Durante décadas, la famosa cartera 60/40, que reparte la inversión entre 60% en acciones y 40% en bonos, fue considerada el modelo estándar de diversificación para inversionistas conservadores y moderados. Pero los tiempos han cambiado, y con ellos, los fundamentos que sostenían esta estrategia. Un reciente informe publicado por Candriam pone en duda la eficacia actual de este modelo tradicional frente a un panorama económico marcado por una inflación volátil, tasas de interés persistentemente elevadas y crecientes tensiones geopolíticas. Además, apuntan la relevancia de incluir en las carteras activos alternativos.
Aunque las acciones tuvieron un buen desempeño en 2023 y 2024 impulsadas por la moderación de la inflación, las expectativas a futuro son más modestas. Las tasas de interés siguen siendo un freno para las valoraciones bursátiles, mientras que los bonos continúan ofreciendo rendimientos reducidos y menor capacidad de protección. La consecuencia: la ruptura del equilibrio que hacía del 60/40 un modelo confiable para enfrentar escenarios adversos.
El estudio subraya que, a pesar de sus buenos resultados históricos en las últimas dos décadas y media, el perfil de riesgo del 60/40 ha generado serias preocupaciones. Una cartera asignada de manera nominal con esta proporción ha mostrado una correlación cercana a 1 con el mercado accionario, lo que la convierte, en la práctica, en un reflejo del comportamiento de las acciones. Esto implica que en momentos de crisis, como en 2008 o durante el desplome de los mercados por la pandemia en 2020, el 60/40 no ofreció la protección que muchos esperaban. Para la mayoría de los inversionistas, pérdidas superiores al 30% no son aceptables, lo que plantea la urgencia de revisar el modelo y buscar fuentes adicionales y más resilientes de diversificación.
El documento, firmado por Johann Mauchand, Pieter-Jan Inghelbrecht y Steeve Brument, propone una nueva fórmula para restaurar la diversificación y mejorar el perfil riesgo-retorno de las carteras: la estrategia 40/30/30, que incluye activos alternativos como tercer componente clave.
Aumentando la Resiliencia de la Cartera: El Enfoque 40/30/30
Para Candriam, la respuesta está en diversificar más allá de los instrumentos tradicionales. La propuesta: sustituir el 30% de una cartera 60/40 por activos alternativos, utilizando como referencia el índice Credit Suisse Hedge Fund Index. El resultado, según el análisis histórico, es contundente: mayores retornos, menor volatilidad y mejor protección ante caídas.
La nueva cartera 40/30/30, compuesta por 40% acciones, 30% bonos y 30% alternativos, mostró una mejora del 40% en su ratio de Sharpe, métrica que evalúa el rendimiento ajustado por riesgo. Incluso usando una asignación pasiva basada en índices, los beneficios fueron significativos.
Trazando una Nueva Dirección
El estudio de Candriam advierte sobre un aspecto crucial que muchos inversionistas pasan por alto: no todos los activos alternativos son iguales, ni funcionan del mismo modo ante distintas condiciones de mercado.
El uso de índices amplios como referencia resulta útil como punto de partida, pero también evidencia un desafío estructural: el universo de fondos de cobertura y estrategias alternativas es inmensamente diverso, y su rendimiento puede variar significativamente. La diferencia entre elegir adecuadamente o no qué tipo de alternativo incluir en una cartera puede tener un impacto decisivo en el resultado final.
Para abordar este problema, Candriam propone un marco de asignación funcional, diseñado para ir más allá del simple agrupamiento de activos bajo la etiqueta de “alternativos”. En lugar de tratar estas estrategias como un bloque homogéneo, la firma sugiere clasificarlas según el rol funcional que desempeñan dentro de una cartera, dividiéndolas en tres grandes categorías:protección ante caídas, generación de retornos no correlacionados o captura de potencial alcista.
Esta segmentación permite construir carteras más resilientes y eficientes, ajustándolas dinámicamente según el entorno económico. La clave, según Candriam, está en una asignación activa y centralizada que responda a los cambios del mercado en tiempo real.
Implicaciones para la asignación de activos
Candriam concluye que adoptar este enfoque más flexible y funcional puede mejorar los resultados en tres dimensiones esenciales: mayores retornos, menor riesgo y caídas más controladas. Para lograrlo, recomienda dos acciones simples pero potentes: seleccionar activos alternativos que cumplan uno de los tres roles definidos y rebalancear dinámicamente la cartera según el contexto macroeconómico.
La conclusión del informe es clara: el modelo 60/40 no está muerto, pero sí necesita una revisión profunda. En un entorno cada vez más incierto, la inclusión estratégica de activos alternativos podría ser la clave para construir carteras verdaderamente diversificadas y preparadas para el futuro.