Al leer Casino Royale, los europeos de la época debieron de quedar fascinados por el nivel de detalle en la descripción de las bebidas alcohólicas que Bond y sus colegas consumen. No puedo pasar por alto la escena en la que Bond entra en el bar del Hermitage, en la ciudad-balneario ficcional de Royale-les-Eaux cerca de la desembocadura del río Somme, en Normandía. Allí va a conocer a sus enlaces para la misión y en la reunión, que se produce a l’heure de l’aperitif, Bond pide un ‘Americano’. Pongo en duda que se tratara de un café y me decanto por el cóctel Americano, un precursor del Negroni muy popular hasta la década de los sesenta que combinaba vermú, Campari y soda.
A su alrededor los hombres “bebían inagotables botellines de champán y las mujeres dry martinis”, preparados con ginebra Gordon’s y “un zeste de citron”. Cuando Mathis y la señorita Lynd se le unen en la mesa, toma el control de la situación y “a pesar de las protestas de Mathis, Bond insistió en pedir algo de beber: un fine à l’eau para su compañero y ‘bacardi’ para la joven.” Así, todos bien entonados, proceden a tener su primera reunión de trabajo.
The Vesper: el mito
La escena más célebre de cuantas ha protagonizado Bond en compañía de un barman se produce en el casino, cuando Bond conoce a Felix Leiter, el agente de la CIA. Es la primera vez que veremos al agente presentarse a sí mismo con el famoso: “Me llamo Bond, James Bond”, y acto seguido pide al barman: “-Un martini seco -dijo-. Uno. En copa achatada de champán. Un momento. Tres medidas de Gordon’s, una de vodka y media de Kina Lillet. Agítelo bien hasta que esté helado y luego añada una larga y fina peladura de limón. ¿Entendido?”
Leiter queda impresionado ante el nivel alcohólico de la bebida y Bond le explica que cuando se concentra -es decir, cuando se prepara para trabajar-, nunca se toma más de una copa antes de cenar, pero le gusta que esta copa sea “abundante, muy fuerte, muy fría y muy bien preparada”. Bond continúa diciéndole a Leiter: “Esta bebida es de mi invención. La patentaré en cuanto se me ocurra un buen nombre”.
Bond no tiene que esperar mucho puesto que esa misma noche cuando está cenando con la encantadora señorita Lynd, en pleno juego de seducción, le pregunta por su nombre de pila y ella se presenta como Vesper. “Mi nacimiento fue vespertino, en una tarde de tormenta, según mis padres. Al parecer, querían tenerla presente”, explica. Bond tiene una idea: “Entonces le habló acerca del martini especial que había inventado y de su búsqueda de un nombre para el cóctel. El vesper -dijo-. Suena perfecto y es muy adecuado para la hora violeta en que se beberá mi cóctel por todo el mundo. ¿Me lo cedes?”
Y así nace el mito que se perpetuará en futuras entregas de la novela bajo el machacón “agitado, no mezclado”, con el que Bond acompaña siempre su orden de dry martini, y que obedece a la necesidad de que el alcohol se diluya con el agua que se derrite al agitar los hielos en la coctelera. No olvidemos que Bond está siempre a punto de pelearse con alguien y tiene que mantener la cabeza despejada.
Mucha proteína
La Organización Mundial de la Salud recomienda ingerir un mínimo de 0,8 gramos de proteína por kilo de peso al día. Para generar músculo se considera que la ingesta adecuada va de 1,6 a 2,2 gramos de proteína por kilo de peso. Para un hombre adulto con una ocupación tan exigente desde un punto de vista físico como James Bond, seguramente un nutricionista de nuestros tiempos le recomendaría unos 160 gramos de proteína al día. Para llegar a este nivel hay que comer mucha carne, pescado y huevos, sobre todo en un tiempo en el que no existían los polvos de proteína que hoy complementan las dietas de los atletas.
Leyendo Casino Royale sentimos que la sabiduría popular de la época tiene esto en mente. Siempre que se sienta a la mesa, Bond lo hace rodeado de huevos, solomillo, langosta, caviar y pâté de foie. Como acompañamiento toma una alcachofa esporádica, patatas soufflé. Como curiosidad, en una cena Bond pide un aguacate con vinagreta de postre. Imagino que Ian Fleming debió de probar el aguacate en sus viajes a la zona del Caribe puesto que la fruta no se introdujo comercialmente en Reino Unido hasta 1968 e incluso entonces tardó en arraigar. En Marks & Spencer ponían carteles aclarando que se tomaba en ensalada, no como postre. Quizás no sabían que el culpable de esta confusión era el mismísimo James Bond.
Catorce inviernos, catorce novelas: el ritual de Fleming
Ian Fleming nació en Londres en 1908. Como muchos jóvenes de la alta sociedad británica, se educó en Eton College -del que fue expulsado- y en colegios internacionales en Alemania y Austria. Era mal estudiante y buen deportista. Gran juerguista y popular con las mujeres.
Trabajó en la City londinense unos años presionado por su familia, que no veía con buenos ojos su dedicación al periodismo. Sin embargo, ser banquero no era su fuerte. La profesión le resultaba tremendamente aburrida. Uno de sus colegas de la época contaba que, “como bróker, el viejo Ian estaba entre los peores del mundo”.
El mundo del espionaje se reveló a Fleming durante su época como asistente del director de Inteligencia Naval en el Almirantazgo en los años de la Segunda Guerra Mundial. Los personajes que conoció y las historias que le contaron sirvieron de inspiración para crear al mítico James Bond y a todos los personajes que gravitan en su órbita –“M”, Miss Moneypenny, Felix Leiter, “Q”, Bill Tanner-; los supervillanos -Le Chiffre, Sir Hugo Drax, Dr. Julius No, Auric Goldfi nger, Ernst Stavro Blofeld-; y las célebres y desafortunadas chicas Bond -casi todas acaban muertas- entre las que Vesper Lynd destaca por haber dado nombre al mítico cóctel.
La primera novela de las catorce que creó Fleming con Bond como protagonista es Casino Royale, escrita en su casa de Jamaica durante los dos primeros meses del año 1952. Este ritual se repetiría durante los próximos catorce años. Gracias a un contrato laboral con el Sunday Times que produce envidia de la sana, Fleming disfrutaba de tres meses de “vacaciones de invierno” al año. Tras la Navidad pasaba enero y febrero en Goldeneye, su casa de Jamaica, y allí escribía la siguiente novela protagonizada por Bond. Hasta 1964, el año de su fallecimiento, tuvo tiempo de escribir catorce libros.
La calidad literaria de esta obra es discutible, pero su impacto en la cultura popular del siglo XX no tiene parangón. Solo durante los años en los que Fleming vivió se vendieron 30 millones de copias de sus novelas. Durante los dos años siguientes a su muerte, se vendieron el doble de copias y hoy se superan ampliamente los 100 millones libros vendidos, por no hablar de las películas: la mitad de la población del planeta ha visto al menos una película de Bond.
Este artículo fue publicado en la pagina 61 de la revista Número 43 de Funds Society Américas. Para acceder las recetas en este menu literario, haz click aquí!