entre Rusia y Europa y, por último, pero no por ello menos importante, las elecciones estadounidenses. Al mismo tiempo, prosiguen los avances hacia el desarrollo de posibles vacunas contra la COVID-19, lo cual podría llevar a una resolución más sostenida de la pandemia.
La reacción del mercado al anuncio de la Reserva Federal de una nueva estrategia de política monetaria y un marco objetivo fue, cuando menos, indiferente, en parte, porque no se trataba de nada nuevo. El presidente Powell ya había expuesto esos puntos, en esencia, en su discurso de Jackson Hole. Por tanto, dado que apenas se añadieron detalles en septiembre, el mercado se mostró indiferente. No hay duda de que ha cambiado la postura de la Reserva Federal sobre el modo en que variará los tipos de interés en respuesta al dinamismo de la situación económica (por ejemplo, el crecimiento, el desempleo y la inflación). Sin embargo, la pregunta es: ¿en qué medida? ¿Será un cambio moderado? ¿Será un cambio drástico?
La realidad es que la Reserva Federal no ha dado a conocer más datos y el lenguaje empleado es ambiguo. Además, el hecho de que hubiera disidentes y quizá más factores que desconozcamos sugieren que la Reserva Federal podría no haber tomado una decisión sobre los pormenores de su nuevo marco. Necesitamos más información. Lo que sin duda es cierto es que la Reserva Federal no cree que la economía esté fuera de peligro. La política fiscal sería la primera herramienta de política que desplegar (las observaciones del presidente Powell respaldan esta idea), si bien el banco central será el responsable político de último recurso si la economía no evoluciona según las expectativas y la política fiscal no sale al rescate. La situación de la Reserva Federal puede trasladarse también a la mayor parte de los demás bancos centrales. Los riesgos apuntan hacia una mayor flexibilización global en un intento por cumplir los mandatos de inflación y empleo. De manera similar, los datos económicos han sido mejores de lo esperado, pero las economías siguen funcionando tan por debajo de la normalidad que la mejora de los datos plantea una exigua amenaza para el sesgo acomodaticio.
Por tanto, percibimos un riesgo escaso de que las rentabilidades de la deuda pública suban significativamente a corto plazo. Creemos que los recientes aumentos de las rentabilidades han sido de una naturaleza más técnica o han tenido que ver con el giro en las probabilidades de victoria de cada uno de los candidatos a la presidencia de Estados Unidos. Sin embargo, también parece improbable que sigan descendiendo los rendimientos, pues la mayoría de los bancos centrales ya han reducido los tipos de interés hasta el máximo en que se sienten cómodos. No obstante, podrían sucederse nuevas rebajas y otras medidas de política innovadoras si la situación empeora, por lo que todavía tiene sentido, en nuestra opinión, mantener deuda pública de calidad como cobertura frente a nuevos embates de tensión, aunque se trate de una situación en absoluto normal.
La percepción de que es probable que la Reserva Federal aplique una política monetaria excepcionalmente laxa con respecto a otros bancos centrales ha provocado un abaratamiento del dólar. Sin embargo, el aumento de la aversión al riesgo global en septiembre provocó que el dólar se recuperara en parte. Si bien seguimos mostrándonos moderadamente bajistas más a largo plazo en torno a dicha divisa, no creemos que haya suficiente certidumbre sobre la evolución económica relativa y el resultado de las presidenciales como para confiar en gran medida en que el dólar vaya a caer notablemente a corto plazo. Las monedas de mercados emergentes siguen a la zaga, pues el crecimiento de estos mercados es inferior al de las economías de mercados desarrollados. Hasta que esta dinámica cambie, resulta prematuro mostrarse demasiado optimistas sobre las monedas de mercados emergentes salvo en situaciones específicas.
