El segundo semestre de 2025 arrancó bajo el signo de la incertidumbre y tras una primera mitad de año que ha puesto de relieve un entorno financiero especialmente complejo, cargado de tensiones geopolíticas y una elevada volatilidad macroeconómica. Los bancos centrales han optado por una mayor prudencia, lo que complica la toma de posiciones direccionales en duración, mientras que los inversores buscan refugio en activos que ofrezcan estabilidad y diversificación real.
En este contexto, el Grupo de Estrategias e Información de MFS (SAIG), parte de la unidad de distribución de MFS Investment Management, identifica a la renta fija como un pilar estratégico renovado: desde el crédito corporativo con diferenciales menos ajustados de lo que aparentan, hasta la deuda emergente en divisa local, favorecida por la presión creciente sobre el dólar. En este escenario, la gestora identifica cinco ejes estratégicos que, a su juicio, marcarán el rumbo de los inversores profesionales durante los próximos meses.
1. Duración: un respiro sin convicción
Desde MFS subrayan que mantener una posición neutral en duración parece la opción más adecuada en este momento. La Reserva Federal se encuentra en pausa a la espera de evaluar el impacto de los aranceles y otras disrupciones comerciales, y, en palabras de Jerome Powell, dichas presiones inflacionistas ligadas a los aranceles deberían ser temporales, mientras que será la evolución del empleo el verdadero “juez de paz” para la política monetaria estadounidense.
Por su parte, el Banco Central Europeo está a punto de concluir su ciclo de flexibilización en un contexto de mayor estímulo fiscal y recuperación macroeconómica en la eurozona. La institución ha señalado que la inflación se mantiene en torno a su objetivo del 2% a medio plazo, que las presiones internas continúan moderándose y que sus decisiones seguirán un enfoque dependiente de los datos, ajustando la política según la evolución de los precios y los riesgos económicos.
En este entorno, apostar con firmeza por posiciones largas en duración resulta cada vez más difícil. Solo países como el Reino Unido y Australia ofrecen argumentos para inclinaciones largas. En EE. UU., la elevada prima de riesgo fiscal ha impulsado los tipos a largo plazo, reduciendo el atractivo relativo de extender vencimientos.
El mayor riesgo, advierte MFS, sigue siendo la incertidumbre macroeconómica: aranceles con impacto en el crecimiento, débil confianza empresarial y perturbaciones en el comercio internacional. Según la información disponible hasta principios de agosto, los países que han alcanzado acuerdos arancelarios con EE.UU. incluyen Reino Unido, China (que ha entrado en otra prórroga hasta el 10 de noviembre), Vietnam, Filipinas, Indonesia, Japón, la UE, Corea del Sur, Pakistán, Tailandia, Camboya y Canadá, lo que aporta cierto alivio al comercio global. Sin una señal clara de deterioro económico acompañada de un giro más acomodaticio por parte de los bancos centrales, el panorama de la duración seguirá marcado por la cautela.
2. Crédito corporativo: diferenciales más atractivos de lo que parecen
Otro punto clave que destaca MFS es la valoración de los diferenciales de crédito investment grade (IG) en EE. UU. Tradicionalmente calculados frente al rendimiento del Tesoro estadounidense, estos spreads podrían estar ofreciendo una visión engañosa tras la erosión de la calidad crediticia soberana del país.
MFS propone un enfoque ajustado que incorpora la prima de riesgo fiscal implícita en los bonos del Tesoro. Bajo esta métrica, los diferenciales corporativos IG se sitúan en torno a 140 puntos básicos, un nivel históricamente atractivo al compararse con la serie de diez años.
La conclusión es clara: el crédito corporativo puede estar infravalorado respecto a la percepción general, lo que convierte a esta clase de activos en una alternativa más interesante frente a la deuda soberana estadounidense, especialmente en un contexto de crecientes riesgos fiscales.
3. La actual normalización de la correlación entre bonos y acciones: la renta fija recupera atractivo
Uno de los grandes cambios de régimen que detecta MFS es la corrección a la baja en la correlación entre bonos y acciones. Tras un periodo marcado por el “miedo a la Fed”, en el que las agresivas subidas de tipos dispararon la sincronía entre mercados, y posteriormente por el escenario de Goldilocks —con política monetaria laxa y fuerte apetito inversor—, el nuevo entorno se caracteriza por volatilidad, riesgos geopolíticos y elevada incertidumbre.
