En el mundo de la inversión institucional, pocos vehículos han demostrado ser tan resilientes en la creación de riqueza a largo plazo como los endowments. Popularizados principalmente en Estados Unidos y el Reino Unido, estos fondos patrimoniales están diseñados para financiar de manera sostenible los objetivos de universidades, fundaciones y otras instituciones sin fines de lucro. En el sur de Europa, sin embargo, este modelo sigue siendo poco conocido y apenas explorado, a pesar de las ventajas que ofrece.
Un endowment es un fondo de inversión cuya misión principal es garantizar la sostenibilidad financiera de una institución a lo largo del tiempo. Parte de una dotación inicial—normalmente fruto de donaciones—que se invierte con el objetivo de generar rentabilidades estables y sostenidas, permitiendo a la institución financiar sus actividades sin depender exclusivamente de ingresos externos.
Estos rendimientos permiten financiar actividades como becas, investigación, programas sociales o mantenimiento de infraestructuras, sin comprometer el capital original. En países como EE. UU. y el Reino Unido, universidades como Harvard, Yale y el MIT han construido patrimonios multimillonarios gracias a la correcta gestión de sus endowments.
Su filosofía
La principal responsabilidad de un endowment es lograr una rentabilidad suficiente para sostener su misión sin erosionar su valor real con el tiempo. Para ello, su rentabilidad debe cubrir tres componentes esenciales:
- La distribución anual a los fines de la institución (por ejemplo, un 3-4% del valor del fondo).
- La inflación, que garantiza el mantenimiento del poder adquisitivo del capital.
- Los costes operativos y de gestión del fondo.
Este objetivo de rentabilidad mínima es, al mismo tiempo, el mayor riesgo al que se enfrenta un endowment: si no se alcanza de forma constante, el fondo se deprecia en términos reales, poniendo en riesgo su sostenibilidad.
A diferencia de otros fondos, como los de pensiones o mutuos, que pueden tener presiones de liquidez a corto plazo, los endowments tienen una ventaja estructural clave: su horizonte temporal prácticamente perpetuo y la previsibilidad de sus gastos. Esto les permite invertir en activos menos líquidos que puedan mejorar la rentabilidad a largo plazo, como capital privado, infraestructuras, inmuebles o fondos de inversión alternativos.
Este horizonte extenso también les brinda la capacidad de aprovechar la volatilidad del mercado. En lugar de reaccionar ante movimientos de corto plazo, los endowments pueden centrarse en los fundamentales de las inversiones, confiando en que, con el tiempo, los precios acabarán reflejando el valor real de los activos.
Asimismo, este enfoque a largo plazo les permite enfocarse en factores estructurales de mercado, como los estudiados por Eugene Fama y Kenneth French, que apuntan a que invertir en acciones, empresas de menor tamaño y más rentables dan mejores resultados que la inversión en bonos, empresas de mayor tamaño y menos rentables. Aunque en periodos de un año la probabilidad de obtener mejores resultados con este tipo de activos es de alrededor del 60%, a medida que el horizonte de inversión se amplía, esa probabilidad se acerca al 100%.
Pero no basta con tener una estrategia sólida y un horizonte temporal favorable. La experiencia demuestra que una buena gobernanza es indispensable para que un endowment funcione correctamente. Se necesita un consejo de supervisión que comprenda el proceso de inversión, los ciclos del mercado y los fundamentos financieros.
Durante las crisis económicas o caídas del mercado, puede surgir la tentación de abandonar el camino trazado. Es en esos momentos cuando el papel del consejo se vuelve crítico: debe aportar perspectiva, evitar decisiones impulsivas y mantener la confianza en la estrategia de largo plazo. Los mejores endowments son aquellos cuya estructura de gobernanza permite mantener la disciplina incluso en los momentos más inciertos.
Un ejemplo paradigmático de una gestión de endowment exitosa es el del MIT. Su estrategia de inversión se basa en un principio simple pero poderoso: invertir con la mentalidad de mantener las posiciones durante décadas. Bajo esta filosofía, su equipo de inversión busca oportunidades que ofrezcan la mejor combinación de rentabilidad y riesgo en el largo plazo. Gracias a esta disciplina, el endowment del MIT ha conseguido generar retornos sobresalientes.
Modelo de endowment
El modelo de endowment todavía está poco desarrollado en el sur de Europa. Entre las razones seguramente se encuentren también las culturales. Sin embargo, los desafíos a los que se enfrentan las universidades y fundaciones europeas — resiliencia ante las crisis, limitaciones presupuestarias, dependencia de fondos públicos —hacen que merezca la pena plantearse este modelo de financiación.
En el contexto europeo, hay un amplio espacio para aprender y beneficiarse del modelo Endowment. Son vehículos de inversión institucional profundamente ligados a una misión, sostenidos por la paciencia, la disciplina y la visión a largo plazo. Su éxito depende principalmente de tener una estrategia clara, un equipo alineado y una gobernanza sólida.
En un mundo financiero cada vez más marcado por la urgencia, la volatilidad y el cortoplacismo, el modelo de endowment nos recuerda que hay otra forma de invertir: una que piensa en décadas, no en trimestres. Y quizás, en esa visión del tiempo, reside su mayor fortaleza.
Tribuna elaborada por Jorge Teixeira Duarte, CFA, CAd, miembro del Comité Asset Owners de CFA Society Spain.