Pensamos que el crédito corporativo, en particular el grado de inversión, también sigue contando con un muy buen respaldo de las medidas tomadas por los bancos centrales, concretamente, los programas de compras. Sin embargo, esta buena noticia se refleja cada vez más en los precios, pues los diferenciales de crédito se encuentran en sus promedios a largo plazo o por debajo de ellos a pesar de la perspectiva económica todavía complicada. El high yield también ofrece oportunidades razonables. La reciente ampliación de los diferenciales en septiembre ha mejorado su atractivo relativo. Si bien mantenemos una posición larga, venderemos cuando se produzcan alzas significativas, fijándonos al mismo tiempo en retrocesos sustanciales que pudieran darse en los diferenciales para ampliar las posiciones.
Los mercados emergentes siguen siendo una fuente atractiva para la posibilidad de mejorar la rentabilidad. La laxitud monetaria de los países desarrollados sigue siendo un factor muy positivo para esta clase de activos. Sin embargo, persisten riesgos macroeconómicos considerables, pues numerosas economías emergentes no están rindiendo mejor que sus homólogos de la esfera desarrollada. Las valoraciones también han subido, por lo que, si bien percibimos oportunidades en situaciones y países específicos, nos mostramos cautos hacia una exposición generalizada a esta clase de activos. Las oportunidades idiosincráticas siguen siendo la clave.
Los productos titulizados de alta calidad siguen rindiendo adecuadamente de forma silenciosa, ofreciendo el que consideramos un potencial alcista limitado, en vista de las bajas rentabilidades y el bajo riesgo de refinanciación, pero también un potencial a la baja asimismo limitado, en vista del respaldo de los bancos centrales. La perspectiva de baja volatilidad implica que esta clase de activos sigue siendo atractiva para las carteras, incluso aunque ello implique un menor nivel de rendimiento esperado. Existen oportunidades para obtener rentabilidades más altas en productos titulizados de menor calificación, cuyos diferenciales han cedido en menor medida, pero cuyos riesgos fundamentales son mayores. En general, los impagos han sido mucho menores de lo que se temía en un primer momento.
Tipos y monedas de mercados desarrollados
Análisis mensual
En septiembre, los mercados viraron a un enfoque de aversión al riesgo al registrar varios embates de volatilidad con motivo de las próximas presidenciales en Estados Unidos, el coronavirus y otros acontecimientos geopolíticos. Diversos bancos centrales de mercados desarrollados se reunieron a lo largo del mes y actualizaron a los mercados sobre qué esperar para el resto de este año en términos de datos económicos y política monetaria. La recuperación económica global pareció estancarse al expirar o agotarse las medidas de algunos paquetes de estímulo. La rentabilidad de la deuda pública a 10 años en los diferentes mercados desarrollados cayó, salvo en el caso de Estados Unidos, cuyos rendimientos permanecieron en gran medida sin cambios durante el mes.
Perspectiva
De cara al último trimestre de 2020, continuamos previendo que la política monetaria seguirá siendo acomodaticia y que los activos de riesgo gozarán de buenos soportes en los diferentes mercados desarrollados. A corto plazo, las elecciones estadounidenses y la tendencia al alza de los casos de coronavirus podrían causar que prosiga la volatilidad en los mercados financieros. Por otra parte, debe alcanzarse un acuerdo para la salida del Reino Unido de la Unión Europea para mediados de octubre si se pretende culminar el proceso para finales de año. Aunque unos datos económicos mejores de lo esperado también impulsarían las rentabilidades al alza, es probable que eso se produzca principalmente si aumentan las primas de riesgo de los tipos de interés, más que por la expectativa de que los bancos centrales eleven el precio del dinero. Prevemos que el dólar continuará debilitándose en los próximos meses frente a otras monedas del G-10 dado el carácter acomodaticio de las políticas financiera y monetaria.