En este marco, los bonos vuelven a ofrecer potencial de diversificación en las carteras. La renta fija no se apoya ya en la compresión de diferenciales o tipos, sino en un carry históricamente atractivo que puede servir de base sólida para la rentabilidad esperada.
Mientras tanto, las bolsas presentan valoraciones que parecen descontar un escenario perfecto, con la expansión de múltiplos como principal motor de las subidas. Este verano, el S&P 500 ha mostrado movimientos relativamente planos tras acercarse a máximos históricos, mientras que el Ibex 35 experimentó una notable subida, superando el 21% en lo que va de año y acercándose a niveles no vistos desde 2007. Aunque el S&P 500 cotiza cerca de sus máximos históricos y a una valoración comparable a la de finales de 2021, la fuerza del impulso alcista dependerá de cómo se desarrolle la situación global los próximos meses. Ante esta vulnerabilidad, la renta fija se perfila nuevamente como cobertura frente al riesgo de la renta variable.
4. Mercados emergentes: los planetas se alinean para la deuda en moneda local
La deuda de mercados emergentes (ME) en moneda local emerge como una de las grandes oportunidades del semestre. El equipo de MFS señala dos motores principales: el final del ciclo del dólar fuerte y la necesidad de diversificación internacional tras el cuestionamiento del excepcionalismo estadounidense.
Con rendimientos reales superiores al 3% a cierre de mayo —más del doble de los registrados en mercados desarrollados—, desde MFS insisten en que la deuda local de emergentes ofrece un trinomio atractivo: altos rendimientos, potencial de compresión de tipos gracias a la continuidad de políticas monetarias acomodaticias y apreciación cambiaria en un contexto de debilidad del dólar.
El índice J.P. Morgan GBI EM Diversified, que agrupa 19 países, refleja además la ventaja estructural de diversificación entre regiones. Aunque MFS advierte que conviene vigilar repuntes inesperados del dólar o turbulencias en el crecimiento emergente, la posición de esta clase de activos es, en sus palabras, “ideal para aprovechar las fuerzas actuales del mercado”.
5. Contratiempos en la deuda privada
La postura de la firma respecto a la deuda privada, uno de los activos más populares en la última década, difiere notablemente de la opinión mayoritaria, dado que los expertos de MFS consideran que esta clase de activo se enfrenta ahora a obstáculos significativos. En concreto, tras crecer hasta alcanzar alrededor de 1,2 billones de dólares en activos gestionados, desde la gestora consideran que la deuda privada está mostrando síntomas de saturación.
Según el equipo de MFS, la fuerte competencia ha elevado el dinero en efectivo o pólvora para gastar disponible y reducido las oportunidades atractivas, lo que presiona a la baja las rentabilidades esperadas. En 2024, los fondos de crédito privado de tipo cerrado ofrecieron un rendimiento del 6,9%, inferior en 130 puntos básicos al índice de alto rendimiento estadounidense.
A ello se suma el problema de liquidez, cada vez más relevante para los inversores institucionales. La imposibilidad de negociar estos activos en mercados secundarios convencionales (equivalen en torno al 5% del mercado de private equity y un 1-2% del mercado de private debt según diversas fuentes) supone un coste potencialmente elevado en episodios de tensión financiera, como se vio en la crisis de pensiones británica de 2022 o las turbulencias bancarias de 2023.
En este sentido, MFS recomienda a los inversores revisar el peso del crédito privado en cartera y considerar alternativas líquidas como la renta fija cotizada, especialmente para aquellos con necesidades de liquidez significativas.
Un semestre de ajustes estratégicos
El informe de MFS dibuja un panorama complejo en el que la cautela y la diversificación se convierten en principios rectores de la asignación de activos. La duración exige neutralidad, el crédito corporativo ofrece oportunidades ocultas, la renta fija recupera su papel diversificador, los emergentes destacan por rentabilidad real y la deuda privada encara retos de liquidez.
Para los inversores institucionales, el reto no es menor: navegar un semestre en el que las fuerzas macroeconómicas y políticas seguirán dictando el rumbo de los mercados globales. La clave, según MFS, será equilibrar el apetito por rentabilidad con una gestión activa del riesgo, en un entorno donde la volatilidad y la incertidumbre parecen haber llegado para quedarse.