En una inversión histórica de la doctrina económica, la era de la austeridad en Europa ha llegado oficialmente a su fin con el decisivo cambio electoral en Alemania y la presentación de un asombroso paquete de estímulo de un billón de euros. La audaz maniobra fiscal alemana, nacida de la desesperación por una persistente recesión industrial, marca una clara ruptura con décadas de políticas de austeridad.
Los mercados reaccionaron al instante, insuflando nueva vida a empresas que antes carecían de crecimiento e interés inversor. Las acciones percibidas como beneficiarias inmediatas vieron cómo las valoraciones se disparaban de la noche a la mañana, una rápida revalorización impulsada en parte por el alivio, en parte por la especulación y en parte por el optimismo racional. Pero estas reacciones inmediatas simplifican el relato, ya que las implicaciones reales de este estímulo sin precedentes son mucho más complicadas.
Debemos recordar que los detalles clave del paquete de estímulo han permanecido esquivos, dejándonos con un montón de preguntas sin respuesta: ¿Qué sectores recibirán la mayor parte de la inversión? ¿Cómo influirán los contratos y las decisiones tecnológicas en el resultado del paquete? Y quizá la más apremiante, ¿cómo afectarán estas enormes inyecciones fiscales a las cadenas de suministro mundiales y a las condiciones de financiación del sector privado?
Durante más de una década, la narrativa de la inversión en Europa ha contrastado fuertemente con la de Estados Unidos, donde dominaban los 7 Magníficos. En Europa, sin embargo, el «factor calidad», es decir, las empresas muy rentables con un crecimiento constante, ha tenido dificultades y ha perdido gran parte de las ganancias obtenidas tras la crisis financiera. En la actualidad, las primas de valoración prospectivas de estas empresas europeas rentables han retrocedido a alrededor del 15% en comparación con el índice general, una prima históricamente modesta que indica oportunidades potenciales.
Pero eso no significa que todos los campeones del pasado vayan a recuperar su trono. Los estilos de inversión nunca son estáticos. Las empresas capaces de adaptarse con rapidez -aquellas capaces de pivotar sus bases de activos, asegurar flujos de ingresos diversificados en el extranjero y gestionar el capital con prudencia- prosperarán.
Por el contrario, las empresas encerradas en modelos de negocio inflexibles y que requieren mucho capital pueden tener dificultades para adaptarse. Esto pone de relieve la divergencia real entre los ganadores potenciales y los que invariablemente se quedarán atrás.
La gobernanza de calidad y la previsión estratégica siguen siendo esenciales. Estos elementos seguirán distinguiendo a las empresas que persiguen una rentabilidad sostenible de las que sólo persiguen el crecimiento. Las empresas deben estar preparadas para hacer frente a las perturbaciones derivadas de las innovaciones tecnológicas, fuerzas que trascienden las políticas comerciales y pueden remodelar sectores enteros de la noche a la mañana. Además, las consideraciones pragmáticas en materia de ASG siguen siendo cruciales. Los inversores que ignoran cuestiones materiales de sostenibilidad corren el riesgo de pasar por alto señales importantes sobre la viabilidad a largo plazo de una empresa.
Mientras esperamos a ver cómo cristalizan los detalles del renacimiento industrial de Europa, los inversores deberían centrarse en las cadenas de valor y los nichos industriales mejor posicionados para aprovechar el impulso económico emergente. Mientras tanto, la diversificación sigue siendo un enfoque prudente, con sectores como la maquinaria, la ingeniería y las finanzas como candidatos viables para el crecimiento futuro. El sector financiero europeo, notablemente robusto y cada vez más consolidado, desempeñará un papel esencial en la financiación de esta vasta expansión de las infraestructuras y la fabricación, impulsada por la flexibilización normativa prevista.
Aun así, no todos los modelos de negocio harán la transición sin problemas. Las empresas que antes prosperaban gracias a una regulación estricta podrían encontrarse con un panorama competitivo más difícil. Lo que realmente subraya la verdad eterna de la inversión: las nuevas eras invariablemente producen nuevos líderes.
El estímulo europeo de un billón de euros puede parecer una apuesta económica a primera vista, pero también simboliza un nuevo capítulo, que reescribe las reglas tanto del éxito empresarial como de la estrategia de inversión. Para los inversores activos, el juego ha cambiado radicalmente: la selección de valores, basada en una profunda investigación y adaptabilidad, ha regresado con toda su fuerza. El continente está lleno de potencial, pero un enfoque cuidadoso, en lugar de un optimismo generalizado, determinará en última instancia los verdaderos ganadores.
Columna de Koen Bosquet y Muriel Mosango, Fundamental Equity Fund Managers en DPAM
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