Tipos y monedas de mercados emergentes
Análisis mensual
Las rentabilidades globales cedieron en septiembre: los rendimientos del Tesoro estadounidense a 10 años cayeron 2 puntos básicos (pb), al 0,68% y la curva de rentabilidades se aplanó en un entorno de aversión al riesgo. Septiembre fue el primer mes desde la primavera en que la aversión al riesgo dictó la evolución de los precios. Los datos económicos perdieron parte del dinamismo forjado durante el verano al avivar el aumento de las infecciones los temores a mayores restricciones y su consecuente daño económico. Esta evolución sometió a presión a los activos de riesgo e impulsó el USD al alza, creando un entorno desfavorable para los mercados emergentes. En cuanto al conjunto de los mercados, Venezuela, Surinam, Rumanía y Georgia fueron los que mejor rindieron en septiembre, si bien Venezuela y Surinam permanecen sumidos en territorio marcadamente negativo desde comienzos de año. Por su parte, los bonos de Sri Lanka, Argentina, El Salvador y Ecuador fueron los que peor evolucionaron. Por sectores, las compañías papeleras, de transporte y diversificadas lideraron el mercado, mientras que las de petróleo y gas, consumo y metales y minería quedaron a la zaga.
Perspectiva
Mantenemos un cauto optimismo en torno a la deuda de mercados emergentes de cara al corto plazo por el persistente carácter acomodaticio de las políticas monetaria y fiscal a escala global. Que persista el repunte del crecimiento de China, en la medida en que se extienda a la economía global, también debería brindar un impulso adicional a los activos de riesgo, así como los posibles avances hacia tratamientos y vacunas contra la COVID-19. Por otra parte, nuestro relativo optimismo acerca de los activos de mercados emergentes a corto plazo se ve moderado por unas valoraciones menos atractivas, el aumento de la volatilidad ante las presidenciales estadounidenses y algunos reveses en la lucha contra la pandemia, tal y como evidencian las cifras de Europa y los confinamientos más estrictos impuestos en diversos países (aunque creemos que es improbable un regreso a confinamientos integrales).
Crédito
Análisis mensual
Los diferenciales se ampliaron en el mes. El factor impulsor clave de esta evolución fue el menor momentum positivo de los fundamentales y la abultada oferta tras el verano. Las mejoras de los datos económicos comenzaron a ralentizarse (y, en algunos casos, no alcanzaron las expectativas), no se desplegaron nuevos programas de respaldo monetario o fiscal, al contrario de lo que se preveía (en particular, se esperaba otro paquete fiscal en Estados Unidos) y las noticias sobre el coronavirus se centraron en el agravamiento de la segunda oleada sin noticias definitivas sobre una vacuna, todo ello combinado con las dudas acerca del resultado de las elecciones estadounidenses.
Perspectivas de mercado
De cara al futuro, creemos que la corrección de septiembre es una rotación adecuada del riesgo durante un periodo de oferta abundante. Nuestra hipótesis de referencia refleja la visión de consenso de que el coronavirus es una situación coyuntural y que la política monetaria es proclive al riesgo de crédito, lo cual podría estrechar los diferenciales a medio plazo, hasta un punto próximo a la media a largo plazo, lo cual podría ofrecer a los inversores carry, pero plusvalías limitadas.
Productos titulizados
Análisis mensual
Septiembre continuó la tendencia del tercer trimestre, en que los rendimientos de los bonos de titulización hipotecaria de agencia fueron mediocres, mientras que los diferenciales de crédito de los activos titulizados siguieron estrechándose. Los bonos de titulización hipotecaria de agencia se debilitaron ligeramente en septiembre y, en esencia, no registraron cambios en el tercer trimestre, respaldados por la continuada compra de estos activos por la Reserva Federal y restringidos por el riesgo de amortización anticipada. En función del sector y la calificación, los diferenciales de los bonos de titulización de activos estadounidenses no registraron cambios o se estrecharon en septiembre. Los diferenciales de los bonos de titulización hipotecaria sobre inmuebles residenciales europeos en general no variaron en septiembre, pero casi han recuperado los niveles previos a la COVID-19. Los bonos de titulización de aeronaves, los bonos de titulización hipotecaria sobre inmuebles residenciales con préstamos fallidos y los bonos de titulización hipotecaria sobre inmuebles comerciales respaldados por hoteles y centros comerciales siguen rindiendo peor que los bonos de titulización de vehículos y tarjetas de crédito y los bonos de titulización hipotecaria sobre inmuebles comerciales con alquiler unifamiliar.
