Ya hace muchos años, décadas, que la “cartera diversificada” como concepto se atribuye a lo mismo: una combinación de renta fija, renta variable, inmobiliario y liquidez. Más que diversificada, yo la veo una cartera clásica. Y, como todo lo clásico, esa estructura parecía inamovible. Parecía, pero ahora vemos que no lo era.
Porque todo cambia, e incluso aquello que se ha mantenido tanto tiempo erguido puede tambalearse en cualquier momento.
Lo importante aquí, sin embargo, es por qué lo hace. No es algo pasajero como un terremoto que viene, agita y desaparece. Ni es una moda que llega, conquista y se va por donde ha venido. Para mí, el modelo clásico de cartera diversificada está amenazado por algo mucho más tangible y definitivo: el cambio de orden de la energía, que ha pasado de ser un bien esencial a convertirse en un activo estratégico de primera categoría.
En 2023, más de 25% del capital nuevo en activos alternativos se destinó a infraestructuras energéticas. Ejemplos son BlackRock, Brookfield, KKR, Goldman Sachs, Ardian… Porque son los mayores gestores del mundo quienes están redirigiendo miles de millones hacia energía renovable, almacenamiento e infraestructura verde. Y, muy probablemente, no lo están haciendo por imagen. Creo que el motivo está más relacionado con la rentabilidad, la estabilidad y la estrategia.
La energía se ha posicionado, merecidamente, como el nuevo eje central de las carteras no solo diversificadas, también inteligentes.
Pero ello no impide que siga habiendo inversores atrapados en el túnel del tiempo, donde este tipo de activos son solo cosa de fondos soberanos o institucionales. No, la realidad de hoy está tras la luz al final del túnel. Gracias a la tecnología, cualquier inversor con un mínimo de visión es capaz de participar de este cambio de paradigma.
La decisión es más sencilla de lo que parece: ir hacia ella o quedarse en la oscuridad.
Una necesidad básica que ha ascendido a activo financiero estructural
Históricamente, la energía ha sido vista como un insumo, no como una clase de activo. Las inversiones se hacían en compañías del sector —acciones de utilities o petroleras—, pero no directamente en infraestructuras.
Pero eso es cosa del pasado. Hoy es diferente desde que la transición energética ha convertido las plantas solares, los sistemas de baterías, las redes inteligentes y la eficiencia industrial en infraestructuras financieras con flujos de caja estables, garantías blindadas con contratos a largo plazo y cada vez un menor riesgo operativo.
Y es que una planta solar bien estructurada genera ingresos recurrentes durante 20 años. Un sistema BESS (Battery Energy Storage System) bien operado participa en mercados diarios y servicios de red con retornos fácilmente superiores al 10 % anual. Ambos son ejemplos de activos con TIR comparables a la renta variable, pero con la volatilidad que se espera de la renta fija.
¿Qué están haciendo los grandes fondos?
Cuando se anda en busca de algo, no está de más fijarse en el rastro del suelo. Y la huella de los grandes fondos es tan profunda como fiable para encontrar el camino.
Lejos de intuiciones, hay pruebas de la existencia del nuevo paradigma y están respaldadas por capital institucional:
BlackRock ha lanzado su tercer fondo de infraestructuras sostenibles con más de 7.000M$, KKR ha ampliado su participación en proyectos solares y eólicos a través de alianzas con promotores europeos, y Goldman Sachs está tokenizando parte de su cartera de infraestructuras para abrirla a nuevos perfiles de inversores.
Eso es lo que está ocurriendo en la última planta de las finanzas globales. Mientras tanto, más abajo, el inversor medio sigue sin asomarse a la ventana, pensando que la diversificación se limita a comprar un ETF global, una plaza de garaje o acciones de tecnológicas. Asociando el éxito financiero a tener una cartera en renta variable global, cuando en realidad radica en el acceso a activos reales que produzcan a diario.
La infraestructura energética frente a otros activos populares
¿Contra inmobiliario? La realidad es que la vivienda depende de factores inestables como el ciclo económico, la demanda local o la ocupación. La energía, en cambio, no. Porque se consume cada día irremediablemente, en cada industria, en cada ciudad. Las plantas energéticas no se devalúan si suben los tipos, pueden seguir vendiendo kilovatios a granel.
¿Contra private equity? Todos conocemos los riesgos inherentes a las startups. Pueden quebrar, pivotar o desaparecer. Los riesgos asociados a una instalación fotovoltaica están mitigados, entre muchas otras cosas, con contratos PPA (Power Purchase Agreement) de compraventa de energía. Lo que proporciona un horizonte claro, garantiza demanda y reduce el riesgo operativo a mínimos.
¿Contra cripto? Solo hay que tener en cuenta que la infraestructura energética también se puede tokenizar. De hecho, se tokeniza. Lo que la aleja de la criptomoneda es que no está sujeta a especulación irracional, porque representa una fracción de un activo que existe físicamente, produce energía y genera ingresos. El futuro estaba en tokenizar activos, ahora está en tokenizar activos reales.
De la alternativa al estándar
¿Y por qué este cambio es irreversible? Porque la transición energética es una transformación estructural independiente de los ciclos.
Y porque los activos energéticos, además de ser rentables, algo que puede decirse de muchos otros activos, ofrecen algo que pocas inversiones dan hoy: la revolucionaria combinación de estabilidad, impacto real y control.
El nuevo sistema eléctrico global se está repartiendo entre los inversores que han decidido poner su dinero para financiar una instalación solar o un sistema de baterías. Un sistema compartido que necesita seguir nutriéndose de capital para cumplir los objetivos climáticos de 2030. De hecho, según BloombergNEF, hacen falta más de 5 billones de dólares anuales hasta dicho año para lograrlo.
Esto pide más inversión, pero no supone limosna ni altruismo. Invirtiendo en infraestructura energética todos ganan, porque esta se traducirá en más oportunidades, mejores condiciones y nuevos modelos de acceso.
La energía ha salido del banquillo de suplentes y ahora está revolucionando la partida. El mapa financiero mundial se está reordenando, y quien no se ubique dentro de él deberá conformarse con carteras estériles, flujos inciertos y oportunidades que otros aprovecharán en su lugar.
Artículo escrito por Fernando Dávila, CEO y cofundador de Crowmie.




