Hemos llegado a los últimos compases de 2025 y las gestoras internacionales hacen balance. La principal conclusión es que nos hemos adentrado en un nuevo régimen de inversión, caracterizado por una mayor volatilidad macroeconómica, por la divergencia en los ciclos económicos y políticos, y por un intervencionismo de los gobiernos mucho mayor de lo que hemos visto desde 2008.
“El año que ahora llega a su fin ha sido el de la paradoja. Pese al regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, a las tensiones geopolíticas y a la creciente fragmentación económica, los mercados financieros han seguido al alza. Bienvenidos a la era del gigantismo: el S&P 500 ha alcanzado la cota de los 7.000 puntos, Nvidia ha superado los 5 billones de dólares de capitalización bursátil —más que el PIB de Francia— y el sector tecnológico ha registrado rentabilidades superiores al 30% en los últimos doce meses. La confianza aguanta, a veces incluso a contracorriente. En 2026, los mercados seguirán teniendo que sopesar las promesas de la innovación y las tensiones geopolíticas”, apunta Nicolas Forest, CIO de Candriam.
En opinión de Martin Todd, gestor senior de renta variable de Federated Hermes, “la economía global entra en 2026 más fragmentada que nunca, con las naciones priorizando las cadenas de suministro domésticas”. Según explica, este proceso de regionalización está creando volatilidad sectorial: “Los sectores industrial y de materiales pueden beneficiarse de las primas asociadas al regreso de la producción, pero las multinacionales enfrentan presiones sobre los márgenes debido a la duplicación de procesos logísticos”.
En este entorno, añade que “la innovación en automatización y la relocalización cercana podrían crear oportunidades para las empresas que sepan adaptarse”. Por último Todd, subraya que las tendencias estructurales siguen proporcionando soporte al mercado bursátil: “Otros temas de inversión, como la electrificación, la economía circular, la inclusión financiera, la salud y el bienestar y la eficiencia energética, siguen siendo atractivos”.
La cuestión de la resiliencia
La segunda gran lección para las gestoras es que este año, la economía mundial ha demostrado una sorprendente resiliencia. “En abril, los mercados financieros se vieron sacudidos por un aumento histórico en la tasa arancelaria efectiva de EE.UU. —a niveles que no se veían desde la década de 1930— junto con una oleada de incertidumbre política. Esperábamos que el anuncio desacelerara notablemente la economía estadounidense, incluso aunque evitase la recesión. En algunos aspectos, así fue: el gasto de los consumidores se debilitó bruscamente en la primera mitad de este año y el crecimiento del PIB cayó al 1,6 %, desde el 2,6 % en la segunda mitad de 2024. Sin embargo, la actividad parece haber repuntado en el tercer trimestre y los mercados de renta variable han subido con fuerza desde sus mínimos en abril”, resume Raphael Olszyna-Marzys, economista internacional en J. Safra Sarasin Sustainable AM.
Según Olszyna-Marzys, esta resiliencia se explica por diversas fuerzas: “En primer lugar, la Administración tendió un puente a sus socios comerciales una vez que los inversores en bonos se pusieron nerviosos. Un segundo pilar de fortaleza ha sido el auge de la inversión relacionada con la inteligencia artificial (IA). Y, en tercer lugar, la estricta postura migratoria de la Administración ha reducido drásticamente la afluencia de inmigrantes, lo que ha contribuido a mantener el mercado laboral en un frágil equilibrio”.
La óptica del inversor
Ahora bien, ¿qué implica esto para los inversores? Según Janus Henderson, este entorno económico y de mercado atraviesa una etapa de cambios profundos y, por tanto, abre un conjunto de oportunidades significativo para los inversores activos. “Entre las fuerzas que están impulsando esa transformación destacan la revolución de la inteligencia artificial (IA), las reformas en Europa, el reajuste geopolítico y la creciente divergencia de la política monetaria a escala global”, explican.
En opinión de Natasha Brook-Walters, directora del equipo Solutions de Wellington Management, en un entorno de mercado en constante cambio como el actual, los inversores deben revisar tres cuestiones esenciales: la diversificación, los ingresos y la división entre mercados públicos y privados.
“La diversificación está adquiriendo un nuevo significado. Durante años, las asignaciones de renta variable centradas en Estados Unidos cosechaban buenos resultados. Pero, dado que el excepcionalismo estadounidense está en entredicho, los inversores quizá deseen valorar un conjunto de opciones más amplio. En este sentido, apreciamos varias oportunidades para aquellos que sepan adaptarse”, argumenta Brook-Walters.
Sobre la obtención de ingresos (income), destaca que siempre ha constituido un eje fundamental en la construcción de carteras. “No obstante, con una mayor volatilidad de la inflación y el entorno de menos crecimiento, debemos pensar en la estabilidad de esos ingresos. Así, tal vez los inversores se planteen diversificar sus fuentes de ingresos más allá de los títulos de deuda. Para ello puede ser útil adoptar una perspectiva de multiactivos y buscar ingresos por vías tradicionales o alternativas, como los dividendos en las acciones, los cupones en los bonos y, potencialmente, la emisión de opciones”, defiende.
Ya añade a su argumento: “Los ingresos constituyen un elemento fundamental de la rentabilidad de las acciones, sobre todo con horizontes temporales prolongados. Si bien en períodos de más de un año, los cambios en la valoración y el crecimiento de los resultados empresariales contribuyen a grandes rasgos en igual medida, a más largo plazo predominan los dividendos y el crecimiento de los resultados gracias al efecto de la capitalización compuesta”.
Cambio de roles
Por último, desde HSBC AM apuntan que varias suposiciones de inversión de larga data están cambiando, en lo que ellos denominan un “cambio de roles” de los activos. En este sentido, la gestora identifica tres cambios principales. El primero es replantear la supremacía de los activos estadounidenses. Según explican, durante décadas, las acciones, los bonos y el dólar estadounidense han ocupado un lugar destacado en las carteras globales. “No creemos que esto suponga el fin del excepcionalismo estadounidense, pero los inversores están claramente reevaluando sus posiciones. La creciente incertidumbre fiscal, las mayores primas por plazo y el papel desproporcionado de las acciones tecnológicas de gran capitalización generan preocupación sobre la diversificación, el riesgo de valoración y la estabilidad del retorno a largo plazo. Los inversores internacionales, en particular, están reconsiderando cuánto de su exposición al dólar estadounidense desean cubrir”, afirman.
En segundo lugar, señala un claro cambio en el comportamiento de la renta fija. “El entorno económico actual está más equilibrado entre las fuerzas monetarias y fiscales. Los inversores se han dado cuenta de que los bonos gubernamentales de larga duración pueden no comportarse como el activo defensivo que antes eran, y esto está provocando un cambio significativo en la forma en que se construyen las carteras”, comenta Xavier Baraton, Global Chief Investment Officer en HSBC Asset Management.
Y por último, consideran que las inversiones alternativas asumen un nuevo papel defensivo. Según la gestora, históricamente, los Treasuries y los Gilts han dominado la construcción de carteras defensivas. Sin embargo, en un entorno donde los tipos se mantienen altos por más tiempo y los bonos gubernamentales ofrecen menos protección, las estrategias alternativas, incluidos los hedge funds, la infraestructura y el crédito privado, se utilizan cada vez más para diversificar el riesgo.
“Los hedge funds, en particular, están recuperando importancia; los patrones históricos muestran que, en contextos similares al actual, caracterizados por cambios globales, variabilidad de la inflación y complejidad en las políticas, estas condiciones favorecen determinadas estrategias de hedge funds”, argumentan.



Por Carlos Ruiz de Antequera