Perspectiva
Los bonos de titulización hipotecaria de agencia parecen razonables en las valoraciones actuales y es de esperar que sigan contando con el respaldo de las compras de la Reserva Federal. Nos decantamos especialmente por valores to-be-announced (TBA) con cupones inferiores a 30 años (2% y 2,5%), pues ofrecen valor adicional debido a las compras de la Reserva Federal y las inquietudes acerca de su amortización anticipada son menos pronunciadas. Prevemos que el mercado estadounidense de la vivienda permanezca estable y que los bonos de titulización hipotecaria sobre inmuebles residenciales no de agencia sigan evolucionando relativamente bien desde una perspectiva de crédito en el cuarto trimestre. Los estímulos monetarios y fiscales adicionales siguen contribuyendo a la situación y resultan muy positivos para numerosos activos titulizados.
Columna de Jim Caron, portfolio manager y miembro senior del equipo de Renta Fija Global de Morgan Stanley Investment Management.
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Con las elecciones estadounidenses dentro de unos pocos días, la atención de los inversores se centra cada vez más en las oportunidades y el riesgo a corto plazo creados por un evento tan binario. Si bien los mercados de valores de Estados Unidos suelen encontrar una volatilidad elevada tanto antes como inmediatamente después de una elección, las perspectivas para este año son aún más inciertas a medida que el mundo lucha por contener la expansión del virus COVID-19 en curso.
En Ninety One, nuestro equipo Quality cree que incluso en entornos de mercado más estables, es mejor que los inversores construyan su posicionamiento en acciones desde una perspectiva ascendente (bottom-up). Como tal, nos enfocamos en los méritos individuales de cada empresa desde un punto de vista fundamental, en lugar de fijarnos en factores políticos o macroeconómicos difíciles de predecir.
Respaldados por esa filosofía, buscamos construir carteras de negocios de alta calidad que puedan soportar un panorama político y económico cambiante y un valor compuesto para los accionistas a lo largo del ciclo del mercado.
Con las encuestas actuales, que obviamente están sujetas a fluctuaciones, apuntando hacia una victoria para el candidato demócrata Joe Biden, brindaremos una descripción general del posicionamiento en nuestra estrategia American Franchise en el contexto de algunos de los cambios potenciales que podrían ocurrir bajo una presidencia de Biden.
Una exposición en el sector salud muy selectiva
Como campo de batalla clave en el panorama político de los Estados Unidos, es probable que el sistema de salud estadounidense sea objeto de escrutinio en caso de que Biden ingrese a la Casa Blanca. Hemos estado preocupados por el potencial de reforma durante algún tiempo, particularmente dado que Estados Unidos gasta una mayor proporción de su PIB (17%) en atención médica que cualquier otro país del mundo (1).
En nuestra opinión, todo el sistema de salud de EE. UU. es una miríada de incentivos sesgados que dan como resultado una inflación constante de los costes en varios insumos clave, principalmente los productos farmacéuticos. Por esta razón, durante mucho tiempo hemos sido muy selectivos en la exposición a la salud que permitimos en la cartera. Si bien actualmente está sobreponderado en relación con el índice S&P 500 (16% frente al 14%), este posicionamiento se compone de solo seis participaciones individuales, todas con impulsores del mercado final muy diferentes.
Como resultado, la exposición de la cartera está muy diferenciada en relación con el índice de referencia (Figura 1), sin exposición a compañías farmacéuticas tradicionales, aseguradoras de salud o proveedores de atención administrada. Por su propio diseño, la exposición de la cartera es a empresas que reciben una mayor proporción de ingresos directamente del paciente y, por lo tanto, están protegidas de grandes pagadores como el gobierno de EE. UU. y las principales aseguradoras de salud.
