Hace apenas unas semanas y a través de la plataforma Truth Social, Donald Trump, presidente de EE.UU., anunció el nombramiento de Stephen Miran como nuevo miembro de la Junta de Gobernadores de la Reserva Federal (Fed) tras la renuncia de Adriana Kugler. Miran asumirá de manera temporal este cargo, solo hasta el 31 de enero de 2026, este nombramiento cubre este período mientras se espera designar a la persona que, en mayo de 2026, sucederá a Powell como presidente de la Fed.
Ahora bien, ¿quién es Stephen Miran? Hasta ahora, Miran ocupaba el cargo de director del Council of Economic Advisers (CEA), al que fue designado por Trump en diciembre de 2024. Según los analistas, está considerado el diseñador de la política de aranceles recíprocos de Trump y promotor de un plan denominado el «Mar‑a‑Lago Accord«, para contrarrestar la sobrevaloración del dólar y reestructurar el sistema comercial global. Además, ha sido una de las voces más críticas con la independencia de la Fed y ha hecho numerosas propuestas como reducir el mandato de los gobernadores de la Fed o cambiar la forma de designar a sus miembros.
Principales ideas: dólar y bonos
Sobre la figura de Miran, Gilles Moëc, Chief Economist de AXA, señala que para comprender su visión es muy interesante su ensayo sobre cómo distorsionar el sistema monetario mundial para servir mejor a los intereses económicos de Estados Unidos. “En él, plantea varias formas de provocar una depreciación del dólar sin que ello implique una disminución de la demanda de activos estadounidenses, lo que provocaría un aumento de las tasas de interés en Estados Unidos y, a la larga, una desaceleración de la economía, lo cual complicaría aún más la resolución de la ya compleja ecuación presupuestaria”, apunta.
En este sentido, Moëc resume que su idea es que, en el marco de un “Acuerdo de Mar a-Lago”, inspirado en los acuerdos del Louvre y del Plaza de los años ochenta, cuando Europa y Japón acordaron un esfuerzo conjunto para devaluar el dólar, los bancos centrales extranjeros aceptarían transferir sus reservas a bonos del Tesoro estadounidense a muy largo plazo, o incluso a deuda perpetua, lo que limitaría las tasas de interés a largo plazo, mientras que los inversores privados abandonarían el mercado estadounidense, anticipando la depreciación del dólar.
“El propio Miran subraya lo improbable que sería que los europeos aceptaran tal medida e introduce por ello una dimensión coercitiva: la inversión a largo plazo en deuda estadounidense constituiría la ‘compensación’ que pagarían los europeos para evitar los aranceles y beneficiarse del mantenimiento del amparo militar de Washington. Sin embargo, y este es un punto al que Miran alude, sin resolverlo, un problema importante es que las inversiones europeas en Estados Unidos son principalmente el resultado de una multitud de decisiones descentralizadas tomadas por operadores privados: empresas de la economía real para las inversiones directas, gestores de activos e inversores institucionales para los movimientos de cartera.
Según destaca Moëc, el ensayo de Miran propone otra idea “preocupante”: la posibilidad de gravar los intereses pagados por los títulos del Tesoro a los inversores no residentes. En su opinión, probablemente, esto los “alejaría” del mercado de bonos estadounidense, pero, teniendo en cuenta la diferencia entre el importe de las reservas de los bancos centrales y los activos estadounidenses de los inversores privados, “el efecto neto sobre el coste global de la financiación estadounidense podría ser dramático para la salud de la economía estadounidense”.
“En resumen, el enfoque actual de Estados Unidos en sus relaciones comerciales y financieras con Europa tiene como objetivo mejorar una situación que ya es muy beneficiosa para Estados Unidos. Hay un límite a la promoción de los intereses estadounidenses mediante la coerción. Es posible que los europeos consideren que el costo macroeconómico global de intentar a toda costa mantener una estrecha relación política y de defensa con Estados Unidos se está volviendo demasiado alto, lo que hace que otras opciones geopolíticas sean más aceptables”, concluye.
La Fed y el FOMC
La segunda valoración que hacen los expertos es que la llegada de Miran al FOMC generará cierto conflicto dada su visión sobre que el dólar está demasiado caro y que, en consecuencia, la balanza comercial de EE.UU. no puede reequilibrarse. “Cree que, para asegurar la financiación de las finanzas públicas de EE.UU., otros países podrían adquirir bonos del Tesoro a muy largo plazo. Probablemente esta discusión tuvo lugar durante las negociaciones arancelarias. Pienso, por ejemplo, en los 600.000 millones de dólares de la Unión Europea y los 550.000 millones de Japón, que Trump quiere utilizar a su conveniencia”, indica Philippe Waechter, economista jefe en Ostrum AM (firma afiliada de Natixis IM).
Según su análisis, para la Fed, una caída del dólar provocaría un choque inflacionista que se sumaría al impacto derivado de los aranceles y, en ese caso, debería subir su tipo de referencia. Además, si un acuerdo tipo “Mar‑a‑Lago Accord” fuera percibido por los inversores como creíble, explica que “podría generar importantes salidas de capital de los mercados estadounidenses y si no lo fuera, cualquier bajada del billete verde se interpretaría como una oportunidad”. Para Waechter, “el pulso entre Powell y Miran será crucial para todos. El riesgo es que la política monetaria de EE.UU. pase a estar sometida a las directrices de la Casa Blanca. Eso sería un desastre”.
Una advertencia similar hacen desde Muzinich & Co: “Los cambios de personal importan menos para la trayectoria a corto plazo de los tipos de interés oficiales —que los mercados siguen previendo a la baja— que para la cuestión de la independencia institucional. Las repetidas críticas públicas de Trump a Powell, calificándolo de ‘demasiado lento’ e ‘idiota’, entre otros insultos, mantienen viva la posibilidad de una transición en el liderazgo de la Fed alineada con la postura económica más intervencionista de la administración”.
En este contexto, Enguerrand Artaz, estratega de La Financière de l’Échiquier (LFDE), añade que “la independencia de la Fed se ha visto atacada y la comunicación del banco central no va a ser sencilla durante los próximos meses”. Para Artaz, esta situación forma parte de una dinámica institucional más amplia: “El funcionamiento de las instituciones estadounidenses ha quedado tocado durante los primeros meses del mandato de Trump”. Este debilitamiento estructural se acompaña, además, de “una enorme incertidumbre en lo que respecta a su impacto en el crecimiento y la inflación”.
El desenlace de la sucesión de Powell marcará una línea divisoria entre dos formas de concebir el papel de la Reserva Federal: como garante técnico de la estabilidad macroeconómica o como engranaje político más de la agenda presidencial, concluye.