En el mercado de la ortodoncia dental, por ejemplo, el paciente paga una gran parte de la factura en muchos casos. Dentro de ese espacio, Align Technology es un buen ejemplo de cómo estar protegido de los grandes pagadores puede ayudar a generar flujos de efectivo repetibles a través de ventajas competitivas duraderas. Si bien el costo del principal producto Invisalign de Align, que utiliza tecnología para enderezar los dientes, es de alrededor de 5.000 dólares por caja, la mayor parte de este precio de venta corresponde al dentista, que actúa como una forma de vendedor subcontratado. Invisalign tiene un precio similar al de los aparatos ortopédicos tradicionales, pero implica menos visitas al dentista, por lo que, si bien el costo total para el paciente es el mismo, los dentistas tienen una mayor capacidad para atender a más pacientes, lo que genera más ingresos para Align.
En el caso de reformas radicales en el sistema de salud de EE. UU., creemos que la industria de la ortodoncia de EE. UU. debería estar relativamente protegida, dado que es un nicho y, con 12.000 millones de dólares (2), muy pequeña en comparación con el gasto total en salud de EE. UU. de 3,6 billones de dólares (3) por año. Dada la penetración limitada de los alineadores transparentes en el mercado más amplio de la ortodoncia, tanto en los EE. UU. como a nivel internacional, creemos que la pista de crecimiento para este negocio sigue siendo sólida, independientemente de quién se sienta en el Despacho Oval.
Otro holding sanitario es la empresa de ciencias biológicas Agilent Technologies; las herramientas de cromatografía de líquidos y gases de la empresa, que separan los componentes de una sustancia, se utilizan en la prueba de medicamentos como parte del proceso de fabricación. Por tanto, los clientes de Agilent son las empresas farmacéuticas altamente rentables que tienden a centrarse menos en el precio de las herramientas y los consumibles de Agilent, que representan una pequeña proporción de la base de costes. Agilent se beneficia del volumen cada vez mayor de tratamientos farmacéuticos, a través de la prueba de lotes de productos individuales, en lugar del coste final para los pagadores desde el punto de vista del precio de los medicamentos.
Si bien hay una sola empresa «farmacéutica» en la cartera, como se ilustra en la Figura 1, no todo es lo que parece a primera vista. Esta exposición se produce en forma de Zoetis, la empresa de salud animal puramente lúdica más grande del mundo, cuyos medicamentos y vacunas para mascotas se venden a través de veterinarios. No hace falta decir que las preocupaciones sobre los precios suelen quedar en el camino cuando una mascota querida no se encuentra bien; una tendencia estructural que se puede observar en la «humanización» de los animales que conviven con muchos de nosotros en nuestros hogares. Con una interesante gama de productos en una amplia gama de categorías terapéuticas, incluido el tan esperado tratamiento para perros contra pulgas, garrapatas y gusanos «Simparica Trio», creemos que las perspectivas positivas para Zoetis deberían dar bastantes alegrías.
La amenaza de la regulación sustenta la posición infraponderada de FAANG
Recientemente, las llamadas empresas de «gran tecnología» se han enfrentado a un escrutinio cada vez mayor. Facebook, Amazon, Apple y Google se han enfrentado a preguntas frente al Congreso de los Estados Unidos durante el verano. Luego, a principios de octubre, el Comité Judicial de la Cámara de Representantes publicó los hallazgos de su investigación realizada durante 16 meses en un informe extenso que detallaba una amplia lista de preocupaciones. Un punto de especial atención fue el creciente dominio de estas empresas sobre sus respectivas cadenas de valor y el daño que las prácticas potencialmente anticompetitivas podrían tener en los consumidores a los que sirven.
Es difícil, quizás incluso imposible, gestionar de forma eficaz una cartera de acciones de EE. UU. ignorando por completo estas denominadas acciones FAANG (4); después de todo, estos son algunos de los negocios más rentables del mundo. Sin embargo, optamos por operar una posición infraponderada considerable en las acciones de FAANG dado que representan más del 15% de todo el S&P 500, lo que potencialmente inmoviliza capital que podría asignarse a oportunidades más atractivas.
Para reiterar, este posicionamiento no es el resultado de una visión específica sobre el resultado de las elecciones de EE. UU., sin embargo, visualizamos un entorno regulatorio cada vez más difícil para varias de estas empresas tecnológicas de gran tamaño. En cambio, hemos asignado la exposición tecnológica de la cartera para capitalizar algunas de las tendencias estructurales más interesantes que se desarrollaron dentro del sector durante la última década. En particular, el auge de los pagos digitales y la computación en la nube, a través de los cuales accedemos a través de nuestras posiciones en empresas como Microsoft, Visa, Mastercard, Intuit y Autodesk. Es importante destacar que los clientes/ usuarios finales de estas empresas son empresas, no consumidores, lo que en nuestra opinión reduce el riesgo de una intervención draconiana de una administración política más liberal.
Derogación de la Ley de Empleos y Reducción de Impuestos
Una de las acciones más agresivas del presidente Trump en el transcurso de los últimos cuatro años ha sido la promulgación de la Ley de Empleos y Reducción de Impuestos (TCJA). Introducido a fines de 2017, uno de los muchos resultados fue reducir la tasa legal de impuestos corporativos de EE. UU. del 35% al 21%, con la esperanza de que esto impulse la inversión nacional. De nuevo en 2020, Biden ha expresado su intención de aumentar la tasa del impuesto corporativo al 28%, además de introducir un impuesto mínimo del 15% sobre las ganancias contables, dirigido a empresas que reportaron ingresos netos de más de 100 millones de dólares en el Estados Unidos, pero que pagaron impuestos federales sobre la renta cero o negativos. Una medida de este tipo claramente crearía un viento en contra para la progresión de las ganancias interanuales de muchas empresas estadounidenses, particularmente perjudicial para aquellas con una rentabilidad tartamudeante y oportunidades de crecimiento limitadas a raíz de la pandemia.
En nuestra opinión, las empresas mejor situadas para afrontar un cambio de este tipo son aquellas con altos niveles de rentabilidad y múltiples palancas de crecimiento, donde el viento en contra probablemente represente poco más que un salto rápido para la progresión de las ganancias a largo plazo. Además, según nuestras propias estimaciones, consideramos la posición actual de la cartera de American Franchise como ganancias ligeramente infraponderadas en EE. UU., en relación con el S&P 500 (~ 50% (6) frente a ~ 60% (7)). Esto tiene sentido dada nuestra preferencia por empresas maduras y dominantes que habrán sido más capaces de invertir en la oportunidad de crecimiento internacional. Si bien medir el impacto prospectivo de un cambio tan complejo como la reelaboración de todo el sistema fiscal estadounidense es prácticamente imposible, creemos que nuestra cartera tiene al menos un sesgo relativo positivo dada su exposición internacional.
El cambio climático puede volver convertirse de nuevo en el foco
Lamentablemente, el presidente Trump ha sido demasiado obvio en su escepticismo hacia la urgencia de abordar la crisis del cambio climático. Estados Unidos se retiró del Acuerdo Climático de París en junio de 2017 y Trump ha seguido una política de independencia energética basada en el uso de combustibles fósiles. Por el contrario, nuestra filosofía de inversión se traduce en un enfoque en modelos de negocio de carbono ligero que tienen el potencial para la creación de valor sostenible para los accionistas a largo plazo. Esto posiciona la estrategia de franquicia estadounidense más en línea con el propio pensamiento de Biden sobre el cambio climático, que podría resultar en vientos en contra para los sectores pesados en carbono dentro del S&P 500, a los que no estamos expuestos.
Pensamientos finales
Dado que los inversores se centraron en empresas que creemos que pueden generar ganancias sólidas y un crecimiento del flujo de caja libre independientemente del contexto político, las elecciones de noviembre en Estados Unidos son un evento menos significativo en el contexto de nuestro horizonte temporal de 5 a 10 años. Dejaremos que otros inversores intenten beneficiarse de los cambios a corto plazo en los mercados antes y después del resultado de las elecciones. Nuestro enfoque en ventajas competitivas a largo plazo, motores de crecimiento estructural y un posicionamiento generalmente defensivo significa que estamos seguros de que la cartera de franquicias estadounidenses está bien ubicada, independientemente del resultado de la batalla por la Casa Blanca.
Columna de Paul Vincent, analista y gestor de carteras del equipo de inversiones Quality en Ninety One
Anotaciones:
1. Fuente: OCDE, a 1 de julio de 2020.
2. Informe de IBIS World sobre la industria de ortodoncistas en EE. UU., Mayo de 2020.
3. Centros de Servicios de Medicare y Medicaid de EE. UU. (CMS), diciembre de 2019.
4. FAANG = Facebook, Apple, Amazon, Netflix y Google.
5. «Otras tecnologías» definidas según el sistema de clasificación GICS.
6. Fuente: Ninety One al 30 de septiembre de 2020.
7. Fuente: S&P Global, agosto de 2019. 8 El cálculo del FCF excluye las empresas clasificadas en el Grupo de la Industria Bancaria según GICS.
9. La intensidad de carbono mide la eficiencia de carbono de una cartera y se define como las emisiones totales de carbono de la cartera por cada millón de dólares de ventas de la cartera.
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Nada de lo aquí contenido debe interpretarse como una oferta para celebrar un contrato, asesoramiento de inversión, una recomendación de ningún tipo, una solicitud de clientes o una oferta para invertir en cualquier fondo, producto, vehículo de inversión o derivado en particular. Inversión implica riesgos. El rendimiento pasado no es indicativo de rendimiento futuro. Cualquier decisión de invertir en las estrategias aquí descritas debe hacerse después de revisar el documento de oferta y realizar la investigación que un inversionista considere necesaria y consultar a sus propios asesores legales, contables y fiscales con el fin de tomar una determinación independiente de idoneidad y consecuencias de tal inversión. Este material no pretende ser un resumen completo de todos los riesgos asociados con esta estrategia. Se puede encontrar una descripción de los riesgos asociados con esta estrategia en la oferta u otra divulgación documentos. Las copias de dichos documentos están disponibles de forma gratuita a pedido.
Pixabay CC0 Public Domain. Sostenibilidad: una oportunidad de inversión global
El mundo actual se enfrenta a importantes desafíos. El primero es el cambio climático. Muchas personas en todo el mundo habrán sido testigos o habrán experimentado de primera mano los efectos del aumento de las temperaturas. El segundo es la ampliación de la desigualdad social: la creciente brecha entre «ricos y pobres» del mundo. Esto ha provocado una ira generalizada que, en algunos casos, ha desatado la agitación social y política. El tercero es el hecho de que estamos consumiendo recursos naturales a un ritmo sin precedentes. Estos problemas solo empeorarán si no actuamos. La pandemia del COVID-19 ha planteado preguntas urgentes sobre cómo interactúan las personas con la naturaleza y sobre cómo se gestiona la producción de alimentos para los seres humanos.
Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU
La mayoría de los países han reconocido la necesidad de actuar. 193 países adoptaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas en septiembre de 2015. Hay 17 ODS que, en conjunto, constituyen 169 objetivos individuales. Todos ellos proporcionan orientación a los gobiernos, las empresas y la sociedad civil sobre cómo identificar y perseguir las prioridades del desarrollo sostenible. Los ODS probablemente guiarán las políticas públicas y la asignación de capital del sector privado, como mínimo, hasta 2030.
Los ODS de la ONU son ambiciosos y se estima que serán necesarias unas inversiones anuales de entre 5 y 7 billones de dólares1. En este contexto, los gestores de activos globales -con más de 80 billones de dólares de activos bajo gestión2– tienen un importante papel que desempeñar.
Acuerdo de París
La mayoría de los países aceptan que décadas de empleo de combustibles fósiles han dañado el medioambiente. Las emisiones de gases de efecto invernadero en la atmósfera, vinculadas al consumo de petróleo y carbón, son una de las principales causas del aumento de la temperatura en todo el mundo. En 2015, más de 180 países alcanzaron el conocido como Acuerdo de París en la 21ª Conferencia de las Naciones Unidas (COP 21). Este es el tratado internacional sobre el clima más importante del mundo. Los firmantes coinciden en la necesidad de restringir los futuros aumentos de temperatura a «muy por debajo» de 2°C de los niveles preindustriales, con el fin de limitar los daños medioambientales y económicos.
Principios de las Naciones Unidas para la Inversión Responsable
Los Principios de Inversión Responsable (PRI) son otra iniciativa apoyada por las Naciones Unidas. Los propietarios y gestores de activos de todo el mundo tienen un importante papel que desempeñar en el apoyo a la sostenibilidad. Estos principios se concibieron para promover la inversión responsable como una forma de aumentar los beneficios y gestionar el riesgo. Alientan a los inversores institucionales a adoptar y demostrar medidas en cuatro esferas: inversiones, participación empresarial, divulgación de información sobre los inversores y promoción de políticas.
¿Por qué deberían estar interesados los inversores?
La inversión responsable que canaliza el capital privado hacia estrategias de inversión sostenibles ya no es algo que se refiera a activos que sólo son «agradables de tener». El análisis ambiental, social y de gobernanza (ESG) debe ser una parte integral de todas las decisiones de inversión. Las generaciones más jóvenes no quieren que sus inversiones causen daños irreparables a la sociedad y al medioambiente. Quieren ver algo que genere un resultado positivo y un retorno financiero.
La tecnología es un elemento de disrupción. Las redes sociales han creado conciencia de los problemas ambientales vinculados a las empresas petroleras y de gas y de los problemas de acceso a la medicina vinculados a las empresas farmacéuticas. Las preocupaciones de ética empresarial relacionadas con la industria bancaria y financiera también han estado en el foco de atención de dichos canales.
Sin embargo, la búsqueda de soluciones no puede depender solo de los inversores. Estos necesitan un marco claro en el que operar, por lo que los gobiernos deben pensar en las regulaciones. La sociedad civil debe desempeñar un papel en el cuestionamiento de las prácticas que son insostenibles.
Oportunidades surgidas del cambio climático
El cambio climático tiene importantes repercusiones para los inversores. Es probable que las empresas y las economías incurran en grandes costes durante la transición de los combustibles fósiles a las fuentes de energía con bajas emisiones de carbono. Además, habrá costes significativos derivados de los crecientes daños físicos vinculados al cambio climático y de las cuantiosas inversiones necesarias para limitarlos.
Los inversores necesitan entender cómo esos cambios afectarán al valor de sus inversiones. Esto implica obtener una profunda comprensión de cómo cada empresa está expuesta a cuestiones materiales relacionadas con el cambio climático y cómo abordarán dichos desafíos. Pero también hay oportunidades. La transición a una economía con bajas emisiones de carbono requerirá grandes cantidades de capital privado para construir la infraestructura de energía renovable, el transporte sostenible y para mejorar la eficiencia energética. Los inversores desempeñarán un papel fundamental en la asignación de este capital.
También existe una creciente necesidad de hacer que las empresas, las ciudades y los países sean más resistentes a los efectos del cambio climático. Pensamos que hay importantes oportunidades de adaptación en materia de infraestructura, gestión del agua y el suelo, y tecnología.
Tribuna de Amanda Young, Global Head of Responsible Investment de Aberdeen Standard Investments
1. UNPRI, Los inversores y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, octubre de 2017
2. Aberdeen Standard Investments, Inversión de Impacto – Adoptar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas en la inversión, febrero de 2018